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LECCION # 6- CRECER EN CRISTO – PARA EL 9 DE AGOSTO/2014

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Letra en roja: Biblia

Letra en Azul-Libros de la iglesia Adventista

Letra de este color: Contribución de SevenDay Radio

♥♥♥♥♥ Estudio de la lección sin contribución.                                                                         Muchas veces los días de estudio de la lección vienen tan fáciles de entender que no hay necesidad de agregar extra información. Otras veces ya son estudios que se comienzan a repetir, esto sucede especialmente a la finalización de cada trimestre. Cuando esto suceda le agregaremos 5 corazones y así usted sabrá que no fue necesario agregar información extra al estudio de ese día.

Este es un estudio libre, no hay derechos reservados. Usted lo puede estudiar, compartir, imprimir, distribuir.

En esta semana estaremos estudiando la lección «CRECER EN CRISTO» Uno de  los tópicos que se estará estudiando es el Espiritu Santo. Por lo tanto queremos comenzar ésta semana con un estudio regresivo acerca del Espíritu Santo.
 

La palabra  hebrea y aramea «RUAJ QODESH»  es la palabra que se usa en toda la Biblia sola y exclusivamente cuando se refiere al ESPIRITU SANTO.

Muchas veces se le llama el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová, el Espíritu de Cristo ó sencillamente Espíritu.  

Cada vez que la Biblia está refiriéndose a la tercera persona de la Deidad, usa letra mayúscula por ejemplo: Espíritu Santo.

Cada vez que la Biblia menciona la palabra «espíritu» con «e» minúscula, no está hablando del Espíritu Santo. En ésta caso está usando la palabra «RUAJ» solamente. La palabra RUAJ ó «espíritu» con «e» minúscula tiene varios significados, entre ellos están:               1- 1-Aliento   2- Viento   3-Elemento vital   4-Mente    5-Pensamiento   6-Vitalidad             7-Valor 8-Mal genio ó ira   9-Disposición de ánimos  10-Carácter Moral   11-Asiento de emociones 12-Actitud   13-Estado de sentimientos

Un ejemplo de esto son los siguientes versículos: «Pon un espíritu recto dentro de mi» está diciendo pon un pensamiento recto dentro de mi. Otro texto dice: «estaré con vosotros en espíritu» Simple y sencillamente está diciendo estaré con vosotros en pensamiento. Cuando Elías partió al cielo la Biblia dice: «el espíritu de Elías reposó sobre Eliseo» Este texto se pudiera traducir así: y el pensamiento, ó la mente, ó el carácter de Elías reposo sobre Eliseo. 

Muchas veces está la expresión: «el Espíritu hablando a nuestros espíritus» simple y sencillamente está diciendo «El Espíritu Santo hablando a nuestras mentes»

Hay otra expresión que muchas veces no la entendemos bien: «y fui transportado en espíritu» la expresión podría decirse: «y fui transportado en pensamiento»

También la Biblia habla de otros espíritus, entre ellos están:  «espíritu de celos» (Núm. 5: 14, 30), «espíritu angustiado» (Isa. 61: 3), «espíritu de fornicaciones» (Ose. 4: 12), «espíritu de enfermedad» (Luc. 13: 11), «espíritu de mansedumbre» (1 Cor. 4: 21), «espíritu de cobardía» (2 Tim. 1: 7), «espíritu de error» (1 Juan 4: 6), «espíritu de sueño» (Isa. 29: 10), «espíritu de vértigo» (Isa. 19: 14), «espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y temor de Jehová» (Isa. 11: 2)  «espíritu de tristeza» (Isa. 54:6) Todos estos no son personas, son sencillamente estados de ánimos, actitudes ó sentimientos.

Esta palabra «espíritu» con «e» minúscula  genera mucha confusión al mundo cristiano en general. La mayoría cree que es una persona ó un ser existiendo dentro de otra persona, es como un ser viviendo dentro de otro ser.

La palabra «espíritu» con «e» minúscula nunca se refiere a una persona, siempre se refiere a una cosa.

La Biblia dice que cuando una persona muere; el «espíritu» con «e» minúscula, vuelve a Dios que lo dio. Muchos creen que la parte consiente de una persona que muere vuelve a Dios, y de allí aparece uno de los fundamentos de la inmortalidad del alma. A Dios no vuelve ninguna forma de ser ó persona, a Dios simple y sencillamente vuelve el «aliento de vida» que  Dios mismo lo había dado en forma de préstamo.  Eclesiastes 3: 19 dice: que el «RUAJ» (espíritu) del hombre es igual al «RUAJ» (espíritu) de los animales, y en la muerte los dos «RUAJ» vuelven a Dios; por lo tanto este texto demuestra que no es persona, en éste caso es «ALIENTO DE VIDA» pudiéramos decir una licencia para vivir.

Por lo tanto queremos dejar claro que cuando usted lea el nombre «Espíritu Santo» ó «Espíritu», se está refiriendo a una persona y es la tercera persona de la deidad; pero cuando usted lea la palabra «espíritu» nunca se refiere a una persona, ni divina ni humana, se está refiriendo a una cosa.

 

Lección 6: Para el 9 de agosto de 2014

CRECER EN CRISTO

Sábado 2 de agosto

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 3:1-15; Mateo 13:33; 2 Corin- tios 5:17; Juan 15:4-10; Mateo 6:9-13; Lucas 9:23, 24.

PARA MEMORIZAR:
“Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3).

NICODEMO SE SENTÍA ATRAÍDO A CRISTO, pero no se animaba a visitarlo abiertamente. Con amabilidad saludó a Jesús, reconociéndolo como un maestro enviado por Dios. Cristo sabía que detrás de este saludo cortés había un buscador de la verdad; así que, sin perder tiempo, le dijo que no necesitaba conocimiento teórico tanto como una regeneración espiritual, un nuevo nacimiento.

A Nicodemo le costaba entender esto. Como descendiente de Abraham, estaba seguro de que tenía un lugar asegurado en el Reino de Dios. Además, como un estricto fariseo, sin duda merecía el favor de Dios. Así que, ¿por qué habría de necesitar un cambio tan radical?

Pacientemente, Jesús le explicó que la transformación espiritual es una obra sobrenatural producida por el Espíritu Santo. Si bien no podemos verla ni entender cómo ocurre, ciertamente podemos percibir sus resultados. La llamamos conversión, una nueva vida en Cristo.

Aunque siempre deberíamos recordar cómo el Señor nos llamó y convirtió, nuestro desafío es permanecer aferrados a Cristo, diariamente y con firmeza, de modo que pueda transformarnos más y más a su imagen.

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Nicodemo estaba todavía perplejo, y Jesús empleó el viento para ilustrar lo que quería decir: “El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni adónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” – {DTG 143.3}
Se oye el viento entre las ramas de los árboles, por el susurro que produce en las hojas y las flores; sin embargo es invisible, y nadie sabe de dónde viene ni adónde va. Así sucede con la obra del Espíritu Santo en el corazón. Es tan inexplicable como los movimientos del viento. Puede ser que una persona no pueda decir exactamente la ocasión ni el lugar en que se convirtió, ni distinguir todas las circunstancias de su conversión; pero esto no significa que no se haya convertido. Mediante un agente tan invisible como el viento, Cristo obra constantemente en el corazón. Poco a poco, tal vez inconscientemente para quien las recibe, se hacen impresiones que tienden a atraer el alma a Cristo. Dichas impresiones pueden ser recibidas meditando en él, leyendo las Escrituras, u oyendo la palabra del predicador viviente. Repentinamente, al presentar el Espíritu un llamamiento más directo, el alma se entrega gozosamente a Jesús. Muchos llaman a esto conversión repentina; pero es el resultado de una larga intercesión del Espíritu de Dios; es una obra paciente y larga. – {DTG 143.4}
Aunque el viento mismo es invisible, produce efectos que se ven y sienten. Así también la obra del Espíritu en el alma se revelará en toda acción de quien haya sentido su poder salvador. Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo. Nadie ve la mano que alza la carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la imagen de Dios. – {DTG 144.1} – DTG 143-144


 

Domingo 3 de agosto // Lección 6                                                                                                                                        

NACER DE NUEVO

Es maravilloso ver a un bebé recién nacido. Nos asombra su perfección. Aunque es tan pequeño e indefenso, sabemos que crecerá y llegará a ser un adulto plenamente desarrollado. Sin embargo, no importa cuán perfecto sea el bebé, al final morirá y se perderá eternamente, a menos que nazca de nuevo.

Lee la conversación de Jesús con Nicodemo, registrada en Juan 3:1 al 15. ¿De qué manera explicó Jesús el significado de nacer de nuevo?

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

El viento[b] sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

10 Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto?

11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Como maestro en Israel, Nicodemo sin duda conocía las Escrituras del Antiguo Testamento que hacen referencia a la necesidad de un “nuevo corazón” espiritual y a la disposición de Dios para crearlo en nosotros (Sal. 51:10; Eze. 36:26). Jesús le explicó esta verdad y cómo puede ocurrir.

El diálogo registrado por Juan termina con las palabras de Jesús. No hay ninguna respuesta de Nicodemo. Posiblemente, se fue a su casa inmerso en profundas reflexiones. Silenciosamente, el Espíritu Santo fue obrando en él y, tres años más tarde, estuvo listo para ser un discípulo de Jesús sin esconderse.

El hecho de que sea necesario nacer de nuevo muestra sin ninguna duda que el primer nacimiento es insuficiente desde el punto de vista espiritual. El nuevo nacimiento debe ser doble: del agua y del Espíritu. A la luz del ministerio de Juan el Bautista, Nicodemo fácilmente comprendió que nacer de nuevo del agua se refiere al bautismo con agua. Lo que también necesitaba saber era que nacer del Espíritu es la renovación del corazón por el Espíritu Santo.

Hay semejanzas entre el nacimiento físico y el espiritual. Ambos marcan el comienzo de una nueva vida. Ambos son producidos por otra persona, no por nosotros mismos. Pero, también hay una diferencia muy importante entre ellos: no pudimos elegir si queríamos nacer físicamente, pero sí podemos elegir si queremos nacer espiritualmente. Solo nacen de nuevo los que libremente deciden permitir que el Espíritu Santo genere un nuevo ser espiritual en ellos. Dios respeta nuestra libertad y, aunque está deseoso de transformarnos, no nos cambia por la fuerza.

Piensa en cómo produjo el Señor tu conversión. No importa si fue en circunstancias dramáticas o mediante un proceso largo e imperceptible. ¿De qué forma has experimentado el nuevo nacimiento?

 

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Nicodemo estaba asombrado, tanto como indignado, ante estas palabras. Se consideraba no sólo intelectual, sino hombre pío y religioso… No podía armonizar esta doctrina de la conversión con su concepto de lo que constituía la religión. No podía encontrar una explicación satisfactoria de la ciencia de la conversión; pero, mediante un ejemplo, Jesús le mostró que ésta no podía explicarse por ninguno de sus métodos precisos. Jesús le señaló el hecho de que no podía ver el viento, y sin embargo podía discernir su acción. Quizá nunca podría explicar el proceso de la conversión, pero podía discernir su efecto. El oía el sonido del viento, que sopla de donde quiere, y podía ver el resultado de su acción. No estaba a la vista el agente operador… Ningún razonamiento humano del hombre más docto puede definir las operaciones del Espíritu Santo sobre la mente y el carácter de los hombres. Sin embargo, pueden verse los efectos en la vida y en las acciones… – {CV 292.2} – CV 292.2


“El Espíritu Santo era el más elevado de todos los dones que pudiese solicitar de su Padre para la exaltación de su pueblo. El Espíritu iba a ser dado como agente regenerador, y sin esto el sacrificio de Cristo habría sido inútil. El poder del mal se había estado fortaleciendo durante siglos, y la sumisión de los hombres a este cautiverio satánico era asombrosa. El pecado podía ser resistido y vencido únicamente por la poderosa intervención de la tercera persona de la Divinidad, que iba a venir no con energía modificada, sino en la plenitud del poder divino.”—El Deseado de Todas las Gentes, 608. – {FV 54.4}


 

Lección 6 // Lunes 4 de agosto                                                                                                                                           

LA NUEVA VIDA EN CRISTO

La única manera de nacer de nuevo es por medio del Espíritu Santo. Jesús aprovechó que la palabra griega pneuma significa tanto “Espíritu” como “viento” para ilustrar el proceso de la conversión (Juan 3:8). Cuando el viento sopla, nadie puede iniciarlo, dirigirlo ni detenerlo. Su gran poder está más allá del control humano. Nosotros solo podemos reaccionar ante él, ya sea resistiéndolo o usando su potencial para nuestro beneficio.

De la misma forma, el Espíritu Santo está obrando constantemente en el corazón de cada ser humano, atrayéndolo hacia Cristo. Nadie tiene control sobre su gran poder salvador y transformador. Lo único que podemos hacer es resistirlo o rendirnos ante él. Cuando nos sometemos a su influencia convincente, produce en nosotros una nueva vida.

¿Hay alguna manera de saber si hemos experimentado el nuevo nacimiento? Sí. El Espíritu obra invisiblemente, pero los resultados de su actividad son visibles. Los que nos rodean sabrán que Jesús creó un nuevo corazón en nosotros. El Espíritu siempre produce una demostración exterior de la transformación interior que realiza. Como dijo Jesús: “por sus frutos los conoceréis” (Mat. 7:20).

La nueva vida en Cristo no es una vida remendada con unas pocas reformas exteriores; no es una modificación o mejora de la anterior, es una transformación total.

¿Qué nos dicen los siguientes textos acerca de lo que realiza en nosotros el nuevo nacimiento? Tito 3:5-7; 2 Cor. 5:17; Gál. 6:15.

nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,

el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,

para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.  Tito 3

Mediante el Espíritu Santo, Cristo implanta en nosotros nuevos pensamientos, sentimientos y motivaciones. Despierta nuestra conciencia, cambia nuestra mente, subyuga todo deseo impuro y nos llena con la dulce paz del Cielo. Aunque el cambio no ocurre instantáneamente, con el tiempo, llegamos a ser una nueva criatura en Cristo. Hasta la expresión del rostro comienza a reflejar el amor, el gozo, la bondad y la mansedumbre de la presencia de Jesús en el corazón.

Medita en tu vida durante las últimas 24 horas. ¿Hasta qué punto aquellos que se relacionan contigo perciben a Cristo en tus palabras, actitudes y acciones? Ora acerca de los rasgos de tu carácter que todavía necesitan ser modelados por el Espíritu Santo.

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La gran verdad de la conversión del corazón por el Espíritu Santo es presentada en las palabras de Cristo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo que el que no naciere de nuevo [o de lo alto], no puede ver el reino de Dios… Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Juan 3:3-6.—The Review and Herald, 7 de julio de 1904. – {ELC 23.2}

Es por la renovación del corazón como la gracia de Dios obra para transformar la vida. Ningún mero cambio externo es suficiente para ponernos en armonía con Dios. Hay muchos que tratan de reformarse corrigiendo este mal hábito o aquel mal hábito y esperan hacerse cristianos en esa forma, pero están comenzando en el lugar equivocado. Nuestra primera obra es dentro del corazón… – {ELC 23.3}


Las Escrituras son el gran instrumento en esta transformación del carácter. Cristo oró: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”. Juan 17:17. Si es estudiada y obedecida, la Palabra de Dios actúa en el corazón subyugando todo atributo no santificado. El Espíritu Santo acude para convencer de pecado, y la fe que surge en el corazón obra por el amor a Cristo conformándonos, cuerpo, alma y espíritu, a su voluntad. – {ELC 23.5}
Un hombre ve su peligro. Comprende que necesita un cambio de carácter, un cambio de corazón … El Espíritu de Dios está actuando en él … Confiesa sus pecados a Dios… Procede en armonía con la obra del Espíritu y su conversión es genuina.—Ibid. – {ELC 23.6} – ELC 23.2-6


 

Martes 5 de agosto // Lección 6                                                                                                                                          

PERMANECER EN CRISTO

Una vida espiritual floreciente solo es posible si dependemos constantemente de Cristo. Él usó la ilustración de la vid para enseñarnos cómo lograr esto. “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”, dijo Jesús (Juan 15:5). El Antiguo Testamento describe a Israel como una viña que el Señor había plantado (Isa. 5:1-7; Sal. 80:8, 9; Jer. 2:21); pero Jesús se presenta a sí mismo como “la vid verdadera” (Juan 15:1) e insta a sus seguidores a estar unidos a él, como las ramas están unidas a la vid.

¿Qué nos enseñan estos textos acerca de permanecer continuamente en Cristo? Juan 15:4-10.

Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.

El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho.

En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.

Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.

10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.

Una rama que ha sido recientemente separada de la vid puede parecer viva por un tiempo; pero, sin duda, se marchitará y morirá porque ha sido separada de la fuente de vida. De la misma manera, solo podemos recibir vida a través de nuestra conexión con Cristo. Sin embargo, para que sea efectiva, esta unión debe mantenerse en todo momento. Es esencial dedicar tiempo a leer la Biblia y a orar en la mañana; pero, además, nuestra comunión con el Señor tiene que continuar a lo largo de todo el día. Permanecer en Cristo significa buscarlo constantemente, pedirle que nos guíe, orar por su poder para obedecer su voluntad, rogarle que su amor nos llene.

Una de las trampas más engañosas del enemigo es hacernos pensar que podemos vivir la vida cristiana independientemente del Señor. No obstante, “separados de mí nada podéis hacer” (vers. 5): sin él no podemos resistir ni una tentación, vencer ni un solo pecado, ni desarrollar un carácter a su semejanza. La nueva vida espiritual solo puede crecer mediante una comunión ininterrum- pida con Cristo.

Somos alimentados y fortalecidos al leer la Palabra y meditar en ella. “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, dijo Jesús (Juan 6:63). Esas palabras, atesoradas en nuestro corazón y nuestra mente, inspirarán nuestras oraciones para mantenernos en contacto con el Señor. Aunque es fácil que “los afanes de este siglo” nos distraigan (Mar. 4:19), debemos hacer un esfuerzo concentrado para permanecer en Jesús.

¿Cuáles son los mayores obstáculos que te impiden permanecer constantemente unido a Cristo? ¿Qué pasos puedes dar a fin de superarlos o eliminarlos?

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No es el contacto casual con Cristo lo que se necesita, sino el permanecer en él. Él os llamó a morar con él. No os propone una felicidad pasajera que se experimente ocasionalmente mediante la búsqueda ferviente del Señor, y que se desvanece al abocaros a vuestras ocupaciones seculares. Vuestra permanencia en Cristo aliviana toda tarea necesaria, porque él lleva el peso de todas las cargas. El hizo provisión para que permanezcáis en él. Esto significa que debéis estar conscientes de que permanecéis en Cristo, de que estáis continuamente con Cristo, donde vuestra mente se anima y fortalece porque la habéis puesto sobre Cristo… – {ELC 57.2}

 


 

Lección 6 // Miércoles 6 de agosto                                                                                                                                       

LA ORACIÓN

Junto con el estudio de la Biblia, la oración es indispensable a fin de permanecer en Cristo y crecer espiritualmente. Jesús mismo necesitaba orar para estar unido con el Padre. Su vida de oración es un ejemplo para nosotros. La oración marcó los momentos cruciales de su vida: oró cuando fue bautizado; a menudo oraba en lugares solitarios antes del amanecer o en la montaña después de la puesta del sol; otras veces pasó toda la noche orando, como en la víspera de elegir a los doce apóstoles; oró para resucitar a Lázaro. Ni siquiera la cruz le impidió orar.

Si el “Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mat. 6:8), ¿por qué necesitamos presentarle nuestras necesidades en oración? Porque, a través de la oración, aprendemos a vaciarnos de nosotros mismos y a depender completamente de él.

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mat. 7:7). Aunque no es necesario impresionarlo mediante oraciones interminables de vanas repeticiones (Mat. 6:5-9), necesitamos perseverar en oración, aferrándonos a sus promesas, no importa lo que pase (Juan 15:7; 16:24).

¿De qué manera las diferentes partes del Padrenuestro pueden ayudarnos a crecer en Cristo? Mat. 6:9-13.

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.

10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.

12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria,por todos los siglos. Amén.

Jesús es nuestro Mediador en el cielo. Por lo tanto, nos instruyó para que dirijamos nuestras oraciones al Padre en su nombre. “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23). Cristo enseñó que hay ciertas condiciones para que esta maravillosa promesa se cumpla. Necesitamos creer que Dios nos puede responder (Mat. 21:22). Debemos tener una actitud de perdón hacia nuestro prójimo (Mar. 11:25). Más importante aún, tenemos que subordinar nuestra voluntad a la voluntad del Padre (Mat. 6:10; Luc. 22:42). Y cualquier “demora” en la respuesta no debería desanimarnos; por el contrario, necesitamos “orar siempre, y no desmayar” (Luc. 18:1).

“Señor, enséñanos a orar” (Luc. 11:1) es un pedido siempre relevante, no importa cuánto tiempo haya pasado desde que aceptamos a Cristo como nuestro Salvador. ¿En qué aspecto de tu vida de oración todavía necesitas crecer, por la gracia de Dios?

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JOYAS DEL ESPIRITU DE PROFECIA CON RESPECTO A LA ORACION

Como estaba revestido de humanidad, sentía la necesidad de la fuerza de su Padre. Tenía lugares selectos para orar. Se deleitaba en mantenerse en comunión con su Padre en la soledad de la montaña. En este ejercicio, su alma santa y humana se fortalecía para afrontar los deberes y las pruebas del día. Nuestro Salvador se identifica con nuestras necesidades y debilidades, porque elevó sus súplicas nocturnas para pedir al Padre nuevas reservas de fuerza, a fin de salir vigorizado y refrigerado, fortalecido para arrostrar el deber y la prueba. El es nuestro ejemplo en todo. Se hermana con nuestras flaquezas, pero no alimenta pasiones semejantes a las nuestras. Como no pecó, su naturaleza rehuía el mal. Soportó luchas y torturas del alma en un mundo de pecado. Dado su carácter humano, la oración era para él una necesidad y un privilegio. Requería el más poderoso apoyo y consuelo divino que su Padre estuviera dispuesto a impartirle a él que, para beneficio del hombre, había dejado los goces del cielo y elegido por morada un mundo frío e ingrato. Cristo halló consuelo y gozo en la comunión con su Padre. Allí podía descargar su corazón de los pesares que lo abrumaban. Era Varón de dolores y experimentado en quebranto. – {1JT 218.2}

Vinculándonos con Dios mediante la oración
Es algo maravilloso que podamos orar eficazmente; que seres mortales indignos y sujetos a yerro posean la facultad de presentar sus peticiones a Dios. ¿Qué facultad más elevada podría desear el hombre que la de estar unido con el Dios infinito? El hombre débil y pecaminoso tiene el privilegio de hablar a su Hacedor. Podemos pronunciar palabras que alcanzan el trono del Monarca del universo. Podemos hablar con Jesús mientras andamos por el camino, y él dice: Estoy a tu diestra.
Podemos comulgar con Dios en nuestros corazones; podemos andar en compañerismo con Cristo. Mientras atendemos a nuestro trabajo diario, podemos exhalar el deseo de nuestro corazón, sin que lo oiga oído humano alguno; pero aquella palabra no puede perderse en el silencio, ni puede caer en el olvido. Nada puede ahogar el deseo del alma. Se eleva por encima del trajín de la calle, por encima del ruido de la maquinaria. Es a Dios a quien hablamos, y él oye nuestra oración. – {Or 9.2}

Pedid, pues; pedid y recibiréis. Pedid humildad, sabiduría, valor, aumento de fe. Cada oración sincera recibirá una contestación. Tal vez no llegue esta exactamente como deseáis, o cuando la esperéis; pero llegará de la manera y en la ocasión que mejor cuadren a vuestra necesidad. Las oraciones que elevéis en la soledad, en el cansancio, en la prueba, Dios las contestará, no siempre según lo esperabais, pero siempre para vuestro bien.—Obreros Evangélicos, 271, 272. –


Presentemos a Jesús todas nuestras necesidades
Son pocos los que aprecian o aprovechan debidamente el precioso privilegio de la oración. Debemos ir a Jesús y explicarle todas nuestras necesidades. Podemos presentarle nuestras pequeñas cuitas y perplejidades, como también nuestras dificultades mayores. Debemos llevar al Señor en oración cualquier cosa que se suscite para perturbarnos o angustiarnos: Cuando sintamos que necesitamos la presencia de Cristo a cada paso, Satanás tendrá poca oportunidad de introducir sus tentaciones. Su estudiado esfuerzo consiste en apartarnos de nuestro mejor Amigo, el que más simpatiza con nosotros. A nadie, fuera de Jesús, debiéramos hacer confidente nuestro. Podemos comunicarle con seguridad todo lo que está en nuestro corazón.—Joyas de los Testimonios 2:60. –

Abramos el corazón a un amigo
Orar es el acto de abrir nuestro corazón a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirlo. La oración no baja a Dios hasta nosotros, antes bien nos eleva a él. Cuando Jesús estuvo sobre la tierra, enseñó a sus discípulos a orar. Les enseñó a presentar a Dios sus necesidades diarias y a echar toda su solicitud sobre él. Y la seguridad que les dio de que sus oraciones serían oídas, nos es dada también a nosotros.—El Camino a Cristo, 92. –

Dios nos da la bienvenida a su trono
Nos acercamos a Dios por invitación especial, y él nos espera para darnos la bienvenida a su sala de audiencia. Los primeros discípulos que siguieron a Jesús no se satisficieron con una conversación apresurada en el camino; dijeron: “Rabí… ¿dónde moras?… Fueron, y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día”. Juan 1:38, 39. De la misma manera, también nosotros podemos ser admitidos a la intimidad y comunión más estrecha con Dios. “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente”. Salmos 91:1. Llamen los que desean la bendición de Dios, y esperen a la puerta de la misericordia con firme seguridad, diciendo: “Tú, Señor, has dicho que cualquiera que pide, recibe; y el qué busca halla; y al que llama, se le abrirá”.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 107, 108. –

Una necesidad y un privilegio extraordinario
Cuando están en dificultades, cuando son asaltados por fieras tentaciones, tienen el privilegio de la oración. ¡Qué exaltado privilegio! Los seres finitos, de polvo y ceniza, admitidos por la mediación de Cristo en la cámara de audiencia del Altísimo. Con tales prácticas, el alma es colocada dentro de una sagrada proximidad con Dios y es renovada en conocimiento y verdadera santidad y fortalecida contra los asaltos del enemigo.—Conducción del Niño, 441.

La oración nos capacita para vivir en la luz de su presencia
Es nuestro privilegio abrir el corazón y permitir que los rayos de la presencia de Cristo entren en él. Hermano mío, hermana mía, dad el rostro a la luz. Poneos en contacto verdadero y personal con Cristo, para que podáis ejercer una influencia elevadora y vivificadora. Que vuestra fe sea fuerte, pura y firme. Que la gratitud a Dios llene vuestro corazón. Cuando os levantáis en la mañana, arrodillaos junto a vuestro lecho, y pedid a Dios que os fortalezca para cumplir los deberes del día, y hacer frente a sus tentaciones. Pedidle que os ayude a poner en vuestra obra la dulzura del carácter de Cristo. Pedidle que os ayude a pronunciar palabras que inspiren esperanza y ánimo a los que os rodean, y que os acerquen al Salvador.—Hijos e Hijas de Dios, 202. –

Nuestras oraciones nunca molestan a Dios
No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras peticiones e implorar la divina dirección, como lo hizo Nehemías cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús a venir y morar en el alma como huésped celestial. – {Or 12.3}

Aunque estemos rodeados de una atmósfera corrompida y manchada, no necesitamos respirar sus miasmas, antes bien podemos vivir en la atmósfera limpia del cielo. Podemos cerrar la entrada a toda imaginación impura y a todo pensamiento perverso, elevando el alma a Dios mediante la oración sincera. Aquellos cuyo corazón esté abierto para recibir el apoyo y la bendición de Dios, andarán en una atmósfera más santa que la del mundo y tendrán constante comunión con el cielo. – {Or 12.4}


Presentad a Dios vuestras necesidades, gozos, tristezas, cuidados y temores. No podéis agobiarlo ni cansarlo. El que tiene contados los cabellos de vuestra cabeza, no es indiferente a las necesidades de sus hijos. “Porque el Señor es muy misericordioso y compasivo”. Santiago 5:11. Su amoroso corazón se conmueve por nuestras tristezas y aún por nuestra presentación de ellas. Llevadle todo lo que confunda vuestra mente. Ninguna cosa es demasiado grande para que él no la pueda soportar; él sostiene los mundos y gobierna todos los asuntos del universo. – {Or 13.3}


La oración refresca el alma
«Nuestras oraciones tomarán la forma de una conversación con Dios, como si habláramos con un amigo. Él nos dirá personalmente sus misterios. A menudo nos vendrá un dulce y gozoso sentimiento de la presencia de Jesús. A menudo nuestros corazones arderán dentro de nosotros mientras él se acerque para ponerse en comunión con nosotros como lo hizo con Enoc. Cuando esta es en verdad la experiencia del cristiano, se ven en su vida una sencillez, una humildad, una mansedumbre y bondad de corazón que muestran a todo aquel con quien se relacione que ha estado con Jesús y aprendido de él».—Palabras de Vida del Gran Maestro, 99, 100. – {Or 14.1}

Un refugio siempre abierto
El camino hacia el trono de Dios siempre está abierto. No podéis estar continuamente arrodillados en oración, pero vuestras peticiones silenciosas pueden ascender constantemente a Dios en busca de fuerza y dirección. Al ser tentados, podéis huir al lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos os rodearán.—En Lugares Celestiales, 86. – {Or 15.1}



La oración secreta, el alma de la religión
No descuidéis la oración secreta, porque es el alma de la religión. Con oración ferviente y sincera, solicitad pureza para vuestra alma. Interceded tan ferviente y ardorosamente como lo haríais por vuestra vida mortal, si estuviese en juego. Permaneced delante de Dios hasta que se enciendan en vosotros anhelos indecibles de salvación, y obtengáis la dulce evidencia de que vuestro pecado está perdonado.—Joyas de los Testimonios 1:56, 57. – {Or 16.1}



Los ángeles toman nota de nuestras oraciones e influyen para nuestro bien
Cuando os levantáis por la mañana, ¿sentís vuestra impotencia y vuestra necesidad de fuerza divina? ¿Y dais a conocer humildemente, de todo corazón, vuestras necesidades a vuestro Padre celestial? En tal caso, los ángeles notan vuestras oraciones, y si estas no han salido de labios fingidores, cuando estéis en peligro de pecar inconscientemente y de ejercer una influencia que induciría a otros a hacer el mal, vuestro ángel custodio estará a vuestro lado, para induciros a seguir una conducta mejor, escoger las palabras que habéis de pronunciar, y para influir en vuestras acciones. – {Or 17.1}

Si no os consideráis en peligro y si no oráis por ayuda y fortaleza para resistir las tentaciones, os extraviaréis seguramente; vuestro descuido del deber quedará anotado en el libro de Dios en el cielo, y seréis hallados faltos en el día de prueba.—Joyas de los Testimonios 1:347, 348. – {Or 17.2}

Como Moisés, podemos disfrutar de una comunión íntima con Dios
Esa mano que hizo el mundo, que sostiene las montañas en sus lugares, toma a este hombre del polvo, este hombre de poderosa fe; y, misericordiosa, lo oculta en la hendidura de la peña, mientras la gloria de Dios y toda su benignidad pasan delante de él. ¿Podemos asombrarnos de que “la magnífica gloria” resplandecía en el rostro de Moisés con tanto brillo que la gente no le podía mirar? La impresión de Dios estaba sobre él, haciéndole aparecer como uno de los resplandecientes ángeles del trono. – {Or 17.3}
Este incidente, y sobre todo la seguridad de que Dios oiría su oración, y de que la presencia divina lo acompañaría, eran de más valor para Moisés como caudillo que el saber de Egipto, o todo lo que alcanzara en la ciencia militar. Ningún poder, habilidad o saber terrenales pueden reemplazar la inmediata presencia de Dios. En la historia de Moisés podemos ver cuán íntima comunión con Dios puede gozar el hombre. Para el transgresor es algo terrible caer en las manos del Dios viviente. Pero Moisés no tenía miedo de estar a solas con el Autor de aquella ley que había sido pronunciada con tan pavorosa sublimidad desde el monte Sinaí; porque su alma estaba en armonía con la voluntad de su Hacedor. – {Or 17.4}



 

Jueves 7 de agosto // Lección 6                                                                                                                                            

MORIR AL “YO” CADA DÍA

Paradójicamente, solo muriendo podemos vivir de verdad. Cuando nos bautizamos, morimos (idealmente) a nuestra vieja naturaleza y nos levantamos a una nueva vida. Sería maravilloso que nuestro viejo hombre de pecado muriese definitivamente al ser sepultados bajo las aguas bautismales. Tarde o temprano, sin embargo, todos descubrimos que nuestros hábitos y tendencias originales todavía están vivos y luchan por recuperar el control de nuestra vida. Después de nuestro bautismo, es necesario hacer morir la vieja naturaleza vez tras vez. Por eso, Jesús asoció la vida cristiana con una cruz.

¿Qué significa Lucas 9:23 y 24?

23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

Muchos piensan que la cruz que tienen que llevar es una enfermedad seria, circunstancias desfavorables en la vida o una discapacidad permanente. Aunque cualquiera de estos problemas sin duda es una carga muy pesada, el significado de las palabras de Jesús va más allá. Llevar nuestra cruz significa negarnos a nosotros mismos diariamente. No de vez en cuando, sino cada día; no solo una parte de nuestro ser, sino todo.

La vida cristiana es una vida cruciforme. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gál. 2:20). En el mundo antiguo, las víctimas de la crucifixión no morían de inmediato. Normalmente, agonizaban durante muchas horas, a veces varios días, mientras colgaban de la cruz. Nuestra vieja naturaleza, aunque crucificada, lucha por sobrevivir y bajarse de la cruz.

No es fácil negarnos a nosotros mismos. Nuestra vieja naturaleza se resiste a morir. Más aún, ni siquiera podemos clavarnos a nosotros mismos a la cruz. “Ningún hombre puede despojarse del yo por sí mismo. Solo podemos consentir en que Cristo haga esta obra. Entonces, el lenguaje del alma será: Señor, toma mi corazón; porque yo no puedo dártelo. Es tuyo, mantenlo puro, porque yo no puedo mantenerlo por ti. Sálvame a pesar de mi yo, mi yo débil y desemejante a Cristo. Modélame, fórmame, elévame a una atmósfera pura y santa, donde la rica corriente de tu amor pueda fluir por mi alma.

“No solo al comienzo de la vida cristiana ha de hacerse esta renuncia al yo. Ha de renovársela a cada paso que se dé hacia el cielo. […] Únicamente podemos caminar con seguridad mediante una constante renuncia al yo y de- pendencia de Cristo” (PVGM 123, 124).

¿Cuándo fue la última vez que moriste al yo? ¿Qué te dice tu respuesta, especialmente a la luz de los textos de hoy?

 

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“El fundamento del plan de salvación descansa en el sacrificio. Jesús dejó las cortes reales y se hizo pobre para que por su pobreza nosotros fuésemos enriquecidos. Todos los que participan de esta salvación comprada para ellos por el Hijo de Dios a un sacrificio tan infinito, seguirán el ejemplo del verdadero modelo. Cristo fue la principal piedra del ángulo y nosotros debemos edificar sobre este fundamento. Todos deben tener un espíritu de abnegación y sacrificio. —Testimonies for the Church 3:387, 388. – {FV 153.2}




 

Lección 6 // Viernes 8 de agosto                                                                                                                                          

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “La consagración”, El camino a Cristo, pp. 42-48; y “Nicodemo”, El Deseado de todas las gentes, pp. 140-149.

“La guerra contra nosotros mismos es la batalla más grande que jamás hayamos tenido. El rendirse a sí mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; pero, para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios” (CC 42).

“No podemos retener nuestro propio yo y ser llenados de la plenitud de Dios. Debemos vaciarnos del yo. Si hemos de ganar finalmente el cielo, será solamente mediante la renuncia al yo, y recibiendo la mente, el Espíritu y la voluntad de Cristo Jesús” (ELC 157).

“Cuando el Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones son abandonadas; el amor, la humildad y la paz, reemplazan a la ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza, y el rostro refleja la luz del cielo. […] La bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces ese poder que ningún ojo humano puede ver crea un nuevo ser a la imagen de Dios” (DTG 144).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

1. ¿Cómo has experimentado lo que significa permanecer en Cristo? ¿Qué ocurre cuando estás unido a Jesús? ¿Qué pasa si no estás unido a él?

2. ¿Quién no ha luchado con la realidad de que hay oraciones que no son respondidas, al menos en la forma en que pedimos? ¿De qué manera mantienes tu fe en Dios y en sus promesas ante peticiones que no han sido contestadas como tú deseabas? ¿Qué debemos tener presente toda vez que nos encontramos en tales situaciones?

3. ¿Qué tiene el yo, en su misma naturaleza, que requiere que lo neguemos diariamente? Si no te negaras a ti mismo, si permitieras que tu yo domine todo lo que piensas y haces, ¿qué clase de vida vivirías? ¿Reflejarías la vida de nuestro Maestro?

 

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