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LECCIÓN # 3 – ¿QUIEN ES JESUCRISTO? – PARA EL 18 DE ABRIL DE 2015

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Toda información dada en éste documento es tomada de la vastedad de libros que la Iglesia Adventista del 7mo Día tiene disponible gratuitamente para el público en general, en Ingles y Español. A éste documento también se le agrega otras informaciones de otros libros, que también se encuentran disponible en el Internet para el uso del  público en general.

Aquí no le estamos presentando una nueva luz, nuestro trabajo es sencillamente recopilar información, y presentarla en un lenguaje sencillo y entendible,  para que se le haga mas fácil al maestro de Escuela Sabática comprender y prepararse mejor, para impartir la lección de Escuela Sabática.

 Deseamos compartir con ustedes los tópicos  de las lecciones de los próximos años.

4 trimestres por año

2015:  (3)»Misioneros» (4)»Jeremías»

2016:  (1)»La Gran Controversia» (2)»El libro de Mateo» (3)»El Papel de la Iglesia en la Comunidad» (4)»Job»

2017:  (1)»El Espíritu Santo y la Espiritualidad» (2)»1ra y 2da de Pedro» (3)»Unidad en Cristo» (4)»Asuntos de Justicia Social»

2018:   (1)»Mayordomía» (2)»Preparación para los Días Finales» (3)»El libro de los Hechos» (4)»El Libro de Apocalipsis»

2019: (1)»Esdras-Nehemías» (2)»El Libro de Daniel» (3)»Romanos» (4)»Como interpretar las escrituras»

Nuevas: 2020:(1) «Educación» (2) Juan

Recordamos a los hermanos que ésta información está sujeta a cambios.


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«El monte de la precipitación»

Lección 3: Para el 18 de abril de 2015

¿QUIÉN ES JESUCRISTO?

Sábado 11 de abril________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Lucas 4:16-30; 6:5; Efesios 1:3-5; Lucas 9:18-27; 2 Pedro 1:16-18.

PARA MEMORIZAR:“Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: “El Cristo de Dios” (Luc. 9:20).

¿QUIÉN ES JESUCRISTO?

La pregunta no es un artilugio filosófico ni sociológico. Llega al centro de quiénes son los seres humanos y, aún más importante, qué les ofrece la eternidad.

La gente puede admirar las obras de Jesús, honrar su palabra, exaltar su paciencia, abogar por su no violencia, aclamar su firmeza, alabar su abnegación y quedarse sin habla por el cruel final de su vida. Muchos incluso están listos para aceptar a Jesús como un hombre bueno que trató de poner orden en las cosas, infundir equidad donde había injusticias, ofrecer sanidad donde había enfermedad y traer consuelo donde había solo miseria.

Sí, Jesús bien pudo ganarse el título del mejor maestro, un revolucionario, un líder por excelencia y un psicólogo que puede penetrar en las profundidades del alma de la persona. Él fue todo eso, y mucho más.

Sin embargo, ninguna de estas cosas llega cerca de responder la pregunta de máxima importancia que Jesús mismo planteó: “¿Y vosotros, quién decís que soy?” (Luc. 9:20).

Es una pregunta que demanda una respuesta, y de la cual depende el destino de la humanidad.

Jesús vino a este mundo en humildad. Era de familia pobre. La Majestad de los cielos, el Rey de gloria, el Jefe de las huestes angélicas, se rebajó hasta aceptar la humanidad y escogió una vida de pobreza y humillación. No tuvo oportunidades que no tengan los pobres. El trabajo rudo, las penurias y privaciones eran parte de su suerte diaria. “Las zorras tienen cuevas—decía,—y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza.” Lucas 9:58

Jesús no buscó la admiración ni los aplausos de los hombres. No mandó ejército alguno. No gobernó reino terrenal alguno. No corrió tras los favores de los ricos y de aquellos a quienes el mundo honra. No procuró figurar entre los caudillos de la nación. Vivió entre la gente humilde. No tuvo en cuenta las distinciones artificiosas de la sociedad. Desdeñó la aristocracia de nacimiento, fortuna, talento, instrucción y categoría social (El ministerio de curación, {MC}, p. 149).


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Lección 3 // Domingo 12 de abril_____________________

REACCIONES ANTE JESÚS

Lee los evangelios y el Nuevo Testamento. En estos libros se hacen afirmaciones increíbles, no solo sobre lo que hizo Jesús, sino acerca de quién fue él (por supuesto, lo que Jesús hizo afirma con fuerza quién era Jesús). Estas afirmaciones –que él es Dios, que es nuestro Redentor, que solo él es el Camino a la vida eterna demandan nuestra atención porque tienen implicaciones de consecuencias eternas para cada ser humano.

Lee Lucas 4:16 al 30. ¿Qué produjo que la gente reaccionara como lo hizo? Ver también Juan 3:19.

16 Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo[a] entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor.  20 Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? 23 Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Elíseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. 28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue. Lucas 4

19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Juan 3

La audiencia del pueblo de su niñez estuvo entusiasmada al principio al ver a Jesús, quien, después de realizar muchos milagros y maravillas, regresó a Nazaret, y “estaban maravillados de las palabras de gracia” que pronunciaba (Luc. 4:22). Pero, su reacción ante su reprensión mostró qué espíritu realmente los animaba.

Lee Lucas 7:17 al 22. ¿Cuál fue la pregunta de Juan acerca de Jesús, y por qué la habría hecho?

17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor. 18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos, 19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? 20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? 21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; Lucas  7.

Aun Juan el Bautista, el precursor de Jesús y el que lo anunció como “el Cordero de Dios”, tuvo dudas que penetraron en las profundidades de su ser. Quería saber: “¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?” (Luc. 7:19).

Nota también que Jesús no respondió directamente la pregunta de Juan; en cambio, señaló los hechos que daban testimonio: “los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (vers. 22). Se podría alegar que Jesús no necesitaba responder directamente la pregunta de Juan; sus actos y sus acciones daban amplio testimonio de quién era.

En un sentido, la respuesta que dio Jesús podría haber hecho que Juan estuviera un poco más consternado. Después de todo, si Jesús tiene el poder de hacer todas esas cosas increíbles, ¿por qué estoy languideciendo en esta cárcel? ¿Quién no se ha hecho la misma pregunta en sus propias tragedias personales: Si Dios tiene tanto poder, ¿por qué me ocurre esto a mí? ¿Por qué es la Cruz, y todo lo que ella representa y promete, nuestra única respuesta?

Todos estaban en la sinagoga en ese día Sábado; desde el más alto dirigente hasta el más humilde adorador, estaban reunidos para el servicio de «Escuela Sabática» y «el culto divino», el orador de éste día era Jesús. 

Estaban admirados por la elocuencia de Jesús, estaban impresionados por su conocimiento acerca de Dios y de las Sagradas Escrituras y estaban extasiados por la hermosa exposición del sermón. Era un servicio religioso solemne y muy hermoso de escuchar y participar de el.

Pero el sermón de Jesús tomó una dirección equivocada a los ojos de ellos, Jesús dijo en su sermón que uno de los profetas más grandes de Israel como lo fue Elías no fue mandado a ninguna viuda de Israel, sino a la viuda de Sarepta, que era de otra nación, en pocas palabras la viuda era gentil.

También hablo de Elíseo en el sermón: Elíseo no curó los miles de  leprosos que habían en  Israel, sino a un gentil de Siria, que era leproso, y su nombre fue Naamán.  Percibieron que ellos estaban siendo  comparados con los abominables israelitas que vivieron en el tiempo del pecaminoso rey Acab y la reina Jesabel. 

Jesús acababa de perforar el orgullo de ellos, las credenciales que acababa de presentar no fue del agrado de ellos: «El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;» Los humildes y quebrantados de corazón serían los que pudieran recibir al Maestro, Elías fue perseguido, y encontró refugio en la casa de una pobre viuda, Naamán recibió sanación hasta cuando se humilló y acepto sumergirse en el despreciado río Jordán.

Los judíos que estaban ese sábado en la sinagoga, habían entendido la conclusión del sermón de Jesús, ellos no podían ser alimentados espiritualmente  y  tampoco podían recibir sanación tanto espiritual como física, si no se humillaban, aceptaba a Jesús como hijo de Dios y se sometían a El.

La región de Nazaret era montañosa, realmente la ciudad de Nazaret estaba situada en medio de dos montañas. El lugar donde intentaron despeñar a Jesús, aún se conoce y se identifica el día de hoy, se ha convertido en un lugar turístico para el mundo cristiano, y es llamado: «El Monte de la Precipitación.» Se encuentra localizado a una corta distancia del sur de Nazaret.

Los judíos no tenían derecho a tomar la vida de nadie bajo ninguna circunstancia u ocasión, y mucho menos de una manera irregular ó furiosamente. Despeñar a una persona, no estaba contemplado en las reglas, estatutos  y leyes de la sociedad judía, cuando se le quitaba la vida a una persona.

Las cuatro maneras legales para el mundo judío de castigar a una persona con la pena capital era: 1-Apedreamiento, 2-Estrangulamiento, 3-Fuego (quemado), 4-Con la espada.

La única vez, que registra la Biblia, que los judíos usaron éste método de muerte, lo encontramos en 2 de Crónicas 25: 11Y Amasías se fortaleció, y al frente de su pueblo fue al valle de la Sal y mató a diez mil de los hijos de Seir. 12También los hijos de Judá capturaron vivos a diez mil y los llevaron a la cumbre de la peña, los echaron abajo desde la cumbre de la peña y todos fueron despedazados.…  El despeñamiento era una costumbre muy practicada por los pueblos vecinos de Israel, pero nunca por la nación hebrea.

Hay que tomar en cuenta que ningún tipo de castigo ó sentencia se llevaba a cabo ó se ejecutaba en día sábado.

Olvidando la santidad del día sábado, llenos de odio, tomaron a Jesús fuera de la sinagoga con la idea de asesinarlo. Estos eran sus amigos, persona respetables de la ciudad, fieles y activos miembros de la iglesia: ¿Quién podía creer ésto? Recientemente los pudimos contemplar a todos ellos en la sinagoga cantando las dulces alabanzas de Sión, y estudiando la Sagradas Escrituras; ¿A quién se le pudo imaginar que detrás de los hermosos ropajes especiales que la congregación usaba para el día sábado, se encontraba una congregación con corazones asesinos?

¿Qué aprendemos de ésto?

a- El aplauso popular tiene muy poco valor, por no decir nada.

b- Que la mejor persona que nos profesa su amistad, se puede volver en nuestro peor enemigo por cualquier circunstancia.

c- Que la gente alocadamente pierden la razón y la cordura, cuando se les presenta una verdad contundente.

d- Que nos podemos convertir en una agente de Satanás, si no permitimos que la gracia de Jesús nos transforme y nos alcance.

Jesús estaba delante de la gente como exponente vivo de las profecías concernientes a él mismo. Explicando las palabras que había leído, habló del Mesías como del que había de aliviar a los oprimidos, libertar a los cautivos, sanar a los afligidos, devolver la vista a los ciegos y revelar al mundo la luz de la verdad. Su actitud impresionante y el maravilloso significado de sus palabras conmovieron a los oyentes con un poder que nunca antes habían sentido. El flujo de la influencia divina quebrantó toda barrera; como Moisés, contemplaban al Invisible. Mientras sus corazones estaban movidos por el Espíritu Santo, respondieron con fervientes amenes y alabaron al Señor.

Pero cuando Jesús anunció: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos,” se sintieron inducidos repentinamente a pensar en sí mismos y en los asertos de quien les dirigía la palabra. Ellos, israelitas, hijos de Abrahán, habían sido representados como estando en servidumbre. Se les hablaba como a presos que debían ser librados del poder del mal; como si habitasen en tinieblas, necesitados de la luz de la verdad. Su orgullo se ofendió, y sus recelos se despertaron…

¿Quién es este Jesús? preguntaron. El que se había arrogado la gloria del Mesías era el hijo de un carpintero, y había trabajado en su oficio con su padre José. Le habían visto subiendo y bajando trabajosamente por las colinas; conocían a sus hermanos y hermanas, su vida y sus ocupaciones…

Al abrir la puerta a la duda, y por haberse enternecido momentáneamente, sus corazones se fueron endureciendo tanto más. Satanás estaba decidido a que los ojos ciegos no fuesen abiertos ese día, ni libertadas las almas aherrojadas en la esclavitud. Con intensa energía, obró para aferrarlas en su incredulidad…

 Las palabras de Jesús a sus oyentes en la sinagoga llegaron a la raíz de su justicia propia, haciéndoles sentir la amarga verdad de que se habían apartado de Dios y habían perdido su derecho a ser su pueblo. Cada palabra cortaba como un cuchillo, mientras Jesús les presentaba su verdadera condición. Ahora despreciaban la fe que al principio les inspirara. No querían admitir que Aquel que había surgido de la pobreza y la humildad fuese otra cosa que un hombre común.

Su incredulidad engendró malicia. Satanás los dominó, y con ira clamaron contra el Salvador. Se habían apartado de Aquel cuya misión era sanar y restaurar; y ahora manifestaban los atributos del destructor. (El deseado de todas las gentes, {DTG}, pp. 204-206).

En el encuentro de Cristo con los discípulos de Juan el Bautista encontramos una lección de fe. Cuando Juan el Bautista se encontraba prisionero en una mazmorra solitaria cayó en el desaliento, por lo que envió a sus discípulos a Jesús, preguntándole: “¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?”Mateo 11:3. Cristo conocía la misión que traían los mensajeros, y mediante una grandiosa demostración de su poder les dio evidencias inconfundibles de su divinidad. Volviéndose hacia la multitud habló, y los sordos oyeron su voz. Habló nuevamente, y los ojos de los ciegos fueron abiertos para ver las bellezas de la naturaleza… Extendió su mano y a su toque la fiebre abandonó a los enfermos. Por su mandato los endemoniados fueron sanados, y cayendo a sus pies le adoraron. Volviéndose luego hacia los discípulos de Juan dijo: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis”. vers. 4.

El mismo Jesús que realizó aquellas obras poderosas es hoy nuestro Salvador y está dispuesto a manifestar su poder en nuestro favor como lo hizo en favor de Juan el Bautista. Cuando estemos rodeados por circunstancias adversas, asediados por dificultades que parecen imposibles de vencer, no debemos murmurar, sino recordar la amante benevolencia del Señor en lo pasado. Mirando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, podremos mantenernos como viendo al Invisible, y esto impedirá que nuestras mentes sean nubladas por la sombra de la incredulidad (Reflejemos a Jesús, {RJ}, p. 344).

 

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Lección 3 // Lunes 13 de abril________

HIJO DE DIOS

“Hijo del Hombre” e “Hijo de Dios” son dos nombres con los que los evangelios describen quién era Jesús. El primero indica al Dios encarnado; el segundo señala su divinidad como la segunda Persona de la Deidad. Juntos, los dos nombres nos invitan a meditar en el milagro de Jesucristo: Dios, que es tanto divino como humano. Es un concepto difícil de captar, pero esa dificultad no quita nada de esta verdad asombrosa, y de la gran esperanza que nos ofrece.

Lee Lucas 1:31, 32 y 35; y 2:11. ¿Qué nos indican estos versículos acerca de quién es realmente Jesús?

31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 35 Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Lucas 1

11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Lucas 2

En Lucas 1:31 y 32, el ángel vincula el nombre “Jesús” con el “Hijo del Altísimo”, a quien “el Señor Dios le dará” el trono de David. Jesús es el Hijo de Dios. Él es también el Cristo, el Mesías, quien restaurará el trono de David, no como un libertador terrenal, sino en el sentido escatológico de ser el que, en última instancia, derrotará el intento de Satanás de usurpar el Trono de Dios mismo. A los pastores, el ángel anunció que el niño que encontrarían en el pesebre era el “Salvador, que es Cristo el Señor” (Luc. 2:11).

Al mismo tiempo, el título “Hijo de Dios” no solo afirma la posición de Cristo en la Deidad, sino también revela la estrecha e íntima relación que Jesús tuvo con Dios el Padre mientras estuvo sobre esta Tierra.

No obstante, la relación entre el Padre y el Hijo no es la misma que tenemos nosotros con Dios. Aunque nuestra relación es un resultado de la obra de Cristo, tanto en su rol de Creador como de Redentor, su relación con el Padre como Hijo es la de uno de los tres socios iguales y eternos. Por medio de su divinidad, Jesús mantuvo los lazos más estrechos posibles con el Padre.

“Jesús dice: ‘Mi Padre que está en los cielos’, como para recordar a sus discípulos que, mientras que por su humanidad está vinculado con ellos, participa de sus pruebas y simpatiza con ellos en sus sufrimientos, por su divinidad está unido con el Trono del Infinito” (DTG 410).

¿Qué significa para nosotros que Jesús fue Dios, en el sentido más pleno? Aunque esta verdad está llena de implicaciones, una de las más asombrosas es que, aunque era Dios, Jesús condescendió no solo a tomar sobre sí nuestra humanidad, sino también a ofrecerse a sí mismo como sacrificio en esa humanidad, por nosotros. ¡Estamos hablando aquí de Dios! ¿Qué esperanza maravillosa nos brinda esta verdad por lo que nos dice acerca de cómo realmente es Dios?

Esta es una de los temas mas profundos teológica-mente hablando que pueden existir en la Biblia; cuando tocamos la deidad de Jesús encontramos tantos misterios en éste tema, que muchas veces se nos hace difícil comprender y aún se nos hace más difícil el poderlo explicar.

Vamos a comenzar estudiando cual es la diferencia entre  los nombres de:  «Jesús», «Cristo» y  «Jesucristo»

El nombre Jesús es el nombre personal que usó «Jesús» como ser humano aquí en la tierra.

El origen de éste nombre se inicia con la orden que le da el ángel Gabriel a José; ésto lo encontramos en Mateo 1: 20-21  20 Pero mientras pensaba en esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor, diciendo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. 21 Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de sus pecados. A través de este nombre Jesús es conocido por sus contemporáneos, es decir él es conocido por éste nombre por la gente de su pueblo, de su tiempo, sus amigos, sus vecinos, etc; este nombre sencillamente identificaba a Jesús como: «Jesús el hijo de José el carpintero.» 

CRISTO: La palabra Cristo viene de la palabra griega «JRISTOS»,  y ésta palabra fue tomada del hebreo «MASHIAJ»

La palabra «MASHIAJ» es la misma palabra que en español es traducida como «MESÍAS»  La palabra «MASHIAJ» significa «UNGIDO». Por lo tanto si una persona le llama «MESÍAS» ó le llama «CRISTO» está llamándole a Jesús, por el mismo nombre que significa «UNGIDO»

LA PALABRA CRISTO (JRITOS) Y MESÍAS (MESHIAJ) SIGNIFICA UNGIDO

En el Antiguo Testamento se UNGÍAN, algunas personas que tenían que desempeñar cargos extremadamente importantes, ó personas que eran consagrados para servicios especiales ó servicios sagrados; y entre ellos estaban: El Sumo Sacerdote, un profeta y un rey. A éstas personas se les daba el nombre de  «MASHIAJ» ó «MESÍAS» ó «UNGIDOS»

En las profecías mesiánicas la palabra «MESÍAS» fue tomada específicamente para aplicársela al Redentor del mundo; quién tenía que desarrollar los tres trabajos ó representar los tres títulos de un UNGIDO que son: Profeta, Sumo-Sacerdote y Rey.

Profeta: Vino a éste mundo a representar ó hablar por el Padre a los Hombres.

Sumo-Sacerdote: Vino a éste mundo a interceder por el hombre ante Dios a través de su muerte en la cruz, y ascendió al cielo para representar a los hombres frente al Padre.

Rey: A todo el que le acepta como Rey, se le es prometido una ciudadanía perfecta, en santidad y armonía por la eternidad.

Jesús es el «Ungido de Dios»  18-El Espíritu del Señor reposó sobre mí: por lo cual me ha consagrado con su unción divina, y me ha enviado a evangelizar a los pobres, a curar a los que tienen el corazón contrito, 19-a anunciar libertad a los cautivos y a los ciegos vista, a soltar a los que están oprimidos, a promulgar el año de la misericordia del Señor o del jubileo, y el día de la retribución.  Lucas 4  Torres-Amat

El problema del judío fue que aceptaron a Jesús como el hijo de José el carpintero, pero no pudieron aceptar a Jesús como el UNGIDO – CRISTO – MESÍAS de Dios para nuestra redención.

Es por eso que Mateo comienza muy elocuentemente dando el linaje familiar de Jesús, ya que las profecías sostenían que el MESÍAS ó UNGIDO ó CRISTO tenía que descender de Abraham; padre de la nación hebrea; así como también tenía que descender de David; fundador del linaje real en la nación hebrea. Mateo presenta la evidencia necesaria de que Jesús cumple con las condiciones de ser descendiente de estos dos importantes e ilustres personajes; Abraham el padre de la fe hebraica y David fundador del linaje real hebreo.

JESUCRISTO ó JESÚS EL CRISTO

Cuando se unen estos dos nombres se está haciendo una de las confesiones de fe mas sublimes del universo; sencillamente se esta diciendo: Creo que Jesús el hijo de José y María, es también «el CRISTO de Dios», que vino a este mundo para salvarme de mis pecados; él es mi Salvador, mi Sumo-Sacerdote y mi Rey.

 

Vamos es estudiar un poquito éste texto bíblico 

35- Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo Santo que de ti nacerá, será llamado el Hijo de Dios. Lucas 1: 35   Reina Valera Gomez

¡¡¡¡¡¡¡¡   POR FAVOR LEA DESPACIO   !!!!!!

En el Antiguo Testamento no aparece el título de Padre ó Hijo, siempre que el Antiguo Testamento habla de ellos, los llama con nombre tales como Jehová, Yo Soy, Elohim, Adonai, Etc.

Interesante-mente el Antiguo Testamento habla del Espíritu Santo en varias ocasiones, pero cuando se refiere a las otras dos personas de la trinidad nunca las diferencia con el título de Padre ó Hijo. Se les refiere a los dos con el mismo nombre y con las mismas prerrogativas.

Un ejemplo de esto lo encontramos en los textos que hablan de la destrucción de Sodoma y Gomorra : 24 Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos;  Génesis 19 Reina Valera 1960

Ahora en el nuevo testamento  encontramos que uno de ellos es el Padre y el otro es el Hijo.

Este texto bíblico en Lucas 1: 35 (arriba escrito)  donde aparece el titulo «Hijo de Dios» ha dado la oportunidad a la especulación.  

He aquí las tres formas de interpretar éste texto por diferentes grupos teólogos ó grupos religiosos: 

-Hay un grupo de personas que cree que es aquí por primera vez donde éste titulo es aplicado; precisamente en el milagro de la encarnación. El Espíritu Santo engendra a Jesús en María y ahora uno de ellos se convierte en el Padre y el otro en el Hijo

-Otros creen que éste título demuestra una relación existente entre el Padre y el Hijo antes de la encarnación. Este grupo cree que en el Antiguo Testamento a pesar que no se menciona el título del Padre ó el Hijo, ésta relación entre Padre e Hijo ya existía desde la eternidad.

-El tercer grupo cree que éste título «El hijo de Dios» se le da a Jesús debido al papel que viene a desempeñar en el plan de salvación, teniendo un título así, se le haría más fácil a la humanidad entender el sistema ó el plan de la redención preparado por Dios para la raza caída.

¿Qué posición ha tomado la Iglesia Adventista del Séptimo Día con respecto a éste tema?

Nuestra iglesia no ha tomado ninguna posición en cuanto a este tema, ya que en la Biblia no se encuentra ningún lenguaje claro y específico con respecto a éste tópico. Tomar cualquier posición doctrinal en cuanto a esto, sería entrar en el campo de la especulación; por lo tanto se deja como un misterio de Dios no revelado al hombre, y se prosigue a tomar la regla de oro que es el «SILENCIO» que en éste caso como en otros, es muy valiosa.

Una cosa le deseamos dejar muy en claro a usted, querido lector, muchas veces les presentamos a usted temas que son un tanto polémicos ó confusos, la idea nunca es crearles confusión ó levantar una sombra de sospecha, es todo lo contrario, que quedemos bien esclarecidos en los temas teológicos. Entonces: ¿Porqué los presentamos éstos tópicos?  A veces nos encontramos con personas del mundo ó de otras religiones muy versadas, y nos traen éstos tipos de temas, que son un tanto profundos, si nosotros ya sabemos acerca de estos temas, de lo que piensan los teólogos de otras religiones y la posición de nuestra iglesia, se nos hará más fácil responder y presentar un evangelio claro, práctico y sencillo.

Desde el principio ha sido el plan estudiado de Satanás hacer que los hombres se olvidaran de Dios para poder así adueñárselos. Ha procurado, pues, desfigurar el carácter de Dios a fin de que los hombres abriguen un falso concepto de él. Ante la mente de ellos, el Creador ha sido presentado como revestido con los atributos del príncipe del mal—como arbitrario, severo e implacable—para que fuera temido, rehuido y aun odiado por los hombres…

Cristo vino para revelar a Dios ante el mundo como un Dios de amor, de misericordia, ternura y compasión. El Redentor del mundo despejó las densas tinieblas con las que Satanás había recubierto el trono de la Deidad, y otra vez el Padre fue manifestado a los hombres como la Luz de la vida (En lugares celestiales, {ELC}, p. 8).

La dignidad de Cristo como Maestro divino era de un orden superior a la de los sacerdotes y gobernantes. Era diferente de toda la pompa mundana, pues era divina. Hacía caso omiso a toda ostentación mundanal, y mostraba que consideraba los niveles sociales, fijados por la opulencia y el rango, como enteramente sin valor. El había descendido… de su alto puesto de comando para traer a los seres humanos el poder de llegar a ser hijos de Dios; y el rango terrenal no tenía el más mínimo valor para El. Podría haber traído consigo a diez mil ángeles si le hubieran podido ayudar en la obra de redimir a la raza caída (Reflejemos a Jesús, {RJ}, p. 220).

Cristo es la fuente de toda sabiduría porque está al mismo nivel del Dios eterno. En su humanidad, la gloria de la luz divina se reflejaba directamente sobre él, iluminando a su vez al mundo y a los que le recibían y creían en él. Su personalidad humana mostraba su perfección y excelencia de carácter, y su voz, aunque usaba el simple lenguaje humano, tenia autoridad como la voz de Dios, porque estaba en perfecta unidad con él y provenía del centro de su gloria (Fundamentals of Christian Education, p. 406).

El soberano del universo no estaba solo en su obra benéfica. Tuvo un compañero, un colaborador que podía apreciar sus designios, y que podía compartir su regocijo al brindar felicidad a los seres creados. “En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios”. Juan 1:1, 2. Cristo, el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno solo con el Padre eterno, uno solo en naturaleza, en carácter y en propósitos; era el único ser que podía penetrar en todos los designios y fines de Dios. “Se llamará su nombre “Admirable consejero”, “Dios fuerte”, “Padre eterno”, “Príncipe de paz””. “Sus orígenes se remontan al inicio de los tiempos, a los días de la eternidad”. Isaías 9:6; Miqueas 5:2. Y el Hijo de Dios, hablando de sí mismo, declara: “Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve la primacía, […] cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo. Yo era su delicia cada día y me recreaba delante de él en todo tiempo”. Proverbios 8:22-30.

El Padre obró por medio de su Hijo en la creación de todos los seres celestiales. “Porque en él fueron creadas todas las cosas, […] sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”. Colosenses 1:16. Los ángeles son los ministros de Dios, que, irradiando la luz que constantemente dimana de la presencia de él y valiéndose de sus rápidas alas, se apresuran a ejecutar la voluntad de Dios. Pero el Hijo, el Ungido de Dios, “la misma imagen de su sustancia”, “el resplandor de su gloria” y sustentador de “todas las cosas con la palabra de su poder”, tiene la supremacía sobre todos ellos. Un “trono de gloria, excelso desde el principio”, era el lugar de su santuario; una “vara de equidad”, el cetro de su reino. “¡Alabanza y magnificencia delante de él! ¡poder y hermosura en su santuario!” “Misericordia y verdad van delante de tu rostro”. Hebreos 1:3, 8; Jeremías 17:12; Salmos 96:6; 89:14 (Patriarcas y profetas, {PP}, pp. 11, 12).

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Lección 3 // Martes 14 de abril                                                                 

HIJO DEL HOMBRE

Aunque Jesús era bien consciente de que era tanto Hijo del Hombre como Hijo de Dios (Luc. 22:67-70), su manera favorita de designarse fue “Hijo del Hombre”. Nadie se dirigió a él con ese título. Fuera de los evangelios, solo aparece ese título en el discurso de Esteban (Hech. 7:56) y en Apocalipsis 1:13 y 14:14; pero aparece 25 veces en Lucas y más de 80 en los evangelios. En Lucas, destaca su interés en la humanidad de Jesús como el hombre enviado por Dios para proclamar la salvación.

“La humanidad del Hijo de Dios es todo para nosotros. Es la cadena áurea que une nuestra alma con Cristo y, mediante Cristo, con Dios. Esto ha de ser nuestro estudio. Cristo fue un verdadero hombre. Dio prueba de su humildad al convertirse en hombre. Sin embargo, era Dios en la carne” (MS 1:286).

El uso de “Hijo del Hombre” en Lucas da vislumbres de la naturaleza, la misión y el destino del Jesús encarnado.

Primero, el título lo identifica como humano (Luc. 7:34), sin un domicilio o una seguridad mundanos (Luc. 9:58).

34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Lucas 7

58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Lucas 9

Segundo, Lucas lo usa para afirmar la naturaleza y la divinidad de Cristo: “El Hijo del Hombre es Señor aun del sábado” (Luc. 6:5). Él también es el Creador, con el poder de perdonar pecados (Luc. 5:24).

Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo. Lucas 6

24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Lucas 5

Tercero, para realizar su misión redentora ordenada antes de la fundación del mundo (Efe. 1:3-5), el Hijo del Hombre vino para buscar y salvar a los perdidos (Luc. 9:56; 19:10). Pero, la redención misma no puede ser completada hasta que “el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado […] y sea muerto, y resucite al tercer día” (Luc. 9:22). Este sendero que el Hijo del Hombre debía recorrer, y el precio que debía pagar, revelan el origen divino del plan de la redención y la sumisión de Cristo, en su humanidad, a ese plan.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, Efesios 1

56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea. Lucas 9

10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Lucas 19

22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día. Lucas 9


Cuarto, nota el cuadro completo del sufrimiento del Mesías en Lucas: su conocimiento previo de la Cruz (Luc. 18:31-33), la traición (Luc. 9:44), su muerte en cumplimiento de la profecía (Luc. 22:22), su crucifixión y su resurrección (Luc. 24:7; compara con Luc. 11:30), y su función como Mediador ante el Padre (Luc. 12:8).

31 Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. 32 Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. 33 Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará.  Lucas 18

44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres. Lucas 9

22 A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero !ay de aquel hombre por quien es entregado!    Lucas 22

diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Lucas 24

30 Porque así como Jonás fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación. Lucas 11

Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; Lucas 12

Quinto, Lucas ve al Hijo del Hombre en términos de los últimos días como aquel que retorna a la Tierra para recompensar a sus santos y para concluir la gran controversia (Luc. 9:26; 12:4; 17:24, 26, 30; 21:36; 22:69).

26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. Lucas 9

Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Lucas 12

24 Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. 26 Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. 30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste. Lucas 17

36 Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. Lucas 21

69 Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios. Lucas 22

En pocas palabras, el título “Hijo del Hombre” incorpora los diversos aspectos de quién es Cristo, lo que vino a hacer, lo que hizo y lo que hará por nosotros.

MARTES Y MIERCOLES

Este título, “el Hijo del Hombre”, era el nombre favorito que Jesús se daba a sí mismo. Según los evangelios, él se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre más de ochenta veces. Las demás personas nunca se dirigieron a él usando este título. Jesús, sin duda, eligió este nombre especial con un propósito en mente.

La Biblia presenta a Jesús como un verdadero ser humano. Nació como un bebé, creció como un niño que se desarrolló “en sabiduría y en estatura”,  tuvo hermanas y hermanos, comió, durmió, se cansó,  tuvo hambre y sed, también sufrió de tristeza y angustia.

Para el observador casual, Jesús parecía ser un hombre común que caminaba entre la gente como uno más en la multitud. Muchos de sus contemporáneos no reconocieron en él nada más que un hombre. La gente lo trató como a uno de ellos; se rieron de él, lo criticaron, se burlaron de él y lo ridiculizaron. Para ellos, era simplemente otro ser humano.

Lamentablemente, no se dieron cuenta de que hay algo más en el título “Hijo del Hombre”. Según Daniel 7:13 y 14, “uno como un hijo de hombre” fue con las nubes del cielo “hasta el Anciano de días”, y recibió dominio, gloria y reino eternos.

Hay algunas versiones bíblicas  que traducen la frase «el hijo del hombre» como «el hijo de Adán».


Vamos a estudiar un poco Isaías 53

Isaías 53:   2Con todo eso subirá, como renuevo, delante de él; y como raíz de tierra seca. No hay parecer en él, ni hermosura. Le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.  3Despreciado, y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en flaqueza; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.  4Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.  5Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él; y por su llaga hubo cura para nosotros.   Sagradas Escrituras 1569

Este es uno de los pasajes bíblicos donde se puede encontrar a un Jesús totalmente humano. En el versículo 2 dice que Jesús no tenía «parecer»,  «ni hermosura»,  «sin atractivo», no había nada en él para ser deseado. En pocas palabras Jesús no era un hombre guapo ó apuesto, como la mayoría de nosotros siempre lo ha imaginado; se escucha bien fuerte ¿Verdad? 

Pero eso es lo que está diciendo la Biblia, el «parecer» se refiere a una persona guapa ó bonita, la hermosura tiene que ver con el cuerpo, y el atractivo tiene que ver con lo simpático. Hay personas que no son bonitas ó guapos, pero tienen algo que a uno le llama la atención y muchas veces es irresistible, a eso se le llama ser «simpático»

En el caso de Jesús ninguna de las tres descripciones le calzaba, no era guapo, no tenía un buen cuerpo, ni tampoco era simpático; lo mas triste era que al verlo no había ni siquiera algo de él que fuera atractivo. Al contrario de las películas que presentan a un Jesús guapísimo, hermoso, alto y sumamente atractivo; Jesús en verdad fue todo lo contrario. Judas dijo: «al que de un beso ese es Jesús» es por que en la noche Cristo no se podía diferenciar rápidamente de los demás, eran tan común como cualquier ser humano, como usted y como yo.

Entonces se formula la pregunta del millón: ¿Porqué todos querían ver a Jesús? ¿Porqué Jesús causaba profunda impresión en todos aquellos que lo lograban ver?  El espíritu de profecía dice que el rostro de Jesús tenía una apariencia reflexiva. Si lo explicáramos en palabras simples, el rostro de Jesús siempre reflejaba el rostro de quién lo estaba contemplando.

Una de las preguntas que nosotros los humanos siempre nos hacemos es: ¿De que color era la piel de Jesús? Si se le pregunta a una persona blanca le dirá inmediatamente que Jesús era blanco, si se lo pregunta a un persona de raza negra, le responderá que Cristo era negro, y un hispano dirá que era color hispano.

El libro de Cantares es un poema de amor entre Jesús y su prometida que es la iglesia; y en el capítulo 5 hallamos una descripción de Jesús muy interesante:

10 Mi amado es blanco y sonrosado, distinguido entre diez mil; 11 su cabeza es oro fino; sus cabellos crespos, negros como el cuervo.

Aparentemente es una descripción contradictoria hablando de Jesús como una persona blanca y su cabello como el oro fino, al mismo tiempo dice que sus cabello es crespo y negro, tan negro como el cuervo, note que no está hablando de pelo colocho, sino de pelo crespo, que es característica de las personas de raza negra. 

San Juan 1: 1 Dice que Jesús es el Creador, no hay nada que existe que él no lo haya creado. Nosotros los humanos fuimos creados a su imagen y semejanza no importa la raza, el color ó la fisonomía.

En Cantares 5 cuando habla que Jesús es blanco; es por que él es blanco para la raza blanca, y cuando habla de lo negro, es por que también él es negro para la raza negra, y en medio de esas dos razas estamos el resto de las demás razas.

Ese Cristo que nosotros tanto amamos se parece a usted y a mi, no importa quién sea usted ó de donde venga.  ¿Quiere a un Dios mas humano que Jesucristo mismo?

No podemos entender cómo Cristo se hizo un pequeño e indefenso bebé. El pudo haber venido a la tierra con tal hermosura que se diferenciara totalmente de los hijos de los hombres. Su rostro pudo haber sido radiante de luz, y su cuerpo alto y hermoso. Pudo haber venido en una forma tal que encantara a los que lo miraran; pero ésta no fue la forma en la cual Dios planeó que apareciera entre los hijos de los hombres.

Debía ser semejante a los que pertenecían a la familia humana y a la raza judía. Sus facciones tenían que ser semejantes a las de los seres humanos, y no debía tener tal belleza en su persona que la gente lo señalara como diferente de los demás. Debía venir como miembro de la familia humana y presentarse como un hombre ante el cielo y la tierra. Había venido a tomar el lugar del hombre, a comprometerse en favor del hombre, a pagar la deuda que los pecadores debían. Tenía que vivir una vida pura sobre la tierra, y mostrar que Satanás había dicho una falsedad cuando afirmó que la familia humana le pertenecía a él para siempre, y que Dios no podía arrancarle a los hombres de sus manos (Exaltad a Jesús, {EJ}, p. 69).

Cristo dejó de lado los hogares de los ricos, las cortes de la realeza, los renombrados centros de educación, y se estableció en un hogar humilde y despreciado de Nazaret. Su vida, desde el principio hasta el fin, fue de humildad y modestia. La pobreza llegó a ser sagrada por su vida de pobreza. No quiso asumir una actitud de formalidad que hubiera impedido a los hombres y mujeres de condición más modesta que vinieran a su presencia y escucharan sus enseñanzas…Ningún maestro honró de esa manera al hombre como lo hizo Jesucristo. Era conocido como amigo de publicanos y pecadores. Se mezclaba con todas las clases y sembraba la verdad en el mundo. En el mercado y la sinagoga proclamó su mensaje. Aliviaba toda suerte de sufrimiento, tanto físico como espiritual… Se entregó total y completamente a la obra de salvar almas…

Mientras andaba “haciendo bienes”, la experiencia de cada día era una entrega de su vida. Sólo de una manera podía sostenerse esa vida. Jesús vivía en total dependencia de Dios y en comunión con él. Los hombres acuden de vez en cuando al lugar secreto del Altísimo, a la sombra del Omnipotente; permanecen allí por un tiempo, y los resultados se manifiestan en buenas obras; luego falla su fe, se interrumpe la comunión, y la obra de la vida se arruina. Pero la vida de Jesús fue de constante confianza, sostenida por una comunión continua; y su servicio para el cielo y la tierra no vio fracasos ni vacilaciones. Como hombre suplicaba al trono de Dios, hasta que su humanidad se cargaba con la corriente celestial que conectaba la humanidad con la divinidad. Recibía vida de Dios y la impartía a los hombres (Dios nos cuida, {DNC}, p. 333).

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Lección 3 // Miércoles 15 de abril

“EL CRISTO DE DIOS”                                                              

Lee Lucas 9:18 al 27. ¿Por qué haría Jesús una pregunta cuya respuesta él ya sabía? ¿Qué lección procuraba enseñarles acerca de sí mismo y de lo que significa seguirlo?

18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? 19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. 20 Él les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios. 21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, 22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día. 23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. 25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? 26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. 27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios. Lucas 9

“¿Y vosotros, quién decís que soy?” (Luc. 9:20). La pregunta que hizo Jesús hace dos mil años ronda todavía hoy. Se han dado muchas respuestas diferentes. Un gran maestro. Un ético profundo. La personificación de la verdad. La encarnación del sacrificio propio. Un profeta intrépido. Un reformador social. Un modelo de todo lo que debe ser un ser humano. Pero, solo lo que dijo Pedro es la respuesta suficiente.

Después de revelar su autoridad sobre la naturaleza (Luc. 8:22-25), su poder sobre los demonios (vers. 26-35) y las enfermedades (Luc. 5:12-15; 8:43-48), su capacidad para alimentar a cinco mil personas (9:13-17) y su poder sobre la misma muerte (8:51-56), Jesús confronta a sus discípulos con dos preguntas: primera, qué piensan otros acerca de él; segunda, qué piensan ellos mismos. No lo preguntó para conocer algo que no supiera ya, sino porque les pediría un compromiso que les costaría todo.

“Nuestro conocimiento de Jesús jamás puede ser de segunda mano. Alguien puede conocer todo lo que se ha dicho acerca de Jesús; puede conocer todas las cristologías concebidas por la mente del hombre; puede ser capaz de brindar un resumen competente de las enseñanzas sobre Jesús que hubiera hecho cada pensador y teólogo del mundo, y sin embargo no ser cristiano. El cristianismo nunca consiste en conocer algo sobre Jesús; siempre consiste en conocer a Jesús. Jesucristo exige un veredicto personal. No solo le preguntó a Pedro; pregunta a cada hombre: ‘Tú, ¿qué piensas de mí?”–William Barclay, El Nuevo Testamento comentado: Mateo, 2:147.

Nuestra respuesta a la pregunta de Jesús solo puede ser la confesión de Pedro: Jesús es “el Cristo de Dios” (Luc. 9:20). Cristo significa “ungido”, el Mesías, cuya misión es la de liberar a la humanidad de las garras de Satanás y del pecado, e inaugurar el reino de la justicia.

No es suficiente saber quién fue Jesús. Necesitamos conocerlo por nosotros mismos. Entonces, si tú afirmas conocer a Jesús, ¿qué sabes realmente de él? Es decir, ¿qué te ha enseñado tu conocimiento personal de Jesús sobre él, y acerca de cómo es él?

Jesús hizo entonces una segunda pregunta relacionada con los discípulos mismos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”

Desde el principio, Pedro había creído que Jesús era el Mesías. Muchos otros que habían sido convencidos por la predicación de Juan el Bautista y que habían aceptado a Cristo, empezaron a dudar en cuanto a la misión de Juan cuando fué encarcelado y ejecutado; y ahora dudaban que Jesús fuese el Mesías a quien habían esperado tanto tiempo. Muchos de los discípulos que habían esperado ardientemente que Jesús ocupase el trono de David, le dejaron cuando percibieron que no tenía tal intención. Pero Pedro y sus compañeros no se desviaron de su fidelidad. El curso vacilante de aquellos que ayer le alababan y hoy le condenaban no destruyó la fe del verdadero seguidor del Salvador. Pedro declaró: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” El no esperó que los honores regios coronasen a su Señor, sino que le aceptó en su humillación.

Pedro había expresado la fe de los doce. Sin embargo, los discípulos distaban mucho de comprender la misión de Cristo. La oposición y las mentiras de los sacerdotes y gobernantes, aun cuando no podían apartarlos de Cristo, les causaban gran perplejidad. Ellos no veían claramente el camino. La influencia de su primera educación, la enseñanza de los rabinos, el poder de la tradición, seguían interceptando su visión de la verdad. De vez en cuando resplandecían sobre ellos los preciosos rayos de luz de Jesús; mas con frecuencia eran como hombres que andaban a tientas en medio de las sombras. Pero en ese día, antes que fuesen puestos frente a frente con la gran prueba de su fe, el Espíritu Santo descansó sobre ellos con poder. Por un corto tiempo sus ojos fueron apartados de “las cosas que se ven,” para contemplar “las que no se ven.”2 Bajo el disfraz de la humanidad, discernieron la gloria del Hijo de Dios.

Jesús contestó a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos (El deseado de todas las gentes, {DTG}, p. 379, 380).

No es suficiente que creamos que Jesús no es un impostor, y que la religión de la Biblia no consiste en fábulas arteramente compuestas. Podemos creer que el nombre de Jesús es el único nombre debajo del cielo por el cual el hombre puede ser salvo, y sin embargo, no hacer de él, por la fe, nuestro Salvador personal. No es suficiente creer la teoría de la verdad. No es suficiente profesar fe en Cristo y tener nuestros nombres registrados en el libro de la iglesia. “El que guarda sus mandamientos, está en él, y él en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. “Y en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus mandamientos”.9 Esta es la verdadera evidencia de la conversión. No importa cuál sea nuestra profesión de fe, no nos vale de nada a menos que Cristo se revele en obras de justicia (Palabras de vida del gran maestro, {PVGM}, p. 254).

 

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Lección 3 // Jueves 16 de abril                                                                          

LA TRANSFIGURACIÓN                                                         

Lee los informes de la transfiguración en los tres evangelios (Luc. 9:27-36; Mat. 17:1-9; Mar. 9:2-8). (Además, lee el informe de Pedro, y nota lo que él establece de su experiencia presencial: 2 Ped. 1:16-18.) ¿Qué información adicional da Lucas, y por qué es importante?

27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios. 28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. 32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. 34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. 35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. 36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto. Lucas 9

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Mateo 17

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados. Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo. Marcos 9

16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. 17 Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. 18 Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.     2 Pedro 1

Lucas da un detalle que Mateo y Marcos no mencionan: Jesús subió al monte para orar, y tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago. Jesús se concentró en Jerusalén, y previó el sendero de sufrimiento que le esperaba. Jesús quería estar seguro de que hacía lo que Dios quería que hiciese. En esos momentos, la oración era la única manera de encontrar certeza y seguridad. El proceso de orar derramó gloria divina sobre Jesús: “La apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente” (Luc. 9:29).

El Jesús transfigurado conversaba con Moisés y Elías acerca de “su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (vers. 31). La palabra partida puede entenderse como: su venidera muerte en Jerusalén (aunque la palabra utilizada, éxodos, no se usa a menudo para la muerte); pero, “partida” también puede ser el gran “éxodo” que Jesús estaba por realizar, el éxodo redentor que traería liberación del pecado.

La conversación de los tres concluyó con una voz de aprobación del Cielo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (vers. 35). La transfiguración ungió a Jesús con gloria, afirmó su calidad de Hijo y anunció que la redención le costaría la vida. De allí, la orden celestial a los discípulos: Oídlo a él. Sin obediencia y lealtad exclusiva a él, no hay discipulado.

Elena de White dice que Moisés y Elías, “escogidos antes que cualquier ángel que rodease el trono, habían venido para conversar con Jesús acerca de las escenas de sus sufrimientos, y para consolarlo con la seguridad de la simpatía del Cielo. La esperanza del mundo, la salvación de todo ser humano, fue el tema de su entrevista” (DTG 391). Así, Jesús, que había consolado a tantos otros, encontró consuelo para sí mismo. ¿Qué nos dice esto acerca de cómo aún los más fuertes entre nosotros, nuestros dirigentes, maestros y conductores, pueden a veces necesitar ánimo y ayuda de otros? ¿A quién conoces que ahora mismo podría necesitar consuelo y ánimo?

Esta impresionante historia está dividida en dos partes en la vida ministerial de Cristo, sucedió cuando Jesús estaba a la mitad de su ministerio terrenal. Esta experiencia está conectada en pensamiento al bautismo de Jesús, por la voz de Dios que nuevamente se vuelve a escuchar desde el cielo, pero también está conectada a la muerte de Jesús, por la conversación que él sostiene con Moisés y Elías.

Jesucristo estaba acostumbrado a ir a la soledad de las montañas y comunicarse con Dios a través de la oración, estaba acostumbrado a pasar las noches enteras en devoción y también  a reunirse con seres celestiales en esos mismo lugares. Pero en ésta ocasión extremadamente importante, como lo fue la transfiguración, tomó con él, tres testigos humanos.  Jesús deseaba grabar en la mente de éstos tres, una escena que les serviría en sus ministerios como apóstoles, la transfiguración sería una experiencia que las mentes de Pedro, Santiago y Juan les sería difícil borrar por el resto de sus vidas; y ante el asalto de la duda, la incertidumbre y los problemas que enfrentarían en la vida espiritual, la transfiguración le recordaría que contemplaron a Jesús en su gloria divina y sus mentes serían disipadas de dudas e incertidumbres.

Una comunión con el cielo es sumamente necesitada por todos los discípulos para recordarnos que somos ciudadanos de la patria celestial. Una experiencia como la transfiguración hace ver insignificantes los sucesos de la tierra, los negocios y riquezas de la tierra, la enfermedad y la muerte, e inclusivo las guerras y los rumores de guerra, todas estas cosas solo nos ayudarían a contemplar las señales del Hijo del Hombre y su pronta venida.

¿Porqué Cristo escogió sólo tres de sus apóstoles? ¿Porqué no fueron los doce a presenciar la transfiguración? La respuestas nosotros no la sabemos. Solo podemos especular: probablemente Pedro, Santiago y Juan, eran más íntimos a Jesús que el resto de los demás, probablemente el compañerismo de ellos tres con Jesús era mas profundo, posiblemente ellos tres podían seguir a Jesús mas lejos que los demás, probablemente ellos tres necesitaban más preparación, probablemente estos tres amaban más a Jesús que el resto, podían soportar más ó necesitaban más de Jesús.

No hay duda que Pedro, Santiago y Juan necesitaban una experiencia de ésta índole para entender el reino de Jesucristo, Pedro que protestó vehemente en contra de la cruz de Cristo y llegó hasta el extremo de usar la violencia en contra del siervo del sumo sacerdote; lo mismo Santiago y Juan que anhelaban sentarse uno a cada lado en el trono de Jesús; y además pidieron permiso para invocar fuego del cielo para destrucción, de la misma manera que lo hizo Elías.

Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Interesante orden de Jesús para sus tres discípulos. Definitivamente a estos tres apóstoles se les concede una de las visiones más impresionantes que algún humano haya podido presenciar, sus mentes quedaron impresionadas y llenos de simpatía para los dos mundos, tanto el terrenal como el celestial, la escena les pudo haber dado el sentimiento que el cielo y la tierra eran dos mansiones juntas donde Dios residía y que la puerta a la mansión celestial estaba mas cercana de lo que cualquier persona se pudiera imaginar. Así como el Maestro regresaría a la compañía celestial, ellos también lo seguirían más tarde; la única indicación ó dirección para seguir a Jesús al cielo la acababa de dar el Padre: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd

El silencio de ésta visión se tenía que mantener hasta la resurrección de Cristo, cuando ellos fueran tentados a creer que la comunión con Cristo era una vaga idea y especialmente después de la ascensión de Cristo al cielo, ellos llegarían a comprender el significado de la transfiguración, cuando recordaran a Jesús y su ministerio aquí en la tierra, y la gloria que desplegó esa noche; gloria como la del Unigénito Hijo de Dios. Que hermoso mensaje que nosotros podemos comprender a través de la transfiguración; que Jesús el hijo de María y José es también el Cristo, el Ungido, El Mesías, el Hijo de Dios, nuestro Dios Salvador. ¡Toda la historia de Jesucristo es verdad!

La fe de los discípulos fué grandemente fortalecida en ocasión de la transfiguración, cuando se les permitió contemplar la gloria de Cristo y oir la voz del cielo atestiguando su carácter divino. Dios decidió dar a los seguidores de Jesús una prueba categórica de que era el Mesías prometido, para que en su acerbo pesar y chasco por su crucifixión, no perdiesen completamente su confianza. En ocasión de la transfiguración el Señor envió a Moisés y a Elías para que hablasen con Jesús acerca de su sufrimiento y su muerte. En vez de elegir ángeles para que conversasen con su Hijo, Dios escogió a quienes habían experimentado ellos mismos las pruebas de la tierra.

Elías había andado con Dios. Su obra había sido dolorosa y dura, porque por su intermedio el Señor había reprendido los pecados de Israel. Elías era profeta de Dios, y sin embargo se vió obligado a huir de lugar en lugar para salvar la vida. Su propia nación lo buscaba como una fiera para destruirlo. Pero Dios trasladó a Elías. Los ángeles lo llevaron en gloria y triunfo al cielo.

Moisés fué mayor que cuantos vivieran antes que él. Dios lo honró en extremo, concediéndole el privilegio de hablar con él cara a cara, como un hombre habla con un amigo. Le fué permitido ver la brillante luz y la excelsa gloria que envuelve al Padre. Por medio de Moisés libró el Señor a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto. Fué Moisés un mediador entre Dios y su pueblo, y a menudo se interpuso entre ellos y la ira del Señor. Cuando Dios se irritó en extremo contra Israel por su incredulidad, sus murmuraciones y sus horrendos pecados, fué probado el amor de Moisés por los israelitas. Dios se propuso destruir al pueblo de Israel y hacer de la posteridad de Moisés una nación poderosa; pero el profeta demostró su amor por Israel intercediendo fervorosamente por ese pueblo. En su angustia suplicó a Dios que borrase su nombre de su libro o que aplacara su ira y perdonase a Israel…

Cuando los israelitas murmuraron contra Dios y contra Moisés porque no tenían agua, lo acusaron de haberlos llevado a morir al desierto a ellos y a sus hijos. Dios oyó sus murmuraciones y mandó a Moisés que hablase a la peña para que el pueblo tuviera agua. Moisés golpeó la peña con ira y se atribuyó la gloria del éxito. Las continuas veleidades y murmuraciones de los hijos de Israel habían ocasionado a Moisés agudísimo pesar, y por un momento olvidó lo mucho que el Señor los había soportado, y que sus murmuraciones no iban contra él sino contra Dios. Pensó Moisés sólo en sí mismo en aquella ocasión, al considerar cuán profundamente lo ofendían los israelitas y la escasa gratitud que le mostraban a cambio del intenso amor que por ellos sentía.

Era el designio de Dios colocar frecuentemente a su pueblo en condiciones adversas, para librarlo de ellas por su poder, a fin de que reconociese su amor y solicitud por ellos, y así fuesen inducidos a servirle y honrarle.

Jesús había dicho a sus discípulos que algunos de los que con él estaban no gustarían la muerte antes de ver llegar el reino de Dios con poder. En ocasión de la transfiguración, esta promesa se cumplió. El semblante de Jesús mudóse allí de modo que brillaba como el sol. Sus vestiduras eran blancas y relucientes. Moisés representaba a los que resucitarán de entre los muertos al producirse el segundo advenimiento de Jesús. Y Elías, que fué trasladado sin conocer la muerte, representaba a los que, cuando vuelva Cristo, serán transformados en inmortales y trasladados al cielo sin ver la muerte. Los discípulos contemplaban con temeroso asombro la excelsa majestad de Jesús y la nube que los cobijaba, y oían la voz de Dios diciendo con terrible majestad: “Este es mi Hijo amado, . . . a él oíd” (Primeros escritos, {PE}, pp. 162-164).

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Viernes 17 de abril // Lección 3                                                                              

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Evitad toda cuestión que se relacione con la humanidad de Cristo que pueda ser mal interpretada. La verdad y la suposición tienen no pocas similitudes. Al tratar de la humanidad de Cristo, necesitáis ser sumamente cuidadosos en cada afirmación, para que vuestras palabras no sean interpretadas haciéndoles decir más de lo que dicen, y así perdáis u oscurezcáis la clara percepción de la humanidad de Cristo combinada con su divinidad. Su nacimiento fue un milagro de Dios. […] Nunca dejéis, en forma alguna, la más leve impresión en las mentes humanas de que una mancha de corrupción o una inclinación hacia ella descansaron sobre Cristo, o que en alguna manera se rindió a la corrupción. Fue tentado en todo como el hombre es tentado, y sin embargo él es llamado ‘el Santo Ser’. Que Cristo pudiera ser tentado en todo como lo somos nosotros y, no obstante, fuera sin pecado es un misterio que no ha sido explicado a los mortales. La encarnación de Cristo siempre ha sido un misterio, y siempre seguirá siéndolo”.–“Comentarios de Elena G. de White”, CBA 5:1.102, 1.103.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Lee la cita de Elena de White que antecede, acerca de la naturaleza humana de Cristo. Debemos afrontar el hecho de que la naturaleza humana de Jesús, así como su naturaleza divina, es una gran verdad que por ahora no podremos entender completamente. Ella escribió: “La encarnación de Cristo siempre ha sido un misterio, y siempre seguirá siéndolo”. ¿Por qué debemos ser muy cuidadosos acerca de pronunciar juicios severos sobre quienes no comprenden este “misterio” del mismo modo que nosotros?
  2. Piensa acerca de lo que sucedió en el monte de la transfiguración. Este evento en la historia de la salvación estaba por ocurrir, y ¿qué hacían los discípulos que subieron al monte con él? ¡Dormían! ¿De qué modo puede ser esta una metáfora de nosotros mismos, como creyentes o como iglesia, que vivimos justo antes de otro gran evento: la segunda venida de Jesús?
  3. Lee algunas de las cosas que Jesús dijo acerca de sí mismo. ¿Por qué, entonces, la idea de que Jesús fue solo un gran hombre, un gran profeta o un gran dirigente espiritual tiene una falla lógica? ¿Por qué debemos aceptar que era lo que él dijo ser, y no un lunático o un engañador? ¿Por qué no hay otra opción para nosotros con respecto a la identidad de Jesús?

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