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LECCIÓN 9 – JESÚS, EL GRAN MAESTRO – PARA EL 30 DE MAYO DE 2015

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Toda información dada en éste documento es tomada de la vastedad de libros que la Iglesia Adventista del 7mo Día tiene disponible gratuitamente para el público en general, en Ingles y Español. A éste documento también se le agrega otras informaciones de otros libros, que también se encuentran disponible en el Internet para el uso del  público en general.

Aquí no le estamos presentando una nueva luz, nuestro trabajo es sencillamente recopilar información, y presentarla en un lenguaje sencillo y entendible,  para que se le haga mas fácil al maestro de Escuela Sabática comprender y prepararse mejor, para impartir la lección de Escuela Sabática.

 Deseamos compartir con ustedes los tópicos  de las lecciones de los próximos años.

4 trimestres por año

2015:  (3)»Misioneros» (4)»Jeremías»

2016:  (1)»La Gran Controversia» (2)»El libro de Mateo» (3)»El Papel de la Iglesia en la Comunidad» (4)»Job»

2017:  (1)»El Espíritu Santo y la Espiritualidad» (2)»1ra y 2da de Pedro» (3)»Unidad en Cristo» (4)»Asuntos de Justicia Social»

2018:   (1)»Mayordomía» (2)»Preparación para los Días Finales» (3)»El libro de los Hechos» (4)»El Libro de Apocalipsis»

2019: (1)»Esdras-Nehemías» (2)»El Libro de Daniel» (3)»Romanos» (4)»Como interpretar las escrituras»

Nuevas: 2020: (1) «Educación» (2) Juan

Recordamos a los hermanos que ésta información está sujeta a cambios.


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Lección 9: Para el 30 de mayo de 2015

JESÚS, EL GRAN MAESTRO

Sábado 23 de mayo____________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Lucas 8:22-25; 4:31-37; 6:20- 49; 8:19-21; 10:25-37; Deuteronomio 6:5.

PARA MEMORIZAR: 
“Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” (Luc. 4:32).

“CUANDO CRISTO VINO A LA TIERRA, la humanidad parecía próxima a llegar a su más bajo nivel. El mismo cimiento de la sociedad estaba minado. La vida había llegado a ser falsa y artificial. […] Hartos de fábulas y mentiras, y deseosos de ahogar su pensamiento, los hombres se volvieron hacia la incredulidad y el materialismo. Al excluir de sus cálculos la eternidad, vivían para el presente.

“A medida que dejaban de reconocer al Ser divino, dejaban de tener consideración por el ser humano. La verdad, el honor, la integridad, la confianza y la compasión iban abandonando la Tierra. La idea del deber, de las obligaciones de la fuerza hacia la debilidad, de la dignidad y de los derechos humanos era desechada como sueño o fábula. Al pueblo común se lo consideraba como bestias de carga, como instrumentos o escalones para lograr lo que se ambicionaba. Se buscaban como el mayor bien la riqueza, el poder, la comodidad y los placeres. La degeneración física, el sopor mental y la muerte espiritual eran las características de la época” (Ed 74, 75).

Conocer este trasfondo hace que entendamos mejor por qué Jesús enseñó lo que enseñó.

Después de haber tenido una lección muy completa y comprensible como la de la semana pasada, hoy nos toca dar una lección muy diferente.  Esta va a ser una de las lecciones más complicadas para dar en éste trimestre, en ésta semana el departamento de Escuela  Sabática Mundial, decidió tocar mas de 12 temas en la lección de una sola semana. Fácilmente el «sermón del monte» hubiera sido dos semanas de estudio, incluyendo todas las bienaventuranzas;  y la parábola del buen samaritano y el resto del estudio hubiera sido otra semana de estudio. Por lo tanto tenemos tanta información que dar que fácilmente escribiéramos un libro, lastimosamente no tenemos el tiempo para escribir todo esa información en una semana, ni usted tendría el tiempo para leerla, Por lo tanto trataremos de cubrir lo que creemos más importante, de antemano gracias por su comprensión, y le invitamos a que pueda hacer los mejor en el desempeño de la lección de Escuela Sabática para ésta semana.

“Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad”. Nunca antes habló otro que tuviera tal poder para despertar el pensamiento, encender la aspiración y suscitar cada aptitud del cuerpo, la mente y el alma.

La enseñanza de Cristo, lo mismo que su simpatía, abarcaba el mundo. Nunca podrá haber una circunstancia de la vida, una crisis de la experiencia humana que no haya sido prevista en su enseñanza, y para la cual no tengan una lección sus principios. Las palabras del Príncipe de los maestros serán una guía para sus colaboradores, hasta el fin.

Para él eran uno el presente y el futuro, lo cercano y lo lejano. Tenía en vista las necesidades de toda la humanidad. Ante su mente estaban desplegadas todas las escenas de esfuerzo y progreso humanos, de tentación y conflicto, de perplejidad y peligro. Conocía todos los corazones, todos los hogares, todos los placeres, los gozos y las aspiraciones.

De sus labios la Palabra de Dios llegaba a los corazones de los hombres con poder y significado nuevos. Su enseñanza proyectó nueva luz sobre las cosas de la creación. En la faz de la naturaleza se vieron una vez más los resplandores que el pecado había eclipsado. En todos los hechos e incidentes de la vida, se revelaba una lección divina y la posibilidad de gozar de la compañía de Dios. El Señor volvió a morar en la tierra; los corazones humanos percibieron su presencia; el mundo fue rodeado por su amor. El cielo descendió a los hombres. En Cristo, sus corazones reconocieron a Aquel que les había dado acceso a la ciencia de la eternidad: (La educación, {ED}, pp. 81, 82).

La misión de Jesús fue puesta de manifiesto por milagros convincentes. Su doctrina asombró a la gente… Era un sistema de verdad que satisfacía la necesidad del corazón. Su enseñanza era clara, sencilla y abarcante. Las verdades prácticas que enunció tenían poder de convicción y llamaban la atención de la gente. Las multitudes permanecían junto a El, maravillándose por su sabiduría. Sus modales estaban en armonía con las grandes verdades que proclamaba. No pedía disculpas, no vacilaba, ni había la menor sombra de duda o incertidumbre de que fueran diferentes de lo que declaraba. Hablaba de lo terrenal y de lo celestial, de lo humano y lo divino, con autoridad absoluta; y la gente se admiraba “de su doctrina, porque su palabra era con autoridad” Lucas 4:32 (Reflejemos a Jesús, {RJ}, p. 93).

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Lección 9 // Domingo 24 de mayo__________________________

LA AUTORIDAD DE JESÚS

Como médico y erudito, Lucas conocía la función de la autoridad. Estaba familiarizado con la autoridad de la filosofía en la erudición y la educación griegas. Conocía la autoridad de la ley romana en asuntos civiles y las funciones gubernamentales. Como compañero de viajes de Pablo, conocía la autoridad eclesiástica que el apóstol ejercía sobre las iglesias que establecía. De este modo, Lucas entendía que la autoridad está en el centro de la posición de una persona, es una función de las instituciones, es una función del Estado, y forma parte de la relación de un maestro con sus seguidores. Habiéndose codeado con toda clase de autoridades en todos los niveles del poder, Lucas compartió con sus lectores que había algo incomparable acerca de Jesús y su autoridad. Nacido en el hogar de un carpintero, criado por treinta años en el pequeño pueblo de Nazaret en Galilea, no conocido por nada grande según las normas humanas, Jesús confrontó a todos –gobernantes romanos; eruditos judíos; rabíes; gente común, secular y religiosa− con su enseñanza y ministerio. Los vecinos de su pueblo “estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca” (Luc. 4:22). Una vez llevó esperanza a una viuda en Naín al resucitar a su hijo muerto (Luc. 7:11-17). El pueblo entero tuvo un temblor de miedo y exclamó: “Dios ha visitado a su pueblo” (vers. 16). La autoridad de Jesús sobre la vida y la muerte electrificaron no solo a Naín, sino también a “toda Judea, y por toda la región de alrededor” (vers. 16, 17).

Lee Lucas 8:22 al 25; 4:31 al 37; 5:24 al 26; 7:49; y 12:8. ¿Qué revelan estos textos acerca de la clase de autoridad que ejercía Jesús?

22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. 23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban. 24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. 25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen? Lucas 8: 22-25

31 Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo. 32 Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad. 33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo, el cual exclamó a gran voz, 34 diciendo: Déjanos; ¿qué tienes con nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios. 35 Y Jesús le reprendió, diciendo: Cállate, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno. 36 Y estaban todos maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen? 37 Y su fama se difundía por todos los lugares de los contornos. Lucas 4

24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. 25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. 26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas. Lucas 5

49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? Lucas 7

Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; Lucas 12

Lucas se tomó el espacio suficiente para registrar, no solo para su amigo Teófilo, sino también para todas las generaciones futuras, que Jesús, mediante su ministerio, había establecido la singularidad de su autoridad. Como Dios en la carne, realmente tenía una autoridad como nadie la tuvo alguna vez.

Muchas personas hacen cosas en nombre de Dios, que por supuesto darían a sus acciones mucha autoridad. ¿Cómo podemos estar seguros de que, cuando decimos: “Dios me condujo a hacer esto”, realmente haya sido así? Analiza las respuestas el sábado en la clase.

¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

Veamos a Jesús por un momento, profundamente dormido en la embarcación, que cansado luce, sus manos están extendidas completamente relajadas y su rostro tiene una paz profunda. ¿Porqué está tan cansado Jesús? Pasó un día completo predicando, después de haber predicado se retiró a la montaña a orar toda la noche, al día siguiente antes de tomar el desayuno una gran multitud ya estaba congregada para escucharlo predicar, ese mismo día también escogió y ordenó  a los doce discípulos, y después de la elección de los doce apóstoles siguió predicando y fue allí donde dio el famoso «sermón del monte». Esa fue una de la razones de su profundo sueño en esa embarcación. «Está fuera de sí» decían de él, cuando escuchaban de su inmenso trabajo y de su poco descanso aquí en la tierra. Su madre estaba preocupada cuando escuchaba que no tomaba descanso, que no se alimentaba como debía y también se preocupaba cuando escuchaba que su hijo pasaba noches enteras en oración, en las montañas.

Esa noche en la embarcación no tomó mucho tiempo para que él quedara profundamente dormido.

Un hombre rico se acercó al predicador y le dijo: -por las noches no puedo dormir, he probado varios remedio, algunos de ellos peores que el mismo problema, y aún así no consigo dormir-. El predicador se le quedo viendo y le pregunto: ¿Ya probaste el remedio de Jesús?:  «-Levántate de mañana y comienza a hacer el bien, visita al que está enfermo, ora con el que está en problemas, ve y visita al que está desamparado, ora con él, háblale de Cristo y cuando te marches, déjale algunas monedas para su alimentación, ve a  buscar al que está en la cárcel y háblale de la esperanza y del amor de Dios. En la noche cuando llegues a casa, dormirás el sueño de los justos-»  Solo hay dos personas en ésta tierra que han podido dormir el sueño de los justos, Adán antes de su caída y Jesucristo.

En medio de la fiera tormenta Jesús dormía, en medio de la conmoción, del ruido y del movimiento turbulento de las aguas, Jesús dormía profundamente. ¿Porqué otra razón Jesús dormía? Quizá por que no tenía nada que hacer. El barco estaba en manos de expertos marineros,  el oficio de Jesús era carpintero, ¿Que pudiera hacer una carpintero, en un tormenta en medio del mar? No pudiera ayudar de mucho, por lo tanto pudo haber decidido mejor dormir.

De la misma manera que la tormenta arreciaba y las olas subían más y más, así mismo la impaciencia y la aflicción subía en los discípulos, llegó el momento en  que los discípulos se vieron en la necesidad de despertar a Jesús. Cada vez que estamos en problemas, el humano instintivamente busca a Dios. No hay cosa que entristezca  más a Jesús que cuando lo dejamos fuera de esos negocios de la vida que nosotros creemos que podemos manejar.

¡Maestro, Maestro, que perecemos! Esta es una de las oraciones más cortas de la Biblia, una oración dicha a gritos, una oración dicha con aflicción y ni siquiera de rodillas, pero una oración tan efectiva que fue contestada inmediatamente. El viento y el mar fueron  calmados por Jesús, en ese milagro ellos pudieron escuchar la voz de Dios, la voz del Creador, la voz del dueño de la naturaleza; aquí vemos un milagro, que la mente humana queda corta para comprender.

Posiblemente cuando los discípulos llegaron a tierra firme, estaban impactados por el milagro del que habían sido testigos, posiblemente en su mente tenían la idea de hacer capitán de esa nave, al Carpintero de Nazaret. Su experiencia humana como marinero y pescadores les había quedado corta, se habían dado cuenta que no les servía de mucho, todo su conocimiento quedaba corto e impotente ante la supremacía divina de Cristo.

Las palabras de Jesús tenían autoridad, sobre la vida, sobre las enfermedades, sobre el bien, sobre el mal, sobre la naturaleza y sobre la muerte. Quizá nos preguntemos como era posible que Jesús pudiera dormir en una noche como esa, en una noche donde el ruido de la tempestad era la que gobernaba la paz y el silencio de la noche, donde el grito del hombre socorriéndose el uno al otro, apenas se podía escuchar por la tormenta, ¿Cómo era posible que en medio de esa conmoción Jesús durmiera profundamente? Pero hay otra pregunta más grande que esa; ¿Cómo fue posible que no escuchara toda la conmoción de la naturaleza y los gritos de los discípulos, pero si pudo escuchar una oración agonizante? Los padre pueden dormir en medio de la tormenta, en medio del ruido y de la conmoción; pero las madres son diferentes, aquellas madres que están cargando a sus pequeños son despertadas con el más pequeño ruido y movimiento que hace su bebé. Ese amor de Jesús para sus discípulos era parecido al amor de madre, el más pequeño susurro y llanto de sus pequeños lo podía despertar instantáneamente.
Hagamos de Jesús nuestro Capitán, él es exactamente el mismo de antes, nuestro más pequeño llanto, sufrimiento, dolor, pedido ó susurro será escuchado por él, Jesús está despierto y está escuchando, el traerá quietud a nuestra vida y calma a nuestras almas, por que él es un Dios de amor y de autoridad.

El pensamiento de que Dios puede tomar a un pobre ser humano, pecaminoso y cuitado, para transformarlo por su gracia de modo que llegue a ser heredero de Dios y coheredero de Jesús, es demasiado grande para nuestra humana comprensión… Cristo toma sobre sí los pecados del transgresor y le imputa su justicia, y por su gracia transformadora lo capacita para relacionarse con los ángeles y comulgar con Dios (La maravillosa gracia de Dios, {MGD}, p. 250).

Mientras estaba Jesús en la sinagoga, hablando del reino que había venido a establecer y de su misión de libertar a los cautivos de Satanás, fué interrumpido por un grito de terror. Un loco se lanzó hacia adelante de entre la gente, clamando: “Déjanos, ¿qué tenemos contigo, Jesús Nazareno? ¿has venido a destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios.”Todo quedó entonces en confusión y alarma. La atención se desvió de Cristo, y la gente ya no oyó sus palabras. Tal era el propósito de Satanás al conducir a su víctima a la sinagoga. Pero Jesús reprendió al demonio diciendo: “Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió de él, y no le hizo daño alguno.”

La mente de este pobre doliente había sido obscurecida por Satanás, pero en presencia del Salvador un rayo de luz había atravesado las tinieblas. Se sintió incitado a desear estar libre del dominio de Satanás; pero el demonio resistió al poder de Cristo. Cuando el hombre trató de pedir auxilio a Jesús, el mal espíritu puso en su boca las palabras, y el endemoniado clamó con la agonía del temor. Comprendía parcialmente que se hallaba en presencia de Uno que podía librarle; pero cuando trató de ponerse al alcance de esa mano poderosa, otra voluntad le retuvo; las palabras de otro fueron pronunciadas por su medio. Era terrible el conflicto entre el poder de Satanás y su propio deseo de libertad.

Aquel que había vencido a Satanás en el desierto de la tentación, se volvía a encontrar frente a frente con su enemigo. El diablo ejercía todo su poder para conservar el dominio sobre su víctima. Perder terreno, sería dar una victoria a Jesús. Parecía que el torturado iba a fallecer en la lucha con el enemigo que había arruinado su virilidad. Pero el Salvador habló con autoridad, y libertó al cautivo. El hombre que había sido poseído permanecía delante de la gente admirada, feliz en la libertad de su dominio propio. Aun el demonio había testificado del poder divino del Salvador.

La gente estaba muda de asombro. Tan pronto como recuperaron el habla, se dijeron unos a otros: “¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y potencia manda a los espíritus inmundos, y salen?” (Deseado de todas las gentes, {DTG}, pp. 220, 221).

 Se necesitaba nada menos que un poder creador para devolver la salud a ese cuerpo decaído. La misma voz que infundió vida al hombre creado del polvo de la tierra, la infundió al paralítico moribundo. Y el mismo poder que dió vida al cuerpo, renovó el corazón. Aquel que en la creación “dijo, y fué hecho”; que “mandó, y existió” (Salmos 33:9), infundió vida al alma muerta en transgresiones y pecados. La curación del cuerpo era prueba evidente del poder que había renovado el corazón. Cristo mandó al paralítico que se levantara y anduviera, “para que sepáis—dijo—que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados.”

El paralítico encontró en Cristo curación para su alma y para su cuerpo. Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de pecado.

El efecto producido en el pueblo por la curación del paralítico fué como si el cielo se hubiera abierto para revelar las glorias de un mundo mejor. Al salir el que había sido curado por entre la muchedumbre, bendiciendo a Dios a cada paso y llevando su carga como si no pesara más que una pluma, el pueblo se apartaba para dejarle pasar, mirándolo con extrañeza y susurrando: “Hemos visto maravillas hoy” (S. Lucas 5:26) (El ministerio de curación, {MC}, pp. 51, 52).

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Lunes 25 de mayo // Lección 9____________________________

EL GRAN SERMÓN DE CRISTO

El Sermón del Monte (Mat. 5-7) es llamado a menudo “la esencia del cristianismo”. Lucas proporciona selecciones del sermón en Lucas 6:20 al 49 y en otras partes. Como Lucas ubica el sermón inmediatamente después de la elección “oficial” de los discípulos (Luc. 6:13), algunos eruditos lo han llamado “La comisión de ordenación de los Doce”.

Como se lo presenta en Lucas 6:20 al 49, el sermón comienza con cuatro bendiciones y cuatro ayes, y bosqueja otras características esenciales del camino cristiano.

Estudia las siguientes secciones de Lucas 6:20 al 49, y pregúntate cuán estrechamente tu vida acepta los principios expresados aquí.

  1. La condición bendecida del cristiano (Luc. 6:20-22). ¿De qué modo la pobreza, el hambre, el llanto y el ser odiado llevan a ser bendecido?

    20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. 21 Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis. 22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.

  2. La razón cristiana de tener gozo en medio del rechazo (Luc. 6:22, 23).

    22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. 23 Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas.

  3. Ayes contra los que hay que precaverse (Luc. 6:24-26). Repasa cada uno de los ayes. ¿Por qué un cristiano tiene que protegerse de ellos?

    24 Mas ¡ay de vosotros, ricos! porque ya tenéis vuestro consuelo. 25 ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! porque tendréis hambre. !!Ay de vosotros, los que ahora reís! porque lamentaréis y lloraréis. 26 ¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas.

  4. El imperativo cristiano (Luc. 6:27-31). Ninguna orden de Jesús es más debatida y considerada más difícil de cumplir que la Regla de Oro del amor. La ética cristiana es fundamentalmente positiva, no negativa. No consiste en lo que no hay que hacer, sino en lo que sí ha de hacerse. En lugar de decir: “No odies” a tu enemigo, insiste en “Ama a tus enemigos”. En lugar de la ley de la reciprocidad (“diente por diente”), la Regla de Oro demanda la ética de la bondad (“vuelve la otra mejilla también”). Mahatma Gandhi desarrolló a partir de la Regla de Oro toda una filosofía política de resistir el mal mediante el bien, y finalmente usó este principio para ganar la independencia de la India del colonialismo británico. Del mismo modo, Martin Luther King (h) empleó la ética de la Regla de Oro para quebrantar el mal de la segregación en los Estados Unidos. Donde reina el amor, la bendición ocupa el trono.  27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian. 29 Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues. 30 A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. 31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos.
  5. El camino cristiano (Luc. 6:37-42). Nota la insistencia de Cristo en el perdón, la generosidad liberal, la vida ejemplar y la tolerancia. 37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. 39 Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro. 41 ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
  6. El llevar fruto como cristiano (Luc. 6:43-45).43 No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. 44 Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
  7. El constructor cristiano (Luc. 6:48, 49).48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca. 49 Mas el que oyó y no hizo, semejante es al hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa “Bienaventurado los pobres, por que de ellos es el reino de los cielos».

No hay promesa y bendición más grande para el humano que la promesa de adquirir el reino de los cielos. Si nos damos cuenta la vida de Jesús consintió en bendecir a la humanidad, su vida entera fue una bendición para la humanidad, el murió para darnos la bendición de la vida eterna, cuando resucitó,  con palabras de bendición saludó a aquellos que lloraban su muerte, cuando ascendió al cielos sus brazos se extendieron para dar otra bendición a sus discípulos que con tristeza miraban su partida, ahora en el cielo aún nos sigue bendiciendo cuando intercede ante el Padre para el perdón de nuestros pecados, aquí en la tierra; cada milagro, cada oración contestada, cada servicio de alabanza y adoración, en cada oración, en cada estudio bíblico, en cada meditación y en cada sermón, encontramos su bendición a través de la presencia del Espíritu Santo. De Dios no proviene otra cosa para nosotros más que puras bendiciones, a la caída del hombre, la maldición del pecado tomó el lugar de la bendición, la miseria tomó el lugar de la felicidad,  todas nuestras desgracias es el resultado del abuso del libre albedrío de parte del hombre. Dios en su infinito amor no permitió que el hombre se consumiera en su miseria, por eso Jesús vino al mundo para tomar sobre él la maldición del pecado y  de esa manera impartir su bendición  a la humanidad. Las bienaventuranzas en la versión de Lucas se refieren literalmente a la pobreza, al hambre y la aflicción. Los pobres en espíritus, los hambrientos de justicia, los que lloran por sus pecados, son grupos de personas muy selectas, posiblemente en los sermones que tenía Jesús muy pocas de éstas personas se podían encontrar en esas congregaciones; pero los pobres, los hambrientos, los tristes, siempre fue un grupo muy numeroso en sus congregaciones, y sin duda alguna, la mayoría de ellos formaban parte de  la congregación que estaba presente cuando Jesús predicó “el sermón del monte.”

Por las pruebas y persecuciones se revela la gloria o carácter de Dios en sus elegidos. La iglesia de Dios, perseguida y aborrecida por el mundo, se educa y se disciplina en la escuela de Cristo. En la tierra, sus miembros transitan por sendas estrechas y se purifican en el horno de la aflicción. Siguen a Cristo a través de conflictos penosos; se niegan a sí mismos y sufren ásperas desilusiones; pero los dolores que experimentan les enseñan la culpabilidad y la desgracia del pecado, al que miran con aborrecimiento. Siendo participantes de los padecimientos de Cristo, están destinados a compartir también su gloria. En santa visión, el profeta vio el triunfo del pueblo de Dios. Dice: “Vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego; y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia…, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos”. “Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos” (El discurso maestro de Jesucristo, {DMJ}, p. 30).

No podemos esperar hasta el juicio para estar dispuestos a negamos al yo y levantar la cruz. No podremos entonces formar caracteres para el cielo. Es aquí, en esta vida, donde debemos colocamos al mando del humilde y abnegado Redentor. Es aquí donde debemos vencer la envidia, la contienda, el egoísmo, el amor al dinero, el amor al mundo. Es aquí donde debemos entrar en la escuela de Cristo y aprender del Maestro las preciosas lecciones de mansedumbre y humildad. Y es aquí donde debemos hacer los mayores esfuerzos para ser leales y fieles al Dios del cielo (Alza tus ojos, {ATO}, p. 190).

 La regla de oro es el principio de la cortesía verdadera, cuya ilustración más exacta se ve en la vida y el carácter de Jesús. ¡Oh! ¡qué rayos de amabilidad y belleza se desprendían de la vida diaria de nuestro Salvador! ¡Qué dulzura emanaba de su misma presencial El mismo espíritu se revelará en sus hijos. Aquellos con quienes mora Cristo serán rodeados de una atmósfera divina. Sus blancas vestiduras de pureza difundirán la fragancia del jardín del Señor. Sus rostros reflejarán la luz de su semblante, que iluminará la senda para los pies cansados e inseguros.

Nadie que tenga el ideal verdadero de lo que constituye un carácter perfecto dejará de manifestar la simpatía y la ternura de Cristo. La influencia de la gracia debe ablandar el corazón, refinar y purificar los sentimientos, impartir delicadeza celestial y un sentido de lo correcto.

Todavía hay un significado mucho más profundo en la regla de oro. Todo aquel que haya sido hecho mayordomo de la gracia múltiple de Dios está en la obligación de impartirla a las almas sumidas en la ignorancia y la oscuridad, así como, si él estuviera en su lugar, desearía que se la impartiesen. Dijo el apóstol Pablo: “A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor”. Por todo lo que hemos conocido del amor de Dios y recibido de los ricos dones de su gracia por encima del alma más entenebrecida y degradada del mundo, estamos en deuda con ella para comunicarle esos dones.

Así sucede también con las dádivas y las bendiciones de esta vida: cuanto más poseáis que vuestros prójimos, tanto más sois deudores para con los menos favorecidos. Si tenemos riquezas, o aun las comodidades de la vida, entonces estamos bajo la obligación más solemne de cuidar de los enfermos que sufren, de la viuda y los huérfanos, así como desearíamos que ellos nos cuidaran si nuestra condición y la suya se invirtieran (El discurso maestro de Jesucristo, {DMJ}, pp. 114, 115).

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Lección 9 // Martes 26 de mayo___________________________

UNA FAMILIA NUEVA

Grandes maestros, antes y después de Jesús, enseñaron acerca de la unidad y del amor; pero, generalmente, acerca del amor dentro de los parámetros de un grupo único: una familia definida por la exclusividad de casta, color, lenguaje, tribu o religión. Sin embargo, Jesús derribó las barreras que dividían a los humanos e introdujo una nueva familia, que no hace distinción entre las cosas usuales que dividen a la gente. Bajo la bandera del amor agápe –no merecido, no exclusivo, universal y sacrificado−, Cristo creó una nueva familia. Esta familia refleja el concepto original, universal e ideal entronado en la creación del Génesis, que testifica que cada ser humano es creado a la imagen de Dios (Gén. 1:26, 27) y, por lo tanto, es de igual valor ante él.

Lee Lucas 8:19 al 21. Sin minimizar de ninguna manera los lazos y las obligaciones que vinculan dentro de una familia a padres, hijos, hermanos y hermanas, Jesús miró más allá de la carne y la sangre, y puso ambas en el altar de Dios como miembros de la “familia en los cielos y en la tierra” (Efe. 3:15). La familia del discipulado cristiano debería no ser menos estrecha y vinculada que los lazos de tener padres en común. Para Jesús, la prueba verdadera de ser “familia” no son relaciones de sangre, sino hacer la voluntad de Dios.

¿Qué dicen los siguientes textos acerca de los muros que Cristo derribó con respecto a las distinciones que tan a menudo dividen a los humanos (y frecuentemente con malos resultados)?

Luc. 5:27-32 Luc. 7:1-10 Luc. 14:15-24 Luc. 17:11-19

27 Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. 28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. 29 Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? 31 Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. Lucas 5

Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga. Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo. Lucas 7 

15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios. 16 Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. 17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. 18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. 19 Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. 20 Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. 21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. 22 Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. 23 Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena. Lucas 14

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! 14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. 15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, 16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? 19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. Lucas 17

La misión y el ministerio de Jesús, su corazón perdonador y su gracia abrazadora no excluyen a ninguno, sino que incluyen a todos los que aceptan su llamado. Su amor eterno lo puso en contacto con el espectro entero de la sociedad.

¿Cuáles son las maneras en que, como iglesia, podemos seguir mejor este principio vital?

11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!

Esta es una de las congregaciones más extrañas con las cuales Cristo se pudo haber encontrado en la vida, «una congregación de enfermos» Esta es una congregación de hombres sufriendo una de las más temidas enfermedades en la historia de la humanidad.  Estos hombres enfermos  eran provenientes  de dos naciones ó grupos étnicos que se han odiado toda la vida, pero en éste momento se encuentran unidos; sus desgracias, enfermedad y miserias los habían  unido en cuidados de amor y piedad el uno para el otro; el prejuicio nacional de cada uno de ellos había sido destruido.

Jesús se encuentra con ésta congregación de sufridos en la fronteras de Samaria y Galilea, bajo éstas circunstancias, las fronteras para ellos es el mejor lugar para encontrar refugio y lograr la sobre-vivencia. Por cualquier razón en la mayoría de veces, las personas que viven en las fronteras, son personas que no sufren de mucho prejuicios, son personas más abiertas a la influencia y en muchos casos son personas mas amigables.

Para una congregación extraña, una sanación extraña. Jesús no pronunció palabra de sanación para ellos en ese momento, el da la orden de presentarse a los sacerdotes.  La Biblia dice que la sanación ocurrió en el camino. El acto de encaminarse inmediatamente al templo para presentarse a los sacerdotes, era un acto de fe, aquí Jesús no solo le está dando honor a la ley, sino que se está asegurando un testimonio para él mismo;  mandó a los leprosos a la autoridad correspondiente y escogida por Dios, para que estos sacerdotes fuesen testigo de éste milagro de Jesús. En ese tiempo se creía que la lepra era un castigo de Dios, El era el único que podía aplicar  ésta enfermedad al pecador y también Dios era el único que la podía sanar. Jesús simple y sencillamente estaba mostrando a su pueblo y a sus sacerdotes que él era Dios, al sanar éstos diez leprosos.

¿Será que los leproso en el camino comenzaron a remover sus paños y ropas andrajosa e infectadas para ver si en verdad habían sido sanos?; ¿Será que el temor y la ansiedad hizo presa de ellos y mejor decidieron no remover ninguna de sus temidas e inmundas  ropas y decidieron solo presentarse a los sacerdotes del templo, explicando la orden de Jesús? ¿Será que algunos leprosos se removieron sus ropas y otros no? Cualquiera de las tres escenas causó escándalo, alboroto, alegría, admiración y conmoción  con los leproso en el templo.

Los diez leprosos recibieron tres bendiciones en éste milagro: 1- Un cuerpo con salud; 2- Su incorporación de nuevo a la sociedad, 3- Su re-admisión al santuario.

Esta historia nos enseña la disposición de Dios en ayudar al hombre aún cuando estos son impenitentes, también nos enseña que  el hombre es capás de obedecer a Dios aunque no tenga el espíritu de la obediencia, y además nos enseña que existe un tipo de  fe que carece de amor. Esta también es una historia que nos muestra el pecado de la ingratitud.

El Samaritano, fue el único que volvió a Jesús para agradecer. La gratitud tiene dos características muy especiales; y éstas son la humildad y la glorificación de Dios. Estas dos características la encontramos en el leproso samaritano, la Biblia dice que se postro en tierra, allí a los pies de Jesús y  la Biblia también nos dice que glorificaba a Dios en alta voz, los gritos de alabanza y agradecimiento a Dios por su sanación era un testimonio que nadie lo podía ignorar. 

 

La vida de Cristo, que da vida al mundo, está en su Palabra. Por su palabra Jesús sanó enfermedades y echó demonios; por su palabra calmó el mar y levantó a los muertos; y la gente daba testimonio de que su palabra era con poder. Él hablaba la palabra de Dios como fue hablada por todos los profetas y maestros del Antiguo Testamento. La Biblia entera es una manifestación de Cristo. Es nuestra fuente de poder… (En lugares celestiales, {ELC}, p. 134).

Cristo. Cristo miró al joven, y anheló que le entregara su alma. Anheló enviarlo como un mensajero de bendición a los hombres. En lugar de aquello que lo invitó a entregarle, Cristo le ofreció el privilegio de su compañía. “Sígueme”, dijo. Este privilegio había sido considerado como un gozo por Pedro, Santiago y Juan. El joven mismo miraba a Cristo con admiración. Su corazón era atraído hacia el Salvador. Pero no estaba listo a aceptar el principio del sacrificio propio expresado por el Salvador. Elegía sus riquezas antes que a Jesús. Anhelaba la vida eterna, pero no quería recibir en el alma ese amor abnegado, el único que es vida, y con un corazón pesaroso se apartó de Cristo

Al alejarse el joven, Jesús dijo a sus discípulos: “¡Cuán dificultosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” (Palabras de vida del gran Maestro, {PVGM}, pp. 324, 325).

El Salvador era huésped en la fiesta de un fariseo. El aceptaba las invitaciones tanto de los ricos como de los pobres, y, según su costumbre, vinculaba la escena que tenía delante con lecciones de verdad. Entre los judíos las fiestas sagradas se relacionaban con todas sus épocas de regocijo nacional y religioso. Eran para ellos un tipo de las bendiciones de la vida eterna. La gran fiesta en la cual habían de sentarse junto con Abrahán, Isaac y Jacob, mientras los gentiles estuviesen fuera mirando con ojos anhelantes, era un tema en el cual les gustaba espaciarse. La lección de amonestación e instrucción que Cristo quería dar, la ilustró en esta ocasión mediante la parábola de la gran cena. Los judíos pensaban reservarse exclusivamente para sí las bendiciones de Dios, tanto las que se referían a la vida presente como las que se relacionaban con la futura. Negaban la misericordia de Dios a los gentiles. Por la parábola, Cristo les demostró que ellos estaban al mismo tiempo rechazando la invitación misericordiosa, el llamamiento al reino de Dios. Les mostró que la invitación que habían desatendido debía ser enviada a aquellos a quienes habían despreciado, aquellos de los cuales habían apartado sus vestiduras, como si se tratara de leprosos que debían ser rehuidos.

Al escoger los huéspedes para su fiesta, el fariseo había consultado sus propios intereses egoístas. Cristo le dijo: “Cuando haces comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; porque también ellos no te vuelvan a convidar, y te sea hecha compensación. Mas cuando haces banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos, los ciegos; y serás bienaventurado; porque no te pueden retribuir; mas te será recompensado en la resurrección de los justos”.

estas fiestas tenían una lección más amplia. Las bendiciones espirituales dadas a Israel no eran solamente para los israelitas. Dios les había concedido el pan de vida para que lo repartieran al mundo (Palabras de vida del gran Maestro, {PVGM}, PP. 173, 174).

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Miércoles 27 de mayo // Lección 9_________________________

DEFINICIÓN DE AMOR: PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO – 1A PARTE

De los cuatro evangelios, solo Lucas registra las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano (Luc. 10:25-37). La primera ilustra la dimensión vertical del amor, el extraordinario amor del Padre hacia los pecadores. La segunda muestra la dimensión horizontal: la clase de amor que debería caracterizar la vida humana, rehusando reconocer cualquier barrera entre los humanos pero viviendo, en cambio, dentro de la definición de Jesús de un “prójimo”: que todos los seres humanos son hijos de Dios, y merecen ser amados y tratados con igualdad.

Lee Lucas 10:25 al 28, y reflexiona sobre las dos preguntas centrales que plantea. ¿Cómo se relaciona cada pregunta con las preocupaciones principales de la fe y la vida cristianas?

25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? 26 Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? 27 Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.

  1. “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (vers. 25).

Nota que el intérprete de la Ley buscaba una manera de heredar la vida eterna. Ser salvo del pecado y entrar al Reino de Dios son las aspiraciones más nobles que podemos tener, pero el intérprete de la Ley, como tantos otros, había crecido con el concepto falso de que la vida eterna es algo que podemos ganar con buenas obras. Evidentemente, él no tenía conocimiento de que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 6:23).

  1. “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” (vers. 26).

Durante el tiempo de Jesús, era costumbre de los judíos prominentes, tales como este intérprete de la ley, llevar atada a su muñeca una filacteria. Esta era un pequeño estuche que tenía escrita alguna gran porción de la Torá, incluyendo la que respondería la pregunta de Jesús. Jesús dirigió al doctor de la Ley a lo que está escrito en Deuteronomio (6:5) y en Levítico (19:18), exactamente lo que él podría haber estado llevando en su filacteria. Él podía tener la respuesta a su pregunta en su muñeca, pero no en su corazón. Jesús lo dirigió a una gran verdad: la vida eterna no es un asunto de guardar reglas, sino que demanda amar a Dios en forma absoluta y sin reservas, como también amar, de igual modo, a toda la creación de Dios: “el prójimo”, para ser preciso. Sin embargo, ya sea por ignorancia o por arrogancia, el doctor continuó el diálogo con otra pregunta: “¿Quién es mi prójimo?”

¿Qué evidencia externa revela que realmente has sido salvado por gracia? Es decir, ¿qué hay en tu vida que muestra que eres justificado por fe?

El Antiguo Testamento era el libro de texto de Israel. Cuando el intérprete de la ley vino a Cristo con la pregunta: “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” -considere esta pregunta puesto que la respuesta es para todo el que formule una pregunta similar-, el Salvador dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? El respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Lucas 10:25-28…

Si no hubiera otro pasaje en la Biblia, éste tiene suficiente luz, conocimiento y seguridad para cada alma. El intérprete de la ley había contestado su propia pregunta, pero deseando justificarse dijo a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?”. Vers. 29. Entonces, por medio de la parábola del buen samaritano, Cristo mostró quién es nuestro prójimo, y nos dio un ejemplo del amor que deberíamos manifestar hacia los que sufren y están necesitados. El sacerdote y el levita, cuyo deber era ministrar en favor de las necesidades del extranjero, pasaron de largo.

Al final de la narración, Cristo pregunta al intérprete de la ley: “¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo”. Vers. 36, 37.

En la Palabra de Dios… hay lecciones prácticas. Esa Palabra enseña principios vivos, santos, que impulsaron a los hombres a hacer a otros lo que ellos querían que los otros hicieran con ellos; principios que han de introducir en su vida diaria aquí y que han de llevar con ellos a la escuela superior (Alza tus ojos, {ATO}, p. 213).

 La ley divina requiere que amemos a Dios en forma suprema, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin el ejercicio de este amor, la más elevada profesión de fe es mera hipocresía. El adorador de Dios descubrirá que no puede atesorar ni una fibra de la raíz del egoísmo. No puede cumplir sus deberes hacia Dios y oprimir a sus semejantes. El segundo principio es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “Haz esto, y vivirás”. Estas son las palabras de Jesucristo de las cuales no puede apartarse ningún hombre, mujer o joven que sea verdadero cristiano. Es la obediencia a los principios de los mandamientos de Dios lo que modela el carácter de acuerdo con la similitud divina.

Dejar a un vecino sufriente sin atender a sus necesidades, equivale a abrir una brecha en la ley de Dios… El que ama a Dios no solamente amará a sus semejantes, sino que considerará con tierna compasión las criaturas que Dios ha hecho. Cuando el Espíritu de Dios está en el hombre, induce a prestar alivio en lugar de producir sufrimiento… Debemos cuidar cada caso de sufrimiento, y considerarnos instrumentos de Dios para aliviar al necesitado hasta donde nos lo permita nuestra habilidad. Debemos ser colaboradores de Dios… Interroguémonos con corazón fervoroso: “¿Quién es mi prójimo?” Nuestro prójimo no es meramente nuestro vecino o nuestro amigo particular; no son sencillamente los que pertenecen a nuestra iglesia y piensan como nosotros. Nuestro prójimo es toda la familia humana.—Manuscrito 33 (Hijos e hijas de Dios, {HHD}, p. 54).

Miércoles y Jueves:

Aquí encontramos una relación entre el amor y la ley de Dios. Los dos grandes mandamiento de la Biblia, requieren amor, amor para Dios y amor para el hombre; y la manera en que podemos poner en práctica el amor es obedeciendo los mandamientos de Dios; el premio que Dios ofrece en éste pedido y  promesa, es la vida eterna

Todos los hombres en todas sus variedades y estado tiene que ser reconocido como nuestro «prójimo» y «hermano».  Los prejuicios de nacionalidad, color, lengua, religión, tienen que ser hechos a un lado para dar cabida a la caridad.

Así como es nuestra relación con Dios, así será nuestra relación con nuestro prójimo; ese es un termómetro que no se equivoca.  El propósito de ésta parábola no es mostrarnos quien es nuestro prójimo, sino como trabaja el verdadero amor.

En la parábola del buen samaritano; Dios nos recuerda que vivimos en un mundo lleno de aflicciones y desgracias, encontramos pobrezas, dolor y aflicciones y muchas veces el que los padece no es responsable directamente por su situación, hay muchas aflicciones causadas por la pecaminosidad de otros. Otra de las cosas que tenemos que recordar es que hay muchas personas que por diversas circunstancias sus vidas están expuestas al sufrimiento y a la muerte más que otros. Las personas que trabajan en el mar, en las minas, por ejemplo están más expuestas a los sufrimiento y a la muerte.

Si pensamos como humanos, llegamos a la conclusión que no es conveniente ser buenos. Una manera libre y  fácil de vivir es evitando las buenas obras, cada vez que somos buenos, va en contra de nuestra propia conveniencia y  cada vez que nos toca hacer el bien, siempre somos llevado al auto sacrificio. Las manos de aquel que cuida un rosal, son constantemente laceradas y heridas por las espinas de la planta. En la vida espiritual, todos somos llamados al servicio de nuestro prójimo, aunque éste trabajo no sea de nuestra predilección. El verdadero amor, no pregunta,  no duda, no tiene miedo, no se tarda y siempre está dispuesto al sacrificio.

Otra cosa importante para hacer notar en ésta parábola es la diferencia entre el doctor de la ley y el buen samaritano. El doctor de la ley era un Israelita ortodoxo, conocía y aplicaba la ley con mucha precisión y certeza, pero le faltaba la práctica. Hay muchos de nosotros que aprobamos, conocemos la ley y la enseñamos muy bien, pero no la guardamos. En pocas palabras tenemos la verdad pero no vivimos la verdad como tendríamos que hacerlo.

El doctor de la ley necesitaba el amor que caracterizaba al buen samaritano, para ser completo en la piedad y la bondad. La verdad sin amor, no sirve para nada, la verdad revestida de amor llena los requerimientos de la ley, y es una vida cristiana práctica.

El levita y el sacerdote pudieron encontrar buenas escusas para no ayudar al herido; el sol se ocultaría pronto; el camino era solitario y peligroso aún de día; no estudiaron medicina para curar las heridas de una persona; el hombre estaba medio muerto; si el herido moría en sus manos pudieran ser culpados de asesinato; los ladrones pudieran regresar a cualquier momento; todas éstas son buenas escusas,  y mientras encontramos buenas escusas el mundo que sufre no es socorrido, los errores  del mundo no son corregidos y el pecador que perece no es rescatado.

Por el otro lado encontramos a un samaritano, que no tiene nada que ver con la religión judía, en pocas palabras una persona ignorante posiblemente de las normas y conducta de la vida cristiana, que no tiene la verdad en su esencia, pero tiene una vida llena de rectitud y amor.

El buen samaritano es un modelo para aquellos que ayudan a su prójimo: El ayudó sin esperar recibir una recompensa ó ser repagado por lo que gastó; ayudó a un verdadero extraño, ayudó a un enemigo y ayudó a uno que no era de su religión.

Oberlin nació en el año 1740 y  fue un pastor de una iglesia protestante en Waldbach,  Alemania. Era un pastor que vivía una vida  espiritual práctica; entre sus obras estaban las de construir puentes, hacer caminos a través de los valles, mejorar las viviendas, ayudar la ciencia y el arte, fundar bibliotecas, mejorar el sistema de agricultura, fundar escuelas primarias, encima practicaba la medicina, fundó un banco de ahorro y préstamos e introdujo la manufactura del algodón. Solía predicar sus sermones en francés y alemán. A su muerte en 1826, fue enterrado con muchos honores y con mucho afecto por aquellos que lo conocieron,

 Cuenta la historia que en cierta ocasión Orbelin estaba viajando de Strabourg, era invierno, el suelo se encontraba completamente cubierto de nieve y los caminos eran casi impasables. Orbelin había alcanzado la mitad de su camino, pero ya no podía más, estaba extremadamente cansado y no podía avanzar más. Se arrodilló y encomendó su vida a Dios, y esperó a sentir el sueño de la muerte. El sueño es el primer síntomas de aquellos que muere de hipotermia ó frío.

No supo cuanto tiempo había transcurrido, despertó cuando un fornido hombre lo arrastraba en los brazos hasta su carreta para darle atención. Después que le dio alimentos y un poco de vino, la vida le volvió a Oberlin lentamente. El carretero lo llevó a la villa más cercana para que continuara recibiendo ayuda.

Orbelin estaba profundamente agradecido con el carretero, por la obra que había hecho con él, y no paraba de agradecer al carretero por su obra. Llegó el momento en que Orbelin le ofreció dinero, y el carretero le dijo:  -Es deber de los humanos ayudar a nuestro prójimo- y -además- le dijo el carretero, -es casi una ofensa ofrecer dinero a una persona que ha hecho una obra de ésta naturaleza- Orbelin asintió con la cabeza y le dijo al carretero: -al menos dime tu nombre, para que cuando ore, te pueda llevar en oraciones de agradecimiento a Dios.- 

El carretero le respondió -Ya veo que eres ministro del evangelio- ¿Me podrías decir cual era el nombre del buen samaritano? preguntó el carretero a Orbelín; -no lo dice la Biblia-  replicó Orbelin.

-Mientras no me puedas decir cual fue el nombre del buen samaritano, déjame mantener mi nombre en secreto-  mientra le decía éstas palabras, arreaba sus bestias y desaparecía por la foresta con la sonrisa de la satisfacción en su rostro.

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Lección 9 // Jueves 28 de mayo___________________________

DEFINICIÓN DE AMOR: PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO – 2A PARTE

 

“Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?” (Luc. 10:29).

Como experto en la ley judía, el doctor de la Ley debía haber sabido la respuesta a su pregunta. Levítico 19:18, donde se expresa el segundo gran Mandamiento, define “prójimo” como “hijos de tu pueblo”. Por ello, en lugar de proveer una respuesta inmediata a la pregunta del doctor de la Ley, o de entrar en una disputa teológica con él y los que presenciaban el incidente, Jesús elevó al intérprete y a su audiencia a un plano superior.

Lee Lucas 10:30 al 37. ¿Cuáles son los puntos clave de esta historia, y qué revelan acerca del modo en que hemos de tratar a otros?

30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.

Nota que Jesús dijo que “un hombre” (vers. 30) cayó en manos de ladrones. ¿Por qué no identificó Jesús la raza o la condición del hombre? Dado el propósito de la historia, ¿por qué eso era importante?

El sacerdote y el levita vieron al hombre herido pero pasaron de largo. Cualquiera que haya sido la razón para no ayudarlo, para nosotros la pregunta es: ¿qué es la verdadera religión, y cómo debemos expresarla? (Deut. 10:12, 13; Miq. 6:8; Sant. 1:27.)

El odio y la animosidad marcaban la relación entre judíos y samaritanos, y en el tiempo de Jesús la enemistad entre ambos solo había empeorado (Luc. 9:51-54; Juan 4:9). Por ello, al hacer del samaritano el “héroe” de la historia, Jesús demostró su punto, en este caso a los judíos, de una manera más fuerte que si lo hubiera hecho de otro modo.

Jesús describió el ministerio del samaritano con gran detalle: se compadeció, se acercó, le vendó las heridas, echó sobre ellas aceite y vino, lo llevó a la posada, pagó por adelantado por su estadía y prometió pagar cualquier adicional en su camino de regreso. Todas estas partes del ministerio del samaritano juntas definen lo ilimitado que es el amor verdadero. A su vez, el hecho de que todas estas cosas fueran hechas a un hombre que, posiblemente, era un judío revela que el verdadero amor no conoce fronteras.

El sacerdote y el levita se preguntaron: ¿Qué me sucedería si me detengo y ayudo a este hombre? El samaritano se preguntó: ¿Qué le sucederá a este hombre si no lo ayudo? ¿Cuál es la diferencia entre ambas preguntas?

Mediante esa parábola se estableció para siempre el deber del hombre para con su vecino. Debemos atender todo caso de sufrimiento y considerarnos como los agentes de Dios para aliviar a los necesitados hasta el máximo de nuestras posibilidades. Hemos de ser obreros junto con Dios. Hay quienes manifiestan gran afecto a sus familiares, a sus amigos y favoritos, pero no son considerados y bondadosos con los que necesitan tierna simpatía, los que necesitan bondad y amor.

Con corazones sinceros preguntémonos: ¿Quién es mi prójimo? Nuestros prójimos no son sólo nuestros asociados y amigos especiales, no son sencillamente los que pertenecen a nuestra iglesia, o los que piensan como nosotros. Nuestro prójimo es toda la familia humana. Hemos de hacer bien a todos los hombres, especialmente a los que son “de la familia de la fe”. Hemos de demostrar al mundo qué significa cumplir la ley de Dios.

Acércate a tus vecinos, uno por uno, hasta que sus corazones sean entibiados por tu interés y amor abnegados. Simpatiza con ellos, ora por ellos, busca oportunidades para hacerles el bien, y en cuanto puedas, reúne a algunos para abrir la Palabra de Dios ante sus mentes entenebrecidas. Vela como quien ha de rendir cuenta de las almas de los hombres, y aprovecha los privilegios que Dios te da de trabajar con El en su viña (Reflejemos a Jesús, {RJ}, p. 221).

Mediante la historia del buen samaritano, Jesús pintó un cuadro de sí mismo y de su misión. El hombre había sido engañado, estropeado, robado y arruinado por Satanás, y abandonado para que pereciese; pero el Salvador se compadeció de nuestra condición desesperada. Dejó su gloria, para venir a redimirnos. Nos halló a punto de morir, y se hizo cargo de nuestro caso. Sanó nuestras heridas. Nos cubrió con su manto de justicia. Nos proveyó un refugio seguro e hizo completa provisión para nosotros a sus propias expensas. Murió para redimirnos. Señalando su propio ejemplo, dice a sus seguidores: “Esto os mando: Que os améis los unos a los otros.” “Como os he amado, que también os améis los unos a los otros.”

La pregunta del doctor de la ley a Jesús había sido: “¿Haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?” Y Jesús, reconociendo el amor a Dios y al hombre como la esencia de la justicia, le había dicho: “Haz esto, y vivirás.” El samaritano había obedecido los dictados de un corazón bondadoso y amante, y con esto había dado pruebas de ser observador de la ley. Cristo le ordenó al doctor de la ley: “Ve, y haz tú lo mismo.” Se espera que los hijos de Dios hagan, y no meramente digan. “El que dice que está en él, debe andar como él anduvo.

La lección no se necesita menos hoy en el mundo que cuando salió de los labios de Jesús. El egoísmo y la fría formalidad casi han extinguido el fuego del amor y disipado las gracias que podrían hacer fragante el carácter. Muchos de los que profesan su nombre han perdido de vista el hecho de que los cristianos deben representar a Cristo. A menos que practiquemos el sacrificio personal para bien de otros, en el círculo familiar, en el vecindario, en la iglesia, y en dondequiera que podamos, cualquiera sea nuestra profesión, no somos cristianos (El deseado de todas las gentes, {DTG}, p. 464, 465).

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Viernes 29 de mayo // Lección 9___________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “En su vida y sus lecciones, Cristo dio un ejemplo perfecto del ministerio abnegado que tiene su origen en Dios. Dios no vive para sí. Al crear el mundo y al sostener todas las cosas, está sirviendo constantemente a otros. Él ‘hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos’ (Mat. 5:45). Este ideal de ministerio fue confiado por Dios a su Hijo. Jesús fue dado para que estuviese a la cabeza de la humanidad a fin de que, por su ejemplo, pudiese enseñar lo que significa servir. Toda su vida fue regida por una ley de servicio. Sirvió y ministró a todos. Así vivió la ley de Dios y, por su ejemplo, nos mostró cómo debemos obedecerla nosotros” (DTG 604).

La parábola del buen samaritano “no era una escena imaginaria, sino un suceso reciente, conocido exactamente como fue presentado. El sacerdote y el levita que habían pasado de largo estaban entre la multitud que escuchaba las palabras de Cristo” (ibíd., p. 462).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Repasa la pregunta importante que está al final de la sección del domingo. ¿Quién no ha oído a personas que dicen que hicieron algo porque Dios les indicó hacerlo? ¿Cuáles son las maneras en que Dios nos habla? Al mismo tiempo, ¿qué peligros están involucrados en invocar la autoridad de Dios a fin de justificar nuestras acciones?
  2. Vuelve a considerar los “cuatro ayes” de Lucas 6:24 al 26. ¿En qué forma hemos de entender lo que Jesús está diciendo ahí? ¿De qué nos advierte Jesús que seamos cuidadosos en esta vida?
  3. Piensa en todo el tema de la autoridad. ¿Qué es la autoridad? ¿Cuáles son las diferentes clases de autoridad? ¿Qué tipo de autoridad supera a las otras clases? ¿De qué modo debemos relacionarnos con los diferentes tipos de autoridad que tenemos en nuestra vida? ¿Qué ocurre cuando las autoridades que están sobre nosotros están en conflicto?

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Escrito por: Tony García.
Este documento es una cortesía de 7day Media Group.
“One World – One Dream”
Madrid, España 2015

 

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