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LECCIÓN 4 – JUSTIFICACIÓN SOLO POR LA FE – PARA EL 22 DE JULIO DE 2017

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Martin Lutero iniciador de la reforma protestante,  por Gustav Adolf Spangenberg (1828-1891) Alemania


Los pensamientos pertenecientes a la GUÍA DE ESTUDIO DE LA BIBLIA – EDICIÓN PARA MAESTROS de la Escuela Sabática no representan la postura oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día local, regional ni mundial. Más bien, es el trabajo,  esfuerzo y pensamiento de un hermano laico de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, cuyo principal objetivo es proveer información adicional para quien estudia la lección de Escuela Sabática. Provee una ayuda extra para el maestro, a fin de entenderla mejor, y explicar de una manera más clara y nutrida la lección de Escuela Sabática. Tratamos de no presentar temas controversiales, ni polémicos y evitamos las ideas que promueven el fanatismo y el extremismo en nuestra iglesia. Si nuestro comentario no es de ayuda o de agrado para usted, se le pide que, por favor, lo descarte. Cualquier comentario, pregunta o sugerencia, por favor escriba a elhermanotony@gmail.com


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Lección 4: Para el 22 de julio de 2017

JUSTIFICACIÓN SOLO POR LA FE

Sábado 15 de julio____________________________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Gálatas 2:15-21; Efesios 2:12; Filipenses 3:9; Romanos 3:10-20; Génesis 15:5, 6; Romanos 3:8

PARA MEMORIZAR:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál. 2:20).

COMO VIMOS LA SEMANA PASADA, Pablo confrontó públicamente a Pedro en Antioquía por la falta de congruencia entre la fe que defendía y el comportamiento que demostraba. La decisión de Pedro de ya no comer con los ex paganos sugiere que los consideraban cristianos de segunda clase, en el mejor de los casos. Su accionar implicaba que, si realmente deseaban formar parte de la familia de Dios y disfrutar de las bendiciones de una comunión plena, primero debían someterse a la circuncisión. En la lección de esta semana, estudiaremos un resumen de lo que probablemente ocurrió. Este pasaje contiene algunas de las expresiones más comprimidas del Nuevo Testamento, y es sumamente importante, porque primera vez nos presenta varias palabras y frases que son fundamentales tanto para entender el evangelio como para el resto de la carta de Pablo a los Gálatas. Estas palabras clave incluyen justificación, justicia, obras de la ley, creer, y no solamente fe sino incluso la fe de Jesús.

¿Qué quiere decir Pablo con estos términos, y qué nos enseñan acerca del plan de salvación?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Pablo comprendía que su suficiencia no estaba en él, sino en la presencia del Espíritu Santo, cuya misericordiosa influencia llenaba su corazón y ponía todo pensamiento en sujeción a Cristo. Hablando de sí mismo, afirmaba que llevaba “siempre por todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús sea manifestaba en nuestros cuerpos” (2 Corintios 4:10). En las enseñanzas del apóstol, Cristo era la figura central. “Vivo — declaraba—no ya yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20). El yo estaba escondido; Cristo era revelado y ensalzado (Los hechos de los apóstoles, p. 204).

Somos justificados por fe. El alma que entiende el significado de estas palabras nunca tendrá suficiencia propia. No somos competentes por nosotros mismos para pensar algo [bueno] de nosotros mismos. El Espíritu Santo es nuestra eficiencia en la obra de la edificación del carácter, en la formación del carácter a la semejanza divina. Cuando creemos que nosotros mismos somos capaces de dar forma a nuestra propia vida espiritual, cometemos un gran error. Por nosotros mismos nunca podemos conquistar la victoria sobre la tentación. Pero los que tienen fe genuina en Cristo serán impulsados por el Espíritu Santo. El alma en cuyo corazón mora la fe, crecerá hasta ser un bello templo para el Señor. Esa alma es dirigida por la gracia de Cristo. Crecerá solo en la proporción en que dependa de la enseñanza del Espíritu Santo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1109).

La turba de curiosos que se apiñaban alrededor de Jesús no recibió fuerza vital alguna. Pero la enferma que le tocó con fe, quedó curada. Así también en las cosas espirituales, el contacto casual difiere del contacto de la fe. La mera creencia en Cristo como Salvador del mundo no imparte sanidad al alma. La fe salvadora no es un simple asentimiento a la verdad del evangelio. La verdadera fe es la que recibe a Cristo como un Salvador personal. Dios dio a su Hijo unigénito, para que yo, mediante la fe en él, “no perezca, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16, V.M.). Al acudir a Cristo, conforme a su palabra, he de creer que recibo su gracia salvadora. La vida que ahora vivo, la debo vivir “en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).

Muchos consideran la fe como una opinión. La fe salvadora es una transacción, por la cual los que reciben a Cristo se unen en un pacto con Dios. Una fe viva entraña un aumento de vigor y una confianza implícita que, por medio de la gracia de Cristo, dan al alma un poder vencedor.

La fe es más poderosa que la muerte para vencer. Si logramos que los enfermos fijen sus miradas con fe en el poderoso Médico, veremos resultados maravillosos. Esto vivificará tanto al cuerpo como al alma (Ministerio de curación, p. 40).

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Domingo 16 de julio // Lección 4_____________________________________________________

LA CUESTIÓN DE LA JUSTIFICACIÓN

En latas 2:15, Pablo escribe: “Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles. ¿Qué piensas que está enfatizando aquí?

Las palabras de Pablo deben entenderse en su contexto. En un intento por convencer a sus compatriotas judíos cristianos de su postura, Pablo comienza con algo con lo que estarían de acuerdo: la distinción tradicional entre judíos y gentiles. Los judíos eran los elegidos de Dios, depositarios de su Ley, y disfrutaban de los beneficios de la relación de pacto con él. Sin embargo, los gentiles eran pecadores; la Ley de Dios no restringía su comportamiento, y estaban fuera de las promesas del Pacto (Efe. 2:12; Rom. 2:14). Aunque los gentiles obviamente eran “pecadores”, en el versículo 16 Pablo les advierte a los cristianos judíos que sus privilegios espirituales no los hacen más aceptables ante Dios, porque nadie es justificado por “las obras de la ley”.

Pablo utiliza la palabra justificado cuatro veces en latas 2:16 y 17. ¿Qué quiere decir con justificación”? Analiza Éxodo 23:7 y Deuteronomio 25:1.

16 pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado. 17 Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera! (Gálatas 2)

 

Apártate de las acusaciones falsas y no condenes a muerte al hombre inocente y sin culpa, porque yo no declararé inocente al culpable. (Éxodo 23)

 

1Cuando algunos tengan un pleito, deberán presentarse ante el tribunal para que se les juzgue, y los jueces declararán inocente al que lo sea y condenarán al culpable. (Deuteronomio 25)

 El verbo justificar es un término clave para Pablo. De las 39 veces que aparece en el Nuevo Testamento, 27 se encuentran en las cartas de Pablo. Él la usa 8 veces en Gálatas, incluyendo 4 referencias en Gálatas 2:16 y 17. Justificación es un término legal, utilizado en la corte. Tiene que ver con el veredicto que pronuncia el juez cuando una persona es declarada inocente de los cargos levantados en su contra. Es lo opuesto a condenación. Además, debido a que las palabras justo y recto provienen de la misma palabra griega, el hecho de que una persona “sea justificada” significa que la persona también es considerada “justa”. Por ende, la justificación implica más que el simple perdón o la absolución; es la declaración positiva de que una persona es justa.

Sin embargo, para algunos de los creyentes judíos, la justificación también era relacional. Tenía que ver con su relación con Dios y su pacto. Ser “justificado” también significaba que una persona era contada como un miembro fiel de la comunidad del Pacto de Dios, la familia de Abraham.

Lee Gálatas 2:15 al 17. ¿Qué está queriendo decir Pablo aquí, y cómo puedes aplicar estas palabras a tu propia experiencia cristiana?

15 Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles,  16 sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.  17 Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. (Gálatas 2)

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

Cierto teólogo famoso relata que un día se encontraba estudiando en su biblioteca, cuando vio a su perro que se paseaba en el jardín. Salió, lo invitó  entrar y lo llevó al centro de su biblioteca; luego le dio la orden de sentarse. El perro obedeció al pie de la letra, acatando cada orden de su amo.

Cuando el can estuvo sentado en el centro de la biblioteca, el hombre comenzó a explicar al perro que ese lugar estaba lleno de hermosos e interesantes libros, los que tenían información de materias diversas como ciencias naturales, astronomía, biología, historia y Biblia. Tomó un libro y le comentó al perro, que ese libro, por ejemplo, trataba sobre teología, y se concentraba en la magnífica creación de la tierra. El perro escuchaba y miraba a su amo, con tanta atención y cuidado, que parecía comprender a la perfección cada palabra que se le decía.

Después de unos minutos de disertación, el erudito se levantó de su asiento, se dirigió al animalito nuevamente y le preguntó si le había gustado su explicación; alborozado, el perro movió su cola y se le dibujó una sonrisa de alegría, en señal de apreciación por la explicación recién obtenida. (Según los expertos, tanto los simios como los canes, tienen la capacidad de sonreír como resultado de la alegría.)

El teólogo termina diciendo que esta experiencia es más o menos la que experimenta el hombre frente a los profundos temas de la Biblia. Parece que entendemos lo que estamos estudiando, pero no es así en su totalidad. Ante la infinita sabiduría de Dios, sólo alcanzamos obtener una vaga idea de la verdad del plan de salvación que Dios diseñó en nuestro favor; pretendemos entender, simulamos explicar los milagros y la sabiduría divina, pero sólo conseguimos unas pobres vislumbres, leves y débiles vestigios de la imponente y majestuosa sabiduría de Dios y su gloria.

Esta semana estaremos estudiando el tema de la justificación por la fe. Este tema es un tema que muchos de nosotros no lo entendemos, a otros puede resultarnos aburrido, y otros le tenemos miedo: evitamos hablar de esto. Gracias a Dios, la Escuela Sabática mundial nos trae este fascinante tema por lo menos una vez por trimestre. Entremos, pues, de lleno y vamos a tratar de explicar este tema que aun a los mismos apóstoles se les hizo difícil comprender.

Primero, antes que nada, necesitamos comprender 100% y aprendernos de memoria lo que significa la palabra justificación: la justificación es el acto de hacer justo, es el acto de quedar sin culpa y, como consecuencia natural, es el acto de quedar sin castigo.

Por casualidad, ¿conoce usted a una de esas interesantes personas que nunca aceptan estar equivocadas? Usted puede presentarles el más claro ejemplo de su error, puede presentárselo en cámara lenta, desde diferentes ángulos y repetidas veces, con sonido estéreo y a todo color, pero ellos en ese momento no ponen atención a lo que usted les está presentando, porque ellos están buscando algo o alguien a quien echarle las culpas de sus errores. Ellos nunca van a reconocer que han cometido un error, o que han cometido una falta o un pecado, y tampoco van a aceptar que se han equivocado.

Estas personas son el vivo ejemplo de lo que es la justificación; aunque es una justificación equivocada, aún sigue siendo justificación.

Justificarse consiste en encontrar la excusa, la manera, la razón o la explicación para quedar libre de culpa y libre de castigo.

 

 15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles; 16 pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado. 17 Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera! (Gálatas 2)

 

15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles

Nosotros pertenecemos por nacimiento al grupo de gente privilegiada, nosotros no nacimos de descendencia gentil, gente que se abandonan ellos solos a una vida de pecado; eso es lo que el apóstol estaba tratando de decir en este texto.

La palabra pecadores en la Biblia usualmente se atribuye a quienes se acomodan en el pecado y se convierten en pecadores habituales. En los tiempos antiguos, este adjetivo “pecadores” se lo atribuían los judíos a los gentiles, por su idolatría y otros vicios que plagaban al pueblo gentil.

En Mateo 26 encontramos que Jesús 45 volvió a sus discípulos y les dijo: ¿Todavía están durmiendo y descansando? He aquí la hora está cerca, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de pecadores.” Es evidente que Jesús fue entregado en manos de gentiles, a los que se les conocía comúnmente con el apelativo de pecadores.

Hace mucha diferencia en la vida cuando se compara a una persona que nace en la religión, con otra que nace sin religión. Los que nacen en la religión tienden a ser más bien portados o disciplinados, son más sanos, son más prudentes, crecen sin vicios, crecen más responsables, más pacíficos y más serviciales. Por favor, recordemos que en todo caso siempre existe la excepción. Los que nacen sin religión, tienden a ser por línea general, exactamente lo opuesto de aquellos que nacen en la religión.

Pablo está diciendo en su texto que él tuvo el privilegio de nacer en la religión judía; pero al mismo tiempo, Pablo está haciendo otros descubrimientos muy dignos de ser mencionados en este estudio.

 16 pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado.

El primer descubrimiento que él hace es que el hecho de haber nacido en la religión, no le es garantía alguna de no pertenecer al grupo de pecadores.

A los que nacemos en la religión, ese acto no nos quita el título de pecadores.  Aun naciendo en la religión, nuestra vida entera está contaminada con la mancha del pecado. No podemos encontrar la excusa, el escape, ni la razón para quedar sin culpa y sin castigo; eso no nos justifica.

Nosotros, especialmente los adventistas del séptimo día, nacemos en una religión que nos enseña con lujo de detalles la diferencia entre lo malo y lo bueno.  Al saber diferenciar entre lo malo y lo bueno, nuestra condenación es aún mayor, porque cuando pecamos, no lo hacemos por ignorancia, sino que lo hacemos con un  pleno conocimiento de nuestras acciones y también de nuestras consecuencias.

 

17 Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera!

Pero Pablo hace otro siniestro descubrimiento: todos aquellos que nacieron sin religión como los gentiles, y que en un momento de la vida tratan de justificarse en Cristo, también son hallados pecadores.

Entonces él pregunta horrorizado:

-¿Será que Cristo es servidor del pecado? (Reina Valera)

-¿Será que Cristo es ministro del pecado? (Biblia de las Américas)

-¿Será que Cristo está al servicio del pecado? (Nueva Biblia al Día)

-¿Será que Cristo nos ha llevado al pecado? (Nueva Traducción Viviente)

-¿Será que Cristo nos hace pecadores (Palabra de Dios para Todos)

-¿Será que Cristo nos hizo pecar? (Traducción en Lenguaje Actual)

El mismo apóstol contesta su pregunta con un retundo no.

Nuestro problema no es si nacemos con religión o sin religión, no es si nacemos judíos o gentiles; el problema no es si somos creyente o ateos, tampoco es si somos adventistas o católicos. Nuestro problema es que no importa quiénes seamos, qué creamos, o qué hagamos, nosotros nacemos en un mundo de pecado, y de ese pecado no podemos librarnos; por lo consiguiente, nos ganamos el título de pecadores automáticamente.

Quien comete sólo un pecado al día, lleva el título de pecador igual que quien comete 200 pecados al día; mientras que uno es un pecador liviano, el otro es un pecador empedernido. Al fin de cuentas, ambos son pecadores.

La Biblia dice que cualquiera que infringe un mandamiento, los ha infringido todos; por lo tanto, el horripilante título de pecador, no podemos quitárnoslo de nuestra credencial espiritual.

Entonces los cristianos-judíos que habían nacido en la religión hebrea, se dieron cuenta de que la ley no los salvaba; al contrario, la ley los condenaba. En esa situación de emergencia ellos recurrieron a Cristo, quien es el único que puede justificar, pero al hacerlo quedan en el mismo nivel de los pecadores gentiles. ¡Al final, todos somos pecadores!

Puede haber en nuestra iglesia quienes creamos que por ser miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, y por ser la iglesia que está más cerca de la verdad, y porque guardamos la ley de Dios, y porque damos nuestros diezmos y ofrendas, somos mejores que las personas de otras religiones. No nos equivoquemos: eso no nos hace más grandes, ni más encumbrados, ni más importantes o especiales; todos los que vivimos en esta tierra somos pecadores y tenemos la urgente necesidad de un Salvador. «Separados de Mí, nada podéis hacer»  (Juan 15:5).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Cuando el pecador arrepentido, contrito delante de Dios, discierne la expiación de Cristo en su favor y acepta esa expiación como su única esperanza en esta vida y en la vida futura, sus pecados son perdonados. Esto es justificación por la fe. Cada alma creyente debe amoldar eternamente su voluntad con la voluntad de Dios y mantenerse en un estado de arrepentimiento y contrición, ejerciendo fe en los méritos expiatorios del Redentor y avanzando de fortaleza en fortaleza, de gloria en gloria.

Perdón y justificación son una y la misma cosa. El creyente pasa mediante la fe de la condición de rebelde, hijo del pecado y de Satanás, a la condición de leal súbdito de Cristo Jesús; no por una bondad inherente, sino porque Cristo lo recibe como a su hijo por adopción. El pecador recibe el perdón de sus pecados porque esos pecados son llevados por su Sustituto y Fiador… El hombre perdonado y revestido con las bellas vestiduras de la justicia de Cristo, está de este modo sin falta delante de Dios…

Justificación es lo opuesto a condenación. La ilimitada misericordia de Dios se aplica a los que son completamente indignos. El perdona las transgresiones y los pecados debido a Jesús, quien se ha convertido en la propiciación por nuestros pecados. El transgresor culpable es puesto en gracia delante de Dios mediante la fe en Cristo, y entra en la firme esperanza de vida eterna (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1070).

Cuando el pecador percibe los incomparables encantos de Jesús, el pecado deja de parecerle atractivo; porque contempla al Señalado entre diez mil, a Aquel que es enteramente codiciable. Verifica por experiencia personal el poder del evangelio, cuya vastedad de designio es igualada únicamente por su preciosidad de propósito.

Tenemos un Salvador viviente. No se halla en el sepulcro nuevo de José; resucitó y ascendió al cielo como Sustituto y Garante de cada alma creyente. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). El pecador es justificado por los méritos de Jesús, y esto es el reconocimiento de Dios de la perfección del rescate pagado en favor del hombre. El hecho de que Cristo fue obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, es prenda de la aceptación del pecador arrepentido por parte del Padre. Entonces, ¿nos permitiremos tener una experiencia vacilante de dudar y creer, creer y dudar? Jesús es la prenda de nuestra aceptación por parte de Dios. Tenemos el favor de Dios, no porque haya mérito alguno en nosotros, sino por nuestra fe en “el Señor, nuestra justicia” (Fe y obras, p. 111).

La ley de Dios, por su naturaleza misma, es inmutable. Es una revelación de la voluntad y del carácter de su Autor. Dios es amor, y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios y al hombre… Semejante ley, expresión del pensamiento y de la voluntad de Dios, debe ser tan duradera como su Autor (El conflicto de los siglos, p. 460).

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Lección 4 //   Lunes 17 de julio_______________________________________________________

LAS OBRAS DE LA LEY

Pablo dice tres veces, en Gálatas 2:16, que una persona no es justificada por las obras de la ley”. ¿Qué quiere decir con la expresión “obras de la ley”? ¿De qué manera los siguientes textos nos ayudan a entender su significado? Gálatas 2:16, 17; 3:2, 5, 10; Romanos 3:20, 28.

16 pero sabiendo que ningún hombre es justificado por las obras de la ley sino por medio de la fe en Jesucristo, hemos creído nosotros también en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley. Porque por las obras de la ley nadie será justificado. 17 Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera! (Gálatas 2)

 

Solo esto quiero saber de ustedes: ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe? Entonces, el que les suministra el Espíritu y obra maravillas entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe? 10 Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas. (Gálatas 3)

 

20 porque nadie podrá decir que ha cumplido la ley y que Dios debe reconocerlo como justo, ya que la ley solamente sirve para hacernos saber que somos pecadores. 28 Así llegamos a esta conclusión: que Dios hace justo al hombre por la fe, independientemente del cumplimiento de la ley. (Romanos 3)

Antes de poder entender la frase “las obras de la ley”, debemos entender lo que Pablo quiere decir con la palabra ley. La palabra ley (nomos, en griego) se encuentra 121 veces en las cartas de Pablo. Puede referirse a varias cosas diferentes, incluyendo la voluntad de Dios para su pueblo, los primeros cinco libros de Moisés, el Antiguo Testamento entero, o incluso solamente un principio general. Sin embargo, el uso primario que le da Pablo se refiere a la colección entera de mandatos que Dios dio a su pueblo por medio de Moisés.

La frase “las obras de la ley” probablemente implique, por lo tanto, todos los requerimientos que se encuentran en los mandamientos dados por Dios por medio de Moisés, ya sean morales o ceremoniales. Lo que quiere decir Pablo es que no importa cuánto nos esforcemos por seguir y obedecer la Ley de Dios, nuestra obediencia nunca será suficiente para que Dios nos justifique, para declararnos justos ante él. Eso es porque su Ley requiere absoluta fidelidad en pensamiento y acción, no solo parte del tiempo sino todo el tiempo, y no solamente para algunos de sus mandamientos sino para todos.

Aunque la frase “obras de la ley” no se encuentra en el Antiguo Testamento y no se halla en el Nuevo Testamento fuera de los escritos de Pablo, una confirmación contundente de su significado apareció en 1947 con el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, una colección de escritos copiados por un grupo judío, los esenios, que vivieron en la época de Jesús. Aunque está escrito en hebreo, uno de los rollos contiene esta frase exacta. El título del rollo es Miqsat Ma’as Ha-Torah, que puede traducirse como: “Importantes obras de la Ley”. El rollo describe varios temas basados en la ley bíblica con respecto a prevenir la profanación de cosas santas, incluyendo varias que marcaban a los judíos como separados de los gentiles. Al final, el autor escribe que, si se seguían estas “obras de la ley”, “serás considerado justificado” ante Dios. A diferencia de Pablo, el autor no ofrece al lector la justificación sobre la base de la fe, sino sobre la base del comportamiento.

En tu propia experiencia, ¿cuán bien guardas la Ley de Dios? ¿Realmente sientes que la guardas tan bien que puedes ser justificado ante Dios sobre la base de tu obediencia a la Ley? (Ver Rom. 3:10-20.) De lo contrario, ¿por qué no, y cómo te ayuda tu respuesta a entender el énfasis de Pablo aquí?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

 Para el estudio de este día necesitamos definir con mayor claridad qué son las obras de la ley:  Una obra de la ley es cualquier esfuerzo que se haga en obediencia a la ley, ya sea la ley ceremonial o la ley moral.

La explicación más acertada para entender lo que son las obras de la ley, la encontramos en el comentario que nos proveyó la Guía del Estudio de la Biblia, de la Escuela Sabática en la porción de este día, que explica literalmente lo siguiente:

Antes de poder entender la frase “las obras de la ley”, debemos entender lo que Pablo quiere decir con la palabra ley. La palabra ley (nomos, en griego) se encuentra 121 veces en las cartas de Pablo. Puede referirse a varias cosas diferentes, incluyendo la voluntad de Dios para su pueblo, los primeros cinco libros de Moisés, el Antiguo Testamento entero, o incluso solamente un principio general. Sin embargo, el uso primario que le da Pablo se refiere a la colección entera de mandatos que Dios dio a su pueblo por medio de Moisés.

La frase “las obras de la ley” probablemente implique, por lo tanto, todos los requerimientos que se encuentran en los mandamientos dados por Dios por medio de Moisés, ya sean morales o ceremoniales. Lo que quiere decir Pablo es que no importa cuánto nos esforcemos por seguir y obedecer la Ley de Dios, nuestra obediencia nunca será suficiente para que Dios nos justifique, para declararnos justos ante él. Eso es porque su Ley requiere absoluta fidelidad en pensamiento y acción, no solo parte del tiempo sino todo el tiempo, y no solamente para algunos de sus mandamientos sino para todos.

Uno de los puntos primordiales que hay que entender y nunca confundir en el estudio de este día, es que hay una diferencia entre las obras de justicia y las obras de la ley.

El estudio de hoy no está hablando de las obras de justicia, sino que está hablando de las obras de la ley, que son dos cosas parecidas, pero no iguales.

Para las obras de justicia usamos diferentes textos, por ejemplo Efesios 2: 9 “No por obras para que nadie se gloríe”,  también tenemos  a Tito 3: 5 “él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino según su misericordia”

Para entender más a profundidad el párrafo “Porque por las obras de la ley nadie será justificado.” vamos a recurrir a las diferentes versiones de la Biblia, para descubrir lo que éstas nos dicen:

-“Porque nadie será reconocido como justo por cumplir la ley. “(Dios Habla Hoy)

-“Pues nadie jamás será declarado justo ante Dios mediante la obediencia a la ley” (Nueva Traducción Viviente)

-“Porque nadie consigue estar bien con Dios por actos de obediencia.” (Palabra de Dios para Todos)

-“Pues, por el mero cumplimiento de la ley, nadie será restablecido por Dios en su amistad.” (La Palabra- España)

-“Porque Dios no aceptará a nadie sólo por obedecer la ley.” (Traducción en Lenguaje Actual)

Con estos textos llegamos a una clara conclusión: que las obras de la ley es todo esfuerzo que se hace por obedecer la ley, ya sea la ley ceremonial o la ley moral, los Diez Mandamientos.

Si unimos el estudio del día de ayer con el estudio de hoy, podemos fácilmente construir el siguiente testamento:  Nadie queda libre de culpa y de castigo por el esfuerzo que hace en guardar la ley, ya que guardar la ley completa todo el tiempo, es algo imposible para el hombre.

Cuando era un niño, mi familia junto con otras familias de la iglesia, solíamos levantarnos los días sábados bien temprano por la mañana e irnos a visitar esas pequeñas iglesias que están muy adentro de la campiña o el campo, o la sierra, como usted le guste llamar.

Aterrorizados, veíamos como los niños de esas iglesias hacían cosas que a nosotros nos habían enseñado que eran pecaminosas. Ellos corrían, ellos jugaban, ellos se subían a los árboles frutales para comer y bajar sus frutas, ellos se bañaban en las lagunas o ríos que había por sus casas, ellos iban al pozo a sacar agua, montaban a caballo, conducían la carreta tirada por bueyes, daban de comer a los animales y en fin todo el trabajo que conlleva vivir en el campo.

Para nosotros todas esas cosas que los niños del campo hacían en día sábado eran pecado y no lográbamos entender ese comportamiento, porque no nos dábamos cuenta de que vivir en la ciudad no es lo mismo que vivir en el campo.

Lo interesante era que nosotros, que tratábamos incesantemente de no hacer cosas incorrectas en el día sábado, siempre terminábamos haciendo algo malo en el día sábado -especialmente yo- y por consecuencia no había sábado que después de la puesta del sol, no recibiéramos unas cuantas sogas de parte de mi padre -especialmente yo- por los pecados que habíamos cometido en el día sábado.

Mi pobre padre creía ardientemente en las obras de la ley: en realidad él no disfrutaba el sábado por estar controlando lo que hacían sus hijos durante todo el día; y nosotros no disfrutábamos el sábado por estar controlando el espionaje que papá había montado sobre nosotros. Se le olvidó a nuestro padre que nosotros éramos niños, juguetones, inquietos, enérgicos, despiertos y activos: él quería que nos comportáramos como personas adultas y como unos santos, en su criterio de santidad.

Él deseaba que nos ganáramos el cielo con una obediencia perfecta a la ley de Dios, en este caso al mandamiento de la observancia del sábado, según su entender de ese mandato. Al final nunca pudimos tener una obediencia perfecta, ni  disfrutábamos de nuestra niñez en los días sábados.  No entendíamos cómo la Biblia llama “delicia” al día sábado, cuando para nosotros era solamente una pesadilla que tenía una larga duración de veinticuatro horas.

Los judíos también querían guardar el sábado a la perfección. El día que Dios creó para que fuera una delicia, ellos lo habían convertido en una carga, en una pesadilla. Para que tengamos una mejor idea, éstas son algunas de las leyes rabínicas que ellos le habían agregado con respecto al sábado:

-Prohibido transportar de casa en casa en día sábado cualquier objeto que fuera más grande que una oliva.

-Prohibido lanzar objetos de una propiedad privada a una pública o viceversa. Si una persona lanza un objeto con la mano derecha y otra persona lo apaña con la mano izquierda, es pecado; si una persona lanzaba con cualquier mano y es apañado por otra persona con la misma mano del lanzador, es pecado. Si una persona lanzaba algo que fuera de comer y la otra lo apañaba con la boca, no era pecado, porque al usar la boca el objeto tirado se convertía en un alimento.

-No se puede arrastrar una silla porque hace un surco en el suelo, lo cual es pecado; se puede mover cualquier mueble pequeño solamente con ruedas, ya que la ruedas no hacen surco en el suelo, sólo comprimen el suelo, y eso no pecado.

-Si se levantaba una silla, sólo se puede dar 4 pasos con ella; más que eso es pecado.

-Si se carga un niño en brazos, debe tenerse sumo cuidado que el niño no cargue una piedra u otro objeto en sus bolsillos, lo cual se convertiría en pecado.

-La mujer no puede cargar ningún adorno en sus vestidos ni en su cabello, ni siquiera un alfiler, para evitar que se convierta en un objeto para mostrar a los demás y así la vanidad reemplace la espiritualidad.

-Ninguna mujer tiene que verse al espejo en día sábado, no vaya a ser que descubra una cana, y tenga la tentación de sacarla, lo cual sería un pecado grave.

-A ningún hombre le es permitido usar zapatos de madera con clavos: cargar esos clavos en día sábado sería pecado.

-Si a alguna persona se le caía un diente postizo y lo levantaba y lo llevaba consigo, sería un acto pecaminoso.

-Si a alguna persona le caía una pared encima, se podía hacer el trabajo necesario para encontrar el cuerpo; si la persona está con vida, el trabajo puede seguir. Si la persona está muerta hay que dejar el cadáver donde está y el trabajo tiene que suspenderse.

Otras cosas que no se pueden hacer en día sábado, de acuerdo con la ley de los judíos: plantar, arar, cosechar, trillar, aventar, seleccionar, moler, tamizar, amasar, hornear, trasquilar lana, lavar lana, batir lana, pintar lana, hilar lana, tejer, hacer lazos, unir dos hilos, separar dos hilos, amarrar, desamarrar, coser, romper, atrapar un animal, matar un animal, despellejar un animal, curtir pieles, raspar pieles, marcar pieles, moldear pieles, escribir dos o más letras, borrar dos o más letras, construir, demoler, apagar fuego, prender fuego, tocar un instrumento musical, terminar la preparación de un utensilio nuevo, transportar un objeto de áreas públicas a áreas privadas y viceversa.

Por eso Pablo condena enérgicamente a quienes creen que guardando la ley pueden quedar sin culpa y sin castigo. Pablo los condena porque guardar la ley perfectamente es algo imposible para el hombre, y la Biblia dice que cuando quebrantamos un mandamiento, los hemos quebrantados todos.

Pablo estaba indignado con aquellos que enseñaban que cortándose el pedazo de piel que cubre el extremo de la parte íntima del hombre, quedaban justificados ante Dios, es decir sin culpa y sin castigo. ¿Se da cuenta usted cuál es la indignación de Pablo?

Hay muchos en nuestros días que creen que quedamos sin culpa y sin castigo, si le agregamos unos cuantos centímetros a la falda de nuestras hermanas, otros creen que quedamos justificados si las hermanas usan pelo largo, otros creen que quedamos justificado por no usar maquillaje en el rostro, otros creen que hay mas santidad al orar solamente de rodillas, otros creen que somos mas aceptos si usamos corbata y saco en los días sábados.

Nadie quedará libre de culpa y de castigo, solamente por amputarse un pedazo de piel, nadie quedará sin culpa y sin castigo por dar los diezmos y las ofrendas; nadie va a quedar sin culpa y sin castigo por hacer un sacrificio religioso.  Pablo dice que la única manera para justificarse (quedar sin culpa y sin castigo) es a través de la fe de Jesús; ese será el estudio para el día de mañana.

 

 

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La fe genuina se manifestará en buenas obras, pues las buenas obras son frutos de la fe. Cuando Dios actúa en el corazón y el hombre entrega su voluntad a Dios y coopera con Dios, efectúa en la vida lo que Dios realiza mediante el Espíritu Santo y hay armonía entre el propósito del corazón y la práctica de la vida. Debe renunciarse a cada pecado como a lo aborrecible que crucificó al Señor de la vida y de la gloria, y el creyente debe tener una experiencia progresiva al hacer continuamente las obras de Cristo. La bendición de la justificación se retiene mediante la entrega continua de la voluntad y la obediencia continua.

Los que son justificados por la fe deben tener un corazón que se mantenga en la senda del Señor. Una evidencia de que el hombre no está justificado por la fe es que sus obras no correspondan con su profesión. Santiago dice: “¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?” (Santiago 2:22).

La fe que no produce buenas obras no justifica al alma. “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Santiago 2:24). “Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia” (Romanos 4:3) (Mensajes selectos, t. 1, pp. 464, 465).

Jesús está en el Lugar Santísimo, para comparecer por nosotros ante la presencia de Dios. Allí, no cesa de presentar a su pueblo momento tras momento, como completo en El. Pero, por estar así representados delante del Padre, no hemos de imaginar que podemos abusar de su misericordia y volvemos descuidados, indiferentes y licenciosos. Cristo no es el ministro del pecado. Estamos completos en El, aceptados en el Amado, únicamente si permanecemos en él por fe.

Nunca podemos alcanzar la perfección por medio de nuestras propias obras buenas. El alma que contempla a Jesús mediante la fe, repudia su propia justicia. Se ve a sí misma incompleta, y considera su arrepentimiento como insuficiente, débil su fe más vigorosa, magro su sacrificio más costoso; y se abate con humildad al pie de la cruz. Pero una voz le habla desde los oráculos de la Palabra de Dios. Con asombro escucha el mensaje: “Vosotros estáis completos en él”. Ahora todo está en paz en su alma. Ya no tiene que luchar más para encontrar algún mérito en sí mismo, algún acto meritorio por medio del cual ganar el favor de Dios (Fe y obras, pp. 111, 112).

Se nos ofrecen los mayores incentivos a ser fíeles, los más altos motivos, las más gloriosas recompensas. Los cristianos han de ser representantes de Cristo, hijos e hijas de Dios. Son sus joyas, sus tesoros peculiares. Acerca de todos los que se mantengan firmes, declara: “Andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son dignos” (Apocalipsis 3:4). Los que lleguen a los portales de la bienaventuranza eterna no considerarán demasiado grande ningún sacrificio que hayan hecho (Testimonios para la iglesia, t. 5. p. 345).

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Martes 18 de julio // Lección 4_______________________________________________________

EL FUNDAMENTO DE NUESTRA JUSTIFICACIÓN

“Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Fil. 3:9).

No deberíamos suponer que los judíos cristianos estaban sugiriendo que la fe en Cristo no era importante; después de todo, todos eran creyentes en Jesús. Todos tenían fe en él. No obstante, su comportamiento demostraba que sentían que la fe no era suficiente por sí misma; debía complementarse con la obediencia, como si nuestra obediencia agregara algo al acto mismo de la justificación. La justificación, habrían argumentado, era tanto por fe como por obras. La forma en que Pablo contrasta repetidamente la fe en Cristo con las obras de la Ley indica su fuerte oposición a este enfoque de “tanto esto como esto”. La fe, y la fe sola, es la base de la justificación.

Para Pablo, además, la fe no es simplemente un concepto abstracto; está conectado inseparablemente con Jesús. De hecho, la frase traducida dos veces como “fe en Cristo” en Gálatas 2:16 es mucho más rica de lo que cualquier traducción puede abarcar. La frase en griego se traduce literalmente como “la fe” o “la fidelidad” de Jesús. Esta traducción literal revela el contraste poderoso que Pablo está haciendo entre las obras de la Ley que nosotros realizamos y la obra de Cristo realizada por nosotros, las obras que él, por medio de su fidelidad (por ende, la “fidelidad de Jesús”), ha hecho por nosotros.

Es importante recordar que la fe en sí misma no contribuye a la justificación, como si la fe fuera meritoria en y por sí misma. La fe es, más bien, el medio por el cual nos asimos de Cristo y de sus obras en nuestro favor. No somos justificados sobre la base de nuestra fe sino sobre la base de la fe de Cristo por nosotros, de la cual nos apropiamos por la fe.

Cristo hizo lo que nadie hizo: solamente él fue fiel a Dios en todo lo que hizo. Nuestra esperanza está en la fidelidad de Cristo, no en la nuestra. Esta es la verdad grande e importante que, entre otras, dio inicio a la Reforma Protestante, una verdad que sigue siendo tan crucial hoy como cuando Martín Lutero comenzó a predicarla hace siglos.

Una traducción siríaca temprana de Gálatas 2:16 transmite bien lo que Pablo quiso decir: “Por lo tanto, sabemos que un hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesús el Mesías, y creemos en él, en Jesús el Mesías, que por su fe, la fe del Mesías, podamos ser justificados, y no por las obras de la ley”.

Lee Romanos 3:22 y 26; Gálatas 3:22; Efesios 3:12; y Filipenses 3:9. ¿De qué manera estos textos, y lo que leímos arriba, nos ayudan a entender la maravillosa verdad de que la fidelidad de Cristo por nosotros, su perfecta obediencia a Dios, es la única base de nuestra salvación?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

“Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es  por la ley, sino la  que  es  por la fe de Cristo, la  justicia que es de Dios por  la fe” (Fil. 3:9).

En el estudio de este día descubrimos que hay dos clases de fe: la fe humana y la fe divina. La fe humana es lógicamente nuestra fe; la fe divina es esa fe que pertenece a Cristo.

La pregunta del millón para el estudio de este día es ¿por cuál fe podemos ser justificados: por la fe nuestra o por la fe de Cristo?

La respuesta es contundente: somos justificados por la fe de Cristo.

Esta respuesta nos conduce a otra pregunta: ¿En qué consiste la fe de Cristo?

La fe de Cristo es la obediencia estricta, inamovible, inquebrantable, una obediencia tan perfecta de parte de Cristo hacia los mandatos de su Padre, que condujo al Hijo hasta la muerte, y muerte de cruz.

Cristo tuvo una fe, una confianza en su Padre celestial, que su obediencia fue perfecta en esta tierra, desde el principio de su vida, desde el principio de su ministerio, a través de todo su ministerio, hasta finalizar su ministerio, que incluye la muerte en la cruz del Calvario.

Si  Cristo no hubiera tenido confianza en el Padre, jamás hubiera pronunciado expresiones como “… «Padre mío, si es posible, no me dejes tomar esta copa. Sin embargo, no hagas lo que yo quiero, sino lo que quieres tú».” (Mateo 26: 39  Versión Palabra de Dios para Todos)

Si Jesucristo no hubiera tenido confianza o fe en el Padre, jamás hubiera enunciado la siguiente expresión:

“Y Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU. Y habiendo dicho esto, expiró.”  (Lucas 23: 46 – La Biblia de las Américas)

Fue la perfecta confianza que tuvo Cristo en el Padre, la que lo llevó a una perfecta obediencia al Padre; por eso Pablo declara triunfante:

“Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2: 8)

Usted y yo somos salvos por la fe que tuvo Cristo en obedecer al Padre, obediencia que lo condujo hasta la misma muerte.

La fe humana entra en acción cuando llegamos a creer y aceptar que la muerte de Cristo para nuestra salvación es verdadera. Dicho en otras palabras, la justificación se concreta, se hace una realidad, cuando creemos que Jesucristo murió por nosotros y lo aceptamos por la fe como nuestro Salvador.

Dios no salva a los descuidados e incrédulos, ni a aquellos que en un momento dado de la vida, dejan de confiar en él.

De nada sirve la muerte de Jesús para aquellos que no la aceptan, o deciden no creer en ella; pero la salvación -o justificación- es totalmente eficaz con todos aquellos que deciden creer que hay un Salvador.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Si bien debemos estar en armonía con la ley de Dios, no somos salvados por las obras de la ley; sin embargo, no podemos ser salvados sin obediencia. La ley es la norma por la cual se mide el carácter. Pero no nos es posible guardar los mandamientos de Dios sin la gracia regeneradora de Cristo. Sólo Jesús puede limpiamos de todo pecado. Él no nos salva mediante la ley, pero tampoco nos salvará en desobediencia a la ley.

Nuestro amor a Cristo será proporcional a la profundidad de nuestra convicción de pecado, y por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero, cuando nos observamos a nosotros mismos, fijemos la mirada en Jesús, quien se dio a sí mismo por nosotros a fin de redimimos de toda iniquidad. Mediante la fe apropié-monos de los méritos de Cristo, y la sangre purificadora del alma será aplicada. Cuanto más claramente vemos los males y los peligros a los cuales hemos estado expuestos, más agradecidos hemos de estar por la liberación mediante Cristo. El evangelio de Cristo no da a los hombres licencia para transgredir la ley, porque fue a causa de la transgresión que las compuertas del infortunio se abrieron sobre nuestro mundo (Fe y obras, pp. 98, 99).

La fe mencionada en la Palabra de Dios exige una vida en la cual la fe en Cristo sea un principio activo y viviente. Es la voluntad de Dios que la fe en Cristo sea perfeccionada por las obras. El conecta la salvación y la vida eterna de los que creen con estas obras, y mediante éstas provee para que la luz de la verdad vaya a toda nación y pueblo. Este es el fruto de la operación del Espíritu de Dios.

Mostramos nuestra fe en Dios obedeciendo sus órdenes. La fe siempre se expresa en palabras y acciones. Produce resultados prácticos, porque es un elemento vital de la existencia. La vida que está modelada por la fe engendra un propósito de avanzar, de ir adelante siguiendo las pisadas de Cristo.

Hemos sido tomados, como piedras toscas de la cantera del mundo por la cuchilla dela verdad, y colocados en el taller de Dios. El que tiene fe genuina en Cristo como su Salvador personal descubrirá que la verdad cumple una obra definida en él. Su fe es una fe obradora… No podemos crear nuestra fe, pero podemos ser colaboradores con Cristo en promover el crecimiento y el triunfo de la fe.

La fe que obra por el amor y purifica el alma produce frutos de humildad, paciencia, tolerancia, longanimidad, paz, gozo y obediencia voluntaria (In Heavenly Places, p. 109; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 111).

Los que por la gracia de Dios hayan logrado vencer sus debilidades tienen que enseñar a otros el secreto de la victoria, señalándoles la Fuente de fortaleza. A cada alma convertida se le da el privilegio de ayudar a los que los rodean y que no se regocijan en la luz en medio de la cual están. Ellos también pueden conocer la alegría que experimentan. “Masa todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Pueden ocupar su lugar en el mundo como porta luces de Dios (Cada día con Dios, p. 224).

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Lección 4 //   Miércoles 19 de julio___________________________________________________

LA OBEDIENCIA DE FE

Pablo deja en claro que la fe es absolutamente fundamental para la vida cristiana. Es el medio por el cual nos aferramos a las promesas que tenemos en Cristo. Pero ¿qué es exactamente la fe? ¿Qué implica?

¿Qué nos enseñan los siguientes textos acerca del origen de la fe? Génesis 15:5, 6; Juan 3:1416; 2 Corintios 5:14, 15; Gálatas 5:6.

Entonces el Señor llevó a Abram afuera, y le dijo: —Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues bien, así será el número de tus descendientes. Abram creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo (Génesis 15)

 

14 Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre tiene que ser levantado, 15 para que todo el que cree en él tenga vida eterna. 16 »Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. (Juan 3)

 

14 El amor de Cristo se ha apoderado de nosotros desde que comprendimos que uno murió por todos y que, por consiguiente, todos han muerto. 15 Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para él, que murió y resucitó por ellos. (2 Corintios 5)

 

Porque gracias a Cristo Jesús, ya no cuenta para nada estar o no circuncidados. Lo que cuenta es la fe, una fe activa por medio del amor. (Gálatas 5)

La fe bíblica genuina siempre es una respuesta a Dios. La fe no es una especie de sentimiento o actitud que los humanos deciden tener cierto día porque Dios lo requiere. Al contrario, la verdadera fe se origina en un corazón conmovido por un sentimiento de gratitud y amor por la bondad de Dios. Por eso, cuando la Biblia habla acerca de la fe, esa fe siempre llega después de una iniciativa tomada por Dios. En el caso de Abraham, por ejemplo, la fe es su respuesta a las maravillosas promesas que Dios le hace (Gén. 15:5, 6), mientras en el Nuevo Testamento Pablo dice que la fe, en última instancia, está enraizada en nuestra comprensión de lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz.

Si la fe es una respuesta a Dios, ¿qué debería incluir esa respuesta? Considera lo que dicen los siguientes textos acerca de la naturaleza de la fe. Juan 8:32, 36; Hechos 10:43; Romanos 1:5, 8; 6:17; Hebreos 11:6; Santiago 2:19.

Muchos defienden la fe como “creencia”. Esta definición es problemática, porque en griego la palabra para “fe” es simplemente una forma sustantivada del verbo “creer”. Usar una forma para definir la otra es como decir “fe es tener fe”. No nos dice nada.

Un análisis cuidadoso de las Escrituras revela que la fe implica no solamente un conocimiento de Dios sino un consentimiento o aceptación de ese conocimiento. Esta es una de las razones por las que es tan importante tener una idea acertada de Dios.

Las ideas distorsionadas acerca del carácter de Dios en realidad pueden hacer que sea más difícil tener fe. Pero un consentimiento intelectual del evangelio no es suficiente, porque en ese sentido “aun los demonios creen”.

La verdadera fe también afecta la manera en que vive una persona. En Romanos 1:5, Pablo escribe sobre la “obediencia de la fe” (RVR95). Pablo no está diciendo que la obediencia es lo mismo que la fe. Lo que quiere decir es que la verdadera fe afecta toda la vida de una persona, no solamente la mente. Implica un compromiso con nuestro Señor y Salvador Jesucristo, en oposición a una simple lista de normas.

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

La explicación de lo que es la fe, para el estudio de este día, es profunda, es amplia, es sencilla y es radical.  No hay nada que nosotros podamos añadirle. Le invitamos a que lo estudie muchas veces, para que llegue a una mejor comprensión de la explicación que nos ha impartido la Escuela Sabática para este día.

 

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La justificación por la fe en Cristo se manifestará en la transformación del carácter. Esta es para el mundo la señal de la verdad de las doctrinas que profesamos. La evidencia diaria de que somos una iglesia viviente se ve en el hecho de que practicamos la Palabra. Un testimonio viviente se manifiesta al mundo en una acción cristiana consecuente.

Ese testimonio declara a un mundo apóstata que hay un pueblo que cree que nuestra seguridad reside en aferramos a la Biblia. Este testimonio es una distinción inconfundible frente al testimonio de la gran iglesia apóstata, que acepta la sabiduría y autoridad humanas en lugar de la sabiduría de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1070).

Eloy Satanás presenta las mismas tentaciones que presentó a Cristo, ofreciéndonos los reinos del mundo a cambio de nuestra sumisión. Pero no tienen poder las tentaciones de Satanás sobre aquel que contempla a Jesús como el autor y consumador de su fe. No puede hacer pecar al que acepte por fe las virtudes de Aquel que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.

“De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. No puede ser vencido el que se arrepiente de sus pecados y acepta el don de la vida del Hijo de Dios. Aferrándose por fe de la naturaleza divina, llega a ser un hijo de Dios. Ora, cree. Cuando es tentado y probado, demanda el poder que Cristo dio con su muerte, y vence mediante la gracia de Jesús. Esto necesita entender cada pecador. Debe arrepentirse de sus pecados, debe creer en el poder de Cristo, y debe aceptar ese poder que salva y protege del pecado. ¡Cuán agradecidos debiéramos estar por la dádiva del ejemplo de Cristo! (Mensajes selectos, t. 1, p. 262).

En la fe no hay nada que la convierta en nuestro salvador. La fe no puede quitar nuestra culpa. Cristo es el poder de Dios para salvación a todos lo que creen. La justificación se recibe mediante los méritos de Jesucristo; él ha pagado el precio de la redención del pecado; sin embargo, solo mediante la fe en su sangre es como Jesús puede justificar al creyente.

El pecador no puede depender de sus propias buenas obras como un medio de justificación. Debe llegar hasta el punto donde renuncia a todos sus pecados y acepta un grado tras otro de luz a medida que brillen sobre su sendero. Por la fe sencillamente echa mano de la provisión amplia y gratuita hecha por la sangre de Cristo. Cree en las promesas de Dios, las cuales mediante Cristo son hechas para él santificación, justificación y redención. Y si sigue a Jesús caminará humildemente en la luz, regocijándose en ésta y difundiéndola a otros. Ya justificado por la fe, marcha gozoso en su obediencia durante toda su vida. Paz con Dios es el resultado de lo que Cristo es para él (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1071).

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Jueves 20 de julio // Lección 4________________________________________________________

LA FE ¿PROMUEVE EL PECADO?

 Una de las principales acusaciones contra Pablo era que su evangelio de justificación solo por la fe animaba a las personas a pecar (ver Rom. 3:8; 6:1). Sin duda, los acusadores razonaban que si las personas no tienen que guardar la Ley para ser aceptadas por Dios ¿por qué deberían preocuparse por su manera de vivir? Lutero también enfrentó acusaciones similares.

¿De qué manera responde Pablo a la acusación de que la doctrina de la justificación por la fe sola fomenta un comportamiento pecaminoso? Gálatas 2:17, 18.

17 Pero si es que nosotros, procurando ser justificados en Cristo, también hemos sido hallados pecadores, ¿será por eso Cristo servidor del pecado? ¡De ninguna manera! 18 Pues cuando edifico de nuevo las mismas cosas que derribé, demuestro que soy transgresor (Gálatas 2)

 Pablo responde a las acusaciones de sus oponentes con los términos más fuertes posibles: “En ninguna manera”. Aunque es posible que una persona pueda caer en pecado después de ir a Cristo, la responsabilidad ciertamente no sería de Cristo. Si quebrantamos la Ley, nosotros mismos somos los transgresores de ella.

¿De qué manera describe Pablo su unión con Jesucristo? ¿De qué manera esta respuesta refuta las objeciones levantadas por sus oponentes? Gálatas 2:19-21.

19 Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. 20 Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí. 21 No desecho la gracia de Dios; porque si la justicia fuera por medio de la ley, entonces por demás murió Cristo. (Gálatas 2)

A Pablo le resulta simplemente ridículo el razonamiento de sus oponentes. Aceptar a Cristo por la fe no es algo trivial; no es un juego celestial de fingimiento, en el que Dios cuenta a la persona como justa mientras no hay ningún cambio verdadero en la manera en que vive esa persona. Al contrario, aceptar a Cristo por la fe es extremadamente radical. Implica una unión completa con Cristo, una unión tanto en su muerte como en su resurrección. Espiritualmente hablando, Pablo dice que estamos crucificados con Cristo, y que nuestra antigua vida de pecado, enraizada en el egoísmo, ha terminado (Rom. 6:5-14). Hemos hecho un quiebre radical con el pasado. Todo es nuevo (2 Cor. 5:17). También hemos resucitado a una nueva vida en Cristo. El Cristo resucitado vive en nosotros, haciéndonos diariamente cada vez más semejantes a él.

La fe en Cristo, por lo tanto, no es un pretexto para pecar sino un llamado a una relación mucho más profunda y rica con Cristo que lo que podría resultar de una religión basada en la Ley.

¿Cómo entiendes el concepto de salvación solo por la fe, sin las obras de la Ley? ¿Quizá te asuste un poco, haciéndote pensar que puede ser una excusa para pecar o te regocijas en ella? ¿Qué dice tu respuesta acerca de tu comprensión de la salvación?

 

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

19 Porque mediante la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. 20 Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2)

En estos versículos posiblemente encontramos el rompecabezas bíblico más complicado de todas las Sagradas Escrituras.

En el versículo 19, Pablo dice que él ha muerto a la ley. ¿Es su intención decirnos que la ley ya no tiene más autoridad sobre él? ¡De ninguna manera! La santa ley de Dios es ley en todo el imperio universal. Es ley en los cielos, en la tierra y en todos los territorios habitados que existan; el creyente continuará bajo el dominio de la ley mientras esté con vida.

Para escapar de la ley de Dios, primeramente tenemos que escaparnos de nuestras propias vidas; es decir, la única manera en que quedamos fuera del alcance de la ley es cuando morimos. Un hombre en su tumba queda libre de las obligaciones que tenía en su vida: un esclavo queda libre de su amo, la esposa queda libre de su esposo y viceversa. De igual manera, el creyente queda libre de la ley.

La ley de Dios es para nosotros algo más que una declaración de la voluntad de Dios; es un conjunto de órdenes cargadas de promesas y amenazas. En la ley encontramos el verdadero carácter del pacto entre Dios y su pueblo, a través de los tiempos.

Pablo estaba muerto a cualquier esperanza que él tuviera en la ley, estaba muerto a la idea de ser salvado por la ley, estaba muerto a las acusaciones que la ley hacia contra él, estaba muerto al peso de condena que la ley tenía para él.

Imaginemos a un hombre que está ansioso por viajar de un país a otro. El país adonde quiere llegar, es un país de paz, de prosperidad, de seguridad y de felicidad. Pero hay un obstáculo para llegar a ese país: el obstáculo es una montaña. A lo lejos, la montaña no parece difícil de cruzar, pero cuando el hombre está comenzando a escalar la montaña, se da cuenta de que el camino está interrumpido por un profundo precipicio. El hombre desciende de la montaña y trata de ascender por otro lado de la montaña. Al otro lado de la montaña el hombre encuentra una pared rocosa alta y completamente vertical que es simple y sencillamente imposible de escalar. Decide descender nuevamente la montaña y trata por un tercer lado; en ese lado hay un caudaloso y ancho río, que aunque intente, él sabe que sus fuerzas no serán suficientes para cruzar.

Allí tenemos a nuestro viajante: decepcionado, cansado, frustrado, acongojado, y entrampado al pie de una montaña que le ofrece todo tipo de obstáculo para cruzar. Parecía fácil, parecía cosa sencilla subirla; pero la realidad es otra, es imposible cruzar la montaña. La montaña descorazona a cualquier ser humano, aun sabiendo que al otro lado de la montaña, está el país anhelado y soñado por los hombres.

Eso es exactamente lo que nos pasa con la ley de Dios: mientras más lucha usted, más trata, y más se esfuerza, usted más se convence de que la ley es imposible de guardar. Entonces ¿eliminamos la ley de nuestras vidas? ¡Jamás! Esa no es la solución a nuestro problema; eliminar la ley de nuestras vidas empeoraría las cosas, empeoraría nuestro verdadero problema, que es la presencia del pecado.

La verdadera solución de nuestro problema de pecado se llama Cristo Jesús. Ya que la ley lo único que hace es condenarnos, entonces necesitamos a un Salvador, y ese Salvador se llama Jesucristo.

La ley me condena y exige mi muerte. Cristo, sin ser pecador, tomó mi condena y murió en mi lugar. Gracias a ese acto amoroso de Cristo, ahora podemos exclamar jubilosamente con el apóstol Pablo: «he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios.  (Gálatas 2)

20 Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Peculiar lenguaje el que utiliza el apóstol Pablo; parece que una cláusula contradice a la otra, parece un rompecabezas difícil de solucionar. Pero no es así, es simplemente la expresión de un lenguaje angustiado que no encuentra la manera de explicar los misterios de la fe, necesaria fe para aceptar la indescriptible unión que Cristo hace con su amada iglesia.

Pablo comienza diciendo que estaba muerto: antes de llegar a ser un creyente, él estaba muerto. En su condición natural de pecador, y a los ojos de la ley, Pablo no era otra cosa sino una persona muerta. Pablo había sido apresado, acusado, enjuiciado y condenado a muerte por la ley; solamente estaba esperando la hora de su ejecución, prácticamente era una persona muerta. Esta es la primera contradicción: una persona que estaba viva, pero en realidad estaba muerta.

Pero aparece Jesucristo y sirve como representante de Pablo. En otras palabras, Cristo le dice a Pablo: No vayas tú a ese juicio, iré yo en tu lugar y me presentaré en tu nombre ante la ley y la justicia.

Cuando Jesucristo se presenta ante la ley en lugar de Pablo, la ley condena al mismo Jesucristo y lo sentencia a muerte. Jesucristo paga la sentencia, que es la muerte en la cruz. Entonces ocurre la segunda contradicción: Jesucristo muere y cuando Jesucristo muere, entonces Pablo vive.

Cuando esto sucede, Pablo exclama con toda seguridad ¡He muerto a la ley! no queriendo decir que la ley está abolida, sino que hay alguien que pagó la muerte de él, y ahora él está libre de la condenación de esa ley, porque apareció el Salvador, que es Cristo el Señor.

Jesucristo asumió nuestro lugar y fue nuestro representante ante la condenación de la ley; esa ley se apoderó de Cristo y lo condujo hasta la cruz; por eso es que nosotros estamos muertos a la ley. La ley ya no exige más nuestra muerte, porque ya la pagó Jesucristo.

La única manera en que nosotros tendremos que pagar la muerte que la ley exige por nuestro pecado, es si no nos apoderamos de la muerte vicaria de Cristo en nuestro favor, o si la despreciamos.

¿Se ha visto semejante amor en el mundo alguna vez? “Porque de tal manera amó DIOS al mundo, que dio a su Hijo…” (Juan 3:16)

 

 

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Cuando el apóstol Pablo se convirtió de perseguidor en cristiano por medio de la revelación de Cristo, declaró que era como uno nacido fuera de tiempo. Desde ese momento Cristo fue para él todo y en todo. “Para mí el vivir es Cristo”, declaró. Esta es la más perfecta interpretación en pocas palabras, en todas las Escrituras, de lo que significa ser cristiano. Esta es la verdad plena del evangelio. Pablo entendía lo que muchos parecen ser incapaces de comprender. ¡Cuán intenso era su fervor! Sus palabras demuestran que su mente estaba centrada en Cristo, que toda su vida estaba ligada a su Señor. Cristo era el autor, el sostén y la fuente de su vida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 915).

Cuando [los] principios [bíblicos] han llegado a formar efectivamente parte del carácter, ¿cuál ha sido el resultado? ¿Qué cambios se han efectuado en la vida? “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Gracias a su poder, los hombres y mujeres han roto las cadenas de los hábitos pecaminosos. Han renunciado al egoísmo. Los profanos se han vuelto reverentes; los beodos, sobrios; los libertinos, puros. Las almas que exponían la semejanza de Satanás, han sido transformadas a la imagen de Dios. Este cambio es en sí el milagro de los milagros. Es un cambio obrado por la Palabra, uno de los más profundos misterios de la Palabra. No lo podemos comprender; solo podemos creer, según lo declara la Escritura, que es “Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria” (Colosenses 1:27).

El conocimiento de este misterio es la clave de todos los demás. Abre al alma los tesoros del universo, las posibilidades de un desarrollo infinito.

Y este desarrollo se obtiene por medio de la constante revelación del carácter de Dios a nosotros, de la gloria y el misterio de la Palabra escrita. Si nos fuera posible lograr una plena comprensión de Dios y su Palabra, no habría para nosotros más descubrimientos de la verdad, mayor conocimiento, ni mayor desarrollo. Dios dejaría de ser supremo, y el hombre dejaría de progresar. Gracias a Dios, no es así. Puesto que Dios es infinito, y en él están todos los tesoros de la sabiduría, podremos escudriñar y aprender siempre, durante toda la eternidad, sin agotar jamás las riquezas de su sabiduría, su bondad o su poder (La educación, pp. 171, 172).

El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está intentando un imposible. El hombre no puede ser salvado sin la obediencia, pero sus obras no deben ser propias. Cristo debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad de Dios. Si el hombre pudiera salvarse por sus propias obras, podría tener algo en sí mismo por lo cual regocijarse. El esfuerzo que el hombre pueda hacer con su propia fuerza para obtenerla salvación está representado por la ofrenda de Caín. Todo lo que el hombre pueda hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y pecado, pero lo que se efectúa mediante la fe es aceptable ante Dios. El alma hace progresos cuando procuramos ganar el cielo mediante los méritos de Cristo. Contemplando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, podemos proseguir de fortaleza en fortaleza, de victoria en victoria, pues mediante Cristo la gracia de Dios ha obrado nuestra completa salvación (Mensajes selectos, t. 1, p. 426).

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Lección 4 // Viernes 21 de julio_______________________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Una y otra vez me ha sido presentado el peligro de abrigar, como pueblo, ideas falsas sobre la justificación por la fe. Por años se me ha mostrado que Satanás trabajaría de una manera especial para confundir las mentes en este punto. La Ley de Dios ha sido ampliamente tratada y presentada a las congregaciones casi tan desprovista del conocimiento de Cristo Jesús y su relación con la Ley como la ofrenda de Caín. Se me ha mostrado que muchos no han llegado a la fe por causa de ideas mezcladas y confusas acerca de la salvación, porque los ministros han trabajado de una manera errónea para alcanzar los corazones. El punto que ha sido impreso por años en mi mente es la justicia imputada de Cristo […].

“No hay un punto que precise ser considerado con más fervor, repetido con más frecuencia o establecido con más firmeza en la mente de todos, que la imposibilidad de que el hombre caído haga mérito alguno por sus propias obras, por buenas que estas sean. La salvación es solamente por fe en Cristo Jesús” (FO 15, 16). “La Ley demanda justicia, y ante la Ley el pecador debe ser justo. Pero es in- capaz de serlo. La única forma en que puede obtener la justicia es mediante la fe. Por fe puede presentar a Dios los méritos de Cristo, y el Señor coloca la obediencia de su Hijo en la cuenta del pecador. La justicia de Cristo es aceptada en lugar del fracaso del hombre; y Dios recibe, perdona y justifica al alma creyente y arrepentida, la trata como si fuera justa, y la ama como ama a su Hijo” (MS 1:430).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. En el primer pasaje citado arriba, Elena de White dice que ningún asunto debe enfatizarse más que la justificación por la fe. Como clase, ¿de qué manera los comentarios de ella son tan aplicables a nosotros hoy como lo fueron cuando los escribió hace más de cien años y por qué?
  2. Piensa en la Reforma Protestante y en Lutero. Por más que el momento, el lugar y las circunstancias sean diferentes, ¿por qué la verdad que Pablo presentó aquí fue un factor tan crucial para liberar a millones de personas de la esclavitud espiritual de Roma?

RESUMEN: El comportamiento de Pedro en Antioquía sugirió que los ex paganos no podían ser verdaderos cristianos a menos que se circuncidaran. Pablo señaló la falacia de un pensamiento semejante. Dios no puede pronunciar justo a nadie sobre la base del comportamiento de esa persona, pues aun los mejores seres humanos no son perfectos. Es solamente al aceptar lo que Dios ha hechos en Cristo que los pecadores pueden ser justificados ante sus ojos.

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Escrito por: Tony García.

Gramática revisada por:
El Pastor Noel Ruiloba y Nory Ester Garcia-Marenko

Este documento es una cortesía de 7day Media Group.
“One World – One Dream”
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Madrid, España 2017

8 pensamientos en “LECCIÓN 4 – JUSTIFICACIÓN SOLO POR LA FE – PARA EL 22 DE JULIO DE 2017

  1. Gracias, muchas gracias por tan importante leccion sobre la justificacion por la fe y no por la ley, ya que como adventistas podemos creer que tratando de observar y cumplir la ley (Algo imposible) somos justifcados.

  2. Hola, buenos días Aun no esta él formato en PDF ya extraño el repaso xfis ☺

    ❤verito💋

  3. Hermano pueden enviar en formato PDF por favor!!

  4. Muchas gracias, me da mucho gusto haber encontrado esta página, en realidad me ayuda mucho en la escuela sabática.

  5. Estimado hermano, el Espíritu de Profecía en la persona de la Hna White entiendo avaló el comentario de Gálatas 1888 (Wagoner) en el sentido de que ese mensaje es el que prearará al pueblo de Dios para su venida. Si por favor con el buen criterio que Dios le ha otorgado se contrasta con la E. Sabática de este trimestre. Bendiciones.

  6. Quiero entender que nuestra hermana, desea información del tema justicacion por la fe del año 1888, sermón del pastor Wagoner, en la que E. White avaló la ponencia del orador de esa época, basándose en Galatas.

  7. Gracias hermano Tony por su valiosa ayuda y aporte de sus comentarios, tengo 4 meses de ser Adventista y su pagina me a bendecido.
    Saludos.

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