Lección 8 en PDF, haga «CLICK» aquí
Lección 8: Para el 23 de noviembre de 2019
DIOS Y EL PACTO
Sábado 16 de noviembre_______________________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Nehemías 10:1–29; Génesis 4:8–19; Hebreos 13:20; Josué 24; Nehemías 10:30–39; Hebreos 8:1–7.
PARA MEMORIZAR:
“A causa, pues, de todo esto, nosotros hacemos fiel promesa, y la escribimos, firmada por nuestros príncipes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes […] y no abandonaremos la casa de nuestro Dios” (Neh. 9:38; 10:39).
¿Qué quiere decir la Biblia cuando habla del “Pacto”? La explicación más fácil de este tipo de pacto bíblico es que es el establecimiento legal de una relación entre Dios y su pueblo. Es Dios quien dice: “Tú eres mi pueblo y yo soy tu Dios”. Más allá de esto, podemos ver que se usaban pactos escritos entre otros pueblos en el mundo antiguo, a menudo entre los dirigentes y sus vasallos.
Estos pactos se establecían porque eran beneficiosos para ambas partes. El dirigente cuidaba al pueblo y el pueblo le pagaba tributo. Pero con Dios, el Pacto era diferente. Dios en realidad no obtenía nada de él, y no obstante prometía serle fiel, incluso cuando el pueblo no le era fiel. De hecho, las bendiciones y las maldiciones sujetas al Pacto posibilitaban que los israelitas supieran que habían estado infringiendo el Pacto cuando empezaban a suceder cosas malas.
Esta semana, veremos el pacto que los israelitas renovaron con Dios, en Nehemías 10, y también analizaremos información general sobre la historia y la importancia de hacer pactos en la Biblia.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Si el hombre hubiera guardado la ley de Dios, tal como le fue dada a Adán después de su caída, preservada por Noé y observada por Abrahán, no habría habido necesidad del rito de la circuncisión. Y si los descendientes de Abrahán hubieran guardado el pacto del cual la circuncisión era una señal, jamás habrían sido inducidos a la idolatría, ni habría sido necesario que sufrieran una vida de esclavitud en Egipto; habrían conservado el conocimiento de la ley de Dios, y no habría sido necesario proclamarla desde el Sinaí, o grabarla sobre tablas de piedra. Y si el pueblo hubiera practicado los principios de los diez mandamientos, no habría habido necesidad de las instrucciones adicionales que se le dieron a Moisés (Patriarcas y profetas, {PP}, p. 379).
Cuando Moisés estaba recibiendo la ley de Dios en el monte, el Señor le informó en cuanto al pecado del rebelde Israel y le pidió que los dejara ir, para que pudiera destruirlos. Pero Moisés intercedió ante Dios en favor del pueblo. Aunque Moisés fue el hombre más manso que haya vivido, sin embargo cuando estuvieron en juego los intereses del pueblo sobre el cual Dios lo había nombrado como dirigente, perdió su timidez natural y con singular persistencia y audacia maravillosa intercedió ante Dios en favor de Israel. No consentiría en que Dios destruyera a su pueblo, aunque Dios prometió que al destruirlos exaltaría a Moisés y levantaría a un pueblo mejor que Israel.
Moisés prevaleció. Dios le concedió su ferviente petición de no destruir a su pueblo. Moisés tomó las tablas del pacto, la Ley de los Diez Mandamientos, y descendió del monte. La jarana tumultuosa y de borrachos de los hijos de Israel llegó a sus oídos mucho antes de arribar al campamento. Cuando vio su idolatría y que habían quebrantado en la manera más manifiesta las palabras del pacto, se sintió abrumado de tristeza e indignación ante su ruin idolatría. Se sintió dominado por la confusión y vergüenza por lo que habían hecho, y allí arrojó las tablas y las rompió. Como ellos habían quebrantado su pacto con Dios, Moisés, al quebrar las tablas, les indicó que así también Dios había roto su pacto con ellos. Las tablas sobre las cuales fue escrita la Ley de Dios fueron rotas (Testimonios para la iglesia, {3TI}, t. 3, p. 328).
Los que se han levantado con Cristo para andar en novedad de vida, son los elegidos de Dios. Son santos frente al Señor, y él los reconoce como sus amados. Como tales, están bajo el solemne pacto de distinguirse manifestando humildad de mente. Deben revestirse del manto de justicia. Están separados del mundo, de su espíritu, de sus prácticas, y deben revelar que están aprendiendo de él… Si comprenden que han muerto con Cristo, si mantienen su voto bautismal, el mundo no tendrá poder para apartarlos con el fin de que nieguen a Cristo. Si viven la vida de Cristo en este mundo, son participantes de la naturaleza divina (Sons and Daughters of God, p. 133; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, {HHD}, p. 135).
54
Domingo 17 de noviembre | Lección 8_________________________________________
LA IDEA DEL PACTO
Lee Nehemías 10:1 al 29 (y refresca tu memoria leyendo Neh. 9:36–38). ¿Quiénes hacen este pacto, y por qué lo hacen?
Nehemías 10:1-29
1 Los que firmaron fueron: Nehemías el gobernador, hijo de Hacalías, y Sedequías, 2 Seraías, Azarías, Jeremías, 3 Pasur, Amarías, Malquías, 4 Hatús, Sebanías, Maluc, 5 Harim, Meremot, Obadías, 6 Daniel, Ginetón, Baruc, 7 Mesulam, Abías, Mijamín, 8 Maazías, Bilgai y Semaías; éstos eran sacerdotes. 9 Y los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi de los hijos de Henadad, Cadmiel, 10 y sus hermanos Sebanías, Hodías, Kelita, Pelaías, Hanán, 11 Micaía, Rehob, Hasabías, 12 Zacur, Serebías, Sebanías, 13 Hodías, Bani y Beninu. 14 Los cabezas del pueblo: Paros, Pahat-moab, Elam, Zatu, Bani, 15 Buni, Azgad, Bebai, 16 Adonías, Bigvai, Adín, 17 Ater, Ezequías, Azur, 18 Hodías, Hasum, Bezai, 19 Harif, Anatot, Nebai, 20 Magpías, Mesulam, Hezir, 21 Mesezabeel, Sadoc, Jadúa, 22 Pelatías, Hanán, Anaías, 23 Oseas, Hananías, Hasub, 24 Halohes, Pilha, Sobec, 25 Rehum, Hasabna, Maasías, 26 Ahías, Hanán, Anán, 27 Maluc, Harim y Baana. 28 Y el resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros y cantores, los sirvientes del templo, y todos los que se habían apartado de los pueblos de las tierras a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos e hijas, todo el que tenía comprensión y discernimiento, 29 se reunieron con sus hermanos y sus principales, para protestar y jurar que andarían en la ley de Dios, que fue dada por Moisés siervo de Dios, y que guardarían y cumplirían todos los mandamientos, decretos y estatutos de Jehová nuestro Señor.
Nehemías 9:36-38
36 He aquí que hoy somos siervos; henos aquí, siervos en la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen su fruto y su bien. 37 Y se multiplica su fruto para los reyes que has puesto sobre nosotros por nuestros pecados, quienes se enseñorean sobre nuestros cuerpos, y sobre nuestros ganados, conforme a su voluntad, y estamos en grande angustia.
Aunque solo los líderes firmaron el documento, el texto señala claramente que “el resto del pueblo” se comprometió “bajo imprecación y juramento: A andar en la Ley de Dios” (Neh. 10:28, 29, RVA-2015). ¿Por qué el Pacto era tan trascendente que todos deseaban celebrar un acuerdo con Dios? Para responder esta pregunta, debemos volver al comienzo y entender la idea bíblica del Pacto.
El Pacto era importante porque formaba parte de la historia de Dios en su trato con la humanidad pecadora, y demostraba el anhelo de Dios de relacionarse con la gente. También permitía que el pueblo demostrara su deseo de ser dedicado a Dios.
La historia bíblica de la Creación, en Génesis 1 y 2, revela no solo la creación de los primeros seres humanos, sino también su relación con Dios, y entre ellos también. Sin embargo, luego entró el pecado y les puso fin a todas esas relaciones. El pecado es la antítesis de la creación, ya que, al contrario, produce des-creación, o muerte.
La genealogía de Adán finalmente se divide, ya que Caín elige el mal (Gén. 4:8–19) y Set acepta a Dios (Gén. 5:3–24). La genealogía de Caín culmina en Lamec (Gén. 4:17–19), el séptimo (inclusive) desde Adán, quien introdujo la poligamia. La violencia y la venganza del lado de Caín se yuxtaponen con el linaje fiel de Set. La genealogía de Set también se enumera, pero el séptimo en esta línea es Enoc, quien “caminó […] con Dios” (Gén. 5:24) y fue llevado al cielo.
Desgraciadamente, el mundo se dedicó a la maldad más que a Dios, y llegó un momento en que el linaje de los fieles era muy pequeño, y pronto no quedaría ninguna familia a través de la cual Dios pudiera cumplir su palabra al enviar a la Simiente prometida para salvar a la humanidad. Llegado ese momento, Dios intervino con el Diluvio. Sin embargo, este evento fue una des-creación posterior, una revocación y una destrucción de la vida, y no obstante, Dios destruyó solamente lo que la humanidad ya había arruinado (Gén. 6:11–13).
¿Cómo has experimentado personalmente la realidad de la fuerza destructiva del pecado? ¿Cuál es el único poder contra el pecado, y cómo nos valemos de él?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Si Cristo está en el corazón, se echará de ver en el hogar, en el taller, en el mercado, en la iglesia. El poder de la verdad se manifestará elevando y ennobleciendo la mente, enterneciendo y subyugando el corazón, poniendo al hombre entero en armonía con Dios. El que es transformado por la verdad esparcirá una luz en el mundo. El que tiene la esperanza de Cristo se purificará a sí mismo, así como El es puro. La esperanza de la aparición de Cristo es una gran esperanza, una esperanza de largo alcance. Es la esperanza de ver al Rey en su hermosura y de ser hechos semejantes a El.
Cuando venga Cristo, la tierra temblará delante de El, y los cielos se enrollarán como un pergamino, y todo monte y toda isla se removerá de su lugar. “Vendrá nuestro Dios, y no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y los cielos declararán su justicia, porque Dios es el juez”. Salmos 50:3-6 (Fe y obras, {FO}, p. 120).
Muchos de nosotros no nos damos cuenta de la relación de convenio en que estamos ante Dios como pueblo suyo. Estamos bajo las obligaciones más solemnes de representar a Dios y a Cristo. Debemos cuidarnos de deshonrar a Dios al profesar ser su pueblo, y luego actuar directamente en forma contraria a su voluntad. Nos estamos preparando para trasladarnos. Entonces actuemos como si nos hubiéramos trasladado. Preparémonos para las mansiones que Cristo ha ido a disponer para aquellos que le aman (Nuestra elevada vocación, {NEV}, p. 370).
Todos los que se apartan voluntariamente de los mandamientos de Dios se colocan bajo la dirección de Satanás. Muchos juegan con el mal, pensando que podrán romper con él cuando quieran; pero quedan cada vez más engañados hasta que se encuentran dominados por una voluntad más fuerte que la suya. No pueden substraerse a su misterioso poder. El pecado secreto o la pasión dominante puede hacer de ellos cautivos tan inertes como el endemoniado de Capernaúm.
Sin embargo, su condición no es desesperada. Dios no domina nuestra mente sin nuestro consentimiento, sino que cada hombre está libre para elegir el poder que quiera ver dominar sobre él. Nadie ha caído tan bajo, nadie es tan vil que no pueda hallar liberación en Cristo. El endemoniado, en vez de oraciones, sólo podía pronunciar las palabras de Satanás; sin embargo, la muda súplica de su corazón fue oída. Ningún clamor de un alma en necesidad, aunque no llegue a expresarse en palabras, quedará sin ser oído. Los que consienten en hacer pacto con el Dios del cielo no serán abandonados al poder de Satanás ni a las flaquezas de su propia naturaleza (El ministerio de curación, {MC}, pp. 61, 62).
55
Lección 8 | Lunes 18 de noviembre____________________________________________
LOS PACTOS EN LA HISTORIA
Después del Diluvio, Dios comenzó de nuevo, ahora con Noé y la gente que vino después. Con ella también procuró tener una relación, y la idea del Pacto era fundamental para esa relación. La Biblia identifica siete pactos principales que Dios hizo con la humanidad:
1er pacto – Adán (Gén. 1–3)
2º pacto – Noé (Gén. 6–9)
3er pacto – Abraham (Gén. 12:1–3)
4ºpacto: Moisés y la nación israelita (conocido como Pacto Sinaítico o Mosaico; Éxo. 19–24)
5º pacto – Finees (Núm. 25:10–13)
6º pacto – David (2 Sam. 7:5–16)
7º pacto – Nuevo Pacto (Jer. 31:31–34)
Lee los siguientes pasajes. ¿Qué quiere decir “pacto perpetuo”, o “pacto eterno”? (Gén. 9:16; 17:7; Isa. 55:3; Heb. 13:20).
Génesis 9:16
16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra.
Génesis 17:7
7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.
Isaías 55:3
3 Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David.
Hebreos 13:20
20 Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,
La Biblia incorpora el término “pacto perpetuo”, o “pacto eterno”, 16 veces. De ellos, 13 se aplican específicamente a los pactos con Abraham, Israel en el Sinaí y David. Cada uno de los pactos mencionados anteriormente, aunque únicos, llevaban la impronta del “pacto eterno”. Así como el evangelio eterno se anuncia por primera vez en Génesis 3:15, pero luego se revela progresivamente en toda la Biblia, lo mismo se aplica al Pacto eterno. Cada pacto consecutivo sirve para exponer y profundizar nuestra comprensión del Pacto de amor eterno, que se revela más plenamente en el plan de salvación. El Nuevo Pacto y el Antiguo Pacto, como a menudo se los distingue, contienen los mismos componentes.
- Santificación: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón” (Jer. 31:33; comparar con Heb. 8:10).
- Reconciliación: “Yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jer. 31:33; Heb. 8:10).
- Misión: “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande” (Jer. 31:34; Heb. 8:11).
- Justificación: “Perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado” (Jer. 31:34; Heb. 8:12).
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Hace algún tiempo fuimos favorecidos con la contemplación del arco iris más hermoso que hayamos visto. A menudo habíamos visitado galerías de arte, y habíamos admirado la habilidad desplegada por el artista en cuadros que representaban el gran arco de la promesa de Dios. Pero aquí contemplamos variados matices: carmesí, púrpura, azul, verde, plateado y dorado, todos perfectamente unidos por el gran Maestro Artista…
Dios mismo contempla el arco en las nubes, y recuerda su pacto eterno entre él y el hombre… El arco iris representa el amor de Cristo que rodea la tierra, y llega hasta las profundidades de los cielos relacionando a los hombres con Dios, y uniendo la tierra con el cielo.
Cuando contemplamos esta hermosa escena, podemos regocijarnos en Dios, al tener la seguridad de que él mismo contempla esa señal de su pacto, y de que cuando él la ve recuerda a los hijos de la tierra a quienes les fue dada. Sus aflicciones, peligros y pruebas no pasan inadvertidos para él. Podemos regocijarnos en esperanza, porque el arco del pacto de Dios está entre nosotros. El nunca olvidará a sus hijos del cuidado divino. Cuán difícil es para la mente del hombre finito apoderarse del amor peculiar y la ternura de Dios, y su incomparable condescendencia cuando dijo: “Y estará el arco en las nubes, y verlo he para acordarme del pacto perpetuo entre Dios y toda alma viviente” (Nuestra elevada vocación, {NEV}, p. 316).
El pacto con Abraham también mantuvo la autoridad de la ley de Dios. El Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí, y sé perfecto”. Génesis 17:1. El testimonio de Dios respecto a su siervo fiel fue: “Oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” Génesis 26:5.
Aunque este pacto fue hecho con Adán, y más tarde se le renovó a Abraham, no pudo ratificarse sino hasta la muerte de Cristo. Existió en virtud de la promesa de Dios desde que se indicó por primera vez la posibilidad de redención. Fue aceptado por fe: no obstante, cuando Cristo lo ratificó fue llamado el pacto nuevo. La ley de Dios fue la base de este pacto, que era sencillamente un arreglo para restituir al hombre a la armonía con la voluntad divina, para colocarlo en condición de poder obedecer la ley de Dios (La maravillosa gracia de Dios, p. 133).
Cristo mismo fue el originador del sistema judío de culto, en el cual se anticipaban las cosas espirituales y celestiales por medio de símbolos y sombras. Muchos olvidaron el verdadero significado de esas ofrendas, y se perdió para ellos la gran verdad de que sólo mediante Cristo hay perdón de pecados. La multiplicación de las ofrendas ceremoniales, la sangre de becerros y machos cabríos no podía quitar el pecado…
La expiación de Cristo selló para siempre el pacto eterno de la gracia. Fue el cumplimiento de todas las condiciones por las cuales Dios había suspendido la libre comunicación de la gracia con la familia humana. Entonces fue derribada toda barrera que interceptaba la más generosa acción de la gracia, la misericordia, la paz y el amor para el más culpable de la raza de Adán (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 944, 945).
56
Martes 19 de noviembre | Lección 8___________________________________________
ESTRUCTURA DEL PACTO
Los eruditos reconocen que existe una estructura típica en los pactos bíblicos; esto incluso se evidencia en los pactos hechos por los antiguos hititas. Es decir, Dios se comunicó con el pueblo de una manera que, en su cultura, pudieran entender concretamente.
Los pactos que eran comunes en la época del antiguo Israel tenían las siguientes partes: preámbulo (quién es Dios); prólogo histórico (se define la relación anterior); cláusulas o leyes; bendiciones y maldiciones; testigos, cláusula especial o señal del pacto. Por lo tanto, no es de extrañar que Dios haya utilizado algo similar para comunicarse con su pueblo en ese entonces. Usó algo con lo que estaban familiarizados.
Por ejemplo, todo el libro de Deuteronomio está escrito en forma de pacto, porque Moisés invita al pueblo de Dios a entrar en una nueva relación pactual con su Dios. Expresa el Pacto de la siguiente manera: (1) preámbulo (Deut. 1:1–5); (2) prólogo histórico (Deut. 1:6–4:43); (3) cláusulas, o leyes (Deut. 4:44–26:19); (4) bendiciones y maldiciones (Deut. 27-30); (5) testigos (Deut. 30:19); y finalmente, (6) cláusula especial (Deut. 31:9–13).
Lee Josué 24. ¿Cómo se revela esta estructura del pacto en ese capítulo también?
Josué 24
1 Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, sus príncipes, sus jueces y sus oficiales; y se presentaron delante de Dios. 2 Y dijo Josué a todo el pueblo: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños. 3 Y yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río, y lo traje por toda la tierra de Canaán, y aumenté su descendencia, y le di Isaac. 4 A Isaac di Jacob y Esaú. Y a Esaú di el monte de Seir, para que lo poseyese; pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. 5 Y yo envié a Moisés y a Aarón, y herí a Egipto, conforme a lo que hice en medio de él, y después os saqué. 6 Saqué a vuestros padres de Egipto; y cuando llegaron al mar, los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el Mar Rojo con carros y caballería. 7 Y cuando ellos clamaron a Jehová, él puso oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo venir sobre ellos el mar, el cual los cubrió; y vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto. Después estuvisteis muchos días en el desierto. 8 Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros; mas yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros. 9 Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, y peleó contra Israel; y envió a llamar a Balaam hijo de Beor, para que os maldijese. 10 Mas yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. 11 Pasasteis el Jordán, y vinisteis a Jericó, y los moradores de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. 12 Y envié delante de vosotros tábanos, los cuales los arrojaron de delante de vosotros, esto es, a los dos reyes de los amorreos; no con tu espada, ni con tu arco. 13 Y os di la tierra por la cual nada trabajasteis, y las ciudades que no edificasteis, en las cuales moráis; y de las viñas y olivares que no plantasteis, coméis. 14 Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. 15 Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. 16 Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; 17 porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos. 18 Y Jehová arrojó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra; nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios. 19 Entonces Josué dijo al pueblo: No podréis servir a Jehová, porque él es Dios santo, y Dios celoso; no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. 20 Si dejareis a Jehová y sirviereis a dioses ajenos, él se volverá y os hará mal, y os consumirá, después que os ha hecho bien. 21 El pueblo entonces dijo a Josué: No, sino que a Jehová serviremos. 22 Y Josué respondió al pueblo: Vosotros sois testigos contra vosotros mismos, de que habéis elegido a Jehová para servirle. Y ellos respondieron: Testigos somos. 23 Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel. 24 Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos. 25 Entonces Josué hizo pacto con el pueblo el mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. 26 Y escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios; y tomando una gran piedra, la levantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová. 27 Y dijo Josué a todo el pueblo: He aquí esta piedra nos servirá de testigo, porque ella ha oído todas las palabras que Jehová nos ha hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis contra vuestro Dios. 28 Y envió Josué al pueblo, cada uno a su posesión. 29 Después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. 30 Y le sepultaron en su heredad en Timnat-sera, que está en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. 31 Y sirvió Israel a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que sabían todas las obras que Jehová había hecho por Israel. 32 Y enterraron en Siquem los huesos de José, que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró de los hijos de Hamor padre de Siquem, por cien piezas de dinero;[a] y fue posesión de los hijos de José. 33 También murió Eleazar hijo de Aarón, y lo enterraron en el collado de Finees su hijo, que le fue dado en el monte de Efraín.
Lo mismo ocurre con la renovación del pacto hecho por Josué.
En primer lugar, se menciona un preámbulo donde Dios se presenta como “Jehová, Dios de Israel” (Jos. 24:2). Luego sigue un largo prólogo histórico donde Josué le recuerda al pueblo lo que Dios ha hecho por él en el pasado (Jos. 24:2-13). Después de esta historia, se enumeran las cláusulas, o leyes (Jos. 24:14, 15, 23); se mencionan las bendiciones y las maldiciones (Jos. 24:19, 20), los testigos identificados (Jos. 24:22, 27); y se establece la cláusula especial (Jos. 24:25, 26). Aquí, también se utilizó la forma básica de un pacto para comunicarse con Israel y mostrarle no solo la conducción de Dios en el pasado, sino también lo que se requería de ellos para respetar su parte del Pacto.
Lee Josué 24:15. ¿Qué principio encontramos aquí que podemos aplicar a nosotros hoy?
Josué 24:15
15 Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
El Israel de Dios debe levantarse, y renovar su fortaleza en Dios, reafirmando y cumpliendo su pacto con él. La codicia, el egoísmo, el amor al dinero y el amor al mundo compenetran todas las filas de los observadores del sábado. Estos males están destruyendo el espíritu de sacrificio entre el pueblo de Dios. Los que albergan esta codicia en su corazón no se dan cuenta de ello. Ese mal se ha apoderado de ellos imperceptiblemente, y a menos que lo desarraiguen, su destrucción será tan segura como la de Acán. Muchos han quitado su sacrificio del altar de Dios. Aman al mundo, desean sus ganancias, y a menos que se produzca en ellos un cambio completo, perecerán con el mundo. Dios les ha prestado recursos; éstos no son propios, pues Dios ha hecho a los hombres mayordomos suyos. Pero debido a esto, los llaman propios y los atesoran. Pero ¡oh, cuán prestamente les es arrebatado todo en un momento cuando la mano prosperadora de Dios se aparta de ellos! Se deben hacer sacrificios para Dios; hay que negarse al yo por amor a la verdad (Testimonios para le iglesia, {1TI}, t. 1, p. 132).
[Josué] era un sabio dirigente. Su vida estaba totalmente dedicada a Dios. Antes de morir reunió a las huestes hebreas y siguiendo el ejemplo de Moisés recapituló sus peregrinaciones por el desierto y también la obra misericordiosa llevada a cabo por el Señor en favor de ellos. Acto seguido les habló con elocuencia… “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quien sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.
“Entonces el pueblo respondió y dijo: Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses; porque Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales y nos ha guardado por todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por entre los cuales pasamos”.
El pueblo renovó su pacto con Josué. Le dijeron: “A Jehová nuestro Dios serviremos, y su voz obedeceremos”. Josué escribió las palabras de este pacto en el libro que contenía las leyes y los estatutos dados a Moisés. Recibió el amor y el respeto de todo Israel, y su muerte fue sumamente lamentada (La historia de la redención, {HR}, pp. 185, 186).
Dios nos ha dado la facultad de elección; a nosotros nos toca ejercitarla. No podemos cambiar nuestros corazones ni dirigir nuestros pensamientos, impulsos y afectos. No podemos hacernos puros, propios para el servicio de Dios. Pero sí podemos escoger el servir a Dios; podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces él obrará en nosotros el querer y el hacer según su buena voluntad. Así toda nuestra naturaleza se someterá a la dirección de Cristo (El ministerio de curación, {MC}, p. 131).
57
Lección 8 | Miércoles 20 de noviembre________________________________________
PROMESAS
Lee Nehemías 10:30 al 39. ¿Cuáles son las cuatro cosas que los israelitas se comprometieron a hacer como parte del Pacto renovado?
Nehemías 10:30-39
30 Y que no daríamos nuestras hijas a los pueblos de la tierra, ni tomaríamos sus hijas para nuestros hijos. 31 Asimismo, que si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercaderías y comestibles en día de reposo, nada tomaríamos de ellos en ese día ni en otro día santificado; y que el año séptimo dejaríamos descansar la tierra, y remitiríamos toda deuda. 32 Nos impusimos además por ley, el cargo de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios; 33 para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo, los días de reposo, las nuevas lunas, las festividades, y para las cosas santificadas y los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y para todo el servicio de la casa de nuestro Dios. 34 Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según las casas de nuestros padres, en los tiempos determinados cada año, para quemar sobre el altar de Jehová nuestro Dios, como está escrito en la ley. 35 Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol. 36 Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios; 37 que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades; 38 y que estaría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro. 39 Porque a las cámaras del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores; y no abandonaremos la casa de nuestro Dios.
El pueblo prometió lo siguiente:
- Nada de matrimonios mixtos (ningún matrimonio con una persona que pudiera llevarlos a la idolatría);
- Verdadera observancia del sábado (sin distracciones con transacciones comerciales);
- Cancelación de la deuda y observancia del año sabático para cuidar de los pobres y darles libertad;
- Apoyo económico para el Templo, sus servicios y el personal al llevar las primicias, los primogénitos y el diezmo, asegurando así la continuidad de la verdadera adoración.
Las primeras tres promesas se asocian con las relaciones interpersonales (matrimonio y cancelación de la deuda) y con Dios (sábado), mientras que la última (Neh. 10:32–39) se ocupa de las normas del Templo.
El objetivo de la comunidad era demostrar que estaban comprometidos con el Pacto y, por lo tanto, implementarían formas prácticas de establecer su relación con Dios y con los demás. Aunque no siempre observaran el Pacto a la perfección, entendían que los hábitos y las prácticas correctos influirían en el futuro. Si la nación israelita habría de emprender el camino correcto, debían establecer prácticas y hábitos que los condujeran adonde querían llegar. Si querían andar cerca de Dios, entonces darle importancia al sábado y ocuparse del Templo eran pasos importantes en esa dirección.
Desdichadamente, no cumplieron muy bien sus promesas, como lo demuestran los últimos capítulos de Nehemías. Sin embargo, incluso si no todos las cumplían, algunos sí. Con la ayuda de Dios, si centramos nuestra atención en él, podremos adquirir hábitos correctos y seguir el buen camino.
“Por medio del correcto ejercicio de la voluntad puede obrarse un cambio completo en tu vida. Al entregar tu voluntad a Cristo, te unes al poder que está por encima de todos los principados y las potestades. Tendrás fuerza de lo Alto para sostenerte firme, y rindiéndote así constantemente a Dios serás capacitado para vivir una vida nueva; más precisamente, la vida de fe” (CC 48). ¿Qué te impide experimentar lo que está escrito aquí?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Antes que terminase el día de ayuno, el pueblo recalcó aun más su resolución de volver al Señor, al comprometerse a dejar de profanar el sábado. Nehemías no ejerció entonces, como lo hizo en fecha ulterior, su autoridad para impedir a los traficantes paganos que entrasen en Jerusalén; sino que en un esfuerzo para evitar que el pueblo cediese a la tentación, lo comprometió en un pacto solemne a no transgredir la ley del sábado comprando de dichos vendedores, con la esperanza de que esto desanimaría a los tales y acabaría con el tráfico.
Se proveyó también para el sostenimiento del culto público de Dios. En adición al diezmo, la congregación se comprometió a dar anualmente una suma fija para el servicio del santuario. Escribe Nehemías: “Echamos también las suertes, … que cada año traeríamos las primicias de nuestra tierra, y las primicias de todo fruto de todo árbol, a la casa de Jehová: asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestras bestias, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas” (Patriarcas y reyes, {PR}, p. 492).
Así como el sábado fue la señal que distinguía a Israel cuando salió de Egipto para entrar en la Canaán terrenal, así también es la señal que ahora distingue al pueblo de Dios cuando sale del mundo para entrar en el reposo celestial. El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo, una señal de que éste honra la ley de su Creador. Hace distinción entre los súbditos leales y los transgresores…
A nosotros, como a Israel, nos es dado el sábado “por pacto perpetuo”. Para los que reverencian el santo día, el sábado es una señal de que Dios los reconoce como su pueblo escogido. Es una garantía de que cumplirá su pacto en su favor. Cada alma que acepta la señal del gobierno de Dios, se coloca bajo el pacto divino y eterno. Se vincula con la cadena áurea de la obediencia, de la cual cada eslabón es una promesa (Testimonios para la iglesia, {6TI}, t. 6, pp. 351, 352).
Israel se había tornado a Dios con profunda tristeza por su apostasía. Había hecho su confesión con lamentos. Había reconocido la justicia con que Dios le había tratado, y en un pacto se había comprometido a obedecer su ley. Ahora debía manifestar fe en sus promesas. Dios había aceptado su arrepentimiento; ahora les tocaba a ellos regocijarse en la seguridad de que sus pecados estaban perdonados y de que habían recuperado el favor divino.
Los esfuerzos de Nehemías por restablecer el culto del verdadero Dios habían sido coronados de éxito. Mientras el pueblo fuese fiel al juramento que había prestado, mientras obedeciese a la palabra de Dios, el Señor cumpliría su promesa derramando sobre él copiosas bendiciones (Patriarcas y reyes, {PR}, p. 492).
58
Jueves 21 de noviembre | Lección 8___________________________________________
EL TEMPLO
Repasa Nehemías 10:32 al 39. ¿Por qué los servicios del Templo eran esenciales para los israelitas, como vemos en esta frase: “No abandonaremos la casa de nuestro Dios” (Neh. 10:39)? ¿Por qué el Templo era tan importante para la fe en su conjunto? (Ver, además, Heb. 8:1–7.)
Nehemías 10:32-39
32 Nos impusimos además por ley, el cargo de contribuir cada año con la tercera parte de un siclo para la obra de la casa de nuestro Dios; 33 para el pan de la proposición y para la ofrenda continua, para el holocausto continuo, los días de reposo, las nuevas lunas, las festividades, y para las cosas santificadas y los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y para todo el servicio de la casa de nuestro Dios. 34 Echamos también suertes los sacerdotes, los levitas y el pueblo, acerca de la ofrenda de la leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según las casas de nuestros padres, en los tiempos determinados cada año, para quemar sobre el altar de Jehová nuestro Dios, como está escrito en la ley. 35 Y que cada año traeríamos a la casa de Jehová las primicias de nuestra tierra, y las primicias del fruto de todo árbol. 36 Asimismo los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y que traeríamos los primogénitos de nuestras vacas y de nuestras ovejas a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que ministran en la casa de nuestro Dios; 37 que traeríamos también las primicias de nuestras masas, y nuestras ofrendas, y del fruto de todo árbol, y del vino y del aceite, para los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, y el diezmo de nuestra tierra para los levitas; y que los levitas recibirían las décimas de nuestras labores en todas las ciudades; 38 y que estaría el sacerdote hijo de Aarón con los levitas, cuando los levitas recibiesen el diezmo; y que los levitas llevarían el diezmo del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras de la casa del tesoro. 39 Porque a las cámaras del tesoro han de llevar los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino y del aceite; y allí estarán los utensilios del santuario, y los sacerdotes que ministran, los porteros y los cantores; y no abandonaremos la casa de nuestro Dios.
Hebreos 8:1-7
1 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2 ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 3 Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. 4 Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5 los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. 6 Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7 Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.
Los israelitas se comprometieron a ocuparse del Templo. A pesar de que eran un pequeño grupo económicamente oprimido por los reyes, decidieron que necesitaban dar de lo poco que tenían para que el Templo no solo sobreviviera sino también prosperara. Por lo tanto, decidieron dar un tercio de siclo para el servicio del Templo cada año, en vez de solo cuando se hacía el censo, como lo ordenaba la Ley. La nación vio la necesidad de ir más allá de lo requerido. Además, asignaron a familias específicas la responsabilidad de ofrendar leña para quemar en el altar, ya que reconocieron que sin organización la práctica disminuiría.
Las primicias, los primogénitos y los diezmos y las ofrendas eran aspectos del servicio del Templo que posibilitaban el ministerio de los sacerdotes y los levitas. Una décima parte de todo debía ir para los levitas. Además, los primogénitos eran redimidos por dinero, lo que aumentaba la suma que recibían los levitas. A su vez, una décima parte del diezmo de los levitas iba para los sacerdotes.
El Templo constituía el pulso de la nación israelita. Era tan importante para su fe que la mayor tragedia ocurrió cuando Nabucodonosor derribó el Templo y se llevó los objetos sagrados.
Cuando el Templo estaba bien administrado, le daba a la nación una vida espiritual vibrante porque le indicaba al pueblo la solución definitiva al problema del pecado, que era a través de la muerte de un cordero. Cuando Jesús murió en la Cruz, esa solución fue suplida (Rom. 5:5–10). Además, a través del servicio anual del Día de la Expiación, el pueblo aprendía que, en última instancia, Dios tiene un plan para acabar con mal y el pecado para siempre. En otras palabras, el Templo servía como escenario para revelarle al pueblo todo el plan de salvación. Las lecciones que podemos obtener al observar los servicios del Templo son inmensas y necesarias para darnos una idea más amplia del carácter de Dios y esclarecer el plan de salvación.
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Tim. 1:15). ¿Cuál era la esperanza de Pablo y cómo podemos hacerla propia también?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
El tabernáculo, como después el templo, se erigió totalmente con ofrendas voluntarias; y para sufragar los gastos de las reparaciones necesarias y otros desembolsos, Moisés mandó que en ocasión de cada censo del pueblo, cada uno diera medio siclo para el servicio del santuario. Véase Éxodo 30:12-16; 2 Reyes 12:4, 5; 2 Crónicas 24:4, 13. En el tiempo de Nehemías se hacía una contribución anual para estos fines. Nehemías 10:32, 33. De vez en cuando se ofrecían sacrificios expiatorios y de agradecimiento a Dios. Estos eran traídos en grandes cantidades durante las fiestas anuales. Y se proveía generosamente para el cuidado de los pobres (Patriarcas y profetas, {PP}, p. 565).
En la purificación del templo, Jesús anunció su misión como Mesías y comenzó su obra. Aquel templo, erigido para morada de la presencia divina, estaba destinado a ser una lección objetiva para Israel y para el mundo. Desde las edades eternas, había sido el propósito de Dios que todo ser creado, desde el resplandeciente y santo serafín hasta el hombre, fuese un templo para que en él habitase el Creador. A causa del pecado, la humanidad había dejado de ser templo de Dios. Ensombrecido y contaminado por el pecado, el corazón del hombre no revelaba la gloria del Ser divino. Pero por la encarnación del Hijo de Dios, se cumple el propósito del Cielo. Dios mora en la humanidad, y mediante la gracia salvadora, el corazón del hombre vuelve a ser su templo. Dios quería que el templo de Jerusalén fuese un testimonio continuo del alto destino ofrecido a cada alma. Pero los judíos no habían comprendido el significado del edificio que consideraban con tanto orgullo. No se entregaban a sí mismos como santuarios del Espíritu divino. Los atrios del templo de Jerusalén, llenos del tumulto de un tráfico profano, representaban con demasiada exactitud el templo del corazón, contaminado por la presencia de las pasiones sensuales y de los pensamientos profanos. Al limpiar el templo de los compradores y vendedores mundanales, Jesús anunció su misión de limpiar el corazón de la contaminación del pecado (El Deseado de todas las gentes, {DTG}, p. 132).
Pablo tenía una muy humilde opinión de su progreso en la vida cristiana. Habla de sí mismo como del mayor de los pecadores. También dice: “No que ya haya alcanzado, ni que ya sea perfecto.” Sin embargo, Pablo había sido altamente honrado por el Señor…
Hoy se necesitan obreros que tengan ese espíritu. Los que se sientan suficientes, y estén satisfechos de sí mismos, pueden muy bien quedar separados de la obra de Dios. Nuestro Señor pide obreros que, sintiendo su propia necesidad de la sangre expiatoria de Cristo, entren en su obra, no con jactancia ni con suficiencia propia, sino con la plena seguridad de la fe, percatándose de que siempre necesitarán la ayuda de Cristo para saber cómo tratar con las mentes (Obreros evangélicos, {OE}, p. 150).
59
Lección 8 | Viernes 22 de noviembre__________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El camino a Cristo, “La consagración”, pp. 43-48.
“El servicio del Santuario terrenal consistía en dos partes; los sacerdotes ministraban diariamente en el Lugar Santo, y una vez al año el sumo sacerdote efectuaba un servicio especial de expiación en el Lugar Santísimo para purificar el Santuario. Día tras día el pecador arrepentido llevaba su ofrenda a la puerta del Tabernáculo y, poniendo la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados, transfiriéndolos así figurativamente de sí mismo a la víctima inocente. Luego se mataba el animal. ‘Sin derramamiento de sangre’, dice el apóstol, no hay remisión de pecados. ‘La vida de la carne está en la sangre’ (Lev. 17:11). La Lelv de Dios quebrantada exigía la vida del transgresor. La sangre, que representaba la vida perdida del pecador, cuya culpa cargaba la víctima, la llevaba el sacerdote al Lugar Santo y la salpicaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la Ley que el pecador había transgredido. Mediante esta ceremonia, el pecado era transferido figurativamente, a través de la sangre, al Santuario. En ciertos casos, la sangre no era llevada al Lugar Santo; pero entonces el sacerdote debía comer la carne, como Moisés lo había indicado a los hijos de Aarón al decir: ‘La dio él a vosotros para llevar la iniquidad de la congregación’ (Lev. 10:17). Ambas ceremonias simbolizaban por igual la transferencia del pecado del penitente al Santuario” (CS 413).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- Piensa en las promesas que hiciste y que no cumpliste, no importa cuán sincera y seria haya sido tu intención de cumplirlas. ¿Qué aprendiste de esa experiencia que quizá podría ayudarte a evitar que vuelvas a cometer un error similar?
- El Pacto es un establecimiento legal de una relación. Nosotros cortamos esa relación con Dios, pero él siempre es fiel con su parte del Pacto, aun cuando nosotros no. Entender la bondad y la fidelidad de Dios, ¿cómo puede acercar a la humanidad a una relación estrecha con él y, de este modo, ayudarnos a vivir como deberíamos?
- Piensa en cuántas veces le has sido infiel a Dios y a las promesas que tenemos bajo el “nuevo pacto” (ver Luc. 22:20; Heb. 8:13; 9:15). ¿Por qué es tan importante entender el plan de salvación y la promesa de perdón que tenemos a causa del sacrificio de Jesús, cuya sangre selló el “nuevo pacto” por nosotros?
60