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Lección 6 – MÁS LECCIONES DEL GRAN MAESTRO – Para el 7 de noviembre de 2020

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Lección 6: Para el 7 de noviembre de 2020

MÁS LECCIONES DEL GRAN MAESTRO

Sábado 31 de octubre___________________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 3:1–11; Romanos 5:11–19; Génesis 28:10–17; Juan 1:1–14; Mateo 15:21–28; Marcos 10:46–52.

PARA MEMORIZAR:

“Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (Mar. 10:52).

¿Quién de nosotros nunca se sintió avergonzado de sí mismo? ¿Quién no ha hecho cosas que nos duelen con solo pensar en ellas y por las cuales retrocederíamos horrorizados ante la idea de que los demás se enteraran? Lo más probable es que todos, ¿verdad?

Imagínate cómo se sintieron Adán y Eva después de comer la fruta del árbol prohibido. O cuando Jacob engañó a su padre para que lo favoreciera por sobre su hermano mayor y luego tuvo que huir de la ira de su hermano. ¿Cómo habrá dormido de noche? E imagínate ser la mujer sorprendida en adulterio, “en el acto mismo” (Juan 8:4). David también pasó por esa expe­riencia, y el Salmo 32 es su confesión de lo sucedido.

Por supuesto, esa es una de las razones por las que el evangelio es uni­versal y la muerte de Cristo es para toda la humanidad. Salvando nuestras diferencias, sin duda hay algo que nos une: nuestra pecaminosidad.

Por lo tanto, la verdadera educación cristiana debe consistir en seña­larnos la única solución para nuestro estado lamentable. Esta semana ana­lizaremos nuestra única solución: nuestro gran Maestro.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Jesús miró un momento la escena: la temblorosa víctima avergonzada, los dignatarios de rostro duro, sin rastros de compasión humana. Su espíritu de pureza inmaculada sentía repugnancia por este espectáculo. Bien sabía él con qué propósito se le había traído este caso. Leía el corazón, y conocía el carácter y la vida de cada uno de los que estaban en su presencia. Aquellos hombres que se daban por guardianes de la justicia habían inducido ellos mismos a su víctima al pecado, a fin de poder entrampar a Jesús. No dando señal de haber oído la pregunta, se agachó y, fijos los ojos en el suelo, empezó a escribir en el polvo.

Impacientes por su dilación y su aparente indiferencia, los acusadores se acercaron, para imponer el asunto a su atención. Pero cuando sus ojos, siguiendo los de Jesús, cayeron sobre el pavimento a sus pies, cambió la expresión de su rostro. Allí, trazados delante de ellos, estaban los secretos culpables de su propia vida. El pueblo, que miraba, vio el cambio repentino de expresión, y se adelantó para descubrir lo que ellos estaban mirando con tanto asombro y vergüenza…

Ahora, habiendo sido arrancado su manto de pretendida santidad, estaban, culpables y condenados, en la presencia de la pureza infinita. Temblaban de miedo de que la iniquidad oculta de sus vidas fuese revelada a la muchedumbre; y uno tras otro, con la cabeza y los ojos bajos, se  fueron furtivamente, dejando a su víctima con el compasivo Salvador (El Deseado de todas las gentes, pp. 425, 426).

Tú crees que Jesús era el Hijo de Dios; pero ¿tienes una fe personal respecto a tu propia salvación? ¿Crees que Jesús es tu Salvador, que él murió en la cruz del Calvario para redimirte, que te ha ofrecido el don de la vida eterna si crees en él?…

¿Y qué es creer? Es aceptar plenamente que Jesucristo murió como nuestro sacrificio; que él se hizo maldición por nosotros, que tomó nuestros pecados sobre sí mismo, y nos imputó su propia justicia. Por eso reclamamos esta justicia de Cristo, creemos en ella, y es nuestra justicia. Él es nuestro Salvador. Nos salva porque dijo que lo haría (Fe y obras, p. 70).

Está de acuerdo con el plan divino que sigamos cada rayo de luz dado por Dios. El hombre no puede llevar a cabo nada sin Dios, y Dios ha trazado su plan de tal manera que no va a llevar a cabo nada en lo que se refiere a la restauración de la raza humana sin la cooperación de lo humano con lo divino. La parte que se requiere que el hombre realice es inconmensurablemente pequeña, no obstante, en el plan de Dios es justamente la parte necesaria para que la obra alcance el buen éxito.

El gran cambio que se observa en la vida del pecador después de la conversión no es producido por ninguna bondad humana…

El que es rico en misericordia nos ha impartido su gracia. Que la alabanza y la acción de gracias asciendan entonces hacia él, porque ha llegado a ser nuestro Salvador. Que su amor, al llenar nuestros corazones y mentes, fluya de nuestras vidas en ricas corrientes de gracia (La maravillosa gracia de Dios, p. 319).

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Domingo 1º de noviembre  | Lección 6____________________________________________

EN VEZ DE ESCONDERSE

Lee Génesis 3:1 al 11. ¿Por qué Dios le habrá preguntado a Adán: “¿Dónde estás tú?”

Génesis 3:1-11

1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí. 11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?

Las historias tradicionales de la Caída describen la fruta como una man­zana. Pero eso no es lo que dice el texto. Era simplemente el “fruto del árbol” (Gén. 3:3); el tipo de fruta no importa. Comer de ese árbol estaba prohibido porque el árbol significaba algo. Representaba la tentación de dejar a Dios de lado y declarar: “Yo puedo ser la medida de mi propia vida. Puedo ser Dios para mí. Tengo autoridad sobre la Palabra de Dios”.

Y, efectivamente, cuando la “serpiente” hizo que Adán y Eva comieran la fruta del árbol, sus vidas se salieron de curso. Y luego, cuando sintieron que Dios andaba cerca, intentaron esconderse “entre los árboles del huerto” (3:8).

Qué extraño que Dios le preguntara a Adán “¿Dónde estás tú?” Sin duda Dios sabía dónde estaba. Quizás el Señor haya hecho la pregunta con la intención de ayudar a Adán y a Eva a entender lo que estaban haciendo (esconderse) como resultado de lo que habían hecho. Es decir, los estaba ayudando a ver los tristes resultados de su proceder.

Lee Romanos 5:11 al 19, donde Pablo vincula muchas veces directamente lo que hizo Adán en el Edén con lo que hizo Jesús en la Cruz. ¿Qué debería decirnos esto acerca de cómo Jesús vino a deshacer lo que hizo Adán?

Romanos 5:11-19

11 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. 12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.15 Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo.16 Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación.17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida.19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.

Se podría argumentar que el plan de salvación es la contestación de Dios a la respuesta de Adán y de Eva. Ellos se escondieron de Dios por la vergüenza y la culpa de su pecado, y Dios vino a rescatarlos. A nuestro modo, nosotros también hicimos lo mismo, y Jesús vino a rescatarnos. De allí que también se nos podría preguntar: “¿Dónde estás tú?” Es decir, ¿dónde estás, en tu pecado y culpa, en relación con Jesús y lo que él hizo para rescatarte?

Si bien la educación cristiana es muy abarcadora, ¿por qué debe implicar, e incluso enfatizar, el hecho de que nuestro estado natural es escondernos de Dios y luego señalarnos a Jesús como la solución?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El Señor visitó a Adán y Eva y les dio a conocer las consecuencias de su desobediencia. Cuando se percataron de la presencia majestuosa de Dios trataron de esconderse de su vista, de la que antes se deleitaban, cuando gozaban de inocencia y santidad. «Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?… El Señor no formuló esa pregunta porque necesitaba información, sino para tratar de convencer a la pareja culpable. ¿Qué te infundió vergüenza y temor? (La historia de la redención, p. 40).

El Señor vio a Adán y Eva cuando tomaron la fruta del árbol prohibido. Cuando se sintieron culpables, huyeron de su presencia, y «se ocultaron», pero Dios los vio; no pudieron ocultar su vergüenza de sus ojos. Cuando Caín mató a su hermano, pensó ocultar su crimen negando lo que había hecho; pero el Señor le dijo: «La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra». Génesis 4: 10…

La Biblia presenta la ley de Dios como una norma perfecta para regir la vida y modelar el carácter. El único ejemplo perfecto de obediencia a sus preceptos está en el Hijo de Dios… y se nos ordena seguir en sus pasos (A fin de conocerle, p. 358).

Cuando se da la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: «¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!» El Salvador lo levanta con ternura, y le invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por tanto tiempo.

Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando notó que aumentaba la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él mismo causa del pecado. Con paciencia y humildad soportó, por cerca de mil años, el castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección. El Hijo de Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la obra de propiciación, Adán es restablecido a su primitiva soberanía (El conflicto de los siglos, pp. 629, 630).

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Lección 6 | Lunes 2 de noviembre______________________________________________

FUGITIVO

Lee Génesis 28:10 al 17. ¿Cuál es el contexto de esta historia y qué nos enseña acerca de la gracia de Dios para aquellos que, en cierto sentido, están huyendo de sus pecados?

Génesis 28:10-17

10 Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán.11 Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar.12 Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.13 Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia.14 Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente.15 He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.16 Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía.17 Y tuvo miedo, y dijo: !!Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.

En su trato con el resto de la familia, Jacob, con la ayuda de su madre, cayó en crueles engaños, y ahora lo está pagando. Su hermano está respi­rando amenazas violentas contra él, y él se ha convertido en un fugitivo que se dirige hacia la casa de su tío en Harán. Todo es inestable y aterrador.

Un día, Jacob avanza penosamente, hasta que anochece y cae la oscu­ridad. Está en el medio de la nada, con el cielo como techo. Al encontrar una piedra como almohada, se duerme. Pero la inconsciencia del sueño pronto se ve interrumpida. Recibe el famoso sueño, y la escalera que ve se apoya en la Tierra y se extiende hasta el cielo. Los ángeles suben y bajan por ella.

Luego oye una voz que dice: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham”. La voz continúa repitiendo las promesas que Jacob conoce de la tradición familiar. Tu descendencia será inmensa. Serán una bendición para todas las familias de la Tierra. “He aquí, yo estoy contigo”, continúa la voz, “y te guardaré por dondequiera que fueres […] porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho” (Gén. 28:15).

Elena de White escribió acerca de cómo Pablo, mucho tiempo después, “contemplaba la visión de la escalera de Jacob, que representaba a Cristo, quien unió la Tierra con el Cielo, y al hombre finito con el Dios infinito. Su fe se fortaleció al recordar cómo los patriarcas y los profetas habían confiado en Uno que fue su sostén y Consolación y por quien él sacrificaba su vida” (HAp 422).

Jacob se despierta y se dice a sí mismo: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Gén. 28:16). Lo que sucedió aquí es “impresionante”. Él nunca olvidará el lugar, y le pondrá nombre. Luego jura lealtad a Dios para toda la vida.

¿Qué podemos aprender de esta historia acerca de cómo Dios, en Cristo, busca alcanzarnos a pesar de nuestros pecados? Nuevamente, ¿por qué este principio debe ser el eje de la educación cristiana?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Jacob estaba afligido porque había cometido un error en su vida. Fue arrojado a lo más profundo. Solo, cansado, desanimado, torturado por el recuerdo de sus pasados errores, y abrumado por el temor del futuro, se puso a descansar y usó una piedra como almohada. Si Jacob hubiera tenido la conciencia limpia, su corazón hubiera sido fuerte en Dios. Pero sabía que las perplejidades, los temores y las pruebas que estaba pasando eran consecuencias de sus pecados. Este pensamiento le amargaba la vida. Jacob se había arrepentido, pero no se sentía bien con lo que había hecho. Sólo por medio de la tribulación y el sufrimiento físico y mental podía hallar el camino que había de conducirlo de nuevo al favor de Dios…

¡Oh, la maravillosa condescendencia de Dios! Siempre está listo a salir a nuestro encuentro, aún en medio de nuestras debilidades, para animarnos con su presencia, cuando hemos hecho todo lo que está de nuestra parte para entregamos plenamente a él. El cielo está abierto para el hombre. Dios será instado a hacer todas estas cosas por nosotros. El futuro te puede parecer sombrío, pero Dios vive (Cada día con Dios, p. 321).

Jacob sabe entonces que es con el ángel de la alianza con quien ha luchado. Aunque incapacitado y presa de los más agudos dolores, no ceja en su propósito. Durante mucho tiempo ha sufrido perplejidades, remordimientos y angustia a causa de su pecado; ahora debe obtener la seguridad de que ha sido perdonado. El visitante celestial parece estar por marcharse; pero Jacob se aferra a él y le pide su bendición. El ángel le insta: «¡Suéltame, que ya raya el alba!» pero el patriarca exclama: «No te soltaré hasta que me hayas bendecido». ¡Qué confianza, qué firmeza y qué perseverancia las de Jacob! Si estas palabras le hubiesen sido dictadas por el orgullo y la presunción, Jacob hubiera caído muerto; pero lo que se las inspiraba era más bien la seguridad del que confiesa su flaqueza e indignidad, y sin embargo confía en la misericordia de un Dios que cumple su pacto…

Mediante la humillación, el arrepentimiento y la sumisión, aquel mortal pecador y sujeto al error, prevaleció sobre la Majestad del cielo. Se aferró tembloroso a las promesas de Dios, y el Amor infinito no pudo rechazar la súplica del pecador. Como señal de su triunfo y como estímulo para que otros imitasen su ejemplo, se le cambió el nombre; en lugar del que recordaba su pecado, recibió otro que conmemoraba su victoria (El conflicto de los siglos, pp. 602, 603).

Cuando el enemigo os diga que el Señor os ha abandonado, decidle que sabéis que no lo ha hecho, pues declara: «No te desampararé, ni te dejaré». Hebreos 13:5. Despedid al enemigo. Decidle que no deshonrareis al Señor dudando de su amor…

No hay límite a la ayuda que el Salvador está dispuesto a concedernos… Confiad en él siempre. Apoderaos de las riquezas de su gracia, diciendo: «Creeré, creo que Jesús murió por mí». El camino ante vosotros puede parecer oscuro, pero Jesús puede hacerlo luminoso (In Heavenly Places, p. 275; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 277).

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Martes 3 de noviembre | Lección 6____________________________________________

EL RABÍ JESÚS

De todos los capítulos del Nuevo Testamento, ningún comienzo es más famoso que este: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Y Juan 1 pronto nos traslada al inolvidable versículo: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (1:14).

Lee Juan 1:1 al 14. ¿Qué dice este pasaje sobre quién era Jesús y qué vino a hacer aquí? ¿Qué debería decirnos sobre Jesús como el buen ejemplo de un maestro?

Juan 1:1-14

1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.Este era en el principio con Dios.Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

El mismo Dios que habló con Adán y Eva en el Edén, y con Jacob en medio de la nada, ahora se presenta como persona. Dios, dice el Nuevo Testamento, se personificó en Jesús. A través de Jesús, podemos conocer la voluntad y los caminos de Dios, porque Jesús es Dios.

El capítulo sigue diciendo que Juan el Bautista era un predicador tan convincente que incluso los dirigentes religiosos de Jerusalén sospechaban que podría ser alguien especial. Pero estaba preparando el camino para Al­guien más grande que él. Alguien asombrosamente especial estaba a punto de aparecer, y él, Juan el Bautista, era indigno de “desatar las correas de sus sandalias” (Juan 1:27, NTV).

Al día siguiente vio a Jesús, y declaró que era el “Hijo de Dios”. Ese día, y también un día después, dijo que Jesús era “el Cordero de Dios”.

Además, dos de los seguidores de Juan el Bautista deciden seguir a Jesús. Y, cuando Jesús les pregunta qué estaban buscando, lo llaman “Rabí (que traducido es, Maestro)” (1:38).

Por ende, Jesús es un rabino, un maestro; pero nunca ha habido un maestro humano como él, porque él es Dios. En otras palabras, Dios des­cendió en forma humana, y en esa forma actuó como Rabino, como Maestro. No es de extrañar que Elena de White haya dicho que Jesús fue “el maestro más grande que el mundo haya visto jamás” (ST, 10/6/1886). En definitiva, este Maestro era Dios.

En vista de quién era Jesús, ¿por qué tiene sentido aprender de él las mejores formas de enseñar las verdades espirituales? ¿Qué podemos aprender de Jesús acerca de por qué no solo lo que decimos es importante para enseñar, sino tam­bién lo que hacemos?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

A causa del pecado, el hombre quedó separado de Dios. De no haber mediado el plan de la redención, hubiera tenido que sufrir la separación eterna de Dios, y las tinieblas de una noche sin fin. El sacrificio de Cristo permite que se reanude la comunión con Dios. Personalmente no podemos acercarnos a su presencia; nuestra naturaleza pecadora no nos permite mirar su rostro, pero podemos contemplarlo y tener comunión con él por medio de Jesús, el Salvador.

La «iluminación del conocimiento de la gloria de Dios» se revela «en la faz de Jesucristo». «Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo». 2 Corintios 4:6; 5:19. »Y aquel. Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… lleno de gracia y de verdad». «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres». John 1:14.; 1:4. La vida y la muerte de Cristo, precio de nuestra redención, no son para nosotros únicamente una promesa y garantía de vida, ni tan solo los medios por los cuales se nos vuelven a abrir los tesoros de la sabiduría, sino una revelación de su carácter aún más amplia y elevada que la que conocían los santos moradores del Edén (La educación, p. 28).

Nos acercamos a Dios por invitación especial, y él nos espera para damos la bienvenida a su sala de audiencia. Los primeros discípulos que siguieron a Jesús no se satisficieron con una conversación apresurada en el camino; dijeron: «Rabí… ¿dónde moras?… Fueron, y vieron dónde moraba, y se quedaron con él aquel día». Juan 1 :38, 39 De la misma manera, también nosotros podemos ser admitidos a la intimidad y comunión más estrecha con Dios. «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente». Salmo 91: 1 Llamen los que desean la bendición de Dios, y esperen a la puerta de la misericordia con firme seguridad, diciendo: Tú, Señor, has dicho que cualquiera que pide, recibe; y el que busca halla; y al que llama, se abrirá (El discurso maestro de Jesucristo, p. 111 ).

El ideal de Dios para sus hijos es más elevado que cuanto pueda alcanzar el pensamiento humano más sublime. El Dios vivo ha dado en su santa ley un trasunto de su carácter. El mayor Maestro que el mundo haya conocido es Jesucristo… El ideal del carácter cristiano es la semejanza con Cristo. Se abre delante de nosotros una senda de progreso continuo. Tenemos un objeto que alcanzar, una norma que cumplir, que incluye todo lo bueno, puro, noble y elevado. Debemos esforzarnos de continuo y progresar constantemente hacia adelante y hacia arriba, hacia la perfección del carácter (Consejos para los maestros, p. 351).

Jesús ha hecho posible que todo el mundo obtenga un conocimiento inteligente de su misión y obra divinas. Vino para representar el carácter de su Padre ante el mundo, y a medida que estudiamos la vida, las palabras y las obras de Jesucristo, en todo sentido recibimos ayuda en la educación de la obediencia a Dios; y al imitar el ejemplo que nos ha dado, nos transformamos en epístolas vivientes conocidas y leídas por todos los hombres. Nosotros somos los medios humanos vivientes llamados a representar el carácter de Jesucristo ante el mundo (Exaltad a Jesús, p. 163).

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Lección 6 | Miércoles 4 de noviembre_________________________________________

UNA MUJER LE RESPONDE

Jesús es el gran Maestro. El verdadero carácter de Dios brilla a través de su enseñanza y también de su vida. Por lo tanto, un relato de los evangelios es aún más asombroso porque muestra que cuando alguien le replica a Jesús, él todavía escucha.

Lea la historia del encuentro de Jesús con una gentil (o “cananea”) de la región de Tiro y Sidón (Mat. 15:21–28; Mar. 7:24–30). Observa que los hombres del entorno de Jesús se impacientan con ella, y que incluso Jesús parece despedirla. ¿Qué opinas de la audacia de la mujer? ¿Qué nos enseña esta historia acerca de cómo el mismo Jesús enseñó a los demás?

Mateo 15:21–28

21 Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón.22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: !!Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio.23 Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.24 El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.25 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme!26 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.27 Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.

Marcos 7:24–30

24 Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies.26 La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.27 Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.28 Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.30 Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama.

Jesús estaba cerca de Tiro y Sidón. Había cruzado a un lugar donde abun­daban los extraños y las tensiones étnicas se exacerbaban. Los habitantes de la ciudad que hablaban griego miraban con desprecio a los granjeros judíos que vivían en el campo, y estos a su vez despreciaban a los de la ciudad.

No mucho antes, Herodes, el gobernante marioneta de Galilea, el terri­torio de origen de Jesús, había ejecutado a Juan el Bautista. Pero Juan era un hombre cuya perspectiva Jesús compartía ampliamente, y la ejecución parecía acechar. Jesús había comenzado a enfrentarse cara a cara con el peligro de su misión.

Al sentir la tensión, Jesús entró en una casa, con la esperanza de que nadie supiese que estaba allí (así dice Marcos en su relato: Mar. 7:24). Pero la mujer lo encontró.

En la cultura de aquel tiempo y lugar, una mujer no tenía derecho a ha­cerse valer. Además, esta mujer pertenecía a una cultura y a un grupo étnico para el que los judíos tenían poco tiempo, y esto la ponía en mayor desventaja.

Pero la hija de la mujer estaba enferma. Ella quería ayuda, y persistió en pedirla. Jesús la desestimó. “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”, le dijo (Mat. 15:26). El comentario podría haber herido los sentimientos de ella.

Y entonces sucedió algo extraordinario. A continuación ella respondió. Ella estaba familiarizada con los perros, a diferencia de los judíos, que no los tendrían como mascotas, y dijo: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mat. 15:27). Su comentario fue determinante. Parece convincente. Y Jesús sana a su hija.

“Hágase contigo como quieres” (Mat. 15:28). ¿Cómo interpretamos estas palabras? No obstante, ¿cómo respondemos cuando las cosas no suceden como nosotros queremos?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mi! Mi bija es gravemente atormentada por un demonio. Mateo 15:22…

Cristo conocía la situación de esta mujer. Él sabía que ella anhelaba verle, y se colocó en su camino. Ayudándola en su aflicción, él podía dar una representación viva de la lección que quería enseñar. Para esto había traído a sus discípulos. Deseaba que ellos viesen la ignorancia existente en las ciudades y aldeas cercanas a la tierra de Israel. El pueblo al cual había sido dada toda oportunidad de comprender la verdad no conocía las necesidades de aquellos que Je rodeaban. No hacía ningún esfuerzo para ayudar a las almas que estaban en tinieblas. El muro de separación que el orgullo judío había erigido impedía hasta a los discípulos sentir simpatía por el mundo pagano. Pero las barreras debían ser derribadas.

Cristo no respondió inmediatamente a la petición de la mujer. Recibió a esta representante de una raza despreciada como la habrían recibido los judíos. Con ello quería que sus discípulos notasen la manera fría y despiadada con que los judíos tratarían un caso tal evidenciándola en su recepción de la mujer, y la manera compasiva con que quería que ellos tratasen una angustia tal, según la manifestó en la subsiguiente concesión de lo pedido por ella (El Deseado de todas las gentes, pp. 365, 366).

Jesús conoce la carga del corazón de toda madre. Aquel cuya madre luchó con la pobreza y las privaciones simpatiza con toda madre apenada. El que hiciera un largo viaje para aliviar el corazón angustiado de una cananea, hará otro tanto por las madres de hoy. El que devolvió a la viuda de Naín su único hijo, y en su agonía de la cruz se acordó de su propia madre, se conmueve hoy por el pesar de las madres. Él las consolará y auxiliará en toda aflicción y necesidad.

Acudan, pues, a Jesús las madres con sus perplejidades. Encontrarán bastante gracia para ayudarlas en el cuidado de sus hijos. Abiertas están las puertas para toda madre que quiera depositar su carga a los pies del Salvador. Aquel que dijo: «Dejad los niños venir, y no se Lo estorbéis» (Marcos 10: 14), sigue invitando a las madres a que le traigan a sus pequeñuelos para que los bendiga (El ministerio de curación, p. 27).

Los padres y las madres deben considerar a sus hijos como miembros más jóvenes de la familia del Señor, a ellos confiados para que los eduquen para el cielo. Las lecciones que nosotros mismos aprendemos de Cristo, debemos darlas a nuestros hijos a medida que sus mentes jóvenes puedan recibirlas, revelándoles poco a poco la belleza de los principios del cielo. Así llega a ser el hogar cristiano una escuela donde los padres sirven como monitores, mientras que Cristo es el maestro principal (El Deseado de todas las gentes, p. 474).

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Jueves 5 de noviembre | Lección 6____________________________________________

UN ALUMNO QUE ENTIENDE EL MENSAJE

Jesús y sus seguidores habían emprendido el regreso hacia Jerusalén. Así como Herodes había estado preocupado por Juan el Bautista, las auto­ridades, incluyendo a Herodes, ahora estaban preocupadas por Jesús. Sus seguidores incluían a los pobres y otras personas vulnerables que desespe­radamente aguardaban un cambio.

Jesús quería traer esperanza al mundo, por sobre todas las cosas. Pero a estas alturas estaba seguro de que quienes tenían mayor poder y privi­legios iban a hacer todo lo posible para anular esa misión. No querían que él tuviese éxito.

En cuanto al círculo íntimo de los alumnos de Jesús, los doce discípulos parecían ansiosos por estar al lado de Jesús. Pero, al mismo tiempo, parecían desconcertados, o ciegos. Por ejemplo, en Marcos 8:31 al 33, el gran Maestro desafía a sus alumnos a ver cosas que a ellos les resulta difícil ver. Es decir, en muchos sentidos todavía estaban espiritualmente ciegos a lo que real­mente importaba (ver Mar. 8:37).

Todo esto forma parte del contexto del encuentro de Jesús con alguien que ve.

Lee la historia de Jesús y la curación de Bartimeo, un mendigo ciego. (Ver Mar. 10:46–52.) Observa la gran misericordia que muestra Jesús. Ahora detente a pensar que el deseo de ver del ciego lo lleva a su decisión de seguir a Jesús camino a Jerusalén. ¿Crees que Marcos pudo estar haciendo un contraste entre Bartimeo y los otros discípulos? ¿Cuánta luz arroja esta historia sobre lo que significa para ti ser receptivo al gran Maestro?

Marcos 10:46–52

46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: !!Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! 48 Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: !!Hijo de David, ten misericordia de mí! 49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama. 50 El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista. 52 Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino.

Bartimeo hubiese querido ver los rizos del pelo de un bebé y el color del trigo en la cosecha. Pero ver abarca más que solo el aspecto físico; esta his­toria, en otras palabras, se refiere a ver espiritualmente. Se trata de entender el mensaje, de captar quién es realmente el gran Maestro. Ver físicamente es una cosa. Esto es importante, y Jesús lo sabe. Pero Jesús también sabe que el deseo más profundo de cada persona es una vida nueva y mejor.

Lee Hebreos 5:12 al 14. ¿Qué nos enseña esto sobre la verdadera educación?

Hebreos 5:12-14

12 Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13 Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14 pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Multitudes que poseen la vista pasan de un lado a otro sin el deseo de ver a Jesús. Una mirada de fe sería como un toque de amor en su corazón, y les daría la bendición de su gracia; pero no conocen la enfermedad y la pobreza de su alma, y no sienten necesidad de Cristo. No ocurre lo mismo con el pobre ciego. Su única esperanza está en Jesús. Mientras aguarda y vela, escucha el ruido de muchos pasos, y pregunta ansiosamente: «¿Qué significa este ruido?» El viandante le contesta que es Jesús de Nazaret. Con la ansiedad del deseo intenso, exclama: «Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí». Tratan de hacerlo callar, pero clama con mayor vehemencia: «Hijo de David, ten misericordia de mí». Se escucha este llamamiento. Su fe perseverante recibe recompensa. No solo se restaura su vista física, sino que se abre el ojo de su entendimiento. En Cristo ve a su Redentor, y el Sol de justicia resplandece en su alma. Todos los que sienten su necesidad de Cristo, como el ciego Bartimeo, y quieren manifestar el fervor y la determinación suyas, recibirán como él la bendición que anhelan (Hijos e hijas de Dios, p. 128).

No debemos permanecer siempre en calidad de niños en nuestro conocimiento y experiencia de las cosas espirituales. No hemos de expresarnos siempre en el lenguaje del que acaba de recibir a Cristo, sino que nuestras oraciones y exhortaciones deberían crecer en inteligencia a medida que aumenta nuestra experiencia en la verdad…

Dios nos ha dado muchas ventajas y oportunidades, y cuando llegue el último gran día, y veamos lo que deberíamos haber alcanzado si hubiéramos aprovechado las ventajas que el cielo nos concedió, cuando veamos cómo debimos crecer en gracia, y consideremos esas cosas como Dios las considera, cuando veamos lo que hemos perdido al no crecer hasta llegar a la estatura de hombres y mujeres en Cristo, desearemos haber sido más fervientes y más decididos a alcanzar el precio de nuestra elevada vocación en Cristo Jesús.

Dios no desea que seáis siempre novicios. Necesita en su obra todo lo que podáis obtener aquí para lograr cultura mental y discernimiento claro. El desea que lleguéis al último tramo de la escalera, y después que avancéis hacia el reino de Dios (Hijos e hijas de Dios, p. 332).

Hay muchas almas hambrientas del Pan de vida. Su lamento es: «Dadme pan; no me deis una piedra. Lo que quiero es pan». Alimentad a esas almas hambrientas que perecen. Tengan en mente nuestros ministros, que el alimento más fuerte no se le da a los bebitos, que no conocen los principios de la verdad como nosotros los creemos. En cada época, el Señor ha tenido un mensaje especial para el pueblo de ese tiempo; del mismo modo, nosotros tenemos un mensaje para la gente de este tiempo. Pero aunque tenemos muchas cosas que decir, debemos ser constreñidos a guardar algunas de ellas por un tiempo, porque la gente no está preparada para recibirlas ahora (La voz: su educación y uso correcto, p. 362).

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Lección 6 | Viernes 6 de noviembre____________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee Elena de White, El camino a Cristo, “La prueba del discipulado”, pp. 49-56.

Elena de White nos dice (entre otras cosas) que cuando realmente res­pondemos al gran Maestro, “deseamos vehementemente llevar su imagen, respirar su espíritu, hacer su voluntad y agradarle en todas las cosas” (CC 50). En compañía de Jesucristo, “nuestros deberes llegan a ser una delicia” (ibíd., p. 51). Ahora, abre tu Biblia y consulta Mateo, capítulos 5 al 7. Este es el Sermón del Monte, uno de los grandes resúmenes de lo que el gran Maestro quería que sus alumnos supieran, y el discurso de apertura, la Constitución, del Reino que vino a establecer.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Así como Dios interpeló a Adán y a Eva, y también a Jacob, Jesús se dirige a nosotros. Él se vincula con nuestros anhelos profundos, y nos sorprende (como lo hizo con Bartimeo) a fin de que reconsi­deremos quiénes somos y hacia dónde vamos. Con esto en mente, piensa en cómo enseñamos la Biblia a nuestros hijos y a los demás. ¿Cuál es la diferencia entre una enseñanza mediocre de la Biblia y el estilo convincente que realmente produce la diferencia en la vida de la gente?
  2. El interrogante de dónde te encuentras en el camino de la vida, ¿es meramente personal o podría ser útil analizarla con gente de tu confianza? La idea de la iglesia como el “cuerpo de Cristo” (1 Cor. 12:27) ¿sugiere que conversar con los demás puede ser una forma de ponerte en contacto con lo que Cristo quiere que sepas?
  3. El jueves aprendimos que no bien Bartimeo pudo ver, tan pronto como fue rescatado de su ceguera física (y espiritual), siguió a Jesús camino a Jerusalén. En este viaje, percibió todos los días la sabidu­ría del gran Maestro. Con esto podemos suponer que él quería lle­var la imagen de Jesús, respirar su espíritu, hacer su voluntad. ¿Por qué alguien se deleitaría, como dice El camino a Cristo, en seguir una norma tan elevada como la que Jesús promovió en el Sermón del Monte?
  4. Enfócate en la pregunta final del estudio del jueves. ¿Cómo apren­demos a discernir entre el bien y el mal? ¿Cómo definimos lo que está bien y lo que está mal? Y ¿por qué lo que hacemos con ese conocimiento quizá sea aún más importante que contar con ese conocimiento?

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3 pensamientos en “Lección 6 – MÁS LECCIONES DEL GRAN MAESTRO – Para el 7 de noviembre de 2020

  1. Gracias hermano Dios lo llené del espíritu santo y te capacite grandemente para siempre recibir sus notas. Bendiciones para usted y su familia

  2. veo un importante aporte en la publicacion de apoyo con el espiritu de profecia en cada leccion fortaleciendo de esta forma la escencia misma del tema. gracias

  3. Bendiciones mi hermano en Cristo. Gracias por tu aporte en este estudio con el complemento del Espíritu de Profecía.

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