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Lección 4 – LA ESPERANZA DEL ANTIGUO TESTAMENTO – Para el 22 de octubre de 2022

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LECCIONES FUTURAS DE ESCUELA SABÁTICA

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Mayordomía El Mensaje de los Tres Ángeles Efesios Norma Cultural y Mente Misionera de Personajes Bíblicos*

2024

Salmos El Gran Conflicto Marcos Juan

2025

Amor y Justicia en la Biblia Como Estudiar la Profecía y la Inspiración Éxodo Como Permanecer en Relación con Dios

2026

Colosenses – Filipenses Religión en el Mercado** Josué El Espíritu de Profecía

2027

1 & 2 de Corintios Mayordomía Eclesiología Ezequiel

* Bible Characters as Counter Cultural and Mission Minded

** Religion in the Market Place


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Lección 4: Para el 22 de octubre de 2022

LA ESPERANZA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Sábado 15 de octubre______________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Job 19:25–27; 1 Timoteo 6:16; Salmos

49; 71; Isaías 26:14, 19; Daniel 12.

PARA MEMORIZAR:

“Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito […] pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir” (Heb. 11:17, 19).

La esperanza del Antiguo Testamento no se fundamenta en las ideas griegas sobre la inmortalidad natural del alma, sino en la enseñanza bíblica de la resurrección final de los muertos. Pero ¿cómo podría volver a la vida un cuerpo humano que ya no existe? ¿Cómo puede recuperar su identidad alguien que ha fallecido quizás hace siglos o hasta milenios?

Estas preguntas nos llevan a reflexionar sobre el misterio de la vida. Estamos vivos y disfrutamos de la vida que Dios nos concede todos los días. En el principio, Dios trajo la vida a la existencia a partir de la no-vida, mediante el poder de su Palabra (Gén. 1; Sal. 33:6, 9). Entonces, si Dios al principio pudo crear vida en la Tierra de la nada (en latín, ex nihilo), ¿por qué deberíamos dudar de su capacidad para recrear la vida humana y restaurar su identidad original?

Esta semana reflexionaremos sobre el desarrollo de la noción de la resurrección final en épocas del Antiguo Testamento, con especial énfasis en las declaraciones de Job, de algunos salmistas y de los profetas Isaías y Daniel.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Y antes de mucho las puertas del cielo se abrirán para recibir a los hijos de Dios, y de los labios del Rey de gloria resonará en sus oídos, como la másica más dulce, la invitación: “¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino destinado para vosotros desde la fundación del mundo!» Mateo 24:34.

Entonces los redimidos recibirán con gozo la bienvenida al hogar que el Señor Jesús les está preparando. Allí su compañía no será la de los viles de la tierra, ni la de los mentirosos, idólatras, impuros e incrédulos, sino la de los que hayan vencido a Satanás y por la gracia divina hayan adquirido un carácter perfecto. Toda tendencia pecaminosa, toda imperfección que los aflige aquí, habrá sido quitada por la sangre de Cristo, y se les comunicará la excelencia y brillantez de su gloria, que excede con mucho a la del sol (Exaltad a Jesús, p. 48).

Abraham creía que Isaac era el hijo de la promesa. También creía que Dios había hablado con claridad cuando le ordenó que lo ofreciera en holocausto. No dudó de la promesa de Dios; en cambio creyó que si el Señor, que en su providencia había permitido que Sara tuviera un hijo en su vejez, le había pedido que tomara la vida de su hijo, se la podría dar de nuevo y levantar a Isaac de entre los muertos…

Y cuando la mano [de Abraham] se levantó para quitar la vida de su hijo, un ángel de Dios, que había estado observando toda la fidelidad de Abraham en su camino al monte Moria, lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único» Génesis 22:11, 12 (La historia de la redención, pp. 83, 84).

Para los que están perdiendo a sus amados en este mundo, cuán preciosas son su fe y esperanza en las promesas de Dios que les abren la vida inmortal futura. Sus esperanzas pueden fijarse en realidades invisibles del mundo futuro. Cristo ha resucitado de la muerte: las primicias de los muertos. La esperanza y la fe fortalecen al alma para que pase por las negras sombras de la tumba, con plena fe de surgir a la vida inmortal en la mañana de la resurrección. ¡El paraíso de Dios, el hogar de los salvados! Allí toda lágrima será quitada de todos los rostros. Cuando Cristo venga por segunda vez, para «ser admirado en todos los que creyeron» (2 Tesalonicenses 1:10), la muerte será sorbida con victoria, y no habrá más enfermedad, más aflicción, más muerte.

El Dador de la vida llamará a su posesión adquirida en la primera resurrección, y hasta esa hora triunfante, cuando resuene la trompeta final y el vasto ejército avance hacia la victoria eterna, cada santo que duerme será mantenido en seguridad y guardado como una joya preciosa, como quien es conocido por Dios por su nombre (That I May Know Him, p. 362; parcialmente en A fin de conocerle, pp. 360, 361, y en Mensajes selectos, t. 2, pp. 309, 310).


Domingo 16 de octubre_____________________________________________

“HE DE VER A DIOS”

Lee Job 19:25 al 27, y compáralo con Juan 1:18 y 1 Timoteo 6:16. ¿Cuándo y bajo qué circunstancias Job esperaba “ver a Dios”?

Job 19:25-27

25 Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; 26 Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; 27 Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.

Juan 1:18

18 A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

1 Timoteo 6:16

16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.

La vida no es justa. Comprobamos esto especialmente cuando vemos que los “buenos” sufren y los “injustos” prosperan (ver Sal. 73:12-17; Mal. 3:14-18). Por ejemplo, Job era “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Aun así, Dios permitió que Satanás lo afligiera de diversas formas calamitosas. Físicamente, una dolorosa enfermedad le devastó el cuerpo (Job 2:1-8). Materialmente, perdió gran parte de su ganado y de sus propiedades (Job 1:13-17). De su casa, perdió a sus siervos y hasta a sus propios hijos (Job 1:16, 18). Y, emocionalmente, estaba rodeado de amigos que lo acusaban de ser un pecador impenitente que se merecía lo que le estaba pasando (Job 4:1–5:27; 8:1–22; 11:1–20 y otros). Hasta su propia esposa le dijo: “¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete” (Job 2:9).

Job no se percató de que se había convertido en el epicentro de una profunda lucha cósmica entre Dios y Satanás. Afligido por esas luchas, Job lamentó estar vivo y deseó no haber nacido nunca (Job 3:1–26). Sin embargo, manifestó abiertamente su fidelidad incondicional a Dios con las palabras: “Aunque él me matare, en él esperaré” (Job 13:15). Aunque se imaginaba que pronto su vida terminaría, conservó la confianza en que la muerte no tendría la última palabra. Firmemente convencido, declaró que, aunque muriera, algún día se levantaría y él, el mismo Job, vería a Dios en su propia carne (Job 19:25-27). “Esta es una vislumbre inconfundible de la resurrección” (CBA 3:552).

¡Qué gloriosa esperanza en medio de semejante tragedia! Rodeado de enfermedad y dolor, de un colapso económico, del reproche social y de una crisis emocional, Job aún podía anhelar el día en que resucitaría y contemplaría a su amado Redentor. En realidad, la declaración de Job sobre la resurrección estaba llena de la misma convicción que siglos después Marta le expresara a Jesús: “Yo sé que [Lázaro] resucitará en la resurrección, en el día postrero” (Juan 11:24). Job, al igual que Marta, tuvo que reclamar esta promesa por fe; aunque, a diferencia de Job, Marta pronto recibió una poderosa evidencia empírica de su creencia.

¿Cómo podemos aprender a confiar en Dios aun en medio de las duras injusticias de la vida?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La doctrina del segundo advenimiento es verdaderamente la nota tónica de las Sagradas Escrituras. Desde el día en que la primera pareja se alejara apesadumbrada del Edén, los hijos de la fe han esperado la venida del Prometido que había de aniquilar el poder destructor de Satanás y volverlos a llevar al paraíso perdido. Hubo santos desde los antiguos tiempos que miraban hacia el tiempo del advenimiento glorioso del Mesías como hacia la consumación de sus esperanzas. Enoc, que se contó entre la séptima generación descendiente de los que moraran en el Edén y que por tres siglos anduvo con Dios en la tierra, pudo contemplar desde lejos la venida del Libertador. «He aquí que viene el Señor, con las huestes innumerables de sus santos ángeles, para ejecutar juicio sobre todos». Judas 14, 15 (VM). El patriarca Job, en la lobreguez de su aflicción, exclamaba con confianza inquebrantable: «Pues yo sé que mi Redentor vive, y que en lo venidero ha de levantarse sobre la tierra». Job 19:25 (El conflicto de los siglos, pp. 301, 302).

Nos llama para que caminemos con él por el sendero de la obediencia humilde y verdadera… Si elegimos vivir con Cristo durante las edades interminables de la eternidad, ¿por qué no escogerlo ahora como nuestro Amigo más amado y de mayor confianza, y nuestro Consejero mejor y más sabio?

Nosotros tenemos el privilegio de caminar diariamente con Jesús, en una relación reposada, íntima y feliz. No necesitamos alarmarnos si el sendero cruza por conflictos y sufrimientos. Podemos gozar de la paz que sobrepasa todo entendimiento; pero nos costará batallas contra los poderes de las tinieblas, y luchas severas contra el egoísmo y el pecado innato. Las victorias que ganemos diariamente mediante esfuerzos perseverantes e incansables en el bien hacer serán preciosas en Cristo que nos ha amado, “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras». Tito 2:14 (Exaltad a Jesús, p. 92).

Todo el cielo tiene un profundo interés en nuestro bienestar, en que Satanás no nos controle ni nos amolde de acuerdo con su carácter. «Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada». Malaquías 4: 1, 2 (Cada día con Dios, p. 121).


Lunes 17 de octubre_______________________________________________

“DEL PODER DEL SEOL”

Lee Salmo 49. ¿Qué llevó al salmista a estar tan seguro de su resurrección final (Sal. 49:15), en contraste con quienes perecieron sin esa seguridad (Sal. 49:6–14)?

Salmo 49

1 Oíd esto, pueblos todos; Escuchad, habitantes todos del mundo, Así los plebeyos como los nobles, El rico y el pobre juntamente Mi boca hablará sabiduría, Y el pensamiento de mi corazón inteligencia. Inclinaré al proverbio mi oído; Declararé con el arpa mi enigma. ¿Por qué he de temer en los días de adversidad, Cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare? Los que confían en sus bienes, Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, Ni dar a Dios su rescate (Porque la redención de su vida es de gran precio, Y no se logrará jamás), Para que viva en adelante para siempre, Y nunca vea corrupción. 10 Pues verá que aun los sabios mueren; Que perecen del mismo modo que el insensato y el necio, Y dejan a otros sus riquezas. 11 Su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, Y sus habitaciones para generación y generación; Dan sus nombres a sus tierras. 12 Mas el hombre no permanecerá en honra; Es semejante a las bestias que perecen. 13 Este su camino es locura; Con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos. Selah 14 Como a rebaños que son conducidos al Seol, La muerte los pastoreará, Y los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; Se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada. 15 Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo. Selah 16 No temas cuando se enriquece alguno, Cuando aumenta la gloria de su casa; 17 Porque cuando muera no llevará nada, Ni descenderá tras él su gloria. 18 Aunque mientras viva, llame dichosa a su alma, Y sea loado cuando prospere, 19 Entrará en la generación de sus padres, Y nunca más verá la luz. 20 El hombre que está en honra y no entiende, Semejante es a las bestias que perecen.

Salmo 49 habla de la falsa confianza de los necios, “que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan” (Sal. 49:6), quienes “dan sus nombres a sus tierras” (Sal. 49:11) y viven solo para bendecirse a sí mismos (Sal. 49:18). Actúan como si sus casas y su propia gloria duraran para siempre (Sal. 49:11, 17).

Pero los necios olvidan que su honor se desvanece y que perecen al igual que las bestias (Sal. 49:12). “Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará […] se consumirá su buen parecer, y el Seol será su morada” (Sal. 49:14).

Como dijo Job siglos antes, “desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá” (Job 1:21; 1 Tim. 6:7). El salmista señala que tanto el necio como el sabio mueren, y dejan “sus riquezas a otros” (Sal. 49:10).

Pero, existe un contraste radical entre ellos. Por un lado está el necio, que perece, aunque trate de encontrar seguridad en las posesiones y los logros transitorios. En contraste, el sabio contempla, más allá de la mortalidad humana y la prisión de la tumba, la gloriosa recompensa que Dios le tiene reservada (1 Ped. 1:4). Con esta percepción en mente, el salmista pudo decir con confianza: “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo” (Sal. 49:15).

Conforme a la esperanza del Antiguo Testamento, esta declaración no sugiere que al momento de morir el alma del salmista volaría inmediatamente al cielo. El salmista simplemente dice que no permanecerá para siempre en la tumba. Llegará el momento en que Dios lo redimirá de la muerte y lo llevará a los atrios celestiales.

Una vez más, se describe la certeza de la resurrección futura, que aporta esperanza, seguridad y sentido a esta existencia actual. Por lo tanto, el sabio recibirá una recompensa mucho más gloriosa y eterna que la que el necio podría reunir para sí en esta corta vida.

¿De qué manera has podido ver la locura de quienes confían en sus riquezas y sus logros? Fijar tus ojos en la Cruz, ¿cómo puede protegerte de caer en el mismo error?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Cristo reclama como suyos a todos los que han creído en su nombre. El poder vitalizador del Espíritu de Cristo que mora en el cuerpo mortal, vincula a cada alma creyente a Jesucristo. Los que creen en Jesús son sagrados para su corazón, porque su vida está oculta con Cristo en Dios. El Dador de la vida pronunciará esta orden: «¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos». Isaías 26:19.

El Dador de la vida llamará a su posesión adquirida en la primera resurrección, y hasta esa hora triunfante, cuando resuene la trompeta final y el vasto ejército avance hacia la victoria eterna, cada santo que duerme será mantenido en seguridad y guardado como una joya preciosa, como quienes conocido por Dios por su nombre. Resucitarán por el poder del Salvador que moró en ellos mientras vivieron y porque fueron participantes de la naturaleza divina (Mensajes selectos, t. 2, pp. 309, 310).

 Los que están íntimamente relacionados con Dios pueden no prosperar en las cosas de esta vida; con frecuencia son afligidos y probados. José fue vilipendiado y perseguido porque conservó su virtud e integridad. David, el mensajero elegido de Dios, fue acechado como una fiera por sus perversos enemigos. Daniel fue arrojado al foso de los leones, porque era firme e íntegro en su fidelidad a Dios. Job fue privado de sus posesiones mundanales, y tan afligido en su cuerpo que le aborrecían sus parientes y amigos; sin embargo, conservó su fidelidad e integridad a Dios…

Estos ejemplos de firmeza humana, mediante la fuerza del poder divino, son para el mundo un testimonio de la fidelidad de las promesas de Dios, de su permanente presencia y de su gracia sostenedora (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 517).

El sacrificio hecho en favor del hombre fue infinito, más allá de la comprensión de los más poderosos intelectos, no obstante lo cual hombres que pretenden ser participantes de estos beneficios celestiales, que se les concedieron a tan alto costo, son demasiado egoístas como para hacer algún verdadero sacrificio para Dios. Sus mentes están concentradas en el mundo, y solo en el mundo. En el Salmo 49 leemos: «Los que confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás)”. vers. 6-8. Si todos recordaran, y pudieran apreciar algo del inmenso sacrificio hecho por Cristo, se sentirían reprendidos por su temeridad y su supremo egoísmo (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 178).


Martes 18 de octubre______________________________________________

“DE LOS ABISMOS DE LA TIERRA”

Lee Salmo 71. ¿Qué quiso decir el salmista cuando le pidió a Dios que lo levantara “de los abismos de la tierra” (Sal. 71:20)?

Salmo 71

1 En ti, oh Jehová, me he refugiado; No sea yo avergonzado jamás. Socórreme y líbrame en tu justicia; Inclina tu oído y sálvame. Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, Porque tú eres mi roca y mi fortaleza. Dios mío, líbrame de la mano del impío, De la mano del perverso y violento. Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud. En ti he sido sustentado desde el vientre; De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; De ti será siempre mi alabanza. Como prodigio he sido a muchos, Y tú mi refugio fuerte. Sea llena mi boca de tu alabanza, De tu gloria todo el día. No me deseches en el tiempo de la vejez; Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares. 10 Porque mis enemigos hablan de mí, Y los que acechan mi alma consultaron juntamente, 11 Diciendo: Dios lo ha desamparado; Perseguidle y tomadle, porque no hay quien le libre. 12 Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro. 13 Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma; Sean cubiertos de vergüenza y de confusión los que mi mal buscan. 14 Mas yo esperaré siempre, Y te alabaré más y más. 15 Mi boca publicará tu justicia Y tus hechos de salvación todo el día, Aunque no sé su número. 16 Vendré a los hechos poderosos de Jehová el Señor; Haré memoria de tu justicia, de la tuya sola. 17 Oh Dios, me enseñaste desde mi juventud, Y hasta ahora he manifestado tus maravillas. 18 Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, Hasta que anuncie tu poder a la posteridad, Y tu potencia a todos los que han de venir, 19 Y tu justicia, oh Dios, hasta lo excelso. Tú has hecho grandes cosas; Oh Dios, ¿quién como tú? 20 Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, Volverás a darme vida, Y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra. 21 Aumentarás mi grandeza, Y volverás a consolarme. 22 Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio, Oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti en el arpa, Oh Santo de Israel. 23 Mis labios se alegrarán cuando cante a ti, Y mi alma, la cual redimiste. 24 Mi lengua hablará también de tu justicia todo el día; Por cuanto han sido avergonzados, porque han sido confundidos los que mi mal procuraban.

En Salmo 49 encontramos una conmovedora expresión de esperanza en la resurrección, en contraste con la falsa seguridad del necio, que confiaba en su riqueza. En Salmo 71, el salmista busca seguridad y esperanza en Dios mientras está rodeado de enemigos y acusadores falsos que dicen que Dios lo ha abandonado (Sal. 71:10, 11).

En medio de las pruebas, el salmista encuentra consuelo y seguridad al recordar cómo Dios lo cuidó en el pasado. En primer lugar, se da cuenta de que Dios lo sostuvo desde que nació e incluso desde que lo sacara del vientre de su madre (Sal. 71:6). Luego, reconoce que Dios le enseñó desde su juventud (Sal. 71:17).

Con la certeza de que Dios era su Roca y su Fortaleza, el salmista le suplica: “Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente” (Sal. 71:3). “No me deseches en el tiempo de la vejez. Cuando mi fuerza se acabare, no me desampares” (Sal. 71:9). “Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro” (Sal. 71:12). Y luego el salmista agrega: “Tú, que me has hecho ver muchas angustias y males, volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra” (Sal. 71:20).

La expresión “de los abismos de la tierra” podría entenderse literalmente como una alusión a la futura resurrección física del salmista. Pero el contexto parece favorecer una descripción metafórica de la condición de profunda depresión del salmista, como si la Tierra se lo estuviera tragando (comparar con Sal. 88:6; 130:1). Por lo tanto, podríamos decir que, “aunque básicamente se trata de lenguaje figurativo, también contiene una sugerencia de resurrección física” (BEA, nota sobre Sal. 71:20).

En definitiva, lo importante es captar que, sea cual fuere nuestra situación, Dios está allí, tiene interés y, en última instancia, nuestra esperanza no se encuentra en esta vida, sino en la vida venidera: la vida eterna que tenemos en Jesús después de nuestra resurrección, a su regreso.

Todos hemos tenido terribles momentos de desánimo. Sin embargo, el hecho de enfocarte en las formas en que Dios estuvo contigo en el pasado, ¿cómo puede ayudarte a seguir adelante con fe y confianza en los momentos en que él aparentemente está muy lejos?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

David rogó al Señor que no lo abandonara en la vejez. ¿Y por qué oró así? Vio que la mayoría de los ancianos que lo rodeaban no eran felices debido a que sus indeseables rasgos de carácter aumentaban con la edad. Si por naturaleza habían sido mezquinos y codiciosos, lo eran muchísimo más en los años de la madurez. Si habían sido celosos, irritables e impacientes, eso se tornaba peor con la vejez…

[David] se sintió angustiado. Previó el tiempo cuando sería viejo, y temió que Dios lo abandonaría, y que sería tan desventurado como otros ancianos cuya conducta había contemplado, y que sería abandonado al vituperio de los enemigos del Señor. Abrumado por esa preocupación, oró fervorosamente [se cita Salmo 71:9, 17, 19]…

Si [todos] tuvieran la actitud mental que Dios quiere que tengan, sus últimos días podrían ser los mejores y más felices de su vida… Debieran deponer ansiedades y preocupaciones, y ocupar su tiempo en la forma más feliz que puedan, madurando bien para el cielo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, pp. 1166, 1167).

Desde los tiempos de David, no había reinado rey alguno que hubiese obrado tan poderosamente para la edificación del reino de Dios en un tiempo de apostasía y desaliento. El moribundo rey había servido fielmente a su Dios, y había fortalecido la confianza del pueblo en Jehová como su Gobernante supremo. Y, como David, podía ahora interceder así…

«Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza: Seguridad mía desde mi juventud. Por ti he sido sustentado.» «No me deseches en el tiempo de la vejez. «Oh Dios, no te alejes de mí: Dios mío, acude presto a mi socorro.» «Oh Dios, no me desampares, hasta que denuncie tu brazo a la posteridad, tus valentías a todos los que han de venir.» Salmo 71:5, 6, 9, 12, 18.

Aquel cuyas «compasiones nunca se acaban» (Lamentaciones 3:22) oyó la oración de su siervo…

Habiendo recobrado su fuerza, el rey de Judá reconoció en las palabras de un himno la misericordia de Jehová y prometió dedicar los años restantes de su vida a servir voluntariamente al Rey de reyes. Su reconocimiento agradecido de la forma compasiva en que Dios le había tratado resulta inspirador para todos los que deseen dedicar sus años a la gloria de su Hacedor (Profetas y reyes, pp. 252—254).

Cuando la depresión se apodera del alma, eso no es evidencia de que Dios haya cambiado. Él es «el mismo ayer, y hoy, y por los siglos». Es posible estar seguro del favor de Dios cuando se es capaz de sentir los rayos del Sol de justicia; pero si las nubes envuelven su alma, no debemos creer que hemos sido abandonados… Atesoremos las lecciones que proporciona su amor. Que nuestra fe sea como la de Job, para que podamos decir: «Aunque él me matare, en él esperaré». Aferrémonos de las promesas del Padre celestial, y recordemos la forma como nos trata; porque «todas las cosas les ayudan a bien… a los que conforme a su propósito son llamados» (Mente, carácter y personalidad, t. 2, p. 514).


Miércoles 19 de octubre____________________________________________

TUS MUERTOS VIVIRÁN

Lee Isaías 26:14 y 19. ¿Cuál es el contraste entre los que perecerán para siempre (Isa. 26:14; ver también Mal. 4:1) y los que recibirán la vida eterna (Isa. 26:19)?

Isaías 26:14 y 19

14 Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitarán; porque los castigaste, y destruiste y deshiciste todo su recuerdo.

19 Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos.

Malaquias 4:1

1 Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.

Isaias 26:19

19 Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos.

El libro de Isaías presenta un gran contraste entre la majestad de Dios y nuestra fragilidad humana (ver Isa. 40). Aunque somos como la hierba que se seca y la flor que se marchita, la Palabra de Dios permanece para siempre (Isa. 40:6-8). Sin embargo, a pesar de nuestra pecaminosidad humana, la gracia salvífica de Dios está disponible para todos los seres humanos y es eficaz incluso para los gentiles que abracen su Pacto y guarden el sábado (Isa. 56).

En el libro de Isaías, la esperanza de la resurrección se amplía significativamente. Si bien previamente en la Biblia las alusiones a la resurrección se expresaron más desde perspectivas personales (Job 19:25-27; Sal. 49:15; 71:20), el profeta Isaías habla de ella como si lo incluyera a él mismo y también a la comunidad de creyentes del Pacto (Isa. 26:19).

Isaías 26 contrasta los distintos destinos de los impíos y los justos. Por un lado, los malvados seguirán muertos, y no volverán a vivir jamás, al menos después de la “segunda muerte” (Apoc. 21:8). Serán completamente destruidos y toda su memoria perecerá para siempre (Isa. 26:14). Este pasaje subraya la enseñanza de que no hay almas ni espíritus sobrevivientes que continúen vivos después de la muerte. Hablando de la destrucción final de los impíos, que tendrá lugar posteriormente, Dios declaró en otra parte que se quemarán por completo, y no quedará “ni raíz ni rama” de ellos (Mal. 4:1).

Por otro lado, los justos muertos resucitarán de la muerte para recibir su bendita recompensa. Isaías 25 resalta que Jehová el Señor “destruirá a la muerte para siempre” y “enjugará […] toda lágrima de todos los rostros” (Isa. 25:8). En Isaías 26 encontramos las siguientes palabras: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos” (Isa. 26:19). Todos los justos resucitados participarán de la alegre fiesta que Dios preparará para todos los pueblos (Isa. 25:6). La resurrección final reunirá a todos los justos de todas las edades, incluyendo a tus seres queridos que ya murieron en Cristo.

Imagínate si no tuviéramos ninguna esperanza, ninguna seguridad, ninguna razón para pensar que nuestra muerte no es más que el fin de todo para nosotros. Y, peor aún: que todos nuestros amados desaparecerán, y pronto será como si nunca hubiéramos existido; como si nuestra vida nunca hubiese significado absolutamente nada. ¿Cómo contrasta este destino con la esperanza que tenemos?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

A consecuencia del pecado de Adán, la muerte pasó a toda la raza humana. Todos descienden igualmente a la tumba. Y debido a las disposiciones del plan de salvación, todos saldrán de los sepulcros. «Ha de haber resurrección de los muertos, así de justos como de injustos». Hechos 24: 15. «Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados». 1 Corintios 15:22. Pero queda sentada una distinción entre las dos clases que serán resucitadas. «Todos los que están en los sepulcros oirán su voz [del Hijo del hombre]; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal a resurrección de condenación». Juan 5:28, 29. Los que hayan sido «tenidos por dignos» de resucitar para la vida son llamados «dichosos y santos». «Sobre los tales la segunda muerte no tiene poder». Apocalipsis 20:6 (VM). Pero los que no hayan asegurado para sí el perdón, por medio del arrepentimiento y de la fe, recibirán el castigo señalado a la transgresión: «la paga del pecado» (El conflicto de los siglos, pp. 532, 533).

Jesús os ama y quiere vuestro amor, Él quiere que recordéis que él dio su vida preciosa, para que vosotros no perecierais; y él será para vosotros una ayuda constante en todo momento de necesidad. Solo contemplad a Jesús, y contadle vuestras perplejidades y dificultades… Pedidle ayuda y fortaleza, y él os bendecirá, y creed que él oye vuestras oraciones…

Todo el cielo os contempla con el mayor interés. Un alma por quien Cristo ha muerto, vale más que todo un mundo. Yo quisiera que cada joven y señorita pudieran apreciar el valor de un alma humana. Si ellos se entregan a Jesús tal como son, aunque sean pecadores y estén contaminados, él los aceptará en el mismo momento en que se entreguen a él, y Jesús pondrá su Espíritu en el corazón del que lo busca con humildad. A quienquiera que acuda a él, Jesús no lo hecha fuera. Podéis amar a Jesús de todo corazón, y él nunca os chasqueará en ese amor y confianza (Nuestra elevada vocación, p. 100).

Un gran jefe militar conquista naciones, sacude los ejércitos de medio mundo; pero muere vencido y en el destierro. El filósofo que recorre el universo encontrando por doquiera las manifestaciones del poder de Dios y deleitándose en su armonía, con frecuencia deja de contemplar en estas admirables maravillas la mano que las formó. «El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen». Salmo 49:20. Ninguna esperanza de inmortalidad gloriosa alumbra el futuro de los enemigos de Dios. Pero los héroes de la fe tienen la promesa de una herencia más valiosa que cualquier riqueza terrenal, una herencia que satisfará los anhelos del alma. Pueden ser desconocidos por el mundo, pero son anotados como ciudadanos en los libros de registro del cielo (Testimonios para la iglesia, t. 4, pp. 517, 518).


Jueves 20 de octubre______________________________________________

“LOS QUE DUERMEN EN EL POLVO”

Como veremos, el Nuevo Testamento habla mucho de la resurrección de los muertos; y, como ya vimos, la idea de la resurrección también aparece en el Antiguo Testamento. Esta gente, en tiempos del Antiguo Testamento, ya tenía la misma esperanza de la resurrección final que nosotros tenemos. Marta, que vivió en la época de Jesús, ya tenía esta esperanza (Juan 11:24). Sin duda, en ese entonces los judíos tenían cierto conocimiento de la resurrección de los últimos días; aunque no todos creían en esto. (Ver Hech. 23:8.)

Lee Daniel 12. ¿Qué esperanza de resurrección encontramos aquí, en los escritos de este gran profeta?

Daniel 12

1 En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará. Y yo Daniel miré, y he aquí otros dos que estaban en pie, el uno a este lado del río, y el otro al otro lado del río. Y dijo uno al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río: ¿Cuándo será el fin de estas maravillas? Y oí al varón vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, el cual alzó su diestra y su siniestra al cielo, y juró por el que vive por los siglos, que será por tiempo, tiempos, y la mitad de un tiempo. Y cuando se acabe la dispersión del poder del pueblo santo, todas estas cosas serán cumplidas. Y yo oí, mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? Él respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. 10 Muchos serán limpios, y emblanquecidos y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán. 11 Y desde el tiempo que sea quitado el continuo sacrificio hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. 12 Bienaventurado el que espere, y llegue a mil trescientos treinta y cinco días. 13 Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.

Daniel 12:1 se refiere a Miguel, “el gran príncipe”, cuya identificación ha sido muy controvertida. Como cada una de las grandes visiones del libro de Daniel culmina con la manifestación de Cristo y su Reino, lo mismo debería ocurrir con respecto a este pasaje específico. En el libro de Daniel encontramos alusiones al mismo Ser divino como “el príncipe de los ejércitos” (Dan. 8:11), “el Príncipe de los príncipes” (Dan. 8:25), “el Mesías Príncipe” (Dan. 9:25), y finalmente como “Miguel, el gran príncipe” (Dan. 12:1). Por lo que también debemos identificar a Miguel como Cristo.

Todos los pasajes del Antiguo Testamento considerados hasta ahora (Job 19:25-27; Sal. 49:15; 71:20; Isa. 26:19) hablan de la resurrección de los justos. Pero Daniel 12 habla de una resurrección de justos e injustos. Cuando Miguel se levanta, “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dan. 12:2).

Muchos consideran que este versículo habla de una resurrección especial de algunas personas, tanto fieles como infieles, en la venida de Cristo.

“Los sepulcros se abren y ‘muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua’ (Dan. 12:2). Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel salen glorificados de la tumba y oyen el pacto de paz que Dios hace con los que han guardado su Ley. ‘Los que lo traspasaron’ (Apoc. 1:7), los que se mofaron y se rieron de la agonía del Cristo moribundo, y los oponentes más violentos de su verdad y su pueblo, son resucitados para contemplarlo en su gloria y ver el honor conferido a los fieles y obedientes” (CS 621).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Del nacimiento y de la caída de las naciones, según resaltan en los libros de Daniel y Apocalipsis, necesitamos aprender cuán vana es la gloria y pompa mundanal. Babilonia, con todo su poder y magnificencia, cuyo parangón nuestro mundo no ha vuelto a contemplar —un poder y una magnificencia que la gente de aquel tiempo creía estables y duraderos— se desvaneció y ¡cuán completamente! Pereció «como la flor de la hierba». Santiago 1:10… Solo puede perdurar lo que se vincula con su propósito y expresa su carácter. Sus principios son lo único firme que conoce nuestro mundo.

Un estudio cuidadoso de cómo se cumple el propósito de Dios en la historia de las naciones y en la revelación de las cosas venideras, nos ayudará a estimar en su verdadero valor las cosas que se ven y las que no se ven, y a comprender cuál es el verdadero objeto de la vida. Considerando así las cosas de este tiempo a la luz de la eternidad, podremos, como Daniel y sus compañeros, vivir por lo que es verdadero, noble y perdurable. Y al aprender en esta vida a reconocer los principios del reino de nuestro Señor y Salvador, el reino bienaventurado que ha de durar para siempre, podemos ser preparados para entrar con él a poseerlo cuando venga (Profetas y reyes, pp. 402, 403).

De buhardillas, de chozas, de calabozos, de patíbulos, de montañas y desiertos, de cuevas de la tierra y cavernas del mar, Cristo reunirá a sus hijos a sí. En la tierra, han sido destituidos, afligidos y atormentados. Millones han descendido a la tumba cargados de infamia por haber rehusado rendirse a las engañosas pretensiones de Satanás. Los hijos de Dios han sido ajusticiados por los tribunales humanos como los más viles criminales. Pero está cerca el día cuando Dios será «el juez». Salmo 50:6. Entonces las decisiones de la tierra serán invertidas. «Quitará la afrenta de su pueblo». A cada hijo de Dios se le darán ropas blancas. «Y llamarles han Pueblo Santo, Redimidos de Jehová». Isaías 62: 12 (Palabras de vida del gran Maestro, p. 143).

Cristo desea que todos posean en abundancia la gracia del cielo. Quiere que usted tenga su gozo, y que su propio gozo alcance la plenitud… La mano de Dios está para bien sobre todos aquellos que lo buscan, pero su poder y su ira están en contra de los que lo abandonan, los que confían en la ayuda y la amistad del mundo…

Los hijos de Dios sabrán quién es su Ayudador. Sabrán en quién pueden confiar sin duda alguna, y con la ayuda de Cristo pueden tener, sin ninguna presunción, una santa confianza. Sí, sus siervos pueden confiar solo en él, sin temor, mirando a Jesús, esforzándose por obedecer sus requerimientos, abandonando todo lo que podría unirlos al mundo, ya sea que este se oponga a ellos o los favorezca. Su éxito procede de Dios, y no fracasarán porque no disponen ni de la riqueza ni de la influencia de los impíos (Cada día con Dios, p. 352).


Viernes 21 de octubre______________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee Elena de White, Profetas y reyes, “Visiones de la gloria futura”, pp. 533-542.

La ciencia moderna enseña que toda materia está compuesta de átomos, a su vez conformados por dos partículas más pequeñas, quarks y leptones, que se cree que son los componentes básicos de toda la realidad física. Entonces, si la esencia del mundo físico son quarks y leptones, ¿no podría el Dios que no solo creó ese mundo sino también lo sostiene simplemente reconfigurar los quarks y los leptones cuando llegue el momento de resucitarnos? Para burlarse de la resurrección, el ateo Bertrand Russell preguntó qué sucedería con aquellos a quienes los caníbales se los comieron, porque sus cuerpos ahora son parte de los caníbales, y entonces, ¿a quién le corresponde qué cosa en la resurrección? Pero, supongamos que Dios simplemente toma quarks y leptones (los bloques de construcción fundamentales de la existencia) de algún lugar y, sobre la base de la información que posee sobre cada uno de nosotros, nos reconstruye a partir de esos quarks y leptones. No necesita nuestra matriz; cualquiera servirá. O, de hecho, podría simplemente llamar a la existencia a nuevos quarks y leptones y partir de allí. Al margen de cómo lo haga, el Dios que creó el Universo puede volver a crearnos, lo que promete hacer en la resurrección de los muertos.

“El Dador de la vida reunirá en la primera resurrección a su posesión comprada, y hasta que llegue esa hora triunfante, cuando resuene la última trompeta y el inmenso ejército surja para victoria eterna, cada santo que duerme será conservado como seguridad, y será guardado como una joya preciosa a la que Dios conoce por nombre. Mediante el poder del Salvador que estuvo en ellos mientras vivían y porque fueron participantes de la naturaleza divina, son sacados de entre los muertos” (“Comentarios de Elena de White”, CBA 4:1.165).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Se estima que existen dos billones de galaxias, cada una compuesta por miles de millones de estrellas. Y algunas de estas estrellas tienen planetas que orbitan alrededor de ellas, al igual que los planetas de nuestro sistema solar orbitan alrededor del Sol. Ahora, piensa en el increíble poder de Dios, quien no solo creó todas estas estrellas, sino además las sostiene y las conoce por nombre (Sal. 147:4). Aunque esa asombrosa realidad no prueba que este mismo Dios pueda resucitar a los muertos, ¿en qué medida nos revela este mismo poder asombroso que tiene y por qué, ciertamente, algo como la resurrección no estaría más allá de su poder?
  2. Hebreos 11 destaca la fidelidad y las expectativas de muchos de los llamados “héroes de la fe” de la antigüedad. ¿Cómo puede este capítulo enriquecer nuestra comprensión de la esperanza que tenían los personajes del Antiguo Testamento, incluso antes de la resurrección de Jesús?

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