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LECCIONES FUTURAS DE ESCUELA SABÁTICA
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2027 |
1 & 2 de Corintios | Mayordomía | Eclesiología | Ezequiel |
* Bible Characters as Counter Cultural and Mission Minded
** Religion in the Market Place
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Lección 13: Para el 24 de septiembre de 2022
CRISTO EN EL CRISOL
Sábado 17 de septiembre_____________________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Lucas 2:7, 22-24; Mateo 2:1-18; Juan 8:58, 59; Lucas 22:41-44; Mateo 27:51, 52; Romanos 6:23; Tito 1:2.
PARA MEMORIZAR:
“Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mat. 27:46).
Siempre que analizamos el tema del sufrimiento, se suscita la pregunta: ¿Cómo surgieron el pecado y el sufrimiento? Por revelación divina, tenemos buenas respuestas: Surgieron porque hubo seres libres que abusaron de la libertad que Dios les había dado. Esto lleva a otra pregunta: ¿Sabía Dios de antemano que estos seres caerían? Sí, pero obviamente pensó que, como escribió C. S. Lewis, “valía la pena correr el riesgo”.
¿Vale la pena correr el riesgo? ¿Para quién? ¿Para nosotros, mientras Dios está en el cielo, sentado en su Trono? No exactamente. La libertad de todas sus criaturas inteligentes era tan sagrada que, en lugar de negarnos esa libertad, Dios decidió asumir la peor parte del sufrimiento causado por nuestro abuso de esa libertad. Y vemos este sufrimiento en la vida y la muerte de Jesús, quien, al sufrir en nuestra carne, creó vínculos entre el Cielo y la Tierra que durarán por toda la eternidad.
Un vistazo a la semana: ¿Qué sufrió Cristo por nosotros? ¿Qué podemos aprender de su sufrimiento?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Era un ser de poder y gloria admirables el que se había levantado contra Dios. Acerca de Lucifer el Señor dice: «Tú echas el sello a la proporción, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura». Ezequiel 28:12. Lucifer había sido el querubín cubridor. Había estado en la luz de la presencia de Dios. Había sido el más alto de todos los seres crea dos y el primero en revelar los propósitos de Dios al universo. Después que hubo pecado, su poder seductor era tanto más engañoso y resultaba tanto más difícil desenmascarar su carácter cuanto más exaltada había sido la posición que ocupara cerca del Padre.
Dios podría haber destruido a Satanás y a los que simpatizaban con él tan fácilmente como nosotros podemos arrojar una piedrecita al suelo; pero no lo hizo. La rebelión no se había de vencer por la fuerza. Solo el gobierno satánico recurre al poder compulsorio. Los principios del Señor no son de este orden. Su autoridad descansa en la bondad, la misericordia y el amor; y la presentación de estos principios es el medio que quiere emplear. El gobierno de Dios es moral, y la verdad y el amor han de ser la fuerza que lo haga prevalecer (El Deseado de todas las gentes, pp. 706, 707).
Jesús no depuso su vida hasta haber cumplido la obra que había venido a hacer; y exclamó con su último suspiro: ¡Consumado es!» Los ángeles se regocijaron cuando escucharon esas palabras, porque el gran plan de redención había sido llevado a cabo triunfalmente. Hubo gozo en el cielo porque los hijos de Adán, de allí en adelante, y gracias a una vida de obediencia, podrían ser llevados finalmente a la presencia de Dios. Satanás fue derrotado y sabía que su reino estaba perdido (La historia de la redención, p. 235).
[Satanás] había esperado desbaratar el plan de salvación; pero sus fundamentos llegaban demasiado hondo. Y ahora, por la muerte de Cristo, conoció que él habría de morir finalmente y que su reino sería dado a Jesús. Tuvo Satanás consulta con sus ángeles. Nada había logrado contra el Hijo de Dios, y era necesario redoblar los esfuerzos y volverse con todo su poder y astucia contra sus discípulos. Debían Satanás y sus ángeles impedir a todos cuantos pudiesen que recibieran la salvación comprada para ellos por Jesús. Obrando así, todavía podría Satanás actuar contra el gobierno de Dios. También le convenía por su propio interés apartar de Cristo a cuantos seres humanos pudiese, porque los pecados de los redimidos con su sangre caerán al fin sobre el causante del pecado, quien habrá de sufrir el castigo de aquellos pecados, mientras que quienes no acepten la salvación por Jesús sufrirán la penalidad de sus propios pecados (Primeros escritos, pp. 177, 178).
Domingo 18 de septiembre___________________________________________________
LOS PRIMEROS DÍAS
Las Escrituras nos brindan poca información sobre los primeros años de Jesús. No obstante, algunos versículos nos dan una vislumbre de esas circunstancias y la clase de mundo en el que participó el Salvador.
Lee Lucas 2:7 y 22 al 24 (ver también Lev. 12:6-8) y Mateo 2:1 al 18. ¿Qué vemos en estos versículos que nos da un indicio de la clase de vida que enfrentó Jesús desde el principio?
Lucas 2:7 y 22-24
7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor 23 (como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor), 24 y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
Levítico 12:6-8
6 Cuando los días de su purificación fueren cumplidos, por hijo o por hija, traerá un cordero de un año para holocausto, y un palomino o una tórtola para expiación, a la puerta del tabernáculo de reunión, al sacerdote; 7 y él los ofrecerá delante de Jehová, y hará expiación por ella, y será limpia del flujo de su sangre. Esta es la ley para la que diere a luz hijo o hija. 8 Y si no tiene lo suficiente para un cordero, tomará entonces dos tórtolas o dos palominos, uno para holocausto y otro para expiación; y el sacerdote hará expiación por ella, y será limpia.
Mateo 2:1-18
1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. 3 Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. 4 Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta: 6 Y tú, Belén, de la tierra de Judá, No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá; Porque de ti saldrá un guiador, Que apacentará a mi pueblo Israel. 7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino. 13 Después que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. 14 Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, 15 y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo. 16 Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos. 17 Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: 18 Voz fue oída en Ramá, Grande lamentación, lloro y gemido; Raquel que llora a sus hijos, Y no quiso ser consolada, porque perecieron.
Por supuesto, Jesús no fue la primera persona que vivió en la pobreza o que se enfrentó a quienes querían matarlo, incluso desde temprana edad. Sin embargo, hay otro elemento que nos ayuda a comprender la singularidad de lo que Cristo sufrió desde los primeros tiempos.
Lee Juan 1:46. ¿Qué elemento agrega este pasaje que nos ayuda a entender los sufrimientos que tuvo que enfrentar Jesús de joven?
Juan 1:46
46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.
A excepción de Adán y de Eva antes de la Caída, Jesús fue la única persona sin pecado que vivió en la Tierra. Con su pureza, con su impecabilidad, estuvo inmerso en un mundo de pecado. Qué tortura debió haber sido, incluso de niño, que su alma pura estuviera en constante contacto con el pecado. Aun con nuestra insensibilidad debido al pecado, nosotros mismos a menudo nos alejamos de la exposición al pecado y al mal que nos resultan repulsivos. Imagínate lo que debió haber sido para Cristo, cuya alma era pura, que no estaba manchada en lo más mínimo por el pecado. Piensa en el marcado contraste entre él y los demás a su alrededor. Debió haber sido sumamente doloroso para él.
Pregúntate: “¿Cuán sensible soy a los pecados que existen a nuestro alrededor? ¿Me molestan o soy insensible a ellos? Si eres insensible a ellos, esto ¿podría deberse a las cosas que lees, miras o haces? Piénsalo.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Después de que Cristo condescendió en abandonar su suprema autoridad, en descender de una altura infinita para tomar la humanidad, pudo haber tomado para sí cualquier condición de ser humano que hubiera elegido; pero la grandeza y la jerarquía eran nada para él, y escogió la más humilde forma de vida. Belén fue el lugar de su nacimiento; por un lado su ascendencia era pobre, pero Dios, el dueño del mundo, era su Padre.
En su vida no hubo vestigios de lujo, comodidades, complacencia propia ni deleites, sino que fue una sucesión continua de abnegación y sacrificio propio. De acuerdo con su humilde nacimiento, indudablemente no tuvo grandeza ni riquezas, para que el creyente más humilde no pudiera decir que Cristo nunca supo lo que era la angustia de la pobreza apremiante. Si hubiese poseído la apariencia de la ostentación exterior, de las riquezas, de la grandeza, los más pobres habrían evitado su compañía. Por eso escogió la condición humilde de la gente mucho más numerosa. La verdad de origen celestial había de ser su tema; tenía que sembrarla en el mundo, y vivió de tal manera que era accesible para todos, para que la verdad sola impresionara los corazones humanos (Fundamentals of Christian Education, p. 401; parcialmente en Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 7, pp. 915, 916).
El contentamiento de Cristo en cualquier circunstancia provocó a sus hermanos. No pudieron comprender la razón de su paz y serenidad; y ningún argumento suyo lograba inducirlo a participar en planes o arreglos que tuviera alguna huella de vulgaridad o de culpabilidad. En cada ocasión se apartaba de ellos, afirmando claramente que engañarían a otros y que no eran dignos de ser llamados hijos de Abraham. Debía dar tal ejemplo que los niños pequeños, los miembros más tiernos de la familia del Señor, no verían nada en su vida o carácter que justificara alguna mala acción. Eres demasiado quisquilloso y peculiar —dijeron los miembros de su propia familia. ¿Por qué no ser como los demás niños? Pero esto no pudo ser; porque Cristo había de ser señal y prodigio desde su juventud en cuanto a la estricta obediencia e integridad (Fundamentals of Christian Education, p. 401).
Toda transgresión, todo descuido o rechazamiento de la gracia de Cristo, obra indirectamente sobre nosotros; endurece el corazón, deprava la voluntad, entorpece el entendimiento, y no solo os vuelve menos inclinados a ceder, sino también menos capaces de oír las tiernas súplicas del Espíritu de Dios.
Un solo rasgo malo en el carácter, un solo deseo pecaminoso, persistentemente albergado, neutraliza con el tiempo todo el poder del evangelio. Cada vez que uno cede al pecado, se fortalece la aversión del alma hacia Dios. El hombre que manifiesta un descreído atrevimiento o una estólida indiferencia hacia la verdad, no está sino segando la cosecha de su propia siembra. En toda la Escritura no hay amonestación más terrible contra el hábito de jugar con el mal que estas palabras del sabio: «Prenderán al impío sus propias iniquidades». Proverbios 5:22 (El camino a Cristo, pp. 33, 34).
Lunes 19 de septiembre______________________________________________________
DESPRECIADO Y RECHAZADO POR LOS HOMBRES
Lee los siguientes versículos, teniendo en mente que Jesús era divino, el Creador del cielo y de la Tierra, y que vino a ofrecerse a sí mismo como sacrificio por los pecados de todo el mundo (Mat. 12:22-24; Luc. 4:21-30; Juan 8:58, 59). ¿Cómo nos ayudan estos versículos a comprender los sufrimientos que Jesús enfrentó aquí, en la Tierra?
Mateo 12:22-24
22 Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. 23 Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será este aquel Hijo de David? 24 Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios.
Lucas 4:21-30
21 Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es este el hijo de José? 23 Él les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24 Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. 28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
Juan 8:58-59
58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. 59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.
Tanto los líderes como la gente común constantemente malinterpretaban la vida, los actos y las enseñanzas de Jesús, lo que generó rechazo y odio en las mismas personas a las que vino a salvar. En cierto sentido, debe ser como un padre que ve a un hijo descarriado que necesita ayuda, y aunque el padre está dispuesto a darlo todo por ese hijo, el niño lo rechaza, y acumula desprecio sobre quizá la única persona que puede librarlo de la ruina total. Eso es lo que Jesús enfrentó mientras estuvo en la Tierra. Cuán doloroso debió haber sido para él.
Lee Mateo 23:37. ¿Cómo se sintió Cristo por el rechazo? Mientras lees, pregúntate también: “¿Se sentía mal por él mismo (como nos suele pasar cuando nos rechazan) o era por otra razón?” Si fue por otra razón, ¿cuál era?
Mateo 23:37
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
Todos hemos sentido el aguijón del rechazo, y tal vez nuestro dolor era similar al de Cristo en el sentido de que era desinteresado: nos dolía, no porque nos rechazaran a nosotros, sino por lo que significaría ese rechazo para la persona que nos rechazó (quizá alguien que nos importa y que se niega a aceptar la salvación en Cristo). Imagínate, sin embargo, lo que debió haber sentido Jesús, quien era plenamente consciente de lo que tenía que afrontar con el fin de salvarlos y, al mismo tiempo, plenamente consciente de las consecuencias del rechazo de todos ellos. “Fue debido a su inocencia por lo cual [Cristo] sentía tan intensamente los asaltos de Satanás” (MS 3:151).
¿Qué puedes aprender de Cristo que te ayude a sobrellevar mejor el dolor del rechazo? ¿Qué te muestra su ejemplo? ¿Cómo puedes aplicarlo a tu vida?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
El tenía un cuerpo humano y una mente humana. El era hueso de nuestro hueso y carne de nuestra carne. Estuvo sujeto a la pobreza desde el mismo momento en que entró en el mundo. Estuvo bajo los chascos y las pruebas en su propio hogar, entre sus hermanos. No estaba rodeado, como en las cortes celestiales, de caracteres puros y hermosos. Estuvo rodeado de dificultades. Vino a nuestro mundo a mantener un carácter puro e impecable, y a refutar la mentira de Satanás de que no era posible que los seres humanos guardaran la ley de Dios. Cristo vino a vivir la ley en su carácter humano, exactamente de la misma manera en que todos pueden cumplirla en la naturaleza humana si hacen lo que Cristo hizo. El había inspirado a los hombres santos de la antigüedad a escribir para beneficio del hombre: «¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo». Isaías 27:5 (Mensajes selectos, t. 3, p. 146).
[Los escribas y fariseos]… estaban llenos de envidia porque la gente escuchaba tan atentamente las palabras de este nuevo Maestro, y se propusieron quebrar su poder sobre la multitud. Comenzaron atacando su carácter, diciendo que había nacido en pecado, y que echaba fuera los demonios por medio del príncipe de los demonios. Así se cumplieron las palabras: «Me aborrecen sin causa». Salmo 69:4; Véase Juan 15:25. Los dirigentes judíos difamaron y persiguieron a Aquel que es «señalado entre diez mil y todo él codiciable».
Al separarnos del mundo y de sus costumbres, afrontaremos el desagrado de los mundanos. El mundo odió a Aquel que era la personificación de la virtud, porque era mejor que ellos. El siervo no es mayor que su Señor. Si nuestros caminos agradan a Dios, el mundo nos odiará. Si la majestad del cielo vino a esta tierra y soportó una vida de humillación y una muerte vergonzosa, ¿por qué retrocederemos al ver que la obediencia involucra una cruz? Si él fue perseguido, ¿podemos esperar nosotros un tratamiento mejor?… Yo les señalo al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El confortará y sostendrá a todos los que acudan a él en busca de ayuda (Alza tus ojos, p. 323).
Las lágrimas de Jesús no fueron derramadas porque presintiera su sufrimiento Delante de él estaba el Getsemaní, donde pronto le envolvería el horror de una grande oscuridad… Sin embargo, no era por causa de estas señales de su muerte cruel por lo que el Redentor lloraba y gemía con espíritu angustiado. Su tristeza no era egoísta. El pensamiento de su propia agonía no intimidaba a aquella alma noble y abnegada. Era la visión de Jerusalén la que traspasaba el corazón de Jesús: Jerusalén, que había rechazado al Hijo de Dios y desdeñado su amor, que rehusaba ser convencida por sus poderosos milagros y que estaba por quitarle la vida. El vio lo que era ella bajo la culpabilidad de haber rechazado a su Redentor, y lo que hubiera podido ser si hubiese aceptado a Aquel que era el único que podía curar su herida. Había venido a salvarla; ¿cómo podía abandonarla? (El Deseado de todas las gentes, pp. 528, 529).
Martes 20 de septiembre_____________________________________________________
JESÚS EN EL GETSEMANÍ
“Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad” (Mar. 14:34).
Todo lo que Jesús sufrió durante sus 33 años en la Tierra no se compara con lo que comenzó a enfrentar en las últimas horas antes de la Cruz. Desde las edades eternas (Efe. 1:1-4; 2 Tim. 1:8, 9; Tito 1:1, 2) se planeó el sacrificio de Jesús como ofrenda por el pecado del mundo, y ahora estaba sucediendo precisamente eso.
¿Qué nos dicen los siguientes versículos sobre el sufrimiento de Cristo en el Getsemaní? Mateo 26:39; Marcos 14:33-36; Lucas 22:41-44.
Mateo 26:39
39 Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.
Marcos 14:33-36
33 Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 34 Y les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad. 35 Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. 36 Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú.
Lucas 22:41-44
41 Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, 42 diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44 Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
“Fue a corta distancia de ellos –no tan lejos que no pudiesen verlo y oírlo– y cayó postrado en el suelo. Sentía que por causa del pecado estaba siendo separado de su Padre. El abismo era tan ancho, negro y profundo que su espíritu se estremecía ante él. No debía ejercer su poder divino para escapar de esa agonía. Como hombre, debía sufrir las consecuencias del pecado del hombre. Como hombre, debía soportar la ira de Dios contra la transgresión.
“Cristo asumía ahora una actitud diferente de la que jamás asumiera antes. Sus sufrimientos pueden describirse mejor en las palabras del profeta: ‘Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos’ (Zac. 13:7). Como Sustituto y Garante del hombre pecador, Cristo estaba sufriendo bajo la justicia divina. Veía lo que significaba la justicia. Hasta entonces había obrado como intercesor por otros; ahora anhelaba tener un intercesor para sí” (DTG 637).
Medita sobre lo que le sucedió a Jesús en el Getsemaní. Ya los pecados del mundo comenzaban a caer sobre él. Trata de imaginar cómo debió haber sido eso. Ningún ser humano ha sido llamado a pasar por algo así ni antes ni después. ¿Qué nos dice esto sobre el amor de Dios por nosotros? ¿Qué esperanza puedes encontrar en esto para ti?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Cuando se puso en manos del Salvador la copa del sufrimiento en el jardín del Getsemaní, un pensamiento acudió a su mente: ¿Bebería de esa copa o abandonaría al mundo para que se perdiera en sus pecados? Su sufrimiento sobrepujaba la comprensión humana. Cuando le sobrevino la agonía, «era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra». Lucas 22:44. La copa misteriosa tembló en sus manos. En medio de esa crisis terrible, cuando todo estaba en juego, el ángel poderoso que permanece junto a la presencia de Dios acudió al lado de Cristo, no para retirar la copa que tenía en la mano sino para fortalecerlo a fin de que la bebiera, dándole la seguridad del amor del Padre.
Cristo bebió la copa, y por esto los pecadores pueden acudir a Dios para encontrar perdón y gracia. Pero los que participen de la gloria de Cristo también deben participar de sus sufrimientos…
¿Tomaremos la cruz y, mediante una comprensión inteligente de lo que significa seguir a Cristo, practicaremos la abnegación a cada instante? (Cada día con Dios, p. 47).
En esa densa oscuridad, se ocultaba la presencia de Dios. El hace de las tinieblas su pabellón y oculta su gloria de los ojos humanos. Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo. Sin embargo, su presencia no se reveló. Si su gloria hubiese fulgurado de la nube, habría quedado destruido todo espectador humano. En aquella hora terrible, Cristo no fue consolado por la presencia del Padre. Pisó solo el lagar y del pueblo no hubo nadie con él.
Con esa densa oscuridad, Dios veló la última agonía humana de su Hijo. Todos los que habían visto a Cristo sufrir estaban convencidos de su divinidad. Ese rostro, una vez contemplado por la humanidad, no sería jamás olvidado. Así como el rostro de Caín expresaba su culpabilidad de homicida, el rostro de Cristo revelaba inocencia, serenidad, benevolencia: la imagen de Dios. Pero sus acusadores no quisieron prestar atención al sello del cielo. Durante largas horas de agonía, Cristo había sido mirado por la multitud escarnecedora. Ahora le ocultó misericordiosamente el manto de Dios (El Deseado de todas las gentes, p. 702).
Dios nos amó con amor indecible, y nuestro amor hacia él aumenta a medida que comprendemos algo de la largura, la anchura, la profundidad y la altura de este amor que excede todo conocimiento. Por la revelación del encanto atractivo de Cristo, por el conocimiento de su amor expresado hacia nosotros cuando aún éramos pecadores, el corazón obstinado se ablanda y se somete, y el pecador se transforma y llega a ser hijo del cielo. Dios no utiliza medidas coercitivas; el agente que emplea para expulsar el pecado del corazón es el amor. Mediante él, convierte el orgullo en humildad, y la enemistad y la incredulidad, en amor y fe.
Dios es amor. Como los rayos de la luz del sol, el amor, la luz y el gozo fluyen de él hacia todas sus criaturas. Su naturaleza es dar. La misma vida de Dios es la manifestación del amor abnegado (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 66, 67).
Miércoles 21 de septiembre___________________________________________________
EL DIOS CRUCIFICADO
La muerte por crucifixión era uno de los castigos más duros que los romanos imponían sobre una persona. Se la consideraba la peor forma de morir. Por lo tanto, ¡qué horror era que alguien muriera de esa manera, y especialmente el Hijo de Dios! Siempre debemos recordar que Jesús vino en carne humana como la nuestra. Entre los golpes, los azotes, los clavos en sus manos y sus pies y el peso abrumador de su propio cuerpo que desgarraba las heridas, el dolor físico debió haber sido insoportable. Esto era duro incluso para los peores criminales; qué injusto, entonces, que Jesús, inocente de todo, enfrentara semejante destino.
Sin embargo, como sabemos, los sufrimientos físicos de Cristo fueron leves en contraste con lo que realmente estaba sucediendo. Esto fue más que el asesinato de un hombre inocente.
¿Qué acontecimientos cercanos a la muerte de Jesús mostraron que lo que sucedía era más de lo que la mayoría entendía en ese momento? ¿Qué sentido podemos encontrar en cada uno de estos eventos que evidencie lo que sucedió allí?
Mateos 27:45
45 Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
Mateo 27:51-52
51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52 y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;
Marcos 15:38
38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Evidentemente, lo que estaba sucediendo era mucho más que solo la muerte, por injusta que fuera, de un hombre inocente. Según las Escrituras, la ira de Dios contra el pecado, nuestro pecado, se derramó sobre Jesús. Jesús en la Cruz sufrió la justa indignación de un Dios justo contra el pecado, los pecados de todo el mundo. Como tal, Jesús sufrió algo más profundo, más tenebroso y doloroso de lo que cualquier ser humano podría conocer o experimentar alguna vez.
Al atravesar las luchas que enfrentas, ¿qué esperanza y consuelo puedes obtener de la realidad del sufrimiento de Cristo por ti en la Cruz?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Al entregar su preciosa vida, Cristo no fue sostenido por un gozo triunfante. Todo era lobreguez opresiva. No era el temor de la muerte lo que le agobiaba. No era el dolor ni la ignominia de la cruz lo que le causaba agonía inefable. Cristo era el príncipe de los dolientes. Pero su sufrimiento provenía del sentimiento de la malignidad del pecado, del conocimiento de que por la familiaridad con el mal, el hombre se había vuelto ciego a su enormidad. Cristo vio cuán terrible es el dominio del pecado sobre el corazón humano, y cuán pocos estarían dispuestos a desligarse de su poder. Sabía que sin la ayuda de Dios la humanidad tendría que perecer, y vio a las multitudes perecer teniendo a su alcance ayuda abundante (El Deseado de todas las gentes, pp. 700, 701).
Cuando Jesús, pendiente de la cruz, exclamó: «Consumado es «, el velo del templo se partió en dos de arriba abajo, para indicar que Dios ya no atendería a los sacerdotes en el templo, ni aceptaría sus sacrificios y ritos, y también para demostrar que el muro de separación entre los judíos y los gentiles se había derribado. Jesús se había ofrecido como sacrificio en favor de ambos grupos, y si se habían de salvar, ambos debían creer en él como la única ofrenda por el pecado, el Salvador del mundo.
Cuando el soldado atravesó con la lanza el costado de Jesús mientras pendía de la cruz, salieron dos raudales distintos: uno de sangre, y el otro de agua. La sangre era para lavar los pecados de aquellos que creyesen en su nombre, y el agua había de representar aquella agua viva que se obtiene de Jesús para dar vida al creyente (Primeros escritos, p. 209).
Vi a Cristo en medio de un gran concurso de gente. Procuraba grabar sus enseñanzas en las mentes. Pero era menospreciado y rechazado. Los hombres le abrumaban de injurias e ignominia. Este espectáculo me produjo gran angustia…
Luego vi la agonía de Cristo en el huerto de Getsemaní, cuando la copa misteriosa temblaba en la mano del Redentor. Rogó: «Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso; empero no como yo quiero, sino como tú». Mateo 26:39. Mientras suplicaba a su Padre, grandes gotas de sangre rodaban por su cara y caían en el suelo. Las potestades de las tinieblas se congregaban alrededor de él para desanimarlo…
¡Cuán pocos hay que se den cuenta de que todo eso ha sido sobrellevado para ellos personalmente! ¡Cuán pocos razonan de esta manera: «Esto fue hecho por mí, a fin de que yo pueda formar un carácter digno de la vida eterna»!
Mientras estas cosas me eran presentadas de una manera tan vivida, me decía a mí misma: «Nunca podré exponer este asunto tal como es»; y solo os he dado una débil descripción de lo que se me permitió ver. Al pensar en la copa que tembló en la mano del Salvador; al comprender que hubiese podido negarse a beberla y dejar al mundo perecer en su pecado, hice la decisión de consagrar todas las energías de mi ser a ganar almas para él (Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 83, 84).
Jueves 22 de septiembre_____________________________________________________
EL DIOS SUFRIENTE
Podríamos irnos acostumbrando a que, mientras estemos aquí, en este mundo, vamos a sufrir. Como criaturas caídas, es nuestro destino. No hay nada en la Biblia que nos prometa algo diferente. Al contrario…
¿Qué aportan los siguientes versículos sobre el tema que nos ocupa? Hechos 14:22; Filipenses 1:29; 2 Timoteo 3:12.
Hechos 14:22
22 confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.
Filipenses 1:29
29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él,
2 Timoteo 3:12
12 Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;
No obstante, en medio de nuestro sufrimiento, debemos tener en cuenta dos cosas.
En primer lugar, Cristo, nuestro Señor, sufrió más que cualquiera de nosotros. En la Cruz, “llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isa. 53:4); lo que conocemos solo en el ámbito personal él lo sufrió en forma colectiva por todos nosotros. Aquel que no tenía pecado, “por nosotros [se] hizo pecado” (2 Cor. 5:21) y sufrió de una manera que nosotros, como criaturas pecadoras, no podríamos ni empezar a imaginar.
En segundo lugar, mientras sufrimos, debemos recordar los resultados del sufrimiento de Cristo; es decir, lo que se nos prometió gracias a lo que Cristo ha hecho por nosotros.
Lee Juan 10:28; Romanos 6:23; Tito 1:2; y 1 Juan 2:25. ¿Qué se nos promete?
Juan 10:28
28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Romanos 6:23
23 Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Tito 1:2
2 en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,
1 Juan 2:25
25 Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.
Cualesquiera que sean nuestros sufrimientos aquí, gracias a Jesús, gracias a que él llevó sobre sí el castigo de nuestro pecado, gracias a la gran provisión del evangelio (que mediante la fe podemos ser perfectos en Jesús ahora mismo), tenemos la promesa de la vida eterna. La promesa es que, gracias a lo que Cristo ha hecho, gracias a la plenitud y la integridad de su vida y su sacrificio perfectos, nuestra existencia aquí, llena de dolor, decepciones y pérdidas, no es más que un instante, un destello, que llega y se va, en contraste con la eternidad que nos espera; una eternidad en un cielo nuevo y una Tierra Nueva, sin pecado, sufrimiento ni muerte. Y todo esto que se nos ha prometido y garantizado es únicamente gracias a Cristo y el crisol que padeció con el propósito de que un día, muy pronto, pueda ver “el fruto de la aflicción de su alma, y qued[e] satisfecho” (Isa. 53:11).
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico…
Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna. Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como substituto del hombre, fue lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón (El Deseado de todas las gentes, p. 701)
¿Cómo es el camino que nos lleva al cielo? ¿Es un camino lleno de conveniencias invitadoras? No, sino que es un sendero estrecho y aparentemente incómodo; es un camino donde hay conflictos, pruebas, tribulaciones y sufrimientos. Nuestro Capitán, Jesucristo, no nos ha ocultado nada concerniente a las batallas que debemos pelear. Despliega el mapa delante de nosotros y nos muestra el camino. Nos dice: «Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán». Lucas 13:24. «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella». Mateo 7:13. «En el mundo tendréis aflicción». Juan 16:33. El apóstol se hace eco de las palabras de Cristo: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios». Hechos 14:22. Bien, ¿es el aspecto desanimador el que debemos mantener delante de los ojos de la mente?…
Este es Jesús, la vida de toda gracia, la vida de toda promesa, la vida de todo rito y la vida de toda bendición. Jesús es la sustancia, la gloria, la fragancia y la vida misma. «El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Juan 8:12. Por lo tanto, el camino real que se ha dado a los redimidos para que anden por él no constituye tinieblas desanimadoras. Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje verdaderamente sería solitario y doloroso. El dice: «No os dejaré huérfanos». Juan 14: 18. Por lo tanto reunamos todas las preciosas promesas. Repitámoslas durante el día y meditemos en ellas durante la noche, y estemos gozosos…
¿No es este en verdad un camino real por donde viajamos, establecido para que anden los redimidos del Señor? ¿Podría habérseles proporcionado una senda mejor? ¿Un camino mejor? ¡No! ¡No! Por lo tanto practiquemos la instrucción dada. Veamos a nuestro Salvador como nuestro refugio, como nuestro escudo en la mano derecha para defendernos de los dardos de Satanás (Mensajes selectos, t. 2, pp. 279, 280).
Viernes 23 de septiembre____________________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, El Deseado de todas las gentes, “Getsemaní”, pp. 636-646; y “Calvario”, pp. 690-705.
“Tres veces repitió esa oración. Tres veces rehuyó su humanidad el último y culminante sacrificio. Pero ahora surge delante del Redentor del mundo la historia de la familia humana. Ve que los transgresores de la Ley, abandonados a sí mismos, deben perecer. Ve la impotencia del hombre. Ve el poder del pecado. Los ayes y los lamentos de un mundo condenado surgen ante él. Contempla la suerte que le tocaría, y su decisión queda hecha. Salvará al hombre, sea cual fuere el costo para sí. Acepta su bautismo de sangre, para que por él los millones que perecen puedan obtener vida eterna. Había dejado los atrios celestiales, donde todo es pureza, felicidad y gloria, para salvar a la oveja perdida, al mundo que había caído por la transgresión. Y no se apartará de su misión. Se convertirá en la propiciación de una raza que quiso pecar. Su oración expresa ahora solamente sumisión: ‘Si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad’ ” (DTG 642).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- Ser conscientes de que Dios mismo, en la persona de Cristo, sufrió más de lo que cualquiera de nosotros podría haber sufrido, ¿cómo nos ayuda en nuestros sufrimientos? ¿Qué deberían significar para nosotros los sufrimientos de Cristo en nuestro favor? ¿Qué consuelo podemos obtener de esta asombrosa verdad? Mientras piensas en la respuesta, recuerda la siguiente declaración de Elena de White: “Todo sufrimiento, que es resultado del pecado, se volcó en el seno del inmaculado Hijo de Dios” (MS 3:151).
- Como clase, repasen los sufrimientos de Cristo analizados en la lección de esta semana. ¿Cuáles fueron los crisoles que enfrentó Cristo? ¿En qué se parecen a los nuestros y en qué se diferencian? ¿Qué podemos aprender de la forma en que manejó estos desafíos que pueda ayudarnos en medio de nuestros crisoles?
- ¿Cuáles son algunas de tus promesas bíblicas favoritas a las que puedes aferrarte en medio de la tristeza y el dolor? Escríbelas, reclámalas para ti y compártelas con la clase.
- Escribe un párrafo a modo de resumen, destacando los aspectos principales que extrajiste de las lecciones de este trimestre. ¿Qué interrogantes pudiste resolver? ¿Qué cuestiones siguen sin respuesta? ¿Cómo podemos ayudarnos unos a otros a superar esas cosas que todavía nos dejan perplejos y nos preocupan tanto?
Comentario del video
¿HEMOS TENIDO VICTORIAS EN ESTE TRIMESTRE?
He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo. Lucas 10:19.
El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de Cristo consistió en rescatarlo del poder de su gran adversario. El hombre se inclina por naturaleza a seguir las sugestiones de Satanás, y no puede resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos que Cristo, el poderoso Vencedor, more en él, guíe sus deseos y lo fortalezca. Sólo Dios puede limitar el poder de Satanás…
Satanás conoce mejor que los hijos de Dios el poder que ellos pueden tener sobre él cuando su fuerza está en Cristo. Cuando el más débil creyente en la verdad solicita humildemente ayuda al poderoso Vencedor, confiando firmemente en Cristo, puede repeler con éxito a Satanás y toda su hueste.
Satanás llamará en su ayuda legiones de sus ángeles para oponerse a los progresos hasta de un alma, y si fuese posible, la arrebataría de las manos de Cristo… Pero si el que está en peligro persevera, y en su impotencia se aferra a los méritos de la sangre de Cristo, nuestro Salvador escucha la ferviente oración de fe, y envía refuerzos de ángeles poderosos en fortaleza para que lo libren.
Satanás no puede soportar que se recurra a su poderoso rival, porque teme y tiembla ante su fuerza y majestad. Al sonido de la oración ferviente, toda la hueste de Satanás tiembla. Sólo la amante compasión de Cristo, su divina gracia, su poder omnipotente pueden capacitarnos para desbaratar al implacable enemigo y someter nuestros propios corazones rebeldes. (Dios nos Cuida – 22 de Agosto).
LOS PRIMEROS DÍAS – DÍA DOMINGO
LA NINEZ DE CRISTO
La salvación de la raza humana ha sido siempre el propósito de los concilios del cielo. El pacto de la misericordia fue establecido antes de la fundación del mundo. Ha existido desde la eternidad pasada, y se lo llama el pacto eterno. Tan ciertamente como nunca ha dejado de haber Dios, no ha habido momento cuando no haya sido la delicia de la Mente eterna manifestar su gracia a la humanidad.—The S.D.A. Bible Commentary 7:934.
En los concilios del cielo se decidió que la madre del Redentor debía ser una virgen pura y piadosa, aunque pobre en lo que a riquezas terrenales concernía. Se eligió el despreciado villorrio de Nazaret para que fuera su hogar. José, su padre terrenal, era un carpintero, y quien dispuso que cada joven en Israel aprendiera un oficio, El mismo aprendió el oficio de carpintero. Nadie debe avergonzarse de una pobreza honesta.
Durante treinta años Cristo estuvo sometido a sus padres, y mediante el trabajo de sus manos ayudó a sustentar a su familia. De esta manera enseñó que el trabajo no es degradante sino que constituye un honor, y que es deber de todo hombre ocuparse en el trabajo útil y honrado…
—Manuscrito 34, del 21 de marzo de 1899, “La vida de hogar”. (Alza tus Ojos – 21 de Marzo)
Cristo no estaba solo al consumar el gran sacrificio. Este era el cumplimiento del pacto convenido entre él y su Padre desde antes de la fundación del mundo. Se habían estrechado la mano al pronunciar la solemne promesa de que Cristo llegaría a ser el fiador de la raza humana si ésta era vencida por las sofisterías de Satanás. La salvación de la raza humana siempre ha sido el objeto de los concilios celestiales. El pacto de misericordia fue hecho antes de la fundación del mundo. Ha existido desde toda la eternidad y se lo llama el pacto eterno. (Dios nos cuida – Marzo 06).
“Al llegar el cumplimiento del tiempo debía revelarse en forma humana. Tenía que ocupar su lugar a la cabeza de la humanidad mediante la toma de la naturaleza, pero no la pecaminosidad del hombre. “Cuando Cristo inclinó la cabeza y murió, derribó por tierra junto con él las columnas del reino de Satanás. Venció a Satanás en la misma naturaleza sobre la cual Satanás había obtenido la victoria en el Edén. El enemigo fue vencido por Cristo en su naturaleza humana. El poder de la Divinidad del Salvador estaba oculto. Venció en la naturaleza humana apoyándose en Dios para obtener poder.”
Comentario Bíblico 7ª, pg. 444/4
“En el cielo, Satanás había odiado a Cristo por la posición que ocupara en las cortes de Dios. Le odió aún más cuando se vio destronado. Odiaba a Aquel que se había comprometido a redimir a una raza de pecadores. Sin embargo, a ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna.” DTG pg. 32.4
Comenzó su existencia terrenal como lo hacen los seres humanos, llegando a este mundo como un bebé indefenso. Y mientras estuvo aquí, vivió la vida que todo ser humano puede vivir si recibe el don excelso que el Señor proveyó para nuestro mundo al enviar a su Hijo a cumplir el plan de salvación.
—Manuscrito 161, del 1 de julio de 1903, “El peligro de rechazar la luz”. (Alza tus Ojos – 1 de Julio).
“Nació sin una mancha de pecado, pero vino a este mundo de la misma manera como viene cada miembro de la familia humana. “Inocente e inmaculado, andaba entre los irreflexivos, los toscos y los descorteses.” Comentario Bíblico 7ª pg. 451
Su obra no fue el oficio sacerdotal de acuerdo con las designaciones de los hombres. Era imposible para éstos comprender su exaltada posición a menos que el Espíritu Santo la hiciera conocer. En nuestro favor revistió su divinidad con humanidad y descendió del trono real. Renunció a su posición de Comandante de las cortes celestiales, y por nosotros se hizo pobre a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. De esta manera, ocultó su gloria bajo la apariencia de la humanidad para poder tocar a la humanidad con su poder divino y transformador…
—Manuscrito 24, del 22 de febrero de 1898, “La vida de Cristo sobre la tierra”. (Alza tus Ojos – 22 de Febrero).
Los primeros años de la vida del Salvador fueron años de pobreza. Los días de su niñez los pasó trabajando. Al trabajar en el banco del carpintero, al asumir las responsabilidades que recaían sobre él como miembro de la familia, a menudo se cansaba. Vivía en una era corrompida. Sin embargo, el mal que lo rodeaba no lo contaminó, ni influyeron sobre su carácter los de personalidad artificial y malvada. En los amplios campos y en medio de los paisajes de la naturaleza encontraba descanso del trabajo y alimento para su vida espiritual. Al mirar más allá de la superficie, logró acumular un conocimiento de los misterios de la naturaleza que lo llenaba de paz y alegría.
Durante los años de su ministerio público, el Salvador sufrió constantemente el escrutinio de hombres arteros e hipócritas. Continuamente iban espías tras él para tratar de captar algo de sus labios con el fin de usarlo para suscitar prejuicios en su contra. Una y otra vez trataron de que pareciera culpable o que estaba en el error. Hubo oportunidades cuando tendieron trampas delante de él mediante preguntas que le formulaban cuyas respuestas esperaban provocaran su condenación por parte del pueblo. Pero en cada caso se vieron obligados a retirarse confundidos; sus acciones aparecieron en su verdadero carácter como resultado de las respuestas de Cristo. Los discursos del Salvador presentaban la verdad con poder ante las multitudes que lo escuchaban. Hasta los hombres enviados a espiar sus actos se vieron obligados a volver para dar este informe a los que los mandaron: «¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!» (John 7:46). . .
Tu conversación sea llena de gracia, porque Cristo escucha las palabras que pronuncias. La compasión esté presente en todo lo que dices; entonces se manifestará en ti el carácter de Cristo. Los modales de Jesús eran amables y discretos. Nosotros, como sus seguidores, debemos participar de su naturaleza. Cada día debemos aprender del gran Maestro, para que la atmósfera que rodea el alma se llene de vida espiritual (Carta 158, del 14 de mayo de 1908, dirigida a Edson White). 144
Cristo, el Señor de toda la tierra, fue un humilde artesano. No fue comprendido, y se lo trató con desdén y desprecio. Pero había recibido su comisión y autoridad del poder más elevado, del Soberano del cielo. Los ángeles fueron sus servidores, porque Cristo estaba ocupado en los negocios de su Padre tanto cuando trabajaba junto al banco de carpintero como cuando realizaba milagros para las multitudes. Pero ocultó el secreto de la vista del mundo. No antepuso títulos elevados a su nombre a fin de que su posición fuera comprendida, sino que vivió la Ley real de Dios. Su obra comenzó al ennoblecer el humilde oficio del artesano que debía esforzarse por lograr su pan cotidiano…
Si la vida de Cristo hubiera transcurrido entre los grandes y los ricos, el mundo de los que debían trabajar duramente se habría visto privado de la inspiración que el Señor quería que tuviera. La vida de Cristo fue mansa y humilde. Eligió esa vida a fin de poder ayudar a la familia humana. No se colocó sobre un trono como el Comandante de toda la tierra. Dejó a un lado su manto real, se quitó la corona regia para ser uno de los componentes de la familia humana. No tomó sobre sí la naturaleza de los ángeles.
—Manuscrito 24, del 22 de febrero de 1898, “La vida de Cristo sobre la tierra”. (Alza tus Ojos – 22 de Febrero).
Nuestro Salvador no vivió en reclusión misteriosa durante los años que precedieron a su ministerio público. Vivió con sus padres en Nazaret, y trabajó con José en el oficio de carpintero. Su vida fue sencilla, libre de cualquier extravagancia o despilfarro. Cuando llegó el tiempo de comenzar su ministerio público, salió para proclamar el Evangelio del reino. Hasta el fin de su obra conservó la sencillez de sus hábitos.
—Manuscrito 20, del 12 de febrero de 1902, “Nuestro Hermano mayor”. (Alza tus Ojos – 12 de Febrero).
Cristo vino a nuestro mundo y vivió en un hogar de aldeanos. Vistió las mejores ropas que sus padres pudieron proveerle, pero fueron ropas de campesino. Anduvo por ásperos senderos y escaló las pronunciadas laderas de las colinas y montañas. Cuando caminaba por las calles estaba aparentemente solo, porque los ojos humanos no podían contemplar a sus asistentes celestiales. Aprendió el oficio de carpintero, para poder señalar como honorable y ennoblecedora toda labor honesta realizada por los que trabajan con la mira puesta en la gloria de Dios…
—Manuscrito 24, del 22 de febrero de 1898, “La vida de Cristo sobre la tierra”. (Alza tus Ojos – 22 de Febrero).
CRISTO SE DA CUENTA QUE ES EL HIJO DE DIOS
Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta. Proverbios 20:11.
Cuando Cristo todavía era niño, José y su madre lo encontraron en el templo entre los doctores, mientras los escuchaba y les hacía preguntas. Mediante sus preguntas iluminó muchísimo sus mentes. En esta visita a Jerusalén comprendió que ciertamente era el Hijo de Dios, y que tenía ante sí una obra especial que hacer. Cuando su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí tu padre y yo te hemos buscado con angustia”, él respondió: “¿Por qué me buscabais?” Entonces, mientras la luz de la divinidad iluminaba su rostro, añadió solemnemente: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?”. Lucas 2:48, 49.
—Manuscrito 22, del 20 de febrero de 1898, “Cristo, el gran misionero”. (Cada Día con Dios – 20 de Febrero).
CRISTO Y LOS NIÑOS
Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos. Mateo 19:14.
Cuando los niños recogían las flores silvestres que crecían tan abundantemente a su alrededor y se apiñaban para presentárselas como pequeñas ofrendas, las recibía alegremente, les sonreía y expresaba su gozo al ver tanta variedad de flores.
Estos niños eran su herencia. Sabemos que vino para rescatarlos del enemigo mediante su muerte sobre la cruz del Calvario. Les habló palabras que guardaron en sus corazones. Se sintieron gozosos al pensar que apreciaba sus dones y les hablaba en forma tan amorosa. Cristo observaba a los niños en sus juegos, y a menudo expresaba su aprobación cuando obtenían una victoria inocente en alguna cosa que estaban decididos a hacer. Entonó cantos para esos niños utilizando palabras dulces y benditas. Ellos sabían que los amaba. Nunca les frunció el seño. Compartió sus gozos y tristezas infantiles. A menudo recogía flores y después de señalarles su belleza, se las dejaba como regalo. El había hecho las flores y se deleitaba en señalar su hermosura. Se ha dicho que Jesús nunca sonrió. Esto no es exacto. Un niño en su inocencia y pureza hacía brotar de sus labios un cántico de gozo.
—Manuscrito 20, del 12 de febrero de 1902, “Nuestro Hermano mayor”. (Alza tus Ojos – 12 de Febrero).
DESPRECIADO Y DESECHADO DE LOS HOMBRES- LUNES
Durante toda su vida terrenal fue menospreciado y se lo comprendió mal, aun entre los miembros de su propia familia. Satanás estaba constantemente sugiriendo a sus hermanos, los hijos de José, críticas acerca de quien parecía tan distinto a ellos. Rehusó cada invitación al mal, porque no se lo podía persuadir a que aceptara hacer lo malo o a desviarse en lo más mínimo del “escrito está”. Parecía tener la Escritura atesorada en el corazón y la mente. Rara vez reprendió la conducta de sus hermanos, pero siempre tuvo una palabra de Dios para decirles: “Escrito está”.—Manuscrito 2 del 9 de febrero de 1896, sin título. (Alza tus Ojos – 9 de Febrero).
LOS JUDIOS LE DESPRECIARON Y LO RECHAZARONPOR NO ENTENDER LAS ESCRITURAS
Su amonestación a los fariseos fue: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Juan 5:39.
Escudriñaban las Escrituras en busca de evidencias de la aparición del Cristo, reunían toda evidencia relacionada con la manera en la que suponían habría de venir, en tanto Cristo estaba entre ellos y no lo discernían mediante la fe… En nuestros días, como en los días de Cristo, se entenderá e interpretará erróneamente la Escritura.
Si los judíos las hubieran estudiado con corazones piadosos, fervientes y humildes, su escudriñamiento habría sido recompensado no solamente con un verdadero conocimiento del tiempo, sino también de cómo se produciría la primera aparición de Cristo. No habrían atribuído las glorias de la segunda venida de Cristo a la primera.
Tenían el testimonio de Daniel, de Isaías y de otros profetas; tenían las enseñanzas de Moisés; Cristo mismo estaba en medio de ellos, y continuaban escudriñando las Escrituras en busca de alguna evidencia de su venida. Al mismo tiempo, hacían con Cristo lo que se había profetizado que harían. Estaban tan enceguecidos que no conocieron el tiempo de su visitación ni lo que estaban haciendo. Así cumplieron la Escritura.
Muchos hacen lo mismo hoy… debido a que no han experimentado el mensaje de los tres ángeles. Hay quienes escudriñan las Escrituras en busca de pruebas de que estos mensajes están todavía en el futuro. Reconocen la veracidad de los mensajes, pero fracasan en ponerlos en el lugar que les corresponde en la historia profética y confunden a la gente. No perciben ni comprenden el tiempo del fin, ni dónde colocar estos mensajes.
El día de Dios se aproxima con pasos furtivos, pero los hombres supuestamente sabios y grandes hablan de una “educación superior”, que suponen se origina en las mentes finitas. No distinguen las señales de la venida de Cristo o del fin del mundo. El centinela debe conocer en qué momento de la noche está. Todo se reviste ahora con una solemnidad que los que creen la verdad deben percibir y sentir… En este tiempo, las pequeñeces de la vida no son sino una mota. Lo que atañe a la eternidad es de la mayor importancia.
—Manuscrito 41a. del 20 de diciembre de 1896, sin título. (Alza tus Ojos – 20 de Diciembre).
EL LLEVO NUESTRAS ENFERMEDADES
Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias. Mateo 8:17.
Solo Cristo pudo llevar las aflicciones de muchos. “En toda angustia de ellos él fue angustiado”. Isaías 63:9. Nunca provocó una enfermedad a su propia carne, pero llevó las enfermedades ajenas. Con la más tierna simpatía contemplaba a los dolientes que lo rodeaban. Gimió en espíritu cuando vio la obra de Satanás revelada en toda su maldad, e hizo suyo cada caso de necesidad y dolor…
El poder del amor estuvo en toda su [obra de] curación. Identificó sus intereses con los de la humanidad doliente. Cristo era salud y fortaleza en sí mismo, y cuando los dolientes eran traídos a su presencia, siempre era reprochada la enfermedad. Por esa razón no fue inmediatamente a ver a Lázaro. No podría haber visto su sufrimiento sin aliviarlo. No podría haber visto la enfermedad y la muerte sin combatir el poder de Satanás. Fue permitida la muerte de Lázaro para que pudiera ser presentada su resurrección, como la última evidencia cumbre para los judíos, de que Jesús era el Hijo de Dios. —Manuscrito 18, 1898.
CRISTO PIERDE LA OMNIPRESENCIA CUANDO SE CONVIERTE EN HUMANO
Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de las edades eternas, queda ligado con nosotros… Para asegurarnos los beneficios de su inmutable consejo de paz, Dios dio a su Hijo unigénito para que llegase a ser miembro de la familia humana, y retuviese para siempre su naturaleza humana. Tal es la garantía de que Dios cumplirá su promesa. “Un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado sobre su hombro”.
PERO AÚN SIGUE SIENDO DIOS
Dios adoptó la naturaleza humana en la persona de su Hijo, y la llevó al más alto cielo… El cielo está incorporado en la humanidad, y la humanidad envuelta en el seno del Amor Infinito. Cristo se postró en humildad incomparable, para que al ser exaltado al trono de Dios, también pudiese exaltar a aquellos que creen en él a un asiento con él sobre su trono. (Dios nos Cuida – 3 de Marzo).
“Revestido de la humanidad, Cristo llegó a ser uno con la humanidad y al mismo tiempo reveló a los seres pecaminosos el carácter de su Padre Celestial. Fue en todo semejante a sus hermanos. Llegó a ser carne como cualquiera de nosotros. Sufrió hambre, cansancio y sed. Necesitó alimentarse y dormir. Compartió la suerte del hombre aunque era el inmaculado de Dios…. (
FV 19.4).
“El Espíritu Santo es el representante de Cristo, pero despojado de la personalidad humana e independiente de ella. Estorbado por la humanidad, Cristo no podía estar en todo lugar personalmente. Por lo tanto, convenía a sus discípulos que fuese al Padre y enviase el Espíritu para ser su sucesor en la tierra. Nadie podría entonces tener ventaja por su situación o su contacto personal con Cristo. Por el Espíritu, el Salvador sería accesible a todos.”—El Deseado de Todas las Gentes, 606.
¿Fue la naturaleza humana del hijo de María transformada en la naturaleza divina del Hijo de Dios? No, ambas naturalezas fueron misteriosamente fusionadas en una sola persona: el Hombre Cristo Jesús. En El moraba toda la plenitud de la Divinidad corporalmente. Cuando Cristo fue crucificado, fue su naturaleza humana la que murió. La Deidad no se debilitó ni murió; eso habría sido imposible.
—Carta 280, del 3 de septiembre de 1904, dirigida a los ministros, médicos y maestros. (Alza tus Ojos – 3 de Septiembre).
—Mensajes Selectos 1:354-356.
EN EL GETSEMANI MARTES
LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO SON INDESCRIPTIBLE – UN HUMANO NO TIENE LA CAPACIDAD DE SOPORTAR TANTO SUFRIMIENTO
La naturaleza humana puede soportar solo una cantidad limitada de prueba y aflicción. Lo finito solo puede soportar una medida finita, sucumbe la naturaleza humana; pero la naturaleza de Cristo tenía una capacidad mayor para sufrir, pues lo humano existía en la naturaleza divina y esto le daba una capacidad para sufrir y soportar el resultado de los pecados de un mundo perdido. La agonía que soportó Cristo amplía, profundiza y nos da un concepto más amplio del carácter del pecado y el carácter de la retribución que Dios traerá sobre los que continúan en el pecado. La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Jesucristo para el pecador arrepentido. —Manuscrito 35, 1895.
Cuán pocos son los que tienen un concepto de la angustia que desgarró el corazón del Hijo de Dios durante sus treinta años de vida en la tierra. La senda desde el pesebre al Calvario fue ensombrecida por el dolor y la pena. Fue el varón de dolores y soportó tal quebrantamiento de corazón que ningún lenguaje humano puede describir. En su humanidad, Cristo fue probado por tentaciones tanto más grandes y con tanta mayor energía persistente de lo que es probado el hombre por el maligno, así como su naturaleza es superior a la del hombre. Las malas obras, los malos pensamientos, las malas palabras de cada hijo e hija de Adán oprimieron su alma divina. Llevó los pecados de todo pecador, porque todas las transgresiones se le imputaron… “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. Hebreos 2:3. (Dios nos Cuida -5 de Mayo)
“Los hombres y mujeres inventan toda clase de excusas por su propensión al pecado. Hacen del pecado una necesidad, algo que no se puede vencer. Pero el pecado no es una necesidad. Cristo estuvo en este mundo desde su infancia hasta la madurez, y en ese tiempo afrontó y venció todas las tentaciones que asedian al hombre. Es un modelo perfecto para la niñez, juventud, y madurez.”—Manuscrito 31, 1911.
“El pecado, tan odioso a su vista, fue cargado sobre él hasta que gimió bajo su peso. La desesperante agonía del Hijo de Dios fue mucho mayor que su dolor físico, que apenas sintió.”—The Signs of the Times, 25 de noviembre de 1889.
Satanás había hecho de los hombres y mujeres sus prisioneros y los reclamaba como sus súbditos. Cuando Cristo vio que no había ser humano capaz de ser el intercesor del hombre, El mismo entró en el fiero conflicto y guerreó contra Satanás. El unigénito Hijo de Dios era el único que podía librar a los que estaban sujetos a Satanás por el pecado de Adán. El Hijo de Dios accedió a que Satanás ensayara todas sus estratagemas contra El.
El enemigo había tentado a los ángeles en el cielo y después al primer Adán. Este cayó, y Satanás supuso que tendría éxito en entrampar a Cristo después que El asumiera la humanidad. Toda la hueste contempló esta lucha como la oportunidad de obtener la supremacía sobre Cristo. Habían anhelado tener la ocasión de mostrar su enemistad contra Dios. Cuando los labios del Maestro fueron sellados por la muerte, Satanás y sus ángeles imaginaron que habían obtenido la victoria.
Fue el sentimiento de que pesaba sobre El la culpabilidad del mundo entero lo que produjo en Cristo una angustia indecible. En esta lucha mortal el Hijo de Dios podía depender únicamente de su Padre celestial; todo fue por la fe. El mismo era el rescate, el don dado para la liberación de los cautivos. Por su propio brazo había traído salvación a los hijos de los hombres, pero ¡a qué costo para sí mismo!… ¡Qué espectáculo fue este conflicto! Sirvió para mostrar al universo celestial la justicia de Dios.
—Manuscrito 125, del 9 de diciembre de 1901, “La invariable Ley de Dios”. (Alza tus Ojos – 9 de Diciembre).
“Cristo se sometió a la crucifixión aunque las huestes angélicas podrían haberlo librado. Los ángeles sufrieron con Cristo. Dios mismo fue crucificado con Cristo, porque Cristo era uno con el Padre. Los que rechazan a Cristo, los que no permiten que él los gobierne, deciden ellos mismos ponerse bajo el gobierno de Satanás, para hacer su obra como esclavos suyos. Sin embargo, por ellos Cristo dio su vida en el Calvario.”—The S.D.A. Bible Commentary 5:1108.
EL RIEZGO DE JESUCRISTO FUE ALTISIMO
Si Satanás hubiera logrado con su tentación que Cristo pecara en lo mínimo, habría herido la cabeza del Salvador. Tal como sucedieron las cosas, sólo le pudo herir el talón. Si hubiera sido tocada la cabeza de Cristo, habría perecido la esperanza de la raza humana. La ira divina habría descendido sobre Cristo, así como descendió sobre Adán. Hubieran quedado sin esperanza Cristo y la iglesia.” 1MS pg. 299.3
LA MUERTE Y RESURRECCION
Cuando Jesús, pendiente de la cruz, exclamó: “Consumado es,” las peñas se hendieron, tembló la tierra y se abrieron algunas tumbas. Al resurgir él triunfante de la muerte y del sepulcro, mientras la tierra se tambaleaba y los fulgores del cielo brillaban sobre el sagrado lugar, algunos de los justos muertos, obedientes a su llamamiento, salieron de los sepulcros como testigos de que Cristo había resucitado. Aquellos favorecidos santos salieron glorificados. Eran santos escogidos de todas las épocas, desde la creación hasta los días de Cristo. De modo que mientras los príncipes judíos procuraban ocultar la resurrección de Cristo, hizo Dios levantar de sus tumbas cierto número de santos para atestiguar que Jesús había resucitado y proclamar su gloria. PE 183.1
Los resucitados diferían en estatura y aspecto, pues unos eran de más noble continente que otros. Se me informó que los habitantes de la tierra habían ido degenerando con el tiempo, perdiendo fuerza y donaire. Satanás tenía el dominio de las enfermedades y la muerte; y en cada época los efectos de la maldición se habían hecho más visibles y más evidente el poderío de Satanás. Los que habían vivido en los días de Noé y Abrahán parecían ángeles por su gallardía y aspecto; pero los de cada generación sucesiva habían resultado más débiles, más sujetos a las enfermedades y de vida más corta. Satanás ha ido aprendiendo a molestar y debilitar la raza. PE 184.1
La resurrección de Jesús fue una muestra de la resurrección final de todos los que duermen en él. El cuerpo resucitado del Salvador, su porte, el acento de su voz, eran familiares para sus seguidores. En forma semejante se levantarán los que duerman en Jesús. Conoceremos a nuestros amigos así como los discípulos conocieron a Jesús. Aunque hayan quedado deformados o desfigurados en esta vida mortal, sin embargo en su cuerpo resucitado y glorificado se preservará su identidad individual, y reconoceremos a los que amamos por su rostro radiante con la luz que brilla del rostro de Jesús.—The Spirit of Prophecy 3:219.
Los ángeles rodeaban como una nube al Hijo de Dios, y mandaron levantar las puertas eternas para que entrase el Rey de gloria. Vi que mientras Jesús estaba con aquella brillante hueste celestial en presencia de Dios y rodeado de su gloria, no se olvidó de sus discípulos en la tierra, sino que recibió de su Padre potestad para que pudiera volver y compartirla con ellos. El mismo día regresó y se mostró a sus discípulos, consintiendo entonces en que lo tocasen, porque ya había subido a su Padre y recibido poder. PE 187.1
Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria. ¿Quién es este Rey de gloria? Jehová el fuerte y valiente, Jehová el poderoso en batalla… El es el Rey de la gloria. Salmos 24:7-10.
Durante la ascensión de Jesús, el hecho más precioso para los discípulos fue que él ascendió al cielo en la forma tangible de su divino Maestro…
El último recuerdo que habían de tener los discípulos de su Señor fue como el Amigo que simpatizaba, el Redentor glorificado… La brillantez de la escolta celestial y la apertura de las puertas gloriosas de Dios para darle la bienvenida no habían de ser discernidas por ojos mortales.
Si se hubiera revelado a los discípulos con toda su inexpresable gloria el camino de Cristo al cielo, no podrían haber soportado esa visión. Si hubieran contemplado a las miríadas de ángeles y oído las exclamaciones triunfales de las murallas almenadas del cielo, a medida que se alzaban las puertas eternas, habría sido tan grande el contraste entre la gloria y sus propias vidas en un mundo de pruebas, que les hubiera sido difícil poder retomar la carga de sus vidas terrenales, y estar preparados para ejecutar con valor y fidelidad la comisión que les dio el Salvador…
Era mejor que la relación terrenal de los discípulos con su Salvador terminara en la forma solemne, tranquila y sublime en que terminó. La ascensión visible de Cristo estaba en armonía con la humildad y modestia de su vida. —The Spirit of Prophecy 3:254, 255.
“Pensad en Jesús. Está en aquel sitio santo, no en la soledad, sino rodeado de millares y millares de ángeles santos que esperan su mandato. Y él les ordena ir y trabajar en favor del más débil creyente que pone su confianza en Dios. La misma ayuda está a disposición de humildes y encumbrados, ricos y pobres.”— The Review and Herald, 29 de mayo de 1900.
YO SOY significa una presencia eterna. El pasado, el presente y el futuro son iguales para Dios. Él ve los acontecimientos más remotos de la historia pasada y el futuro lejano con una visión tan clara como nosotros vemos las cosas que suceden diariamente. No sabemos lo que está delante de nosotros, y si lo supiéramos, no contribuiría a nuestro bienestar eterno. Dios nos da una oportunidad de ejercitar la fe y confiar en el gran YO SOY… Carta 119, 1895.
“Cristo reúne en su persona la perfección y santidad de la divinidad y la perfección y santidad de su humanidad sin pecado. Él tuvo que afrontar las mismas tentaciones por las cuales Adán fue reprobado, y las venció porque su humanidad se apoyaba en el poder divino. Los cristianos de hoy se fijan ideales demasiado bajos. Se contentan con una experiencia espiritual muy superficial, y por lo tanto sólo perciben la luz en forma difusa, cuando podrían discernir con tanta más exactitud la maravillosa perfección de la humanidad de Cristo. La vida de Cristo es una manifestación de lo que la humanidad caída podría llegar a ser mediante una comunión más estrecha con la naturaleza divina…. (La Fe por la Cual Vivo 221.3)
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar. 1 Corintios 10:13.
No podemos pensar que por caminar en la senda de la obediencia escaparemos de las pruebas, porque el enemigo hará todo lo que esté en su poder para impedir que alcancemos el cielo. Pero el Salvador ha prometido ayudarnos. ¿Tiene pruebas? También Jesús las tuvo. ¿Es tentado? También El fue tentado en todo, tal como nosotros. “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:10, 12…
Al separarnos del mundo y de sus costumbres, afrontaremos el desagrado de los mundanos. El mundo odió a Aquel que era la personificación de la virtud, porque era mejor que ellos. El siervo no es mayor que su Señor. Si nuestros caminos agradan a Dios, el mundo nos odiará. Si la majestad del cielo vino a esta tierra y soportó una vida de humillación y una muerte vergonzosa, ¿por qué retrocederemos al ver que la obediencia involucra una cruz? Si El fue perseguido, ¿podemos esperar nosotros un tratamiento mejor?…
Yo les señalo al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. El confortará y sostendrá a todos los que acudan a El en busca de ayuda…
Un eterno peso de gloria y una vida cuya duración se compara con la de Dios, espera al vencedor. Nuestras mentes debieran estar constantemente espaciándose en la bondad de Dios y en el futuro hogar de los santos, y deberíamos estar luchando siempre para conseguir la perfección del carácter, para que al fin se nos dé entrada en la ciudad de Dios
—Manuscrito 30, del 7 de noviembre de 1886, “El camino cristiano”. (Alza tus Ojos – 7 de Noviembre).
“¡Qué contraste el del segundo Adán cuando fue al sombrío desierto para hacer frente sin ninguna ayuda a Satanás! Desde la caída, la raza humana había estado disminuyendo en tamaño y en fortaleza física, y hundiéndose más profundamente en la escala de la dignidad moral, hasta el período del advenimiento de Cristo a la tierra. Y a fin de elevar al hombre caído, Cristo debía alcanzarlo donde estaba. Él tomó la naturaleza humana y llevó las debilidades y la degeneración del hombre.” 1MS pg. 314.2
Satanás trató de causar la impresión de que estaba trabajando por la libertad del universo. Incluso cuando Cristo estaba en la cruz, el enemigo decidió imprimir a sus argumentos tal alteración, tanto engaño, un carácter tan insidioso, que todos se convencieran de que la ley de Dios es tiránica. El mismo trazó todo plan, ideó todo mal, encendió toda mente para causar aflicción a Cristo. El mismo instigó las falsas acusaciones que se lanzaron contra Aquel que sólo había obrado el bien. El mismo inspiró los crueles actos que añadieron sufrimientos al puro, santo e inocente Hijo de Dios. Mediante su conducta Satanás forjó una cadena con la cual él mismo será encadenado.
El universo celestial será testigo de cuán justo es Dios al castigarlo. El cielo mismo vio lo que hubiera llegado a ser, si Satanás hubiera estado en él… No sólo en las mentes de unas pocas criaturas finitas que habitan este mundo, sino en las de todos los habitantes del universo celestial, ha quedado establecida la inmutabilidad de la ley de Dios… A una voz alaban a Dios por su justicia, misericordia, abnegación y equidad.
—Manuscrito 1 del 6 de enero de 1902, “La justicia de Dios”. (Cada Día con Dios – 6 de Enero).