Nota: El Sábado pasado fue una lección muy complicada de dar, para esta semana seguimos con la misma lección. El departamento de Escuela Sabática ha preparado la lección de esta semana de una manera simple, profunda y explícita. Esta es un ejemplo de cómo las lecciones tendrían que ser preparadas. En la lección de esta semana encontraremos la respuestas a todas las preguntas e intrigas que presentó la lección de la semana pasada. ¡Que disfruten la lección!. TG López
Letra en rojo: Biblia Letra en azul: Espíritu de Profecía Letra Inclinada : Lección Letra Normal: Nuestra aportación
Sábado 10 de mayo Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Romanos 10:4 Esta semana seguiremos explorando el tema de la ley y la gracia.
A lo largo de milenios, escritores, eruditos, filósofos y teólogos han luchado con el tema de la muerte y el modo en que esta afecta nuestra vida
La inmortalidad ó salvación se logra a través de la fe en Jesús, la semana pasada estuvimos estudiando que por la ley nunca alcanzaremos las salvación ó la inmortalidad.
La ley no tiene poder para salvarnos, a pesar que la estemos guardando. La ley y la gracia van tomadas de la mano en la vida espiritual. Guardar la ley es el resultado de haber aceptado la gracia de Divina.
Vamos e estudiar un poquito la palabra “FIN”
La Palabra FIN viene de la palabra griega TELOS
La palabra TELOS significa: Fin de una cosa que tiene que parar, siempre se refiera a la finalización de un acto, ó de un estado, pero nunca se refiere a la finalización de un período de tiempo.
En pocas palabras cuando el versículo dice que el fin de la ley es Cristo, realmente está diciendo eso, que el fin de la ley es Cristo
Ahora que sabemos el significado de la palabra y encontramos que el significado es literal, vamos a estudiar cómo podemos interpretar éste texto bíblico.
De acuerdo al Comentario Bíblico Adventista hay cuatro manera de interpretar este texto, y son las siguientes:
1- Cristo es la terminación de la ley
2-Cristo es la meta ó propósito de la ley
3-Cristo es el cumplimiento de la ley
4-Cristo es la terminación de la ley como medio de salvación
La primera interpretación se llama «ANTINOMISMO» Esto es una perversión de las Sagradas Escrituras, es incorrecta su interpretación .
La segunda interpretación está correcta: De manera que la Ley ha venido a ser nuestro guía (tutor) para conducirnos a Cristo, a fin de que seamos justificados por la fe. Gálatas 3: 24
La tercera interpretación está correcta: «No piensen que he venido para poner fin a la Ley o a los Profetas; no he venido para poner fin, sino para cumplir. Mateo 5: 17
La cuarta interpretación, es la mejor. (Romanos 6) Pablo está presentando el contraste de la forma como Dios nos justifica en la fe, en contra de la justificación humana por medio de la obediencia de la ley
La Palabra Antinomismo ó antinomianismo viene de la palabra griega ANTI que significa «contra» y NOMOS que significa «LEY» «CONTRA LA LEY» Este es un movimiento religioso que se comenzó a desarollar por el año 1537 en Wittenberg, Alemania. Su fundaddor se llamó Johannes Agricola y su doctrina decía que le «FE» llenaba todo en la vida espiritual y era lo único necesario, y como la ley era inservible para la salvación le daba lo mismo a un cristiano que pecara ó no. La filosofía era que mientras más se pecaba, mas abundaba la gracia de Dios. Practicamente era una invitación a pecar, para poder usar la gracia a su máximo. Agricola tuvo muchas controversias con Martín Lutero y Melanchton; al final tuvo que huir a Berlin, donde mas tarde se retractó de esta herejía.
Lección 7 // Domingo 11 de mayo DONDE ABUNDÓ EL PECADO
Romanos 5 12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Porque antes de la ley, el pecado estaba en el mundo; pero no se imputa pecado no habiendo ley. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán; el cual es figura del que había de venir. 15 Así también fue el don, mas no como el pecado. Porque si por el pecado de uno muchos murieron, mucho más la gracia de Dios abundó para muchos, y el don de gracia por un hombre, Jesucristo. 16 Y el don, no fue como por uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino por uno para condenación, mas el don es de muchos pecados para justificación. 17 Porque si por un pecado reinó la muerte, por uno; mucho más los que reciben la gracia abundante y el don de la justicia reinarán en vida por uno, Jesucristo. 18 Así que, como por el pecado de uno vino la condenación a todos los hombres, así también, por la justicia de uno, vino la gracia a todos los hombres para justificación de vida. 19 Porque como por la desobediencia de un hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos. 20 Y la ley entró para que el pecado abundase; pero cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por Jesucristo, nuestro Señor.
¿Le cuesta entender lo que Pablo dice? No es el único
15 Y considerad la paciencia de nuestro Señor por salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, 16 como también en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. 2 Pedro 3
Aunque señala los pecados, la Ley es impotente para salvarnos de ellos.
Esa impotencia nos muestra que necesitamos a Jesús, la única solución para el pecado.
Nota en este pasaje la constante asociación entre el pecado y la muerte. Una y otra vez aparecen juntos. Es porque el pecado, la violación de la Ley de Dios, conduce a la muerte.
Ahora lee Romanos 5:20. Cuando la Ley “se introdujo”, el pecado abundó, en el sentido de que la Ley definió claramente lo que era pecado. Sin embargo, en vez de traer el resultado natural del pecado, que es la muerte, Pablo dice que, “cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Es decir, no importa cuán malo sea el pecado, la gracia de Dios es suficiente para cubrirlo en aquellos que reclaman las promesas por fe.
Influidos por la traducción de 1 Juan 3:4 en nuestra versión Reina-Valera 1960 (“el pecado es infracción de la ley”), muchos limitan el pecado a la violación de los Diez Mandamientos. Pero, una traducción más literal es: “el pecado es ilegalidad” (anomía). Cualquier cosa que va en contra de los principios de Dios es pecado. Por ello, aunque los Diez Mandamientos no habían sido revelados formalmente cuando Adán comió de la fruta prohibida, él violó un mandato de Dios (Gén. 2:17), y por ello era culpable de pecado. De hecho, por medio del pecado de Adán, la maldición de la muerte afectó a todas las generaciones de la humanidad (Rom. 5:12, 17, 21).
En contraste con la infidelidad de Adán, la lealtad de Jesús a la Ley de Dios resultó en la esperanza de vida eterna. Aunque tentado, Jesús nunca cedió a la tentación (Heb. 4:15). Aquí en Romanos, Pablo exalta la obediencia justa de Jesús, que resulta en la vida eterna (Rom. 5:18-21) para quienes la acepten. Como el segundo Adán, Jesús guardó completamente la Ley y quebró la maldición de la muerte. Su justicia puede ahora llegar a ser la del creyente. Una persona condenada a muerte por heredar el pecado del primer Adán puede ahora abrazar el don de la vida al aceptar la justicia del segundo Adán, Jesús.
«Cuando Adán y Eva se rebelaron contra Dios, no sólo perdieron su derecho al árbol de la vida lo que resultó inevitablemente en su muerte y en la transmisión de ésta a sus descendientes-, sino que por causa del pecado también se depravó su naturaleza, con lo cual disminuyó su resistencia al mal. De esa manera Adán y Eva transmitieron a su posteridad la tendencia al pecado y el sometimiento a su castigo: la muerte. Por su transgresión el pecado se introdujo como un poder infeccioso en la naturaleza humana antagónica a Dios, y esa infección ha continuado desde entonces. Debido a esa infección de la naturaleza humana, que se remonta al pecado de Adán, los hombres deben nacer nuevamente. En cuanto a la transmisión de una naturaleza pecaminosa de padre a hijo, debiera tenerse en cuenta lo siguiente: «Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres a menos que participen de los pecados de ellos. Sin embargo, generalmente los hijos siguen los pasos de sus padres. Por la herencia y por el ejemplo los hijos llegan a ser participantes de los pecados de sus progenitores. Las malas inclinaciones, el apetito pervertido, la moralidad depravada, además de las enfermedades y la degeneración física, se transmiten como un legado de padres a hijos hasta la tercera y cuarta generación» (PP 313-314).
La biblia habla de tres muertes:
La primera muerte es la muerte espiritual 1 Y Él os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, Efesios 2 14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte. 1 Juan 3: 14
La segunda muerte es la «primera muerte,» Jesús a esta muerte la compara con el sueño 11 Estas cosas dijo Él; y después de esto les dijo: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas yo voy a despertarle del sueño. 12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sano estará. 13 Pero esto decía Jesús de su muerte; y ellos pensaban que hablaba del reposar del sueño.14 Y entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; Juan 11
Y la tercera muerte, es la muerte eterna 28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a Aquél que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Mateo 10
Entre una de las preguntas que el mundo cristiano se hace es: ¿Que muerte fue la que consiguió Adan con su transgresión en el Edén, y que muerte es con la que heredó a la humanidad? Génesis 2: 17 mas del árbol de la ciencia del bien y el mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Aquí en este texto encontramos una sentencia que se da contra Adán, y es la pena de muerte por su transgresión.
Nosotros heredamos esa misma sentencia, y esa sentencia no es la segunda muerte, es la primera muerte. La que Adan ya pasó.
La segunda muerte no se puede heredar, ni dar en herencia. La segunda muerte es el resultado de el juicio final. 12 Y he aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según fuere su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el postrero. 14 Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para tener derecho al árbol de la vida, y poder entrar por las puertas en la ciudad. Apocalipsis 22
En este texto encontramos que el juicio final Dios lo basa en nuestras propias decisiones y es una responsabilidad del individuo evitar la segunda muerte.
Todo habitante de esta tierra, tanto humanos, como animales compartimos con Adan la sentencia de su transgresión, y esa sentencia es la primera muerte. …en Adán todos mueren… 1 Cor 15: 22
La muerte de Cristo nos libera de la segunda muerte 22 Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.
Si no hubiera sido por el plan de la salvación, entonces el castigo de Adán no hubiera sido solamente la primera muerte, si no que ésta primera muerte se hubiera convertido en la muerte eterna.
En pocas palabras todos los humanos vamos a pagar la sentencia de Adan por la trangresion.
Todos querramos ó no; vamos a pasar la primera muerte. Pero no todos vamos a pasar la segunad muerte; esa es decisión suya y mía.
No podemos culpar a Adan de la segunda muerte ó la muerte eterna, es responsabilidad personal de cada individuo, buscar la salvación. 6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos; sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años. Apocalipsis 20
«Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud. Al principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no solo en carácter, sino también en lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo desaparecer casi por completo la imagen divina; pero Cristo vino a restaurar lo que se había malogrado. Él transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en “la hermosura de Jehová nuestro Dios”, reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida! – {CS 627.2}
Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles “en el gozo de su Señor”. El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y estos a otros más, para ser todos llevados al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y le alabarán durante los siglos sin fin de la eternidad. – {CS 629.2}
Cuando se da la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se prosterna humildemente a sus pies, exclamando: “¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!” El Salvador lo levanta con ternura, y le invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado por tanto tiempo. – {CS 629.3}
Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada ajamiento en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza del hombre, le volvían a recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando notó que aumentaba la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él mismo causa del pecado. Con paciencia y humildad soportó, por cerca de mil años, el castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección. El Hijo de Dios reparó la culpa y caída del hombre, y ahora, merced a la obra de propiciación, Adán es restablecido a su primitiva soberanía. – {CS 629.4}
Transportado de dicha, contempla los árboles que hicieron una vez su delicia, los mismos árboles cuyos frutos recogiera en los días de su inocencia y dicha. Ve las vides que sus propias manos cultivaron, las mismas flores que se gozaba en cuidar en otros tiempos. Su espíritu abarca toda la escena; comprende que este es en verdad el Edén restaurado y que es mucho más hermoso ahora que cuando él fue expulsado. El Salvador le lleva al árbol de la vida, toma su fruto glorioso y se lo ofrece para comer. Adán mira en torno suyo y nota a una multitud de los redimidos de su familia que se encuentra en el paraíso de Dios. Entonces arroja su brillante corona a los pies de Jesús, y, cayendo sobre su pecho, abraza al Redentor. Toca luego el arpa de oro, y por las bóvedas del cielo repercute el canto triunfal: “¡Digno, digno, digno es el Cordero, que fue inmolado y volvió a vivir!” La familia de Adán repite los acordes y arroja sus coronas a los pies del Salvador, inclinándose ante él en adoración.» – {CS 630.1}
NOTA: VERSICULO 14 (ESTUDIO REGRESIVO)
14-NO OBSTANTE, REINO LA MUERTE DESDE ADAN HASTA MOISES….
Lucas 16 16-La ley y los profetas fueron hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es predicado, y todos se esfuerzan por entrara a el.
En la leccion 4 estuvimos estudiando el texto en Lucas 16: 16 Este versículo es muy usado por las denominaciones que no guardan la ley, alegando que en este texto indica la culminación de la ley y los profetas en Juan el Bautista. Al leerlo así rápidamente llegamos a la conclusión de que la ley y los profetas están terminando con el ministerio de Juan; Como lo sugieren muchos teólogos de otras religiones.
Aquí la clave es entender la palabra «HASTA»
La palabra «HASTA» que se usa en el griego es «MEJRI». La palabra «MEJRI» en griego no significa lo mismo que la palabra «HASTA» en español. La palabra «MEJRI» significa la culminación de una etapa, en pocas palabras es un lapso de tiempo. En los textos mencionados arriba, se usa la palabra «MEJRI» y ésta es una de las mas clara explicación para estos textos bíblicos. La ley no es «MEJRI» (hasta) Juan, no; la ley continuo después de Juan, por eso es que nosotros seguimos guardando la ley. La muerte no es «MEJRI» (hasta) Moisés, no; la muerte continuó después de Moisés. Por eso es que todos nosotros nos seguimos muriendo. ¿Le gusto? A nosotros también.
Lunes 12 de mayo // Lección 7 LA LEY Y LA GRACIA
Romanos 6 15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En ninguna manera! 16 ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquél a quien obedecéis; ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? 17 Mas a Dios gracias, que aunque fuisteis esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; 18 y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. 19 Hablo humanamente, por causa de la debilidad de vuestra carne; que así como presentasteis vuestros miembros como siervos a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora presentéis vuestros miembros como siervos a la justicia y a la santidad. 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, libres erais de la justicia. 21 ¿Qué fruto teníais entonces en aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. 22 Mas ahora, libertados del pecado, y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santidad, y por fin la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte; mas el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.
Uno de los conceptos más difíciles de comprender para los cristianos es la función permanente de la Ley para los que son salvados por gracia.
Si un creyente alcanza la justicia al aceptar la suficiencia de la vida y la muerte de Jesús, ¿por qué todavía es necesario guardar la Ley?
Esta pregunta presenta otra oportunidad para repetir un punto clave: la Ley nunca tuvo la intención de proveer salvación; su función (después de la Caída) era definir el pecado.
Al final, la Cruz no niega la necesidad que tiene una persona de seguir la Ley de Dios, así como el hecho de que alguien haya sido perdonado por exceder la velocidad máxima no implica que pueda seguir haciéndolo.
La gracia y la Ley no son opuestas; no se niegan la una a la otra. Por el contrario, están fuertemente conectadas.
La Ley, por cuanto no puede salvarnos, nos muestra por qué necesitamos la gracia. La gracia no se opone a la Ley, sino a la muerte. Nuestro problema no es la Ley en sí misma, sino la muerte eterna que resulta de violarla.
Pablo advierte al cristiano que sea cuidadoso al usar el don prometido de la gracia como una excusa para pecar (Rom. 6:12, 15). Por cuanto el pecado es definido por la Ley, cuando Pablo les dice a los cristianos que no pequen, básicamente les está diciendo: ¡Guarden la Ley, obedezcan los Mandamientos!
“Pablo había exaltado siempre la Ley divina. Había demostrado que en la Ley no hay poder para salvar a los hombres del castigo consecuencia de la desobediencia. Los que han obrado mal deben arrepentirse de sus pecados y humillarse ante Dios, cuya justa ira han provocado al violar su Ley; y deben también ejercer fe en la sangre de Cristo como único medio de perdón” (HAp 324).
¿Por qué es tan fácil quedar atrapado por la lógica defectuosa que dice que, por no ser salvados por la Ley, ya no necesitamos obedecerla?
Hay muchos hermanos de otras denominaciones que creen que al estar bajo la gracia obtienen una licencia para poder pecar. En el libro del Coran, hay un pensamiento muy hermoso, y dice que cuando Adan pecó; Dios bajo a enseñarles ciertas palabras que él no conocía y necesitaba aprender, entre ellas estaba el perdón y la esperanza. La gracia es algo parecido, la gracia nace ó aparece por culpa del pecado ó la trangresion. Dios ofreció su gracia al hombre debido a que éste violó la ley divina.
En pocas palabras la gracia es el antídoto perfecto contra el pecado; la gracia nos libera del poderoso veneno que se llama pecado. Todo aquel que cree que el acto de obtener el antídoto contra el pecado (la gracia) le da la oportunidad de ir de nuevo a envenenarse, está cometiendo un acto irresponsable y suicida en la vida espiritual. Su vida corre serio peligro de juicio y condenación eterna.
Lección 7 // Martes 13 de mayo ¡MISERABLE DE MÍ!
Romanos 7 13 ¿Entonces lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? ¡En ninguna manera! Pero el pecado, para mostrarse pecado, obró muerte en mí por lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento, el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. 14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido bajo pecado. 15 Pues lo que hago, no lo entiendo, pues no hago lo que quiero; sino lo que aborrezco, eso hago. 16 Y si lo que no quiero, eso hago, apruebo que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en mí (esto es en mi carne) no mora el bien; pues el querer está en mí, pero el hacer el bien no. 19 Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, éste hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que mora en mí. 21 Hallo, pues, esta ley, que cuando quiero hacer el bien, el mal está en mí. 22 Porque según el hombre interior me deleito en la ley de Dios; 23 mas veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a Dios por Jesucristo nuestro Señor: Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; mas con la carne a la ley del pecado.
¿Cómo hemos de entender estos versículos? ¿Habla Pablo aquí acerca de un hombre no convertido o esa es la experiencia del convertido? ¿Qué razones puedes dar para tu respuesta?
Si no estás seguro de a quién se refieren estos versículos, no estás solo. Los teólogos han luchado con esta pregunta durante siglos. La persona descrita aquí es alguien que se deleita en la Ley de Dios (no pareciera ser un incrédulo), pero que se presenta esclavizado por el pecado (que no tiene sentido, pues los cristianos poseen la promesa de tener poder sobre el pecado).
El Comentario bíblico adventista, después de considerar los argumentos de ambos lados, dice: “El principal propósito de Pablo en este pasaje parece ser mostrar la relación que existe entre la Ley, el evangelio y la persona que, movida por su convicción, lucha afanosamente contra el pecado a fin de prepararse para la salvación. El mensaje de Pablo es: aunque la Ley puede servir para precipitar e intensificar la lucha, solo el evangelio de Jesucristo puede proporcionar la victoria y el alivio” (CBA 6:550).
No importa cómo consideremos estos versículos, siempre debemos recordar que la persona que lucha contra el pecado todavía es capaz de hacer elecciones correctas. Si no fuera así, todas las promesas paulinas (como otras) acerca del poder sobre el pecado no tendrían significado. Además, como demuestra Mateo 5, el pecado a menudo comienza antes de que se cometa un acto. En consecuencia, una persona viola la Ley sencillamente al pensar en algo pecaminoso. Frecuentemente, esta experiencia podría ser una fuente de frustración. Sin embargo, en el contexto de Romanos 7, la persona puede ser impotente pero no desesperanzada. Para quien vive en el Espíritu, la Ley siempre presente es un recordativo constante de que la liberación de la condenación viene por medio de Jesús
Los versículos 14 al 25 son unos de los versículos mas discutidos en el mundo teológico. La pregunta es ¿Está Pablo hablando de él mismo? Si es que está hablando del mismo; ¿eso fue antes de su conversión ó después de su conversión? Por supuesto como es de esperarlo, las conclusiones son divididas. Hay un grupo que dice que estos versículos corresponden con la vida de Pablo después de su conversión, ellos destacan que Pablo usa los verbos en tiempo presente y además las expresiones revela odio contra el pecado y el anhelo de hacer el bien. El otro grupo cree que ésta fue la experiencia de Pablo antes de su conversión. Por las expresiones que el usa tales como: «yo soy carnal, vendido al pecado», «El pecado que mora en mi», Ellos creen que no podría ser la condición de Pablo después de haber renacido.
«Los que afirman que Pablo está describiendo sus propias experiencias, cuando se reconoció como pecador antes de entregarse a Jesucristo , creen que el apóstol también hace destacar la impotencia de cualquier cosa que no sea el evangelio para proporcionar el poder que capacita para realizar obras de justicia. Todos los que procuren ganar la salvación sin una entrega completa a Jesucristo quedarán completamente frustrados. Los que sostienen que Pablo está describiendo la lucha continua con el yo y el pecado, aun después de la conversión, hacen notar que aun después de la conversión los cristianos siguen reconociendo que hay imperfecciones y pecados en su vida, y que tales defectos son motivo de continua intranquilidad y preocupación. La fuerza de la pasión natural puede vencerlos en sus momentos de descuido. Todavía los acosa el poder de los hábitos por largo tiempo cultivados. Aún surgen en su mente, con la rapidez del relámpago, malos pensamientos de complacencia propia. El que fue incrédulo antes de su conversión, cuya mente estuvo llena de escepticismo, quizá descubra que todavía perduran en su mente, perturbando su paz durante años, los efectos de sus anteriores hábitos de pensamiento. Tales son los efectos de los hábitos.»
» solo hecho de pasar un pensamiento impuro por la mente, deja contaminación tras sí, y cuando el pecado ha sido acariciado por largo tiempo, deja una
cicatriz indeleble en el alma aún después de la conversión, lo cual produce ese estado de tensión que conoce muy bien el cristiano. Cuando el cristiano ve que esos antiguos deseos y sentimientos -que él desaprueba y odia- intentan día tras día recuperar su poder sobre él, lucha contra su influencia y anhela ser llenado con todos los frutos del Espíritu de Dios; pero entonces descubre que ni por sí mismo ni por la ayuda de la ley puede lograr su liberación de lo que odia, ni puede tener éxito en alcanzar lo que aprueba y desea hacer. Cada noche es testigo de su penitente confesión de su impotencia y de su anhelante deseo de recibir ayuda de lo alto» (1JT 538)
Martin Lutero había aprendido evidentemente el significado de esta experiencia cuando dijo: «Tengo mas miedo de mi propio corazón que del papa y de todos sus cardenales»
Miércoles 14 de mayo // Lección 7 LA META DE LA LEY Romanos 9:30 a 10:30 30 ¿Qué, pues, diremos? Que los gentiles, que no procuraban la justicia han alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por la fe; 31 pero Israel, que procuraba la ley de la justicia, no ha alcanzado la ley de la justicia. 32 ¿Por qué? Porque no la procuraron por fe, sino como por las obras de la ley, por lo cual tropezaron en la piedra de tropiezo, 33 como está escrito: He aquí pongo en Sión piedra de tropiezo, y roca de caída: Y todo aquel que en Él creyere, no será avergonzado. Capítulo 10 1 Hermanos, ciertamente el deseo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para su salvación. 2 Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. 3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer su propia justicia, no se han sujetado a la justicia de Dios. 4 Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.
El título de la lección de esta semana viene de Romanos 10, versículo 4: “el fin de la ley es Cristo”. Muchos que han sido condicionados de antemano para pensar en forma negativa acerca de la Ley automáticamente interpretan el texto como si dijera: “Cristo hizo que la Ley sea obsoleta”. Sin embargo, esta lectura va en contra de muchas referencias, tanto en la Epístola a los Romanos como otras partes del Nuevo Testamento, que analizan la relevancia permanente de la Ley.
Como en el resto de la Epístola a los Romanos, el propósito de Pablo en estos versículos es demostrar la verdadera fuente de justicia. La Ley es un indicador de justicia, pero es impotente para que la gente se vuelva justa. Por eso, Pablo describe una paradoja: las naciones (gentiles) que ni siquiera se esforzaron por la justicia la obtuvieron, mientras que Israel, que se esforzó por guardar la justa Ley, no la logró. Pablo no excluye a los judíos de la justicia; ni tampoco dice que todo no judío es justo; sencillamente, dice que la Ley no le da la justicia a un pecador, sea este judío o gentil.
Muchos judíos eran sinceros en su deseo de justicia, pero su búsqueda era inútil (Rom. 10:2). Eran celosos en servir a Dios, pero querían hacerlo con sus propias condiciones. Tomaron un objeto de la revelación de Dios (la Ley) y lo confundieron con la Fuente de su salvación. Por buena que sea la Ley, no lo es lo suficiente como para salvar a nadie. De hecho, en vez de hacer que una persona sea justa, la Ley destaca la pecaminosidad de la persona; amplía la necesidad de justicia. Por esto, Pablo describe a Cristo como el “fin” de la Ley. Él no es el “fin” en el sentido de finiquitar la Ley, sino en el sentido de ser la “meta” o “blanco” de la Ley, aquel a quien la Ley señala: conduce a una persona a Cristo cuando el pecador arrepentido lo busca para su salvación. La Ley recuerda a todos los cristianos que Jesús es nuestra justicia.
Quien toma en serio la Ley siempre está expuesto al peligro del legalismo o de procurar establecer “su propia justicia”. Al esforzarnos por obedecer la Ley de Dios, ¿de qué manera podemos cuidarnos para no caer en lo que puede llegar a ser una trampa muy sutil?
Lección 7 // Jueves 15 de Mayo EL AYO Gálatas 3:19-24 19¿Para qué entonces, sirve la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa, y fue ordenada por ángeles en mano de un mediador. 20 Ahora bien, un mediador no es de uno solo, pero Dios es uno. 21 ¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? ¡En ninguna manera! Porque si se hubiera dado una ley que pudiera vivificar, la justicia verdaderamente habría sido por la ley. 22 Mas la Escritura encerró todo bajo pecado, para que la promesa por la fe de Jesucristo, fuese dada a los que creen. 23 Pero antes que viniese la fe, estábamos guardados bajo la ley, encerrados para aquella fe que había de ser revelada. 24 De manera que la ley fue nuestro ayo para traernos a Cristo, para que fuésemos justificados por la fe.
En armonía con el libro de Romanos, Pablo señala cuidadosamente en Gálatas que el propósito de la Ley es definir el pecado, pero no puede hacer que las personas sean justas (Gál. 3:19).
Lee Gálatas 3:23 y 24. ¿Qué imágenes usa Pablo para describir el propósito de la Ley? ¿Qué te parece que significan esas imágenes?
Dependiendo de la traducción, la Ley es identificada en el versículo 24 como “ayo”, “pedagogo”, “guía” y “maestro”, entre otras designaciones. El término griego se refiere a un esclavo empleado por una persona rica para ser el que disciplina al hijo. Era la responsabilidad del tutor asegurarse de que el niño aprendiera disciplina propia. Aunque era un esclavo, el tutor tenía autoridad para hacer lo que fuera necesario para mantener a la criatura a raya, aun si esto significaba utilizar el castigo físico. Cuando el hijo llegaba a la adultez, el tutor ya no tenía autoridad sobre él.
A la luz de la explicación de la función del tutor, ¿cuál crees que es el propósito de la Ley para alguien que ha recibido la salvación en Cristo?
Aunque el tutor ya no tenía autoridad sobre el hijo adulto, se esperaba que las lecciones que el hijo había aprendido le permitirían tomar decisiones maduras. En forma similar, aunque el cristiano no está bajo el poder condenatorio de la Ley, como persona que alcanzó la madurez, se espera que gobierne sus acciones de acuerdo con sus principios.
Además de su función como tutor, la Ley también actúa como un cuidador que protege al creyente hasta que llegue “la fe” (Gál. 3:23). Otra vez vemos que Cristo es el “fin”, el blanco, de la Ley. Pablo aclara el punto explícitamente cuando dice que la Ley nos trajo a Cristo, de modo que “fuésemos justificados por la fe” (vers. 24).
Nota muy interesante:
19¿Para qué entonces, sirve la ley? Fue añadida por causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa, y fue ordenada por ángeles en mano de un mediador.
Los ángeles siempre han tenido una participación muy activa en el sistema de salvación de este mundo. Aquí los encontramos participando cuando la ley se está entregando al hombre. Los ángeles caídos son testigos de la terrible consecuencia de lo que es ir en contra de la ley de Dios, ya lo experimentaron la primera vez con la caída de Lucifer. Lo experimentaron la segunda vez con la caída de este mundo; y lo siguen experimentando al poder contemplar las atrocidades que el pecado ha hecho a este mundo. Ellos son testigos y están presentes cuando la ley fue entregada al pueblo de Israel. Ellos son testigo ante Dios por todos nuestros actos cuando quebrantamos la ley. En pocas palabras ellos son testigos en nuestro juicio. 10 Mirad que no tengáis en poco a uno d estos pequeñitos, porque os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre la faz de mi Padre que está en el cielo Mateo 18
Deuteronomio 33 2 Y dijo: Jehová vino de Sinaí, y de Seir les esclareció; resplandeció del monte de Parán, y vino con diez mil santos; a su diestra la ley de fuego para ellos.
Salmos 68 17 Los carros de Dios son veinte mil, y más millares de ángeles. El Señor está entre ellos, como en el Sinaí, así en el santuario.
Hechos 7 53 que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.
Hebreos 2 2 Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
«Entonces los truenos cesaron; ya no se oyó la trompeta; y la tierra quedó quieta. Hubo un plazo de solemne silencio y entonces se oyó la voz de Dios. Rodeado de un séquito de ángeles, el Señor, envuelto en espesa oscuridad, habló desde el monte y dio a conocer su ley. Moisés al describir la escena, dice: “Jehová vino de Sinaí, de Seir los alumbró, resplandeció desde el monte de Parán, avanzó entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha. Aún amó a su pueblo; todos los consagrados a él estaban en su mano. Por tanto, ellos siguieron tus pasos, recibiendo dirección de ti”. Deuteronomio 33:2, 3. – {PP 277.1}
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “La Ley nos revela el pecado y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo y de acudir a él en procura de perdón y paz mediante el arrepentimiento ante Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. […]
“La ley de los Diez Mandamientos no ha de ser considerada tanto desde el aspecto de la prohibición como desde el de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía de felicidad en la obediencia. Al ser recibida en Cristo, ella obra en nosotros la pureza de carácter que nos traerá gozo a través de los siglos eternos. Es una muralla de protección para el obediente. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien, al revelar a los hombres los principios inmutables de justicia, procura escudarlos de los males que provienen de la transgresión” (MS 1:234, 235).