Esta semana estaremos estudiando uno de los temas extremadamente importante para el buen funcionamiento de la iglesia.
El día Domingo se estará tocando el fundamento de la iglesia.
El día Lunes se estará hablando de una de las oraciones mas importantes hecha por Jesús, pidiendo por la unión de los miembros en la iglesia.
El día Martes se estará tocando la provisión que Cristo dejo para que la unión de la iglesia sea una realidad: EL AMOR
El día Miércoles se estará tocando el tema de la crítica y el chisme en la iglesia. Estos dos puntos constituye unos de los problemas más graves y serios que atacan a nuestras iglesias a nivel mundial.
El día Jueves se estará tocando el proceso de restaurar al pecador ó al ofensor. El 99% de maestros cometen el grave error de llegar hasta el día Martes, cuando están dando la lección el día Sábado en la iglesia. Evite este error al menos ésta semana, ya que el día Miércoles y Jueves es la cima de la lección de ésta semana.
Lección 8: Para el 23 de agosto de 2014
LA IGLESIA
Sábado 16 de agosto
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 32:4; Salmo 28:1; Juan 17; Juan 15:1-5; Mateo 7:1-5; 5:23, 24; 18:15-18.
PARA MEMORIZAR:
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:20, 21).
LAS RAÍCES DE LA IGLESIA CRISTIANA PUEDEN SER RASTREADAS hasta Adán, Abraham y los hijos de Israel. El Señor llamó a Abraham, y luego a los israelitas, para que entraran en una relación de pacto con él a fin de bendecir al mundo por medio de ellos. En el transcurso de la historia sagrada, esa relación de pacto fue continuada por la iglesia.
La iglesia no es un invento de los apóstoles ni de cualquier ser humano. Durante su ministerio, Cristo mismo anunció su intención de establecer a su iglesia: “[…] edificaré mi iglesia” (Mat. 16:18). La iglesia debe su existencia a Jesucristo. Él es su originador.
Según los evangelios, el término iglesia aparece en los labios de Jesús solamente tres veces (Mat. 16:18, 18:17). Esto no significa, sin embargo, que él no haya hablado sobre el tema. De hecho, Jesús enseñó conceptos muy importantes en relación con la iglesia. Nuestro estudio, esta semana, se centrará en dos ideas fundamentales: el fundamento de la iglesia y su unidad.
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La armonía y unión existentes entre hombres de diversas tendencias es el testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. A nosotros nos toca dar este testimonio; pero, para hacerlo, debemos colocarnos bajo las órdenes de Cristo. Nuestro carácter debe armonizar con el suyo, nuestra voluntad debe rendirse a la suya. Entonces trabajaremos juntos sin contrariarnos. – {RP 88.2}
Cuando uno se detiene en las pequeñas divergencias, se ve llevado a cometer actos que destruyen la fraternidad cristiana. No permitamos que el enemigo obtenga en esta forma la ventaja sobre nosotros. Mantengámonos siempre más cerca de Dios y más cerca unos de otros. Entonces seremos como árboles de justicia plantados por el Señor, y regados por el río de la vida. ¡Cuántos frutos llevaremos! ¿No dijo Cristo: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto” Juan 15:8? – {RP 88.3}
El Salvador anhela que sus discípulos cumplan el plan de Dios en toda su altura y profundidad. Deben estar unidos en él, aunque se hallen dispersos en el mundo. Pero Dios no puede unirlos en Cristo si no están dispuestos a abandonar su propio camino para seguir el suyo. – {RP 88.4}
Cuando el pueblo de Dios crea sin reservas en la oración de Cristo, y en la vida diaria ponga sus instrucciones en práctica, habrá unidad de acción en nuestras filas. Un hermano se sentirá unido al otro por las cadenas del amor de Cristo. Sólo el Espíritu de Dios puede realizar esta unidad. El que se santificó a sí mismo puede santificar a sus discípulos. Unidos con él, estaremos unidos unos a otros en la fe más santa. Cuando nos esforcemos para obtener esta unidad como Dios desea que luchemos, la disfrutaremos.—Joyas de los Testimonios 3:246, 247. – {RP 88.5} – RP 88.2-5
Domingo 17 de agosto // Lección 8
EL FUNDAMENTO DE LA IGLESIA
Jesús dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mat 16:18). ¿Quién es la roca (petra, en griego) sobre la cual la iglesia está construida? Algunos intérpretes creen que Pedro es la roca. Argumentan que el Señor utilizó un juego de palabras entre Pedro y roca (Petros y petra, respectivamente, en griego), un juego de palabras que, supuestamente, sería más claro en arameo, el idioma que probablemente utilizó Jesús. Sin embargo, el hecho es que nadie sabe con certeza qué palabras usó Jesús en arameo. Solamente tenemos el texto griego registrado por Mateo, que hace una distinción entre Petros (piedra) y petra (roca), una distinción que no se puede ignorar.
Hay buenas razones para afirmar que petra se refiere a Cristo. El contexto inmediato de la aseveración de Jesús (Mat. 16:13-20) se centra en la identidad y la misión de Cristo, no de Pedro. Además, Jesús había utilizado anteriormente la imagen de construir sobre una roca, claramente identificando la roca como él mismo y sus enseñanzas (Mat. 7:24, 25).
¿Cuál es el significado simbólico de “roca” en el Antiguo Testamento? Deut. 32:4; Sal. 28:1; 31:2, 3; 42:9; 62:2; Isa. 17:10.
El es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud;
Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto. Cuando Pedro y los otros apóstoles escucharon a Jesús hablar sobre construir su iglesia sobre una roca, debieron de haber interpretado esta imagen en términos de lo que significaba en el Antiguo Testamento, es decir, un símbolo de Dios. Deuteromio 32: 4
A ti clamaré, oh Jehová. Roca mía, no te desentiendas de mí,
Para que no sea yo, dejándome tú, Semejante a los que descienden al sepulcro. Salmos 28: 1
Porque te olvidaste del Dios de tu salvación, y no te acordaste de la roca de tu refugio; por tanto, sembrarás plantas hermosas, y plantarás sarmiento extraño. Isaias 17: 10
Pedro mismo afirmó que Cristo es “la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hech. 4:11), y le asignó el término roca a Cristo como el fundamento de la iglesia (1 Ped. 2:4-8). Aunque comparó a los cristianos en general con “piedras vivas”, Pedro aplicó el término roca (petra) únicamente a Cristo. En la Biblia, ningún ser humano es llamado petra, excepto Jesús.
El apóstol Pablo también utilizó el término petra refiriéndose a Cristo (Rom. 9:33; 1 Cor. 10:4) y declaró enfáticamente que “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Cor. 3:11). Concluimos, por lo tanto, que la iglesia apostólica entendió unánimemente que Jesucristo mismo es la petra subyacente sobre la cual está construida la iglesia, y que los profetas y apóstoles, incluyendo a Pedro, son la primera hilera de piedras vivientes en el edificio espiritual de la iglesia (Efe. 2:20).
¿Por qué es tan importante saber que la iglesia, aunque a veces parezca débil, está fundada sobre Cristo mismo?
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Cuán débil parecía la iglesia cuando Cristo pronunció estas palabras. Se componía apenas de un puñado de creyentes contra quienes se dirigía todo el poder de los demonios y de los hombres malos; sin embargo, los discípulos de Cristo no debían temer. Edificados sobre la Roca de su fortaleza, no podían ser derribados. – {DTG 381.4}
Durante seis mil años, la fe ha edificado sobre Cristo. Durante seis mil años, las tempestades y los embates de la ira satánica han azotado la Roca de nuestra salvación; pero ella sigue inconmovible. – {DTG 381.5}
Pedro había expresado la verdad que es el fundamento de la fe de la iglesia, y Jesús le honró como representante de todo el cuerpo de los creyentes. Dijo: “A ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.” – {DTG 382.1}
“Las llaves del reino de los cielos” son las palabras de Cristo. Todas las palabras de la Santa Escritura son suyas y están incluídas en esa frase. Esas palabras tienen poder para abrir y cerrar el cielo. Declaran las condiciones bajo las cuales los hombres son recibidos o rechazados. Así la obra de aquellos que predican la Palabra de Dios tiene sabor de vida para vida o de muerte para muerte. La suya es una misión cargada de resultados eternos. – {DTG 382.2}
El Salvador no confió la obra del Evangelio a Pedro individualmente. En una ocasión ulterior, repitiendo las palabras que fueron dichas a Pedro, las aplicó directamente a la iglesia. Y lo mismo fué dicho en substancia también a los doce como representantes del cuerpo de creyentes. Si Jesús hubiese delegado en uno de los discípulos alguna autoridad especial sobre los demás, no los encontraríamos contendiendo con tanta frecuencia acerca de quién sería el mayor. Se habrían sometido al deseo de su Maestro y habrían honrado a aquel a quien él hubiese elegido. – {DTG 382.3} – DTG 381-382
Lección 8 // Lunes 18 de agosto
LA ORACIÓN DE JESÚS POR UNIDAD
Era jueves de noche. Después de la Última Cena, Jesús y sus discípulos se dirigieron al Monte de los Olivos. En el camino a Getsemaní, Jesús se detuvo y oró por él mismo, por sus discípulos y por todos los que, más tarde, habrían de creer en él por la predicación de los apóstoles. Aunque la agonía de la cruz estaba delante de él, su mayor preocupación no era él mismo, sino sus seguidores. Juan 17 presenta la oración intercesora más larga de Jesús que se registra en la Biblia. Es alentador pensar que oró por todos los creyentes en él, incluidos cada uno de nosotros.
Lee Juan 17. ¿Cuál fue el pedido de oración principal de Jesús hacia el Padre, en relación con los creyentes? Lee especialmente los versículos 21 al 23.
21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.
23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.
La unidad es crucial para la vida de la iglesia. Podemos percibir su importancia en el hecho de que Cristo repitió cuatro veces su profundo deseo de que sus seguidores sean uno (Juan 17:11, 21-23). En esa hora final y especial, el Señor pudo haber orado por muchas otras cosas muy importantes y necesarias. Sin embargo, enfocó su oración en la unidad de los creyentes. Sabía que el mayor peligro para la iglesia sería un espíritu de rivalidad y división.
El ruego de Jesús no es por uniformidad, sino más bien por una unidad personal similar a su relación con el Padre. Él y el Padre son dos personas diferentes el uno del otro y cumplen distintas funciones. Aun así, son uno en naturaleza y propósito. De la misma manera, todos nosotros tenemos diferentes temperamentos, contextos, habilidades y roles, pero todos debemos permanecer unidos en Jesucristo.
Este tipo de unidad no se da espontáneamente. A fin de tenerla, debemos aceptar completamente el señorío de Cristo en nuestra vida. Él debe moldear nuestro carácter, y nosotros tenemos que rendirle nuestra voluntad a él.
Esta unidad no es un fin en sí mismo. Es un testimonio para inspirar al mundo a creer en Cristo como el Salvador enviado por el Padre. La unidad armoniosa entre hombres de diversas disposiciones es el testimonio más poderoso de que Dios ha enviado a su Hijo para salvar a los pecadores. Es una evidencia incuestionable del poder salvador y transformador de Cristo. Y tenemos el privilegio de brindar este testimonio.
Muchas veces, la unidad se ve amenazada simplemente por el egoísmo. ¿De qué manera podemos asegurarnos de no poner en peligro la unidad sin una razón justificable?
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En estos primeros discípulos se observaba una notable diversidad de caracteres. Habían de ser los maestros del mundo, y representaban tipos de carácter muy variados. Eran ellos, Leví Mateo, el publicano, sacado de una vida de actividad comercial, al servicio de Roma; Simón el celote, enemigo inflexible de la autoridad imperial; el impulsivo, arrogante y afectuoso Pedro; su hermano Andrés; Judas, de Judea, pulido, capaz y de espíritu ruin; Felipe y Tomás, fieles y fervientes, aunque de corazón tardo para creer; Santiago el menor y Judas, de menos prominencia entre los hermanos, pero hombres de fuerza y positivos tanto en sus faltas como en sus virtudes; Natanael, semejante a un niño en sinceridad y confianza; y los hijos de Zebedeo, afectuosos y ambiciosos… – {CV 288.2}
De los doce discípulos, cuatro habían de desempeñar una parte importante en distintos sentidos. Previendo todo, Cristo les enseñó para prepararlos. Santiago, destinado a una pronta muerte por decapitación; Juan, el que de los dos hermanos seguiría por más tiempo a su Maestro en trabajos y persecuciones; Pedro el primero que derribaría barreras seculares y enseñaría al mundo pagano; y Judas, que en el servicio era capaz de sobrepasar a sus hermanos y sin embargo abrigaba en su alma propósitos cuyos frutos no vislumbraba.—La Educación, 81, 82. – {CV 288.3}
A fin de llevar adelante con éxito la obra a la cual habían sido llamados, estos discípulos, que diferían tanto en sus características naturales, en su educación, y en sus hábitos de vida, necesitaban llegar a la unidad de sentimiento, pensamiento y acción. Cristo se proponía obtener esta unidad… La preocupación de su trabajo por ellos está expresada en la oración que dirigió a su Padre: “Para que todos ellos sean uno; así como tú, oh Padre, eres en mí, y yo en ti, para que ellos también sean uno en nosotros”.—Ibid. 82. – {CV 288.4}
En los apóstoles de nuestro Señor no había nada que les pudiera reportar gloria. Era evidente que el éxito de sus labores se debía únicamente a Dios. La vida de estos hombres, el carácter que adquirieron y la poderosa obra que Dios realizó mediante ellos, atestiguan lo que él hará por aquellos que reciban sus enseñanzas y sean obedientes. El Deseado de Todas las Gentes, 215, 216. [*] – {CV 288.5} – CV 288.2-5
Bajo la instrucción de Cristo, los discípulos habían sido inducidos a sentir su necesidad del Espíritu. Bajo la enseñanza del Espíritu, recibieron la preparación final y salieron a emprender la obra de su vida. Ya no eran ignorantes y sin cultura. Ya no eran una colección de unidades independientes, ni elementos discordantes y antagónicos. Ya no estaban sus esperanzas cifradas en la grandeza mundanal. Eran “unánimes,” “de un corazón y un alma.” Hechos 2:46; 4:32. Cristo llenaba sus pensamientos; su objeto era el adelantamiento de su reino. En mente y carácter habían llegado a ser como su Maestro, y los hombres “conocían que habían estado con Jesús.” Hechos 4:13. – {HAp 37.2}
El día de Pentecostés les trajo la iluminación celestial. Las verdades que no podían entender mientras Cristo estaba con ellos quedaron aclaradas ahora. Con una fe y una seguridad que nunca habían conocido antes, aceptaron las enseñanzas de la Palabra Sagrada. Ya no era más para ellos un asunto de fe el hecho de que Cristo era el Hijo de Dios. Sabían que, aunque vestido de la humanidad, era en verdad el Mesías, y contaban su experiencia al mundo con una confianza que llevaba consigo la convicción de que Dios estaba con ellos. – {HAp 37.3} – HAp 37.2-3
Martes 19 de agosto // Lección 8
LA PROVISIÓN DE CRISTO PARA LA UNIDAD
¿Cuál es el fundamento de la unidad que pidió Jesús para su iglesia? Juan 17:23; Juan 15:1-5.
“Vosotros en mí, y yo en vosotros” (Juan 14:20) expresa la relación íntima que debemos tener con Jesús. La presencia de Jesús en nuestros corazones produce unidad. Él trae a nuestra vida dos cosas que son indispensables para la unidad: la Palabra divina y el amor divino.
Si tenemos a Jesús, también tendremos sus palabras, que, en realidad, son las palabras del Padre (Juan 14:24; 17:8, 14). Jesús es “la verdad” (Juan 14:6), y la Palabra del Padre también “es verdad” (Juan 17:17). La unidad en Jesús significa unidad en la Palabra de Dios. A fin de tener unidad, debemos estar de acuerdo con el contenido de la verdad, tal como es presentada en la Palabra de Dios. Cualquier intento de obtener unidad sin adherirse a un cuerpo de creencias bíblicas está destinado a fracasar.
El Señor también desea que sus seguidores estén unidos por el amor verdadero. Si tenemos a Jesús, tendremos el amor perfecto que el Padre tiene para con el Hijo (Juan 17:26). Este amor no es una emoción o un sentimiento temporal, sino un principio viviente y permanente de acción. A fin de poseer amor verdadero, debemos tener menos del yo y más de Jesús. Nuestro orgullo egoísta debe morir, y Jesús debe vivir en nosotros. Entonces, nos amaremos verdadera y sinceramente los unos a los otros, haciendo posible la unidad perfecta que Jesús pidió.
“Cuando aquellos que profesan creer la verdad sean santificados en la verdad, cuando aprendan de Cristo, de su mansedumbre y humildad, entonces habrá unidad completa y perfecta en la iglesia” (ST, 19 de septiembre, 1900).
No siempre ha sido fácil mantener la verdad en alta estima y, al mismo tiempo, tener verdadero amor unos por otros. Siempre existe el riesgo de enfatizar uno a expensas del otro. Hubo un tiempo en el que la doctrina sola era considerada el elemento más importante para la unidad. Afortunadamente, esta falta de equilibrio se ha ido corrigiendo gradualmente. Hoy, sin embargo, corremos el riesgo de irnos al otro extremo: pensar que, para la unidad, el amor es más importante que la verdad. Debemos recordar que el amor sin la verdad es ciego, y la verdad sin amor es infructuosa. La mente y el corazón deben trabajar juntos.
La iglesia apostólica exhibió la unidad por la cual oró Jesús: “Y perseveraban en la doctrina [verdad] de los apóstoles” y “en la comunión [amor] unos con otros” (Hech. 2:42).
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La cadena áurea del amor, que vincula los corazones de los creyentes en unidad, con lazos de compañerismo y amor, y en unión con Cristo y el Padre, establece la perfecta conexión y da al mundo un testimonio del poder del cristianismo que no puede ser controvertido… – {MGD 237.2}
Entonces será desarraigado el egoísmo y no existirá la infidelidad. No habrá contiendas ni divisiones. No habrá terquedad en nadie que esté unido con Cristo. Nadie procederá con la terca independencia del descarriado e impulsivo niño que deja caer la mano que lo conduce y elige tropezar solo… – {AFC 173.4}
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”. Juan 13:34, 35. Satanás comprende el poder de tal testimonio ante el mundo, y cuánto puede hacer en transformar el carácter. No le agrada que una luz tal brille de aquellos que pretenden creer en Jesucristo, y pondrá en práctica cualquier medio concebible para romper esa cadena áurea que une corazón con corazón de los que creen la verdad y los une en íntima relación con el Padre y el Hijo… – {AFC 174.1}
Creemos en Jesucristo. Unimos nuestra alma con Cristo. Él dice: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto… Esto os mando: Que os améis unos a otros”. Juan 15:16, 17.—Carta 110, 1893. – {AFC 174.2} – AFC 173-174
El amor de Cristo es una cadena de oro que une a los seres humanos finitos, que creen en Jesucristo, con el Dios infinito. El amor que el Señor tiene por sus hijos, sobrepasa todo conocimiento. Ninguna ciencia puede definirlo o explicarlo. Ninguna sabiduría puede sondearlo.—Carta 43, 1896; The S.D.A. Bible Commentary 5:1141. – {NEV 175.2}
El egoísmo y el orgullo entorpecen el amor puro que nos une en espíritu con Jesucristo. Si se cultiva verdaderamente este amor, lo finito se unirá con lo infinito, y todo se centrará en el Infinito. La humanidad se unirá con la humanidad, y toda se unirá con el corazón del Amor Infinito. El amor santificado de unos hacia otros es sagrado. En esta gran obra, el amor cristiano de unos hacia otros—más elevado, más constante, más cortés y más desinteresado de lo que se ha visto—, preserva la ternura cristiana, la benevolencia cristiana, la cortesía, y reúne a la hermandad humana en el abrazo de Dios, reconociendo la dignidad con la cual Dios ha investido los derechos del hombre.—The S.D.A. Bible Commentary 5:1140. – {NEV 175.3}
La cadena dorada del amor, que une los corazones de los creyentes en unidad, con vínculos de amistad y de amor, y en unidad con Cristo y el Padre, realiza la perfecta conexión y da al mundo un testimonio del poder del cristianismo que no puede ser controvertido. … Entonces el egoísmo será desarraigado y no existirá más. Entonces no habrá luchas ni divisiones. No habrá obcecación en ninguno que esté unido con Cristo. Ninguno manifestará la obcecada independencia del hijo descarriado e impulsivo, que desecha la mano que se extiende para conducirlo, y tropieza y anda en sus propios caminos.—Carta 110, 1893. – {NEV 175.4}
El amor es una planta tierna, y debe ser cultivada y apreciada, y las raíces de la amargura deben ser arrancadas de su alrededor, a fin de que tenga lugar para expandirse, y entonces llevará bajo su influencia a todos los poderes de la mente, y del corazón, para que amemos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.—Manuscrito 50, 1894, pp. 3. – {NEV 175.5} – NEV 175.2-5
Lección 8 // Miércoles 20 de agosto
UN GRAN OBSTÁCULO PARA LA UNIDAD
¿De qué manera las palabras de Jesús registradas en Mateo 7:1 al 5 pueden ayudarnos a evitar divisiones y conflictos en la iglesia?
7 1-No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?
5 !Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Es mucho más fácil ver los errores de otros que los propios. Criticar a los demás da un falso sentimiento de superioridad, porque el crítico se compara a sí mismo con otros seres humanos que parecen ser peores que él. Nuestro objetivo, sin embargo, no es compararnos con los demás, sino con Jesús.
Cuántos problemas podríamos evitar si todos obedeciéramos el mandato divino: “No andarás chismeando entre tu pueblo” (Lev. 19:16). Es una verdad dolorosa que “el chismoso aparta a los mejores amigos” (Prov. 16:28).
Por otro lado, hay circunstancias en las que es necesario hablar acerca de otra persona. Antes de hacerlo, sin embargo, deberíamos hacernos tres preguntas:
1. ¿Es verdad lo que estoy por decir? “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” (Éxo. 20:16). A veces, podemos informar algo como un hecho cuando en realidad es una suposición o una conjetura. Además, inconscientemente, podríamos llegar a añadir nuestra propia valoración y correr el riesgo de juzgar erróneamente las intenciones de otras personas.
2. ¿Es edificante lo que estoy por decir? ¿Será de ayuda para aquellos que lo escuchen? Pablo nos amonesta a hablar solamente lo que sea bueno “para la necesaria edificación” (Efe. 4:29). Si hubiera algo que fuera verdadero pero no edificante, ¿no sería mejor no decirlo?
3. ¿Es posible decirlo con amor? La manera en que decimos algo es tan importante como lo que decimos (Prov. 25:11). Si es verdadero y edifica, debemos estar seguros de que podemos decirlo de una manera que no ofenda a otras personas.
Santiago compara la lengua con un pequeño fuego que enciende un gran bosque (Sant. 3:5, 6). Si escuchamos un chisme, no deberíamos añadir más leña al fuego, porque “sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda” (Prov. 26:20). El chisme requiere una cadena de trasmisores para permanecer vivo. Podemos detenerlo simplemente rehusándonos a escucharlo; o, si ya lo hemos hecho, evitando repetirlo. “En vez de causar daño con los chismes, hablemos del inigualable poder de Cristo, y conversemos de su gloria” (ATO 304).
No cabe duda alguna: criticar a otros puede hacernos sentir mejor acerca de nosotros mismos. ¿Qué sucede, sin embargo, cuando nos comparamos a nosotros mismos con Jesús?
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Comunicar la Palabra de Dios con fidelidad es una obra de la mayor importancia. Pero esta obra es totalmente diferente de la de censurar, pensar el mal y distanciar las relaciones. Juzgar y reprobar con dos cosas diferentes. Dios colocó sobre sus siervos la obra de reprobar con amor a los que yerran, pero prohíbe y denuncia el juicio apresurado, tan común entre los profesos creyentes en la verdad… – {ATO 364.3}
Los que están trabajando para Dios debieran dejar a un lado toda crítica despiadada, y acercarse para estar unidos. Necesitan estudiar las enseñanzas del Señor acerca de esto. Cristo desea que sus soldados permanezcan hombro a hombro, unidos en la obra de pelear las batallas de la cruz. Desea que la unión entre los que trabajan para El sea tan estrecha como la unión que existe entre El y su Padre. Los que sientan el poder santificador del Espíritu Santo prestarán oído a las lecciones del Instructor divino, y mostrarán su sinceridad haciendo todo lo que esté en sus manos para trabajar en armonía con sus hermanos… – {ATO 364.4} – ATO 364.3-4
Jueves 21 de agosto // Lección 8
LA RESTAURACIÓN DE LA UNIDAD
¿Por qué la reconciliación con un hermano que hemos ofendido es un prerrequisito para la adoración aceptable? Mateo 5:23, 24.
23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.
Había distintos tipos de ofrendas que eran llevadas al altar, pero Jesús probablemente se refirió a un animal sacrificado para que el pecador pudiera recibir el perdón divino. Antes de poder obtener el perdón de Dios, sin embargo, debemos arreglar nuestras cuentas con los demás. La reconciliación requiere un reconocimiento humilde de nuestras faltas. Sin esa actitud, ¿cómo podemos pedir el perdón de Dios?
¿Qué tres pasos deberíamos seguir si alguien nos ha hecho daño? Mateo 18:15-18.
15 Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
16 Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
17 Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.
18 De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
Jesús nos dice que, en vez de hablar acerca de la ofensa con otras personas, debemos hablar con quien se equivocó, no para criticar a esa persona, sino para mostrarle su error e invitarla a arrepentirse (Lev. 19:17). Con un espíritu de mansedumbre y tierno amor, deberíamos hacer todo intento posible para ayudarlo a ver su error, permitiéndole arrepentirse y pedir disculpas. Es muy importante no avergonzar a esa persona haciendo público su error. Eso haría que su restauración y recuperación fuera más difícil.
Idealmente, la conversación privada llevará al arrepentimiento y la reconciliación. No obstante, si el ofensor no reconoce su error ni está dispuesto a corregirlo, el siguiente recurso es llevar a uno o dos testigos (Deut. 19:15), en un esfuerzo por persuadir a la persona descarriada. Estos testigos no deben estar involucrados personalmente en la situación, a fin de estar en condiciones de llamar a la persona al arrepentimiento. Si el ofensor se rehúsa a escuchar su consejo, los testigos pueden declarar sobre los esfuerzos realizados en favor de la persona.
Por último, y solamente si los primeros dos intentos han fracasado, deberíamos decirlo “a la iglesia”; no para que ya se lleve a cabo un acto disciplinario, sino para que se realice un último llamado al arrepentimiento. Desde el principio, todo el proceso debería tener un objetivo redentor (Gál. 6:1).
Cuando alguien nos ha hecho daño, ¿por qué, tan a menudo, no seguimos el procedimiento estipulado por Jesús? ¿De qué formas podemos aprender a no permitir que un deseo de venganza nuble nuestros pensamientos?
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El amor de Dios es algo más que una simple negación; es un principio positivo y eficaz, una fuente viva que corre eternamente para beneficiar a otros. Si el amor de Cristo mora en nosotros, no sólo no abrigaremos odio alguno hacia nuestros semejantes, sino que trataremos de manifestarles nuestro amor de toda manera posible. – {DMJ 53.1}
Dice Jesús: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. Las ofrendas de sacrificio expresaban que el dador creía que por Cristo había llegado a participar de la gracia del amor de Dios. Pero el que expresara fe en el amor perdonador de Dios y al mismo tiempo cultivase un espíritu de animosidad, estaría tan sólo representando una farsa. – {DMJ 53.2}
Cuando alguien que profesa servir a Dios perjudica a un hermano suyo, calumnia el carácter de Dios ante ese hermano, y para reconciliarse con Dios debe confesar el daño causado y reconocer su pecado. Puede ser que nuestro hermano nos haya causado un perjuicio aún más grave que el que nosotros le produjimos, pero esto no disminuye nuestra responsabilidad. Si cuando nos presentamos ante Dios recordamos que otra persona tiene algo contra nosotros, debemos dejar nuestra ofrenda de oración, gratitud o buena voluntad, e ir al hermano con quien discrepamos y confesar humildemente nuestro pecado y pedir perdón. – {DMJ 53.3}
Si hemos defraudado o perjudicado en algo a nuestro hermano, debemos repararlo. Si hemos dado falso testimonio sin saberlo, si hemos repetido equivocadamente sus palabras, si hemos afectado su influencia de cualquier manera que sea, debemos ir a las personas con quienes hemos hablado de él, y retractarnos de todos nuestros dichos perjudiciales. – {DMJ 53.4}
Si las dificultades entre hermanos no se manifestaran a otros, sino que se resolvieran francamente entre ellos mismos, con espíritu de amor cristiano, ¡cuánto mal se evitaría! ¡Cuántas raíces de amargura que contaminan a muchos quedarían destruidas, y con cuánta fuerza y ternura se unirían los seguidores de Cristo en su amor! – {DMJ 53.5} – DMJ 53.1-5
Lección 8 // Viernes 22 de agosto
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Unidad cristiana”, Testimonios para la iglesia, t. 5 pp. 218-229.
“La unión hace la fuerza; la división significa debilidad. Cuando los que creen la verdad presente están unidos, ejercen una influencia poderosa. Satanás lo comprende bien. Nunca estuvo más resuelto que ahora a anular la verdad de Dios causando amargura y disensión entre el pueblo del Señor” (TI 5:218).
“Debemos esforzarnos por pensar bien de todos, especialmente de nuestros hermanos, a menos que estemos obligados a pensar de otra manera. No debemos dar apresurado crédito a los malos informes. Son con frecuencia el resultado de la envidia o de la incomprensión, o pueden proceder de la exageración o de la revelación parcial de los hechos” (ibíd. 55).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. La unidad es sumamente importante para la iglesia cristiana. No obstante, ¿cuán bien se ha mantenido esa unidad? ¿De qué modo piensas que un no cristiano, al observar el cristianismo, consideraría la idea de “unidad cristiana”?
2. Jesús nos indica que debemos perdonar a aquellos que nos hacen daño. Pero ¿qué sucede si no se han arrepentido y no nos piden perdón? ¿Cómo debe- ríamos relacionarnos con ellos?
3. ¿Cuál es la relación entre el amor y la disciplina?
4. El movimiento ecuménico afirma ser un intento de crear la unidad por la cual oró Cristo. Por más bienintencionados que sean los motivos que algunos puedan tener, ¿qué problemas podemos identificar en el movimiento ecumé- nico, además de las problemáticas obvias relacionadas con los eventos del tiempo del fin?
5. “Debemos esforzarnos por pensar bien de todos, especialmente de nues- tros hermanos, a menos que estemos obligados a pensar de otra manera”. ¿De qué manera deberíamos entender esa frase, especialmente a la luz de la natu- raleza caída de la humanidad?