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LECCIÓN 8 – JESÚS EN LOS ESCRITOS DE PEDRO – PARA EL 20 DE MAYO DE 2017

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Los pensamientos pertenecientes a “Escuela Sabática para Maestros” no representan la postura oficial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día local, regional o mundial. Este es el trabajo,  esfuerzo y pensamiento de un hermano laico de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, cuyo principal objetivo es proveer extra información a la Lección de Escuela Sabática, para que le sea de ayuda al maestro para poder entender y explicar de una manera mas clara y nutrida la lección de Escuela Sabática. Tratamos de no presentar temas controversia-les, ni polémicos y evitamos las ideas que promueven el fanatismo y el extremismo en nuestra iglesia. Si nuestro comentario no es de su ayuda o de su agrado, le pedimos por favor, que sencillamente lo descarte. Cualquier comentario, pregunta o sugerencia, por favor escriba a elhermanotony@gmail.com


Letra Negra: Lección de Escuela Sabática

Letra Ocre: Lección de Escuela Sabática 

Letra Roja: La Biblia

Letra Café: Nuestro comentario

Letra Azul: Espíritu de profecía


Estamos extendiendo una afectuosa bienvenida a dos nuevas personas que se están uniendo al grupo de Escuela Sabática Maestros. Ellos son el Pastor Noel Ruiloba y su esposa Nory Ester Garcia-Marenko. El pastor Ruiloba posee un Doctorado en Educación (PhD) y la hermana Nory posee una Maestría en Literatura (MA-Máster en Humanidades).  Por el momento ellos se encuentran trabajando en un proyecto especial en la Conferencia General de los Adventistas del 7mo Día en Silver Spring, Maryland.

Ellos nos estarán ayudando con la edición y gramática de nuestros comentarios semanales.

Les agradecemos su ayuda en éste ministerio, y les deseamos abundantes bendiciones de nuestro Padre celestial. ¡Bienvenidos!


Lección 8: Para el 20 de mayo de 2017

JESÚS EN LOS ESCRITOS DE PEDRO

Sábado 13 de mayo_______________________________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Pedro 1:18, 19; Colosenses 1:13, 14; Isaías 53:1-12; Juan 11:25; Salmo 18:50; 2 Pedro 1:1.

PARA MEMORIZAR:

“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Ped. 2:24).

EN LO QUE HEMOS ESTUDIADO HASTA AQUÍ DE 1 PEDRO, ya debería haber quedado claro que, más allá del contexto y del tema que esté presentando, el enfoque de Pedro está en Jesús. Jesús permea todo lo que escribe; es el hilo dorado que recorre su epístola.

Desde la primera línea, donde Pedro dice que es un “apóstol” (“un enviado”) de Jesucristo, hasta la última, donde escribe: “Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo” (1 Ped. 5:14), Jesús es el tema clave. Y, en esta epístola, Pedro habla acerca de la muerte de Jesús como nuestro sacrificio. Habla del gran sufrimiento que experimentó Jesús y usa ese ejemplo como un modelo para nosotros. Habla sobre la resurrección de Jesús y lo que significa para nosotros. Además, habla acerca de Jesús no solamente como el Mesías, el Jristós, el “ungido”, sino también de Jesús como el Mesías divino. Es decir, en 1 Pedro vemos más evidencias de la naturaleza divina de Jesús: él era Dios mismo, que vino en carne humana, y vivió y murió para que nosotros pudiéramos tener la esperanza y la promesa de la vida eterna.

Esta semana repasaremos 1 Pedro y veremos más de cerca lo que revela acerca de Jesús.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Jesucristo “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse” (Filipenses 2:6). Debido a que únicamente la Divinidad podía ser eficaz en la restauración del hombre de la ponzoñosa herida de la serpiente, Dios mismo, en su Unigénito, tomó la naturaleza humana, y en la debilidad de la naturaleza humana mantuvo el carácter de Dios, vindicó su santa ley en todo respecto, y aceptó la sentencia de ira y de muerte para los hijos de los hombres. ¡Qué pensamiento es éste! El que había sido uno con el Padre antes de que fuera hecho el mundo, tuvo tal compasión para el mundo perdido y arruinado por la transgresión que dio su vida como rescate por él. El que era el resplandor de la gloria del Padre, la expresa imagen de su persona, llevó nuestros pecados en su cuerpo en el madero, sufriendo el castigo de la transgresión del hombre hasta que se satisfizo la justicia y no se requirió más. ¡Cuán grande es la redención que se ha efectuado para nosotros! Tan grande que el Hijo de Dios murió la cruel muerte de la cruz para damos vida e inmortalidad por la fe en él.

Este admirable problema, cómo podía ser justo Dios y, sin embargo, ser el Justificador del pecador, está más allá de la percepción mental humana. Cuando tratamos de sondearla, se amplía y profundiza más allá de nuestra comprensión… Cuando miramos la cruz del Calvario por los ojos de la fe, y vemos nuestros pecados colocados sobre la víctima allí colgado en debilidad e ignominia, cuando captamos la verdad de que este es Dios, el Padre eterno, Príncipe de paz, entonces exclamamos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (That I May Know Him, p. 35; parcialmente en A fin de conocerle, p. 37).

¡Qué precio se pagó! Contemplemos la cruz y la víctima alzada en ella. Mirad aquellas manos horadadas por los crueles clavos. Mirad sus pies clavados a la cruz. Cristo llevó nuestros pecados en su propio cuerpo. Ese sufrimiento y esa agonía son el precio de nuestra redención. Fue dada esta orden: “Líbralos de perecer eternamente. Yo he hallado rescate”.

¿No sabéis que él nos amó y se dio por nosotros, para que a nuestra vez nos diésemos a él? ¿Por qué no habrían de expresar amor a Cristo todos los que le reciben por la fe, así como se expresó su amor a nosotros por quienes él murió?

Se nos representa a Cristo como buscando a la oveja que se había perdido. Su amor nos circunda y nos trae de vuelta al redil. Su amor nos da el privilegio de sentamos con él en los lugares celestiales. Cuando la bendita luz del Sol de justicia resplandece en nuestros corazones y descansamos en paz y gozo en el Señor, alabemos al Señor; alabemos a Aquel que es nuestra salvación y nuestro Dios. Alabémosle, no solo en palabras, sino por la consagración a él de todo lo que somos y tenemos (Testimonios para la iglesia, tomo 6, p. 477).

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Domingo 14 de mayo // Lección 8_________________________________________________________

JESÚS, NUESTRO SACRIFICIO

Uno de los temas que permean la Biblia entera, incluso el tema por excelencia, es la obra de Dios de salvar a la humanidad caída. Desde la caída de Adán y Eva, en Génesis, hasta la caída de Babilonia, en Apocalipsis, las Escrituras, de un modo u otro, revelan la obra de Dios de buscar y salvar “lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Y este tema está presente también en las epístolas de Pedro.

Lee 1 Pedro 1:18 y 19; y Colosenses 1:13 y 14. ¿Qué significa ser redimido, y qué tiene que ver la sangre con la redención?

1 Pedro 1:18-19

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

Colosenses 1:13-14

13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

Primera de Pedro 1:18 y 19 describe la importancia de la muerte de Jesús de este modo: “Sabiendo que fuisteis rescatados […] no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”. Hay dos imágenes clave en estas palabras: redención y sacrificios animales.

Redención se utiliza en la Biblia de varias maneras. Por ejemplo, el asno primogénito (que no podía ser sacrificado) y el hijo primogénito (Éxo. 34:19, 20) eran redimidos por el sacrificio de un cordero sustituto. Podía utilizarse dinero para comprar nuevamente (redimir) aquello que había sido vendido a causa de la pobreza propia (Lev. 25:25, 26). Pero, más importante aún, un esclavo podía ser redimido (Lev. 25:47-49). Primera de Pedro informa a los lectores que el costo para comprarnos nuevamente, redimirnos, de “vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres” (1 Ped. 1:18), no fue nada menos que la “sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Ped. 1:19). La imagen del cordero, por supuesto, evoca el concepto de sacrificios animales.

Pedro compara así la muerte de Cristo con un sacrificio animal en la Biblia hebrea. El pecador traía una oveja sin mancha al Santuario. Luego, posaba sus manos sobre el animal (Lev. 4:32, 33). El animal era degollado, y un poco de su sangre se colocaba sobre el altar; el resto era derramado en la base del altar (Lev. 4:34). La muerte del animal del sacrificio proveía “expiación” por aquel que ofrecía el sacrificio (Lev. 4:35). Pedro está diciendo que Jesús murió en nuestro lugar, y que su muerte nos redimió de nuestra antigua vida y de la perdición que, de otro modo, sería nuestra.

El hecho de que nuestra esperanza de salvación existe solamente gracias a un Sustituto castigado en nuestro lugar, ¿qué nos enseña sobre nuestra dependencia completa de Dios?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

La redención no implica solamente el perdón de los pecados. Va mucho más allá, pues la redención también consiste en doblegar el siniestro imperio del pecado. 
 
Dicho en otras palabras, la redención no consiste solamente en haber recibido el perdón de los pecados, para continuar en la misma vana manera de vivir. La redención abarca el haber sido perdonados de nuestros pecados, para comenzar una nueva vida, que es sobria, justa, buena y santa.
 
No puede darse el caso de que una persona haya sido redimida y continúe viviendo su vida antigua de pecado y miseria.
 
Por eso el texto bíblico anuncia triunfalmente: «fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres Con el pecado teníamos una “vana manera de vivir,” pero al haber sido rescatados, ya no tenemos mas esa “vana manera de vivir”; al ser rescatados gozamos de una nueva vida.
  
Curiosamente  la vana manera de vivir es una enfermedad hereditaria. Todos los que alguna vez fuimos niños, conseguimos esa enfermedad de nuestros padres; y todos los que alguna vez hemos sido padres, hemos transmitido esa letal infección a nuestros hijos. 
 
¿Por qué los padres somos tan infecciosos con nuestros hijos?
 
1-Porque desafortunadamente sembramos una vana manera de vivir en nuestros hijos en sus primeros años de vida, cuando ellos son una esponja que absorbe todo lo que les rodea. Años más tarde, cuando la infección brota en la vida de nuestros vástagos, muchas veces se ha convertido en una enfermedad difícil de combatir y, en muchas ocasiones, se ha convertido  en una enfermedad terminal, para la cual el remedio disponible ya no obra el efecto esperado.
 
2-Porque el afecto de los niños siempre gira alrededor de los padres, como figuras de autoridad; y la opinión de un padre es suficiente para un niño.
 
3-Porque para los niños no hay mejor manera de aprender que de sus mismos padres; ellos aprenden de sus padres por precepto y por ejemplo.
 
La mente del hombre es la guía y la fuente de sus acciones; cuando esa mente está alejada de Dios, no es sino una fundición de vanidades. El apóstol Pablo también hizo esta advertencia al mundo gentil. Ellos se habían convertido en personas con imaginaciones vanas, sus necios corazones se habían obscurecido, lo cual también incluía a los grandes naturalistas y a los filósofos de esa época; no había excepción.
 
Le redención es demasiado costosa; fue el resultado de sacrificar una vida, pero no una vida cualquiera, sino  la vida más perfecta que jamás se haya vivido en la historia del universo. A pesar de eso, la redención es inmerecida, y al mismo tiempo es completamente gratis. La mente humana nunca hubiera imaginado siquiera cuán costosa es nuestra redención.
 
No hemos sido redimidos con cosas que se corrompen; las cosas más valiosas de este mundo no son suficientes para adquirir la redención. Todas las cosas de este mundo, de acuerdo con Salmo 24:1, pertenecen a Dios de todas maneras: “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”. Para nuestra redención se usó nada menos que la sangre preciosa de Cristo.
 
La sangre preciosa de Cristo es omnipotente: prevalece sobre el pecado, la culpabilidad y el miedo. Expulsa el orgullo y el pecado de la vida, introduce felicidad, santidad, humildad y esperanza en el corazón del hombre.
 
La  sangre preciosa de Cristo nos consigue un permiso para visitar el trono de gracia del Padre; nos une con los redimidos de todas las edades, nos consigue una posición de servicio en el templo celestial, nos promete una vida mejor sin preocupaciones, sin pecado y sin muerte.
 
La sangre preciosa de Cristo es un ejemplo doble de amor desinteresado; el Hijo entregando su vida por nosotros, y el Padre entregando a su Hijo para que se convirtiera en nuestro Salvador personal.
 
Muchas cosas preciosas de este mundo se deterioran; el tiempo acaba con todo lo material y destruyen hasta los mejores tesoros que podamos obtener. Los negocios fracasan, el comercio termina, los imperios sucumben, y hasta la misma iglesia de Cristo se corrompe… Pero algo que nunca jamás se corrompe es la sangre preciosa de Cristo.
 
La sangre preciosa de Cristo es vigorizante. “Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella; porque esto es mi sangre del nuevo pacto…” (Mateo 26: 27,28). 
Cuando nuestro espíritu está abatido por los sinsabores de esta vida, somos reconfortados; cuando bebemos esa sangre preciosa de Cristo, representada por el jugo de la uva sin fermentar recibimos fortaleza sobrehumana. Bebiendo «la sangre preciosa de Cristo» nuestras miserias son perdonadas y olvidadas, y el gozo del perdón y de la salvación nos inunda nuevamente.
 
La  sangre preciosa de Cristo transmite poder para vencer: Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menosprecian sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11).
 
La sangre preciosa de Cristo tiene poder para limpiar: “La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).
 
La sangre preciosa de Cristo nos reconcilia y nos trae paz : “y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”  (Colosenses 1: 20).

¡Alabado sea el nombre precioso de CRISTO!

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Cuando él, a quien los ángeles adoran, que era rico en honor, esplendor y gloria, vino a esta tierra y tomó la naturaleza del hombre, no presentó su naturaleza excelsa como excusa para mantenerse separado de los desafortunados. Al hacer su obra se lo vio entre los afligidos, los pobres, los angustiados y los necesitados. Cristo era la personificación del refinamiento y la pureza; su vida y carácter eran elevados; pero en su ministerio no se lo encontró entre hombres de altisonantes títulos, ni entre los más honorables de este mundo, sino con los despreciados y necesitados. “Viene -dice el divino Maestro-, a salvar lo que se había perdido”. Sí; la Majestad de los cielos siempre trabajó para ayudar a los que más necesitaban ayuda (Testimonios para la iglesia, tomo 2, p. 415).

Dios demostró el valor que había colocado sobre el hombre al entregar a Jesús a una vida de humillación, pobreza y abnegación, al desprecio, el rechazo y la muerte, para que el hombre —su oveja perdida— pudiera ser salvo. ¿Es de extrañarse, entonces, que todo el cielo se interese en el rescate del ser humano? ¿Hay que admirarse del hecho de que mil veces diez mil, y millares de millares de ángeles se ocupen en subir y bajar por la escalera mística para ministrar a los que serán herederos de la salvación? Los ángeles no descienden a la tierra con el fin de denunciar y destruir, ni para gobernar y exigir homenaje, sino que son mensajeros de misericordia que colaboran con el Capitán de las huestes del Señor, para ayudar a los agentes humanos que salen a buscar y salvar a la oveja perdida. A los ángeles se les pide que acampen alrededor de los que temen y aman a Dios.

La simpatía de todo el cielo se interesa por las ovejas que vagan lejos del redil. Si los fariseos hubieran estado trabajando en armonía con Dios, en lugar de aliarse con el adversario de Dios y el hombre, no se los habría encontrado despreciando la compra hecha con la sangre de Cristo. A medida que los engaños de Satanás son eliminados de las mentes humanas, cuando el pecador mira al Calvario, y ve la raza arruinada y apóstata, contempla el amor de Dios y se conmueve profundamente por él, y experimenta el arrepentimiento. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros”.

¡Oh, si pudiéramos comprender el amor de Dios y entender, aunque fuera levemente, la compasión que se ha manifestado hacia el hombre caído! ¡Cómo habríamos de mirar y vivir! Al contemplar a Cristo el carácter del hombre es transformado de gloria en gloria. Así se participa en el conflicto entre la luz y las tinieblas. ¡Mira, pobre pecador representado por la oveja perdida que el pastor salió a buscar, mira a la cruz!… En el pobre ciego a quien el pastor compasivo le restauró la vista, había uno a quien los fariseos santurrones consideraban digno únicamente de… odio (Exaltad a Jesús, p. 201).

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Lección 8 // Lunes 15 de mayo____________________________________________________________

LA PASIÓN DE CRISTO

Los cristianos a menudo hablan acerca de “la pasión de Cristo”. La palabra pasión proviene de un verbo griego que significa “sufrir”, y la frase “la pasión de Cristo” generalmente se refiere a lo que sufrió Jesús en el período final de su vida, comenzando con la entrada triunfal en Jerusalén. Pedro se explaya en el tema del sufrimiento de Cristo en esos últimos días.

Lee 1 Pedro 2:21 al 25; e Isaías 53:1 al 12. ¿Qué nos enseñan estos versículos acerca de lo que Jesús sufrió por nosotros?

1 Pedro 2:21-25

21 Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; 24 quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. 25 Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.

Isaías 53:1-12

1 ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. 10 Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. 11 Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. 12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.

Hay una importancia particular en el sufrimiento de Jesús. Él llevó “nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero [una referencia a la cruz; cf. Hech. 5:30], para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia” (1 Ped. 2:24). El pecado trae muerte (Rom. 5:12). Como pecadores, merecemos morir. Sin embargo, el perfecto Jesús, que no tuvo engaño en su boca (1 Ped. 2:22), murió en nuestro lugar. En ese intercambio, tenemos el plan de salvación.

Lee Isaías 53:1 al 12 nuevamente. Según estos versículos, ¿qué sufrió Jesús al concretar el plan de salvación en nuestro favor? ¿Qué nos indica esto sobre el carácter de Dios?

“Con fieras tentaciones, Satanás torturaba el corazón de Jesús. El Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de su sacrificio por el Padre. Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna. Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como sustituto del hombre, fue lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón” (DTG 701).

¿Cuál debería ser nuestra respuesta a lo que soportó Cristo por nosotros? ¿De qué modo hemos de seguir su ejemplo, tal como dice 1 Pedro 1:21?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

La pasión de Cristo comienza con la hermosa acción de una mujer llamada María Magdalena:
6Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, 7vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa.
La mayoría de veces nosotros buscamos un precedente, es decir un suceso que ocurrió en el pasado, para copiarlo. Podemos encontrar que Simón preparó una cena para Cristo, como también Marta mostró su amor hacia Cristo, preparándole los alimentos. Por nuestra parte, vamos, con ortodoxia, copiamos y repetimos la misma acción.
María no pensó de esa manera.  María no comenzó a preguntarse si ya alguien había roto un alabastro con precioso perfume para ungir a Cristo. María era genuina, ella tenía sus propias ideas y sus propios métodos para hacer las cosas; su corazón le ordenó qué hacer, y ella fue y lo hizo.
Simón el leproso condujo a María a la deshonra. Después de que la deshonró, la empujó a la prostitución; de esa manera él se libró de ella. Esta acción le costó su salud e inmediatamente fue reprendido con lepra, de la misma manera que –quince siglos antes– María fue castigada por hablar en contra de Moisés; de la misma manera en que Giesi recibió la lepra de Naamán por su codicia:
“Como Natán con David, Cristo ocultó el objeto de su ataque bajo el velo de una parábola. Cargó a su huésped con la responsabilidad de pronunciar sentencia contra sí mismo. Simón había arrastrado al pecado a la mujer a quien ahora despreciaba. Ella había sido muy perjudicada por él… “ {DTG 519.5}
“Simón el leproso” ya no tenía lepra; sólo le había quedado su nombre para diferenciarlo fácilmente de los demás Simones. Ya Simón había sido sanado por Cristo, y ese era el motivo de la cena; esa cena se había titulado “gratitud”:
“Simón había sido sanado de la lepra, y era esto lo que le había atraído a Jesús. Deseaba manifestar su gratitud, y en ocasión de la última visita de Cristo a Betania ofreció un festín al Salvador y a sus discípulos. Este festín reunió a muchos de los judíos. Había entonces mucha excitación en Jerusalén. Cristo y su misión llamaban la atención más que nunca antes. Aquellos que habían venido a la fiesta vigilaban estrechamente sus movimientos, y algunos, con ojos nada amistosos.” {DTG 511.2}
En esa cena había personas muy importantes. Del libro de Juan aprendemos que allí estaban, por supuesto, Simón el leproso, Jesús y los doce apóstoles; además, estaba el Lázaro a quien Jesús había resucitado. También estaba allí Marta, la hermana de Lázaro, como siempre sirviendo y trabajando afanadamente, pues ese era su verdadero carácter.  Asimismo, estaba María la hermana de Lázaro y Marta, a quien Jesús había sanado y liberado de siete demonios.
«Mientras se tramaba esto en Jerusalén, Jesús y sus amigos estaban invitados al festín de Simón. A un lado del Salvador, estaba sentado a la mesa Simón a quien él había curado de una enfermedad repugnante, y al otro lado Lázaro a quien había resucitado. Marta servía, pero María escuchaba fervientemente cada palabra que salía de los labios de Jesús. En su misericordia, Jesús había perdonado sus pecados, había llamado de la tumba a su amado hermano, y el corazón de María estaba lleno de gratitud.» {DTG 512.3}
Todos ellos estaban presentes como deudores de Cristo y con gratitud en sus corazones, por el favor que Cristo había hecho en sus vidas: Simón había sido sanado físicamente, María había sido sanada espiritualmente, Lázaro había sido libertado de la muerte y Marta sentía gratitud por los favores que sus dos hermanos había recibido.
María resultó ungiendo a Jesús, con una libra de nardo puro de acuerdo con el evangelio de Juan. Esa medida es una libra romana, equivalente a 12 onzas, o 355 mililitros de nuestros tiempo actual. El nardo era cosechado de las raíces de la planta de nardo, que muy cuidadosamente son cultivadas en las altura del Himalaya, en la parte que le corresponde a la India, donde todavía se lo cultiva.
Por el precio que invirtió María en el regalo de Jesús, se llega a la conclusión de que María, Marta y Lázaro eran personas muy ricas de la ciudad de Betania.
Mateo dice que María ungió a Jesús en su cabeza, mientras Juan apunta que fueron los pies de Jesús los que ungió María. De ambos informes, se llega a la conclusión de que María ungió tanto la cabeza de Jesús, como también sus pies. Ungir a una persona en la cabeza era común en esos tiempos. Ungir a una persona en la cabeza era señal de reconocer su grandeza; ungir a la persona en sus pies era señal de gran humildad.
A partir de este momento, comienzan las últimas horas de Jesús, antes de su muerte; esto fue más o menos lo que sucedió en esos días:
1-Jueves por la mañana Jesús ordena a dos de sus discípulos preparar la pascua
2-Jueves por la noche, Jesús come la pascua e instituye la santa cena en el aposento alto
3-Jueves más tarde por la noche, después de la celebración de la pascua y la santa cena, Jesús sale con sus discípulos hacia el Monte de los Olivos
4-Jueves ya muy avanzada noche, se lleva a cabo el arresto de Jesús
5-Viernes por la mañana se celebra el juicio a Jesús
Jesús y sus discípulos comieron el cordero pascual que conmemoraba la liberación de Egipto, comieron el cordero pascual que les daba la esperanza de la liberación de los pecados; al mismo tiempo, tomaron la santa cena que representaba la sangre y el cuerpo de Cristo, lo único que tiene el poder de perdonar, redimir, y borrar los pecados cometidos por la humanidad.
El objetivo primordial de la santa cena es tener un recuerdo personal de Jesús: «haced esto en memoria de mí». Como cristianos se espera que recordemos su doctrina, sus preceptos y su persona; pero primordialmente Jesús nos ordenó recordarlo a través de la santa cena.
Cuando recordamos a Jesús en la santa cena, lo recordamos como el motivo de fe de nuestros corazones, el objeto de nuestra gratitud, el Señor de nuestra conducta, el gozo de nuestras vidas, el representante de nuestro ante el Padre, y el premiador de nuestras esperanzas.
La santa cena es una ordenanza de Jesús. La santa cena es muy enfática, sencilla, simple y muy definida. La santa cena es un evento conmemorativo.
-La santa cena la pueden tomar quienes saben que tienen un amor débil y desean amar más a Dios y a su prójimo;
-La  santa cena la pueden tomarla quienes están tratando de servir a Dios, pero por las flaquezas espirituales fallan, aunque están conscientes de que necesitan poder de lo alto para vencer;
-La santa cena la pueden tomarla todos los pecadores que tienen el ferviente deseo de ser santos; 
-La santa cena la pueden tomar todos los que saben que tienen problemas y desea descansar en el Señor.
-La santa cena no la pueden tomar quienes están pecando y no quieren abandonar sus pecados;
-La santa cena no la pueden tomar quienes se creen lo suficientemente buenos y no sienten la necesidad de un Salvador.
¿Cómo podemos presentarnos a la santa cena?
1-Humildemente, porque sabemos que no somos dignos de ella;
2-Confiadamente, creyendo en la Palabra y la promesa de Dios, y siendo simples de corazón, sin estar haciendo preguntas;
3-Fervorosamente, conociendo a fondo lo que estamos haciendo. No porque otros la están tomando, sino porque estamos conscientes de nuestra realidad espiritual y sentimos la urgente necesidad de acercarnos a Dios;
4-Reverentemente, dándonos cuenta de la presencia de Dios a través de su Santo Espíritu;
5-Regularmente, no cuando se pueda o tengamos una oportunidad para hacerlo;
6-Frecuentemente, para nuestro crecimiento espiritual. Tal como el bebé necesita de comida sólida durante su crecimiento hasta convertirse en un adulto, así necesitamos de alimento espiritual sólido para crecer en Cristo;
7-Oportunamente, a tiempo, cuando nuestros pensamientos son tiernos, cuando nuestro corazón está libre de los cuidados y de las preocupaciones del mundo, podemos entregar a Dios esos hermosos e incomparables días de la juventud.
 
Dios creó a Adán y a Eva, y los puso en un hermoso jardín, bendecidos con todo lo que necesitaban para una vida de gozo. Pronto sucedió algo extraordinario: apareció Satanás. Él tentó a la primera pareja, y empujó a la joven tierra a la gran controversia entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás.
Ahora aparece otro jardín, llamado Getsemaní, que llegó a ser un terrible campo de batalla, donde se desarrolló la guerra entre la verdad y la falsedad, entre la justicia y el pecado, y entre el plan de Dios para la salvación humana y la estratagema satánica para la destrucción humana.
En el Edén, el mundo se encontró con la condenación; en el Getsemaní, el mundo se encontró con la salvación.
El Getsemaní muestra que, por dura que sea la batalla y por débiles que seamos, la victoria es segura para quienes han experimentado la fortaleza de la oración. En su plegaria, Jesús pronunció las famosas palabras: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22:42).
Las montañas son monumentos naturales, que dan asilo y refugio al alma de un mundo bullicioso e irreverente. Muchas personas que tienen mentes meditadoras han encontrado en el silencio de las montañas, el lugar perfecto y placentero para crear nuevos pensamientos. Hermosas visiones y planes majestuosos se han creado cuando se une el silencio de los majestuosos montes y la mente del hombre.
Ahora encontramos a Jesús en la semana más memorable que puede haber en toda la historia del universo; no hay otra semana en la que el universo entero haya estado tan profundamente interesado como el de la semana de la muerte de Cristo. La conmoción, la expectativa, la ansiedad, humanamente hablando, circundaba el universo entero, al darse cuenta de que el Hijo de Dios haría lo inconcebible: entregar su vida para salvar al mundo caído.
Jesús visitó el jardín del Getsemaní por varias razones: la primera razón es que esa era su santa costumbre. Después de haber hecho milagros, después de haber predicado un día entero, tenía por costumbre retraerse a las montañas para pasar en comunión con Dios por medio de la oración. Esta también tendría que ser nuestra costumbre, entregarnos a la comunión con Dios a través de la oración, después de nuestras tareas diarias.
La segunda razón es que siempre que Jesús tenía que tomar una decisión importante o comenzar una tarea importante, solía encomendarse a Dios, para recibir de Él fuerzas, ánimo, conducción y consuelo. De la misma manera que lo hizo David cuando lloró y clamó a Dios en el torrente de Hebrón huyendo de su hijo Absalón, así mismo y en la misma montaña, ahora Jesús acompañado de sus amigos, los discípulos, clama al Padre pidiendo ayuda y consuelo.
La tercera razón es para borrar y vencer la triste experiencia del primer jardín. En el primer jardín, el primer Adán sucumbió ante la prueba presentada; en el segundo jardín, el segundo Adán, venció para seguir venciendo durante toda esa semana; para levantarse en gloria el domingo y poder decir:  55 ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? También nosotros podemos decir: 54 Pero cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Devorada ha sido la muerte en victoria (1 Corintios 15).
57 Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
El sufrimiento de Jesucristo fue solitario: sus discípulos no entendían lo que estaba pasando; la debilidad  y el cansancio humano hacían estragos en las vidas de ellos. ¡Qué triste y sombrío es el mundo! Muchas veces sufrimos, cuando al mismo tiempo podemos contemplar que el que está a nuestro lado goza de la vida y de la alegría, totalmente ajeno a nuestro dolor, sufrimiento  ó desdicha.
Podemos dar un largo recital o un concierto sobre nuestros sufrimientos, desdichas, desengaños, enfermedades, muerte y dolor experimentado en nuestras vidas, en las cuales nuestros más queridos amigos en la tierra, no han querido o no han podido entrar, aunque ellos así lo hubieran deseado. Esa fue la experiencia de Cristo; no hay nada que los humanos sufran en esta tierra, que Cristo no lo haya sufrido. Si hay alguien que nos puede comprender en todo lo que nos pasa, ese alguien se llama Jesús.
El sufrimiento de Jesús fue intenso. A la hora de la suprema agonía, el «traicionero» estaba a las puertas. El juicio se acercaba, las burlas hacia él serían como el pan del día; el abucheo de las multitudes sería sin misericordia y en un total desenfreno, sus amigos lo abandonarían; se presentarían las falsas acusaciones de sus enemigos, el dolor y el sufrimiento de la muerte en la cruz serían devastadores; la vergüenza de la desnudez en la cruz es indescriptible, la amargura de la muerte ya había tocado a su puerta.
Jesucristo oró fervientemente: Jesucristo necesitaba la provisión del infinito Padre para cumplir con las exigencias del plan de salvación. La oración es una provisión en la economía divina y en la infinita sabiduría del Cielo, que suple las necesidades diarias del humano aquí en la tierra.
42Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 
Cristo nos revela la fuerza y la belleza de su carácter en la más alta y más hermosa forma: completa obediencia y sumisión a la voluntad de Dios. Con esta oración, Cristo toca lo profundo del corazón del más sublime santo en esta tierra; nos enseña el más elevado grado de santificación que el humano puede obtener de este lado del cielo.
Esta oración es la más grande, es la más sublime, es la más difícil, es la más confiable  y es la más dulce de todas las oraciones que el humano pueda conocer. «…pero no se haga mi voluntad, sino la tuya…» Toca toda la historia y la vida de la humanidad, desde lo más profundo del humano hasta su piel externa. Esta oración es la vida del cielo, vivida en la tierra, donde el humano entra en una comunión profunda e intensa con la voluntad divina, yendo en armonía con el plan divino para «hacer y sufrir»  la perfecta voluntad de Dios
He aquí algunas lecciones que podemos aprender de la escena de Jesús en el Getsemaní:
1-Todo hombre verdadero tiene su Getsemaní: todo el que desea servir a Dios es purificado por el bautismo del sufrimiento. La prueba purifica y nos hace crecer en fe, en sabiduría y en humildad.
2-Pasar por el jardín de Getsemaní es un arreglo de Dios: es parte del plan de Dios para perfeccionar la vida de los humanos. Cristo no estuvo en el jardín del Getsemaní por casualidad ni porque simplemente era su costumbre; estuvo allí por el plan divino. Cristo fue llevado al Getsemaní por una fuerza invisible, para que se cumpliera el propósito divino.
3-Orar para que la copa pase de nosotros, siempre tiene que hacerse de acuerdo con la condición y modelo que nos dejó Jesucristo: «…pero no se haga mi voluntad, sino la tuya…»
4-Dios siempre contesta las oraciones, pero no siempre de la manera en que nosotros le pedimos. De una cosa tenemos que estar seguro, y es que Dios nos puede liberar del Getsemaní o del sufrimiento; o puede darnos las fuerzas para cruzar las pruebas y dificultades de nuestro Getsemaní.
5-En los grandes sufrimientos, la sumisión total a Dios nos da más fuerzas para prepararnos para resistir sufrimientos aún peores.
6-Al final aprendemos que todo lo que pasa en este mundo, lo que nos pasa o deja de pasarnos es porque Dios reina y es Todopoderoso; Dios soberano.
«43 Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle.»
Después del sermón de un gran predicador, se le acercó un miembro de la iglesia y le dijo: Pastor, ¿cuándo va a predicar acerca de mi ángel favorito? El pastor le dijo: Si eres tan amable en decirme quién es ese ángel, lo haré con gusto. ¡No sé su nombre! dijo el hombre; -Pero sé que es el que se presentó en el Getsemaní, para dar fuerzas a Jesús para que contemplara la cruz, y así poder terminar la redención que había comenzado por mí. Yo tengo un amor tan grande para ese ángel, y  muchas veces me pregunto qué le diré la primera vez que tenga la oportunidad de verlo- dijo el hombre.
Entre las historias religiosas que relata Sócrates, está la de un hombre llamado Teodoro. Teodoro fue un mártir que fue puesto al tormento extremo, por un hombre llamado Julián el apóstata. Julián deseaba que Teodoro se retractara de su creencia y de su fe en Cristo. Cuando Julián vio que su plan con Teodoro había fracasado, él mismo Julián abandonó el martirio de Teodoro, preservándose así la vida de Teodoro. Más tarde un hombre llamado Rufino se acercó a Teodoro y le preguntó: ¿Sentías el dolor por la tortura que los verdugos estaban infligiendo en tu cuerpo? Teodoro comentó: «Al principio de la tortura sentía un dolor grave en mi cuerpo, cuando en ese preciso momento se presentó un hombre joven vestido de blanco que traía una toalla en su mano, muy suave y muy confortable. Se acercó a mí, y con la toalla comenzó a limpiar el sudor y la sangre que de mi cuerpo estaba vertiendo. Cuando limpiaba las heridas, me miraba con ternura y amor, mientras pronunciaba las palabras de consuelo y esperanza más hermosas que yo haya escuchado en mi vida. Yo estaba absorto observando la escena de compasión y de amor que estaba viviendo. Fue un castigo para mí cuando los verdugos me soltaron de la estaca a la cual estaba amarrado; prefería seguir contemplando la sublime escena de amor que estaba experimentando, antes de ser liberado. Cuando la tortura paró, el ángel desapareció» comentó Teodoro.
«44Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.»
Hay muchas personas que dudan que este párrafo sea literal. De acuerdo con la ciencia, ésta es una condición médica que existe, aunque es muy raro que acontezca; se la denomina «HEMATOHIDROSIS» y se han registrado algunos casos de esta condición en el transcurso de la historia del mundo.
Alrededor de las glándulas sudoríficas hay una inmensa cantidad de vasos capilares en forma de red. Bajo la presión del estrés, estos vasos capilares de dilatan. Cuando el estrés es excesivo, los vasos capilares que están alrededor de la glándula del sudor, pueden dilatarse de tal manera que llegan hasta el grado de la ruptura, usando la glándula del sudor como una vía de escape ejercida por la presión de la sangre de un corazón acelerado.
En otras palabras la HEMATOHIDROSIS es la ruptura de los vasos capilares debido a presión violenta de la sangre, lo que produce un corazón agitado, de una persona que está en agonía. Cuando una persona está enojada o avergonzada, tiende a enrojecerse el rostro.
Uno de los casos más famosos de HEMATOHIDROSIS es el de cierto joven de la ciudad de Florencia en Roma, que fue condenado a la muerte por el papa Pío Sexto, al principio de su reinado. La historia narra que mientras el muchacho era llevado a la ejecución, debido a la angustia que estaba sufriendo, comenzó a llorar lágrimas de sangre, y de su cuerpo entero comenzaron a brotar gotas de sangre en vez de sudor.
La terrible angustia de aquel que dijo:  «Mi alma está muy triste, hasta la muerte…» fue suficiente para producir un sudor de sangre en una noche fría, y al aire libre. Si no hubiera sido por el ángel que socorrió a Cristo, esa noche la hematohidrosis hubiera sido suficiente para terminar con la vida de Jesús. Pero no fue así; Jesucristo tenía que pasar por un juicio injusto, por el escarnio, por la vergüenza, por la humillación, y al final morir en la cruenta cruz; todo eso se requería para poder salvar al miserable pecador.
 
¡Qué amor inconmensurable!

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Se describe a Cristo como quien lleva los pesares y dolores causados por el pecado, y él hace esto no solo como nuestro amigo que simpatiza con nosotros, sino como nuestro sustituto. Por lo tanto, nuestros pecados de egoísmo, de carácter inamistoso, de indolencia, de malos hábitos y malas prácticas, deben ser eliminados positiva y firmemente. El que se desliga de Satanás no debe dar lugar a sus tentaciones. Consideren las almas que van a Cristo que él es quien lleva los pecados… Que el alma arrepentida se aferre por fe del recurso preparado para salvarla no en sus pecados sino de sus pecados. Cristo, como el que lleva los pecados, debe quitar los pecados y rescatar al pecador de su malsana condición espiritual.

El hombre quedó separado de Dios debido a la transgresión; se rompió la comunión entre ellos; pero Jesucristo murió en la cruz del Calvario llevando en su cuerpo los pecados de todo el mundo, y el abismo entre el ciclo y la tierra fue unido por esa cruz con un puente. Cristo conduce a los hombres al abismo y señala el puente con el cual es atravesado, y dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Comentario bíblico adventista, tomo 7, pp. 952, 953).

Cuando Cristo vino a esta tierra la primera vez, lo hizo humilde y oscuramente, y su vida fue de sufrimiento y pobreza… En ocasión de su segunda venida todo será diferente. Los hombres no lo verán como un prisionero rodeado por el populacho, sino como al Rey del cielo.

Cristo vendrá en su propia gloria, en la gloria del Padre, y en la gloria de los santos ángeles. Millones de millones y millares de millares de ángeles, los hermosos y triunfantes hijos de Dios, que poseen una inconmensurable hermosura y gloria, lo escoltarán en su camino. En lugar de la corona de espinas, él llevará una corona de gloria —una corona dentro de una corona. En lugar de ese antiguo manto de púrpura, estará vestido con un ropaje del blanco más puro, tanto que “ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos” (Marcos 9:3). Y en su vestido y en su muslo habrá escrito un nombre: “Rey de reyes y Señor de señores” (Apocalipsis 19:16)…

Un poco más, y veremos al Rey en su hermosura. Un poco más, y él enjugará toda lágrima de nuestros ojos… Entonces innumerables voces entonarán el himno: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Apocalipsis 21:3)…

[Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz”] (La maravillosa gracia de Dios, p. 358).

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Martes 16 de mayo // Lección 8___________________________________________________________

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

Lee 1 Pedro 1:3, 4 y 21; y 3:21; Juan 11:25; Filipenses 3:10 y 11; y Apocalipsis 20:6. ¿Qué gran esperanza nos señalan estos textos, y que significa para nosotros?

1 Pedro 1:3-4 y 21

Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,

21 y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

1 Pedro 3:21

21 El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo,

Juan 11:25

25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Filipenses 3:10-11

10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.

Apocalipsis 20:6

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.

Como ya hemos visto, 1 Pedro está dirigida a aquellos que están sufriendo por causa de su fe en Jesús. Entonces, es muy apropiado que, justamente al inicio de su carta, Pedro oriente la atención de sus lectores a la esperanza que les aguarda. Como dice Pedro, la de un cristiano es una esperanza viva, precisamente porque es una esperanza que descansa sobre la resurrección de Jesús (1 Ped. 1:3). Gracias a la resurrección de Jesús, los cristianos pueden esperar una herencia en el cielo que no perecerá ni se desvanecerá (1 Ped. 1:4). En otras palabras, no importa cuán difícil se ponga nuestra situación, piensa en lo que nos espera cuando todo termine.

De hecho, la resurrección de Jesús de los muertos es una garantía de que nosotros también podemos ser resucitados (1 Cor. 15:20, 21). Como lo dice Pablo: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados” (1 Cor. 15:17). Pero, la resurrección de Jesús de entre los muertos nos ha mostrado que él tiene el poder de conquistar la muerte misma. Así, la esperanza del cristiano se basa en el evento histórico de la resurrección de Cristo, que es el fundamento de la nuestra al fin del tiempo.

¿Dónde estaríamos sin esta esperanza, sin esta promesa? Todo lo que hizo Cristo por nosotros culmina en la promesa de la resurrección. Sin eso, ¿qué esperanza tendríamos nosotros, especialmente considerando que sabemos que, contrariamente a la creencia popular cristiana, los muertos están en un estado de sueño inconsciente en la tumba?

“Para el cristiano, la muerte es tan solo un sueño, un momento de silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios y ‘cuando Cristo, vuestra vida, se manifestare, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria’ […]. En su segunda venida, todos los preciosos muertos oirán su voz, y surgirán a una vida gloriosa e inmortal” (DTG 731).

Piensa en la aparente irrevocabilidad de la muerte. Es tan dura, tan implacable y tan real. ¿Por qué, entonces, la promesa de la resurrección es tan importante para nuestra fe, y para todo lo que creemos y esperamos?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

El día en que Cristo resucitó fue el más glorioso de la historia terráquea. La resurrección del Señor representa la victoria, la fe y la esperanza más gloriosas que alguna vez conoció el planeta Tierra.
La muerte de Cristo fue una muerte real. Según los cálculos de los historiadores, en ese tiempo había alrededor de un millón y medio de habitantes en la región, los que de una manera u otra fueron testigos de la muerte de Jesús.
El entierro o sepultura de Cristo también fue real: El sepultar a un criminal, especialmente uno que había muerto en la cruz, requería un permiso muy difícil de conseguir con las autoridades de ese tiempo. Pero la Providencia Divina se encargó de eliminar el miserable miedo a los escribas y sacerdotes, y Jesucristo fue sepultado en una tumba nueva, tumba que había pertenecido a un rico, tal como lo predecía la profecía. El Cielo lo coordinó así para multiplicar la cantidad de testigos que darían fe de la resurrección de Cristo.
La resurrección de Cristo fue un suceso real. El hecho de que la tumba de Cristo está vacía, es prueba de que su resurrección fue un suceso real.
¿Cómo llegó a estar vacía la tumba de Cristo?
Hay básicamente dos teorías: La primera teoría explica que, de acuerdo con los que gobernaban en esos días, el cuerpo de Cristo fue robado.
La segunda teoría, que es la de los apóstoles, propone que Jesús resucitó de entre los muertos.
Es evidente que los enemigos de Cristo no iban a robar el cuerpo de Cristo, pero tampoco lo harían los discípulos. ¿Cómo sería posible que un puñadito de hombres, que para colmo se habían escondido por causa del miedo, pudieran tener la osadía de enfrentarse a los militares romanos y cometer semejante delito? ¿Cómo se podría robar un cuerpo en medio de una ciudad que estaba convulsionada por el suceso de la muerte de Cristo, cuando en esa época del año, la luna brillaba en todo su esplendor en el cielo del Medio Oriente?
La primera teoría es imposible de aceptar. Entonces concluimos en que la teoría de los apóstoles deja de ser una teoría y se convierte en una realidad: Cristo resucitó.
También la persecución fue real: El testimonio que dieron los discípulos en cuanto a la resurrección de Cristo fue tan real y poderosa, que despertó el celo de los dirigentes y desató la persecución en contra de una verdad contundente.
La resurrección es una vindicación de todas las profecías que hablaban del carácter, vida, muerte y resurrección del Mesías.
La resurrección es el sello de aceptación divina del sacrificio de Jesús; en consecuencia, señala el momento en que se confirma la esperanza de todo el mundo.
La resurrección de Jesús es la garantía de nuestra propia resurrección; es una promesa de inmortalidad por parte del segundo Adán.
La resurrección es un estímulo para todos nosotros. ¡Cristo no está muerto! Él está vivo, vivo para escuchar nuestros pedidos. Cristo está vivo para interceder por nosotros, vivo para darnos la salvación.
La resurrección de Cristo destrona completamente el «materialismo«, deja en estado de coma al «panteísmo« y rompe los fundamentos en los cuales está asentado el «escepticismo«.
El materialismo es la corriente filosófica que sostiene que lo único que existe es lo material. El materialismo niega la existencia de las cosas espirituales, y busca una explicación física para todos los fenómenos o milagros divinos que ocurren en esta tierra.
El panteísmo es la corriente filosófica según la cual la naturaleza, el universo y Dios son todos una misma cosa. En otras palabras, la suma de la naturaleza y el universo está representado por el término «DIOS» La palabra panteísmo es la composición de dos raíces griegas: PAN, que significa TODO; y THEOS, que significa «DIOS». Estas voces unidas dicen: Dios es todo y todo es Dios.
El escepticismo es la filosofía que se basa en la duda. La persona escéptica es la que profesa duda en todo lo que se le dice o se le enseña; los escépticos generalmente están en contra o en desacuerdo con todo lo que comúnmente se acepta como una verdad.
Cristo dejó en la tumba las especies con las cuales fue sepultado. La fragancia que quedó en la tumba no fue olor de muerte, sino aroma de vida y de victoria. Allí dejó las mantas con que envolvieron su cuerpo; dejó el sudario con el cual su cabeza fue envuelta; dejó la tumba custodiada por ángeles.
¿Qué más dejó Cristo en la tumba? Dejó una tumba abierta, hermosas noticias para nosotros: ¡La casa de la muerte quedó sin puerta! Nuestro Sansón neotestamentario arrancó las puertas de la tumba junto con sus fundamentos, y se llevó consigo las llaves de la muerte y del sepulcro: 17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; Yo Soy el Primero y el Último; 18y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del sepulcro.(Apocalipsis 1). Él tiene las llaves en su poder, y pronto las usará para libertar a millones que aún se encuentran apresados por la tumba, pero que han muerto con la bendita esperanza de la resurrección.
¡Gloria sea al Cristo resucitado!

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Cristo es un Salvador resucitado, pues aunque estuvo muerto, ha resucitado y vive siempre para interceder por nosotros. Hemos de creer con el corazón para justicia y con la boca hemos de hacer confesión para salvación. Los que son justificados por la fe confesarán a Cristo. “El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24). La gran obra que ha de efectuarse para el pecador que está manchado y contaminado por el mal es la obra de la justificación. Este es declarado justo mediante Aquel que habla verdad. El Señor imputa al creyente la justicia de Cristo y lo declara justo delante del universo. Transfiere sus pecados a Jesús, el representante del pecador, su sustituto y garantía. Coloca sobre Cristo la iniquidad de toda alma que cree. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).

Cristo pagó por la culpabilidad de todo el mundo y todo el que venga a Dios por fe, recibirá la justicia de Cristo, “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24). Nuestro pecado ha sido expiado, puesto a un lado, arrojado a lo profundo de la mar. Mediante el arrepentimiento y la fe somos liberados del pecado y contemplamos al Señor, nuestra justicia. Jesús sufrió, el justo por el injusto (Mensajes selectos, tomo 1, pp. 459, 460).

El cristiano está sujeto a la enfermedad, a los chascos, a la pobreza, a los vituperios y a las dificultades. Sin embargo, en medio de todo esto, ama a Dios, elige hacer su voluntad, y ninguna cosa aprecia tanto como su aprobación. En las pruebas contradictorias y escenas cambiantes de esta vida, él sabe que hay un Ser que conoce todas las cosas; un Ser que escuchará con oídos atentos el clamor de los afligidos y perturbados; un Ser que puede simpatizar con toda tristeza, y mitigar la penetrante angustia de todo corazón…

En medio de toda esta aflicción, el cristiano tiene un poderoso consuelo. Y si Dios permite que sufra una enfermedad larga y perturbadora, antes de cerrar los ojos en la muerte, puede soportar todo con gozo. … Contempla el futuro con satisfacción celestial. Un corto reposo en la tumba, y luego el Dador de la vida romperá los sellos del sepulcro, libertará al cautivo y lo levantará de su lecho de polvo, vestido de inmortalidad, para nunca más sufrir dolor, tristeza o muerte. ¡Oh, cuán admirable es la esperanza del cristiano! Quiero que esta esperanza del cristiano sea la mía. Que también sea la vuestra (Nuestra elevada vocación, p. 11).

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Lección 8 // Miércoles 17 de mayo________________________________________________________

JESÚS COMO EL MESÍAS

Como vimos anteriormente, uno de los puntos de inflexión en el ministerio terrenal de Jesús ocurrió cuando, en respuesta a una pregunta en cuanto a quién era él, Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mat. 16:16). La palabra Cristo (Jristós, en griego) significa “el ungido”, el “Mesías”; en hebreo es Mashiaj. Proviene de una raíz que significa “ungir”, y es un término que, en el Antiguo Testamento, se utiliza en diversos contextos (incluso se usó, en Isa. 45:1, para señalar a un rey pagano, Ciro). Así, cuando Pedro llamó a Jesús “el Cristo”, estaba utilizando una palabra que expresa un ideal derivado de las Escrituras hebreas.

Lee los siguientes textos del Antiguo Testamento, donde se utiliza la palabra Mesías, o ungido. ¿Qué nos enseña el contexto acerca de su significado? ¿De qué manera pudo haber entendido Pedro lo que significaba “el Mesías” cuando le dio ese nombre a Jesús?

Salmos 2:2

Se levantarán los reyes de la tierra, Y príncipes consultarán unidos Contra Jehová y contra su ungido, diciendo:

Salmos 18:50

50 Grandes triunfos da a su rey, Y hace misericordia a su ungido, A David y a su descendencia, para siempre.

Daniel 9:25

25 Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

1 Samuel 24:6

Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová.

Isaías 45:1

1 Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo por su mano derecha, para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de él puertas, y las puertas no se cerrarán:

Pedro había sido inspirado por el Señor para declarar que Jesús era el Mesías (Mat. 16:16, 17), y no caben dudas de que no comprendía plenamente lo que eso significaba. No entendía quién era exactamente el Mesías, qué misión debía llevar a cabo y, quizá más importante, de qué modo lo debía hacer.

Pedro no estaba solo en esa falta de entendimiento. Había muchas ideas diferentes en Israel acerca del Mesías. En sí mismos y por sí mismos, los usos de la palabra Mesías, o ungido, en los textos de arriba no presentan el cuadro completo, por mucho que puedan vaticinar lo que sería y haría, en última instancia, el Mesías.

Juan 7:40 revela un poco de lo que se esperaba del Mesías: descendería de David, del pueblo de Belén (Isa. 11:1-16; Miq. 5:2). Esa parte la entendieron correctamente. En la imaginación popular, sin embargo, un Mesías del linaje de David haría lo mismo que David: vencer a los enemigos de los judíos. Lo que nadie esperaba era un Mesías que sería crucificado por los romanos.

Por supuesto, para el tiempo en que escribió su epístola, Pedro entendía con mayor claridad que Jesús era el Mesías (en 1 y 2 Pedro, lo llama Jesucristo quince veces) y todo lo que había hecho por la humanidad.

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

(MIÉRCOLES Y JUEVES)

En el Antiguo Testamento no aparece el título de Padre ni Hijo. Siempre que el Antiguo Testamento se refiere a ellos, usa nombres como Jehová, Yo Soy, Elohim, Adonai, etc.

Es interesante notar que el Antiguo Testamento menciona al Espíritu Santo en varias ocasiones; pero cuando se refiere a las otras dos personas de la Deidad, nunca las diferencia con el título de Padre o Hijo. Se refiere a los dos con el mismo nombre y con las mismas prerrogativas.

Es más, la Biblia parece mencionar que hay dos personas con el nombre “Jehová”: Génesís 19: 24 cita que dos “Jehovás” destruyeron Sodoma y Gomorra: “Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos”

Estos son algunos de los nombres que se usan en el Antiguo Testamento para referirse a Dios:

EL, ELOAH, ELOEH: Dios “Poderoso, Fuerte, Prominente”.

ELOHIM: Dios “Creador, Todopoderoso y Fuerte” 

EL SHADDAI: “Dios Todopoderoso,” “El Fuerte de Jacob” 

ADONAI: “El Señor” 

YHWH / YAHWEH / JEHOVÁ: “SEÑOR”

 YAHWEH-JIREH: “El Señor proveerá” 

YAHWEH-RAPHA: “El Señor que sana” 

YAHWEH-NISI: “El Señor es mi bandera”

YAHWEH-MEKADDESH: “El Señor que santifica”

YAHWEH-SHALOM: “El Señor es nuestra paz” 

YAHWEH-ELOHIM: “SEÑOR Dios” 

YAHWEH-TSIDKENU: “El Señor nuestra justicia” 

YAHWEH-ROHI: “El Señor es mi Pastor” 

YAHWEH-SAMA: “El Señor está allí” 

YAHWEH-SABAOTH: “El Señor de los ejércitos” 

EL ELYON: “El Altísimo” 

EL ROI: “El Dios que me ve” 

EL OLAM: “El Dios Eterno” 

EL-GIBHOR: “Dios Fuerte”

La palabra “Hijo” la encontramos por primera vez en el libro de Proverbios, capítulo 30 y versículo 4, donde leemos:

“¿Quién subió al cielo, y descendió? ¿Quién encerró los vientos en sus puños?
¿Quién ató las aguas en un paño? ¿Quién afirmó todos los términos de la tierra?
¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si sabes?»

Este texto hace eco de la conversación entre Dios y Job, que está puesta a perpetuidad, en el capítulo 38 de libro de Job.

Más tarde en la Biblia se vuelve a mencionar la palabra Hijo, y en esta ocasión lo hace Isaías en su profecía mesiánica:

“Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre sus hombros; y se llamará su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”  (Isaías 9: 6)

En el Nuevo Testamento, todo cambia: ahora se nos da a conocer que uno de ellos es el Padre y el otro es el Hijo.

Las expresiones “Hijo del Hombre” e “Hijo de Dios” son dos títulos con los que los evangelios describen quién era Jesús. El primero indica al Dios encarnado; el segundo señala su divinidad como la segunda Persona de la Deidad.

Vamos es estudiar este texto bíblico 

35- Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también lo Santo que de ti nacerá, será llamado el Hijo de Dios. (Lucas 1: 35 versión  Reina Valera Gómez)

Este texto bíblico, donde aparece el titulo «Hijo de Dios», ha dado oportunidad a la especulación.  

He aquí las tres formas de interpretar este texto por diferentes teólogos del mundo o por diferentes religiones: 

-Hay un grupo de personas que creen que es aquí donde por primera vez se aplica este título: precisamente en el milagro de la encarnación. El Espíritu Santo engendra a Jesús en María, y ahora uno de ellos se convierte en el Padre y el otro en el Hijo;

-Otros creen que este título demuestra una relación existente entre el Padre y el Hijo antes de la encarnación. Este grupo cree que en el Antiguo Testamento, a pesar de que no se menciona el título del Padre o el Hijo, esta relación entre Padre e Hijo ya existía desde la eternidad.

-El tercer grupo cree que este título -El Hijo de Dios- se da a Jesús debido al papel que viene a desempeñar en el plan de salvación; teniendo un título así, se le haría más fácil a la humanidad entender el sistema o el plan de la redención, preparado por Dios para la raza caída.

¿Qué posición ha tomado la Iglesia Adventista del Séptimo Día con respecto a este tema?

Nuestra iglesia no ha tomado ninguna posición en cuanto a este tema, ya que en la Biblia no se encuentra ningún lenguaje claro y específico con respecto a este tópico. Tomar cualquier posición doctrinal en cuanto a esto, sería entrar en el campo de la especulación; por lo tanto se deja como un misterio de Dios, no revelado al hombre; y se prosigue a adoptar la regla de oro, que es el «SILENCIO» que en este caso como en otros, es muy valioso.

Mateo comienza su libro con la genealogía de Jesucristo; tanto la genealogía de Mateo, como la de Lucas, fueron extraídas de “El Libro de las Generaciones” o “El Linaje de los Reyes” que son archivos públicos, que son cuidadosa y celosamente preservadas, bajo el estricto cuidado del Sanedrín.

La genealogía es la prueba para todos aquellos que reclaman ser el Mesías.

Todos aquellos que reclaman ser el Mesías, tienen que contestar afirmativamente las siguientes dos preguntas: 1-¿Es hijo de David?; 2-¿Es hijo de Abraham?

El Mesías tenía que ser hijo, tanto de David, como de Abraham. David representa la dinastía real de Israel, y Abraham representa la religión de Israel.

David entrega al Mesías la sangre real, un cetro y un trono; Abraham le entrega el legado de fe y esperanza a través de la religión.

La Palabra “HIJO” en hebreo representa una variedad de significados, entre ellos están: hijo, nieto o descendiente.

Es importante descubrir la genealogía de Jesús hasta David, porque la promesa y la profecía indicaron que el Mesías sería un descendiente directo de la familia de David. Sería imposible convencer a un judío en cuanto a la autenticidad del Mesías, si no se probaba que era descendiente de David; a pesar de que se les pudo probar el linaje de Cristo, aún no se logró convencerlos.

La promesa del Mesías también se le hizo a Abraham. Los judíos esperaban que el Mesías también fuera descendiente de Abraham.

A pesar del nacimiento humilde de Jesús, su linaje comprueba que él es descendiente de estos dos ilustres personajes: Abraham, el padre de la fe y David, el dulce cantor de Israel.

¿Cuál es la diferencia entre los nombres «Jesús», «Cristo» y «Jesucristo»?

El nombre Jesús es el nombre personal que usó «Jesús» como ser humano aquí en la Tierra.

El origen de este nombre se remonta a la orden que da el ángel Gabriel a José; esto lo encontramos en «Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.» A través de este nombre, Jesús fue conocido por sus contemporáneos, es decir por la gente de su pueblo, en su tiempo: sus amigos, sus vecinos, etc. Este nombre sencillamente identificaba a Jesús como: «Jesús el hijo de José el carpintero.»

CRISTO: La palabra Cristo viene de la palabra griega «JRISTOS», y la palabra “JRISTOS” fue tomada de la palabra hebrea «MASHIAJ»

La palabra «MASHIAJ» es la misma palabra que en castellano se traduce como «MESÍAS».

La palabra «MASHIAJ» significa «UNGIDO». Por lo tanto, si a Jesús se le llama «MESÍAS» o se le llama «CRISTO» se le está llamando “EL UNGIDO”

LA PALABRA CRISTO (JRISTOS) Y MESÍAS (MASHIAJ) SIGNIFICA UNGIDO

En el Antiguo Testamento se UNGÍA a algunas personas que tenían que desempeñar cargos extremadamente importantes, o personas que eran consagradas para servicios especiales o servicios sagrados;  entre ellos estaban el sumo sacerdote, un profeta y un rey. A estas personas se les daba el nombre de  «MASHIAJ» o «MESÍAS» o «UNGIDO».

La palabra Mesías toma un giro en las profecías mesiánicas; este vocablo «MESÍAS» se toma específicamente para aplicárselo al Redentor del mundo; Él tenía que desarrollar los tres trabajos o representar los tres títulos de un UNGIDO que son: Profeta, Sumo-Sacerdote y Rey.

Profeta: Vino a éste mundo a representar o hablar por el Padre a los hombres.

Sumo-Sacerdote: Vino a éste mundo a interceder por el hombre ante Dios, a través de su muerte en la cruz, y ascendió al cielo para representar a los hombres frente al Padre.

Rey: Es el Rey del universo y a todo el que le acepta como Rey, se le promete una ciudadanía perfecta, en santidad y armonía, por la eternidad.

Jesús es el «Ungido de Dios» 

18El Espíritu del Señor reposó sobre mí: por lo cual me ha consagrado con su unción divina, y me ha enviado a evangelizar a los pobres, a curar a los que tienen el corazón contrito, 19a anunciar libertad a los cautivos y a los ciegos vista, a soltar a los que están oprimidos, a promulgar el año de la misericordia del Señor o del jubileo, y el día de la retribución.  (Lucas 4,  Torres-Amat)

El problema de los judíos fue que aceptaron a Jesús como el hijo de José -el carpintero- y María, pero no pudieron aceptar a Jesús como EL UNGIDO, EL CRISTO o EL MESÍAS de Dios para nuestra redención.

JESUCRISTO o JESÚS EL CRISTO

Cuando se unen estos dos nombres se está haciendo una de las confesiones de fe más sublimes del universo; sencillamente se está diciendo: Creo que Jesús, el hijo de José y María, es también «El CRISTO DE DIOS», que vino a este mundo para salvarme de mis pecados; él es mi Salvador, mi Sumo Sacerdote y mi Rey.

Mateo presenta la evidencia necesaria de que Jesús cumple con las condiciones de ser descendiente de estos dos importantes e ilustres personajes; Abraham, el padre de la fe hebraica y David, fundador del linaje real hebreo.

Razones importantes de la genealogía de Cristo:

-Es una prueba de la humanidad de Cristo, demostró que fue judío y que también fue gentil

-Marca la importancia de su nacimiento en la historia de la humanidad

-Demuestra el linaje real de Cristo

-Demuestra cómo el pasado se preparó para recibir a Cristo

-Demuestra la grandeza de su linaje: Abraham, Isaac, Jacob, David, Asa, Josafat, Ezequías, Josías, Zorobabel

-Demuestra también la bajeza de su linaje: Jeroboam, Abía, Uzías, Manasés, Amón, Joconías, Rahab, Tamar

Así como la grandeza del linaje corría por sus venas, también la sangre de la bajeza de personas con nombren oscuros corría por sus venas. Al final de todo, el antepasado de Jesucristo, lo deja con poco espacio, para él poder gloriarse, Cristo tiene muy poca gloria personal con el historial de todo su abolengo.

La salvación que Cristo ofrece al mundo acepta, perdona y redime desde la persona que tiene el más honorable nombre, hasta la persona que tiene el más oscuro y bochornoso nombre.

Interesantemente, la genealogía de Cristo toma a muchos hijos que no son los mayores, ni los primogénitos de cada familia para continuar el linaje de Cristo. Por ejemplo, Abraham era el hijo menor de Taré; Isaac fue el hijo menor de Abraham; Jacob fue el hijo menor de Isaac, y Judá fue el cuarto hijo de Jacob, de donde continuó el linaje de Jesús. Los hijos de Judá con Tamar, son Fares y Zara; pero Fares, quien era el menor, fue tomado para continuar con el linaje de Cristo.

Lo mismo ocurrió a David: él fue el hijo menor. Le siguió Salomón, también el menor de la familia, y se menciona a Natán, que era del lado de María, que también fue el hijo menor de la familia. Terminamos con Jesús, quien fue el primogénito de María, pero fue el hijo menor de José y también el Unigénito Hijo de Dios. Jesús abarca a tres grupos de hijos: LOS UNIGÉNITOS, LOS PRIMOGÉNITOS, Y LOS HIJOS MENORES.

En la genealogía de Jesús se mencionan cinco mujeres, Rahab, Ruth, Tamar, Betsabé, y María; de ellas cinco, encontramos a dos que eran gentiles: Rahab que era cananea y Ruth que era moabita.

Jesucristo fue un verdadero rey, un verdadero judío, un verdadero hombre, y el verdadero hijo de Dios

VERDADERO REY: Jesús era “Hijo de David”. Era descendiente de la línea directa del rey David, tenía derecho natural, además tenía derecho civil a la tierra y tenía derecho al trono que era del rey David. En el tiempo en que vivió Jesús, no había otro heredero que pudiera reclamar el trono como lo pudo haber hecho Jesús. Herodes no tenía pruebas para reclamar el reinado de Israel, él era un impostor, un traidor y un asesino, trató de asesinar al verdadero y único heredero al trono de David, que era Jesús.

VERDADERO JUDÍO: Jesús era “hijo de Abraham”, al ser “hijo de David” automáticamente se colocaba como “hijo de Abraham” Esto era para satisfacción de los judíos, quienes reclamaban que la salvación y la bendición venía a través de la descendencia de Abraham.

VERDADERO HOMBRE: Jesús era “Hijo de Adán” Lucas, a diferencia de Mateo, va más lejos de las limitaciones judías, Lucas presenta a Jesús como propiedad de la humanidad entera, perteneciente a toda la raza humana, Lucas presenta a Jesús como la luz, la esperanza y la salvación para todo hombre.

VERDADERO HIJO DE DIOS: Jesús era “el Hijo de Dios” De la manera en que Adán tenía la potestad divina de empezar una nueva raza en la Tierra, de la misma manera Jesús tenía la potestad divina de comenzar una nueva religión en la Tierra. En Él residía toda la potestad divina del Padre y la presencia completa del Espíritu Santo.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La venida del Salvador había sido predicha en el Edén. Cuando Adán y Eva oyeron por primera vez la promesa, esperaban que se cumpliese pronto. Dieron gozosamente la bienvenida a su primogénito, esperando que fuese el Libertador. Pero el cumplimiento de la promesa tardó. Los que la recibieron primero, murieron sin verlo. Desde los días de Enoc, la promesa fue repetida por medio de los patriarcas y los profetas, manteniendo viva la esperanza de su aparición, y sin embargo no había venido. La profecía de Daniel revelaba el tiempo de su advenimiento, pero no todos interpretaban correctamente el mensaje. Transcurrió un siglo tras otro, y las voces de los profetas cesaron. La mano del opresor pesaba sobre Israel, y muchos estaban listos para exclamar: “Se han prolongado los días, y fracasa toda visión” (Ezequiel 12:22).

Pero, como las estrellas en la vasta órbita de su derrotero señalado, los propósitos de Dios no conocen premura ni demora. Por los símbolos de las densas tinieblas y el homo humeante, Dios había anunciado a Abrahán la servidumbre de Israel en Egipto, y había declarado que el tiempo de su estada allí abarcaría cuatrocientos años. “Después de esto —dijo Dios—, saldrán con grande riqueza”. Y contra esta palabra se empeñó en vano todo el poder del orgulloso imperio de los faraones. “En el mismo día” señalado por la promesa divina, “salieron todos los ejércitos de Jehová de la tierra de Egipto”. Así también fue determinada en el concilio celestial la hora en que Cristo había de venir; y cuando el gran reloj del tiempo marcó aquella hora, Jesús nació en Belén.

“Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo”. La Providencia había dirigido los movimientos de las naciones, así como el flujo y reflujo de impulsos e influencias de origen humano, a tal punto que el mundo estaba maduro para la llegada del Libertador. Las naciones estaban unidas bajo un mismo gobierno. Un idioma se hablaba extensamente y era reconocido por doquiera como la lengua literaria. De todos los países, los judíos dispersos acudían a Jerusalén para asistir a las fiestas anuales, y al volver a donde residían, podían difundir por el mundo las nuevas de la llegada del Mesías (El Deseado de todas las gentes, p. 23).

Tú crees que Jesús era el Hijo de Dios; pero ¿tienes una fe personal respecto a tu propia salvación? ¿Crees que Jesús es tu Salvador, que él murió en la cruz del Calvario para redimirte, que te ha ofrecido el don de la vida eterna si crees en él?

¿Y qué es creer? Es aceptar plenamente que Jesucristo murió como nuestro sacrificio; que él se hizo maldición por nosotros, que tomó nuestros pecados sobre sí mismo, y nos imputó su propia justicia. Por eso reclamamos esta justicia de Cristo, creemos en ella, y es nuestra justicia. Él es nuestro Salvador. Nos salva porque dijo que lo haría. ¿Hemos de participar en todas las discusiones en cuanto a cómo puede salvarnos? ¿Tenemos en nosotros mismos la bondad que nos hará mejores y que nos limpiará de las manchas y las tachas del pecado, habilitándonos entonces para acudir a Dios? Nosotros simplemente no podemos hacerlo (Fe y obras, p. 70).

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Jueves 18 de mayo // Lección 8___________________________________________________________

JESÚS, EL MESÍAS DIVINO

Pedro sabía no solamente que Jesús era el Mesías, sino también que era el Señor. Es decir, para cuando escribió sus epístolas, Pedro sabía que el Mesías era Dios mismo. Aunque el título “Señor” puede tener un significado secular, también puede ser una clara referencia a la Deidad. Tanto en 1 Pedro 1:3 como en 2 Pedro 1:8, 14 y 16, Pedro se está refiriendo a Jesús –el Mesías, el Cristo– como el Señor, Dios mismo.

Al igual que otros escritores del Nuevo Testamento, Pedro describe la relación entre Jesús y Dios con las palabras Padre e Hijo. Por ejemplo: “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ped. 1:3; cf. 2 Ped. 1:17). Se describe a Jesús como el Hijo amado (2 Ped. 1:17); y algo de la autoridad de Jesús como Señor, y su estatus celestial, viene de esta relación especial que tiene con Dios el Padre.

Lee 2 Pedro 1:1; y Juan 1:1 y 20:28. ¿Qué nos enseñan estos textos acerca de la divinidad de Jesús?

2 Pedro 1:1

1 Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra:

Juan 1:1

1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Juan 20:28

28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!

Segunda de Pedro 1:1 dice: “Nuestro Dios y Salvador Jesucristo”. En el original griego, el mismo artículo definido (es decir, “el”) es utilizado tanto para Dios como para Salvador. Gramaticalmente, esto significa que tanto “Dios” como “Salvador” se utilizan para referirse a Jesús. Segunda de Pedro 1:1 es, entonces, una de las indicaciones muy claras, en el Nuevo Testamento, de la plena divinidad de Jesús.

Mientras los primeros cristianos se esforzaban por entender a Jesús fueron, gradualmente, uniendo las piezas de evidencia del Nuevo Testamento. En los escritos de Pedro, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son presentados distintivamente (por ejemplo, Padre/Hijo: 1 Ped. 1:3; 2 Ped. 1:17; Espíritu Santo: 1 Ped. 1:12; 2 Ped. 1:21), al igual que en el resto del Nuevo Testamento. Sin embargo, al mismo tiempo, Jesús es presentado como plenamente divino, igual que el Espíritu Santo. Con el tiempo, y después de mucha discusión, la iglesia desarrolló la doctrina de la Trinidad para explicar lo mejor posible el misterio divino de la Deidad. Los Adventistas del Séptimo Día incluyen la doctrina de la Trinidad como una de sus 28 creencias fundamentales. Así, vemos en Pedro una presentación clara de Jesús, no solamente como el Mesías, sino también como Dios mismo.

Cuando piensas en la vida y la muerte de Jesús, y luego te percatas de que él era Dios, ¿qué te dice eso sobre cómo es el Dios al que servimos, y por qué deberíamos amarlo y confiar en él? Lleva tu respuesta a la clase el sábado.

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

El comentario del día jueves está junto con el día miércoles.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Hoy es tan cierto como en los días apostólicos que sin la iluminación del Espíritu divino, la humanidad no puede discernir la gloria de Cristo. La verdad y la obra de Dios no son apreciadas por un cristianismo que ama el mundo y transige con él. No es en la comodidad, ni en los honores terrenales o la conformidad con el mundo donde se encuentran los que siguen al Maestro. Han dejado muy atrás estas cosas y se hallan ahora en las sendas del trabajo, de la humillación y del oprobio, en el frente de batalla “contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires”. Como en los días de Cristo, no son comprendidos, sino vilipendiados y oprimidos por los sacerdotes y fariseos del tiempo actual.

El reino de Dios viene sin manifestación exterior. El evangelio de la gracia de Dios, con su espíritu de abnegación, no puede nunca estar en armonía con el espíritu del mundo. Los dos principios son antagónicos. “Mas el hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de examinar espiritualmente” (1 Corintios 2:14) (El Deseado de todas las gentes, pp. 469, 470).

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado”. Apocalipsis 21:1 (VM). El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado.

Solo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: “Su resplandor es como el fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escondedero de su poder”. Habacuc 3:4 (VM). En sus manos, y su costado heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, “allí mismo está el escondedero de su poder”. “Poderoso para salvar” por el sacrificio de la redención, fue por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para con aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder (El conflicto de los siglos, p. 653).

Este gran sacrificio no fue hecho para crear amor en el corazón del Padre hacia el hombre, ni para moverle a salvamos. ¡No! ¡No! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito” (Juan 3:16). Si el Padre nos ama no es a causa de la gran propiciación, sino que él proveyó la propiciación porque nos ama. Cristo fue el medio por el cual el Padre pudo derramar su amor infinito sobre un mundo caído. “Dios estaba en Cristo, reconciliando consigo mismo al mundo” (2 Corintios 5:19). Dios sufrió con su Hijo. En la agonía del Getsemaní, en la muerte del Calvario, el corazón del Amor infinito pagó el precio de nuestra redención (El camino a Cristo, p. 12).

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Lección 8 // Viernes 19 de mayo__________________________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: “Parece lógico comenzar con ‘Mesías’, puesto que la iglesia cristiana debe su nombre al equivalente griego Jristós, el ‘Ungido’. La palabra hebrea se refiere a la figura del libertador a quien los judíos esperaban y que sería el agente de Dios en la inauguración de una nueva era para el pueblo de Dios. Los términos hebreo y griego derivan de raíces que significan ‘ungir’. Evidentemente, al llamarlo ‘Cristo’, los escritores del Nuevo Testamento consideraban a Jesús como apartado en forma especial para una tarea particular.

“El título Jristós aparece más de quinientas veces en el Nuevo Testamento. Aunque había más de un concepto de mesianismo entre los contemporáneos de Jesús, se reconoce generalmente que, en el siglo I, los judíos habían llegado a considerar al Mesías como alguien que estaba en una relación especial con Dios. Él introduciría el fin de los siglos, cuando se establecería el Reino de Dios. Era aquel a través de quien Dios irrumpiría en la historia para la liberación de su pueblo. Jesús aceptó el título ‘Mesías’, pero no estimuló su uso porque el término estaba cargado de implicaciones políticas que hacían difícil su empleo. Aunque renuente a valerse de él en público para describir su misión, Jesús no reprendió ni a Pedro (Mat. 16:16, 17) ni a la mujer samaritana (Juan 4:25, 26) por usarlo. Sabía que él era el Mesías, como se ve en el informe de Marcos de las palabras de Jesús en cuanto a dar a cada uno de sus discípulos un vaso de agua ‘porque son de Cristo y llevan su nombre’ (Mar. 9:41)”.–Tratado de teología adventista del séptimo día, p. 188.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR

  1. Lee Isaías 53:1 al 12. Según esos textos, ¿qué ha hecho Jesús por nosotros? Anota cosas específicas que él ha hecho por nosotros. ¿De qué maneras podemos ver claramente, en estos textos, el concepto de Jesús como nuestro Sustituto? ¿Por qué lo necesitamos como nuestro Sustituto?
  2. A lo largo de la historia, algunos han utilizado la promesa bíblica de una vida en el más allá para ayudar a mantener oprimido al pueblo. Bueno, sí, tu vida es difícil aquí y ahora, pero enfócate en lo que Dios ha prometido para nosotros cuando Jesús regrese. Dado que esta verdad, presentada en la Palabra de Dios, ha sido mal usada con abuso en el pasado, muchos rechazan la noción cristiana de una vida en el más allá; más bien, lo ven meramente como una artimaña creada por algunos para oprimir a otros. ¿De qué forma responderías a esa acusación?
  3. En la clase, repasen las respuestas a la pregunta del jueves acerca de la divinidad de Cristo y qué nos dice sobre el carácter de Dios. ¿Por qué su divinidad y lo que revela acerca de Dios son tan buenas nuevas?

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Escrito por: Tony García.
Este documento es una cortesía de 7day Media Group.
“One World – One Dream”
http://www.sevendayradio.com
http://www.escuelasabaticamaestros.com
Madrid, España 2017

2 pensamientos en “LECCIÓN 8 – JESÚS EN LOS ESCRITOS DE PEDRO – PARA EL 20 DE MAYO DE 2017

  1. Que DIOS les siga bendiciendo y gracias por exaltar y dar gloria a nuestro SALVADOR en tan bello comentario GRACIAS, GRACIAS, GRACIIIIIIIIIIIIIIIIAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSS.

  2. Gracias por darme esta bendicion de conocer mas a Jesus…que Dios les bendiga Familia.

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