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Lección 7: Para el 15 de mayo de 2021
EL PACTO EN EL SINAÍ
Sábado 8 de mayo______________________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 1:29–31; Oseas 11:1; Apocalipsis 5:9; Deuteronomio 29:10–13; Éxodo 19:5, 6; Romanos 6:1, 2; Apocalipsis 14:12; Romanos 10:3.
PARA MEMORIZAR:
“Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí” (Éxo. 19:4).
Un niño, uno de siete hermanos, sufrió un accidente y lo llevaron al hospital. En su casa rara vez había suficiente, en todo sentido. Nunca tomó más que una parte de un vaso de leche. Si el vaso estaba lleno, lo compartían dos de los niños, y el que bebía primero debía tener cuidado de no tomar demasiado. Después de que hicieran sentir cómodo al pequeño en el hospital, la enfermera le trajo un gran vaso de leche. Él lo miró con ansias por un momento y luego, con el recuerdo de las privaciones de su casa, preguntó: ‘¿Hasta dónde puedo beber?’ La enfermera, con los ojos brillantes y un nudo en la garganta, le dijo: ‘Bebe todo, niño, ¡bébetelo todo!’ ” (H. M. S. Richards, “Free Grace”, Voice of Prophecy News, junio de 1950, p. 4).
Al igual que este niño, era un privilegio para el antiguo Israel, como para nosotros, beber profundamente de los manantiales de la salvación.
Reseña de la semana: ¿Qué imágenes usó el Señor para describir su relación con Israel? ¿En qué medida las historias del Éxodo y el Sinaí son análogas a la salvación personal? ¿Cuál era el papel de la Ley en el pacto del Sinaí?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Destaquemos las palabras del Señor: «Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios». Éxodo 3:7, 8.
El Señor no se despreocupa de su pueblo, y castigará y reprenderá a cualquiera que lo oprima. Escucha cada gemido; oye cada oración; observa los movimientos de cada uno; aprueba o condena cada acción. Al Señor del cielo se lo representa corno levantando al caído. Es el Amigo de todo el que lo ama y honra, y castigará a cuantos se atrevan a apartarlos de los senderos seguros, colocándolos en situaciones angustiosas cuando ellos tratan conscientemente de guardar el camino del Señor y de alcanzar las moradas de los justos (Alza tus ojos, p. 362).
El Señor mandó a Moisés que fuera a hablarle al faraón, y que le dijera que permitiese a Israel salir de Egipto. Durante cuatrocientos años habían vivido en Egipto, esclavos de los egipcios. Habían sido corrumpidos por la idolatría, y llegó el momento cuando Dios los llamó a que salieran de Egipto para que pudieran obedecer sus leyes y guardar su sábado, que él había establecido desde Edén. Con gran esplendor les proclamó desde el monte Sinaí los Diez Mandamientos, a fin de que comprendiesen el carácter sagrado y duradero de la ley, para que, a medida que enseñasen a sus hijos los requisitos inequívocas de los santos preceptos de Dios, construyesen el fundamento de las generaciones venideras (Fundamentals of Christian Education, p. 287).
Entre sus oyentes [de Cristo], muchos eran atraídos a él con fe, y a estos les dijo: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará».
Estas palabras ofendieron a los fariseos. Pasando por alto la larga sujeción de la nación a un yugo extranjero, exclamaron coléricamente: «Simiente de Abraham somos, y jamás servirnos a nadie: ¿cómo dices tú: Seréis libres?» Jesús miró a esos hombres esclavos de la malicia, cuyos pensamientos se concentraban en la venganza, y contestó con tristeza: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, es siervo de pecado». Ellos estaban en la peor clase de servidumbre: regidos por el espíritu del maligno.
Todo aquel que rehusa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud. No le es dado ver la belleza de la verdad, porque su mente está bajo el dominio de Satanás. Mientras se lisonjea de estar siguiendo los dictados de su propio juicio, obedece la voluntad del príncipe de las tinieblas. Cristo vino a romper las cadenas de la esclavitud del pecado para el alma. «Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres». «Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús -se nos dice- me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Romanos 8:2 (El Deseado de todas las gentes, p. 431 ).
Domingo 9 de mayo_____________________________________________________
SOBRE ALAS DE ÁGUILA
Como pueblo, Israel había estado inmerso en el paganismo egipcio durante muchos siglos, una experiencia que indudablemente ensombreció su conocimiento de Dios, de su voluntad y su bondad.
¿Cómo podría el Señor reconquistarlos para sí?
En primer lugar, demostraría la autenticidad de su amor por Israel, y lo hizo a través de sus poderosos actos de liberación. Comenzaría a cortejar a la nación para que respondiera amorosamente a su propuesta de pacto. Primeramente Dios recordó a la nación sus actos de gracia en su favor en el Sinaí.
¿Qué dos ilustraciones describen la manera en que el Señor llevó a Israel de Egipto al Sinaí?
Éxodo 19:4
4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
Deuteronomio 32:10-12
10 Le halló en tierra de desierto, Y en yermo de horrible soledad; Lo trajo alrededor, lo instruyó, Lo guardó como a la niña de su ojo. 11 Como el águila que excita su nidada, Revolotea sobre sus pollos, Extiende sus alas, los toma, Los lleva sobre sus plumas, 12 Jehová solo le guió, Y con él no hubo dios extraño.
Deuteronomio 1:29-31
29 Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. 30 Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos. 31 Y en el desierto has visto que Jehová tu Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar.
Oseas 11:1
1 Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
Estas ilustraciones indican que nuestro Dios es plenamente consciente de nuestra impotencia. Lee Salmo 103:13 y 14. En la ilustración del águila y en la del padre que trae a su hijo, notamos la preocupación de Dios por nuestro bienestar. Tierno, solidario, protector, prometedor; su deseo es llevarnos a la madurez plena.
“El águila era famosa por su inusual apego a sus aguiluchos. También vivía en la cima de las montañas. Al enseñar a volar a sus polluelos, los cargaba sobre su lomo a esas grandes alturas que dominan las llanuras del Sinaí, y luego los dejaba caer a las profundidades. Si la cría todavía era demasiado pequeña y estaba demasiado desconcertada para volar, el águila padre se abalanzaba por debajo de ella, la atrapaba sobre su espalda y volvía a volar con ella hacia el nido, en los riscos de arriba. Y así es ‘cómo te saqué de Egipto para mí’, dice la voz divina” (G. A. F. Knight, Theology of Narration, p. 128).
Contrasta el interés de Dios por nosotros con el interés que demostramos unos por otros. La preocupación que Dios tiene por nosotros ¿cómo debería afectar nuestra preocupación por los demás?
Sobre la base de tu experiencia personal, ¿qué ilustraciones se te ocurren para describir el interés abnegado de Dios por nosotros? Inventa algunas imágenes basadas en tus experiencias; también usa ejemplos de la cultura en la que vives. Compártelos con la clase.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Con frecuencia se les había revelado como «Dios misericordioso y clemente, lento para la ira, y grande en misericordia y verdad». Salmo 86: 15. Había testificado: «Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo». Oseas 11: 1.
El Señor había tratado a Israel con ternura al librarlo de la servidumbre egipcia y mientras viajaba hacia la tierra prometida. «En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó: en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días del siglo». Isaías 63:9.
«Mi rostro irá contigo» (Éxodo 33: 14), fue la promesa hecha durante el viaje a través del desierto. Y fue acompañada por una maravillosa revelación del carácter de Jehová, que permitió a Moisés proclamar a todo Israel la bondad de Dios e instruirlo en forma más completa acerca de los atributos de su Rey invisible. «Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; que guarda la misericordia en millares, que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo justificará al malvado». Éxodo 34:6, 7 (Profetas y reyes, pp. 231, 232).
Tu hermano, enfermo de espíritu, te necesita, como tú mismo necesitaste el amor de un hermano. Necesita la experiencia de uno que ha sido tan débil como él, de uno que pueda simpatizar con él y ayudarle. El conocimiento de nuestra propia debilidad debe ayudarnos a auxiliar a otros en su amarga necesidad. Nunca debemos pasar por alto un alma que sufre sin tratar de impartirle el consuelo con que somos nosotros consolados de Dios.
Es la comunión con Cristo, el contacto personal con un Salvador vivo, lo que habilita la mente, el corazón y el alma para triunfar sobre la naturaleza inferior. Háblese al errante de una mano todopoderosa que lo sostendrá, de una humanidad infinita en Cristo que lo compadece. No le basta a él creer en la ley y la fuerza, cosas que no tienen compasión, ni oyen el pedido de ayuda. Necesita asir una mano cálida, confiar en un corazón lleno de ternura. Mantened su mente fija en el pensamiento de una presencia divina que está siempre a su lado, que siempre lo mira con amor compasivo. Invitadlo a pensar en el corazón de un Padre que siempre se entristece por el pecado, en la mano de un Padre que está todavía extendida, en la voz de un Padre que dice: «¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz, sí, haga paz conmigo». Isaías 27:5 (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 319, 320).
Cuando los afligidos acudían a Cristo, discernía él, no solo a los que pedían ayuda, sino a todos aquellos que en el curso de los siglos acudirían a él con las mismas necesidades y la misma fe…
Así sucede con todas las promesas de la Palabra de Dios. En ellas nos habla a cada uno en particular, y de un modo tan directo como si pudiéramos oír su voz. Por medio de estas promesas, Cristo nos comunica su gracia y su poder. Son hojas de aquel árbol que es «para la sanidad de las naciones». Apocalipsis 22:2 (El ministerio de curación, pp. 84, 85).
Lunes 10 de mayo_________________________________________________________
EL DISEÑO DE LA SALVACIÓN
“Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVÁ; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto” (Éxo. 6:6, 7).
Considera los versículos anteriores: ¿Qué principio vemos en ellos, como vimos anteriormente, con respecto al papel de Dios hacia la humanidad en la relación del Pacto (céntrate en la frecuencia con la que aparece la palabra yo en estos versículos)?
La liberación de Israel de la esclavitud en Egipto y la liberación de Noé y su familia del Diluvio son dos acontecimientos salvíficos prominentes en los escritos de Moisés. Ambos brindan información sobre la ciencia de la salvación. Pero es el suceso del Éxodo en particular el que ofrece el diseño básico.
Cuando Dios dice a Israel (a través de Moisés) “os redimiré” (Éxo. 6:6), literalmente dice “actuaré como pariente redentor”, o go’el.
“La palabra redimir, en el versículo 6 [de Éxo. 6], se refiere a un miembro de una familia que compra o rescata a otro miembro de la familia, especialmente cuando ese miembro se esclavizó por deudas, o estaba a punto de esclavizarse. Israel aparentemente no tenía ningún pariente terrenal para que lo redimiera, pero Dios ahora era pariente de Israel, su pariente redentor” (B. L. Ramm, His Way Out, p. 50).
¿Cómo entiendes la idea de que Dios “rescatará” o volverá a comprar a su pueblo de la esclavitud? ¿Cuál fue el precio que hubo que pagar? ¿Qué nos dice eso sobre nuestro valor? (Ver Mar. 10:45; 1 Tim. 2:6; Apoc. 5:9.)
Marcos 10:45
45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
1 Timoteo 2:6
6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.
Apocalipsis 5:9
9 y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación;
En Éxodo 3:8, Dios dice que ha “descendido” para rescatar a Israel. Este es un verbo hebreo común para la interacción de Dios con la humanidad. Dios está en el cielo y nosotros en la Tierra, y solo cuando Dios “desciende” a la Tierra puede redimirnos. En la acepción más auténtica de la idea, solo cuando Jesús descendió, vivió, sufrió, murió y resucitó por nosotros fuimos redimidos. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14) es otra forma de decir que Dios descendió para salvarnos.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Nunca se olviden que su fuerza y su victoria consisten en trabajar juntamente con Cristo como su Salvador personal. Esta es la parte que le toca realizar a cada uno. A los que actúan así se les da la promesa: «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios». Juan 1:12. Cristo declara: «Separados de mí nada podéis hacer». Juan 15:5. Y el alma humilde y creyente contesta: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Filipenses 4:13.
Cristo es el Redentor comprensivo y compasivo. Él nos dejó su cometido: «Id por todo el mundo». Marcos 16: 15. Todos han de escuchar el mensaje de amonestación. A los que participan en la carrera cristiana les espera un precio del más alto valor. Y los que corren con paciencia recibirán una corona de vida que nunca se marchitará (Testimonios para la iglesia, t. 7, p. 41).
Cristo es el Redentor amante y compasivo. Los hombres y las mujeres se fortalecen en su poder sustentador para resistir el mal. Cuando el pecador convencido de su culpa considera el pecado, lo ve extremadamente pecaminoso. Se pregunta por qué no acudió antes a Cristo. Comprende que tiene que vencer sus faltas, y que sus apetitos y pasiones deben ser sometidos a la voluntad de Dios, a fin de ser participante de la naturaleza divina, habiendo vencido la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Habiéndose arrepentido de su transgresión de la ley de Dios, se esfuerza con fervor para vencer el pecado. Procura revelar el poder de la gracia de Cristo y se pone en contacto personal con el Salvador. Mantiene a Cristo constantemente ante él. Orando, creyendo y recibiendo las bendiciones que necesita, se acerca cada vez más a la norma que Dios le ha fijado. En su carácter se revelan nuevas virtudes a medida que niega el yo y eleva la cruz, siguiendo hacia donde Cristo guía. Ama al Señor Jesús de todo corazón, y Cristo se convierte en su sabiduría, su justicia, su santificación y su redención (Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 121, 122).
Cristo revistió su divinidad con humanidad para que la humanidad pudiera aproximarse a la humanidad, para que él pudiera vivir con la humanidad y llevar todas las pruebas y aflicciones del hombre. Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. En su humanidad comprendió todas las tentaciones que sobrevendrían al hombre…
La herencia que se perdió por la transgresión fue rescatada, de acuerdo con la ley que Cristo mismo dio, por el pariente más cercano. Jesucristo puso a un lado su manto regio, su corona real, y revisitó su divinidad con humanidad para convertirse en el sustituto y fiador de la humanidad, para que muriendo en la humanidad pudiera con su muerte destruir a aquel que tenía el imperio de la muerte. No podría haber hecho esto como Dios; pero Cristo podía morir viniendo como hombre. Por medio de la muerte venció a la muerte. La muerte de Cristo llevó a la muerte al que tenía el imperio de la muerte, y abrió las puertas de la tumba para todos los que lo reciben como a su Salvador personal (Cometarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 937).
Martes 11 de mayo______________________________________________________
EL PACTO DEL SINAÍ
El libro de Éxodo llama la atención del lector sobre tres acontecimientos importantes. Como tres montes, el Éxodo en sí, el establecimiento del Pacto y la construcción del Tabernáculo-Santuario se elevan por encima de las colinas de acontecimientos menores. El establecimiento del Pacto, registrado en Éxodo 19 al 24, era el “Monte Everest” de los tres. Un breve bosquejo de Éxodo 19 al 24 muestra la secuencia y la relación de los eventos.
Si bien quizá no tengas tiempo de buscar todos los versículos que se enumeran a continuación, concéntrate en la secuencia de eventos:
- La llegada y el acampamento de Israel en el Sinaí después de que el Señor lo libró (Éxo. 19:1, 2).
1 En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí. 2 Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.
- La propuesta de Dios de un pacto con Israel (Éxo. 19:3-6).
3 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: 4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
- La respuesta de aceptación del Pacto por parte de Israel (Éxo. 19:7, 8).
7 Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado. 8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.
- Preparativos para recibir el Pacto formalmente (Éxo. 19:9-25).
9 Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová. 10 Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, 11 y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí. 12 Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá. 13 No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte. 14 Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos. 15 Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer. 16 Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento. 17 Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte. 18 Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera. 19 El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante. 20 Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió. 21 Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos. 22 Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago. 23 Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo. 24 Y Jehová le dijo: Ve, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago. 25 Entonces Moisés descendió y se lo dijo al pueblo.
- Proclamación de los Diez Mandamientos (Éxo. 20:1-17).
1 Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: 2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. 3 No tendrás dioses ajenos delante de mí. 4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, 6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. 7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. 8 Acuérdate del día de reposo para santificarlo. 9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; 10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. 11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó. 12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da. 13 No matarás. 14 No cometerás adulterio. 15 No hurtarás. 16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio. 17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
- Moisés como mediador del Pacto (Éxo. 20:18-21).
18 Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. 19 Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. 20 Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis. 21 Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.
- Se detallan los principios del Pacto (Éxo. 20:22-23:22).
22 Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros. 23 No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis….
- Ratificación del Pacto (Éxo. 24:1-18).
1 Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos. 2 Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él. 3 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho. 4 Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel. 5 Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová. 6 Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar. 7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. 8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas. 9 Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; 10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. 11 Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron. 12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles. 13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios. 14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos. 15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte. 16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medio de la nube. 17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel. 18 Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.
Este pacto juega un papel vital en el plan de salvación. Es el cuarto pacto que se menciona en la Biblia (lo anteceden los de Adán, Noé y Abraham), y en él Dios se revela más plenamente que antes, especialmente cuando se establece todo el ritual del Santuario. Por lo tanto, el Santuario se convierte en el medio por el que muestra al pueblo el plan de salvación que debía revelar al mundo.
Aunque el Señor había redimido a Israel de la esclavitud en Egipto, quería que entendiera que la Redención tenía un significado mayor y más relevante que la mera libertad de la esclavitud física. Quería redimirlos del pecado, la principal esclavitud, y esto solo podía suceder a través del sacrificio del Mesías, como lo enseñan los tipos y los símbolos del servicio del Santuario. Por ende, no es de extrañar que, poco después de que fueran redimidos de la servidumbre y se les diera la Ley, se instruyera a los israelitas para que restablecieran el servicio del Santuario, porque en él Dios les reveló el Plan de Redención, que es el verdadero significado y propósito del Pacto. Porque el Pacto no es más que un pacto de salvación que el Señor ofrece a la humanidad caída. Eso es lo que fue en el Edén y eso es lo que fue en el Sinaí.
¿Por qué era necesario un pacto entre Dios y el pueblo de Israel? (Ver Deut. 29:10-13. Observa nuevamente el aspecto relacional del Pacto.)
ESPÍRITU DE PROFECÍA
La nación hebrea estuvo en servidumbre durante muchos años… Pero el Señor no era indiferente a su condición. No había olvidado a su pueblo oprimido. El registro dice: «Oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abrabam, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios». Éxodo 2:24, 25. «Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y be oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios». Éxodo 3:7, 8…
Aunque durante los años de servidumbre habían perdido el conocimiento del único Dios verdadero y de su santa ley, sin embargo, Dios se reveló a ellos nuevamente. Entre gran esplendor y majestad suprema, proclamó sus santos preceptos y les mandó obedecer su ley. Los Diez Mandamientos son una transcripción del carácter divino, y son tan inconmovibles como el trono eterno (The Southern Work, pp. 41, 42).
Cristo nos preparó una vía de escape. Vivió en esta tierra en medio de pruebas y tentaciones como las que nosotros tenemos que arrostrar. Sin embargo, su vida fue impecable. Murió por nosotros, y ahora ofrece quitar nuestros pecados y vestirnos de su justicia. Si os entregáis a él y le aceptáis como vuestro Salvador, por pecaminosa que haya sido vuestra vida, seréis contados entre los justos, por consideración hacia él. El carácter de Cristo reemplaza el vuestro, y sois aceptados por Dios como si no hubierais pecado.
Más aún, Cristo cambia el corazón, y habita en el vuestro por la fe. Debéis mantener esta comunión con Cristo por la fe y la sumisión continua de vuestra voluntad a él. Mientras lo hagáis, él obrará en vosotros para que queráis y hagáis conforme a su beneplácito. Así podréis decir: «Aquella vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, el cual me amó, y se dio a sí mismo por mí». Gálatas 2:20 (El camino a Cristo, pp. 62, 63).
En medio de las perplejidades que oprimen nuestra alma, hay solo Uno que puede ayudarnos a salir de nuestras dificultades y aliviar nuestra inquietud. Debemos echar toda nuestra solicitud en Jesús, y recordar que él está presente, y nos está dirigiendo para que tengamos comunión con él. Debemos hacer descansar nuestra mente en Dios, y en nuestra debilidad será nuestra fortaleza, en nuestra ignorancia será nuestra sabiduría, en nuestra fragilidad será nuestra fortaleza para mantenernos firmes.
Debemos recibir la seguridad de que no necesitamos ir al cielo para traer a Jesús junto a nosotros, ni a lo profundo para acercarlo a nuestro lado, porque está a nuestra mano derecha, y su ojo está siempre sobre nosotros. Siempre debemos tratar de comprender que el Señor está muy cerca de nosotros para ser nuestro Consejero y Guía (Hijos e hijas de Dios, p. 29).
Miércoles 12 de mayo___________________________________________________
DIOS E ISRAEL
“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxo. 19:5, 6).
En estos versículos, el Señor propone su pacto con los hijos de Israel. Aunque en cierto sentido el Señor los ha llamado, ese llamamiento no se les otorga automáticamente sin que ellos decidan. Tuvieron que cooperar. Incluso su liberación de Egipto implicó que ellos cooperaran: si no hubieran hecho lo que el Señor les dijo (como marcar con sangre los postes de las puertas), no se habrían librado. Así de sencillo.
Aquí, el Señor tampoco les dice: “Les guste o no, serán un tesoro especial para mí y una nación de sacerdotes”. No es así como funciona y no es lo que dice el texto.
Lee Éxodo 19:5 y 6, citado anteriormente. ¿Cómo entiendes lo que el Señor está diciendo en el contexto de la salvación por fe? El mandato de obedecer al Señor ¿anula de alguna manera el concepto de salvación por gracia? ¿Cómo te ayudan los siguientes pasajes a entender la respuesta? Romanos 3:19-24; 6:1, 2; 7:7; Apocalipsis 14:12.
Éxodo 19:5-6
5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
Romanos 3:19-24
19 Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; 20 ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. 21 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23 por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús,
Romanos 6:1-2
1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? 2 En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?
Romanos 7:7
7 ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.
Apocalipsis 14:12
12 Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
“No ganamos la salvación por nuestra obediencia; porque la salvación es el don gratuito de Dios para ser recibido por fe. Pero la obediencia es el fruto de la fe” (CC 52).
Piensa en lo que el Señor estaba dispuesto a hacer por la nación de Israel: no solo los libró milagrosamente de la esclavitud en Egipto, sino también quería convertirlos en su tesoro, una nación de sacerdotes. Al basar su relación con ellos en su salvación (tanto temporal, de la esclavitud en Egipto, como eterna), el Señor buscaba elevarlos a un nivel espiritual, intelectual y moral que los convertiría en el portento del mundo antiguo. Todo, con el propósito de usarlos para predicar el evangelio a las naciones. Todo lo que tenían que hacer, en respuesta, era obedecer.
¿En qué medida nuestra experiencia personal con el Señor debe reflejar ese mismo principio que vemos aquí, en el estudio de hoy?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Pablo aprendió que no había poder en la ley para perdonar al transgresor de ella. «Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado». Romanos 3:20.
El Señor vio nuestra condición caída. Vio nuestra necesidad de gracia, y porque amaba nuestras almas, nos ha dado gracia y paz. La gracia significa un favor para alguien que no lo merece, para alguien que está perdido. El hecho de que seamos pecadores, en vez de rechazarnos apartándonos de la misericordia y del amor de Dios, hace que la práctica del amor de Dios sea para nosotros una necesidad positiva a fin de que seamos salvados. Cristo dice: »No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca». Juan 15: 16 (Mensajes selectos, t. 1, pp. 407, 408).
La obra de ganar la salvación es una operac1on mancomunada. Debe haber cooperación entre Dios y el pecador arrepentido. Es necesaria para la formación de principios rectos de carácter. El hombre debe hacer fervientes esfuerzos para vencer lo que le impide obtener la perfección. Pero depende enteramente de Dios para alcanzar el éxito. Los esfuerzos humanos, por sí solos, son insuficientes. Sin la ayuda del poder divino, no se conseguirá nada. Dios obra y el hombre obra. La resistencia a la tentación debe venir del hombre, quien debe obtener su poder de Dios. Por un lado hay sabiduría, compasión y poder infinitos, y por el otro, debilidad, perversidad, impotencia absoluta.
Dios desea que tengamos dominio sobre nosotros mismos, pero no puede ayudamos sin nuestro consentimiento y cooperación. El Espíritu divino obra por medio de los poderes y facultades otorgados al hombre. Por naturaleza, no estamos capacitados para armonizar nuestros propósitos, deseos e inclinaciones con la voluntad de Dios; pero si tenemos el deseo de que Dios cree en nosotros la voluntad, el Salvador lo efectuará por nosotros, «destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la obediencia de Cristo». 2 Corintios 10:5 (Hechos de los apóstoles, pp. 384, 385).
La justificación por la fe en Cristo se manifestará en la transformación del carácter. Esta es para el mundo la señal de la verdad de las doctrinas que profesamos. La evidencia diaria de que somos una iglesia viviente se ve en el hecho de que practicamos la Palabra. Un testimonio viviente se manifiesta al mundo en una acción cristiana consecuente…
Este tema se comprende en forma tan confusa, que miles y más miles que pretenden ser hijos de Dios son hijos del maligno, porque quieren depender de sus propias obras. Dios siempre demanda buenas obras, la ley las demanda; pero como el hombre entró en pecado, donde sus obras no tenían valor, solo puede valer la justicia de Cristo. Cristo puede salvar hasta lo sumo porque siempre vive para interceder por nosotros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, pp. 1070, 1071).
Jueves 13 de mayo______________________________________________________
PROMESAS, PROMESAS… (ÉXO. 19:8)
A primera vista, todo parece estar bien. El Señor libera a su pueblo, le ofrece las promesas del Pacto y ellos aceptan: harán todo lo que el Señor les pida. Es un trato “hecho en el cielo”, ¿verdad?
Lee los siguientes versículos. ¿Qué percepción nos dan sobre la respuesta de Israel al Pacto?
Romanos 9:31-32
31 mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. 32 ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo,
Romanos 10:3
3 Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios;
Hebreos 4:1-2
1 Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2 Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.
Independientemente de lo que Dios nos pida que hagamos, nuestra relación con él debe basarse en la fe. La fe proporciona la base sobre la cual siguen las obras. Las obras en sí, por más pura que sea su motivación, por más sinceras y cuantiosas que sean, no pueden hacernos aceptables a los ojos de un Dios santo. No pudieron en la época de Israel, ni tampoco lo pueden en la nuestra.
Sin embargo, aunque la Biblia enfatiza las obras vez tras vez, ¿por qué no pueden hacernos aceptables a la vista de Dios? (Ver Isa. 53:6; 64:6; Rom. 3:23.)
Lamentablemente, el pueblo hebreo creía que su obediencia llegaba a ser el medio de su salvación, no el resultado de la salvación. Buscaban justificación en su obediencia a la Ley, no en la justicia de Dios, que viene por la fe. El pacto del Sinaí, aunque contiene un conjunto de instrucciones y leyes mucho más detalladas, fue diseñado como un pacto de gracia, al igual que todos los pactos anteriores. Esta gracia, que se ofrece gratuitamente, produce un cambio de corazón que conduce a la obediencia. Por supuesto que el problema no era su intento de obedecer (el Pacto exigía que obedecieran); el problema era la clase de “obediencia” que ofrecían. Que en realidad no era obediencia, como lo demostró la historia posterior de la nación.
Lee con atención Romanos 10:3, especialmente la última parte. ¿A qué se refiere Pablo allí? ¿Qué pasa con quienes buscan imponer su propia justicia? ¿Por qué ese intento conduce inevitablemente al pecado, la injusticia y la rebelión? Fíjate en nuestra vida. ¿No corremos el peligro de hacer lo mismo?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Aunque la ley es santa, los judíos no podían alcanzar la justicia por sus propios esfuerzos para guardarla. Los discípulos de Cristo debían buscar una justicia diferente de la justicia de los fariseos, si querían entrar en el reino de los cielos. Dios les ofreció, en su Hijo, la justicia perfecta de la ley. Si querían abrir sus corazones para recibir plenamente a Cristo, entonces la vida misma de Dios, su amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el don generoso de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley. Pero los fariseos rechazaron a Cristo; «ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia» (Romanos 10:3), no querían someterse a la justicia de Dios (El discurso maestro de Jesucristo, p. 50).
Es sofistería de Satanás la idea de que la muerte de Cristo introdujo la gracia para ocupar el lugar de la ley. La muerte de Jesús no modificó ni anuló ni menoscabó en el menor grado la ley de los Diez Mandamientos. Esa preciosa gracia ofrecida a los hombres por medio de la sangre del Salvador, establece la ley de Dios. Desde la caída del hombre, el gobierno moral de Dios y su gracia son inseparables. Ambos van cie la mano a través cie todas las dispensaciones. «La misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron». Salmo 85: 10.
Jesús, nuestro Sustituto, aceptó cargar por el hombre con la penalidad de la ley transgredida. Cubrió su divinidad con humanidad y de ese modo llegó a ser el Hijo del Hombre, un Salvador y Redentor. El hecho mismo de la muerte del amado Hijo de Dios a fin de redimir al hombre, muestra la inmutabilidad de la ley divina. ¡Cuán fácilmente, desde el punto de vista del transgresor, Dios podría haber abolido su ley, proveyendo así una vía por la cual los hombres pudieran salvarse y Cristo permanecer en el cielo! La doctrina que enseña libertad, mediante la gracia, para quebrantar la ley, es un engaño fatal. Todo transgresor de la ley de Dios es un pecador, y nadie puede ser santificado mientras vive conscientemente en pecado (Fe y obras, pp. 29, 30).
Cualquiera sea el carácter de vuestro pecado, confesadlo. Si lo habéis cometido únicamente contra Dios, confesadlo solo a él. Si habéis dañado u ofendido a otros, confesadlo también a ellos, y la bendición del Señor reposará sobre vosotros. Así es como moriréis al yo, y Cristo se formará en vosotros…
Los que reciben el reproche y la corrección como de Dios, y así pueden ver y corregir sus errores, están aprendiendo preciosas lecciones aun de sus errores. Their apparent defeat is tumed into victory (traducción: Su aparente derrota es transformada en victoria). Se mantienen, no confiando en su propia fuerza sino en la fortaleza de Dios. Tienen celo, fervor y amor, unidos con humildad y regulados por los preceptos de la Palabra de Dios. No caminan tambaleantes, sino seguros en la senda donde brilla la luz celestial (That I May Know Him, p. 239; parcialmente en A fin de conocerle, p. 238).
Viernes 14 de mayo_____________________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “El Éxodo”, pp. 286-295; “Del Mar Rojo al Sinaí”, pp. 296-309; “La ley dada a Israel”, pp. 310-324.
“El espíritu de servidumbre se engendra cuando se procura vivir de acuerdo con una religión legal, mediante esfuerzos para cumplir las demandas de la Ley por nuestra propia fuerza. Solo hay esperanza para nosotros cuando nos ponemos bajo el pacto hecho con Abraham, que es el Pacto de gracia por la fe en Cristo Jesús. El evangelio predicado a Abraham, por medio del cual tuvo esperanza, es el mismo evangelio que nos es predicado a nosotros hoy, mediante el cual tenemos esperanza. Abraham contempló a Jesús, quien es también el Autor y Consumador de nuestra fe” (“Comentarios de Elena de White”, en CBA 6:1.077).
“Durante su esclavitud en Egipto, muchos de los israelitas habían perdido en alto grado el conocimiento de la Ley de Dios, y habían mezclado los preceptos divinos con costumbres y tradiciones paganas. Dios los llevó al Sinaí, y allí con su propia voz proclamó su Ley” (PP 346).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- ¿De qué manera se diseñó la relación de pacto para preservar las libertades físicas y espirituales de Israel? (Ver Lev. 26:3-13; comparar con Deut. 28:1-15.)
- Vuelve a leer Éxodo 19:5 y 6. Fíjate que el Señor hace esta declaración: “Mía es toda la tierra”. ¿Por qué diría eso, especialmente en este contexto: al intentar establecer un pacto con otros? ¿Cómo en-caja aquí nuestra comprensión del sábado y lo que significa?
- Nosotros entendemos que nuestros pecados son perdonados solo por la gracia de Dios. ¿Cómo entendemos el papel de la gracia de Dios al permitirnos vivir una vida de fe y obediencia?
Resumen: El pacto que Dios estableció con Israel en el Sinaí fue un pacto de gracia. Luego de dar abundantes evidencias de su amor y cuidado bondadosos mediante una liberación extraordinaria de la esclavitud en Egipto, Dios invitó a la nación a un pacto con él que mantendría y promovería sus libertades. Aunque Israel respondió afirmativamente, carecía de una verdadera fe motivada por el amor. Su historia posterior indica que, mayormente, no logró entender la verdadera naturaleza del pacto, y lo corrompió al transformarlo en un sistema de salvación por obras. Nosotros no necesitamos repetir el fracaso de Israel e ignorar la maravillosa gracia que se extiende a los pecadores.