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Lección 3: Para el 17 de julio de 2021
LAS RAÍCES DEL DESCONTENTO
Sábado 10 de julio_______________________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Mateo 10:34–39; Lucas 12:13–21; Filipenses 2:5–8; Lucas 22:14–30; Mateo 23:1–13.
PARA MEMORIZAR:
“Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Sant. 3:16).
Los álamos son árboles hermosos, que alcanzan entre 15 y 30 metros de altura. Prosperan en climas fríos con veranos frescos. Su madera se utiliza en muebles, y también para hacer fósforos y papel. Los ciervos y otros animales a menudo se alimentan de álamos jóvenes durante los duros inviernos, ya que su corteza contiene muchos nutrientes.
Sin embargo, los álamos son más notorios por el hecho de que tienen uno de los sistemas radiculares más grandes del mundo vegetal. Las raíces se reproducen por brotes subterráneos y forman un entramado que puede extenderse con relativa rapidez, y llegan a cubrir grandes áreas. Los árboles individuales de álamo temblón pueden vivir hasta 150 años, pero el organismo más grande, ubicado debajo del suelo, puede vivir miles de años.
En el estudio de esta semana, queremos descubrir algunas de las raíces de nuestro descontento. Hay muchas cosas que pueden impedirnos encontrar el verdadero descanso en Jesús. Algunas de ellas son obvias y no requieren mucha atención. Otras pueden ser menos obvias para nosotros y, al igual que con el enorme sistema subterráneo e invisible del álamo temblón, es posible que no siempre seamos conscientes de las actitudes y las acciones que nos separan de nuestro Salvador.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Es un espíritu perverso el que se deleita en la vanidad de las obras propias, el que se jacta de sus excelentes cualidades, que trata de hacer aparecer a los otros como inferiores, a fin de exaltarse a sí mismo, pretendiendo más gloria que lo que el frío corazón está dispuesto a dar a Dios. Los discípulos de Cristo oirán las instrucciones del Maestro. Él nos ha ordenado que nos amemos unos a otros como él nos amó. La religión está fundada en el amor a Dios, el cual también nos induce a amarnos unos a otros. Está llena de gratitud, humildad, longanimidad. Es abnegada, tolerante, misericordiosa y perdonadora. Santifica, toda la vida y extiende su influencia sobre los demás.
Los que aman a Dios no pueden abrigar odio o envidia. Mientras que el principio celestial del amor eterno llena el corazón, fluirá a los demás, no simplemente porque se reciban favores de ellos, sino porque el amor es el principio de acción y modifica el carácter, gobierna los impulsos, domina las pasiones, subyuga la enemistad y eleva y ennoblece los afectos. Este amor no se reduce a incluir solamente “a mí y a los míos”, sino que es tan amplio como el mundo y tan alto como el cielo, y está en armonía con el de los activos ángeles. Este amor, albergado en el alma, suaviza la vida entera, y hace sentir su influencia en todo su alrededor… Este amor es el Espíritu de Dios. Es el adorno celestial que da verdadera nobleza y dignidad al alma y asemeja nuestra vida a la del Maestro (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 221).
Procurad ser un árbol de hojas perennes. Llevad el ornamento de un espíritu humilde y tranquilo que a la vista de Dios es de gran precio. Atesorad la gracia del amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la templanza. Este es el fruto del árbol cristiano. Plantado junto a los ríos de agua, siempre da fruto a su tiempo (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 1160).
Ante vosotros hay dos caminos —el camino ancho de la complacencia propia y la senda estrecha del sacrificio. Yendo por el camino ancho, podéis elegir el egoísmo, el orgullo, el amor al mundo; pero aquellos que recorren la senda estrecha, deben abandonar todo peso, y el pecado que tan fácilmente nos acosa. ¿Cuál camino habéis escogido, el camino que lleva a la muerte eterna, o el camino que conduce a la gloria y a la inmortalidad?
Nunca hubo otro tiempo más solemne en la historia del mundo que este en el cual vivimos. Nuestros intereses eternos están en juego, y debemos despertar a la importancia de asegurar nuestro llamamiento y elección. No nos atrevamos a arriesgar nuestros intereses eternos en base a meras probabilidades. Debemos estar resueltos a perseverar. Lo que nosotros somos, lo que estamos haciendo, la conducta que adoptaremos en el futuro, son todos asuntos de gran importancia, y no podemos permitirnos ser descuidados, indiferentes y despreocupados. Cada uno de nosotros debe preguntarse: “¿Qué es la eternidad para mí?” ¿Van nuestros pies por la senda que conduce hacia el cielo, o por el camino amplio que lleva a la perdición? (Nuestra elevada vocación, p. 10).
Domingo 11 de julio______________________________________________________
JESÚS TRAE DIVISIÓN
Muy pocos disfrutan de los conflictos. Anhelamos armonía y paz. Incluso impartimos seminarios para promover la paz y resolver conflictos en nuestras iglesias o instituciones.
Lee Mateo 10:34 al 39. ¿Qué tenía en mente Jesús al decir que no vino para traer paz sino espada? ¿Qué significa esto, considerando que Jesús es “el Príncipe de Paz” (Isa. 9:6)?
Mateo 10:34-39
34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. 35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; 36 y los enemigos del hombre serán los de su casa. 37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; 38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. 39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Isaías 9:6
6 Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.
La declaración de Jesús en Mateo 10:34 al 39 parece sorprendentemente contradictoria. El Salvador, que vino como un bebé indefenso –no como un rey poderoso rodeado de guardaespaldas de élite–, quien predicaba el amor al prójimo y a los enemigos, ahora les dice a sus seguidores que él trae división y conflictos. Los discípulos y la audiencia quizá se hayan preguntado, al igual que nosotros: ¿Cómo puede ser esto?
Mateo 10:35 al 39 en realidad trata sobre lealtades. Jesús cita Miqueas 7:6 y desafía a su audiencia a tomar decisiones por la eternidad. Un hijo debe amar y honrar a sus padres. Ese era un requisito legal de la Ley que Moisés había recibido en el monte; era parte del modo de actuar requerido por Dios. Sin embargo, si ese amor superaba el compromiso del oyente con Jesús, requería una decisión difícil. Un padre y una madre deben amar y cuidar a sus hijos. Sin embargo, si ese amor sobrepasaba el compromiso de los padres con Jesús, requería una decisión difícil. Vayamos por partes, nos recuerda Jesús en este pasaje.
Jesús expresa esta decisión formulando tres frases, y en cada una utiliza el término digno. Esta dignidad no se basa en normas morales elevadas; ni siquiera en el hecho de vencer el pecado. Se basa en nuestra relación con Jesús. Somos dignos de él cuando lo elegimos a él por sobre todo lo demás (lo que incluye a nuestra madre, padre o hijos). Elegimos el sufrimiento de la Cruz y seguimos a Jesús.
“No tengo mayor deseo que el de ver a nuestra juventud imbuida por el espíritu de la religión pura que los conducirá a tomar su cruz y seguir a Jesús. ¡Adelante, jóvenes discípulos de Cristo, gobernados por los sanos principios, ataviados de vestimentas de pureza y de justicia! Vuestro Salvador os guiará hacia el puesto que se adapte mejor a vuestros talentos y en el que podáis ser más útiles” (TI 5:82).
A veces nos vemos obligados a llevar una cruz que no elegimos; y a veces, voluntariamente, llevamos una cruz. Cualquiera que sea el caso, ¿cuál es la clave para llevar esa cruz fielmente?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
El Salvador ordenó a sus discípulos que no esperasen que la enemistad del mundo hacia el Evangelio sería vencida, ni que después de un tiempo la oposición cesaría. Dijo: “No he venido para meter paz, sino espada”. La creación de esta lucha no es efecto del Evangelio, sino resultado de la oposición que se le hace. De todas las persecuciones, la más difícil de soportar es la divergencia entre los miembros de la familia, el alejamiento afectivo de los seres terrenales más queridos. Pero Jesús declara: “El que ama padre o madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama hijo o hija más que a mí, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí”.
La misión de los siervos de Cristo es un alto honor y un cometido sagrado. “El que os recibe a vosotros —dice él—, a mí recibe; y el que a mí recibe, recibe al que me envió”. Ningún acto de bondad a ellos manifestado en su nombre dejará de ser reconocido y recompensado. Y en el mismo tierno reconocimiento, él incluye a los más débiles y humildes miembros de la familia de Dios. “Cualquiera que diere a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente —a aquellos que son como niños en su fe y conocimiento de Cristo— en nombre de discípulo, de cierto os digo, que no perderá su recompensa”. (El Deseado de todas las gentes, pp. 324, 325).
Poco antes de su crucifixión, Cristo les dio a sus discípulos un legado de paz… Esta paz no es la paz que se adquiere a través de la conformidad con el mundo. Es una paz interna más bien que una paz externa. Afuera habrá guerras y luchas, causadas por la oposición de enemigos confesados, y la frialdad y suspicacia de aquellos que pretenden ser amigos. La paz de Cristo no hará desaparecer la división, sino que permanecerá entre las dificultades y la división.
Aunque llevaba el título de Príncipe de Paz, Cristo dijo de sí mismo: “No penséis que he venido para meter paz en la tierra: no he venido para meter paz, sino espada”. Mateo 10:34… Aunque era el Príncipe de Paz sin embargo, era causa de división.
Las familias deben ser divididas para que todos aquellos que invocan el nombre del Señor se salven. Todos los que rehúsan su amor infinito encontrarán que el cristianismo es una espada, un factor perturbador de su paz (Nuestra elevada vocación, p. 330).
En el don incomparable de su Hijo, Dios rodeó al mundo entero con una atmósfera de gracia tan real como el aire que circula en derredor del globo. Todos los que decidan respirar esta atmósfera vivificante vivirán y crecerán hasta alcanzar la estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús.
Como la flor se vuelve hacia el sol para que los brillantes rayos le ayuden a perfeccionar su belleza y simetría, así debemos volvernos hacia el Sol de justicia, a fin de que la luz celestial brille sobre nosotros y nuestro carácter se transforme a la imagen de Cristo (El camino a Cristo, p. 68).
Lunes 12 de julio_________________________________________________________
EGOÍSMO
Como en el caso del álamo y su gran sistema subterráneo de raíces, el egoísmo es parte del enorme entramado subterráneo llamado “pecado”, que nos impide hallar verdadero descanso en Jesús. De todas las expresiones del pecado en nuestra vida, el egoísmo parece ser la más fácil de manifestar, ¿verdad? Para la mayoría de nosotros, el egoísmo es tan natural como respirar.
Lee Lucas 12:13 al 21. Describe el problema destacado en la parábola de Jesús. Planificar el futuro ¿es egoísta y expresa desprecio por el Reino de Dios? Si no, o al menos no necesariamente, ¿contra qué nos advierte Jesús?
Lucas 12:13-21
13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. 14 Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? 15 Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. 16 También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. 17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? 18 Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19 y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. 20 Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 21 Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
Esta parábola aparece solo en el Evangelio de Lucas y se relata en respuesta a una pregunta anónima de la audiencia. Cuando se le pregunta sobre una herencia, Jesús responde rechazando el papel de árbitro entre hermanos. En vez de eso, opta por señalar con el dedo el problema subyacente más grande; es decir, el egoísmo. Excava más profundo para mostrar la masa de raíces debajo de nuestras acciones individuales.
Piensa en las expresiones de egoísmo en tu vida. ¿Cómo afecta el egoísmo nuestra relación con Dios, con nuestro cónyuge y nuestra familia, con la familia de la iglesia, con nuestros vecinos y nuestros colegas de trabajo? ¿Qué clave se encuentra en Filipenses 2:5 al 8?
Filipenses 2:5-8
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Al centrarse únicamente en sus propias necesidades y ambiciones, el rico anónimo de la parábola de Jesús se olvidó de considerar las realidades celestiales invisibles. Más grande, mejor y más no son los principios fundamentales del Reino de Dios. Pablo nos ofrece un vistazo de lo que motivó a Jesús cuando decidió convertirse en nuestro Sustituto.
Filipenses 2:5 al 8 describe el modelo del altruismo, la humildad y el amor. Si el amor a Dios y a los demás no impulsa nuestras decisiones y prioridades, seguiremos construyendo más “graneros” para nosotros aquí y pondremos menos tesoros en el cielo (Mat. 6:20).
¿Por qué es tan fácil quedar atrapado en el deseo de riquezas y posesiones materiales? Aunque todos necesitamos una cierta cantidad de dinero para sobrevivir, ¿por qué parece ser que, sin importar cuánto tengamos, siempre queremos más?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Por medio de la parábola del hombre rico, Cristo demostró la necesidad de aquellos que hacen del mundo toda su ambición. Este hombre lo había recibido todo de Dios. El sol había brillado sobre sus propiedades, porque sus rayos caen sobre el justo y el injusto. Las lluvias del cielo descienden sobre el malo y el bueno. El Señor había hecho prosperar la vegetación, y producir abundantemente los campos. El hombre rico estaba perplejo porque no sabía qué hacer con sus productos. Sus graneros estaban llenos hasta rebosar, y no tenía lugar en que poner el excedente de su cosecha. No pensó en Dios, de quien proceden todas las bondades. No se daba cuenta de que Dios lo había hecho administrador de sus bienes, para que ayudase a los necesitados. Se le ofrecía una bendita oportunidad de ser dispensador de Dios, pero solo pensó en procurar su propia comodidad.
Al vivir para sí mismo había rechazado aquel amor divino que se hubiera derramado con misericordia hacia 203sus semejantes. De esa manera había rechazado la vida. Porque Dios es amor, y el amor es vida. Este hombre había escogido lo terrenal antes que lo espiritual, y con lo terrenal debía morir.
“Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico en Dios” (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 201-203).
Entre los que serán amargamente chasqueados en el día del cómputo final, estarán los que han sido externamente religiosos, y que aparentemente han vivido vidas cristianas. Pero el yo está entretejido en todo lo que hacen. Se enorgullecen de su moralidad, su influencia, su habilidad para ocupar puestos más elevados que los de otros [y] su conocimiento de la verdad, pues creen que esos atributos les ganarán la alabanza de Cristo. “Señor —suplican—, delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste”. Lucas 13:26. “¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Mateo 7:22.
Pero Cristo dice: “Nunca os conocí; apartaos de mí”. “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Mateo 7:21 (Mensajes selectos, t. 1, p. 94).
Pablo… estaba convencido de que, con tal que se lograse que los hombres considerasen el asombroso sacrificio realizado por la Majestad del cielo, el egoísmo sería desterrado de sus corazones… Dirige primero el pensamiento a la contemplación del puesto que Cristo ocupaba en el cielo, en el seno de su Padre. Después lo presenta abdicando de su gloria, sometiéndose voluntariamente a las humillantes condiciones de la vida humana, asumiendo las responsabilidades de un siervo, y haciéndose obediente hasta la muerte más ignominiosa, repulsiva y dolorosa: la muerte en la cruz. ¿Podemos contemplar tan admirable manifestación del amor de Dios sin agradecimiento ni amor, y sin un sentimiento profundo de que ya no somos nuestros? A un Maestro como Cristo no debe servírsele impulsado por móviles forzados y egoístas (El ministerio de curación, p. 401).
Martes 13 de julio________________________________________________________
AMBICIÓN
Estudiar la última semana del ministerio de Jesús en la Tierra ofrece una instantánea de cómo la inquietud y la ambición llevan a la gente a hacer y decir cosas desacertadas.
Lee Lucas 22:14 al 30 y escucha discutir a sus discípulos, durante esta comida solemne, sobre quién de ellos deber a considerarse el más grande (Luc. 22:24). Por qué los discípulos se desviaron de esta ocasión trascendental y se centraron en la grandeza humana?
Lucas 22:14-30
14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo: !!Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16 Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. 17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. 21 Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22 A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado! 23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto. 24 Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor. 25 Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; 26 mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. 27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve. 28 Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas. 29 Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, 30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
Rara vez hablamos con otros sobre quién es el mejor en la iglesia, la familia o nuestro lugar de trabajo. Podemos pensar mucho sobre ello, pero ¿quién, en realidad, habla abiertamente de eso?
Esta no era la primera vez que se planteaba esta cuestión en la comunidad de seguidores de Jesús. Mateo 18:1 nos informa que los discípulos presentaron el tema a Jesús y lo formularon de una manera más abstracta: “¿Quién es el mayor en el Reino de los cielos?” La respuesta de Jesús conlleva una lección objetiva. Después de llamar a un niño, lo coloca en el centro del grupo. La acción de Jesús requiere una explicación, y en Mateo 18:3 el Maestro la ofrece también: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los cielos”.
La conversión es fundamental para hallar verdadero descanso en Jesús. Reconocemos que necesitamos ayuda externa. De repente, nos damos cuenta de que no podemos depender de nosotros mismos, sino que debemos confiar en Jesús. Experimentamos una transformación de nuestros valores y ambiciones. Jesús les dice a sus discípulos: Confíen en mí y dependan de mí como este niño. La verdadera grandeza está en renunciar a sus “derechos” y adoptar los valores del Reino.
Lamentablemente, parece que los discípulos aún no habían aprendido esta lección cuando Jesús participó con ellos de la Última Cena. Sus disputas y sus luchas internas arruinaron un momento de perfecta comunión, que nunca se repetiría.
¿Todo esto, incluso después de años de estar con Jesús, de servir con Jesús y de escuchar y aprender a sus pies? ¡Qué triste ejemplo de cuán corrupto continúa siendo el corazón humano! Sin embargo, entre los factores más positivos, piensa en la realidad siempre presente de la gracia del Señor, por la que, a pesar de esta patética discusión entre sus seguidores, Jesús no los abandonó.
Mantenernos centrados en Jesús en la Cruz ¿por qué debería ser un poderoso remedio contra el deseo de exaltación propia, del que todos somos presa como seres humanos caídos?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
¡Cuán a menudo nuestro servicio por Cristo y nuestra comunión entre unos y otros quedan manchados por el secreto deseo de ensalzar al yo! ¡Cuán presto a manifestarse está el pensamiento de adulación propia y el anhelo de la aprobación humana! Es el amor al yo, el deseo de un camino más fácil que el señalado por Dios, lo que induce a substituir los preceptos divinos por las teorías y tradiciones humanas. A sus propios discípulos se dirigen las palabras amonestadoras de Cristo: “Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos”.
La religión de Cristo es la sinceridad misma. El celo por la gloria de Dios es el motivo implantado por el Espíritu Santo; y únicamente la obra eficaz del Espíritu puede implantar este motivo. Únicamente el poder de Dios puede desterrar el egoísmo y la hipocresía. Este cambio es la señal de su obra. Cuando la fe que aceptamos destruye el egoísmo y la simulación, cuando nos induce a buscar la gloria de Dios y no la nuestra, podemos saber que es del debido carácter. “Padre, glorifica tu nombre” (Juan 12:28) fue el principio fundamental de la vida de Cristo; y si le seguimos, será el principio fundamental de nuestra vida (El Deseado de todas las gentes, pp. 376, 377).
Los discípulos no hacían ningún ademán de servirse unos a otros. Jesús aguardó un rato para ver lo que iban a hacer. Luego él, el Maestro divino, se levantó de la mesa. Poniendo a un lado el manto exterior que habría impedido sus movimientos, tomó una toalla y se ciñó. Con sorprendido interés, los discípulos miraban, y en silencio esperaban para ver lo que iba a seguir. “Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido”. Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo.
Así expresó Cristo su amor por sus discípulos. El espíritu egoísta de ellos le llenó de tristeza, pero no entró en controversia con ellos acerca de la dificultad. En vez de eso, les dio un ejemplo que nunca olvidarían. Su amor hacia ellos no se perturbaba ni se apagaba fácilmente. Sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que él provenía de Dios e iba a Dios. Tenía plena conciencia de su divinidad; pero había puesto a un lado su corona y vestiduras reales, y había tomado forma de siervo. Uno de los últimos actos de su vida en la tierra consistió en ceñirse como siervo y cumplir la tarea de un siervo (El Deseado de todas las gentes, pp. 600, 601).
Jesús dijo: “Yo, si fuere levantado en alto de sobre la tierra, a todos los atraeré a mí mismo”. Juan 12:32. Cristo debe ser revelado al pecador como el Salvador que murió por los pecados del mundo; y mientras contemplamos al Cordero de Dios sobre la cruz del Calvario, el misterio de la redención comienza a revelarse a nuestra mente y la bondad de Dios nos guía al arrepentimiento. Al morir por los pecadores, Cristo manifestó un amor incomprensible; y a medida que el pecador lo contempla, este amor enternece el corazón, impresiona la mente e inspira contrición al alma (El camino a Cristo, pp. 26, 27).
Miércoles 14 de julio_____________________________________________________
HIPOCRESÍA
Un hipócrita es alguien que actúa, que quiere mostrarse como alguien que no es realmente. El término se usa siete veces en Mateo 23, en un discurso en el que Jesús avergüenza públicamente a los escribas y los fariseos, el núcleo de la dirigencia religiosa judía (Mat. 23:13, 14, 15, 23, 25, 27, 29). Los evangelios muestran que Jesús ofrecía gracia y perdón a los adúlteros, los recaudadores de impuestos, las prostitutas, e incluso a los asesinos, pero demostró poca condescendencia con los hipócritas (ver muchas otras referencias en Mat. 6:2, 5, 16; 7:5; 15:7-9; 22:18).
Lee Mateo 23:1 al 13 y enumera cuatro características principales de un hipócrita que Jesús menciona.
Mateo 23:1-13
1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. 5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. 11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. 13 Mas !!ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando.
Jesús asocia cuatro características con los escribas y los fariseos. En el espectro del judaísmo del siglo I d.C., los fariseos representaban la derecha religiosa conservadora. Se interesaban por la Ley oral y escrita, y enfatizaban la pureza ritual. En el otro extremo del espectro estaban los saduceos, un grupo de líderes, en su mayoría ricos, a menudo asociados con la clase sacerdotal de élite. Estaban sumamente helenizados (es decir, hablaban griego y se sentían cómodos con la filosofía griega), y no creían en un juicio ni en una vida futura. Los podríamos describir como liberales. Ambos grupos eran culpables de hipocresía.
Según Jesús, somos hipócritas cuando no hacemos lo que decimos; cuando hacemos que la religión sea más difícil para los demás y no aplicamos esos mismos estándares para nosotros mismos; cuando queremos que otros aplaudan nuestro fervor religioso; y cuando exigimos honor y reconocimiento que solo pertenecen a nuestro Padre celestial.
Más allá de sus palabras incisivas y directas, el compromiso de Jesús con aquellos a quienes llamaba hipócritas estaba lleno de amor y preocupación, incluso por estos hipócritas.
“La compasión divina caracterizaba el semblante del Hijo de Dios mientras dirigía una última mirada al Templo y luego a sus oyentes. Con voz ahogada por la profunda angustia de su corazón y amargas lágrimas, exclamó: ‘¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!’ ” (DTG 572).
¿Por qué no necesitas ser un líder religioso para ser culpable del tipo de hipocresía que Jesús condena tan rotundamente aquí? ¿Cómo podemos aprender a ver ese tipo de hipocresía en nosotros mismos, si existiera, y cómo podemos deshacernos de ella?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
La hipocresía de los fariseos era resultado de su egoísmo. La glorificación propia era el objeto de su vida. Esto era lo que los inducía a pervertir y aplicar mal las Escrituras, y los cegaba en cuanto al propósito de la misión de Cristo. Aun los discípulos de Cristo estaban en peligro de albergar este mal sutil. Los que decían seguir a Cristo, pero no lo habían dejado todo para ser sus discípulos, sentían profundamente la influencia del raciocinio de los fariseos. Con frecuencia vacilaban entre la fe y la incredulidad, y no discernían los tesoros de sabiduría escondidos en Cristo. Los mismos discípulos, aunque exteriormente lo habían abandonado todo por amor a Jesús, no habían cesado en su corazón de desear grandes cosas para sí… Era lo que se interponía entre ellos y Cristo, haciéndolos tan apáticos hacia su misión de sacrificio propio, tan lentos para comprender el misterio de la redención (El Deseado de todas las gentes, p. 376).
Nuestro Salvador presenta ante la gente de ese tiempo el carácter de sus pecados. Sus sencillas palabras despertaban la conciencia de sus oyentes; pero los instrumentos contradictores de Satanás buscaban un lugar para sus teorías para apartar las mentes de la verdad claramente presentada. Cuando el gran Maestro presentaba solemnes verdades, los escribas y fariseos —con el pretexto de estar interesados— se reunían alrededor de los discípulos y de Cristo, y desviaban la mente de aquellos haciendo preguntas para crear disputa, aparentando que querían conocer la verdad. Cristo fue interrumpido en esta ocasión como lo había sido en muchas ocasiones similares. Deseaba que sus discípulos escucharan las palabras que él quería decir, y que no permitieran que nada atrajera y retuviera su atención. Por lo tanto, les advirtió: “Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”. Fingían el deseo de entrar tanto como les fuera posible dentro del círculo íntimo. Cuando el Señor Jesús presentaba la verdad en contraste con el error, los fariseos aparentaban que estaban deseosos de comprender la verdad, y sin embargo procuraban desviar la mente de Cristo por otros cauces.
La hipocresía es como la levadura. La levadura puede estar oculta en la harina, y no se conoce su presencia hasta que produce su efecto. Cuando se la introduce satura rápidamente toda la masa. La hipocresía actúa secretamente, y si se la tolera, llenará la mente de orgullo y vanidad. Algunos engaños que hoy se practican son similares a los que practicaban los fariseos. El Salvador dio esta advertencia para que estuvieran alerta todos los que creen en él. Velad para que no absorbáis ese espíritu y os volváis como aquellos que trataban de entrampar al Salvador (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 5, pp. 1095, 1096)
Jueves 15 de julio________________________________________________________
CÓMO ERRADICAR LA ANSIEDAD
Lee Juan 14:1 al 6. En medio de nuestra ansiedad, ¿qué podemos hacer para que nuestro corazón no se sienta turbado? ¿Cuál es la clave para superar la división, el egoísmo, la ambición, la hipocresía, y hallar el verdadero descanso?
Juan 14:1-6
1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Para superar la ansiedad, el punto de partida siempre es Jesús. Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Él conoce la dirección correcta cuando deambulamos sin rumbo fijo en el desierto de nuestro mundo saturado de medios; como Legislador divino, él mismo es la Verdad personificada, y su Espíritu nos guiará a toda la verdad (Juan 16:13). Cuando estamos heridos, cansados, agotados, enfermos y desanimados, él es la Vida. No cualquier vida. De hecho, nos ha prometido vida en abundancia (Juan 10:10). Esto incluye nuestro hogar eterno y la vida eterna, pero también implica una calidad de vida diferente aquí. El Creador seguramente puede darnos eso en abundancia y sin medida, aun ahora.
“No se turbe vuestro corazón” es una invitación a vivir con expectativas. Cuando nos sentimos deprimidos, él puede ponernos en un plano superior. Cuando luchamos contra las tinieblas y el pecado, él es el que no solo comenzó, sino también terminará la buena obra en nosotros (Fil. 1:6).
Por más que las cosas empeoren aquí (algo que bien podemos esperar), considera la promesa que se nos ha dado en Jesús. Él está preparando un “lugar” para nosotros, un lugar donde nuestro dolor, ansiedad y sufrimiento serán desterrados para siempre. Esa es la esperanza que se nos ha dado en Cristo Jesús, y se nos ofrece a todos, sin importar quiénes seamos, sin importar nuestro origen, sin importar cuán miserable haya sido o sea nuestra vida ahora.
Sin embargo, la clave es que acudamos a Dios en nuestra debilidad de todos modos, con nuestro dolor, nuestro estado pecaminoso en general, destrozados, sabiendo que él nos acepta a pesar de estas cosas. De eso se trata la gracia, y la razón por la que debemos creer que nos fue dada si la buscamos con fe.
Lee Jeremías 3:22. ¿Qué nos pide Dios que hagamos nosotros? Y luego, ¿qué hará por nosotros en respuesta?
Jeremías 3:22
22 Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones. He aquí nosotros venimos a ti, porque tú eres Jehová nuestro Dios.
Piensa en las palabras de Jesús: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:3). ¿Qué debería decirnos esto acerca de la importancia de la promesa de la Segunda Venida? Especialmente para nosotros como adventistas (con nuestro conocimiento sobre la muerte), ¿por qué es tan preciosa la promesa de la Segunda Venida?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Vivir para sí es perecer. La codicia, el deseo de beneficiarse a sí mismo, separa al alma de la vida. El espíritu de Satanás es conseguir, atraer hacia sí. El espíritu de Cristo es dar, sacrificarse para bien de los demás. “Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida: el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida”. 1 Juan 5:11, 12.
Por lo tanto, nos dice: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 203).
¡Alaba, alma mía, al Señor! Él dice que fue a preparar mansiones para mí. “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:1-3.
¡Gracias a Dios! Tengo la mirada puesta en esas mansiones; no en las mansiones terrenales, porque estás antes de mucho serán derribadas por el violento terremoto. Anhelo las mansiones celestiales que Cristo ha ido a preparar para los fieles. “No tenemos hogar aquí; solo somos peregrinos y extranjeros, y estamos en marcha hacia un país mejor, el celestial. Que Dios nos ayude a ganar el don precioso de la vida eterna” (In Heavenly Places, p. 354; parcialmente en En los lugares celestiales, p. 356).
El corazón humilde y quebrantado, enternecido por el arrepentimiento genuino, apreciará algo del amor de Dios y del costo del Calvario; y como el hijo se confiesa a un padre amoroso, así presentará el que esté verdaderamente arrepentido todos sus pecados delante de Dios. Y está escrito: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad”. 1 Juan 1:9.
La promesa de Dios es: “Me buscaréis y me hallaréis cuando me buscareis de todo vuestro corazón”. Jeremías 29:13…
Cuando Cristo mora en el corazón, el alma rebosa de tal manera de su amor y del gozo de su comunión, que se aferra a él; y contemplándole se olvida de sí misma. El amor a Cristo es el móvil de sus acciones.
Los que sienten el amor constreñidor de Dios no preguntan cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer lo que él requiere; no preguntan cuál es la norma más baja que acepta, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Redentor (El camino a Cristo, pp. 41, 43, 45).
Viernes 16 de julio_______________________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“No puede haber crecimiento o fructificación en la vida que se centra en el yo. Si has aceptado a Cristo como tu Salvador personal, debes olvidarte de ti mismo y tratar de ayudar a otros. Habla del amor de Cristo, cuenta de su bondad. Haz todos los servicios que se presenten. Lleva la carga de las almas sobre tu corazón, y por todos los medios que estén a tu alcance trata de salvar a los perdidos. A medida que recibas el espíritu de Cristo –el espíritu de amor desinteresado y trabajo por otros–, crecerás y darás frutos. Las gracias del Espíritu madurarán en tu carácter. Tu fe se incrementará, tus convicciones se profundizarán, tu amor se perfeccionará. Reflejarás más y más la semejanza de Cristo en todo lo que es puro, noble y precioso” (PVGM 47).
En cuanto al abordaje de cuestiones entre los miembros de la iglesia, “la conversación se prolongaba por horas entre las partes interesadas, y no solo habían malgastado su tiempo, sino también habían retenido a los siervos de Dios para que los escuchasen, cuando el corazón de ambas partes no estaba subyugado por la gracia. Si se pusieran a un lado el orgullo y el egoísmo, cinco minutos bastarían para eliminar la mayoría de las dificultades” (PE 50).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- En clase, piensen en formas prácticas de superar el egoísmo. ¿Cómo pueden cuidarse los unos a los otros para que estas ideas se conviertan en realidad?
- Las ambiciones no son inherentemente malas. Sin embargo, ¿cómo podemos anticipar e imaginar grandes cosas de Dios sin caer en la trampa de ser consumidos por la ambición?
- La mayoría de nosotros no muestra ambición, hipocresía, egoísmo o envidia por fuera; somos muy susceptibles de ofrecer una fachada externa más benigna. Sin embargo, como el enorme sistema de raíces de un álamo, todas estas características negativas se esconden debajo de la superficie. ¿Cómo se ve en la práctica la transformación del carácter guiada por el Espíritu? ¿Cómo podemos vencer la raíz de la ansiedad y hallar verdadero descanso en Jesús?
- Reflexiona en la respuesta a la pregunta final del jueves sobre la importancia de la Segunda Venida. Después de todo, sin ella, ¿qué esperanza tenemos? Sin ella, ¿de qué nos habría servido la primera venida de Cristo, sabiendo que los muertos duermen hasta la resurrección, que ocurre recién en la Segunda Venida?