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Lección 4: Para el 23 de octubre de 2021
“AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS”
Sábado 16 de octubre_____________________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Deuteronomio 6:4, 5; 10:12; Efesios 2:1–10; Apocalipsis 14:6, 7; Deuteronomio 4:37; 11:1; Marcos 12:28–30.
PARA MEMORIZAR:
“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deut. 6:5).
En la religión judía, una de las oraciones más importantes se extrae de Deuteronomio 6. Se la conoce como el “Shemá”, basado en la primera palabra hebrea de la oración, de la raíz, shemá‘, que significa “escuchar”, o incluso “obedecer”; una palabra que aparece una y otra vez, no solo en Deuteronomio sino en todo el Antiguo Testamento.
La primera línea del Shemá –en hebreo– dice así: Shemá, Israel, Adonai Elohenu, Adonai ejad.
Significa: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4). En la tradición judía, esta Escritura se repite como una oración, con los ojos tapados, con la intención de que nada distraiga de pensar en Dios. Esta primera línea del Shemá se considera una afirmación de la naturaleza monoteísta de Adonai Elohenu, “Jehová nuestro Dios”, y la lealtad de Israel solo a él y a ningún otro “dios”. De hecho, también se podría leer como “Jehová es nuestro Dios”.
Esta línea es parte del primer discurso que Moisés les dio a los hijos de Israel cuando estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida. Sin embargo, lo que sigue a esa línea de apertura es una poderosa expresión de la verdad que sigue siendo tan esencial ahora como lo fue entonces.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
El hombre gana todo obedeciendo al Dios guardador del pacto. Los atributos de Dios son impartidos al hombre capacitándolo para proceder con misericordia y compasión. El pacto de Dios nos asegura del carácter inmutable del Señor. ¿Por qué, pues, los que pretenden creer en Dios son inestables, volubles, indignos de confianza?, ¿por qué no rinden su servicio cordialmente, como si estuvieran bajo la obligación de agradar y glorificar a Dios? No es suficiente que tengamos una idea general de lo que Dios exige. Debemos conocer por nosotros mismos cuáles son sus órdenes y cuáles nuestras obligaciones. Las condiciones del pacto de Dios son: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus 944 fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo». Estas son las condiciones de la vida. «Haz esto -dijo Cristo-, y vivirás» (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, pp. 943, 944).
El amor de Cristo es una cadena de oro que une a los seres humanos finitos, que creen en Jesucristo, con el Dios infinito. El amor que el Señor tiene por sus hijos, sobrepasa todo conocimiento. Ninguna ciencia puede definirlo o explicarlo. Ninguna sabiduría puede sondearlo.
El egoísmo y el orgullo entorpecen el amor puro que nos une en espíritu con Jesucristo. Si se cultiva verdaderamente este amor, lo finito se unirá con lo infinito, y todo se centrará en el Infinito. La humanidad se unirá con la humanidad, y toda se unirá con el corazón del Amor Infinito. El amor santificado de unos hacia otros es sagrado. En esta gran obra, el amor cristiano de unos hacia otros—más elevado, más constante, más cortés y más desinteresado de lo que se ha visto—, preserva la ternura cristiana, la benevolencia cristiana, la cortesía, y reúne a la hermandad humana en el abrazo de Dios, reconociendo la dignidad con la cual Dios ha investido los derechos del hombre (Nuestra elevada vocación, {NEV}, p. 175).
Un amor supremo hacia Dios y un amor abnegado hacia nuestros semejantes, es el mejor don que nuestro Padre celestial puede conferirnos. Tal amor no es un impulso, sino un principio divino, un poder permanente. El corazón que no ha sido santificado no puede originarlo ni producirlo. Únicamente se encuentra en el corazón en el cual reina Cristo. “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.” En el corazón que ha sido renovado por la gracia divina, el amor es el principio dominante de acción. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, controla las pasiones, y ennoblece los afectos. Ese amor, cuando uno lo alberga en el alma, endulza la vida, y esparce una influencia ennoblecedora en su derredor.
[El apóstol] Juan se esforzó por hacer comprender a los creyentes los eminentes privilegios que podían obtener por el ejercicio del espíritu de amor. Cuando ese poder redentor llenara el corazón, dirigiría cualquier otro impulso y colocaría a sus poseedores por encima de las influencias corruptoras del mundo. Y a medida que este amor llegara a dominar completamente y a ser la fuerza motriz de la vida, su fe y confianza en Dios y en el trato del Padre para con ellos serían completas. Podrían llegar a él con plena certidumbre y fe, sabiendo que el Señor supliría cada necesidad para su bienestar presente y eterno (Los hechos de los apóstoles, {HAp}, p. 440).
Domingo 17 de octubre____________________________________________________
AMAR A DIOS
Después de que Moisés les relatara a los hijos de Israel la historia de su pueblo, comenzó a darles instrucciones sobre lo que debían hacer para tomar la tierra y prosperar en ella. De hecho, se podría argumentar que la mayor parte de Deuteronomio es simplemente eso: el Señor comunicando a su pueblo lo que tenía que hacer para cumplir con su parte del pacto establecido con ellos en cumplimiento de la promesa hecha a sus padres.
Deuteronomio 6 comienza así: “Estos, pues, son los mandamientos, estatutos y decretos que Jehová vuestro Dios mandó que os enseñase, para que los pongáis por obra en la tierra a la cual pasáis vosotros para tomarla; para que temas a Jehová tu Dios, guardando todos sus estatutos y sus mandamientos que yo te mando, tú, tu hijo, y el hijo de tu hijo, todos los días de tu vida, para que tus días sean prolongados” (Deut. 6:1, 2).
Lee Deuteronomio 6:4 y 5. ¿Qué mandato les da Jehová Dios a los hijos de Israel en el versículo 5? ¿Qué significa este mandato?
Deuteronomio 6:4-5
4 Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. 5 Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
¿”Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón”? Qué interesante es que aquí, en medio de la Ley, en medio de todas las advertencias, las reglas y las disposiciones, se exhorte al pueblo a amar a Dios. Y no solo a amarlo, sino a amarlo “de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”, lo que indica la naturaleza absoluta de este amor.
Amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas significa que nuestro amor por él debe ser supremo sobre nuestro amor por todo y por todos los demás, porque él es el fundamento y la base de todo nuestro ser, nuestra existencia y todo lo demás. El amor por él debe poner en la perspectiva adecuada nuestro amor por todo lo demás.
En hebreo, la palabra “tu” para “tu Dios, tu corazón, tu poder” [RVA], está en singular (no dice “vuestro Dios”, “vuestros corazones”, etc.). Sí, Dios le estaba hablando al pueblo como unidad, pero esa unidad depende de la fortaleza de las partes. El Señor quiere que cada uno de nosotros, aunque sea parte de un cuerpo más grande, sea fiel a él en forma individual, y el fundamento de esa fidelidad debe ser nuestro amor por él, por quién es él y por lo que ha hecho por nosotros.
Pregunta
¿Qué significa para ti amar a Dios con todo tu corazón, tu alma y tus fuerzas?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Todos deberían aprender… que son individualmente responsables ante Dios. Si aman a Dios con todo el corazón, serán sabios para la salvación. Harán su voluntad y su luz siempre será su gloria y no se apagará porque reconocen, temen y sirven a su Señor. La solemne obra que recae sobre cada ser consiste en considerar que es siervo de Jesucristo…
El asunto más importante consiste en servir al Señor con corazón indiviso, y tratar de ser, con el corazón y la mente, propiedad del Señor. Todos los que acudan al Salvador en procura de consejo recibirán la ayuda que necesitan, si vienen humildemente, y se aferran con firmeza de esta promesa: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Mateo 7:7…
Levante las normas, mi hermano, comenzando con una entrega completa, y continuando con la sencilla obediencia a todos los mandamientos del Señor, de acuerdo con sus directivas especiales. No se debe descuidar ninguna de las cosas importantes especificadas en su Palabra (Cada día con Dios, {CDCD}, p. 126).
Dios pide la totalidad de los afectos del hombre: todo su corazón, toda su alma, toda su mente y toda su fuerza. Reclama todo lo que le pertenece al hombre, porque él ha derramado todo el tesoro del cielo, al darnos todo lo que poseía de una sola vez, sin reservar nada de lo más grande que el cielo puede hacer…
Cuando comencé a escribir acerca de este tema, seguí avanzando en ello y traté de sobrepasar el límite, pero no lo logré. Cuando lleguemos a las mansiones celestiales, Jesús mismo nos conducirá a los que estemos vestidos de ropas blancas, hechas blancas en la sangre del Cordero, hacia el Padre. “Por eso están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su pabellón sobre ellos”. Apocalipsis 7:15 (Nuestra elevada vocación, {NEv}, p. 14).
La atmósfera de la iglesia es tan frígida, su espíritu es de tal naturaleza, que los hombres y mujeres no pueden sostener o soportar el ejemplo de la piedad primitiva nacida del cielo. El calor de su primer amor está congelado, y a menos que sean bañados por el bautismo del Espíritu Santo, su candelero será quitado de su lugar, si no se arrepienten y hacen las primeras obras. Las primeras obras de la iglesia se veían cuando los creyentes buscaban amigos, parientes y conocidos, y con corazones desbordantes de amor les contaban la historia de lo que Jesús era para ellos y lo que ellos eran para Jesús…
Nuestro Redentor dice: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Si conocemos a Dios, y a Cristo Jesús a quien él ha enviado, un gozo inefable llenará el alma. ¡Oh, cuánto necesitamos la presencia divina! (Testimonios para los obreros, {TM}, pp. 167-170).
Lunes 18 de octubre_______________________________________________________
TEMER A DIOS
Moisés les dijo a los hijos de Israel que amaran a Dios con todo lo que tenían. Era un mandato. Sin embargo, pocos versículos antes, Moisés les dio otro mandato: “Que temas a Jehová tu Dios” (Deut. 6:2).
Lee Deuteronomio 10:12. ¿Qué dice este texto sobre el amor y el temor, y cómo lo entendemos?
Deuteronomio 10:12
12 Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma;
En un versículo se les dice que teman a Dios; en otro, que lo amen; y en este versículo se les dice que lo teman y lo amen al mismo tiempo. Según la interpretación común de la palabra “temor”, esto puede parecer una contradicción, pero no lo es. El temor de Dios (en el sentido de admiración y respeto por quién es él, su autoridad, su poder, su justicia y su rectitud, especialmente en contraste con nuestra pecaminosidad, debilidad y total dependencia de él) debería ser una reacción natural. Somos seres caídos, seres que hemos violado la Ley de Dios y que, si no fuera por su gracia, merecemos la condenación y la muerte eterna.
Lee Efesios 2:1 al 10. Estos versículos ¿cómo deberían ayudarnos a entender cómo temer y amar a Dios al mismo tiempo?
Efesios 2:1-10
1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
A pesar de que éramos “hijos de ira” (por eso deberíamos temerle), Cristo murió por nosotros y así nos dio una nueva vida en él, que incluye librarnos del pecado y la condenación del pasado (por eso debemos amarlo).
Y así como esto se aplica a nosotros hoy, este mismo principio se aplicó al antiguo Israel: habían sido cautivos en Egipto, condenados a la esclavitud y la opresión, y solo el amor de Dios por ellos y la misericordia hacia ellos fue lo que los guio a su gran redención. “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá” (Deut. 5:15). No es de extrañar, entonces, que amen y teman a Dios al mismo tiempo. Y, si ellos hicieron eso, ¿cuánto más deberíamos amarlo y temerlo nosotros, al contar con la gran verdad de la muerte de Jesús en la Cruz en nuestro favor?
Lee Apocalipsis 14:6 y 7. ¿Cómo debemos entender que el mandamiento “temed a Dios” debe ser el primer mandamiento del mensaje del Señor para los últimos días al mundo? A la luz de lo que sabemos sobre lo que se avecina en el mundo, ¿por qué ese mandato tiene tanto sentido?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
La humildad y la reverencia deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia de Dios. En el nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor estuviese al mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y santo, que habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a hacerlo en la sala de audiencias de un soberano terrenal. Los tales debieran recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante quien los ángeles cubren su rostro. A Dios se le debe reverenciar grandemente; todo el que verdaderamente reconozca su presencia se inclinará humildemente ante él, y como Jacob cuando contempló la visión de Dios, exclamará: “¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.” Génesis 28:17 (Historia de los patriarcas y profetas, {PP}, pp. 256, 257).
El corazón que probó el amor de Cristo, anhela incesantemente beber de él con más abundancia, y mientras lo impartimos a otros, lo recibiremos en medida más rica y copiosa. Cada revelación de Dios al alma aumenta la capacidad de saber y de amar. El clamor continuo del corazón es: “Más de ti”, y a él responde siempre el Espíritu: “Mucho más”. Dios se deleita en hacer “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Efesios 3:20…
Dios derramó su amor sin reserva alguna, como las lluvias que refrescan la tierra. Dice él: “Rociad, cielos, de arriba, y las nubes destilen la justicia; ábrase la tierra, y prodúzcanse la salvación y la justicia; háganse brotar juntamente”. Isaías 45:8 (Palabras de vida del gran Maestro, {PVGM}, pp. 22, 23).
El primer ángel de (Apocalipsis 14) llama a los hombres: “Temed a Dios y dadle gloria”, y los invita a alabarlo como creador de los cielos y la tierra. Para hacer esto, deben obedecer su ley… Sin la obediencia a sus mandamientos, ninguna adoración puede ser agradable para Dios, “pues éste es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” 1 Juan 5:3.
Muchos maestros religiosos dicen que Cristo, por su muerte, nos liberó de la ley, pero no todos tienen este punto de vista… La ley de Dios, por su misma naturaleza, es inalterable. Es una revelación de la voluntad y el carácter de su Autor. Dios es amor, y su ley es amor. Sus dos grandes principios son el amor a Dios y al hombre. “El cumplimiento de la ley es el amor”. Romanos 13:10. El carácter de Dios es justicia y verdad, y tal es la naturaleza de su ley. El salmista dice: “Tu ley la verdad”; “todos tus mandamientos son justicia”. Salmos 119:142, 172. El apóstol Pablo declara: “La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno”. Romanos 7:12. Una ley tal, expresión de la mente y la voluntad de Dios, tiene que ser tan perdurable como su Autor (Reflejemos a Jesús, {RJ}, p. 54).
Martes 19 de octubre______________________________________________________
ÉL NOS AMÓ PRIMERO
Incluso en medio de los estatutos y las ordenanzas de Deuteronomio y todas las amonestaciones que advierten a la nación judía que el pueblo debe obedecer “sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos”, ellos debían amar a Dios ante todo y con todo su corazón, alma y fuerzas. Por supuesto, tenían buenas razones para hacerlo.
Lee Deuteronomio 4:37; 7:7, 8 y 13; 10:15; 23:5; y 33:3. ¿Qué enseñan estos versículos sobre el amor de Dios por su pueblo?
Deuteronomio 4:37
37 Y por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos, y te sacó de Egipto con su presencia y con su gran poder,
Deuteronomio 7:7-8 y 13
8 sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. 9 Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones;
13 Y te amará, te bendecirá y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano, tu mosto, tu aceite, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría.
Deuteronomio 10:15
15 Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día.
Deuteronomio 23:5
5 Mas no quiso Jehová tu Dios oír a Balaam; y Jehová tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque Jehová tu Dios te amaba.
Deuteronomio 33:3
3 Aun amó a su pueblo; Todos los consagrados a él estaban en su mano; Por tanto, ellos siguieron en tus pasos, Recibiendo dirección de ti,
Una y otra vez en Deuteronomio, Moisés le contó al pueblo del amor de Dios por sus padres y por ellos. Pero, más que con palabras, el Señor reveló este amor con sus acciones. Es decir que, a pesar de sus defectos, sus fracasos, sus pecados, el amor de Dios por ellos se mantenía firme; un amor que se manifestó poderosamente en su trato con ellos.
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). ¿Cómo nos ayuda este versículo a entender por qué debemos amar a Dios?
El amor de Dios por nosotros es anterior a nuestra existencia, en el sentido de que el plan de salvación estaba en marcha mucho antes de “la fundación del mundo” (Efe. 1:4).
Como dijo Elena de White: “El plan de nuestra redención no fue una reflexión ulterior, un plan formulado después de la caída de Adán. Fue una ‘revelación del misterio que por tiempos eternos fue guardado en silencio’. Fue una manifestación de los principios que desde las edades eternas habían sido el fundamento del Trono de Dios” (DTG 13).
Cuán dichosos somos todos porque Dios es, efectivamente, un Dios de amor, un amor tan grande que lo hizo ir a la Cruz por nosotros, un amor abnegado por el que “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8). En consecuencia, hoy tenemos una revelación del amor de Dios por nosotros que los hijos de Israel probablemente ni siquiera podrían haber imaginado.
En lugar de ser amor, ¿y si Dios fuera odio, o si fuera indiferente? ¿Qué tipo de mundo sería este? ¿Por qué la revelación del amor de Dios por nosotros es algo en lo que verdaderamente deberíamos regocijarnos?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Dios quería hacer de su pueblo Israel una alabanza y una gloria. Se dio a ellos toda ventaja espiritual. Dios no les negó nada favorable a la formación del carácter que había de hacerlos sus representantes.
Su obediencia a la ley de Dios había de hacerlos maravillas de prosperidad delante de las naciones del mundo. El que podía darles sabiduría y habilidad en todo artificio, continuaría siendo su maestro, y los ennoblecería y elevaría mediante la obediencia a sus leyes. Si eran obedientes, habían de ser preservados de las enfermedades que afligían a otras naciones, y habían de ser bendecidos con vigor intelectual. La gloria de Dios, su majestad y poder, habían de revelarse en toda su prosperidad. Habían de ser un reino de sacerdotes y príncipes. Dios les proveyó toda clase de facilidades para que llegaran a ser la más grande nación de la tierra.
En una forma muy definida Cristo, mediante Moisés, les había presentado el propósito de Dios, y había aclarado las condiciones de su prosperidad: “Tú eres pueblo santo a Jehová tu Dios—dijo él—: Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la haz de toda la tierra… Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta las mil generaciones. Deuteronomio 7:6, 7 (Palabras de vida del gran Maestro, {PVGM}, pp. 230, 231).
Dios mismo es la fuente de toda misericordia. Se llama “misericordioso, y piadoso”. No nos trata según lo merecemos. No nos pregunta si somos dignos de su amor; simplemente derrama sobre nosotros las riquezas de su amor para hacernos dignos. No es vengativo. No quiere castigar, sino redimir. Aun la severidad que se ve en sus providencias se manifiesta para salvar a los descarriados. Ansía intensamente aliviar los pesares del hombre y ungir sus heridas con su bálsamo. Es verdad que “de ningún modo tendrá por inocente al malvado”, Éxodo 34:7 pero quiere quitarle su culpabilidad.
Los misericordiosos son “participantes de la naturaleza divina”, y en ellos se expresa el amor compasivo de Dios. Todos aquellos cuyos corazones estén en armonía con el corazón de Amor infinito procurarán salvar y no condenar. Cristo en el alma es una fuente que jamás se agota. Donde mora él, sobreabundan las obras de bien (El discurso maestro de Jesucristo, {DMJ}, p. 23).
La hermosura del carácter de Cristo ha de verse en los que le siguen. El se deleitaba en hacer la voluntad de Dios. El poder que predominaba en la vida de nuestro Salvador era el amor a Dios y el celo por su gloria. El amor embellecía y ennoblecía todas sus acciones. El amor es de Dios; el corazón inconverso no puede producirlo u originarlo. Se encuentra solamente en el corazón donde Cristo reina. “Nosotros amamos, por cuanto él nos amó primero.” En el corazón regenerado por la gracia divina, el amor es el móvil de las acciones. Modifica el carácter, gobierna los impulsos, restringe las pasiones, subyuga la enemistad y ennoblece los afectos. Este amor atesorado en el alma endulza la vida y derrama una influencia purificadora sobre todos los que están en derredor (El camino a Cristo, {CC}, pp. 59, 60).
Miércoles 20 de octubre___________________________________________________
“SI ME AMAN, GUARDARÁN MIS MANDAMIENTOS”
Israel, la nación en su conjunto, fue llamada a amar a Dios. Pero esto era algo que solo podía suceder de a uno. Como un solo ser humano al que se le dio libre albedrío, cada israelita tenía que tomar la decisión de amar a Dios, y mostraría ese amor a través de la obediencia.
¿Qué tienen en común los siguientes versículos? Es decir, ¿cuál es el tema común entre ellos? Deuteronomio 5:10; 7:9; 10:12; 11:1; 19:9.
Deuteronomio 5:10
10 y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
Deuteronomio 7:9
9 Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones;
Deuteronomio 10:12
12 Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma;
Deuteronomio 11:1
1 Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días.
Deuteronomio 19:9
9 siempre y cuando guardares todos estos mandamientos que yo te prescribo hoy, para ponerlos por obra; que ames a Jehová tu Dios y andes en sus caminos todos los días; entonces añadirás tres ciudades más a estas tres,
¿Cuánto más clara podría ser la Palabra de Dios? Así como Dios no solo dice que nos ama, sino además ha revelado ese amor por nosotros mediante lo que hizo y todavía hace, el pueblo de Dios también mostrará su amor a Dios por sus acciones. Y en estos textos vemos que el amor a Dios está indisolublemente ligado a la obediencia a él.
Por eso, cuando Juan dice cosas como: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos” (1 Juan 5:3), o cuando Jesús dice: “Si me aman, guardarán mis mandamientos” (Juan 14:15, RVA-2015), estos versículos simplemente expresan esta enseñanza básica. El amor a Dios siempre se expresará mediante la obediencia a Dios. Siempre ha sido así, y lo seguirá siendo. Y esta obediencia a Dios significa obediencia a su Ley, los Diez Mandamientos, que también incluye el cuarto Mandamiento, el sábado. Guardar el cuarto Mandamiento no es más legalismo que guardar cualquiera de los otros nueve.
Aunque la obediencia a cualquiera de los mandamientos puede ser legalismo, ese tipo de obediencia no se hace realmente por amor a Dios. Cuando realmente amamos a Dios, especialmente por lo que él ha hecho por nosotros en Cristo Jesús, queremos obedecerle, porque eso es lo que él nos pide que hagamos.
Cuando Moisés le dijo una y otra vez a Israel que amara y obedeciera a Dios, lo hizo después de haber sido redimidos de Egipto. Es decir, el amor y la obediencia del pueblo eran en respuesta a la redención que Dios había hecho en su favor. El Señor los había redimido. Ahora responderían obedeciendo fielmente sus mandamientos. ¿Hay alguna diferencia hoy?
¿Cuál es tu experiencia al tratar de obedecer a Dios? Es decir, ¿cuáles son tus motivaciones para obedecer a Dios? ¿Por qué deberías hacerlo por amor a él? ¿Qué papel debería desempeñar también el temor, según la concepción bíblica?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Mantengamos en alto a Cristo. Somos colaboradores de Dios. Se nos han proporcionado poderosas armas espirituales para derribar las fortalezas del enemigo. De ningún modo debemos representar mal nuestra fe introduciendo elementos anticristianos en nuestra obra. Debemos exaltar la ley de Dios como el medio de unirnos con Jesucristo y con todos los que guardan sus mandamientos. También debemos manifestar amor por las almas por las cuales Cristo murió. Nuestra fe debe ser un poder que tiene en Cristo su origen. Y la Biblia, su Palabra, debe hacernos sabios para la salvación (Cada día con Dios, {CDCD}, p. 97).
Tenemos el deber de reflejar el carácter de Jesús. Deberíamos dejar que la hermosa imagen de Jesús aparezca en todas partes, sea que estemos en la iglesia, en nuestros hogares, o en alguna reunión social con nuestros vecinos. Pero no lo podremos hacer a menos que estemos llenos de la plenitud de él. Si llegáramos a conocer mejor a Jesús, lo amaríamos por su bondad y excelencia y desearíamos llegar a participar de tal manera de su carácter divino, que todos supieran que habíamos estado con Jesús y aprendido de él…
Los pecadores se verán constreñidos a confesar que no somos hijos de las tinieblas, sino hijos de la luz. ¿Cómo lo sabrán? Por los frutos que llevemos… Debe haber una profunda obra de la gracia, el amor de Dios en el corazón, y este amor se expresa mediante la obediencia…
Nuestros corazones pueden estar colmados de toda la plenitud de Dios; pero hay algo que debemos hacer. No debemos acariciar nuestras faltas y pecados, sino abandonarlos, y apresurarnos a colocar nuestros corazones en orden. Después de hacer esto, tomemos la llave de la fe y abramos el almacén de las ricas bendiciones de Dios (Exaltad a Jesús, {EJ}, p. 260).
Cristo le da suma importancia a la obediencia de su pueblo a los mandamientos de Dios. Deben tener un conocimiento inteligente de ellos, y aplicarlos a su vida diaria. El hombre no puede guardar los mandamientos de Dios a menos que esté en Cristo y Cristo en él. Y no es posible que esté en Cristo si tiene la luz de sus mandamientos y pasa por alto el menor de ellos. Mediante su firme y voluntaria obediencia a su Palabra, dan evidencia de su amor por el Enviado de Dios.
El no guardar los mandamientos de Dios implica no amarlo. Nadie guardará la ley de Dios a menos que ame al Unigénito del Padre. Y con no menos seguridad, si alguien lo ama, expresará su amor mediante su obediencia. Todos los que amen a Cristo serán amados por el Padre, y él se les manifestará. En todas sus emergencias y perplejidades tendrán el auxilio de Jesucristo (Cada día con Dios, {CDCD}, p. 140).
Jueves 21 de octubre______________________________________________________
TITULO
Por mucho que algunos teólogos, por diversas razones, busquen separar el Antiguo Testamento del Nuevo Testamento, no se puede, al menos sin despojar al Nuevo Testamento de su verdadero significado. El Nuevo Testamento, en su revelación de Jesús y sus explicaciones teológicas de su vida, muerte, resurrección y ministerio sumosacerdotal, apunta al cumplimiento de muchas de las profecías y los tipos del Antiguo Testamento. En muchos aspectos, el Antiguo Testamento forma el trasfondo, el contexto, la base del Nuevo Testamento. Ambos testamentos revelan la bondad y el amor de Dios.
Esta es una de las razones por las que, vez tras vez, el Nuevo Testamento, incluso Jesús, cita al Antiguo Testamento.
Lee Marcos 12:28 al 30. ¿Cuál fue la pregunta sobre el “primer mandamiento de todos”? ¿Qué responde Jesús y de dónde obtiene su respuesta?
Marcos 12:28-30
28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? 29 Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.
Es interesante que un escriba, alguien que había dedicado su vida a interpretar la Ley y cómo debía aplicarse, haya hecho esta pregunta. No obstante, por más que entendían que había muchísimas leyes para obedecer (la tradición rabínica posterior las clasificó en 613 mandamientos), no es de extrañar que buscaran sintetizarlo todo en una sola pregunta.
Y ¿qué hace Jesús? Va directamente a Deuteronomio 6, comenzando con el: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 6:4), y luego cita el siguiente versículo también, que indica amar a Dios con todo el corazón, el alma y las fuerzas. Apuntó a la aseveración clave de que el Señor es su Dios, su único Dios y, sobre la base de esa gran verdad, son llamados a amarlo supremamente.
¿Hay acaso una “Verdad Presente” mayor que este mandamiento? En los últimos días, cuando se desarrollen los acontecimientos finales y todos sean llamados a decidirse por uno u otro bando de una manera muy dramática, los mandamientos de Dios (Apoc. 14:12) jugarán un papel crucial.
En última instancia, el bando que elijamos –incluso de cara a la persecución– se basará en si realmente amamos a Dios o no. Ese es el tema decisivo, y podremos llegar a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y fuerzas solo cuando lleguemos a conocerlo por nosotros mismos y experimentemos personalmente su bondad, su amor y su gracia. Si es necesario, es algo por lo que valdrá la pena morir.
Si alguien te preguntara: “¿Cómo llegan las personas a amar a un Dios que nunca han visto personalmente?”, ¿qué dirías? Comenten, en clase, sus respuestas.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Que cada uno de nosotros considere personalmente lo que está anotado en los libros del cielo acerca de su vida y carácter, y acerca de nuestra actitud hacia Dios. ¿Ha ido en aumento nuestro amor a Dios durante este año que pasa? Si en realidad Cristo mora en nuestros corazones, amaremos a Dios, nos deleitaremos en obedecer sus mandamientos, y nuestro amor se profundizará y fortalecerá continuamente. Si representamos a Cristo ante el mundo, la pureza se manifestará en nuestro corazón, en nuestra vida y en nuestro carácter; nuestras conversaciones serán santas; y no se revelará ningún engaño en nuestros corazones ni en nuestros labios. Examinemos nuestra vida pasada y veamos si hemos dado evidencia de nuestro amor al Señor Jesús al esforzarnos por asemejarnos a él, al trabajar como él lo hizo, con el fin de salvar a aquellos por quienes murió (Exaltad a Jesús, {EJ}, p. 319).
La muerte y la resurrección de Cristo completaron su pacto. Antes de ese tiempo se revelaba por medio de símbolos y sombras que señalaban hacia la gran ofrenda que sería hecha por el Redentor de mundo, ofrecida como promesa por los pecados del mundo. Los creyentes eran salvados antiguamente por el mismo Salvador de ahora; pero era un Dios velado. Veían la misericordia de Dios en símbolos. La promesa hecha a Adán y a Eva en el Edén era el Evangelio para una raza caída. Se había dado la promesa de que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente, y que ésta le heriría el calcañar. El sacrificio de Cristo es el glorioso cumplimiento de todo el sistema hebreo. Ha salido el Sol de justicia. Cristo nuestra justicia está brillando esplendorosamente sobre nosotros (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 7, p. 944).
La razón por la cual no estamos más gozosos consiste en que hemos perdido nuestro primer amor. Seamos, pues, celosos y arrepintámonos, no sea que nuestro candelero sea quitado de su lugar.
El templo de Dios está abierto en el cielo, e inunda su umbral la gloria de Dios destinada a toda iglesia que ame a Dios y guarde sus mandamientos. Necesitamos estudiar, meditar y orar, Tendremos entonces visión espiritual para discernir los atrios interiores del templo celestial. Percibiremos los temas de los himnos y agradecimientos del coro celestial que está alrededor del trono. Cuando Sión se levante y resplandezca, su luz será muy penetrante y se oirán preciosos himnos de alabanza y agradecimiento en las asambleas de los santos…
Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los atributos del amor perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le aman. Allí se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna nueva, para unir sus voces en los más sublimes acentos de alabanza y agradecimiento a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero para siempre jamás (Testimonios para la iglesia, {6TI}, t. 6, p. 368).
Viernes 22 de octubre_____________________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
“La Cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la Eternidad. En el Cristo glorificado contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que el Ser cuyo poder creó los innumerables mundos y los sostiene a través de la inmensidad del espacio –el Amado de Dios, la Majestad del cielo, a quien los querubines y los serafines resplandecientes se deleitan en adorar– se humilló para levantar al hombre caído; [nunca olvidarán] que llevó la culpa y la vergüenza del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la Cruz del Calvario. Que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejase su gloria y se humillase por amor al hombre despertará eternamente la admiración y la adoración del Universo. Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y contemplen la gloria eterna del Padre brillar en su rostro; cuando contemplen su Trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin, prorrumpirán en un cántico de júbilo: ‘¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y nos ha redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!’ ” (CS 709, 710).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- Lee la declaración anterior de Elena de White. ¿Qué dice que debería ayudarnos a entender por qué nuestro amor por Dios debería ser el mayor amor que tenemos? Piensa en lo que significa el hecho de que Dios, “el Ser cuyo poder creó los innumerables mundos y los sostiene a través de la inmensidad del espacio”, fue quien pendió de la Cruz por nosotros. ¿Por qué esta verdad debería ser la base de nuestra relación con Dios?
- Medita en la idea de amar y temer a Dios al mismo tiempo. ¿Cómo hacer ambas cosas y por qué deberíamos hacerlas?
- Una cosa es amar a Dios cuando las cosas van bien en nuestra vida. ¿Qué sucede cuando las cosas no van bien, cuando ocurre una tragedia? ¿Por qué, en esos momentos, amar a Dios es aún más importante que cuando las cosas van bien?
- Repasa la pregunta final del estudio del jueves. ¿Cuáles son los diversos enfoques que podrías adoptar para explicarle a alguien que no es creyente lo que significa amar a Dios? Los seres humanos ¿cómo podemos amar a alguien a quien nunca hemos visto físicamente? ¿Por qué no importa que nunca lo hayamos visto, al menos en persona?