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2027 |
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Lección 5: Para el 29 de octubre de 2022
RESURRECCIONES ANTES DE LA CRUZ
Sábado 22 de octubre____________________________________________
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Judas 9; Lucas 9:28–36; 1 Reyes 17:8– 24; Lucas 7:11–17; Marcos 5:35–43; Juan 11:1–44.
PARA MEMORIZAR:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25, 26).
Las referencias del Antiguo Testamento a la resurrección que hemos visto hasta ahora se basan mayormente en expectativas personales (Job 19:25-27; Heb. 11:17-19; Sal. 49:15; Sal. 71:20) y en promesas futuras (Dan. 12:1, 2, 13). Sin embargo, también tenemos registros inspirados de casos en los que hubo gente que realmente resucitó de entre los muertos.
La primera resurrección fue la de Moisés (Jud. 9; Luc. 9:28–36). Luego, también resucitaron el hijo de la viuda de Sarepta (1 Rey. 17:8-24) y el hijo de la sunamita (2 Rey. 4:18-37). Cristo, cuando estuvo aquí, en la carne, resucitó al hijo de la viuda de Naín (Luc. 7:11-17), a la hija de Jairo (Luc. 8:40-56) y luego a Lázaro (Juan 11). Estos casos confirman la enseñanza bíblica de la inconsciencia de los muertos (Job 3:11-13; Sal. 115:17; 146:4; Ecl. 9:5, 10). En ninguno de estos relatos, ni en ninguna otra narración bíblica de resurrección, se hace mención de una supuesta experiencia más allá de la muerte.
Esta semana reflexionaremos con más detenimiento sobre las resurrecciones que tuvieron lugar antes de la muerte y la resurrección de Cristo.
ESPÍRITU DE PROFECÍA
La incondicional obediencia de Abraham fue uno de los casos más notables de fe y confianza en Dios que se encuentran en los anales sagrados. Con la sola promesa de que sus descendientes poseerían Canaán, sin la menor evidencia externa, siguió adonde Dios le llevaba, cumpliendo plena y sinceramente las condiciones de su parte y confiando en que el Señor cumpliría fielmente su palabra. El patriarca fue adonde Dios le indicó que era su deber ir; pasó por el desierto sin terror; vivió entre naciones idólatras, con el único pensamiento: «Dios habló; obedezco su voz; él me guiará y me protegerá» (Testimonios para la iglesia, t. 4, p. 516).
Todos los seres creados viven por la voluntad y el poder de Dios. Son recipientes de la vida del Hijo de Dios. No importa cuán capaces y talentosos sean, no importa cuán amplias sean sus capacidades, son provistos con la vida que procede de la Fuente de toda vida. El es el manantial, la fuente de vida. Solo el único que tiene inmortalidad, que mora en luz y vida, podía decir: «Tengo poder para ponerla [mi vida], y tengo poder para volverla a tomar». Juan 10:18 (Mensajes selectos, t. l, p. 354).
El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre del alma ni fe viviente, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como Salvador del mundo, no puede traer sanidad al alma. La fe salvadora no es un mero asentimiento intelectual a la verdad. El que aguarda hasta tener un conocimiento completo antes de querer ejercer fe, no puede recibir bendición de Dios. No es suficiente creer acerca de Cristo; debemos creer en él. La única fe que nos beneficiará es la que le acepta a él como Salvador personal; que nos pone en posesión de sus méritos. Muchos estiman que la fe es una opinión. La fe salvadora es una transacción por la cual los que reciben a Cristo se unen con Dios mediante un pacto. La fe genuina es vida. Una fe viva significa un aumento de vigor, una confianza implícita por la cual el alma llega a ser una potencia vencedora…
Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas (El Deseado de todas las gentes, pp. 312, 313).
Domingo 23 de octubre___________________________________________
LA RESURRECCIÓN DE MOISÉS
Lee Judas 9 y Lucas 9:28 al 36. ¿Qué evidencias encuentras de la resurrección corporal de Moisés en estos pasajes?
Judas 1:9
9 Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda.
Lucas 9:28-36
28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. 32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. 34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. 35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd. 36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
Algunos padres de la Iglesia Griega de Alejandría argumentaron que, cuando Moisés murió, se vieron dos Moisés: uno vivo en el espíritu; otro muerto en el cuerpo. Un Moisés que ascendió al cielo con los ángeles; el otro, enterrado en la tierra (ver Orígenes, Homilías sobre Josué 2.1; Clemente de Alejandría, Stromata 6.15.) Esta distinción entre la hipótesis del alma y la sepultura del cuerpo podría tener sentido para quienes creen en el concepto griego del alma inmortal, pero esa idea no figura en la Biblia. Judas 9 confirma la enseñanza bíblica de la resurrección del cuerpo de Moisés, porque la disputa era sobre “el cuerpo de Moisés”, y no sobre ninguna presunta alma sobreviviente.
Deuteronomio 34:5 al 7 nos dice que Moisés murió a los 120 años de edad y que el Señor lo enterró en un lugar escondido en un valle de la tierra de Moab. Pero Moisés no permaneció mucho tiempo en la tumba. “Cristo mismo, acompañado por los ángeles que enterraron a Moisés, descendió del cielo para llamar al santo que dormía. […] Por primera vez Cristo iba a dar vida a uno de los muertos. Cuando el Príncipe de la vida y los ángeles resplandecientes se aproximaron a la tumba, Satanás temió perder su hegemonía. […] Cristo no se rebajó a entrar en controversia con Satanás. […] Pero Cristo confió todo a su Padre, diciendo: ‘¡El Señor te reprenda!’ (Jud. 9).[…] La resurrección quedó asegurada para siempre. Satanás fue despojado de su presa; los justos muertos volverían a vivir” (PP 511, 512).
Una clara evidencia de la resurrección de Moisés se encuentra en la Transfiguración. Allí apareció Moisés con el profeta Elías, quien había sido trasladado sin ver la muerte (2 Rey. 2:1-11). Moisés y Elías incluso dialogaron con Jesús (ver Luc. 9:28–36). “Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Luc. 9:30, 31). La aparición de Moisés, prueba de la futura victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, se describe aquí en términos inequívocos. Fueron Moisés y Elías, no sus “espíritus” (a fin de cuentas, Elías no había muerto), quienes se aparecieron a Jesús allí.
A Moisés no se le permitió entrar en la Canaán terrenal (Deut. 34:1-4), pero fue llevado a la Canaán celestial. ¿Qué enseña esto acerca de que Dios “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efe. 3:20)?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Una tumba en el desierto fue el fin de aquellos años de trabajo y congoja pesada [de Moisés]. Pero «Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos», Efesios 3:20. había contestado en esta medida la oración de su siervo. Moisés pasó bajo el dominio de la muerte, pero no permaneció en la tumba. Cristo mismo le devolvió la vida. Satanás, el tentador, había pretendido el cuerpo de Moisés por causa de su pecado; pero Cristo el Salvador lo sacó del sepulcro. Judas 9.
En el monte de la transfiguración, Moisés atestiguaba la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Representaba a aquellos que saldrán del sepulcro en la resurrección de los justos. Elías, que había sido trasladado al cielo sin ver la muerte, representaba a aquellos que estarán viviendo en la tierra cuando venga Cristo por segunda vez, aquellos que serán «transformados, en un momento, en un abrir de ojo, a la final trompeta»; cuando «esto mortal sea vestido de inmortalidad», y «esto corruptible fuere vestido de incorrupción». 1 Corintios 15:51-53 (El Deseado de todas las gentes, p. 390).
El Padre eligió a Moisés y a Elías para que fueran sus mensajeros delante de Cristo, para que lo glorificaran con la luz del cielo y hablaran con él acerca de su próxima agonía, porque ellos habían vivido en la tierra como hombres. Habían experimentado el dolor y el sufrimiento humano y podían simpatizar con las pruebas de Jesús en su vida terrenal. Elías, como profeta de Israel, había representado a Cristo y, en cierto grado, su obra había sido similar a la del Salvador. Y Moisés, como caudillo de Israel, había estado en el lugar de Cristo, había hablado con él y seguido sus instrucciones. Por lo tanto, estos dos, de entre toda la hueste que se congrega en torno al trono de Dios, eran los más aptos para servir al Hijo de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 5, p. 1071).
Cristo vino a este mundo con el exclusivo propósito de manifestar la gloria de Dios, para que el hombre pudiera ser elevado por su poder restaurador. Le fueron dados todo poder y gracia. Su corazón era un manantial de agua viviente, una fuente inagotable, siempre lista para fluir en raudales ricos y claros hasta los que la rodeaban. Empleó toda su vida en una benevolencia pura y desinteresada. Sus propósitos estuvieron llenos de amor y simpatía. Se regocijaba al poder hacer más por sus seguidores de lo que ellos podían pedir o pensar. Su constante oración por ellos fue que fueran santificados por la verdad, y oró con certeza, sabiendo que antes de que existiera el mundo se había promulgado un decreto todopoderoso. Sabía que el evangelio del reino sería predicado en todo el mundo; que la verdad, armada con la omnipotencia del Espíritu Santo, vencería en la lucha con el mal; y que el estandarte ensangrentado flamearía triunfante un día sobre sus seguidores (A fin de conocerle, p. 39).
Lunes 24 de octubre_____________________________________________
DOS CASOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
Lee 1 Reyes 17:8 al 24 y 2 Reyes 4:18 al 37. ¿Qué similitudes y diferencias ves en estas dos resurrecciones?
1 Reyes 17:8-24
8 Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: 9 Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente. 10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. 11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. 12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. 13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. 14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. 15 Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. 16 Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías. 17 Después de estas cosas aconteció que cayó enfermo el hijo del ama de la casa; y la enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento. 18 Y ella dijo a Elías: ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios? ¿Has venido a mí para traer a memoria mis iniquidades, y para hacer morir a mi hijo? 19 Él le dijo: Dame acá tu hijo. Entonces él lo tomó de su regazo, y lo llevó al aposento donde él estaba, y lo puso sobre su cama. 20 Y clamando a Jehová, dijo: Jehová Dios mío, ¿aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciéndole morir su hijo? 21 Y se tendió sobre el niño tres veces, y clamó a Jehová y dijo: Jehová Dios mío, te ruego que hagas volver el alma de este niño a él. 22 Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. 23 Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive. 24 Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca.
2 Reyes 4:18-37
18 Y el niño creció. Pero aconteció un día, que vino a su padre, que estaba con los segadores; 19 y dijo a su padre: ¡Ay, mi cabeza, mi cabeza! Y el padre dijo a un criado: Llévalo a su madre. 20 Y habiéndole él tomado y traído a su madre, estuvo sentado en sus rodillas hasta el mediodía, y murió. 21 Ella entonces subió, y lo puso sobre la cama del varón de Dios, y cerrando la puerta, se salió. 22 Llamando luego a su marido, le dijo: Te ruego que envíes conmigo a alguno de los criados y una de las asnas, para que yo vaya corriendo al varón de Dios, y regrese. 23 Él dijo: ¿Para qué vas a verle hoy? No es nueva luna, ni día de reposo.[a] Y ella respondió: Paz. 24 Después hizo enalbardar el asna, y dijo al criado: Guía y anda; y no me hagas detener en el camino, sino cuando yo te lo dijere. 25 Partió, pues, y vino al varón de Dios, al monte Carmelo. Y cuando el varón de Dios la vio de lejos, dijo a su criado Giezi: He aquí la sunamita. 26 Te ruego que vayas ahora corriendo a recibirla, y le digas: ¿Te va bien a ti? ¿Le va bien a tu marido, y a tu hijo? Y ella dijo: Bien. 27 Luego que llegó a donde estaba el varón de Dios en el monte, se asió de sus pies. Y se acercó Giezi para quitarla; pero el varón de Dios le dijo: Déjala, porque su alma está en amargura, y Jehová me ha encubierto el motivo, y no me lo ha revelado. 28 Y ella dijo: ¿Pedí yo hijo a mi señor? ¿No dije yo que no te burlases de mí? 29 Entonces dijo él a Giezi: Ciñe tus lomos, y toma mi báculo en tu mano, y ve; si alguno te encontrare, no lo saludes, y si alguno te saludare, no le respondas; y pondrás mi báculo sobre el rostro del niño. 30 Y dijo la madre del niño: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. 31 Él entonces se levantó y la siguió. Y Giezi había ido delante de ellos, y había puesto el báculo sobre el rostro del niño; pero no tenía voz ni sentido, y así se había vuelto para encontrar a Eliseo, y se lo declaró, diciendo: El niño no despierta. 32 Y venido Eliseo a la casa, he aquí que el niño estaba muerto tendido sobre su cama. 33 Entrando él entonces, cerró la puerta tras ambos, y oró a Jehová. 34 Después subió y se tendió sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y el cuerpo del niño entró en calor. 35 Volviéndose luego, se paseó por la casa a una y otra parte, y después subió, y se tendió sobre él nuevamente, y el niño estornudó siete veces, y abrió sus ojos. 36 Entonces llamó él a Giezi, y le dijo: Llama a esta sunamita. Y él la llamó. Y entrando ella, él le dijo: Toma tu hijo. 37 Y así que ella entró, se echó a sus pies, y se inclinó a tierra; y después tomó a su hijo, y salió.
En Hebreos 11, leemos que por fe “las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección” (Heb. 11:35). Esto ocurrió con las dos resurrecciones descritas en los pasajes de hoy.
La primera (ver 1 Rey. 17:8-24) ocurrió durante la gran apostasía de Israel, bajo la influencia del rey Acab y de su esposa pagana Jezabel. Mientras una grave sequía estaba devastando la tierra, Dios ordenó a Elías que fuera a Sarepta, una ciudad no perteneciente a Israel. Allí conoció a una pobre viuda fenicia que estaba a punto de cocinar una última comida miserable para ella y su hijo, para luego morir. Pero salvaron su vida gracias al milagro de la harina y el aceite, que no se agotaron hasta que pasó la sequía. Poco después, su hijo se enfermó y murió. Desesperada, la madre le suplicó ayuda a Elías, quien clamó a Dios. “El Señor oyó el clamor de Elías, y el muchacho volvió a la vida” (1 Rey. 17:22, NVI).
La segunda resurrección (ver 2 Rey. 4:18–37) tuvo lugar en Sunem, una aldeíta al sur del monte Gilboa. Eliseo había ayudado a una viuda pobre a pagar sus deudas mediante el milagro de llenar muchas vasijas de aceite (2 Rey. 4:1-7). Más adelante, en Sunem, conoció a una destacada mujer casada sin hijos. El profeta le dijo que tendría un hijo, y sucedió según lo predicho. El niño creció y era sano, pero un día enfermó y murió. La sunamita fue al monte Carmelo y le pidió a Eliseo que la acompañara para ver a su hijo. Eliseo oró persistentemente a Dios, y finalmente el niño revivió.
Estas mujeres tenían diferentes trasfondos, pero la misma fe que salva. La viuda fenicia recibió al profeta Elías en un momento extremadamente difícil cuando no había un lugar seguro para él en Israel. La sunamita y su esposo construyeron una habitación especial donde el profeta Eliseo pudiera hospedarse cuando pasara por su región. Cuando los dos niños murieron, sus fieles madres apelaron a esos profetas de Dios y tuvieron el gozo de ver a sus hijos resucitar.
Estas dos historias son maravillosas, pero por cada una de ellas, ¿cuántos otros relatos desconocidos habrá que no tuvieron sucesos milagrosos? ¿Qué debería enseñarnos este triste hecho acerca de la centralidad de nuestra fe en la resurrección prometida para el tiempo del fin?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
En ese hogar azotado por la pobreza, el hambre apremiaba; y la escasa pitanza parecía a punto de agotarse. La llegada de Elías en el mismo día en que la viuda temía verse obligada a renunciar a la lucha para sustentar su vida, probó hasta lo sumo la fe de ella en el poder del Dios viviente para proveerle lo que necesitaba. Pero aun en su extrema necesidad, reveló su fe cumpliendo la petición del forastero que solicitaba compartir con ella su último bocado…
La viuda de Sarepta compartió su poco alimento con Elías; y en pago, fue preservada su vida y la de su hijo. Y a todos los que, en tiempo de prueba y escasez, dan simpatía y ayuda a otros más menesterosos, Dios ha prometido una gran bendición (Conflicto y valor, p. 206).
[L]a madre no se quedó conforme hasta que Eliseo la acompañó. Declaró: «Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré. Él entonces se levantó, y siguióla…
Cuando llegaron a la casa, Eliseo entró al aposento donde estaba el niño muerto, «cerró la puerta sobre ambos, y oró a Jehová. Después subió, y echóse sobre el niño, poniendo su boca sobre la boca de él, y sus ojos sobre sus ojos, y sus manos sobre las manos suyas; así se tendió sobre él, y calen tóse la carne del joven. Volviéndose luego, paseóse por la casa a una parte y a otra, y después subió, y tendióse sobre él; y el joven estornudó siete veces, y abrió sus ojos…
Así fue recompensada la fe de esta mujer. Cristo, el gran Dador de la vida le devolvió a su hijo. Así también serán recompensados sus fieles cuando, en ocasión de su venida, la muerte pierda su aguijón, y el sepulcro sea despojado de su victoria. Entonces devolverá el Señor a sus siervos los hijos que les fueron arrebatados por la muerte. «Así ha dicho Jehová: Voz fue oída en Ramá, llanto y lloro amargo: Rachel que lamenta por sus hijos, no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron. Así ha dicho Jehová: Reprime tu voz del llanto, y tus ojos de las lágrimas; porque salario hay para tu obra,… y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza también hay para tu fin, dice Jehová, y los hijos volverán a su término». Jeremías 31:15-17 (Profetas y reyes, pp. 179, 180).
Martes 25 de octubre_____________________________________________
EL HIJO DE LA VIUDA DE NAÍN
La Biblia dice que Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hech. 10:38). De hecho, todos los evangelios están colmados de relatos en los que Jesús sirve a muchas almas necesitadas y heridas, razón por la que más adelante muchos judíos llegaron a creer que Jesús era el Mesías prometido.
“Había aldeas enteras donde no se oía un solo gemido de dolor en ninguna casa, porque él había pasado por ellas y sanado a todos sus enfermos. Su obra demostraba su unción divina. En cada acto de su vida revelaba amor, misericordia y compasión; su corazón rebosaba de tierna consideración por todos los seres humanos. Se revistió de la naturaleza humana para poder solidarizarse con nosotros en nuestras necesidades. Los más pobres y humildes no tenían te mor de acercarse a él. Aun los niñitos se sentían atraídos hacia él” (CC 17).
Lee Lucas 7:11 al 17. ¿Qué diferencia importante hay entre lo que sucedió en esta resurrección y la que vimos ayer?
Lucas 7:11-17
11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. 12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. 14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. 15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. 16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. 17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
Durante su ministerio en Galilea, Jesús sanó a los enfermos y expulsó demonios. En cierta ocasión, él y sus seguidores estaban aproximándose a las puertas de Naín cuando una procesión fúnebre salía por esas puertas. En el ataúd abierto estaba el único hijo de una viuda, que lloraba desconsoladamente. Lleno de compasión por la madre afligida, Jesús le dijo: “No llores”. Entonces Jesús se volvió hacia el hijo muerto en el ataúd y le ordenó: “Joven, a ti te digo, levántate”. El hijo resucitó y Jesús “lo dio a su madre” (Luc. 7:13-15). La presencia de Jesús cambió completamente el escenario, y muchos que habían presenciado el milagro supieron no solo que había sucedido algo asombroso, sino además que alguien especial (lo llamaron “un gran profeta”) estaba entre ellos.
La viuda fenicia (1 Rey. 17:8-24), como la sunamita (2 Rey. 4:18-37), habían pedido ayuda a Elías y a Eliseo respectivamente. Pero la viuda de Naín recibió ayuda sin que ella la pidiera. Esto significa que Dios se preocupa por nosotros incluso cuando no podemos pedirle ayuda o nos sentimos indignos de hacerlo. Jesús vio el problema y lo resolvió; muy característico de Jesús a lo largo de todo su ministerio.
La verdadera religión implica cuidar de los huérfanos y las viudas que nos rodean (Sant. 1:27). Aunque, obviamente, no podremos hacer todos los milagros que hizo Jesús, ¿qué podemos hacer para servir a quienes sufren a nuestro alrededor?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Vuestro compasivo Redentor os observa con amor y simpatía, listo para oír vuestras oraciones y prestaros la ayuda que necesitáis. Conoce las cargas que pesan sobre el corazón de cada madre y es su mejor amigo en toda emergencia. Sus brazos eternos sostienen a la madre fiel y temerosa de Dios. Cuando estuvo en la tierra tuvo una madre que luchó con la pobreza y sufrió muchas ansiedades y perplejidades, así que él simpatiza con toda madre cristiana en sus congojas y ansiedades. Aquel Salvador que emprendió un largo viaje con el propósito de aliviar el corazón ansioso de una mujer cuya hija era poseída de un mal espíritu, oirá las oraciones de la madre y bendecirá a sus hijos.
El que devolvió a la viuda su único hijo cuando era llevado a la sepultura se conmueve hoy ante la desgracia de la madre enlutada. El que… es hoy el mejor Amigo de la mujer y está dispuesto a ayudarle en todas las relaciones de la vida (El hogar cristiano, p. 183).
El que estuvo al lado de la apesadumbrada madre cerca de la puerta de Naín, vela con toda persona que llora junto a un ataúd. Se conmueve de simpatía por nuestro pesar. Su corazón, que amó y se compadeció, es un corazón de invariable ternura. Su palabra, que resucitó a los muertos, no es menos eficaz ahora que cuando se dirigió al joven de Naín. Él dice: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra». Mateo 28:18. Ese poder no ha sido disminuido por el transcurso de los años, ni agotado por la incesante actividad de su rebosante gracia. Para todos los que creen en él, es todavía un Salvador viviente (El Deseado de todas las gentes, p. 286).
Cuando nuestro noble hijo Enrique falleció, a la edad de 16 años; cuando nuestro dulce cantor fue llevado a la tumba y ya no pudimos escuchar más sus canciones en la mañana, nuestro hogar quedó muy solitario. Ambos padres y los dos hijos que quedaron, sentimos el golpe intensamente. Pero Dios nos consoló en medio de nuestra aflicción, y con fe y valor continuamos adelante con la obra que él nos había asignado, abrigando la luminosa esperanza de que un día, en ese mundo donde no habrá más muerte ni dolor, nos encontraremos con nuestros queridos hijos que nos fueron arrebatados por la muerte (Notas biográficas de Elena G de White, p. 183).
Debemos anticiparnos a las tristezas, las dificultades y angustias de los demás. Debemos participar de los goces y cuidados tanto de los encumbrados como de los humildes, de los ricos como de Jos pobres. «De gracia recibisteis —dice Cristo—, dad de gracia». Zacarías 3:7. En nuestro derredor hay pobres almas probadas que necesitan palabras de simpatía y acciones serviciales. Hay viudas que necesitan simpatía y ayuda. Hay huérfanos a quienes Cristo ha encargado a sus servidores que los reciban como una custodia de Dios. Demasiado a menudo se los pasa por alto con negligencia. Pueden ser andrajosos, toscos, y aparentemente sin atractivo alguno; pero son propiedad de Dios. Han sido comprados con precio, y a su vista son tan preciosos como nosotros. Son miembros de la gran familia de Dios, y los cristianos como mayordomos suyos, son responsables por ellos (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 318, 319).
Miércoles 26 de octubre__________________________________________
LA HIJA DE JAIRO
Las resurrecciones antes de la muerte y la resurrección de Jesús no se limitaron a ningún grupo étnico específico ni a ninguna clase social en particular. Moisés fue, quizá, el mayor conductor humano del pueblo de Dios que jamás haya existido (Deut. 34:10-12). Por otro lado, la pobre viuda fenicia ni siquiera era israelita (1 Rey. 17:9). La sunamita era prominente en su comunidad (2 Rey. 4:8), aunque no era hebrea. La viuda de Naín tenía un solo hijo, del que probablemente dependía (Luc. 7:12). Por su parte, Jairo era un dirigente de la sinagoga, probablemente en Capernaum (Mar. 5:22). Más allá de sus diferentes antecedentes culturales o estatus social, el poder vivificante de Dios bendijo a todos ellos.
Lee Marcos 5:21 al 24 y 35 al 43. ¿Qué podemos aprender de la muerte a partir de las palabras de Cristo “La niña no está muerta, sino duerme”? (Mar. 5:39).
Marcos 5:21-24 y 35-43
21 Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran multitud; y él estaba junto al mar. 22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies, 23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá. 24 Fue, pues, con él; y le seguía una gran multitud, y le apretaban.
35 Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? 36 Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. 37 Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. 38 Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. 39 Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. 40 Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. 42 Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. 43 Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer.
La hija de Jairo, de doce años, yacía mortalmente enferma en su casa. Por lo tanto, él buscó a Jesús y le rogó que fuese a su casa y pusiera sus manos sanadoras sobre ella. Pero, antes de que pudieran llegar allí, alguien ya llevó la triste noticia: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” (Mar. 5:35). Entonces, Jesús le dijo al padre afligido: “No temas, cree solamente” (Mar. 5:36). De hecho, todo lo que el padre podía hacer era confiar totalmente en la intervención de Dios.
Al llegar a la casa, Jesús les dijo a los que estaban allí reunidos: “¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme” (Mar. 5:39). Lo ridiculizaron porque (1) sabían que ella estaba muerta y (2) no comprendieron el significado de sus palabras. “La consoladora expresión por la cual el ‘sueño’ equivale a la ‘muerte’ parece haber sido la forma favorita de Cristo para referirse a ese estado ([Mat. 9:24; Luc. 8:52] ver com. Juan 11:11-15). La muerte es un sueño, pero es un sueño profundo del cual solo el gran Dador de la vida puede despertarnos, porque solo él tiene las llaves del sepulcro (Apoc. 1:18; cf. Juan 3:26; Rom. 6:23)” (CBA 5:596).
Después de la resurrección de esta niña, los que la vieron “se espantaron grandemente” (Mar. 5:42). No es para menos. Por ahora la muerte es definitiva, absoluta y aparentemente irreversible. Haber visto algo como esto con sus propios ojos seguramente debió haber sido una experiencia increíble que les cambió la vida.
Las palabras de Jesús: “No temas, cree solamente” (Mar. 5:36) todavía son valiosas para nosotros hoy. ¿Cómo podemos aprender a hacer esto, incluso en medio de situaciones de temor, que son los momentos más importantes para seguir creyendo?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Mientras estaban todavía en camino, un mensajero se abrió paso a través de la multitud, trayendo a Jairo la noticia de que su hija había muerto y era inútil molestar ya al Maestro. Mas el oído de Jesús distinguió las palabras. «No temas —dijo—, cree solamente, y será salva».
Jairo se acercó aún más al Salvador y juntos se apresuraron a llegar a la casa del príncipe. Ya las plañideras y los flautistas pagados estaban allí, llenando el aire con su clamor. La presencia de la muchedumbre y el tumulto contrariaban el espíritu de Jesús. Trató de acallarlos diciendo: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no es muerta, mas duerme». Ellos se indignaron al oír las palabras del forastero. Habían visto a la niña en las garras de la muerte, y se burlaron de él…
Jesús se acercó a la cama, y tomando la mano de la niña en la suya, pronunció suavemente en el idioma familiar del hogar, las palabras: «Muchacha, a ti digo, levántate».
Instantáneamente, un temblor pasó por el cuerpo inconsciente. El pulso de la vida volvió a latir. Los labios se entreabrieron con una sonrisa. Los ojos se abrieron como si ella despertase del sueño, y la niña miró con asombro al grupo que la rodeaba. Se levantó, y sus padres la estrecharon en sus brazos llorando de alegría (El Deseado de todas las gentes, pp. 310, 311).
Es privilegio de los cristianos saber que ciertamente Cristo mora en ellos en verdad. «Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe». 1 Juan 5:4. Todas las cosas son posibles para el que cree; y todo lo que deseemos cuando oramos, si creemos que lo vamos a recibir, lo tendremos. Esta fe atraviesa la nube más oscura, y derrama rayos de luz y esperanza sobre el alma doblegada y desanimada. La ausencia de esta fe y de esta confianza produce perplejidad, temores angustiosos y sospechas de males. Dios hará grandes cosas por su pueblo cuando ponga toda su confianza en él. «Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento». 1 Timoteo 6:6. La religión pura e incontaminada se manifestará en la vida. Cristo será una fuente de poder que nunca se agotará, una ayuda constante en momentos de tribulación (Testimonios para la iglesia, t. 2, p. 127).
Se oye su voz que dice: «Con amor eterno te he amado». Jeremías 31:3. «Con misericordia eterna tendré compasión de ti». Isaías 54:8. Cuán asombroso es este amor, que Dios condescienda a quitar toda causa de duda e incertidumbre del temor y la flaqueza humanos, y tome la mano temblorosa que se levanta hacia él con fe; y nos ayude a confiar mediante renovados motivos de seguridad… ¿Qué más pudiera hacer nuestro Señor para fortalecer nuestra fe en sus promesas? (That I May Know Him, p. 262; parcialmente en A fin de conocerle, p. 261).
Jueves 27 de octubre_____________________________________________
LÁZARO
Lee Juan 11:1 al 44. ¿En qué sentido Jesús fue “glorificado” por la enfermedad y la muerte de Lázaro (Juan 11:4)?
Juan 11:1-44
1 Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana. 2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos.) 3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: Señor, he aquí el que amas está enfermo. 4 Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. 5 Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. 8 Le dijeron los discípulos: Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá? 9 Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él. 11 Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. 12 Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; 15 y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. 16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él. 17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; 19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. 21 Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará. 23 Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. 24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. 25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? 27 Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. 28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. 29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. 30 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. 31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. 32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano. 33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35 Jesús lloró. 36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. 37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera? 38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? 41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. 43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir.
También aquí Jesús utiliza la metáfora del sueño al hablar de la muerte. “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarlo” (Juan 11:11). Aunque algunos pensaron que se refería al sueño literal (Juan 11:11-13), Jesús enunció claramente lo que quiso decir: “Lázaro ha muerto” (Juan 11:12-14). En realidad, cuando Jesús llegó a Betania, ya hacía cuatro días que Lázaro había muerto; su cadáver ya estaba en descomposición (Juan 11:17, 39). Cuando un cuerpo comienza a descomponerse al punto de heder, no cabe duda: la persona está muerta.
En este contexto, cuando Jesús dijo a Marta: “Tu hermano resucitará” (Juan 11:23), ella reafirmó su fe en la resurrección final. Pero Jesús declaró: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:23-26). Y Jesús agregó: “Si crees, verás la gloria de Dios” (Juan 11:40). Marta creyó, y vio la gloria de Dios en la resurrección de su hermano.
La Biblia dice que la palabra de Dios creó la vida (Sal. 33:6), y su palabra puede recrear la vida, como en el caso de Lázaro. Después de una breve oración, Jesús ordenó: “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43). Inmediatamente, estas personas presenciaron el poder vivificante de Dios, el mismo poder que llamó a nuestro mundo a la existencia, y el mismo poder que al final de los tiempos devolverá la vida a los muertos en la resurrección final.
Al resucitar a Lázaro, Jesús demostró que tenía el poder de vencer la muerte. Y para seres como nosotros, que inevitablemente morimos, ¿qué mayor manifestación de la gloria de Dios podría haber?
Lee Juan 11:25 y 26. En un renglón, Jesús habla de los creyentes que mueren, y en el siguiente dice que los creyentes nunca morirán. ¿Qué nos está enseñando Jesús aquí, y por qué es tan importante entender que la muerte es un sueño inconsciente, para comprender las palabras de Cristo? Y ¿por qué sus palabras nos ofrecen tanta esperanza, como seres destinados a la tumba?
ESPÍRITU DE PROFECÍA
Cristo no tenía solamente que pensar en los amados de Betania; tenía que tomar en cuenta la preparación de sus discípulos. Habían de ser sus representantes en el mundo, para que las bendiciones del Padre abarcaran a todos. Por causa de ellos permitió que Lázaro muriera. Si lo hubiera restaurado de la enfermedad a la salud, el milagro que es la evidencia más positiva de su carácter divino no hubiera sido realizado.
Si Cristo hubiera estado en la pieza del enfermo, Lázaro no habría muerto; porque Satanás no hubiera tenido poder sobre él. En presencia del Dador de la vida, la muerte no hubiera lanzado su dardo contra Lázaro… Cristo permitió que Lázaro pasara al dominio de la muerte, y las doloridas hermanas vieron cómo su hermano yacía en la tumba. Cristo sabía que al contemplar el rostro de su querido hermano, su fe en el Redentor sería duramente probada. De este modo estaba podando las ramas, para que dieran más fruto. Sabía que debido a la lucha por la cual estaban pasando, su fe resplandecería con un mayor poder (Hijos e hijas de Dios, p. 94).
«Quitad la piedra», dijo Cristo. Pensando que él deseaba tan solo mirar al muerto, Marta objetó diciendo que el cuerpo había estado sepultado cuatro días y que la corrupción había empezado ya su obra. Esta declaración, hecha antes de la resurrección de Lázaro, no dejó a los enemigos de Cristo lugar para decir que había subterfugio. En lo pasado, los fariseos habían hecho circular falsas declaraciones acerca de las más maravillosas manifestaciones del poder de Dios. Cuando Cristo devolvió la vida a la hija de Jairo, había dicho: «La muchacha no es muerta, mas duerme». Marcos 5:39. Como ella había estado enferma tan solo un corto tiempo y fue resucitada inmediatamente después de su muerte, los fariseos declararon que la niña no había muerto; que Cristo mismo había dicho que estaba tan solo dormida. Habían tratado de dar la impresión de que Cristo no podía sanar a los enfermos, que había engaños en sus milagros. Pero en este caso, nadie podía negar que Lázaro había muerto (El Deseado de todas las gentes, pp. 491, 492).
Puesto que Cristo es uno con el Padre, igual a él, podía hacer expiación por la transgresión, y salvar al hombre; no en sus pecados sino de sus pecados…
[L]as palabras dirigidas a los fieles del Señor: «Venid, benditos de mi Padre», dice Cristo, «heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo». Entonces, la hueste de los redimidos eleva un coro triunfante: «¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?» Oh, si nuestras mentes pudieran comprender la magnitud del tema y la importancia maravillosa de esa ocasión.
«El que cree en mí nunca morirá». «Si un hombre guarda mis dichos nunca verá la muerte». Los escogidos del Señor pueden caer en sus puestos de guardia, pero solo han quedado dormidos, para descansar hasta que Jesús los despierte para compartir con él un eterno peso de gloria (Alza tus ojos, p. 270).
Viernes 28 de octubre____________________________________________
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Lee Elena de White, Patriarcas y profetas, “La muerte de Moisés”, pp. 447-457; Profetas y reyes, “Una severa reprensión”, pp. 94-105, “Un profeta de paz”, pp. 178-183; El Deseado de todas las gentes, “El centurión”, pp. 285-291, “El toque de la fe”, pp. 315-321, “¡Lázaro, sal fuera!”, pp. 495-507
“En Cristo hay vida original, no prestada ni derivada de otra. ‘El que tiene al Hijo, tiene la vida’ (1 Juan 5:12). La divinidad de Cristo es la garantía que el creyente tiene de la vida eterna. Jesús dijo: ‘El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?’ Cristo [en Juan 11:25, 26] miraba hacia adelante, a su segunda venida. Entonces los justos muertos serán resucitados incorruptibles, y los justos vivos serán trasladados al cielo sin ver la muerte. El milagro que Cristo estaba por realizar, al resucitar a Lázaro de los muertos, representaría la resurrección de todos los justos muertos. Por medio de sus palabras y sus obras se declaró el Autor de la resurrección. El que pronto iba a morir en la Cruz estaba allí con las llaves de la muerte, vencedor del sepulcro, y afirmaba su derecho y su poder para dar vida eterna” (DTG 501).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- Muchos murieron durante el ministerio profético de Elías y de Eliseo, así como también durante el ministerio terrenal de Cristo. Solo unos pocos resucitaron. (Ver Luc. 4:24-27.) Piensa también en la experiencia de todos los muertos, ya sea que su resurrección haya ocurrido en el pasado o que se efectúe en la Segunda Venida; ¿cuál es la diferencia, al menos en lo que respecta a sufrir la muerte?
- Muchos autores a lo largo de los siglos han escrito sobre la futilidad de una vida que siempre termina en la muerte. Al igual que todas las demás criaturas vivientes del mundo animal, todos morimos. Sin embargo, para la humanidad, en cierto sentido, nuestra situación es peor que para los animales, porque sabemos que vamos a morir (ver Ecl. 9:5); ellos, no. Entonces, ¿por qué es tan importante para nosotros la promesa de la resurrección?
- Si piensas que el alma es inmortal y que los muertos, especialmente los muertos justos, viven en el cielo después de haber muerto, ¿qué necesidad hay de la resurrección al final de los tiempos?
- Si alguien llama y pregunta: “¿Está Sally allí?”, tú podrías responder: “Sí, pero está durmiendo”. Sin embargo, si alguien llama y pregunta: “¿Está Sally allí?”, tú no vas a responder: “Sí, pero está muerta”. ¿Por qué no? ¿Qué nos enseña esto sobre la naturaleza de la muerte?