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Lección 2 – LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE – Para el 14 de octubre de 2023

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Lección 2: Para el 14 de octubre de 2023

LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: SEGUNDA PARTE

Sábado 7 de octubre_____________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 20:21, 22; Mateo 28:16-20; Apocalipsis 14:6, 7; Deuteronomio 7:6, 11, 12; Apocalipsis 7:9, 10.

PARA MEMORIZAR:

 “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19).

La temática de Dios como un Dios misionero atraviesa toda la Escritura. Es el hilo conductor de la historia humana y demuestra el propósito de Dios para su Creación. Además, fusiona la revelación divina con un objetivo principal: la restauración de la imagen de Dios en sus hijos caídos (comparar con Col. 3:9, 10 y 1 Juan 3:2).

La misión de Dios también funciona como el marco en el que debemos ver y entender la Palabra de Dios para nosotros. Cuando leemos la Biblia, podemos identificar a un Dios que nos tiende la mano de manera intencional. A pesar de la separación causada por el pecado (Isa. 59:2), mediante su misión, Dios sigue restaurando la relación quebrada con la humanidad hasta el glorioso momento en que haga “nuevas todas las cosas” (Apoc. 21:5).

Dios ha elegido manifestarse de tal manera que podamos comprender su naturaleza y su propósito, y sobre todo, que podamos tener una relación real y duradera con él. En otras palabras, no solo llegamos a conocerlo, sino también compartimos con otros nuestra experiencia con él y con su amor salvífico.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Debemos creer que somos elegidos de Dios, para ser salvados por el ejercicio de la fe, a través de la gracia de Cristo y la obra del Espíritu Santo; y debemos alabar y glorificar a Dios por esta maravillosa manifestación de un favor que no merecemos. Es el amor de Dios el que conduce el alma a Cristo para ser benignamente recibida y presentada al Padre. Mediante la obra del Espíritu, se renueva la relación divina entre Dios y el pecador. El Padre dice: «Yo seré Dios para ellos, y ellos serán para mí hijos. Ejerceré el amor perdonador hacia ellos, y derramaré en ellos mi gozo. Ellos serán para mí un tesoro peculiar; porque este pueblo a quien yo he formado por mí mismo manifestará mi alabanza».

El Padre concede su amor al pueblo elegido que vive en medio de los hombres. Son el pueblo que Cristo ha redimido, mediante el precio de su propia sangre, y porque responden a la dirección de Cristo, mediante la misericordia soberana de Dios, son elegidos para ser salvados como sus hijos obedientes (Nuestra elevada vocación, p. 79).

Los miembros de la iglesia no muestran esa conexión viva con Dios que deben tener para llevar almas de la oscuridad a la luz… La obra del Espíritu de Dios en el corazón es esencial para la piedad. Debe ser recibido en los corazones de quienes aceptan la verdad, y crear en ellos corazones limpios, antes que uno de ellos pueda guardar sus mandamientos y ser hacedor de la Palabra. «No te maravilles», dijo el gran Maestro al asombrado Nicodemo, «no te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo».

No se estudia la Biblia tanto como se debiera; no se convierte en la regla de la vida. Si se siguieran concienzudamente sus preceptos, y fueran la base del carácter, habría un propósito firme sobre el cual ninguna especulación comercial o asunto mundanal podría influir seriamente. Un carácter así formado, y sostenido por la palabra de Dios, soportará el día de la prueba, de las dificultades y de los peligros. La conciencia debe ser iluminada y la vida santificada por el amor de la verdad recibida en el corazón, antes que la influencia sea salvadora para el mundo (Dios nos cuida, p. 330).

Sobre nosotros… [Dios] derrama innúmeras bendiciones. Debemos expresar nuestra gratitud a Dios por ser aceptados como obreros que cooperan con el Señor Jesucristo.

Los que predican la Palabra del Señor deben vivir lo que enseñan.  Si recibimos la gracia de Dios en el corazón, debemos revelar a otros esta gracia en toda palabra y acción. Los que están fundados en la misericordia sin límite de Cristo deben practicar su paciencia y tolerancia, y nunca revelar un espíritu de injusticia arbitraria hacia sus hermanos o hacia los demás (El ministerio médico, p. 337).


Domingo 8 de octubre____________________________________________________

EL DIOS TRINO: EL ORIGEN DE LA MISIÓN

La misión de Dios en las Escrituras da prominencia a Jesús como el único camino a la salvación. Cristo mismo declaró: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Pero Jesús también nos ayuda a comprender la centralidad del Dios trino en su misión.

Todo lo que Cristo hizo fue por su Padre celestial o para él (ver Juan 4:34; 5:30; 12:45). Sin embargo, siempre debemos recordar que la misión de Jesús no comenzó cuando vino al mundo. La había recibido del Padre incluso antes de la creación de nuestro mundo (comparar con Efe. 1:4; 1 Ped. 1:20).

Por lo tanto, Dios concibió la manera en que salvaría a la humanidad aun antes de poner los cimientos de nuestro planeta, y entró intencionalmente en la historia de la humanidad para cumplir con este propósito.

El Hijo creó el mundo (Juan 1:3) y, “cuando se cumplió el tiempo” (Gál. 4:4), Dios demostró su amor al enviar al Hijo aquí (Juan 3:16, 17). El Hijo vino, murió en la Cruz y venció a la muerte. Luego, enviado por el Padre, vino el Espíritu (Juan 14:26; 16:7), quien convence al mundo (Juan 16:8-11) y hoy continúa la misión del Padre y del Hijo al dar poder y enviar al pueblo de Dios a la misión (Juan 14:26; 16:13, 14).

Lee Juan 20:21 y 22. La idea de que la misión tiene su origen en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ¿cómo debería trazar nuestra misión?

Juan 20:21-22

21 Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío. 22 Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

Aunque la palabra “trinidad” no se encuentra en la Biblia, las evidencias trinitarias relacionadas con la misión son cuantiosas. Por ejemplo, después de la resurrección, Cristo se apareció a sus discípulos y les prometió: “Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto” (Luc. 24:49, NVI, énfasis añadido). Aquí encontramos la realidad de la misión de la Deidad en una sola frase: la promesa del Padre; la seguridad del cumplimiento de la promesa por parte del Hijo; y la promesa misma, la venida del Espíritu Santo (ver Luc. 3:16; Hech. 1:4, 5, 8).

Con estos pasajes, aprendemos que la misión no es nuestra. Pertenece al Dios trino. Como tal, no fracasará.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo participan en la obra de salvar almas. ¿Por qué te reconforta tanto este pensamiento?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Dios mantiene hacia su pueblo la relación de un padre, y nos pide, como Padre, nuestro servicio fiel. Consideremos la vida de Cristo. Como cabeza de la humanidad, sirviendo a su Padre, es un ejemplo de lo que cada hijo debe y puede ser. La obediencia que Cristo rindió es la que Dios requiere de los seres humanos hoy día. El sirvió a su Padre con amor, con buena voluntad y libertad. «Me complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío —declara él—; y tu ley está en medio de mi corazón». Salmo 40:8. Cristo no consideró demasiado grande ningún sacrificio ni demasiado dura ninguna labor, a fin de realizar la obra que él vino a hacer. A la edad de doce años: «¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?» Lucas 2:49. Había oído el llamamiento y había emprendido la obra. Dijo él: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra». John 4:34.

Así hemos de servir a Dios (Palabras de vida del gran Maestro, p. 225).

La encarnación de Cristo es un misterio. La unión de la divinidad con la humanidad ciertamente es un misterio, oculto con Dios, «misterio escondido desde los siglos». Fue guardado en silencio eterno por Jehová, y primero fue revelado en el Edén mediante la profecía de que la Simiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente, y que esta la heriría en el calcañar.

Presentar al mundo este misterio que Dios mantuvo en silencio durante siglos eternos, antes de que el mundo fuera creado, antes de que el hombre fuera creado, era la parte que Cristo debía cumplir en la obra que él emprendió cuando vino a esta tierra. Y este maravilloso misterio, la encarnación de Cristo y la expiación que él hizo, debe ser declarado a cada hijo y a cada hija de Adán… Los sufrimientos de Cristo satisficieron perfectamente las demandas de la ley de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, p. 1082).

La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor (Consejos sobre la salud, pp. 219, 220).


Lunes 9 de octubre______________________________________________________

HACER DISCÍPULOS: EL CENTRO DE LA MISIÓN

Lee Mateo 28:16 al 20. ¿Qué elementos del discipulado puedes identificar en este pasaje?

Mateo 28:16-20

16 Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. 17 Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. 18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

Mateo 28:16 al 20 pronuncia el mandato bíblico, comúnmente identificado como la Gran Comisión (Mat. 28:18-20), en el que Jesús instruye a sus seguidores para que vayan y hagan discípulos, enseñándoles la verdad e iniciándolos en la comunión (ver también Mar. 16:15 y 16; Luc. 24:44-49; Juan 20:21-23; Hech. 1:8).

Los componentes básicos de Mateo 28:16 al 20 pueden resumirse en cuatro aspectos sencillos: (1) Jesús ordena a sus discípulos que vayan a Galilea para estar con él (Mat. 28:16, 17); (2) Jesús se acerca a ellos, declarando su autoridad y soberanía (Mat. 28:18); (3) Entonces Jesús comisiona a sus discípulos a una tarea específica (concretamente, hacer discípulos, Mat. 28:19, 20); y finalmente, (4) Jesús promete estar con sus discípulos hasta el fin (Mat. 28:20).

Hacer discípulos es el objetivo primordial de la Gran Comisión y la tarea principal de la misión. Literalmente, en el idioma griego original, el comienzo de Mateo 28:19 dice: “Por lo tanto, habiendo ido, hagan discípulos”. El “por lo tanto” da a la comisión su fundamento en lo que se acaba de presentar (Mat. 28:18): el poder, la autoridad y la soberanía de Jesús; todos ellos, procedentes de la victoria alcanzada en su resurrección.

Es importante destacar que el único verbo de acción con fuerza imperativa en la Gran Comisión es “hacer discípulos”. Enseñar a todos, bautizarlos y compartir las enseñanzas de Jesús con todo el mundo son las características del proceso de discipulado. Aquí, evidentemente Jesús está dirigiendo a sus discípulos hacia un propósito: hacer discípulos. Por cierto, este es uno de los más grandes pasajes misioneros de toda la Escritura. Termina con la promesa de Jesús de su presencia continua con sus seguidores.

Obviamente, el propósito de la Gran Comisión abarcaba más que a los primeros discípulos reunidos en esa circunstancia particular. Ellos solos no podrían ir a “todas las naciones” para cumplir la nueva misión de hacer discípulos. Por lo tanto, la Comisión es universal en su alcance: todo verdadero seguidor de Jesucristo debe dedicarse a hacer discípulos. Además, el mensaje que debe transmitirse (el evangelio eterno de Jesucristo) está destinado a todo el mundo, sin limitaciones geográficas, sociales ni étnicas.

La misión es “hacer discípulos”. ¿Cómo afecta este mandato del Maestro tu forma de vivir y ministrar a los demás? ¿Qué puedes hacer para comprometerte más en aquello para lo que has sido llamado?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Así dio Cristo su mandato a sus discípulos. Proveyó ampliamente para la prosecución de la obra y tomó sobre sí la responsabilidad de su éxito. Mientras ellos obedeciesen su palabra y trabajasen en relación con él, no podrían fracasar. Id a todas las naciones, les ordenó. Id hasta las partes más lejanas del globo habitable, pero sabed que mi presencia estará allí. Trabajad con fe y confianza, porque nunca llegará el momento en que yo os abandone.

El mandato que dio el Salvador a los discípulos incluía a todos los creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo. Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas solo depende del ministro ordenado. Todos aquellos a quienes llegó la inspiración celestial, reciben el evangelio en cometido. A todos los que reciben la vida de Cristo se les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes. La iglesia fue establecida para esta obra, y todos los que toman sus votos sagrados se comprometen por ello a colaborar con Cristo (El Deseado de todas las gentes, p. 761).

Una obra grande y solemne se extiende delante del pueblo de Dios. Tiene que acercarse a Cristo mediante la abnegación y el sacrificio, con el solo objeto de dar el mensaje de misericordia a todo el mundo. Algunos trabajarán de una manera y otros de otra, de acuerdo con la dirección de Dios. Pero todos deben luchar juntos, tratando de llevar la obra a su total conclusión. Los siervos de Dios deben trabajar para él por medio de la pluma y la voz. Hay que traducir la palabra impresa, llena de la verdad, a distintos idiomas. Hay que predicar el evangelio a todos los pueblos (Cada día con Dios, p. 219).

Tan pronto como uno acude a Cristo nace en el corazón un vivo deseo de hacer saber a otros cuán precioso amigo encontró en el Señor Jesús. La verdad salvadora y santificadora no puede permanecer encerrada en el corazón. Si estamos revestidos de la justicia de Cristo y rebosamos de gozo por la presencia de su Espíritu, no podremos guardar silencio. Si hemos probado y visto que el Señor es bueno, tendremos algo que decir a otros… Anhelaremos seguir en la senda que Jesús recorrió y desearemos que quienes nos rodean puedan ver al «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Juan 1:29.

Y el esfuerzo por hacer bien a otros se tornará en bendiciones para nosotros mismos. Tal era el designio de Dios al darnos una parte que hacer en el plan de redención. Él concedió a los hombres el privilegio de ser hechos participantes de la naturaleza divina y de difundir a su vez bendiciones para sus hermanos. Este es el honor más alto y el gozo mayor que Dios pueda conferir a los hombres. Los que así participan en trabajos de amor son los que más se acercan a su Creador (El camino a Cristo, pp. 78, 79).


Martes 10 de octubre____________________________________________________

EL EVANGELIO ETERNO: EL MENSAJE DE LA MISIÓN

Lee Apocalipsis 14:6 y 7. ¿Qué aspectos de la misión de Dios puedes identificar en el “evangelio eterno” presentado por el primero de los mensajes de los tres ángeles?

Apocalipsis 14:6-7

Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo, diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.

Este es el único lugar de las Escrituras en el que se relacionan las palabras “evangelio” y “eterno”. El evangelio es la buena nueva de la gracia ofrecida a todos por medio de Jesucristo. Él vino a nuestro mundo para mostrarnos la “gracia y […] verdad” (Juan 1:14). Llevó una vida sin pecado y murió en la Cruz como sacrificio sustitutivo con el fin de cargar con la pena por nuestros pecados (Isa. 53:4, 5; 1 Ped. 3:18). Resucitó, regresó al Cielo, fue exaltado por el Padre, y hoy intercede por nosotros en el Santuario celestial (Apoc. 1:18; Hech. 2:33; Heb. 7:25). Pronto cumplirá su mayor promesa: regresar en majestad y gloria y, finalmente, después del Milenio, establecer el Reino de Dios en la Tierra (Juan 14:1-4; Hech. 1:11; Apoc. 21:1-4). Todas estas son realidades esenciales del evangelio eterno.

Sin embargo, es notable el hecho de que este mensaje sea eterno. Solo hay un evangelio que puede salvarnos. Continuará siendo el mismo hasta que la misión de Dios se haya cumplido plenamente. Nunca habrá otro evangelio. Las enseñanzas y las doctrinas engañosas van y vienen (Efe. 4:14), pero el mensaje de salvación, el evangelio eterno, es inmutable, y quienes crean en él y lo vivan en obediencia serán recompensados (ver Deut. 5:33; Rom. 2:6).

La misma comisión dada a los primeros discípulos también se nos da a nosotros hoy. Debemos continuar la tarea de hacer discípulos de Cristo en todas partes. Pero ¿qué tipo de discípulos? ¿Gente buena, honesta, totalmente entregada y cariñosa? Estos rasgos son esenciales, pero no son suficientes. Debemos hacer discípulos enfocados en todos los elementos bíblicos del discipulado (Luc. 9:23; Juan 13:34, 35; 2 Cor. 5:17) con un propósito final: estar preparados y preparar a otros para la segunda venida del Maestro, Jesucristo.

“La proclamación del Juicio [Apoc. 14:6, 7] es el anuncio de que la segunda aparición de Cristo está por acaecer. Y a esta proclamación se la denomina ‘el evangelio eterno’. Así se ve que la predicación de la segunda venida de Cristo, el anuncio de su cercanía, es una parte esencial del mensaje evangélico” (Elena de White, Palabras de vida del gran Maestro, pp. 179, 180).

¿Qué relación hay entre el concepto de juicio y el de “evangelio eterno” en el mensaje del primer ángel? ¿Por qué el evangelio debe ser primordial en la idea del Juicio?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Es el evangelio, y solo el evangelio, lo que santificará el alma. Y esto hace posible al receptor esa vida «que se mide con la vida de Dios». Este es el registro que Dios nos ha dado, aun la vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que es partícipe de la naturaleza divina huirá de las corrupciones que hay en el mundo la causa de la concupiscencia. Su fe en Cristo como el Dador de la Vida, le da vida. «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios».

Esta vida de santificación y de gozo en creer está al alcance de toda alma que reclame las promesas de la Palabra de Dios mediante la fe, y recurra a la fuerza divina para la obra de vencer (Manuscript Releases, t. 4, p. 356).

«El que gana almas es sabio». Proverbios 11:30. «Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad». Daniel 12:3. Lo que se hace mediante la cooperación de los hombres con Dios es una obra que nunca perecerá, sino que perdurará a través de las edades eternas. El que hace de Dios su sabiduría, el que crece hasta alcanzar la plena estatura de un hombre en Cristo Jesús, se presentará ante los reyes, ante los llamados grandes hombres del mundo, y manifestará las alabanzas de Aquel que lo ha llamado de las tinieblas a su luz admirable (Christian Education, p. 97).

Hemos de ser obreros diligentes; un hombre ocioso es una criatura miserable. ¿Pero qué excusa puede ofrecerse por la holgazanería en la gran obra que Cristo dio su vida para realizar? Las facultades espirituales dejan de existir si no se las ejercita, y es el designio satánico que ellas perezcan. Todo el cielo se halla activamente empeñado en la obra de preparar a un pueblo para la segunda venida de Cristo a nuestro mundo, y «coadjutores somos de Dios». El fin de todas las cosas es inminente. Ahora es la oportunidad de trabajar. «La noche viene, cuando nadie puede trabajar». Juan 9:4. Debemos proclamar a Cristo y a este crucificado, preparando así el camino para cuando aparece por segunda vez…

Uníos al gran Maestro obrero, seguid al Redentor abnegado en su peregrinación de amor sobre la tierra. El mismo Jesús que caminó con sus discípulos, que les enseñó en la tierra, que trabajó y sufrió en su naturaleza humana, está con nosotros en su poder divino. Está a nuestra derecha para ayudarnos en cualquier emergencia. Exaltemos a Jesús, y revelemos el fundamento bíblico de nuestra fe (The Review and Herald, 24 de enero, 1893; parcialmente en Servicio cristiano, p. 107).


Miércoles 11 de octubre___________________________________________________

EL PUEBLO DE DIOS: LOS CANALES DE LA MISIÓN

A lo largo de la historia, Dios siempre ha contado con personas que representaron fielmente su carácter y, en obediencia, siguieron sus propósitos. El pueblo de Dios son quienes han sido llamados y que han aceptado su invitación a ser partícipes de su gracia. Todos ellos han sido, y continúan siendo, instrumentos de Dios para el cumplimiento de su misión.

Lee Génesis 12:1 al 3; y Deuteronomio 7:6, 11 y 12. ¿Cuál era el propósito original de Dios para su pueblo en el Antiguo Testamento?

Génesis 12:1-3

1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

Deuteronomio 7:6, 11-12

Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra.

11 Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. 12 Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, Jehová tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres.

El pacto de Dios con Abraham y sus descendientes tenía un propósito específico. Fueron llamados, creados y comisionados para ser agentes de la misión de Dios: canales de bendiciones para las naciones (comparar con Deut. 28:10; Isa. 49:6). Sin embargo, fueron elegidos dentro de una relación de pacto con

Dios, basada en una condicionalidad implícita de fe y obediencia (Gén. 22:1618; Éxo. 19:5, 6; Deut. 28:1, 2; 2 Crón. 7:14). Este proceso de atraer a las naciones circundantes hacia Israel fue la “estrategia misionera” de Dios en el Antiguo Testamento.

En el Nuevo Testamento, la misión de Dios continúa. El Señor y Salvador resucitado lanza ahora una nueva “estrategia misionera” (ver Mat. 28:18-20; Hech. 1:8), en la que los discípulos de Cristo, que constituyen la iglesia, salen a la misión por todo el mundo, en lugar de que, como ocurría con el antiguo Israel, el mundo fuera a ellos. La misión no se originó con la iglesia. Al contrario, la iglesia existe porque Dios todavía tiene una misión que cumplir y está utilizando a su iglesia para llevarla a cabo.

Sin embargo, cabe una pregunta: ¿Cuál es la misión de la iglesia? Es la misma que la de aquel que llamó a la iglesia a la existencia: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Luc. 19:10). Aunque ninguno de nosotros en la iglesia puede salvar a nadie, sí podemos y debemos llevar a otros al Único que puede salvar, y ese es Jesucristo.

“La misión de la iglesia de Cristo consiste en salvar a los pecadores que perecen. Consiste en darles a conocer el amor de Dios hacia los hombres y ganarlos para Cristo por la eficacia de ese amor” (Elena de White, Testimonios para la iglesia, t. 3, p. 420). ¡Qué privilegio y qué tremenda responsabilidad!

La misión es para la iglesia lo que el aire es para nuestra vida. Sin aire, morimos. Sin misión, la iglesia muere. ¿Qué puedes hacer personalmente para sostener la vida de tu iglesia?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Dios había elegido a Israel. Lo había llamado para conservar entre los hombres el conocimiento de su ley, así como los símbolos y las profecías que señalaban al Salvador. Deseaba que fuese como fuente de salvación para el mundo. Como Abraham en la tierra donde peregrinó, José en Egipto y Daniel en la corte de Babilonia, había de ser el pueblo hebreo entre las naciones. Debía revelar a Dios ante los hombres.

En el llamamiento dirigido a Abraham, el Señor había dicho: «Bendecirte he… y serás bendición… y serán benditas en ti todas las familias de la tierra». Génesis 12:2, 3. La misma enseñanza fue repetida por los profetas (El Deseado de todas las gentes, p. 27).

«Vosotros sois la luz del mundo», declara Cristo. «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». Mateo 5: 14, 16. En estos últimos días la obra de Dios en la tierra ha de reflejar la luz que trajo Cristo al mundo. Esta luz ha de disipar las densas tinieblas de los siglos. Hombres y mujeres que están en las tinieblas del paganismo deben ser alcanzados por quienes estaban antes en una condición similar de ignorancia, pero que recibieron el conocimiento de la verdad de la Palabra de Dios. Estas naciones paganas aceptarán ávidamente la instrucción que se les ha de dar en el conocimiento de Dios.

Muy preciosa es para Dios su obra en la tierra. Cristo y los ángeles celestiales están velando sobre ella en todo momento. A medida que nos acerquemos a la venida de Cristo, más obra misionera debemos hacer. El mensaje del poder renovador de la gracia de Dios será proclamado a todo país y clima, hasta que la verdad circunde el mundo. Entre los que serán sellados habrá quienes vendrán de toda nación, tribu, lengua y pueblo. De todo país se reunirán hombres y mujeres que estarán delante del trono de Dios y del Cordero exclamando: «La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero». Apocalipsis 7: 10. Pero antes que esta obra sea realizada, debemos experimentar aquí en nuestro propio país la obra del Espíritu Santo en nuestros corazones (Consejos para los maestros, pp. 517, 518).

Si la iglesia de Cristo cumpliera el propósito del Señor, se derramaría luz sobre todos los que moran en las tinieblas y en regiones de sombra de muerte. En vez de agruparse y rehuir la responsabilidad y el peso de la cruz, los miembros de la iglesia deberían dispersarse por todos los países para irradiar la luz de Cristo y trabajar como él por la salvación de las almas. Así este «evangelio del reino» sería pronto llevado a todo el mundo…

La cruz del Calvario debe levantarse en alto delante de la gente para que absorba sus espíritus y concentre sus pensamientos. Entonces todas las facultades espirituales se vivificarán con el poder divino que viene directamente de Dios. Se concentrarán entonces las energías en una actividad genuina por el Maestro. Los que obren enviarán al mundo rayos de luz, como agentes vivos que iluminen la tierra (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 38-40).


Jueves 12 de octubre_____________________________________________________

EL MUNDO: LA ARENA DE LA MISIÓN

Lee Apocalipsis 7:9 y 10. ¿Qué sugiere este pasaje acerca del alcance geográfico de la misión de Dios?

Apocalipsis 7:9-10

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; 10 y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero.

En la lección de esta semana, se han analizado intencionalmente dos textos fundamentales sobre la misión que enfatizan la centralidad de la formación de discípulos en la Gran Comisión y el mensaje del evangelio eterno. Curiosamente, ambos textos tienen al menos un punto en común: el “dónde” de la misión. Dicen así: “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos” (Mat. 28:19, énfasis añadido), “a los que habitan en la tierra, a toda nación y tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6, énfasis añadido).

En otras palabras, el evangelio de Cristo debe llegar a todas las clases, a todas las naciones, a todas las lenguas y a todos los pueblos. La influencia del evangelio es unir a los salvos en una gran hermandad. Solo tenemos un modelo que imitar, y es Cristo. Si aceptamos la verdad tal como es en Jesús, se derribarán los prejuicios y los celos nacionalistas, y el espíritu de verdad fundirá nuestros corazones en uno solo.

Cuando Jesús dijo: “Me serán testigos” (Hech. 1:8), tenía en mente tres zonas geográficas diferentes:

Primera zona: “Me serán testigos en Jerusalén”. En aquel momento, sus discípulos estaban muy cerca de Jerusalén. De esta manera, básicamente Jesús les estaba diciendo: “Empiecen a compartir su experiencia con Dios con la gente que está cerca de ustedes”. La misión comienza en casa, con la familia, con los vecinos, con los amigos. Este es el lugar supremo de nuestra misión.

Segunda zona: Luego sigue diciendo: “En toda Judea, en Samaria”. Nuestra misión implica también a los que, en cierto modo, están cerca, pero al mismo tiempo alejados de nosotros. En este grupo hay personas que quizás hablen el mismo idioma que nosotros, personas que tienen una cultura similar, pero que no viven ni comparten la misma realidad que nosotros. Este es nuestro siguiente lugar misionero.

Tercera zona: Además de esto, Cristo dice: “Y hasta lo último de la tierra”. La misión de Dios nos llama a alcanzar a gente de todos los lugares, las naciones, los grupos de personas, las lenguas y las etnias. Este es nuestro último lugar de misión.

Desafío: Ora todos los días de esta semana por la comunidad donde vives. Dios te ha colocado allí por una razón.

Desafío avanzado: Investiga la demografía de tu zona (qué tipo de gente vive a tu alrededor): su trasfondo étnico y religioso; si hay ancianos, jóvenes, pobres, ricos, idiomas que se hablan, etc. Pide a Dios que te muestre cómo puedes ser un canal de su amor para ellos.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La presencia visible de Cristo estaba por serles quitada a los discípulos, pero iban a recibir una nueva dotación de poder. Iba a serles dado el Espíritu Santo en su plenitud, el cual los sellaría para su obra. «He aquí —dijo el Salvador—, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto». Lucas 24:49. «Porque Juan a la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos.» «Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra». Hechos 1:5, 8.

El Salvador sabía que ningún argumento, por lógico que fuera, podría ablandar los duros corazones, o traspasar la costra de la mundanalidad y el egoísmo. Sabía que los discípulos habrían de recibir la dotación celestial; que el evangelio sería eficaz solo en la medida en que fuera proclamado por corazones encendidos y labios hechos elocuentes por el conocimiento vivo de Aquel que es el camino, la verdad y la vida. La obra encomendada a los discípulos requeriría gran eficiencia; porque la corriente del mal que fluía contra ellos era profunda y fuerte. Estaba al frente de las fuerzas de las tinieblas un caudillo vigilante y resuelto, y los seguidores de Cristo podrían batallar por el bien solo mediante la ayuda que Dios, por su Espíritu, les diera (Las hechos de los apóstoles, p. 25).

Los discípulos no habían de aguardar que la gente acudiera a ellos. Ellos debían ir a la gente y buscar a los pecadores como el pastor busca a la oveja perdida. Cristo les presentó el mundo como campo de labor. Debían ir «por todo el mundo» y predicar «el evangelio a toda criatura». Marcos 16:15. Habían de predicar acerca del Salvador, acerca de su vida de amor abnegado, su muerte ignominiosa, su amor sin parangón e inmutable. Su nombre había de ser su consigna, su vínculo de unión. En su nombre habían de subyugar las fortalezas del pecado. La fe en su nombre había de señalarlos como cristianos (Testimonios para la iglesia, t. 8, pp. 21, 22).

Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros: para que el mundo crea que tú me enviaste. Juan 17:21.

Repítanse con frecuencia estas palabras y cada alma discipline sus ideas, espíritu y acción diariamente de modo que pueda cumplirse esta oración de Jesucristo. El no requiere cosas imposibles de su Padre. Ora por lo que precisamente debe haber en sus discípulos en relación con la unión mutua, y su unidad y unión con Dios y Jesucristo. Cualquier cosa que no llegue a este nivel no corresponde con la perfección del carácter cristiano. La cadena áurea del amor, que vincula los corazones de los creyentes en unidad, con lazos de compañerismo y amor, y en unión con Cristo y el Padre, establece la perfecta conexión y da al mundo un testimonio del poder del cristianismo que no puede ser controvertido (A fin de conocerle, p. 173).


Viernes 13 de octubre____________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Para testimonio a todas las naciones. “Las palabras del Salvador: ‘Ustedes son la luz del mundo’ señalan el hecho de que ha encomendado a sus seguidores una misión mundial. Tal como los rayos del Sol penetran hasta los rincones más remotos del Globo, así Dios quiere que la luz del evangelio se extienda a todas las almas de la Tierra. Si la iglesia de Cristo cumpliera el propósito de nuestro Señor, la luz se derramaría sobre todos los que viven en tinieblas y en región de sombra de muerte. En vez de congregarse y rehuir la responsabilidad y la carga de la cruz, los miembros de la iglesia se dispersarían por todas las tierras, dejando que la luz de Cristo brillara desde ellos, trabajando como él lo hizo por la salvación de las almas, y este ‘evangelio del reino’ sería llevado rápidamente a todo el mundo.

“Desde todos los países está sonando el llamado macedónico: ‘Vengan a ayudarnos’. Dios ha abierto campos ante nosotros. Los seres celestiales han estado cooperando con los hombres. La Providencia va delante de nosotros, y el poder divino obra con el esfuerzo humano. Ciegos deben estar los ojos que no ven la obra del Señor, y sordos los oídos que no oyen el llamado del verdadero Pastor a sus ovejas. Algunos han oído el llamado de Dios y han respondido. Que todo corazón santificado responda ahora, procurando proclamar el mensaje vivificador. Si los hombres y las mujeres, con humildad y fidelidad, asumen la tarea que Dios les ha encomendado, el poder divino se revelará en la conversión de muchos a la verdad. Maravillosos serán los resultados de sus esfuerzos” (Elena de White, The Advent Review and Sabbath Herald, 14 de noviembre de 1912).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. La credibilidad de la influencia de la iglesia en la comunidad está determinada, principalmente, por la medida en que nosotros, el cuerpo de Cristo, ejemplificamos en nuestra vida el amor de Dios en el cumplimiento de su misión. ¿Cómo respondes tú, personalmente, a este desafío?
  2. ¿Cómo crees que los vecinos no adventistas ven y entienden a tu iglesia? ¿Cómo lo sabes? Si la percepción es positiva, ¿qué puedes hacer para fortalecerla más? Si es negativa, ¿qué puedes hacer para cambiarla?
  3. ¿Por qué es tan importante mantener el “evangelio eterno” en el centro de nuestra misión al mundo? ¿Qué esperanza suprema podemos ofrecer a cualquiera, en cualquier parte, que no se centre en la gran esperanza que tenemos gracias al evangelio, la buena nueva de lo que Jesús ha hecho por nosotros en la Cruz?

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