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Lección 10 – “ACUÉRDATE, NO OLVIDES” – Para el 4 de diciembre de 2021


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Lección 10: Para el 4 de diciembre de 2021

“ACUÉRDATE, NO OLVIDES”

Sábado 27 de noviembre___________________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 9:8–17; Deuteronomio 4:32– 39; Apocalipsis 14:12; Deuteronomio 4:9, 23; 6:7; 8:7–18; Efesios 2:8–13.

PARA MEMORIZAR:

“Acuérdate, no olvides que has provocado la ira de Jehová tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová” (Deut. 9:7).

Hay dos palabras que aparecen en toda la Biblia: acordarse y olvidar. Ambas se refieren a algo humano, a algo que sucede en nuestra mente. Ambos son verbos y son opuestos: acordarse es no olvidar, y olvidar es no acordarse.

Dios a menudo le dice a su pueblo que recuerde todas las cosas que ha hecho por ellos; que recuerde su gracia y su bondad para con él. Gran parte del Antiguo Testamento consiste en los profetas insistiendo al pueblo que no olvidara lo que el Señor había hecho por él. Lo más crucial para recordar era su llamado, y el tipo de personas que serían si respondían a ese llamado. “Me acordaré de las obras de JAH; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas” (Sal. 77:11).

¿Pasa algo similar con nosotros hoy? ¿Cómo hacer para no olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros? Esta semana, según lo expresa Deuteronomio, veremos esta práctica crucial de hacer memoria y no olvidar la intervención de Dios en nuestra vida.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Con sumo fervor [David] estudió las formas en que procede Dios, expresadas por Cristo cuando estuvo rodeado por la columna de nube, y dadas a Moisés para que fueran fielmente repetidas a todo Israel. Trajo a la memoria lo que Dios había hecho para asegurarse para sí un pueblo al cual pudiera confiar la verdad sagrada y vital para siglos futuros. Dios obró muy maravillosamente para liberar a más de un millón de personas; y cuando David consideró las señales y promesas divinas para ellos —sabiendo que eran para todos los que las necesitaban tanto como para Israel las apropió para sí, diciendo: «Me acordaré de las obras de Jehová; sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos».

Su fe se aferró de Dios, y se animó y fortaleció. Aunque reconocía como misteriosos los caminos de Dios, sabía que eran misericordiosos y buenos, pues este fue el carácter divino tal como se reveló a Moisés…

Cuando David hizo suyas esas promesas y esos privilegios, decidió dejar de ser apresurado en sus juicios, y no desanimarse ni abatirse en inútil desesperación. Su alma se reanimó cuando contempló el carácter de Dios tal como se manifiesta en sus enseñanzas, su paciencia, excelsa grandeza y misericordia (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, p. 167).

El futuro nos depara grandes acontecimientos, y deseamos invitar al pueblo para que abandone su indiferencia y se prepare para ese día… No tenemos que abandonar ahora nuestra confianza, sino tener una firme seguridad, más firme que nunca antes. Hasta ahora nos ha ayudado el Señor, y nos ayudará hasta el fin. Contemplaremos las monumentales columnas, recuerdos de lo que el Señor ha hecho por nosotros, para consolarnos y salvarnos de la mano del destructor. Debemos recordar con nitidez cada lágrima nuestra que el Señor ha enjugado, cada dolor que ha calmado, cada ansiedad que ha eliminado, cada temor que ha disipado, cada necesidad que ha satisfecho, cada misericordia concedida..

Solo podemos esperar nuevas perplejidades en el conflicto que está por venir, pero podemos considerar tanto lo pasado como lo venidero, y decir: «Hasta aquí nos ayudó Jehová». 1 Samuel 7:12… La prueba no sobrepujará la fortaleza que se nos concederá para resistirla (Cada día con Dios, p. 56).

Las cosas que hemos experimentado en nosotros mismos acerca de las bendiciones de Dios a través de sus benignas promesas, debemos conservarlas en la memoria y, seamos ricos o pobres, eruditos o ignorantes, debemos contemplar y considerar estas señales del amor de Dios. Cada señal del cuidado, la bondad y la misericordia de Dios debiera grabarse en forma indeleble, como un monumento recordativo en la memoria. Dios quiere que su amor y sus promesas estén escritos en las tablas de la mente. Guardad las preciosas revelaciones de Dios para que no se pierda ni se empañe ni una sola letra (Nuestra elevada vocación, p. 137).


Domingo 28 de noviembre__________________________________________________________

RECORDAR EL ARCO IRIS

Lee Génesis 9:8 al 17. ¿En qué contexto se utiliza la expresión “me acordaré”, aquí? ¿Qué podemos aprender de su uso, y cómo deberíamos recordar lo que Dios ha hecho por nosotros?

Génesis 9:8-17

Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él, diciendo: He aquí que yo establezco mi pacto con vosotros, y con vuestros descendientes después de vosotros; 10 y con todo ser viviente que está con vosotros; aves, animales y toda bestia de la tierra que está con vosotros, desde todos los que salieron del arca hasta todo animal de la tierra. 11 Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra. 12 Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: 13 Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. 14 Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. 15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. 17 Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra.

Esta es la primera vez que la palabra “acordarse” aparece en la Biblia. Por supuesto, Dios no necesita el arco iris para recordar su promesa y su Pacto. Simplemente, se expresó en un lenguaje que los seres humanos pudieran entender. En todo caso, el arco iris es para nosotros, como seres humanos, para recordar la promesa y el pacto de Dios de no destruir el mundo con agua nuevamente. En otras palabras, el arco iris era para ayudar a la gente a recordar este pacto especial que Dios había hecho; cada vez que apareciera el arco iris, el pueblo de Dios no solo recordaría el juicio de Dios sobre el mundo por su pecado, sino también su amor por el mundo y su promesa de no volver a destruirlo con agua.

Por lo tanto, aquí vemos la importancia del concepto de recordar: recordar las promesas de Dios, recordar las advertencias de Dios, recordar la intervención de Dios en el mundo.

El arco iris en el cielo se vuelve aún más importante en la actualidad ya que, sobre la base de la continuidad de las leyes de la naturaleza, muchos científicos rechazan la idea de que alguna vez haya habido un diluvio mundial. Es fascinante que Elena de White haya escrito que, antes de que llegara el Diluvio, muchos tenían la misma idea de que la continuidad de las leyes de la naturaleza descartaba la posibilidad de que pudiera ocurrir un diluvio mundial. Ella precisó que los eruditos argumentaban que esas “leyes están tan firmemente establecidas que el mismo Dios no podría cambiarlas” (PP 84). Así que, antes del Diluvio, la gente aducía, sobre la base de las leyes de la naturaleza, que tal cosa no podría ocurrir. Actualmente –después del Diluvio–, la gente argumenta, sobre la base de las leyes de la naturaleza, que tal cosa nunca ocurrió.

Sin embargo, Dios en su Palabra nos habló sobre el Diluvio y le dio al mundo una señal, no solo del Diluvio, sino también de su promesa de que no habría otro más. Recordando, por tanto, lo que significa el arco iris, podremos tener la certeza, escrita en el cielo con hermosos colores, de que la Palabra de Dios es segura. Y si podemos confiar en su Palabra con esta promesa, ¿por qué no confiar también en todo lo demás que nos dice su Palabra?

La próxima vez que veas un arco iris, piensa en las promesas de Dios. ¿Cómo podemos aprender a confiar en todas esas promesas?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

¡Qué compasión con el hombre falible fue poner el hermoso y multicolor arco iris en las nubes como prueba del pacto del gran Dios con el hombre! Ese arco debía manifestar a todas las generaciones el hecho de que Dios destruyó a los habitantes de la tierra mediante un diluvio a causa de su gran maldad. Era su propósito que cuando los niños de las generaciones sucesivas lo vieran en las nubes y preguntaran por qué se extendía por los cielos ese magnífico arco, sus padres se refirieran a la destrucción del mundo antiguo por medio del diluvio porque la gente se había entregado a toda clase de impiedad, y las manos del Altísimo le habían dado forma y lo habían colocado en el cielo como señal de que Dios nunca más enviaría las aguas de un diluvio sobre la tierra.

Ese símbolo que aparece en las nubes debe confirmar la fe de todos y afianzar su confianza en Dios, pues es una prueba de la misericordia y la bondad divinas hacia el hombre (La historia de la redención, p. 73).

Dios mismo contempla el arco en las nubes y recuerda su eterno pacto entre él mismo y el hombre… Al contemplar esta hermosa visión, podemos regocijarnos en Dios puesto que él mismo nos asegura que está contemplando esta señal de su pacto, y que cuando lo hace recuerda a sus hijos de la tierra, para quienes fue dado. No están ocultas de su vista ni sus aflicciones, ni sus peligros, ni sus pruebas. Podemos regocijarnos en esperanza porque el arco del pacto de Dios está sobre nosotros. Nunca olvidará a los hijos de su preocupación (La maravillosa gracia de Dios, p. 159).

En el sermón sobre el monte Cristo enseñó a sus discípulos preciosas lecciones en cuanto a la necesidad de confiar en Dios. Estas lecciones tenían por fin alentar a los hijos de Dios a través de los siglos, y han llegado a nuestra época llenas de instrucción y consuelo. El Salvador llamó la atención de sus discípulos a cómo las aves del cielo entonan sus dulces cantos de alabanza sin estar abrumadas por los cuidados de la vida, a pesar de que «no siembran, ni siegan». Y sin embargo, el gran Padre celestial les provee lo que necesitan. El Salvador pregunta: «¿No valéis vosotros mucho más que ellas?» Mateo 6:26… ¿No sois vosotros, como adoradores inteligentes y espirituales, de más valor que las aves del cielo? El Autor de nuestro ser, el Conservador de nuestra existencia, el que nos formó a su propia imagen divina, ¿no suplirá nuestras necesidades si tan solo confiamos en él?…

El Señor quiere que todos sus hijos e hijas sean felices, llenos de paz y obedientes. El Señor dijo: «Mi paz os doy; no según da el mundo, yo os la doy: no se turbe vuestro corazón, ni se acobarde». Juan 14:27. «Estas cosas os he dicho, para que quede mi gozo en vosotros, y vuestro gozo sea completo». Juan 15:11 (El camino a Cristo, pp. 123, 124).


Lunes 29 de noviembre_____________________________________________________________

ACERCA DE LOS TIEMPOS PASADOS

En Deuteronomio 4, hemos leído las maravillosas amonestaciones que el Señor le dio a su pueblo a través de Moisés sobre sus grandes privilegios como pueblo escogido por Dios. Los había redimido de Egipto “con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos” (Deut. 4:34). En otras palabras, Dios no solo hizo algo grandioso por ti, sino también lo hizo de una manera que debería ayudarte a recordar, y nunca olvidar, las grandes cosas que ha hecho por ti.

Lee Deuteronomio 4:32 al 39. ¿Qué cosas les pedía el Señor que recordaran, y por qué era tan importante hacerlo?

Deuteronomio 4:32-39

32 Porque pregunta ahora si en los tiempos pasados que han sido antes de ti, desde el día que creó Dios al hombre sobre la tierra, si desde un extremo del cielo al otro se ha hecho cosa semejante a esta gran cosa, o se haya oído otra como ella. 33 ¿Ha oído pueblo alguno la voz de Dios, hablando de en medio del fuego, como tú la has oído, sin perecer? 34 ¿O ha intentado Dios venir a tomar para sí una nación de en medio de otra nación, con pruebas, con señales, con milagros y con guerra, y mano poderosa y brazo extendido, y hechos aterradores como todo lo que hizo con vosotros Jehová vuestro Dios en Egipto ante tus ojos? 35 A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él. 36 Desde los cielos te hizo oír su voz, para enseñarte; y sobre la tierra te mostró su gran fuego, y has oído sus palabras de en medio del fuego. 37 Y por cuanto él amó a tus padres, escogió a su descendencia después de ellos, y te sacó de Egipto con su presencia y con su gran poder, 38 para echar de delante de tu presencia naciones grandes y más fuertes que tú, y para introducirte y darte su tierra por heredad, como hoy. 39 Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.

Moisés hace un repaso a través de la historia, llegando a la misma Creación. Allí preguntará al pueblo, retóricamente, si alguna vez hubo en la historia algo similar a todo lo que hizo Dios por ellos. De hecho, les insiste que pregunten; es decir, que estudien por su cuenta y vean si antes sucedió algo como lo que ellos vivieron. Mediante algunas preguntas, Moisés trató de hacerles entender por sí mismos lo que el Señor había hecho por ellos y, en definitiva, cuán agradecidos debían estar con él por los poderosos actos realizados en su vida.

Un hecho fundamental era la liberación de Egipto y luego, quizá de alguna manera aún más asombrosa, cuando les habló en el Sinaí, lo que les permitió escuchar “sus palabras de en medio del fuego”.

Lee Deuteronomio 4:40. ¿Qué conclusión quería Moisés que el pueblo extrajera de estas palabras sobre lo que Dios había hecho por él?

Deuteronomio 4:40

40 Y guarda sus estatutos y sus mandamientos, los cuales yo te mando hoy, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y prolongues tus días sobre la tierra que Jehová tu Dios te da para siempre.

El Señor no hizo todas esas cosas sin ningún propósito. Él había redimido a su pueblo y cumplió su parte del pacto que estableció con él. Fueron liberados de Egipto, y estaban a punto de entrar en la Tierra Prometida. Dios hizo su parte; ahora se los llama a hacer la suya, que era, simplemente, obedecer.

¿Cómo representa este modelo el plan de salvación expresado en el Nuevo Testamento? ¿Qué hizo Jesús por nosotros y cómo responderemos a lo que hizo por nosotros? (Ver Apoc. 14:12.)

ESPÍRITU DE PROFECÍA

No fue una prueba ligera la que soportó Abraham, ni tampoco era pequeño el sacrificio que se requirió de él. Había fuertes vínculos que le ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar. Pero no vaciló en obedecer al llamamiento…

Muchos continúan siendo probados como lo fue Abraham. No oyen la voz de Dios hablándoles directamente desde el cielo; pero, en cambio, son llamados mediante las enseñanzas de su Palabra y los acontecimientos de su providencia. Los llama para que se aparten de las influencias y los auxilios humanos, y les hace sentir la necesidad de su ayuda, y de depender solo de Dios, para que él mismo pueda revelarse a ellos. ¿Quién está listo para renunciar a los planes que ha abrigado y a las relaciones familiares en cuanto le llame la Providencia? ¿Quién aceptará nuevas obligaciones y entrará en campos inexplorados para hacer la obra de Dios con buena voluntad y firmeza y contar sus pérdidas como ganancia por amor a Cristo? El que haga esto tiene la fe de Abraham, y compartirá con él el «sobremanera alto y eterno peso de gloria», con el cual no se puede comparar «lo que en este tiempo se padece». 2 Corintios 4: 17; Romanos 8:18 (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 118, 119).

¿Podría Dios habernos dado prueba mayor de su amor que al dar así a su Hijo para que pasase por estas escenas de sufrimiento? Y como el don de Dios al hombre fue el don gratuito de su amor infinito, así sus derechos a nuestra confianza, nuestra obediencia, todo nuestro corazón y la riqueza de nuestros afectos, son correspondientemente infinitos. Requiere todo lo que el hombre puede dar. La sumisión de nuestra parte debe ser proporcional al don de Dios. Debe ser completa, sin ninguna reserva. Todos somos deudores de Dios. El tiene sobre nosotros derechos que no podemos satisfacer sin entregarnos en sacrificio pleno y de buen grado. Exige nuestra obediencia pronta y voluntaria, y no aceptará nada que no llegue a esto. Tenemos ahora oportunidad de asegurarnos el amor y el favor de Dios. Este puede ser el último año de vida de algunos de los que leen esto. ¿Hay, entre los jóvenes que leen esta súplica, quienes prefieran los placeres de este mundo a la paz que Cristo da a quien busca fervientemente su voluntad y la hace alegremente? (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 407, 408).

Mediante la comunión con Dios obtenemos refinamiento, amplitud de miras y nos elevamos. Al que anhela el conocimiento de las cosas divinas, Dios le mostrará las maravillas ocultas que escapan a la comprensión de los que no son esclarecidos por el Espíritu de Dios.

La amplitud del plan de salvación le otorga una grandeza incomparable, pero solo puede ser discernido espiritualmente, y aumenta en magnitud a medida que lo contemplamos. Mirar a Jesús muriendo en la cruz, y saber que fue nuestro pecado que colocó al Sufriente inocente allí, nos inspira a postrarnos ante él con asombro y amor (That I May Know Him, p. 205; parcialmente en A fin de conocerle, p. 205).


Martes 30 de noviembre____________________________________________________________

“GUÁRDATE […] PARA QUE NO TE OLVIDES”

Lee Deuteronomio 4:9 y 23. ¿Qué les dice el Señor que hagan aquí, y por qué esta advertencia es tan importante para la nación?

Deuteronomio 4:9-23

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. 10 El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos; 11 y os acercasteis y os pusisteis al pie del monte; y el monte ardía en fuego hasta en medio de los cielos con tinieblas, nube y oscuridad; 12 y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis. 13 Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra; los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra. 14 A mí también me mandó Jehová en aquel tiempo que os enseñase los estatutos y juicios, para que los pusieseis por obra en la tierra a la cual pasáis a tomar posesión de ella. 15 Guardad, pues, mucho vuestras almas; pues ninguna figura visteis el día que Jehová habló con vosotros de en medio del fuego; 16 para que no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, 17 figura de animal alguno que está en la tierra, figura de ave alguna alada que vuele por el aire, 18 figura de ningún animal que se arrastre sobre la tierra, figura de pez alguno que haya en el agua debajo de la tierra. 19 No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, seas impulsado, y te inclines a ellos y les sirvas; porque Jehová tu Dios los ha concedido a todos los pueblos debajo de todos los cielos. 20 Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día. 21 Y Jehová se enojó contra mí por causa de vosotros, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la buena tierra que Jehová tu Dios te da por heredad. 22 Así que yo voy a morir en esta tierra, y no pasaré el Jordán; mas vosotros pasaréis, y poseeréis aquella buena tierra. 23 Guardaos, no os olvidéis del pacto de Jehová vuestro Dios, que él estableció con vosotros, y no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa que Jehová tu Dios te ha prohibido.

Dos verbos dominan el comienzo de estos dos versículos: “guardar” y “olvidar”. Lo que el Señor les está diciendo es: “Tengan cuidado de no olvidarse”. Es decir, “no olviden lo que el Señor ha hecho por ustedes ni el pacto que hicieron”.

El verbo “guardaos” (que también se utiliza de una forma diferente en Deut. 4:9, traducido como “guárdate”), aparece en todo el Antiguo Testamento y significa “tener cuidado”, “velar”, “preservar” o “proteger”. Curiosamente, la primera vez que aparece en las Escrituras es incluso antes del pecado, cuando el Señor le dijo a Adán que “guardase” el jardín que le había dado (Gén. 2:15).

No obstante, ahora el Señor le dice al pueblo, de forma individual a cada uno (el verbo está en singular), que tengan mucho cuidado de no olvidarse. Esto no es “olvidar” en el sentido cognitivo de perder la memoria (aunque, con el tiempo y en las nuevas generaciones que podrían llegar, era de esperar), sino más bien en el sentido de ser laxos con las obligaciones del Pacto. Es decir, debían ser conscientes de quiénes eran y lo que eso significaba en términos de cómo iban a vivir ante Dios, ante los demás hebreos, ante los extranjeros que había entre ellos y ante las naciones que los rodeaban.

Lee nuevamente Deuteronomio 4:9 (ver también Deut. 6:7; 11:19), pero concéntrate en la última parte, donde habla de enseñarles a sus hijos y a sus nietos. ¿Qué tendría que ver eso con ayudarlos a no olvidar?

Deuteronomio 4:9

Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.

Deuteronomio 6:7

y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.

Deuteronomio 11:19

19 Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes,

No es coincidencia que justo después de que Moisés les dice que no se olviden, que no permitan que estas cosas se “aparten de su corazón” (NVI), les diga que enseñen estas cosas a la próxima generación y a la siguiente. No solo sus hijos necesitaban escuchar sobre estas cosas. Quizá lo más importante fuera que, al contar y volver a contar las historias de lo que Dios había hecho por ellos, el pueblo no olvidaría esas cosas. Por lo tanto, ¿qué mejor manera de conservar el conocimiento de lo que el Señor había hecho por su pueblo escogido?

El hecho de contarles a otros tu experiencia con el Señor, ¿cómo ha beneficiado no solo a los demás, sino también a ti? Volver a contar cómo Dios te ha guiado ¿cuánto te ayudó a no olvidar su dirección?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Después de Moisés y de Aarón, Nadab y Abiú ocupaban la posición más elevada en Israel. Habían sido especialmente honrados por el Señor, y juntamente con los setenta ancianos se les había permitido contemplar su gloria en el monte. Pero su transgresión no debía disculparse ni considerarse con ligereza. Todo aquello hacía su pecado aun más grave. Por el hecho de que los hombres hayan recibido gran luz, y como los príncipes de Israel, hayan ascendido al monte, hayan gozado de la comunión con Dios y hayan morado en la luz de su gloria, no deben lisonjearse de que pueden después pecar impunemente; no deben creer que porque fueron así honrados, Dios no castigará estrictamente su iniquidad. Este es un engaño fatal. La gran luz y los privilegios otorgados demandan reciprocidad, que debe manifestarse en una virtud y santidad correspondientes a la luz recibida. Dios no aceptará nada menos que esto. Las grandes bendiciones o privilegios no debieran adormecer a los hombres en la seguridad o la negligencia. Nunca debieran dar licencia para pecar, ni debieran creer los favorecidos que Dios no será estricto con ellos. Todas las ventajas que Dios concede son medios suyos para dar ardor al espíritu, celo al esfuerzo y vigor en el cumplimiento de su santa voluntad (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 373, 374).

Puesto que los israelitas habían de ser, en un sentido especial, los guardianes y depositarios de la ley de Dios, era necesario que el significado de sus preceptos y la importancia de la obediencia les fuesen inculcados en forma especial a ellos y por su medio a sus hijos y a los hijos de sus hijos. El Señor mandó con respecto a las palabras de sus estatutos: «Las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas». Deuteronomio 6:7-9.

Cuando sus hijos les preguntasen en el futuro: «¿Qué significan los testimonios, y estatutos, y derechos, que Jehová nuestro Dios os mandó?» debían los padres repetirles la historia de cuán bondadosamente Dios los había tratado, de cómo el Señor había obrado para librarlos a fin de que ellos pudieran obedecer su ley, y debían declararles: «Mandónos Jehová que ejecutásemos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, porque nos vaya bien todos los días, y para que nos dé vida, como hoy. Y tendremos justicia cuando cuidáremos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado» (Historia de los patriarcas y profetas, p. 501).

Nuestra confesión de su fidelidad es el factor escogido por el Cielo para revelar a Cristo al mundo. Debemos reconocer su gracia como fue dada a conocer por los santos de antaño; pero lo que será más eficaz es el testimonio de nuestra propia experiencia. Somos testigos de Dios mientras revelamos en nosotros mismos la obra de un poder divino. Cada persona tiene una vida distinta de todas las demás y una experiencia que difiere esencialmente de la suya. Dios desea que nuestra alabanza ascienda a él señalada por nuestra propia individualidad. Estos preciosos reconocimientos para alabanza de la gloria de su gracia, cuando son apoyados por una vida semejante a la de Cristo, tienen un poder irresistible que obra para la salvación de las almas (El Deseado de todas las gentes, p. 313).


Miércoles 1º de diciembre__________________________________________________________

“COMERÁS Y TE SACIARÁS”

Un dirigente de la iglesia, que trabajó en la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día durante 34 años, contó que muchos años antes él y su esposa, después de haber aterrizado en un aeropuerto, habían perdido una maleta. “Allí mismo”, dijo, “junto a la cinta transportadora de equipaje y en público, nos arrodillamos y oramos, pidiendo al Señor que nos devolviera nuestro equipaje perdido”. Muchos años después, sucedió lo mismo: llegaron al aeropuerto; pero una maleta, no. Contó lo que pasó a continuación. “No te preocupes”, le dijo a su esposa, “el seguro lo cubrirá”.

Con esta historia en mente, lee Deuteronomio 8:7 al 18. ¿Qué advertencia le está dando el Señor a su pueblo aquí, y qué debería significar para nosotros hoy también?

Deuteronomio 8:7-18

Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. 10 Y comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado. 11 Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; 12 no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, 13 y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; 14 y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre; 15 que te hizo caminar por un desierto grande y espantoso, lleno de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed, donde no había agua, y él te sacó agua de la roca del pedernal; 16 que te sustentó con maná en el desierto, comida que tus padres no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien; 17 y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. 18 Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.

Considera lo que les aportaría su fidelidad al Señor. No solo poseerían una tierra maravillosa y rica, una “tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella” (Deut. 8:9), sino también serían sumamente bendecidos en esa tierra: ovejas, vacas, oro, plata y casas hermosas. Es decir, se les darían todas las comodidades materiales que les brinda esta vida.

Pero, entonces, ¿qué? Se enfrentarían al peligro que siempre acompaña a la riqueza y la prosperidad material, el de olvidar que solo el Señor es quien “te da el poder para hacer las riquezas” (Deut. 8:18).

Quizá no al principio, pero a medida que pasen los años y tengan todas las comodidades materiales que necesitan, olvidarán su pasado, olvidarán cómo el Señor los condujo a través de “aquel grande y terrible desierto” (Deut. 1:19), y de hecho pensarán que fue su inteligencia y su talento lo que les permitió tener tanto éxito.

Esto es precisamente lo que el Señor les estaba advirtiendo que no hicieran (y lamentablemente, en especial cuando uno lee a los profetas posteriores, esto es exactamente lo que les sucedió). Por lo tanto, en medio de esta prosperidad, Moisés les dice que recuerden que fue solo el Señor quien hizo esto por ellos y que no se dejen engañar por las bendiciones materiales que él les había dado. Siglos más tarde, el mismo Jesús advirtió, en la parábola del sembrador, acerca del “engaño de las riquezas” (Mar. 4:19).

No importa cuánto dinero ni posesiones materiales tengamos aquí, todos somos de carne y hueso, y nos espera un hoyo en el suelo. ¿Qué debería decirnos esto acerca de los peligros provenientes de la riqueza, en el sentido de que la riqueza puede hacernos olvidar nuestra necesidad del Único que puede librarnos de ese hoyo en el suelo?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día. Deuteronomio 8:18..

Es Dios quien da al hombre el aliento de vida. Nosotros no podemos crearlo. Solo podemos tomar lo que Dios ha creado… Todo lo que poseéis es don suyo, pues no teníais nada con que crearlo o adquirirlo. Se os ha dado, no para que llegue a ser una cuña que os separe de él, sino para ayudaros en realizar su servicio…

Dios demanda a los que él ha confiado sus dones que los administren fielmente, para demostrar al mundo que están trabajando por la salvación de los pecadores. Demanda a los que profesan estar bajo su dirección, que no desvirtúen su carácter… Diariamente él nos colma con beneficios… Llevando la corona de su favor real, glorifiquémoslo, compartiendo con otros la abundancia con que nos ha colmado (En los lugares celestiales, p. 304).

Todo lo que poseemos es del Señor y somos responsables ante él del uso que le demos. En el empleo de cada centavo se verá si amamos a Dios por encima de todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

El dinero tiene gran valor porque puede hacer mucho bien. En manos de los hijos de Dios es alimento para el hambriento, bebida para el sediento, y vestido para el desnudo. Es una defensa para el oprimido y un medio de ayudar al enfermo. Pero el dinero no es de más valor que la arena, a menos que sea usado para satisfacer las necesidades de la vida, beneficiar a otros, y hacer progresar la causa de Cristo.

La riqueza atesorada no es meramente inútil: es una maldición. En esta vida es una trampa para el alma, pues aparta los afectos del tesoro celestial (Palabras de vida del gran Maestro, p. 287).

Algunos aman este mundo tanto que ahoga su amor por la verdad. A medida que sus tesoros aumentan aquí, disminuye su interés por los tesoros celestiales. Entre mas posesiones tengan en este mundo, más las acogen, como si temieran que su tesoro codiciado les fuera quitado. Entre más tengan, menos tienen disponible para darle a los -demás, porque entre más tienen, más pobres se sienten. ¡Oh, el engaño de las riquezas! No percibirán las necesidades de la causa de Dios.

Vi que Dios podía hacer llover medios del cielo para llevar a cabo su obra, pero nunca haría esto. Es contrario a su plan. Ha confiado a los hombres de la tierra medios suficientes para el adelanto de su obra, y si todos cumpliesen con su deber, no habría escasez. Pero algunos no prestarán atención al llamado por sus bienes. Están dispuestos a ver cómo avanza la obra de Dios. Están ansiosos por ver prosperar la causa, siempre y cuando puedan conservar sus riquezas y no tengan que hacer ningún sacrificio, solo brindar una pequeña cantidad de vez en cuando. Deberían avergonzarse de dar tan poco y de hacerlo a regañadientes. Dijo el ángel: «Dios ama al dador alegre» (Spiritual Gifts, t. 2, p. 267).


Jueves 2 de diciembre______________________________________________________________

ACUÉRDATE DE QUE FUISTE SIERVO

Lee Deuteronomio 5:15; 6:12; 15:15; 16:3 y 12; y 24:18 y 22. ¿Qué quería específicamente el Señor que nunca olvidaran, y por qué?

Deuteronomio 5:15

15 Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.

Deuteronomio 6:12

12 cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.

Deuteronomio 15:15

15 Y te acordarás de que fuiste siervo en la tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te rescató; por tanto yo te mando esto hoy.

Deuteronomio 16:3 y 12

No comerás con ella pan con levadura; siete días comerás con ella pan sin levadura, pan de aflicción, porque aprisa saliste de tierra de Egipto; para que todos los días de tu vida te acuerdes del día en que saliste de la tierra de Egipto.

12 Y acuérdate de que fuiste siervo en Egipto; por tanto, guardarás y cumplirás estos estatutos.

Deuteronomio 24:18 y 22

18 sino que te acordarás que fuiste siervo en Egipto, y que de allí te rescató Jehová tu Dios; por tanto, yo te mando que hagas esto.

22 Y acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto; por tanto, yo te mando que hagas esto.

Como hemos visto, en todo el Antiguo Testamento, el Señor constantemente les recordaba el Éxodo, su liberación milagrosa de Egipto por parte de Dios. Hasta el día de hoy, miles de años después, los judíos practicantes guardan la celebración de la Pascua, un monumento conmemorativo de lo que el Señor ha hecho por ellos. “Y cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, guardaréis este rito. Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el pueblo se inclinó y adoró” (Éxo. 12:25–27).

Para la iglesia de hoy, la Pascua es un símbolo de la liberación que se nos ha ofrecido en Cristo: “Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Cor. 5:7).

Lee Efesios 2:8 al 13. ¿Qué se les pide a estos creyentes gentiles que recuerden? ¿Qué paralelismo encuentras con lo que se les dijo a los hebreos en Deuteronomio que recordaran también?

Efesios 2:8-13

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. 11 Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. 12 En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.

Pablo quería que estas personas recordaran lo que Dios había hecho por ellas en Cristo, de qué las había salvado y lo que ahora tenían por la gracia de Dios. Al igual que con los hijos de Israel, no había nada en ellas que mereciera la aprobación de Dios. Era solo la gracia de Dios, que les fue dada, a pesar de que eran “ajenos a los pactos de la promesa”, lo que los llevó a ser quienes eran en Cristo Jesús.

Seamos israelitas en el desierto, cristianos en Éfeso o adventistas del séptimo día en cualquier parte del mundo, es fundamental que recordemos siempre, y que no olvidemos, lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. No es de extrañar, entonces, que nos lleguen estas palabras: “Sería bueno que cada día dedicásemos una hora de reflexión en la contemplación de la vida de Cristo. Deberíamos tomarla punto por punto, y dejar que la imaginación se posesione de cada escena, especialmente de las finales. Mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él será más constante, se reavivará nuestro amor, y seremos más profundamente imbuidos de su Espíritu” (DTG 63).

ESPÍRITU DE PROFECÍA

[Cristo y sus discípulos] se habían reunido para celebrar la Pascua. El Salvador deseaba observar esta fiesta a solas con los doce. Sabía que había llegado su hora; él mismo era el verdadero cordero pascual, y en el día en que se comiera la pascua, iba a ser sacrificado. Estaba por beber la copa de la ira; pronto iba a recibir el bautismo final de sufrimiento. Pero le quedaban todavía algunas horas de tranquilidad, y quería emplearlas para beneficio de sus amados discípulos…

Estaba ahora en la misma sombra de la Cruz, y el dolor torturaba su corazón… Sabía cuán grande era el sacrificio que debía hacer, y para cuántos sería en vano. Sabiendo todo lo que le esperaba, habría sido natural que estuviese abrumado por el pensamiento de su propia humillación y sufrimiento. Pero miraba como suyos a los doce que habían estado con él y que, pasados el oprobio, el pesar y los malos tratos que iba a soportar, habían de quedar a luchar en el mundo. Sus pensamientos acerca de lo que él mismo debía sufrir estaban siempre relacionados con sus discípulos. No pensaba en sí mismo. Su cuidado por ellos era lo que predominaba en su ánimo (El Deseado de todas las gentes, pp. 598, 599).

Dios no podía expresar un amor mayor del que ha expresado al dar al Hijo de su predilección a este mundo. Este don fue dado al hombre para convencerlo de que Dios no ha dejado sin hacer nada que pudiera haber hecho, que no queda nada en reserva, sino que todo el cielo ha sido derramado en un solo don inconmensurable. La felicidad presente y eterna del hombre, consiste en recibir el amor de Dios y en guardar los mandamientos divinos.

Cristo es nuestro Redentor. El es el Verbo que se hizo carne y moró entre nosotros. El es la fuente en la cual podemos ser lavados y limpiados de toda impureza. El es el costoso sacrificio que ha sido dado para la reconciliación del hombre. El universo del cielo, los mundos que no han caído, el mundo caído y la confederación del mal, no pueden decir que Dios habría podido hacer más por la salvación del hombre. Su don nunca podrá ser sobrepasado, nunca podrá Dios manifestar una profundidad de amor más rica. El Calvario representa su obra cumbre.

El Señor quiere que sus seguidores se extasíen con Dios a través del conocimiento de su carácter paternal (Nuestra elevada vocación, p. 15).

Como he participado en todo paso de avance hasta nuestra condición presente, al repasar la historia pasada puedo decir: «¡Alabado sea Dios!» Al ver lo que el Señor ha hecho, me lleno de admiración y de confianza en Cristo como director. No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada.

Somos deudores a Dios de usar toda ventaja que nos ha confiado para hermosear la verdad con la santidad de carácter, y para enviar el mensaje de advertencia, de consuelo, de esperanza y amor, a los que están en las tinieblas del error y del pecado (Notas biográficas de Elena G. de White, p. 216).


Viernes 3 de diciembre_____________________________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

“¡Cuán grandes fueron la condescendencia y la compasión que Dios manifestó hacia sus criaturas descarriadas al colocar el bello arco iris en las nubes como señal de su pacto con el hombre! El Señor declaró que al ver el arco iris recordaría su pacto. Esto no significa que olvidaría, sino que nos habla en nuestro propio lenguaje, para que podamos comprenderlo mejor. Era el propósito de Dios que cuando los niños de las generaciones futuras preguntasen por el significado del glorioso arco que se extiende por el cielo sus padres les repitiesen la historia del Diluvio, y les explicasen que el Altísimo había combado el arco, y lo había colocado en las nubes para asegurarles que las aguas no volverían jamás a inundar la Tierra. De esta manera, de generación en generación, el arco iris sería un testimonio del amor divino hacia el hombre, y fortalecería su confianza en Dios” (PP 97).

Desde la fundación del cristianismo, nunca ha habido una iglesia que haya participado de la riqueza y las comodidades de las que disfruta hoy la iglesia en algunos países del mundo. La pregunta es ¿a qué costo? Seguramente esa opulencia influye en nuestra espiritualidad, y no para bien. ¿Cómo sería posible? ¿Desde cuándo la riqueza y la abundancia material han fomentado las virtudes cristianas de la abnegación y el espíritu de sacrificio? En la mayoría de los casos, sucede lo opuesto: cuanto más tiene la gente, más autosuficiente se vuelve y menos suele depender de Dios. La riqueza y la prosperidad, por muy bonitas que sean, vienen acompañadas de muchas trampas espirituales peligrosas.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Analicen el tema de cómo la riqueza (que puede ser muy relativa; es decir, alguien que no se considera rico en su país puede ser visto como súper rico por los de otro país) impacta en nuestra espiritualidad. ¿De qué manera los que “tienen dinero” pueden protegerse de algunos de los peligros espirituales que puede generar la riqueza?
  2. En clase, hablen de las escenas finales de la vida de Cristo y lo que nos dicen sobre el amor de Dios por nosotros y por qué nunca debemos olvidar la realidad de ese amor. ¿Qué otras cosas se te ocurren que revelen la bondad de Dios y por qué debemos tener siempre presente esta realidad?
  3. Algunos científicos dicen que no hubo ningún diluvio universal, a pesar de que la Biblia dice que sí lo hubo (y está el arco iris). Algunos dicen que tampoco hubo Creación de seis días, a pesar de que la Biblia dice que sí la hubo (y está el sábado para recordarla). ¿Qué debería decirnos esto sobre cuán poderoso y negativo puede ser el impacto de la cultura en la fe?