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Lección 13 – EL CIELO, LA EDUCACIÓN Y EL ETERNO APRENDIZAJE – Para el 26 de diciembre de 2020


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Lección 13: Para el 26 de diciembre de 2020

EL CIELO, LA EDUCACIÓN Y EL ETERNO APRENDIZAJE

Sábado 19 de diciembre__________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Juan 3:16; 1 Juan 5:13; 1 Timoteo 1:16; 1 Corintios 13:12; Zacarías 13:6.

PARA MEMORIZAR:

“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor. 2:9).

Un poeta que temía a la muerte se preguntaba cómo alguien podía vivir sin “saber con certeza qué amanecer, qué muerte, qué destino, le esperaba a la conciencia más allá de la tumba”. Creó, en su poema, lo que dio en llamar el IPMA, el Instituto de Preparación para el Más Allá. No obstante, ¿cómo podríamos prepararnos para el más allá, si ni siquiera sabemos lo que pasa con una persona allí?

Afortunadamente, la Biblia nos da una visión amplia del tema del cielo, la Tierra Nueva, la educación y la vida que tendremos durante toda la eternidad. Como hemos visto durante todo el trimestre, el IPMA es aquí y ahora, en esta vida; y toda nuestra educación, independientemente del campo de estudio, debería estar preparándonos para ese “más allá”.

Esta semana veremos lo que nos dice la Inspiración sobre la mejor escuela de posgrado, una escuela que dura para siempre y donde estaremos aprendiendo y creciendo a lo largo de toda la eternidad.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Largo tiempo hemos esperado el retomo del Salvador, pero ello no quita seguridad a su promesa. Pronto estaremos en la patria prometida. Allí Jesús nos conducirá junto al vivo caudal que fluye del trono de Dios y nos explicará las obscuras providencias por las cuales nos hizo pasar en esta tierra para perfeccionar nuestro carácter. Allí contemplaremos con límpida visión las bellezas del Edén restaurado. Arrojando a los pies del Redentor las coronas que puso sobre nuestras cabezas y tocando nuestras arpas de oro, llenaremos todo el cielo con las alabanzas del que está sentado en su trono.

Todo lo hermoso de nuestra patria terrenal ha de recordamos el río de cristal y los campos verdes, los árboles ondeantes y las fuentes de aguas vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestra patria celestial, el mundo de una belleza que ningún pintor puede reproducir y que ninguna lengua humana puede describir. «Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado para aquellos que le aman». 1 Corintios 2:9 (El hogar cristiano, pp. 493, 494).

El apóstol Pablo fue grandemente honrado por Dios, pues fue arrebatado en visión santa hasta el tercer cielo, donde contempló escenas cuyas glorias no podrían ser reveladas a los mortales…

Le fueron revelados [a Pablo] misterios que habían estado ocultos durante siglos, y se le dio a conocer tanto como pudo recibir de las formas en que actúa Dios y de cómo trata con las mentes humanas…

Pablo tuvo una visión del cielo, y al ocuparse de las glorias de allí, lo mejor que podía hacer era no tratar de describirlas. Nos dice que ojo no había visto ni oído, ni han subido en corazón de hombre, las cosas que Dios ha preparado para los que le aman. De modo que podéis llegar al límite de vuestra imaginación, podéis usar vuestras facultades hasta lo máximo para que abarquen y consideren el eterno peso de gloria, y sin embargo vuestros sentidos limitados, desfallecientes y cansados con el esfuerzo, no pueden captarlo porque hay un infinito más allá. Se necesitará de toda la eternidad para desplegar las glorias y revelar los preciosos tesoros de la Palabra de Dios (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 6, pp. 1106, 1107).

¿Os parece que no aprenderemos nada allí [en el cielo]? No tenemos la menor idea de Jo que se abrirá entonces delante de nosotros. Con Cristo andaremos al lado de las aguas vivas. Nos revelará la hermosura y gloria de la naturaleza. Nos revelará lo que él es para nosotros, y lo que somos para él. Conoceremos entonces la verdad que no podemos conocer ahora, por causa de nuestras limitaciones finitas…

El cielo es una escuela; su campo de estudio, el universo; su maestro, el Ser infinito. En el Edén fue establecida una dependencia de esta escuela y, una vez consumado el plan de redención, se reanudará la educación en la escuela del Edén (El hogar cristiano, p. 496).

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Lección 13 | Domingo 20 de diciembre__________________________________

EL DESTINO DE LOS MUERTOS

En el siglo XVII, el gran científico y filósofo francés Blas Pascal se dio a reflexionar sobre el estado de la humanidad. Para él, había un tema muy claro: por más tiempo que viviera un ser humano (y en ese entonces no vivían tanto), y por más buena que fuera la vida de esa persona (y la vida no era tan extraordinaria tampoco), tarde o temprano esa persona iba a morir.

Por otra parte, para él, lo que sucedía después de la muerte era más largo, infinitamente más largo, que el corto período de vida aquí que precedía a la muerte. Por lo tanto, para Pascal, lo más lógico que una persona podía o debía averiguar era qué destino les espera a los muertos, y se sorprendió al ver que la gente se ponía nerviosa por cosas como “la pérdida del cargo, o por algún insulto imaginario contra su honor”, pero no prestaba atención a la pregunta de lo que sucedía después de la muerte.

Pascal tenía razón. E indudablemente por ese motivo la Biblia dedica mucho tiempo a hablar de la promesa para los que han encontrado la salvación en Jesús, la promesa de lo que les espera en el futuro.

Lee los siguientes versículos. ¿Qué esperanza se nos ofrece? Juan 6:54; 3:16; 1 Juan 5:13; 1 Timoteo 1:16; Juan 4:14; 6:40; Judas 1:21; Tito 3:7.

Juan 6:54

54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Juan 3:16

16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

1 Juan 5:13

13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.

1 Timoteo 1:16

16 Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.

Juan 4:14

14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.

Juan 6:40

40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.

Judas 1:21

21 conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.

Tito 3:7

para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna.

La vida eterna tiene mucho sentido en razón de la Cruz; a la luz de la Cruz, nada tiene sentido salvo la vida eterna. Que el Creador de los mundos, el que “hizo el universo” (Heb. 1:2), aquel en quien “vivimos, y nos movemos, y somos” (Hech. 17:28), Dios, tuviese que encarnarse como ser humano y morir en esa carne… ¿para qué? ¿Para que finalmente nos pudramos, como un animal muerto en la carretera?

Por eso, el Nuevo Testamento viene lleno de promesas de vida eterna, porque solo lo eterno garantiza la restitución. Un millón de años, incluso mil millones de años aquí, quizá no posean suficientes buenos momentos para compensar los malos. Solo la Eternidad puede equilibrar todas las cosas; y mucho más, porque lo infinito es más que lo finito, y siempre infinitamente.

Pascal tenía razón: nuestro tiempo aquí es muy limitado en contraste con lo que está por venir. Qué tontera es no estar preparados para la eternidad que tenemos por delante.

¿Qué le dirías a alguien que muestra total indiferencia por lo que suceda después de la muerte? ¿Cómo puedes ayudar a esa persona a ver cuán ilógica es realmente esa postura?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Nadie necesita perder la vida eterna. Todo el que elige diariamente aprender del Maestro celestial hará segura su vocación y elección. Humillemos nuestro corazón delante de Dios y continuemos conociendo a Aquel cuyo conocimiento correcto es vida eterna.

«Procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo». 2 Pedro 1:10, 11…

¡Qué seguridad! ¡Qué esperanza! Revelemos siempre al mundo que estamos buscando una patria mejor, celestial. El cielo ha sido hecho para nosotros, y queremos una parte en él. No podemos permitir que nada nos separe de Dios y del cielo. En esta vida debemos ser participantes de la naturaleza divina. Hermanos y hermanas, tenéis solo una vida que vivir. Sea una vida de virtud, y oculta con Cristo en Dios (En los lugares celestiales, p. 31).

Si mediante la fe el hombre llega a ser uno con Cristo, puede ganar vida eterna. Dios ama a los que son redimidos mediante Cristo así como ama a su Hijo. ¡Qué pensamiento! ¿Puede amar Dios al pecador como ama a su propio Hijo? Sí, Cristo ha dicho esto y él se propone hacer exactamente lo que dice. Él honrará todos nuestros proyectos, si nos aferramos de sus promesas mediante una fe viviente y ponemos nuestra confianza en él. Mirad a él, y vivid. Todos los que obedecen a Dios están comprendidos en la oración que Cristo ofreció a su Padre: «Les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos». Juan 17:26. ¡Maravillosa verdad, demasiado difícil para que la comprenda la humanidad!

Cristo declara: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás». Juan 6:35. «Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero». Juan 6:40 (Mensajes selectos, t. 1, pp. 352, 353).

Jesús viene pronto, y nuestra posición debería caracterizarse por una actitud de espera y de vigilia en anticipación a su llegada. No deberíamos permitir que nada se interponga entre Jesús y nosotros. Aquí tenemos que aprender el cántico del cielo, para que cuando nuestra lucha haya concluido nos podamos unir al himno de los ángeles celestiales en la ciudad de Dios. ¿Cuál es ese canto? Es la alabanza, el honor y la gloria que se le rinden a Aquel que está sentado sobre el trono y al Cordero por los siglos de los siglos. Encontraremos oposición; la gente nos odiará por causa de Cristo, y también lo hará Satanás, porque sabe que con los seguidores de Cristo existe una fuerza divina que debilitará su influencia. No podemos escapar de su censura…

El apóstol Pablo nos exhorta: »No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón». Luego agrega: «Mas el justo vivirá por fe». Hebreos 10:38 (Exaltad a Jesús, p. 366).

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Lunes 21 de diciembre | Lección 13______________________________________

UNA EXISTENCIA NUEVA

“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). ¿Cuán diferente de este mundo será nuestra nueva existencia, una existencia en la que ya no habrá muerte, tristeza ni dolor?

Un cristiano estaba hablando con un amigo sobre la esperanza del evangelio, la promesa de la vida eterna a través de Jesucristo. Esta persona respondió negativamente a la idea en general. “¿Vida eterna?”, expresó, estremecido. “¡Qué pensamiento tan horrible! Nuestros setenta u ochenta años aquí ya son bastante malos. ¿Quién querría prolongar esto para siempre? ¡Eso sería un infierno!”

Esta persona tendría razón, si no fuera porque no entendió que la promesa de la vida eterna no es una mera continuación de esta vida aquí. Por favor, ¿quién querría eso? Al contrario, como dice el versículo anterior, las cosas viejas pasaron y todas las cosas se habrán vuelto nuevas.

¿Qué nos dicen los siguientes pasajes sobre la nueva existencia prometida?

2 Pedro 3:10–13

10 Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! 13 Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia.

Apocalipsis 21:1–6

1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.

Lo importante para nosotros en todo esto es: ¿Qué se necesita para ser parte de esta nueva existencia? ¿Cómo llegamos allí? ¿Cómo podemos estar seguros de que seremos parte de esto? ¿Qué cosas en nuestra vida, si las hay, podrían interponerse en el camino para llegar a ser parte de lo que Dios nos ha prometido a través de Jesús?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

En la tierra renovada, los redimidos participarán en las ocupaciones y los placeres que daban felicidad a Adán y Eva en el principio. Se vivirá la existencia del Edén, en huertos y campos. «Y edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán, y otro morará; no plantarán y otro comerá: porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos perpetuarán las obras de sus manos».

Allí se desarrollará toda facultad y toda aptitud aumentará. Se llevarán adelante las mayores empresas, se lograrán las más elevadas aspiraciones y se realizarán las mayores ambiciones. Y aún se levantarán nuevas alturas a las cuales llegar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que despertarán las facultades del cuerpo, la mente y el alma (El hogar cristiano, pp. 497, 498).

Podemos tener una visión del futuro, de la bienaventuranza en el cielo. En la Biblia se revelan visiones de la gloria futura, escenas bosquejadas por la mano de Dios, las cuales son muy estimadas por su iglesia. Por la fe podemos estar en el umbral de la ciudad eterna, y oír la bondadosa bienvenida dada a los que en esta vida cooperaron con Cristo, considerándose honrados al sufrir por su causa. Cuando se expresen las palabras: «Venid, benditos de mi Padre», pondrán sus coronas a los pies del Redentor, exclamando: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza… Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás». Mateo 25:34; Apocalipsis 5:12, 13.

Allí los redimidos darán la bienvenida a los que los condujeron al Salvador, y todos se unirán para alabar al que murió para que los seres humanos pudiesen tener la vida que se mide con la de Dios. El conflicto terminó. La tribulación y la lucha están en el pasado. Himnos de victoria llenan todo el cielo al elevar los redimidos el gozoso cántico: Digno, digno es el Cordero que fue muerto, y que vive nuevamente como conquistador triunfante (Los hechos de los apóstoles, pp. 480,481).

Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios…

Dejad que esta fe os guíe a lo largo de la senda estrecha que, pasando por las puertas de la ciudad de Dios, nos lleva al gran más allá, al amplio e ilimitado futuro de gloria destinado a los redimidos (Maranata: el Señor viene, pp. 363, 364).

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Lección 13 | Martes 22 de diciembre____________________________________

ENTONCES CONOCEREMOS

“El cielo es una escuela; su campo de estudio, el Universo; su Maestro, el Ser infinito. En el Edén fue establecida una filial de esa escuela y, una vez consumado el plan de redención, se reanudará la educación en la escuela del Edén” (Ed 301).

Si eres como la mayoría, tienes muchos interrogantes: interrogantes sobre el pecado, el sufrimiento, la enfermedad, la muerte; sobre por qué sucedió esto, o aquello o lo otro.

También tenemos preguntas sobre el mundo natural y todos sus misterios. Por más que la ciencia haya logrado avances increíbles al ayudarnos a comprender más sobre el mundo y el Universo en general, aún queda mucho por hacer.

Desde las formas de vida más simples hasta el cielo sobre nuestra cabeza, desde el movimiento de las partículas subatómicas hasta las galaxias en sus órbitas, que se encuentran dispersas por el cosmos, nos enfrentamos a una realidad que es mucho más grandiosa y profunda de lo que nuestra mente ahora puede comprender, especialmente con el poco tiempo que tenemos aquí y ahora para estudiar estas cosas por nuestra cuenta.

Por otro lado, al tener una eternidad para estudiar, entonces sin duda resolveremos muchos misterios.

¿Qué nos dicen los siguientes versículos sobre lo que aprenderemos una vez que este triste capítulo de pecado, sufrimiento y muerte finalmente haya terminado?

1 Corintios 13:12

12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.

1 Corintios 4:5

Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.

Se nos promete que entenderemos las cosas que, por ahora, permanecen ocultas para nosotros. ¡Qué maravillosa esperanza, también, que una vez que veamos y comprendamos cosas que ahora parecen tan difíciles no tendremos más que alabanzas para Dios! La clave para nosotros ahora es mantener la fe, confiar en las promesas de Dios, vivir de acuerdo con la luz que tenemos y perseverar hasta el final. Y lo bueno es que “todo lo [podemos] en Cristo que [nos] fortalece” (Fil. 4:13).

¿Qué dudas serias pesan sobre tu corazón? ¿Qué cosas te parecen ahora tan incomprensibles? Aprender a confiar en Dios por las cosas que entiendes, ¿de qué manera puede ayudarte con las cosas que, por ahora, no entiendes?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

[C]uando el corazón cede a la influencia del Espíritu de Dios, la conciencia se vivifica y el pecador discierne algo de la profundidad y santidad de la sagrada ley de Dios, fundamento de su gobierno en los cielos y en la tierra. «La Luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este mundo», (Juan 1 :9) ilumina las cámaras secretas del alma, y quedan reveladas las cosas ocultas. La convicción se posesiona de la mente y del corazón. El pecador reconoce entonces la justicia de Jehová, y siente terror de aparecer en su iniquidad e impureza delante del que escudriña los corazones. Ve el amor de Dios, la belleza de la santidad y el gozo de la pureza. Ansía ser purificado y restituido a la comunión del cielo (El camino a Cristo, p. 24).

Tal vez haya algunas cosas que no entendemos en este mundo. Algunas partes de la Biblia nos parecen misteriosas, porque están fuera del alcance de nuestro entendimiento finito. Pero cuando el Salvador nos conduzca junto a las aguas vivas, nos hará comprender Jo que antes no entendíamos claramente.

Cuando pienso en la gloria futura del cielo, experimento el intenso deseo de que todos los seres vivos se enteren de ello… Deseo levantarlo ante la gente corno el poderoso Sanador…

Es de suma importancia el que andemos tras las cosas espirituales o las terrenales. Estas últimas pronto pasarán. En estos tiempos se ve la destrucción de muchos tesoros terrenales. Hay «terremotos por los lugares», y se multiplican las tribulaciones y dificultades por todas partes. Mas nosotros tenemos el privilegio de preparamos para convertimos en miembros de la familia celestial, en hijos del Rey del cielo (Mi vida hoy, p. 353).

Entre la escuela establecida al principio en el Edén y la escuela futura, se extiende todo el período de la historia de este mundo, historia de la transgresión y del sufrimiento humano, del sacrificio divino, y de la victoria sobre la muerte y el pecado… Restaurado a la presencia de Dios, el hombre volverá a ser enseñado por él, como en el principio: «Conocerá mi pueblo la virtud de mi Nombre:… en aquel día conocerán que yo soy aquel que dice: ¡Heme aquí!»…

¡Qué campo se abrirá allí a nuestro estudio cuando se quite el velo que obscurece nuestra vista y nuestros ojos contemplen ese mundo de belleza del cual ahora tenemos vislumbres por medio del microscopio; cuando contemplemos las glorias de los cielos estudiados ahora por medio del telescopio; cuando, borrada la mancha del pecado, toda la tierra aparezca en «la hermosura de Jehová nuestro Dios! (El hogar cristiano, pp. 496, 497).

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Miércoles 23 de diciembre | Lección 13_________________________________

LA ESCUELA EN EL MÁS ALLÁ

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Cor. 4:17, 18). ¿Qué esperanza nos ofrecen estos versículos? ¿Cuáles podrían ser algunas de estas cosas eternas invisibles que estamos esperando, que se nos promete a través de Jesús? Ver, además, Apocalipsis 21:1 y 2; 2:7; y 7:14 al 17.

Apocalipsis 21:1-2

1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.

Apocalipsis 2:7

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.

Apocalipsis 7:14-17

14 Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

Más allá de que las promesas que se nos ofrecen en Jesús son reales, que tenemos muchas buenas razones para creer en ellas, el hecho es que la Biblia nos da pistas, vislumbres, de lo que nos espera. Sin embargo, una cosa de la que podemos estar seguros es que será extraordinario, porque ¡piensa qué magnífica sería la vida en una existencia sin los estragos del pecado!

Todo nuestro dolor, todo nuestro sufrimiento, todas las cosas con las que luchamos aquí provienen del pecado y sus consecuencias. Cristo vino a deshacer todo eso, y restaurará la Tierra a lo que Dios originalmente había querido que fuera antes de que el pecado entrara. De hecho, será mejor, porque en medio de todas estas glorias siempre podremos ver las cicatrices en las manos y los pies de Jesús, el costo de nuestra redención.

“¡Qué campo se abrirá allí a nuestro estudio, cuando se descorra el velo que oscurece nuestra vista y nuestros ojos contemplen ese mundo de belleza del cual ahora tenemos apenas vislumbres por medio del microscopio! ¡Cuando contemplemos las glorias de los cielos estudiados ahora por medio del telescopio! ¡Cuando, borrada la mancha del pecado, toda la Tierra aparezca en ‘la hermosura de Jehová nuestro Dios’! Allí, el estudioso de la ciencia podrá leer los informes de la Creación sin hallar señales de la ley del mal. Escuchará la música de las voces de la naturaleza, y no descubrirá ninguna nota de llanto ni voz de dolor. En todas las cosas creadas descubrirá una escritura, en el vasto Universo contemplará ‘el nombre de Dios escrito en grandes caracteres’, y ni en la tierra, ni en el mar, ni en el cielo quedará señal del mal” (Ed 303).

Trata de imaginar cómo será vivir para siempre en un mundo completamente nuevo, sin todo lo que dificulta tanto la vida aquí. ¿Cómo te lo imaginas? ¿Qué cosas esperas especialmente?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Allí las mentes inmortales estudiarán con deleite inextinguible las maravillas del poder creador, los misterios del amor redentor. No habrá ningún adversario cruel y engañador para tentamos a olvidamos de Dios. Toda facultad será desarrollada, toda capacidad aumentada. La adquisición de conocimientos no cansará la mente ni desgastará las energías. Se llevarán a cabo las más grandes empresas, se alcanzarán las más elevadas aspiraciones, se realizarán las más elevadas ambiciones; y aún surgirán nuevas alturas que alcanzar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos propósitos para ocupar las facultades de la mente, el alma y el cuerpo.

Y al transcurrir los años de la eternidad, ofrecerán más ricas y gloriosas revelaciones de Dios y de Cristo. Así corno el conocimiento es progresivo, también el amor, la reverencia y la felicidad aumentarán. Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, más admirarán su carácter. Al revelarles Jesús las riquezas de la redención y las sorprendentes realizaciones logradas en el gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos latirán con más ferviente devoción, y tañerán las arpas de oro con mano segura. Y entonces diez mil, y miles de miles de voces se unirán para incrementar el poderoso coro de alabanza (La historia de la redención, pp. 452, 453).

[S)e acerca el día cuando habrá terminado la batalla y la victoria habrá sido ganada. La voluntad de Dios ha de cumplirse en la tierra corno en el cielo. Las naciones de los salvados no conocerán otra ley que la del cielo. Todos constituirán una familia dichosa, unida, vestida con las prendas de alabanza y de acción de gracias: con el manto de la justicia de Cristo. Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y adoración. El mundo quedará bañado en luz celestial. La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol siete veces más intensa que ahora. Los años transcurrirán alegremente. Y sobre todo las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo declararán a una voz que «ya no habrá más pecado, ya no habrá más muerte».

Estas visiones de la gloria futura, descritas por la mano de Dios, deberían ser de gran valor para sus hijos.

Deteneos en el umbral de la eternidad y oíd la misericordiosa bienvenida dada a los que en esta vida cooperaron con Cristo y consideraron como un privilegio y un honor sufrir por su causa. Con los ángeles, echan sus coronas a los pies del Redentor, exclamando: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza…. Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, para siempre jamás». Apocalipsis 5:12, 13 (El ministerio de curación, pp. 404,405).

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Lección 13 | Jueves 24 de diciembre____________________________________

EL GRAN MAESTRO

Como hemos visto durante todo este trimestre, un aspecto central del ministerio de Cristo aquí, en la Tierra, fue ser maestro. Desde el comienzo de su ministerio, ya sea mediante actos o hechos, Jesús estaba constantemente enseñando a sus seguidores verdades acerca de sí mismo, sobre el Padre, sobre la salvación y sobre la esperanza venidera (ver Mat. 5:2; Mar. 4:2; Luc. 19:47; Juan 6:59).

De hecho, con solo leer un Evangelio, cualquier Evangelio, de principio a fin encontrarás a Jesús enseñando. Y aunque, incluso ahora, a través de su Palabra, el Señor continúa enseñándonos, en el nuevo mundo esta enseñanza continuará también. Pero imagina cuán diferente será en una existencia libre de pecado y de todas las limitaciones que el pecado nos impone.

“Y le preguntarán: ¿Qué heridas son estas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos” (Zac. 13:6). ¿De qué crees que está hablando este versículo?

“Y, a medida que transcurran los años de la eternidad, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más aprendan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la Redención y las proezas asombrosas en el gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con devoción siempre más ferviente, y con arrebatador gozo tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza. […]

“El Gran Conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el Universo está limpio. Una misma pulsación de armonía y júbilo late a través de la vasta Creación. Del Ser que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más grande, todas las cosas, animadas e inanimadas, declaran, en su belleza sin mácula y en gozo perfecto, que Dios es amor” (CS 736, 737).

De todas las verdades increíbles que aprenderemos a través de la eternidad, nada nos cautivará más que el sacrificio de Cristo en nuestro favor. Piensa en cuánta profundidad y riqueza tendrá, que lo estudiaremos por toda la eternidad. Incluso en nuestros días, ¿cómo puedes aprender a apreciar mejor lo que Jesús ha hecho por nosotros en la Cruz?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron». Apocalipsis 21:1. El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de maldición…

Solo queda un recuerdo: Nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado… En sus manos y su costado heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, «allí mismo está el escondedero de su poder». «Poderoso para salvar» por el sacrificio de la redención, fue por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para con aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder…

Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y vean la gloria eterna del Padre brillar en su rostro; cuando contemplen su trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin, entonces prorrumpirán en un cántico de júbilo: «¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y nos ha, redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!» (Maranata: el Señor viene, pp. 373, 374).

Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos -mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con indescriptible dicha los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara consideran la magnificencia de la creación -soles y estrellas y sistemas planetarios que en el orden a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas basta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder (El hogar cristiano, p. 497).

La ciencia de la redención es la más grande de todas las ciencias; es la que estudian los ángeles y todos los seres de los mundos no caídos; es la ciencia que interesa al Señor y Salvador, y penetra en los propósitos madurados en la mente Infinita, mantenidos en silencio durante siglos eternos; es la ciencia que estudiarán los redimidos en el curso de la eternidad. Este es el estudio más elevado a que puede dedicarse un ser humano. Como ningún otro, avivará la mente y elevará el alma…

El estudio de la encamación de Cristo, su sacrificio expiatorio y su obra mediadora, ocuparán la mente del alumno diligente mientras dure el tiempo; y al pensar en el cielo y los siglos innumerables, exclamará: «Grande es el misterio de la piedad» (Maranata: el Señor viene, p. 376).

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Viernes 25 de diciembre | Lección 13____________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

Lee Elena de White, La educación, “La escuela del más allá”, pp. 301-309; El conflicto de los siglos, “El fin del conflicto”, pp. 720-737.

“El león, al que tanto tememos aquí, se acostará con el cordero; todo en la Tierra nueva será paz y armonía. Los árboles serán derechos y elevados, y no tendrán ninguna deformidad. […]

“Todo lo que hay de bello en nuestro hogar terrenal tendría que hacernos pensar en el río de cristal y los verdes prados, los árboles cimbreantes y las fuentes vivas, la ciudad resplandeciente y los cantores vestidos de blanco de nuestro hogar celestial, mundo de hermosura que ningún artista puede representar en el lienzo, y que ninguna lengua mortal puede describir” (MSV 366, 367).

“El temor de hacer aparecer la futura herencia de los santos demasiado material ha inducido a muchos a espiritualizar esas verdades que nos hacen considerar la Tierra como nuestra morada. Cristo aseguró a sus discípulos que iba a preparar mansiones para ellos en la casa del Padre. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no ignorarán por completo lo que se refiere a la Patria celestial […]. El lenguaje humano es inadecuado para describir la recompensa de los justos. Solo la conocerán quienes la contemplen. Ninguna mente finita puede comprender la gloria del Paraíso de Dios” (CS 733).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Analicen un poco más el argumento de Pascal, sobre los que aparentemente no se preocupan por lo que habrá en la Eternidad. ¿Por qué crees que la gente asume esta actitud? ¿Por qué tener esa actitud es tan irracional?
  2. Expláyense más sobre lo siguiente: ¿Por qué la esperanza de la vida eterna es tan importante para nuestra fe? Sin ella, ¿por qué no tenemos nada, en realidad?
  3. Piensen en todos los misterios increíbles que existen en el mundo natural. Ya sea en biología, geología, astronomía, física, química, en todos los campos todo resulta ser mucho más complejo de lo que se pensaba originalmente. Los científicos, por ejemplo, ya no hablan de “formas de vida simples” porque, como resultado, incluso las formas de vida más simples no son tan sencillas, finalmente. Cada nuevo avance, cada nuevo descubrimiento, parece abrirnos más interrogantes que necesitamos responder. ¿Cómo nos ayuda todo esto a comprender cuánto aprenderemos en la “escuela del más allá”?

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COMENTARIO DEL VIDEO:

 

“Allí conoceremos como somos conocidos. Allí hallarán aplicación más dulce y verdadera el amor y las simpatías que Dios ha implantado en el alma. La comunión pura con seres celestiales, la armoniosa vida social con los ángeles bienaventurados y los fieles de todas las épocas, el sagrado compañerismo que une ‘toda la familia en los cielos, y en la tierra’, todas estas cosas se cuentan entre las experiencias del más allá”.—La educación, 296.

El verdadero camino que lleva al cieloMuchos se extravían porque piensan que deben trepar hasta el cielo, que deben hacer algo para merecer el favor de Dios. Procuran mejorar mediante sus propios esfuerzos, sin ayuda. Esto nunca lo pueden realizar. Cristo ha abierto el camino al morir como nuestro sacrificio, al vivir como nuestro ejemplo, al llegar a ser nuestro gran Sumo Sacerdote. Él declara: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. Juan 14:6. Si mediante algún esfuerzo propio pudiéramos avanzar un paso hacia la escalera, las palabras de Cristo no serían verdaderas. Pero cuando aceptemos a Cristo, aparecerán las buenas obras como fructífera evidencia de que estamos en el camino de la vida, de que Cristo es nuestro camino y de que estamos recorriendo el verdadero sendero que conduce al cielo.—Fe y Obras, 105.

Para redimir la posesión adquiridaEl propósito que Dios tenía originalmente al crear la tierra se cumplirá cuando llegue a ser la morada eterna de los redimidos. “Los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella”. Habrá llegado el tiempo hacia el cual los santos miraban con anhelo desde que la espada flamígera echó del Edén a la primera pareja, el tiempo de “la redención de la posesión adquirida”. La tierra originalmente dada al hombre como reino suyo, entregada alevosamente por él a las manos de Satanás, y durante tanto tiempo dominada por el poderoso enemigo, será recobrada por el gran plan de redención. Todo lo que perdió el primer Adán será restaurado por el segundo. Dice el profeta: “Oh torre del rebaño, la fortaleza de la hija de Sión vendrá hasta ti: y el señorío primero”. Y Pablo señala hacia delante, a “la redención de la posesión adquirida”. Dios creó la tierra para que fuese morada de seres santos y felices. Ese propósito se cumplirá cuando, renovada por el poder de Dios y liberada del pecado y de la tristeza, llegue a ser la patria eterna de los redimidos.—El Hogar Cristiano, 489.

Para hacer nuevas todas las cosas—La obra de la redención estará completa. Donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia de Dios. La tierra misma, el campo que Satanás reclama como suyo, ha de quedar no sólo redimida sino exaltada. Nuestro pequeño mundo, que es bajo la maldición del pecado la única mancha obscura de su gloriosa creación, será honrado por encima de todos los demás mundos en el universo de Dios. Aquí, donde el Hijo de Dios habitó en forma humana; donde el Rey de gloria vivió, sufrió y murió; aquí, cuando renueve todas las cosas, estará el tabernáculo de Dios con los hombres, “morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y el mismo Dios será su Dios con ellos”. Y a través de las edades sin fin, mientras los redimidos anden en la luz del Señor, le alabarán por su Don inefable: Emmanuel; “Dios con nosotros”.—El Deseado de Todas las Gentes, 18.

Para comprender el costo de la redenciónNunca podrá comprenderse el costo de nuestra redención hasta que los redimidos estén con el Redentor delante del trono de Dios. Entonces, al percibir de repente nuestros sentidos arrobados las glorias de la patria eterna, recordaremos que Jesús dejó todo esto por nosotros, que no sólo se desterró de las cortes celestiales, sino que por nosotros corrió el riesgo de fracasar y de perderse eternamente. Entonces arrojaremos nuestras coronas a sus pies, y elevaremos este canto: “¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición!”—El Deseado de Todas las Gentes, 105.

Las profecías nos dan confianzaDebemos conocer las Escrituras, para investigar las profecías y ver que se aproxima el día, y exhortarnos mutuamente con celo y esfuerzo a una mayor fidelidad. ¿Dejaremos nuestra fe? ¿Perderemos nuestra confianza? ¿Seremos impacientes? No, no. No pensaremos en esas cosas… Levantemos nuestra cabeza y gocémonos, porque nuestra redención está cerca. Está más cerca que cuando creímos por primera vez. —A Fin de Conocerle, 350.

Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: “Hecho es”. Apocalipsis 16:7.—El Conflicto de los Siglos, 694.

La resurrección especial previa al aparecimiento de JesúsLos sepulcros se abren y “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”. Daniel 12:2. Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. “Los que le traspasaron” (Apocalipsis 1:7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.

Densas nubes cubren aún el firmamento; sin embargo el sol se abre paso de vez en cuando, como si fuese el ojo vengador de Jehová. Fieros relámpagos rasgan el cielo con fragor, envolviendo a la tierra en claridad de llamaradas. Por encima del ruido aterrador de los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la condenación de los impíos. No todos entienden las palabras pronunciadas; pero los falsos maestros las comprenden perfectamente. Los que poco antes eran tan temerarios, jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban al ensañarse en el pueblo de Dios observador de sus mandamientos, se sienten presa de consternación y tiemblan de terror. Sus llantos dominan el ruido de los elementos. Los demonios confiesan la divinidad de Cristo y tiemblan ante su poder, mientras que los hombres claman por misericordia y se revuelcan en terror abyecto.—El Conflicto de los Siglos, 695, 696.

Los Diez Mandamientos se revelan en el cielo—Por un desgarrón de las nubes una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo queda cuadruplicado por el contraste con la oscuridad. Significa esperanza y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues del pabellón de Dios. Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados como por ensalmo de la sombría y terrible tiranía de los hombres vueltos demonios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: “Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura”. Salmos 46:1-3 (VM).

Mientras estas palabras de santa confianza se elevan hacia Dios, las nubes se retiran, y el cielo estrellado brilla con esplendor indescriptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos lados. La magnificencia de la ciudad celestial rebosa por las puertas entreabiertas. Entonces aparece en el cielo una mano que sostiene dos tablas de piedra puestas una sobre otra. El profeta dice: “Denunciarán los cielos su justicia; porque Dios es el juez”. Salmos 50:6. Esta ley santa, justicia de Dios, que entre truenos y llamas fue proclamada desde el Sinaí como guía de la vida, se revela ahora a los hombres como norma del juicio. La mano abre las tablas en las cuales se ven los preceptos del Decálogo inscritos como con letras de fuego. Las palabras son tan distintas que todos pueden leerlas. La memoria se despierta, las tinieblas de la superstición y de la herejía desaparecen de todos los espíritus, y las diez palabras de Dios, breves, inteligibles y llenas de autoridad, se presentan a la vista de todos los habitantes de la tierra.El Conflicto de los Siglos, 696, 697.

Dios le dice a su pueblo el día y la hora de la venida de Jesús

Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan cual brillara el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí. Los malos no los pueden mirar. Y cuando la bendición es pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso grito de victoria.—El Conflicto de los Siglos, 698.

Jesús regresa en gloria rodeado por una nube de ángeles—Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes—“millones de millones, y millares de millares”—. Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor… A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía…

El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. “Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante de él, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo”. Salmos 50:3, 4.—El Conflicto de los Siglos, 699.

Los justos muertos y los vivos ven a Jesús al mismo tiempoPablo mostró que aquellos que vivieran cuando Cristo viniese no irían antes al encuentro de su Señor que aquellos que hubieran dormido en Jesús. La voz del arcángel y la trompeta de Dios alcanzarían a los que durmieran, y los muertos en Cristo resucitarían primero, antes que el toque de la inmortalidad se concediera a los vivos. “Luego nosotros, los que vivimos, los que quedamos, juntamente con ellos seremos arrebatados en las nubes a recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, consolaos los unos a los otros en estas palabras”.—Los Hechos de los Apóstoles, 209, 210.

Cristo llama a sus santos que duermen—Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: “¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!” Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 Corintios 15:55. Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.   (SVC 35.2)

SOLO EXPLICAR; ESTE TEXTO.

“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 Corintios 15:55.

 El primer pensamiento de los resucitados

En el momento en que sean despertados de su profundo sueño, [los justos] reanudarán el curso de sus pensamientos interrumpidos por la muerte. La última sensación fue la angustia de la muerte. El último pensamiento era el de que caían bajo el poder del sepulcro. Cuando se levanten de la tumba, su primer alegre pensamiento se expresará en el hermoso grito de triunfo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde está, oh sepulcro, tu victoria?”—El Conflicto de los Siglos, 606.

El último pensamiento fue de la muerte y sus angustias. Los últimos pensamientos que tuvieron fueron del sepulcro y de la tumba; pero ahora proclaman: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Las angustias de la muerte fue lo último que experimentaron: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?” La última cosa que reconocieron fueron las angustias de la muerte. Cuando despierten todo el dolor habrá desaparecido…  (SVC 41    .3)

La muerte, un asunto poco importante—Para el creyente, Cristo es la resurrección y la vida. En nuestro Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada; porque él tiene vida en sí mismo para vivificar a quienes él quiera. Está investido con el derecho de dar la inmortalidad. La vida que él depuso en la humanidad, la vuelve a tomar y la da a la humanidad. “Yo he venido—dijo—para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. “El que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna”. “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero”.

Para el creyente, la muerte es asunto trivial. Cristo habla de ella como si fuera de poca importancia. “El que guardare mi palabra, no verá muerte para siempre”, “no gustará muerte para siempre”. Para el cristiano, la muerte es tan sólo un sueño, un momento de silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios y “cuando Cristo, vuestra vida, se manifestare, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.

La voz que clamó desde la cruz: “Consumado es”, fue oída entre los muertos. Atravesó las paredes de los sepulcros y ordenó a los que dormían que se levantasen. Así sucederá cuando la voz de Cristo sea oída desde el cielo. Esa voz penetrará en las tumbas y abrirá los sepulcros, y los muertos en Cristo resucitarán. En ocasión de la resurrección de Cristo, unas pocas tumbas fueron abiertas; pero en su segunda venida, todos los preciosos muertos oirán su voz y surgirán a una vida gloriosa e inmortal. El mismo poder que resucitó a Cristo de los muertos resucitará a su iglesia y la glorificará con él, por encima de todos los principados y potestades, por encima de todo nombre que se nombra, no solamente en este mundo, sino también en el mundo venidero.—El Deseado de Todas las Gentes, 730, 731.

TENEMOS MEMORIA DE DONDE VENIMOS

Daremos testimonios de nuestra salvación por la eternidad; nuestra experiencia es única en el universo y en la historia de la eternidad, probamos el pecado y sus consecuencias, probamos la muerte y también vencimos por la sangre del Cordero, nadie entiende eso, ni los mismos ángeles

¿Por qué se permitió que el gran conflicto se prolongara por tantos siglos? ¿Por qué no se suprimió la existencia de Satanás al comienzo mismo de su rebelión? Para que el universo se convenciera de la justicia de Dios en su trato con el mal; para que el pecado recibiese condenación eterna. En el plan de salvación hay alturas y profundidades que la eternidad misma nunca podrá agotar, maravillas que los ángeles desearían escrutar. De todos los seres creados, sólo los redimidos han conocido por experiencia el conflicto real con el pecado; han trabajado con Cristo y, cosa que ni los ángeles podrían hacer, han participado de sus sufrimientos. ¿No tendrán acaso algún testimonio acerca de la ciencia de la redención, algo que sea de valor para los seres no caídos?  (SVC 146.2)

 Reconoceremos a nuestros amigosLa resurrección de Cristo fue una figura de la resurrección final de todos los que duermen en él. El semblante del Salvador resucitado, sus modales y su habla eran familiares para sus discípulos.

 Así como Jesús resucitó de los muertos, han de resucitar los que duermen en él. Conoceremos a nuestros amigos como los discípulos conocieron a Jesús. Pueden haber estado deformados, enfermos o desfigurados en esta vida mortal, y levantarse con perfecta salud y simetría; sin embargo, en el cuerpo glorificado su identidad será perfectamente conservada. Entonces conoceremos así como somos conocidos. En la luz radiante que resplandecerá del rostro de Jesús, reconoceremos los rasgos de aquellos a quienes amamos.El Deseado de Todas las Gentes, 744.

Nos reconoceremos el uno al otro—El mayor don de Dios es Cristo, cuya vida es nuestra, pues fue dada por nosotros. Él murió por nosotros y fue resucitado por nosotros, para que nosotros nos levantemos de la tumba para estar en la gloriosa compañía de los ángeles del cielo, para encontrarnos con nuestros amados y para reconocer sus rostros, porque la semejanza a Cristo no destruye la propia imagen de los redimidos, sino que la transforma a la gloriosa imagen del Salvador. Cada santo que tenga aquí relaciones de familia reconocerá a cada uno allá. —Mensajes Selectos 3:361.

El gozo por los que ayudamos a salvar. Con amor inexpresable, Jesús admite a sus fieles “en el gozo de su Señor.” El Salvador se regocija al ver en el reino de gloria las almas que fueron salvadas por su agonía y humillación. Y los redimidos participarán de este gozo, al contemplar entre los bienvenidos a aquellos a quienes ganaron para Cristo por sus oraciones, sus trabajos y sacrificios de amor. Al reunirse en torno del gran trono blanco, indecible alegría llenará sus corazones cuando noten a aquellos a quienes han conquistado para Cristo, y vean que uno ganó a otros, y éstos a otros más, para ser todos llevados al puerto de descanso donde depositarán sus coronas a los pies de Jesús y le alabarán durante los siglos sin fin de la eternidad.—El Conflicto de los Siglos, 703-705.

Cuando las puertas de aquella hermosa ciudad en las alturas giren sobre sus resplandecientes goznes, y entren las naciones que han guardado la verdad, sobre sus cabezas serán colocadas coronas de oro, ellos atribuirán honor, gloria y majestad a Dios. En ese momento algunos acudirán a vosotros y dirán: “Si no hubiese sido por las palabras que me hablasteis en forma bondadosa, si no hubiera sido por vuestras lágrimas y súplicas y fervientes esfuerzos, yo nunca habría visto al Rey en su hermosura” ¡Qué recompensa es esta! ¡Cuán insignificante es la alabanza de los seres humanos en esta vida terrena y pasajera, en comparación con las recompensas infinitas que aguardan a los fieles en la vida futura e inmortal! —Palabras de aliento a obreros de sostén propio (Ph113) 16 (1909).

Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios. —Mi vida hoy, 368.1.

 Podremos contemplar el fruto de nuestra obra misionera:Allí, todos los que obraron con espíritu abnegado verán el fruto de sus labores. Se verá el resultado de la aplicación de cada principio recto y la realización de toda acción noble. Algo de ello vemos ahora. Pero, ¡cuán poco del resultado de la obra más noble del mundo llega a ver en esta vida el que la hace! ¡Cuántos trabajan abnegada e incansablemente por los que pasan más allá de su alcance y conocimiento! Los padres y maestros caen en su último sueño con la sensación de que ha sido fútil la obra de su vida; no saben que su fidelidad ha abierto manantiales de bendición que nunca dejarán de fluir; sólo por la fe ven a los hijos que han criado transformarse en una bendición e inspiración para sus semejantes, y ven multiplicarse mil veces su influencia. Más de un obrero envía al mundo mensajes de fortaleza, esperanza y valor, palabras portadoras de bendición para los habitantes de todos los países. Mas él poco sabe de los resultados mientras trabaja en la oscuridad y la soledad. Así se hacen dádivas, se llevan responsabilidades y se hace la obra. Los hombres siembran la semilla de la cual, sobre sus sepulcros, otros cosechan en abundancia. Plantan árboles para que otros coman sus frutos. Se contentan aquí con saber que han puesto en acción instrumentos benéficos. En el más allá se verá el resultado.  (SVC 143.4)

Aquellos a quienes los redimidos han conducido al SalvadorLos redimidos se encontrarán y reconocerán a las personas por ellos conducidos al Salvador. ¡Qué bienaventurada plática sostendrán con esos seres! “Yo era pecador—dirá uno—; sin Dios y sin esperanza en el mundo; tú te acercaste a mí y me diste a conocer el precioso Salvador como mi única esperanza” … Otros dirán: “Yo era un pagano que vivía en un país pagano también. Y tú dejaste a tus amigos y tu cómodo hogar para ir a enseñarme cómo descubrir a Jesús y creer en él como el único Dios verdadero. Yo derribé todos mis ídolos y adoré a Dios, y ahora lo veo cara a cara. Estoy salvado para siempre, y podré contemplar eternamente al que amo”. —Maranta: El Señor Viene, 301.

“Si permaneciere la obra de alguno…recibirá la recompensa”—Gloriosa será la recompensa concedida cuando los obreros fieles sean congregados en derredor del trono de Dios y el Cordero. Cuando Juan, en su estado mortal, contempló la gloria de Dios, cayó como muerto; no pudo soportar esa visión. Cuando lo mortal se haya vestido de inmortalidad, los redimidos serán como Jesús, porque le verán tal cual es. Estarán delante del trono, lo cual significa que habrán sido aceptados. Todos sus pecados habrán sido borrados, todas sus transgresiones, disipadas. Entonces podrán mirar sin velo la gloria del trono de Dios. Habrán sido participantes con Cristo en sus sufrimientos, habrán trabajado juntamente con él en el plan de la redención, y habrán de participar con él en el gozo de contemplar las almas salvadas por su medio para que alaben a Dios durante toda la eternidad.—Joyas de los Testimonios 2:168, 169.

 Tributo a las madres fieles

Cuando empiece el juicio y los libros sean abiertos cuando sea pronunciado el “Bien hecho” del gran Juez y colocada en la frente del vencedor la corona de gloria inmortal, muchos levantarán sus coronas a la vista del universo reunido y, señalando a sus madres, dirán “Ella hizo de mí todo lo que soy mediante la gracia de Dios. Su instrucción, sus oraciones, han sido bendecidas para mi salvación eterna”.—Mensajes para los Jóvenes, 328 (1881).

Los ángeles de Dios inmortalizan los nombres de las madres cuyos esfuerzos han ganado a sus hijos para Jesucristo.—Conducción del Niño, 537-538 (1895). 

De las pruebas no habrá memoriaProcuramos recordar las pruebas más graves por las que habíamos pasado, pero resultaban tan insignificantes frente al incomparable y eterno peso de gloria que nos rodeaba, que no pudimos referirlas y todos exclamamos: “¡Aleluya! Muy poco nos ha costado el cielo”. Pulsamos entonces nuestras áureas arpas cuyos ecos resonaron en las bóvedas del cielo. —Primeros Escritos, 17.

El único recuerdo del pecadoSólo queda un recuerdo: nuestro Redentor llevará siempre las señales de su crucifixión. En su cabeza herida, en su costado, en sus manos y en sus pies se ven las únicas huellas de la obra cruel efectuada por el pecado. El profeta, al contemplar a Cristo en su gloria, dice: “Su resplandor es como el fuego, y salen de su mano rayos de luz; y allí mismo está el escondedero de su poder”. Habacuc 3:4 (VM). En sus manos y su costado heridos, de donde manó la corriente purpurina que reconcilió al hombre con Dios, allí está la gloria del Salvador, “allí mismo está el escondedero de su poder”. “Poderoso para salvar” por el sacrificio de la redención, fue por consiguiente fuerte para ejecutar la justicia para con aquellos que despreciaron la misericordia de Dios. Y las marcas de su humillación son su mayor honor; a través de las edades eternas, las llagas del Calvario proclamarán su alabanza y declararán su poder.El Conflicto de los Siglos, 732.

La personalidad preservada en un nuevo cuerpoNuestra identidad personal quedará conservada en la resurrección, aunque no sean las mismas partículas de materia ni la misma sustancia material que fue a la tumba. Las maravillosas obras de Dios son un misterio para el hombre. El espíritu, el carácter del hombre, vuelve a Dios, para ser preservado allí. En la resurrección cada hombre tendrá su propio carácter. A su debido tiempo Dios llamará a los muertos dándoles de nuevo el aliento de vida y ordenando a los huesos secos que vivan. Saldrá la misma forma, pero estará liberada de enfermedades y de todo defecto. Vive otra vez con los mismos rasgos individuales, de modo que el amigo reconocerá al amigo. No hay una ley de Dios en la naturaleza que muestre que Dios devolverá las mismas idénticas partículas de materia que componían el cuerpo antes de la muerte. Dios dará a los justos muertos un cuerpo que será del agrado de él. (SVC 39.4)

Pablo ilustra este tema con la semilla de cereal que se siembra en el campo. La semilla plantada se destruye, pero surge una nueva semilla. La sustancia natural del grano que se destruye nunca surge como antes, pero Dios le da un cuerpo como a él le place. Un material mucho mejor compondrá el cuerpo humano, pues es una nueva creación, un nuevo nacimiento. Se siembra un cuerpo natural, se levanta un cuerpo espiritual. —Comentario Bíblico Adventista 6:1092, 1093.

Despertados para no morir más—Nos rodean los ángeles ministradores para darnos a beber del agua de vida a fin de refrescar nuestras almas en los momentos finales de la vida. Aquel que es la resurrección y la vida ha prometido que levantará del sepulcro y llevará con él a los que duerman en Jesús. La trompeta resonará, y los muertos despertarán a la vida, para no volver a morir. La mañana eterna ha llegado hasta ellos, porque en la ciudad de Dios no habrá más noche. —Mensajes Selectos 2:286, 287.

Carta escrita por Elena de White a la muerte de la niña de su hermana melliza— Con frecuencia se marchitan nuestras esperanzas más acariciadas. La muerte nos arranca a nuestros seres amados. Cerramos sus ojos, los vestimos para la tumba y los ocultamos de nuestra vista. Pero la esperanza nos hace cobrar ánimo. No estaremos separados para siempre, sino que volveremos a encontrar a nuestros seres amados que duermen en Jesús. Volverán de la tierra del enemigo. El Dador de la vida está por venir. Millares de santos ángeles lo escoltan en su camino. Él rompe las cadenas de la muerte, destruye los grilletes de la tumba, y entonces los preciosos cautivos salen con salud y belleza inmortales. Cuando los niñitos salen inmortalizados de sus lechos polvorientos, inmediatamente vuelan hacia los brazos de sus madres. Se reúnen para nunca más separarse. Pero muchos niñitos no tienen madres allí. Procuramos en vano escuchar el canto de triunfo entonado con arrobamiento por la madre. Los ángeles reciben a los niños sin madres y los conducen hacia el árbol de la vida.  Jesús coloca el dorado anillo de luz, la corona sobre sus cabecitas. Dios permita que la querida madre de “Eva” pueda estar allí, que sus pequeñas alas puedan plegarse sobre el feliz pecho de su madre.—Mensajes Selectos 2:297.

Familias y amigos reunidos—Los justos vivos son mudados “en un momento, en un abrir de ojo”. A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles “juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro”. Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.

NiñosHabrá niños allí. Jamás reñirán ni discutirán. Su amor será ferviente y santo. También tendrán una corona sobre la frente y un arpa en las manos. Y sus caritas, que tantas veces reflejaban pena y preocupación, irradiarán santo gozo, como reflejo de su perfecta libertad y dicha. —Mi vida hoy, 368.1.

A los redimidos les lleva siete días viajar al cieloJuntos entramos en la nube y durante siete días fuimos ascendiendo al mar de vidrio, donde Jesús sacó coronas y nos las ciñó con su propia mano. Nos dio también arpas de oro y palmas de victoria. En el mar de vidrio, los 144.000 formaban un cuadro perfecto. Algunas coronas eran muy brillantes y estaban cuajadas de estrellas, mientras que otras tenían muy pocas; y sin embargo, todos estaban perfectamente satisfechos con su corona. Iban vestidos con un resplandeciente manto blanco desde los hombros hasta los pies. Había ángeles en todo nuestro derredor mientras íbamos por el mar de vidrio hacia la puerta de la ciudad. Jesús levantó su brazo potente y glorioso y, posándolo en la perlina puerta, la hizo girar sobre sus relucientes goznes y nos dijo: “En mi sangre lavasteis vuestras ropas y estuvisteis firmes en mi verdad. Entrad”. Todos entramos, con el sentimiento de que teníamos perfecto derecho a estar en la ciudad.—Maranata: El Senor Viene, 303.

Coronas, arpas y ramas de palmaAntes de entrar en la ciudad de Dios, el Salvador confiere a sus discípulos los emblemas de la victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las huestes resplandecientes son dispuestas en forma de un cuadrado hueco en derredor de su Rey, cuya majestuosa estatura sobrepasa en mucho a la de los santos y de los ángeles, y cuyo rostro irradia amor benigno sobre ellos. De un cabo a otro de la innumerable hueste de los redimidos, toda mirada está fija en él, todo ojo contempla la gloria de Aquel cuyo aspecto fue desfigurado “más que el de cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de Adán”.Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria. Cada cual recibe una corona que lleva su propio “nombre nuevo” (Apocalipsis 2:17), y la inscripción: “Santidad a Jehová”. A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante. Luego que los ángeles que mandan dan la nota, todas las manos tocan con maestría las cuerdas de las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes. Dicha indecible estremece todos los corazones, y cada voz se eleva en alabanzas de agradecimiento. “Al que nos amó, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios y su Padre; a él sea gloria e imperio para siempre jamás”. Apocalipsis 1:5, 6.—El Conflicto de los Siglos, 703, 704.

Coronas para los fieles—Cuando el Señor recoja sus joyas, los veraces, santos y honrados serán mirados con placer. Los ángeles se ocupan en confeccionar coronas para los tales, y sobre esas coronas adornadas de estrellas, se reflejará con esplendor la luz que irradia del trono de Dios. (SVC 55.3)

Vi un gran número de ángeles que traían de la ciudad gloriosas coronas: Una corona para cada santo, con su nombre escrito. A medida que Jesús requería las coronas, los ángeles se las presentaban, y con su propia mano derecha el amante Jesús colocaba las coronas sobre las cabezas de sus santos. De la misma manera los ángeles trajeron las arpas, y Jesús las presentó también a los santos. Los ángeles que dirigían dieron el tono primeramente, y luego toda voz se elevó en alabanza agradecida y feliz, y toda mano se deslizó diestramente sobre las cuerdas de las arpas, arrancando melodiosa música en ricos y perfectos acentos…  (SVC 56.4)

La corona de vida será brillante u opaca, relucirá con muchas estrellas, o será iluminada con unas pocas gemas, de acuerdo con nuestro proceder.—Comentario Bíblico Adventista 6:1104 (1895).

En el cielo no habrá ningún salvado con una corona sin estrellas. Si entráis allí, habrá algún alma en las cortes de gloria que ha entrado por vuestro intermedio.—The Signs of the Times, 6 de junio de 1892.

Preciosas túnicas y coronas gloriosasLos herederos de Dios han venido de buhardillas, chozas, cárceles, cadalsos, montañas, desiertos, cuevas de la tierra, y de las cavernas del mar. Ya no seguirán siendo débiles, afligidos, dispersos y oprimidos. De aquí en adelante estarán siempre con el Señor. Están ante el trono, más ricamente vestidos que jamás lo fueron los personajes más honrados de la tierra. Están coronados con diademas más gloriosas que las que jamás ciñeron los monarcas de la tierra. Pasaron para siempre los días de sufrimiento y llanto. El Rey de gloria ha secado las lágrimas de todos los semblantes; toda causa de pesar ha sido alejada. Mientras agitan las palmas, dejan oír un canto de alabanza, claro, dulce y armonioso; cada voz se une a la melodía, hasta que el canto inunda las bóvedas del cielo.—The Spirit of Prophecy 4:467.

ESTE TEMA HA CAUSADO MUCHO REVUELO SIEMPRE QUE LO HE PRESENTADO, HE AQUÍ LA PRUEBA

LA HUMANIDAD DE CRISTO:

Uno con la raza que ha redimido“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito”. Lo dio no solamente para que viviese entre los hombres, no sólo para que llevase los pecados de ellos y muriese como su sacrificio; lo dio a la raza caída. Cristo debía identificarse con los intereses y necesidades de la humanidad. El que era uno con Dios se ha unido con los hijos de los hombres con lazos que jamás serán quebrantados. Jesús “no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Hebreos 2:11. Es nuestro Sacrificio, nuestro Abogado, nuestro Hermano, lleva nuestra forma humana delante del trono del Padre, y por las edades eternas será uno con la raza que ha redimido: es el Hijo del hombre. Y todo esto para que el hombre fuese levantado de la ruina y degradación del pecado, para que reflejase el amor de Dios y participase del gozo de la santidad.—El Camino a Cristo, 14, 15.

Llevará consigo la humanidad por los siglos eternosCristo ascendió al cielo con una naturaleza humana santificada y santa. Llevó esta naturaleza consigo a las cortes celestiales y la llevará por los siglos eternos, como Aquel que ha redimido a cada ser humano que está en la ciudad de Dios, como Aquel que ha implorado ante el Padre: “En las palmas de mis manos los tengo esculpidos”. Las palmas de sus manos llevan las marcas de las heridas que recibió. Si somos heridos y lastimados, si nos encontramos con obstáculos que son difíciles de superar, recordemos cuánto sufrió Cristo por nosotros. Sentémonos con nuestros hermanos en los lugares celestiales con Cristo. Atraigamos a nuestro corazón las bendiciones celestiales. (SVC 72.1)

Jesús tomó la naturaleza humana para revelar al hombre un amor puro y desinteresado, para enseñarnos a amarnos mutuamente. (SVC 72.2)

Cristo ascendió al cielo como hombre. Como hombre es el Sustituto y la Garantía de la humanidad. Como hombre vive para interceder por nosotros. Está preparando un lugar para todos los que le aman. Como hombre vendrá otra vez con poder y gloria para recoger a los suyos. Y lo que debiera causarnos gozo y agradecimiento es que Dios “ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó”. Podemos, pues, tener para siempre la seguridad de que todo el universo que no cayó está interesado en la gran obra que Jesús vino a hacer en nuestro mundo, la salvación misma del hombre.—Comentario Bíblico Adventista 5:1100.

SIEMPRE DEL MISMO TEMA, “LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO”; POSIBLEMENTE ESTE SEA UNO DE LOS MAS EXCELSOS PENSAMIENTOS DEL ESPÍRITU DE PROFECIA

El universo celestial se maravillaEste es el misterio de la piedad. Que Cristo haya tomado la naturaleza humana, y que por una vida de humillación eleve al hombre en la escala del valor moral junto a Dios; que pueda llevar la naturaleza que adoptó junto al trono de Dios, y que allí presente a sus hijos al Padre, confiriéndoles un honor que excede al que les ha otorgado a los ángeles, es la maravilla del universo celestial, el misterio que los ángeles desean contemplar. Este es el amor que quebranta el corazón del pecador.Hijos e Hijas de Dios, 24.

La tierra purificada con fuegoMientras la tierra estaba envuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en la ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que tuvieron parte en la primera resurrección. Mientras Dios es para los impíos un fuego devorador, es para su pueblo un sol y un escudo. Apocalipsis 20:6; Salmos 84:11.

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado”. Apocalipsis 21:1 (VM). El fuego que consume a los impíos purifica la tierra. Desaparece todo rastro de la maldición. Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado. —El Conflicto de los Siglos, 732.

Los redimidos crecerán hasta alcanzar la “estatura perfecta”Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en “la hermosura de Jehová nuestro Dios”, reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida!El Conflicto de los Siglos, 703.

No habrá árbol del bien y del mal en la tierra nueva—En la escuela de la vida futura no se hallarán todas las condiciones de la primera escuela del Edén. Ningún árbol del conocimiento del bien y del mal ofrecerá oportunidad a la tentación. No hay allí tentador ni posibilidad de injusticia. Todos los caracteres han resistido la prueba del mal, y han dejado de ser susceptibles a su poder. —La Educación, 291, 292.

No habrá mar—El mar separa a los amigos; es una barrera entre nosotros y aquellos a quienes amamos. Nuestras relaciones son interrumpidas por el ancho e insondable océano. En la tierra nueva no habrá mar ni lugar por donde “andará galera de remos”. En lo pasado muchos que han amado y servido a Dios estuvieron atados a sus asientos en las galeras, obligados a servir a los propósitos de hombres crueles y despiadados. El Señor contempló su sufrimiento con simpatía y compasión. Gracias a Dios, en la tierra renovada no habrá torrentes impetuosos, ni profundos océanos, ni murmurantes olas que se mueven sin cesar.—Maranata: El Senor Viene, 349.

No más lágrimas o funerales—Cuando entremos en el reino de Dios para pasar allí la eternidad, las pruebas, las dificultades y las perplejidades que tuvimos, se hundirán en la insignificancia. En el hogar de los redimidos no habrá lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni indicios de luto. “No dirá el morador: Estoy enfermo: al pueblo que more en ella le será perdonada la iniquidad”. Isaías 33:24.

Nos invadirá una grandiosa ola de felicidad que irá ahondándose a medida que transcurra la eternidad… Penetre nuestra fe a través de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que reciban y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios. Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia la meta del premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza… Vamos hacia la patria. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni la endecha de las esperanzas destrozadas y de los afectos tronchados. Pronto las vestiduras de pesar se trocarán por el manto de bodas. Pronto presenciaremos la coronación de nuestro Rey. Aquellos cuya vida quedó escondida con Cristo, aquellos que en esta tierra pelearon la buena batalla de la fe, resplandecerán con la gloria del Redentor en el reino de Dios. —Maranata: El Senor Viene, 363.

No más dolor, enfermedad o muerte—Oh, cuánto anhelo que Jesús venga. Anhelo ese hogar en el reino de gloria donde no habrá enfermedad, ni tristeza, ni dolor, ni muerte.—Manuscript Releases 10:383.

Ni contienda ni discordiaNo hay voces de contienda que contaminen la dulce y perfecta paz del cielo. Sus habitantes no conocen tristeza, ni dolor, ni lágrimas. Todo está en perfecta armonía, en perfecto orden, y en perfecta bienaventuranza… El cielo es un lugar donde la simpatía mora en cada corazón y es expresada en cada mirada. Allí reina el amor. No hay elementos desagradables, ni discordia o contenciones o guerra de palabras. —Eventos de los Últimos Días, 300.

No habrá casamientos ni nacimientos—Hay quienes hoy día expresan su creencia de que habrá casamientos y nacimientos en la tierra nueva, pero los que creen en las Escrituras no pueden aceptar tales doctrinas. La doctrina de que nacerán niños en la tierra nueva no es una parte de la “palabra profética más segura”. 2 Pedro 1:19. Las palabras de Cristo son demasiado claras para ser mal entendidas. Debieran resolver para siempre la cuestión de los casamientos y nacimientos en la tierra nueva. Ni los que serán levantados de los muertos ni los que serán trasladados sin ver la muerte se casarán o serán dados en casamiento. Serán como los ángeles de Dios, miembros de la familia real. —Maranata: El Senor Viene, 367.

No más noche ni necesidad de descanso—En la ciudad de Dios “no habrá ya más noche”. (Apocalipsis 22:5) Nadie necesitará ni deseará descanso. No habrá quien se canse haciendo la voluntad de Dios ni ofreciendo alabanzas a su nombre. Sentiremos siempre la frescura de la mañana, que nunca se agostará. “No necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará”. Apocalipsis 22:5 (VM). La luz del sol será sobrepujada por un brillo que sin deslumbrar la vista excederá sin medida la claridad de nuestro mediodía. La gloria de Dios y del Cordero inunda la ciudad santa con una luz que nunca se desvanece. Los redimidos andan en la luz gloriosa de un día eterno que no necesita sol.—El Conflicto de los Siglos, 655.

Toda la naturaleza, en su incomparable belleza, ofrecerá a Dios tributo de alabanza y de adoración. El mundo quedará bañado en luz celestial. (Luz del cielo) La luz de la luna será como la del sol, y la luz del sol será siete veces más fuerte que ahora. Los años transcurrirán en medio de la alegría. Y por encima de todo las estrellas de la mañana cantarán juntas, y los hijos de Dios clamarán de gozo, mientras que Dios y Cristo declararán unidos que ya no habrá más pecado, ya no habrá más muerte”.—El Ministerio de Curación, 490.

26 Y la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días, el día que vendare Jehová la herida de su pueblo, y curare la llaga que él causó.  (Isaias 30: 26)

Isaías 24:23

La luna se avergonzará, y el sol se confundirá, cuando Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso.

19 El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria.   (Isaías 60)

23 La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.  (apocalipsis 21)

No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.  (Apocalipsis 22)

La ciudad se verá de cualquier parte de la tierra

12,000 estadios equivalen a 400 millas o 800 km

Un satélite para transmisión mundial necesita una altura de 200 milla o 400 Km

No habrá templo, sino comunión cara a cara“No vi templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero son el templo de ella”. Apocalipsis 21:22 (VM). El pueblo de Dios tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo. “Ahora vemos obscuramente, como por medio de un espejo”. 1 Corintios 13:12 (VM).

Vemos la imagen de Dios reflejada como en un espejo en las obras de la naturaleza y en su modo de obrar para con los hombres; pero entonces le veremos cara a cara sin velo que nos lo oculte. Estaremos en su presencia y contemplaremos la gloria de su rostro.—El Conflicto de los Siglos, 735.

El sábado continuará siendo observado en la tierra nueva—Se me mostró que la ley de Dios permanecerá inalterable por siempre y regirá en la nueva tierra por toda la eternidad. Cuando en la creación se echaron los cimientos de la tierra, los hijos de Dios contemplaron admirados la obra del Creador, y la hueste celestial prorrumpió en exclamaciones de júbilo. Entonces se echaron también los cimientos del sábado. Después de los seis días de la creación, Dios reposó el séptimo, de toda la obra que había hecho, y lo bendijo y santificó, porque en dicho día había reposado de toda su obra. El sábado fue instituido en el Edén antes de la caída, y lo observaron Adán y Eva y toda la hueste celestial. Dios reposó en el séptimo día, lo bendijo y lo santificó. Vi que el sábado nunca será abolido, sino que los santos redimidos y toda la hueste angélica lo observarán eternamente en honra del gran Creador. —Primeros Escritos, 217.

El sábado no era para Israel solamente, sino para el mundo entero. Había sido dado a conocer al hombre en el Edén, y como los demás preceptos del Decálogo, es de obligación imperecedera. Acerca de aquella ley de la cual el cuarto mandamiento forma parte, Cristo declara: “Hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de la ley”. Así que mientras duren los cielos y la tierra, el sábado continuará siendo una señal del poder del Creador. Cuando el Edén vuelva a florecer en la tierra, el santo día de reposo de Dios será honrado por todos los que moren debajo del sol. “De sábado en sábado”, los habitantes de la tierra renovada y glorificada, subirán “a adorar delante de mí, dijo Jehová”.—El Deseado de Todas las Gentes, 249, 250.

Comunión con los fieles de todas las edades—Allí los redimidos conocerán como son conocidos. Los sentimientos de amor y simpatía que el mismo Dios implantó en el alma, se desahogarán del modo más completo y más dulce. El trato puro con seres santos, la vida social y armoniosa con los ángeles bienaventurados y con los fieles de todas las edades que lavaron sus vestiduras y las emblanquecieron en la sangre del Cordero, los lazos sagrados que unen a “toda la familia en los cielos, y en la tierra” (Efesios 3:15, VM)—todo eso constituye la dicha de los redimidos.—El Conflicto de los Siglos, 735, 736.

La felicidad de los otros es el gozo de los redimidos—En el cielo todo es noble y elevado. Todos buscan el interés y la felicidad de otros. Ninguno se dedica a velar por sí mismo y a cuidarse a sí mismo. El principal gozo de todos los seres santos es presenciar el gozo y la felicidad de aquellos que los rodean.—Eventos de los Últimos Días, 300.

El pueblo de Dios está en casa en la tierra nueva—En la Biblia se llama la herencia de los bienaventurados una patria. Hebreos 11:14-16. Allí conduce el divino Pastor a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para el servicio de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las vastas llanuras alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrientes vivas, es donde el pueblo de Dios que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar. “Mi pueblo habitará en mansión de paz, en moradas seguras, en descansaderos tranquilos”. “No se oirá más la violencia en tu tierra, la desolación ni la destrucción dentro de tus términos; sino que llamarás a tus muros Salvación, y a tus puertas Alabanza”. “Edificarán casas también, y habitarán en ellas; plantarán viñas, y comerán su fruto. No edificarán más para que otro habite, ni plantarán para que otro coma;… mis escogidos agotarán el usufructo de la obra de sus manos”. Isaías 32:18; 60:18; 65:21, 22 (VM). Allí “se alegrarán el desierto y el sequedal, y el yermo se regocijará y florecerá como la rosa”. “En vez del espino subirá el abeto, y en lugar de la zarza subirá el arrayán”. “Habitará el lobo con el cordero, y el leopardo sesteará junto con el cabrito;… y un niñito los conducirá”. “No dañarán, ni destruirán en todo mi santo monte”, dice el Señor. Isaías 35:1; 55:13; 11:6, 9 (VM).—El Conflicto de los Siglos, 733, 734.

LA ESCUELA ETERNA

Los redimidos vivirán una vida activa y llena de propósito—En la tierra renovada, los redimidos participarán en las ocupaciones y los placeres que daban felicidad a Adán y Eva en el principio. Se vivirá la existencia del Edén, en huertos y campos. “Y edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el fruto de ellas. No edificarán, y otro morará; no plantarán y otro comerá: porque según los días de los árboles serán los días de mi pueblo, y mis escogidos perpetuarán las obras de sus manos”.

Allí se desarrollará toda facultad y toda aptitud aumentará. Se llevarán adelante las mayores empresas, se lograrán las más elevadas aspiraciones y se realizarán las mayores ambiciones. Y aún se levantarán nuevas alturas a las cuales llegar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender, nuevos objetos que despertarán las facultades del cuerpo, la mente y el alma.—El Hogar Cristiano, 497, 498.

La eternidad proveerá oportunidades ilimitadas para el aprendizaje y el desarrolloEl cielo es una escuela; su campo de estudio, el universo; su maestro, el Ser infinito. En el Edén fue establecida una filial de esa escuela y, una vez consumado el plan de redención, se reanudará la educación en la escuela del Edén.  (SVC 139.1)

Entre la escuela establecida al principio en el Edén y la escuela futura, se extiende todo el período de la historia de este mundo, historia de la transgresión y el sufrimiento humano, del sacrificio divino y de la victoria sobre la muerte y el pecado. En la escuela de la vida futura no se hallarán todas las condiciones de la primera escuela del Edén. Ningún árbol del conocimiento del bien y del mal ofrecerá oportunidad a la tentación. No hay allí tentador ni posibilidad de injusticia. Todos los caracteres habrán resistido la prueba del mal, y habrán dejado de ser susceptibles a su poder. (SVC 139.6)

¡Qué campo se abrirá allí a nuestro estudio cuando se descorra el velo que oscurece nuestra vista, y nuestros ojos contemplen ese mundo de belleza del cual ahora tenemos apenas vislumbres por medio del microscopio! ¡Cuando contemplemos las glorias de los cielos estudiados ahora por medio del telescopio! ¡Cuando, borrada la mancha del pecado, toda la tierra aparezca en “la hermosura de Jehová nuestro Dios”! Allí el estudioso de la ciencia podrá leer los informes de la creación sin hallar señales de la ley del mal. Escuchará la música de las voces de la naturaleza y no descubrirá ninguna nota de llanto ni voz de dolor. En todas las cosas creadas descubrirá una escritura, en el vasto universo contemplará “el nombre de Dios escrito en grandes caracteres” y ni en la tierra, ni en el mar, ni en el cielo quedará señal del mal.  (SVC 141.4)

Se ofrecerá al estudiante una historia de alcance infinito y de riqueza inefable. Aquí, desde la posición ventajosa que le ofrece la Palabra de Dios, el estudiante logra una perspectiva del vasto campo de la historia, y puede obtener algún conocimiento de los principios que rigen el curso de los sucesos humanos. Pero su visión está aún empañada y su conocimiento es incompleto. No verá claramente las cosas hasta que esté a la luz de la eternidad. (SVC 142.2)

Todos los tesoros del universo serán abiertos al estudio de los hijos de Dios. Entraremos con inefable deleite en el gozo y en la sabiduría de los seres no caídos. Compartiremos los tesoros ganados durante siglos y siglos pasados en la contemplación de la obra de Dios. Y los años de la eternidad, a medida que transcurran, seguirán ofreciendo revelaciones más gloriosas. “Mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20), será para siempre la munificencia de Dios para otorgar sus dones.  (SVC 145.2)

El conocimiento celestial será progresivo—Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con indescriptible dicha los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara consideran la magnificencia de la creación—soles y estrellas y sistemas planetarios que en el orden a ellos asignado circuyen el trono de la Divinidad—. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder.  (SVC 147.4)

Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y aún más gloriosas respecto de Dios y de Cristo. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los hombres acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter.El Hogar Cristiano, 497.

Educación superior en la vida futuraCristo, el Maestro celestial, guiará a su pueblo al árbol de la vida que crece a cada lado del río de la vida, y explicará a los suyos las verdades que no podían entender en esta vida. En aquella vida futura su pueblo obtendrá la educación superior en su plenitud. A los que entren en la ciudad de Dios se les colocará sobre sus cabezas coronas de oro. Será una escena de gozo que ninguno de nosotros puede permitirse perder. Echaremos nuestras coronas a los pies de Jesús, y vez tras vez le daremos gloria y alabaremos su santo nombre. Los ángeles se unirán en los cantos de triunfo. Tocando sus arpas de oro llenarán todo el cielo con dulce música y cantos al Cordero.—Comentario Bíblico Adventista 7:999. (SVC 148.2)

El plan de redención se revelará progresivamenteEn esta vida, podemos apenas empezar a comprender el tema maravilloso de la redención. Con nuestra inteligencia limitada podemos considerar con todo fervor la ignominia y la gloria, la vida y la muerte, la justicia y la misericordia que se tocan en la cruz; pero ni con la mayor tensión de nuestras facultades mentales llegamos a comprender todo su significado. La largura y anchura, la profundidad y altura del amor redentor se comprenden tan sólo confusamente. El plan de la redención no se entenderá por completo ni siquiera cuando los rescatados vean como serán vistos ellos mismos y conozcan como serán conocidos; pero a través de las edades sin fin, nuevas verdades se desplegarán continuamente ante la mente admirada y deleitada. Aunque las aflicciones, las penas y las tentaciones terrenales hayan concluido, y aunque la causa de ellas haya sido suprimida, el pueblo de Dios tendrá siempre un conocimiento claro e inteligente de lo que costó su salvación. (SVC 148.3)

En el cielo comprenderemos el ministerio de los ángeles en nuestras vidas y conversaremos con ellos

Sólo cuando se vean a la luz de la eternidad las providencias de Dios, comprenderemos lo que debemos al cuidado y la intercesión de sus ángeles. Los seres celestiales han desempeñado una parte activa en los asuntos de los hombres. Han aparecido con ropas tan brillantes como relámpago; se han presentado como hombres, bajo la apariencia de viajeros. Han aceptado la hospitalidad ofrecida por hogares terrenales; han actuado como guías de viandantes extraviados. Han frustrado el propósito del ladrón y desviado el golpe del destructor.  (SVC 142.4)

Todo redimido comprenderá la obra de los ángeles en su propia vida. ¡Qué sensación le producirá conversar con el ángel que fue su guardián desde el primer momento; que vigiló sus pasos y cubrió su cabeza en el día de peligro; que estuvo con él en el valle de la sombra de muerte, que señaló su lugar de descanso, que fue el primero en saludarlo en la mañana de la resurrección, y conocer por medio de él la historia de la intervención divina en la vida individual, de la cooperación celestial en toda obra en favor de la humanidad!  (SVC 143.2)

Allí comprenderemos nuestras grandes penas, aflicciones y pruebas que sufrimos en esta tierra

Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras, coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que nos dejó perplejos en las providencias de Dios quedará aclarado en el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán entonces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados. Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armonía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren conjuntamente para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inefable y rebosante de gloria. (SVC 151.2)

Entonces serán aclaradas todas las perplejidades de la vida. Donde a nosotros nos pareció ver sólo confusión y desilusión, propósitos quebrantados y planes desbaratados, se verá un propósito grandioso, dominante, victorioso, y una armonía divina. (SVC 143.3)

Habrá la música mas bella jamás escuchada por el ser humano  Habrá allí música y canto tales como, salvo en las visiones de Dios, ningún mortal ha oído, ni concebido ninguna mente. Y “habrá cantores y tañedores en ella”. Salmos 87:7. “Estos alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de Jehová”. Isaías 24:14. “Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto”. Isaías 51:3. (SVC 144.3)

La eternidad no podrá revelar plenamente el amor de DiosTodo el amor paterno que se haya transmitido de generación a generación por medio de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los hombres, son tan sólo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios. La lengua no lo puede expresar, la pluma no lo puede describir. Podéis meditar en él cada día de vuestra vida; podéis escudriñar las Escrituras diligentemente a fin de comprenderlo; podéis dedicar toda facultad y capacidad que Dios os ha dado al esfuerzo de comprender el amor y la compasión del Padre celestial; y aún queda su infinidad. Podéis estudiar este amor durante siglos, sin comprender nunca plenamente la longitud y la anchura, la profundidad y la altura del amor de Dios al dar a su Hijo para que muriese por el mundo. La eternidad misma no lo revelará nunca plenamente.  (SVC 150.1)

Nos hallamos todavía en medio de las sombras y el torbellino de las actividades terrenales. Consideremos con sumo fervor el bienaventurado más allá. Que nuestra fe penetre a través de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que le reciban y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios. Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones instructivas, que nos enseñen a avanzar hacia el blanco del premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza. “Aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”. Hebreos 10:37. Bienaventurados son aquellos siervos que, cuando venga su Señor, sean hallados velando.  (SVC 152.2)

HERMOSO PENSAMIENTO

Hablar, orar y creerEl Señor viene pronto. Hablen acerca de ello, oren para que así sea y créanlo. Transfórmenlo en una parte de su propia vida. Tendrán que hacer frente a un espíritu de dudas y objeciones, pero que se disipará ante una confianza en Dios firme y consistente. Cuando se presenten perplejidades y obstáculos eleven el alma a Dios en cánticos de agradecimiento. Colóquense la armadura cristiana y asegúrense de que sus pies estén “calzados con el apresto del evangelio de la paz”. Prediquen la verdad con intrepidez y fervor. Recuerden que el Señor contempla compasivamente esta región y que conoce su pobreza y destitución. Los esfuerzos que realizan no serán un fracaso.Testimonios para la Iglesia 7:226.

El cielo en el corazón y en el hogar—Nuestro Salvador desea que confiemos en él, que creamos tan plenamente sus palabras que traigamos el cielo a nuestras vidas aquí en la tierra. Si nuestra vida está escondida con Cristo en Dios podemos tener el cielo en nuestro corazón y en nuestro hogar. De esa manera podemos brindar gozo y solaz en la vida de otros. El gozo de Cristo permanecerá en nosotros y nuestro gozo será cumplido. — St 2:147.  (SVC 159.1)

El símbolo más dulce del cielo—El hogar debe ser hecho todo lo que la palabra implica. Debe ser un pequeño cielo en la tierra, un lugar donde los afectos son cultivados en vez de ser estudiosamente reprimidos. Nuestra felicidad depende de que se cultive así el amor, la simpatía y la verdadera cortesía mutua. El símbolo más dulce del cielo es un hogar presidido por el Espíritu del Señor. Si se cumple la voluntad de Dios, los esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza. —El Hogar Cristiano, 11, 12.

Un hogar placentero y feliz puede ser un cielo en la tierra—Padres, haced de vuestro hogar un pequeño cielo en la tierra. Podéis lograrlo si elegís hacerlo. Podéis hacer el hogar tan placentero y feliz que será el lugar más atractivo sobre la tierra para vuestros hijos. Que ellos reciban todas las bendiciones de un hogar. Podéis hacerlo si os acercáis de tal manera a Dios, que su Espíritu morará en vuestro hogar. Acercaos al lado sangrante del Hombre del Calvario; al participar en sus sufrimientos, al fin participaréis con él de su gloria.—Peter’s Counsel to Parents.

El cielo ha de comenzar en esta tierra—Aquel que recibe a Cristo mediante una fe viviente, tiene una relación viviente con Dios… Lleva consigo la atmósfera del cielo, que es la gracia de Dios, un tesoro que el mundo no puede comprar.—Carta 18, 1891.

La felicidad del cielo se hallará poniéndose en conformidad con la voluntad de Dios, y si los hombres llegan a ser miembros de la familia real en el cielo es porque éste ha comenzado con ellos en la tierra. Han albergado el espíritu de Cristo… El justo se apropiará de cada gracia, de toda facultad preciosa y santificada de las cortes del cielo, y cambiará la tierra por el cielo.—Hijos e Hijas de Dios, 363.

El cielo comienza en el almaEl cielo comienza en el alma, y cuando la mente se llena de las cosas del cielo, Cristo es más y más apreciado y llega a ser el más amado entre diez mil… Si queremos ver el cielo allá, debemos tener el cielo aquí. Debemos tener el cielo en nuestros hogares, con nuestras familias acercándose a Dios por medio de Cristo. Cristo es el gran centro de atracción, y el hijo de Dios que se esconde en Cristo, se esconde en la vida de Dios. La oración es la vida del alma; es alimentarse en Cristo; es volver nuestros rostros hacia el Sol de justicia. Cuando volvemos nuestros rostros hacia él, él vuelve su rostro sobre nosotros. Anhela darnos su divina gracia, y cuando nos acercamos a Dios con fe se avivan nuestros poderes espirituales. No caminamos a ciegas ni nos quejamos de nuestra aridez espiritual. Al investigar diligentemente y con oración la palabra de Dios, podemos aplicar sus ricas promesas a nuestras almas, los ángeles se acercan a nuestro lado y el enemigo con sus muchos engaños tiene que retirarse.—The Signs of the Times, julio 31, 1893.

Podemos comer aquí del árbol que da vida—El fruto del árbol de la vida en el jardín del Edén poseía virtudes sobrenaturales. Comer de él equivalía a vivir para siempre. Su fruto era el antídoto de la muerte. Sus hojas servían para mantener la vida y la inmortalidad. Pero debido a la desobediencia del hombre, la muerte entró en el mundo. Adán comió del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuyo fruto aun le había sido prohibido que tocara. Su transgresión abrió las compuertas de la maldición sobre la raza humana.

El Agricultor celestial trasplantó el árbol de la vida al paraíso del cielo después de la entrada del pecado; pero sus ramas cuelgan sobre la muralla hacia el mundo que está más abajo.

Por medio de la redención comprada por la sangre de Cristo, aún podemos comer de su vivificante fruto. De Cristo está escrito: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Él es la fuente de vida. Obedecerle es el poder vivificante que alegra el alma. Cristo declara: “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.—Comentario Bíblico Adventista 7:999, 1000.

El estudio de la Biblia acerca el cielo a la iglesia—Cristo y su Palabra están en perfecta armonía. Recibidos y obedecidos, abren una senda segura para los pies de todos los que están dispuestos a andar en la luz como Cristo es la luz. Si el pueblo de Dios apreciase su Palabra, tendríamos un cielo en la iglesia aquí en la tierra. Los cristianos tendrían avidez y hambre por escudriñar la Palabra.

Anhelarían tener tiempo para comparar pasaje con pasaje, y para meditar en la Palabra. Anhelarían más la luz de la Palabra que el diario de la mañana, las revistas o las novelas. (O el teléfono, tableta, computadora o televisión en nuestros días actuales -por Tony)

Su mayor deseo sería comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Y como resultado, su vida se conformaría a los principios y las promesas de la Palabra. Sus instrucciones serían para ellos como las hojas del árbol de vida. Sería en ellos una fuente de aguas, que brotaría para vida eterna. Los raudales refrigerantes de la gracia renovarían la vida del alma, haciéndole olvidar todo afán y cansancio. Se sentirían fortalecidos y animados por las palabras de la inspiración.  (SVC 164.5)

Los profetas a quienes fueron reveladas estas grandiosas escenas anhelaron comprender todo su significado. “Han inquirido y diligentemente buscado, escudriñando cuándo y en qué punto de tiempo significaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos… Alos cuales fue revelado, que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas”. 1 Pedro 1:10-12. A nosotros que estamos a punto de ver su cumplimiento, ¡de cuánto significado, de cuán vivo interés, son estos delineamientos de las cosas por venir, acontecimientos por los cuales, desde que nuestros primeros padres dieron la espalda al Edén, los hijos de Dios han estado velando y aguardando, anhelando y orando!  (SVC 177.1)

La santidad reina suprema—En el cielo, Dios es todo en todos. Allí reina suprema la santidad; allí no hay nada que estropee la perfecta armonía con Dios. Si estamos a la verdad en viaje hacia allá, el espíritu del cielo morará en nuestro corazón aquí. Pero si no hallamos placer ahora en la contemplación de las cosas celestiales; si no tenemos interés en tratar de conocer a Dios, ningún deleite en contemplar el carácter de Cristo; si la santidad no tiene atractivos para nosotros, podemos estar seguros de que nuestra esperanza del cielo es vana. La perfecta conformidad a la voluntad de Dios es el alto blanco que debe estar constantemente delante del cristiano. Él se deleitará en hablar de Dios, de Jesús, del hogar de felicidad y pureza que Cristo ha preparado para los que le aman. La contemplación de estos temas, cuando el alma se regocija en las bienaventuradas seguridades de Dios, es comparada por el apóstol al goce de “las virtudes del siglo venidero”.—Joyas de los Testimonios 2:342, 343.

Seguro de vida eterna—Mediante la obra del Espíritu Santo Dios realiza un cambio moral en las vidas de los que componen su pueblo, transformándolos a la semejanza de Cristo. Entonces, cuando el sonido de la trompeta final llegue a los oídos de los que duermen en Cristo, saldrán a nueva vida, revestidos con el ropaje de salvación. Entrarán por las puertas de la ciudad de Dios y recibirán la bienvenida a la felicidad y el gozo de su Señor. Quiera Dios que todos podamos comprender y tener en cuenta los goces que esperan a los que mantienen sus ojos sobre el modelo, Cristo Jesús, y buscan en esta vida formar un carácter semejante al suyo. La Palabra de Dios contiene nuestra póliza de seguro de vida. Comer la carne y beber la sangre del hijo de Dios significa estudiar la Palabra e introducirla en la vida obedeciendo todos sus preceptos. Los que participan así del Hijo de Dios llegan a ser partícipes de la naturaleza divina, uno con Cristo. Respiran una atmósfera santa, la única en la cual el alma verdaderamente puede vivir. Tienen en sus vidas la certidumbre que emana de los principios santos recibidos de la Palabra; obra en ellos el poder del Espíritu Santo y eso les proporciona la garantía de la inmortalidad que les pertenecerá por medio de la muerte y resurrección de Cristo. Si el cuerpo mortal decae, los principios de su fe los sostienen, porque son partícipes de la naturaleza divina. Debido a que Cristo fue levantado de los muertos, se aferran a la promesa de su resurrección, y la vida eterna será su recompensa. Esta verdad es una verdad eterna porque Cristo mismo la enseñó. Se comprometió a resucitar a los justos muertos porque dio su vida por la vida del mundo. “Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí”. Juan 6:57. “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre”. Juan 6:35.—Alza Tus Ojos, 76.

Título de propiedad del reinoTenemos su promesa. Disponemos de los títulos de propiedad en el reino de gloria. Jamás fueron redactados títulos de propiedad tan estrictamente de acuerdo con la ley, o más cuidadosamente firmados, que los que le dan derecho al pueblo de Dios a las mansiones celestiales. “No se turbe vuestro corazón—dice Cristo—; creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Juan 14:1-3.—Cada Día con Dios, 202.

No es un plan arbitrario de Dios, el no aceptar pecadores en el cielo, o personas que no se prepararon para estar allí, ellos no pudieran morar en el cielo

Reina un espíritu de amor puro. El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de completa comunión con Aquel “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”. Colosenses 2:3. Mas después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró ocultarse de la presencia de Dios. Y tal es aún la condición del corazón no renovado. No está en armonía con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con él. El pecador no podría ser feliz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía de los seres santos. Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. El espíritu de amor puro que reina allí donde responde cada corazón al corazón del Amor Infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus pensamientos, sus intereses, sus móviles, serían distintos de los que mueven a los moradores celestiales. Sería una nota discordante en la melodía del cielo. El cielo sería para él un lugar de tortura. Ansiaría ocultarse de la presencia de Aquel que es su luz y el centro de su gozo. No es un decreto arbitrario de parte de Dios el que excluye del cielo a los malvados: ellos mismos se han cerrado las puertas por su propia ineptitud para aquella compañía. La gloria de Dios sería para ellos un fuego consumidor. Desearían ser destruidos para esconderse del rostro de Aquel que murió por salvarlos.El Camino a Cristo, 17, 18.

Los vencedores recibirán la coronaQue ninguno se lisonjee pensando que es una persona de éxito, a menos que conserve la integridad de su conciencia y se entregue del todo a la verdad y a Dios. Debemos avanzar firmemente y nunca perder el ánimo ni la fe en las buenas obras, no importan las pruebas que se presenten en el camino o la oscuridad moral que nos rodee. La paciencia, la fe, y el amor por el deber son las lecciones que tenemos que aprender. Subyugar el yo y contemplar a Jesús es trabajo de todos los días. El Señor nunca abandonará al alma que confía en él y solicita su ayuda. La corona de la vida se coloca sobre la frente de aquel que ha vencido. Para todos, hay una obra seria y solemne que hacer por Dios mientras dure la vida. A medida que el poder de Satanás aumenta y se multiplican sus artimañas, los que están a cargo del rebaño de Dios deben mostrarse hábiles y aptos y ejercer un perspicaz don de mando. No solamente tiene cada uno de nosotros una obra que hacer por su propia alma, sino que también tenemos el deber de despertar a otros para que busquen la vida eterna.—Testimonios para la Iglesia 5:66, 67.

Si queréis ser santos en el cielo, primero debéis serlo en la tierra. Los rasgos de carácter que acariciáis en esta vida no cambiarán en virtud de la muerte o de la resurrección. Saldréis de la tumba con la misma disposición que manifestasteis en vuestro hogar y en la sociedad. Jesús no cambia el carácter en su venida. La obra de transformación debe hacerse ahora. Nuestra vida diaria determina nuestro destino. Debemos arrepentirnos de nuestros defectos de carácter y vencerlos mediante la gracia de Cristo, y debe formarse un carácter simétrico mientras estamos en este período de prueba, a fin de que seamos idóneos para las mansiones de arriba. —Eventos de los Últimos Días, 299.

Los que vencen el mundo, la carne y el diablo, serán los favorecidos que reciban el sello del Dios vivo. Aquellos cuyas manos no estén limpias, cuyos corazones no sean puros, no tendrán el sello del Dios vivo. Los que están planeando pecados y ejecutándolos serán pasados por alto. Sólo los que, en su actitud ante Dios, ocupan la posición de quienes se arrepienten y confiesan sus pecados en el gran día de la verdadera expiación, serán reconocidos y señalados como merecedores de la protección de Dios. Los nombres de aquellos que firmemente anhelan y esperan la aparición de su Salvador y velan por ella—más ferviente y anhelosamente que los que esperan la mañana—estarán en el número de los que son sellados. Aquellos que, mientras tienen toda la luz de la verdad que brilla sobre sus almas, y debieran tener obras correspondientes a su fe reconocida, son sin embargo hechizados por el pecado, implantan ídolos en su corazón, corrompen sus almas delante de Dios, y mancillan a los que se unen con ellos en el pecado, verán sus nombres borrados del libro de la vida, y serán dejados en la oscuridad de la medianoche, carentes de aceite en las vasijas de sus lámparas. “A vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá salud”.—Testimonios para los Ministros, 445.

Los que contemplan las cosas celestiales—En el cielo, Dios es todo en todos. Allí reina suprema la santidad; allí no hay nada que estropee la perfecta armonía con Dios. Si estamos a la verdad en viaje hacia allá, el espíritu del cielo morará en nuestro corazón aquí. Pero si no hallamos placer ahora en la contemplación de las cosas celestiales; si no tenemos interés en tratar de conocer a Dios, ningún deleite en contemplar el carácter de Cristo; si la santidad no tiene atractivos para nosotros, podemos estar seguros de que nuestra esperanza del cielo es vana. La perfecta conformidad a la voluntad de Dios es el alto blanco que debe estar constantemente delante del cristiano. Él se deleitará en hablar de Dios, de Jesús, del hogar de felicidad y pureza que Cristo ha preparado para los que le aman. La contemplación de estos temas, cuando el alma se regocija en las bienaventuradas seguridades de Dios, es comparada por el apóstol al goce de “las virtudes del siglo venidero”.—Testimonios para la Iglesia 5:696.

CERRAR

Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,

desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,   (2 Pedro 2)

En fin, vivan en armonía los unos con los otros; compartan penas y alegrías, practiquen el amor fraternal, sean compasivos y humildes. No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendigan, porque para esto fueron llamados, para heredar una bendición. 10 En efecto,

«el que quiera amar la vida
y gozar de días felices,
que refrene su lengua de hablar el mal
y sus labios de proferir engaños;
11 que se aparte del mal y haga el bien;
que busque la paz y la siga.
12 Porque los ojos del Señor están sobre los justos,
y sus oídos, atentos a sus oraciones;
pero el rostro del Señor está contra los que hacen el mal».

13 Y a ustedes, ¿quién les va a hacer daño si se esfuerzan por hacer el bien? 14 ¡Dichosos si sufren por causa de la justicia! «No teman lo que ellos temen, ni se dejen asustar».

(1 Pedro 3)