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LECCIÓN 3 – ¿DIOS O MAMÓN? – PARA EL 20 DE ENERO DE 2018

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Letra Negra: Lección de Escuela Sabática

Letra Ocre: Lección de Escuela Sabática 

Letra Roja: La Biblia

Letra Café: Nuestro comentario

Letra Azul: Espíritu de profecía


Lección 03: Para el 20 de enero de 2018

¿DIOS O MAMÓN?

Sábado 13 de enero_________________________________________________________________

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Salmo 33:6-9; Mateo 19:16-22; 1 Pedro 1:18; Hebreos 2:14, 15; Éxodo 9:14; Salmo 50:10.

PARA MEMORIZAR:

“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:9-11).

Dios no desperdicia palabras al explicar su perspectiva sobre la obsesión excesiva con el dinero y las cosas materiales. Las palabras de Cristo al rico codicioso que, aunque el Señor lo bendecía, atesoraba y atesoraba lo que tenía, debieran despertar en todos nosotros el temor de Dios: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios” (Luc. 12:20, 21).

Servir a Dios y servir al dinero son acciones mutuamente excluyentes. Es una cosa o la otra, Dios o Mamón. Es una ilusión pensar que podemos tenerlo todo a la vez, porque llevar una doble vida, tarde o temprano, nos alcanzará. Podemos engañar a los demás, tal vez incluso a nosotros mismos, pero no a Dios, a quien algún día tendremos que rendirle cuentas.

Debemos tomar una decisión y, cuanto más vacilemos, pongamos excusas o nos demoremos, más fuerte será la influencia que el dinero y el amor al dinero ejercerán sobre nuestra alma. La fe requiere una decisión.

Lo que debiera hacer que nuestra decisión sea mucho más fácil es centrarnos en quién es Dios, lo que él ha hecho por nosotros y lo que le debemos.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El amor al mundo ejerce una terrible influencia sobre la gente a la cual el Señor ha mandado velar y orar constantemente, no sea que venga de repente y los encuentre durmiendo. “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:15-17).

Se me mostró que el pueblo de Dios que profesa creer la verdad presente no se encuentra en una actitud de espera y vigilancia. Los hijos de Dios están incrementando sus riquezas, y están depositando sus tesoros en la tierra. Se están volviendo ricos en las cosas mundanas, pero no ricos en Dios. No creen que el tiempo sea corto; no creen que el fin de todas las cosas está cerca, que Cristo está a las puertas. Pueden profesar mucha fe, pero se engañan a sí mismos; porque solo pondrán en práctica la fe que realmente poseen. Sus obras ponen de manifiesto el carácter de su fe, y dan testimonio ante los que los rodean que la venida de Cristo no se va a producir en esta generación. De acuerdo con su fe serán sus obras. Están añadiendo una casa a la otra, y un terreno al otro; son ciudadanos de este mundo (Testimonios para la iglesia, tomo 2, pp. 177, 178).

El hombre egoísta y amante del dinero vive para comer y beber y gozar de los bienes de este mundo. Pero no tiene en vista la eternidad. No toma en cuenta el mundo eterno. En cambio, los que reciben y creen la verdad tienen esa fe que obra por el amor y purifica el alma de todo lo sensual. El mundo no los puede conocer, porque tienen en cuenta las realidades eternas. Un poder motivador obra interiormente para transformar el carácter. Una influencia que impulsa, recibida del cielo, obra como la levadura escondida en la masa. El amor de Jesús se introduce en el corazón con su poder redentor para controlar todo el ser: el alma, el cuerpo y el espíritu (Cada día con Dios, p. 184).

Recordemos que la naturaleza moral necesita ser fortalecida por la vigilancia y la oración constantes. Mientras miremos a Cristo estamos seguros; pero en cuanto pensemos en nuestros sacrificios y dificultades, y empecemos a simpatizar con nosotros mismos y a mimamos, perderemos nuestra confianza en Dios y estaremos en grave peligro (Testimonios para la iglesia, tomo 4, p. 513).

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Lección 03 | Domingo 14 de enero_________________________________________________

CRISTO, EL CREADOR

Lee Génesis 1:1; Salmo 33:6 al 9; Isaías 45:11 y 12; Jeremías 51:15; y Juan 1:3. ¿Qué nos dicen estos versículos sobre las bondades del mundo material?

Génesis 1:1

1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

Salmo 33:6-9

Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.El junta como montón las aguas del mar; El pone en depósitos los abismos.Tema a Jehová toda la tierra; Teman delante de él todos los habitantes del mundo.Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió.

Isaías 45:11-12

11 Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos.  12 Yo hice la tierra, y creé sobre ella al hombre. Yo, mis manos, extendieron los cielos, y a todo su ejército mandé.

Jeremías 51:15

15 El es el que hizo la tierra con su poder, el que afirmó el mundo con su sabiduría, y extendió los cielos con su inteligencia.

Juan 1:3

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

“Fue Cristo quien extendió los cielos y echó los cimientos de la tierra. Fue su mano la que colgó los mundos en el espacio y modeló las flores del campo. Él formó ‘las montañas con su fortaleza’; ‘suyo es el mar, porque él lo hizo’ (Sal. 65:6; 95:5). Fue él quien llenó la tierra con belleza y el aire con cantos. Y sobre todas las cosas en la tierra, el aire y el cielo escribió el mensaje del amor del Padre” (DTG 11, 12).

Las cosas materiales, en sí mismas, no son malas. A diferencia de algunas religiones, que enseñan que el mundo material y la materia misma son malos o malvados y que solo las cosas espirituales son buenas, la Biblia valora el mundo material.

A fin de cuentas, el mismo Jesús lo creó. ¿Cómo, entonces, podría ser malo? Lamentablemente, al igual que con todos los dones de Dios, puede pervertirse y usarse para el mal, pero eso no hace que el don original sea malo. La Biblia advierte contra el abuso y la perversión de las cosas que Dios ha creado en este mundo, pero no contra las cosas en sí.

Al contrario, Dios creó el mundo material, y quería que su pueblo disfrutara de los frutos y beneficios de este mundo también: “Y te alegrarás en todo el bien que Jehová tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti” (Deut. 26:11; ver también Deut. 14:26).

Jesús es el Creador (Juan 1:1-3), y la tierra es una mera muestra de lo que ha hecho. Su capacidad creadora le da una perspectiva única sobre la vida misma y sobre los que viven en ella. Él conoce el valor de las cosas materiales; y nos las dio para nuestro beneficio y aun para nuestro deleite. Dios también sabe qué sucede cuando la humanidad pervierte esos dones, o incluso los convierte esos dones en un fin en sí mismo, siendo que esos dones, al igual que con todas las cosas, estaban destinados a ser usados para glorificar a Dios.

Contempla a tu alrededor las increíbles bondades del mundo creado. Incluso después de los estragos del pecado, todavía podemos ver la bondad inherente en gran parte de él. ¿Qué nos dice la bondad del mundo creado acerca de la bondad de su Creador?

¡Buena noticia!

Agradecemos a Dios porque la lección de esta semana está ya terminada y disponible completamente, tanto en texto corriente, como en el sistema PDF. Pueden disfrutarla, para gloria del Señor.

 (Como de costumbre, sus comentarios serán muy bienvenidos.)

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

A Dios gracias, esta lección abre amplios espacios para filosofar; y es bueno hacerlo, en el temor del Señor. Warren Young decía: Todo hombre filosofa; el que no filosofa, se fosiliza.

Estas reflexiones sobre mayordomía nos obligan a profundizar en la ontología, rama de la filosofía que estudia el ser. Tanto el Ser Divino, como el ser humano y otros seres que pueblan el espacio y nos es dado conocer, son objeto del estudio ontológico. El Salmo 8 cuestiona: ¿Qué es el hombre…? (vers. 4)
Dijo (Dios): «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» 27 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó (Génesis 1: 26 y 27).
Una pregunta tan clásica como histórica del hombre es: ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi origen? En los dos primeros capítulos de la Biblia, tenemos la respuesta a lo que muchos consideran la pregunta más importante de todas. En definitiva, sólo al saber de dónde venimos es que podemos iniciar el conocimiento de quiénes somos, por qué existimos, cómo hemos de vivir y, en última instancia, hacia dónde vamos.
El hombre fue creado a imagen de Dios; el hombre era como Dios, ya que fue creado a imagen y semejanza de Dios y también poseía los mismos atributos de Dios –por supuesto, con muchas limitaciones.
¿En qué aspectos fue creado el hombre a la imagen de Dios?
1-En su inteligencia: Dios tiene una mente suprema, Dios es infinito en su inteligencia; el hombre fue creado también así, aunque en una escala menor. Al hombre se le dio el regalo de la mente y de la inteligencia; el hombre, al igual que su Creador, es capaz de tener pensamiento, razón y decisión.
2-En su naturaleza moral: El hombre fue hecho perfecto, justo, verdadero y santo. El hombre fue creado con una disposición de benevolencia, fue creado con un espíritu de oración y también con un espíritu feliz, fue creado con la gran disposición de promover el bienestar del universo. Todos estos atributos pertenecen a Dios mismo, el Dios creador excelso.
3-El hombre fue credo con dominio: Dios es el supremo regidor sobre todas las cosas del universo, los ángeles y el hombre son sus servidores. Todas las cosas, tanto materiales como espirituales, están bajo el dominio de Dios. En este aspecto el hombre fue creado a la imagen de Dios, ya que a él se le dio dominio sobre todo el planeta tierra; fue el rey de este mundo, tanto el mundo animal como el mundo vegetal y el mineral, estaban bajo su dominio.
4-El hombre fue creado inmortal: Dios es la fuente de la eternidad y el hombre disfrutaba de ese atributo de Dios. Si se une el poder que Dios le dio al hombre para procrearse, más la inmortalidad, el hombre se hubiera aventurado a alcanzar los límites de lo inalcanzable.
5-Tambien se le dio el poder de la creación: El hombre, si bien con muchos límites, puede elaborar cosas hermosas que son frutos de una mente creativa; esa mente creativa que el hombre tiene, es la imagen de un Dios que es sublime en la creación de todo lo que existe en el universo entero.
El tema de la creación de Dios, es uno de los temas más fáciles de dar y al mismo tiempo extremadamente difícil. Esto, por supuesto, es de acuerdo con el destinatario, a quien se le esté impartiendo el tema.
El gran milagro de la creación, es algo que se cree por fe, y por fe solamente. Nuestra pobre y corta mente, es incapaz de comprender la acción de la infinita mente creadora de Dios.
En la creación encontramos una de las incógnitas más grandes de nuestro planeta: la criatura que trata de entender al Supremo Creador. Partiendo de este punto de vista, es muy fácil dar la lección a un cristiano, pues la mayoría de los cristianos aceptamos el tema de la creación por medio de la fe. Es tan así que las cosas que no logramos entender de la Biblia y de nuestro gran Dios, las aceptamos por fe.
Nuestro problema surge cuando tenemos que prepararnos para hablar con quienes no tienen nuestra fe, para convencer a quienes no pertenecen a ninguna religión y que cuya mente ha sido bombardeada por filosofías terrenales y ateas. Allí es donde realmente tenemos que saber lo que el mundo piensa y cree, para encontrar la manera de contrarrestar las ideas equivocadas de nuestros prójimos y encaminarlos a la verdad. Aquí mismo es donde también empieza el problema para nosotros, cuando tratamos de comprender y explicar eso que no se puede entender y por lo consiguiente no se puede explicar. Muchos de nosotros entramos en el mundo de la especulación y de la duda y terminamos enredados en la maraña de la incredulidad.
Nosotros sabemos que en el mundo hay mucha información falsa, que tiene como propósito desacreditar a Dios, a la Biblia y a la religión cristiana. Esa falsa información tarde o temprano se descubre; Dios se encarga de que esto sea así.
Pero también tenemos que reconocer y aceptar que hay mucha información que es verdadera, y que se nos presenta como un reto no sólo a nosotros como cristianos, sino también al mundo de los científicos cristianos, el poder contestar estas preguntas a la luz de la Biblia.
Uno de los retos que se nos presenta es como responder a esos resultados científicos que se hace sobre huesos, donde se descubre que ciertos fósiles tanto del mundo animal, como del mundo vegetal, tienen millones de años de edad, y nuestro plantea se estima que solo tiene alrededor de seis mil años de vida.
Hay miles de fósiles o huesos que se han llevado a diferentes y confiables laboratorios cristianos y no cristianos alrededor del mundo, y los resultados de la prueba de carbón es casi la misma, por no decir que es idéntica.
La pregunta que se nos hace es: ¿Cómo podemos explicar un fósil de millones de años de edad, cuando nuestra tierra llega solamente alrededor de los 7,000 años?
A mi persona se me ha hecho muchas veces ésta pregunta, yo lo he llevado a la meditación con Dios y al estudio profundo y he llegado a mi propia conclusión y yo la quiero compartir con ustedes. Si usted le encuentra luz, úsela, si usted cree que no sirve, simple y sencillamente elimínela, por favor recuerde que es solo mi conclusión personal «sugerente» y es mi explicación para todas éstas personas que están empapadas de filosofías extrañas y de ateísmo.
Yo creo, que Dios en la creación hizo un mundo andante. Dios creó a Adán y Eva, ya personas adultas y maduras, capaces de ser alumnos directamente de Dios y de los ángeles y con la gran responsabilidad de cuidar un inmenso, maravillo y complejo planeta tierra.
Mi gran pregunta es ¿Qué edad tenía Adán cuando salió de la mano del Creador?
Si eso fuera en nuestro tiempo actual, Adán y Eva tenían que haber tenido por lo menos cuarenta años de edad, para sobrellevar la responsabilidad y privilegio que Dios estaba depositando en sus hombros.
Ahora imagínese que Adán, hubiese sido creado para vivir 100 millones de años; ¿Cuál hubiera sido su edad relativa? posiblemente 40 millones de años.
En el tiempo antiguo cuando los patriarcas vivían cerca de los mil años, se casaba a los 200 y 300 años, y comenzaban a tener hijos por los 400 años, esa era su edad relativa. En nuestro tiempo que solo vivimos alrededor de 70 años, la familia tiene que formarse entre los 20 y 40 años, dependiendo de la cultura donde se esté viviendo.
Ahora volvamos a Adán: si Adán fue creado para vivir eternamente ¿qué edad relativa pudo haber tenido cuando salió de las manos del Creador? Me atrevo a proponer que Adán pudo tener varios millones de años de edad.
Lo mismo sucedió con los animales, plantas y árboles. Dios no le entregó a Adán una semilla de árbol para que él la sembrara, la regara, la cuidara y la hiciera crecer: no. Dios entregó a Adán un árbol crecido y maduro, un árbol ya dando frutos, un árbol que fue hecho para vivir por la eternidad.
También sucede lo mismo con los animales: Dios le entregó a Adán, animales mayores, adultos, procreando, animales que fueron creados para la eternidad.
Entonces cuando yo escucho que se encontró un hueso o un fósil que tiene 8 millones de años, yo me digo a mí mismo: ese animal estaba bastante joven.  Dios  hizo ese animal para vivir por la eternidad; 8 millones de años en la eternidad es como una gota de agua en el inmenso océano.
Dios hizo un planeta ya desarrollado, un planeta funcionando al ciento por ciento, un planeta maduro, tanto en humanos como en animales y en plantas, un planeta diseñado para existir por la eternidad.
Para mí esta es la razón cuando se encuentran fósiles con millones de años de edad. Dios hizo estos animales y plantas, ya con unos cuantos años de edad relativa, y estaban diseñados para vivir por la eternidad. Diez, quince, veinte, ochenta millones de años de edad, es una edad muy joven y tierna para seres que van a vivir por la eternidad.
¿Quién hizo el mundo?
La respuesta es simple, es directa, es positiva y es completa… un niño la entiende fácilmente: ¡Dios creó el mundo!  No hay otra manera más sencilla para responder a esta pregunta sino repitiendo lo que la Biblia afirma. Hay un gran riesgo cuando convertimos una respuesta tan sencilla en una investigación tan profunda. Cuando la simplicidad no es el resultado del conocimiento, entonces entramos en el campo de la imbecilidad.
La respuesta es sublime: ¡Dios creó el mundo! Es sublime porque anuncia un punto de partida: ¡En el principio…! Si alguna persona quiere ponerle fecha, no se le prohíbe; el calendario de todas manera es para el humano y nunca para Dios; Él es sempiterno. La respuesta es sublime porque conecta lo espiritual con lo material; el viento es la respiración de Dios y el trueno es una de las notas musicales cuando él habla.
La respuesta es suficiente: ¡Dios creó al mundo! El tiempo es apenas una pequeña gota de la eternidad, la naturaleza es la obra de Dios y la materia es el resultado de la infinita mente divina.
La diferencia entre el Creador y la criatura es que la criatura habla de las cosas que existen, pero el Creador habla para que las cosas existan.
El humano puede hablar y trabajar con los materiales que Dios le provee, observa los materiales, los imita, los combina, los transforma, pero no puede crearlos. El mejor pintor del mundo que está componiendo la más bella obra de arte que pueda proceder de la mano de un hombre, no puede crear nada, ni el lienzo, ni los colores, ni las brochas, ni sus propias manos; tampoco puede fabricar la imaginación para hacer su trabajo, ya que la imaginación es el resultado del genio del hombre y el genio del hombre es un regalo de la sabiduría divina.
La creación niega el ateísmo porque anuncia la existencia de un Dios Creador.
La creación niega el politeísmo porque confiesa la existencia de un solo Dios Creador.
La creación niega el materialismo porque enseña que en «el principio» la materia fue creada, y fue creada de la nada.
La creación niega el panteísmo porque separa a Dios de la naturaleza y de sus criaturas.
Le creación niega el fatalismo porque muestra a un Dios que no es tirano, sino que da libertad de elección a sus criaturas.
«Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza.»
 La expresión “hagamos al hombre” ha causado mucha división entre los grandes comentaristas y teólogos de todas las edades. La palabra «HAGAMOS» está en plural, que denota la conversación entre dos o más personas; ¿Quiénes eran esas personas que conversaban en la creación?
Por ejemplo Philo, Eben Ezra, y Delitzcsh creen que Dios estaba consultando con los ángeles; Maimónides y M Gerumlious, de linaje judío, opinan que Dios estaba consultando con la tierra, siendo ésta una de las explicaciones más absurdas que puede haber, ya que ellos no creen en la existencia de otro ser de la Trinidad que no sea Dios el Padre. El gran teólogo Kalish dice que Dios estaba consultando consigo mismo, y Calvin, McDonald y Murphy creen que esas palabras se pronunciaron en un sublime concilio, donde estaban presentes las personas de la Trinidad, como comúnmente las conocemos.
Por supuesto nosotros estamos de acuerdo en que era el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; entre ellos se consultaban en el momento sublime de la creación de este mundo.
Además, ésta no es la primera vez que Dios habla en forma plural; hay otros textos de la Biblia, donde se encuentra a Dios hablando en forma plural:
22Y el SEÑOR Dios dijo: —He aquí que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo el bien y el mal. Ahora, pues, que no extienda su mano, tome también del árbol de la vida, y coma y viva para siempre. Génesis 3
Vamos, pues, descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que nadie entienda lo que dice su compañero”. Génesis 11
 
Entonces escuché la voz del Señor, que decía: —¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? Y yo respondí: —Heme aquí, envíame a mí. Isaías 6
No hay duda alguna, todas las cosas materiales de este mundo fueron creadas por Dios el Padre, Dios el Hijo Jesucristo, y Dios el Espíritu Santo.
 
Disfrutar de las cosas hermosas que ha dejado Dios en este mundo no es un pecado, sino que es un privilegio.
 
Tomar esas cosas materiales y hermosas del mundo y elevarlas a un plano superior, o considerarlas más importantes que Dios, eso es idolatría, y la idolatría es uno de los pecados más nocivos para el hombre y más ofensivos para Dios.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El mundo material se halla bajo el control divino. Toda la naturaleza obedece las leyes que la gobiernan. Todas las cosas hablan acerca de la voluntad del Creador y la practican. Las nubes, la lluvia, el rocío, la luz del sol, los chubascos, el viento, la tormenta, todos están bajo la supervisión de Dios y le rinden obediencia implícita a Aquel para quien trabajan. La plantita diminuta sale de la tierra, primero como hierba, luego espiga, y después el grano lleno en la espiga. El Señor los usa como sus siervos obedientes, para hacer su voluntad. Primero se ve el fruto en el capullo, que contiene a la futura pera, durazno, o manzana, y el Señor los desarrolla en el momento adecuado, porque ellos no se resisten a su obra. No se oponen al orden de sus disposiciones. Sus obras, tales como se ven en el mundo natural, no se comprenden ni se valoran, ni siquiera en un cincuenta por ciento. Estos predicadores silenciosos enseñarán sus lecciones a los seres humanos, si tan solo quieren ser oidores atentos (Exaltad a Jesús, p. 60).

Tenemos la necesidad de estar más en audiencia con Dios. Necesitamos guardar nuestros pensamientos. Vivimos, indudablemente, en medio de los peligros de los últimos días. Debemos andar delante de Dios con mansedumbre, con profunda humildad; porque solamente los tales serán exaltados.

¡Oh, cuán poco puede comprender el hombre la perfección de Dios y su omnipresencia unida con su poder infinito!…

El Señor ordena que las cosas vengan a la existencia. Él fue el primer diseñador. No depende del hombre, sino que bondadosamente pide la atención de éste, y coopera con él en diseños progresivos y más elevados. Pero luego el hombre se atribuye a sí mismo toda la gloria, y es exaltado por sus semejantes como un genio muy notable. No mira más arriba que el hombre. La causa primera y única es olvidada…

“He aquí, los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener” (2 Crónicas 6:18). Que nadie se aventure a limitar el poder del Santo de Israel. Existen conjeturas y preguntas con respecto a la obra de Dios. “Quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5) (Mensajes selectos, tomo 3, p. 356).

Las aves, que gorjeaban despreocupadamente sus cantos, las flores del valle resplandecientes en su belleza, los lirios que reposaban en su pureza en el seno del lago, los elevados árboles, la tierra cultivada, el trigo ondeante, la tierra estéril, el árbol que no dio fruto, las colinas eternas, los arroyos burbujeantes, el sol poniente, coloreando e iluminando los cielos, todos esos elementos empleaba [Cristo] para impresionar a sus oyentes con la verdad divina…

Las bellezas de la naturaleza tienen una lengua que nos habla sin cesar. El corazón abierto puede ser impresionado con el amor y la gloria de Dios, como se ven en las obras de sus manos. El oído que escucha puede oír y entender lo que Dios dice por medio de las cosas de la naturaleza. Hay una lección en el rayo de sol, y en los diversos objetos de la naturaleza que Dios presenta a nuestra vista. Los verdes campos, los elevados árboles, los capullos y las flores, las nubes que pasan, la lluvia que cae, el murmurante arroyuelo, el sol, la luna y las estrellas del cielo: todo invita a nuestra atención y meditación y nos manda que nos familiaricemos con Aquel que lo hizo (A fin de conocerle, p. 145).

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Lunes 15 de enero | Lección 03_____________________________________________________

HIJO DE DIOS / HIJO DEL HOMBRE

Como cristianos, creemos que Jesús era completamente Dios y completamente humano. Esta unión de lo divino y lo humano hace que su perspectiva sea única en cuanto a lo que es importante en la tierra y lo que es importante para la eternidad. El hecho de que no podamos comprender cómo fue posible que Jesús tuviera una naturaleza divino-humana no anula esta verdad, así como el hecho de que alguien no entienda aerodinámica tampoco puede impedir que un avión vuele.

“Aquí hay dos misterios por el precio de uno: la pluralidad de personas dentro de la unidad de Dios, y la unión de la Deidad y la humanidad en la persona de Jesús […]. No existe nada en la ficción que sea tan fantástico como esta verdad de la encarnación” (J. I. Packer, Knowing God [Conociendo a Dios], p. 53).

Una de las razones por las que Jesús vino a este mundo fue para mostrarnos cuán amoroso y cariñoso es Dios, y cuánto nos cuida a cada uno. Lejos de ser una deidad fría y lejana, como algunos creían, Jesús reveló el verdadero carácter de nuestro Padre celestial.

Sin embargo, Satanás ha tratado de separar a los seres humanos de Dios. Ha tratado de despersonalizarlo, representándolo como alguien que no se preocupa por nosotros. Él hace todo lo posible, por todos los medios, para que no lleguemos a conocer ni experimentar la realidad de la bondad y la gracia de Dios. Un amor desmedido por las cosas materiales es una de las tácticas de Satanás, para lograr este fin, que funciona bien.

Lee Mateo 19:16 al 22. ¿Qué nos dice esta historia sobre el modo en que Satanás puede usar nuestro amor por las cosas materiales para mantenernos alejados del Señor?

Mateo 19:16-22

16 Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?  17 El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.  18 Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio.  19 Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo.  20 El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?  21 Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.  22 Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

Imagínate a Jesús mismo, Dios hecho carne, hablándole a este joven que, obviamente, sabía que Jesús era alguien especial. Y sin embargo, ¿qué pasó? Permitió que su gran riqueza, su amor por las cosas materiales, lo separaran de la misma persona de Dios. El amor al mundo y a las cosas materiales lo cegaron tanto que, aunque estaba triste, esa tristeza no fue suficiente para impulsarlo a hacer lo correcto. No estaba triste porque perdería sus posesiones (no las perdió). Se entristeció porque estaba perdiendo su alma por esas cosas.

Ya sea que seamos ricos o pobres, ¿de qué forma podemos asegurarnos de mantener una relación correcta con las cosas de este mundo?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

Hoy enfocamos la mirada en el joven rico. Aunque no se dice mucho acerca de él, hay algunos puntos sobresalientes en cuanto a este personaje.
Era un gobernante: 18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? (Lucas 18)
Tenía riquezas y era un seguidor muy escrupuloso de la Ley de Dios. Vemos que él sintió que faltaba algo en su vida. Nos hace recordar un poco la historia de Martín Lutero; aunque era un monje piadoso, en su interior no estaba satisfecho con su vida espiritual y luchaba con la certeza de la salvación. En ambos casos, los hombres sentían, entre ellos y Dios, una gran brecha que no podían llenar con sus obras externas.
“Este príncipe tenía en alta estima su propia justicia. No suponía, en realidad, que fuese deficiente en algo, pero no estaba completamente satisfecho. Sentía la necesidad de algo que no poseía. ¿Podría Jesús bendecirlo como había bendecido a los niñitos y satisfacer la necesidad de su alma?” (DTG 477).
El joven rico tuvo una vida ejemplar y con una buena conciencia de sí mismo, pero sabía que le estaba haciendo falta algo en la vida espiritual.
La suya fue una pregunta clásica del mundo fariseo: ¿Qué bien haré para tener la vida eterna? El fundamento del fariseo era conseguir la vida eterna a través de las obras.
Cuando el joven rico escuchó que Jesús dijo que había que guardar los mandamientos, tuvo la entereza de ver de frente a Jesús y asegurarle que esos mandamientos habían sido guardados desde su niñez.
El problema del joven rico no era el guardar los mandamientos; el problema de él consistía en haber guardado los mandamientos según la letra: los guardaba porque era una necesidad, un requisito, una obligación espiritual, una manera de vivir. Y no se daba cuenta de que lo primordial era amar a su prójimo como a sí mismo.
En pocas palabras, el joven rico había perfeccionado una obediencia sin amor. Podía decirse que había tenido una vida ejemplar; pero el evangelio no es el acto de dejar de odiar, herir o hacer mal a nuestro prójimo. El evangelio va más allá: es el acto de amar a nuestro prójimo, con el mismo amor que tiene Dios hacia nosotros.
Si el joven rico hubiera amado a su prójimo, entonces todas las obras que pudiera haber hecho, hubieran cobrado un sentido espiritual.
Jesús tocó la llaga de este hombre, y lo invitó a dejar de amar los bienes terrenales para comenzar a amar al prójimo y a Dios, como Dios lo ordena.
El joven rico se marchó triste, se vio ante el espejo, y no hizo nada para arreglar su condición. Se convirtió en oidor y no en hacedor, llegó a ser su peor enemigo: él mismo, no las riquezas. El problema de los humano no está en las riquezas, sino en la posición que tomamos frente a ellas.
La invitación que Jesús extendió al joven rico para formar parte del cuerpo de los 12 apóstoles: aquella era una invitación seria.
Hubo muchos que solicitaron para tener una plaza en la oficina apostólica de Jesús, pero la solicitud no fue aceptada por Jesús.
El joven rico era un candidato potencial para el apostolado, posiblemente de la misma manera como lo fue Pablo. Tanto al joven rico como a Pablo, Jesucristo proveyó un formulario de solicitud para su trabajo personalmente.
Jesús sabía que el joven rico nunca sería feliz solamente con el título de príncipe, mercader o terrateniente. Jesús extendió al joven rico un consejo de perfección cristiana a través de la pobreza: A quien mucho se le ha dado, mucho se le exigirá.
Vender todas sus propiedades y repartirlas a los pobres, fue demasiado sacrificio para el joven rico. El evangelio es el único remedio que existe para el pecador, y la mayoría de pecadores obtienen sus más grotescos vicios, por no atender a las obligaciones que Dios ha dado.
Como el joven rico, hay muchos que rechazan a Cristo por el amor a las riquezas de este mundo; ellos sienten el deseo y la convicción, pero se alejan tristes y posiblemente temblando, llenando de esa manera las páginas del libro donde se encuentran los nombres de aquellos que están en contra de Dios.
El joven rico no pudo pasar el examen que pudo haberlo conducido a las alturas espirituales que él andaba buscando.
Estos son los obstáculos que las riquezas imponen al hombre:
1-Las riquezas oscurecen la fe, obligan al hombre a confiar más en las riquezas que en Dios
2-Las riquezas conducen al hombre a amar al mundo, y alejan el corazón del hombre, de Dios
3-Las riquezas enfrían el amor y el interés del rico para su prójimo
4-Las riquezas destruyen la mansedumbre
5-Las riquezas vuelven duro el corazón del hombre
El papa Adriano IV que reinó desde el año 1154 hasta el 1159, y que -dicho sea de paso- ha sido el único papa de origen inglés en toda la historia papal y comenzó a usar el título vicario de Cristo, dijo lo siguiente: “No hay nada que me ha hecho más infeliz en la vida, que convertirme en la cabeza de la iglesia católica”.
Otro papa dijo que cuando él entró a la orden sacerdotal, tenía muchas esperanzas de su salvación; cuando él llegó a ser un cardenal, comenzó a dudar de su salvación, pero cuando él llegó a ser papa, perdió por completo toda esperanza de su salvación.
 
Las riquezas, por lo general, impiden al hombre la entrada al reino de los cielos.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Solo había una esperanza para la especie humana, y ésta era que se pusiera nueva levadura en esa masa de elementos discordantes y corruptos; que se introdujese en la humanidad el poder de una vida nueva; que se restaurase en el mundo el conocimiento de Dios.

Cristo vino para restaurar ese conocimiento. Vino para poner a un lado la enseñanza falsa mediante la cual los que decían conocer a Dios lo habían desfigurado. Vino a manifestar la naturaleza de su ley, a revelar en su carácter la belleza de la santidad.

Cristo vino al mundo con el amor acumulado de toda la eternidad. Al eliminar las exigencias que hacían gravosa la ley de Dios, demostró que es una ley de amor, una expresión de la bondad divina. Demostró que la obediencia a sus principios entraña la felicidad de la humanidad, y con ella la estabilidad, el mismo cimiento y la estructura de la sociedad (La educación, p. 76).

Los judíos casi habían perdido de vista la verdad de la abundante gracia de Dios. Los rabinos enseñaban que el favor divino había que ganarlo. Esperaban ganar la recompensa de los justos por sus propias obras. Así su culto era impulsado por un espíritu codicioso y mercenario. Aun los mismos discípulos de Cristo no estaban del todo libres de este espíritu, y el Salvador buscaba toda oportunidad para mostrarles su error…

Mientras iba por el camino, un joven príncipe vino corriendo hacia él, y arrodillándose, lo saludó con reverencia. “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” preguntó…

“Si quieres ser perfecto —dícele Jesús—, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Y oyendo el mancebo esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones”…

El que se ama a sí mismo es un transgresor de la ley. Jesús deseaba revelarle esto al joven, y le dio una prueba que pondría de manifiesto el egoísmo de su corazón. Le mostró la mancha de su carácter. El joven no deseaba mayor iluminación. Había acariciado un ídolo en el alma; el mundo era su dios. Profesaba haber guardado los mandamientos, pero carecía del principio que es el mismo espíritu y la vida de todos ellos. No tenía un verdadero amor a Dios o al hombre. Esto significaba la carencia de algo que lo calificaría para entrar en el reino de los cielos. En su amor a sí mismo y a las ganancias mundanales estaba en desacuerdo con los principios del cielo (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 322, 323).

La influencia del amor al dinero sobre la mente humana es casi paralizadora. Las riquezas infatúan y hacen que muchos que las poseen obren como si estuviesen privados de razón. Cuanto más tienen de este mundo, tanto más desean. Sus temores de llegar a padecer necesidad aumentan con sus riquezas. Se sienten inclinados a amontonar recursos para el futuro. Son mezquinos y egoístas, y temen que Dios no provea para ellos. Esta clase de gente es en realidad pobre delante de Dios. A medida que han acumulado riquezas han ido poniendo su conciencia en ellas y han perdido la fe en Dios y sus promesas (Consejos sobre mayordomía cristiana, p. 156).

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Lección 03 | Martes 16 de enero____________________________________________________

CRISTO, EL REDENTOR

El endeudamiento no es un principio del Cielo. Pero Adán y Eva pecaron y la transgresión de una ley implicó la muerte. Así, la humanidad se convirtió en deudora de la justicia divina. Estábamos en quiebra, espiritualmente insolventes por causa de una deuda que nunca podríamos pagar.

El amor de Dios por nosotros puso en marcha el plan de redención. Jesús se convirtió en una “garantía” para nosotros (Heb. 7:22). La identidad de Cristo como Redentor es lo que revela la transacción más importante jamás realizada. Solo el sacrificio de su vida podía lograr el pago requerido por la justicia divina. Cuando la justicia y la misericordia se abrazaron en la cruz, Jesús pagó la deuda de pecado que debíamos pagar nosotros. El universo nunca había visto ni presenciado la manifestación de esa riqueza que se usó para pagar la redención de la humanidad (Efe. 5:2).

“Al derramar todos los tesoros del cielo en este mundo, al darnos en Cristo todo el cielo, Dios ha comprado la voluntad, los afectos, la mente y el alma de cada ser humano” (PVGM, 261, 262).

Lee cada uno de los siguientes versículos y enumera de qué nos ha salvado Cristo. Col. 1:13; 1 Tes. 1:10; 1 Ped. 1:18; Heb. 2:14, 15; Gál. 3:13; Apoc. 1:5.

Colosenses 1:13

13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

1 Tesalonicenses 1:10

10 y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.

1 Pedro 1:18

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

Hebreos 2:14-15

14 Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,  15 y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.

Gálatas 3:13

13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero,

Apocalipsis 1:5

y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre,

La palabra griega tetelestai, en Juan 19:30, se ha dado en llamar la palabra más importante que jamás se haya pronunciado. Significa “se cumplió”, y es la última declaración que Jesús hizo en la cruz. Su declaración final significó que su misión estaba cumplida y que nuestra deuda “se pagó en su totalidad”. Él no lo expresó como alguien sin esperanza, sino como quien logró la redención de un mundo perdido. La cruz de la redención revela un acontecimiento pasado, con un efecto presente y una esperanza futura. Jesús dio su vida para destruir el pecado, la muerte y las obras del diablo de una vez por todas. Esto significa que, aunque no lo merecemos, somos redimidos (Efe. 1:7). Vislumbrar las maravillas de la salvación es pisar tierra santa.

Cristo como Redentor es la imagen más sublime de Dios. Su interés supremo es redimirnos. Esto revela su perspectiva hacia la humanidad y, especialmente, muestra lo mucho que Jesús valora el hecho de tener una relación con nosotros. Con la justicia saldada, Cristo dirige su atención a nuestra respuesta a su sacrificio.

Piensa en esto: Cristo pagó la deuda, en forma total y plena, por todo el mal que tú has hecho. ¿Cuál debiera ser tu respuesta? (Ver Job 42:5, 6.)

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro 1)
La redención no implica solamente el perdón de los pecados. Va mucho más allá, pues la redención también consiste en doblegar el siniestro imperio del pecado. 
 
Dicho en otras palabras, la redención no consiste solamente en haber recibido el perdón de los pecados, para continuar en la misma vana manera de vivir. La redención abarca el haber sido perdonados de nuestros pecados, para comenzar una nueva vida, que es sobria, justa, buena y santa.
 
No puede darse el caso de que una persona haya sido redimida y continúe viviendo su vida antigua de pecado, pecaminosidad y miseria.
 
Por eso el texto bíblico anuncia triunfalmente: «fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres.» Con el pecado teníamos una “vana manera de vivir,” pero al haber sido rescatados, ya no tenemos más esa “vana manera de vivir”; al ser rescatados gozamos de una nueva vida.
  
Curiosamente, la vana manera de vivir es una enfermedad hereditaria. Todos los que alguna vez fuimos niños, conseguimos esa enfermedad de nuestros padres; y todos los que alguna vez hemos sido padres, hemos transmitido esa letal infección a nuestros hijos. 
 
¿Por qué los padres somos tan infecciosos con nuestros hijos?
 
1-Porque desafortunadamente sembramos una vana manera de vivir en nuestros hijos en sus primeros años de vida, cuando ellos son una esponja que absorbe todo lo que les rodea. Años más tarde, cuando la infección brota en la vida de nuestros vástagos, muchas veces se ha convertido en una enfermedad difícil de combatir y, en muchas ocasiones, se ha convertido en una enfermedad terminal, para la cual el remedio disponible ya no obra el efecto esperado.
 
2-Porque el afecto de los niños siempre gira alrededor de los padres, como figuras de autoridad; y la opinión de un padre es suficiente para un niño.
 
3-Porque para los niños no hay mejor manera de aprender que de sus mismos padres; ellos aprenden de sus padres por precepto y por ejemplo.
 
La mente del hombre es la guía y la fuente de sus acciones; cuando esa mente está alejada de Dios, no es sino una fundición de vanidades. El apóstol Pablo también hizo esta advertencia al mundo gentil. Ellos se habían convertido en personas con imaginaciones vanas; sus necios corazones se habían oscurecido, lo cual también incluía a los grandes naturalistas y a los filósofos de esa época; no había excepción.
 
Le redención es demasiado costosa; fue el resultado de sacrificar una vida, pero no una vida cualquiera, sino la vida más perfecta que jamás se haya vivido en la historia del universo. A pesar de eso, la redención es inmerecida, y al mismo tiempo es completamente gratis. La mente humana nunca hubiera imaginado siquiera cuán costosa es nuestra redención.
 
No hemos sido redimidos con cosas que se corrompen; las cosas más valiosas de este mundo no son suficientes para adquirir la redención. Todas las cosas de este mundo, de acuerdo con Salmo 24:1, pertenecen a Dios de todas maneras: “De Jehová es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan”. Para nuestra redención se usó nada menos que la sangre preciosa de Cristo.
 
La sangre preciosa de Cristo es omnipotente: prevalece sobre el pecado, la culpabilidad y el miedo. Expulsa el orgullo y el pecado de la vida, introduce felicidad, santidad, humildad y esperanza en el corazón del hombre.
 
La  sangre preciosa de Cristo nos consigue un permiso para visitar el trono de gracia del Padre; nos une con los redimidos de todas las edades, nos consigue una posición de servicio en el templo celestial, nos promete una vida mejor sin preocupaciones, sin pecado y sin muerte.
 
La sangre preciosa de Cristo es un ejemplo doble de amor desinteresado; el Hijo entregando su vida por nosotros, y el Padre entregando a su Hijo para que se convirtiera en nuestro Salvador personal.
 
Muchas cosas preciosas de este mundo se deterioran; el tiempo acaba con todo lo material y destruye hasta los mejores tesoros que podamos obtener. Los negocios fracasan, el comercio termina, los imperios sucumben, y hasta la misma iglesia de Cristo se corrompe… Pero algo que nunca jamás se corrompe es la sangre preciosa de Cristo.
 
La sangre preciosa de Cristo es vigorizante. “Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella; porque esto es mi sangre del nuevo pacto…” (Mateo 26: 27,28). 
Cuando nuestro espíritu está abatido por los sinsabores de esta vida, somos reconfortados; cuando bebemos esa sangre preciosa de Cristo, representada por el jugo de la uva sin fermentar, recibimos fortaleza sobrehumana. Bebiendo «la sangre preciosa de Cristo» nuestras miserias son perdonadas y olvidadas, y el gozo del perdón y de la salvación nos inunda nuevamente.
 
La  sangre preciosa de Cristo transmite poder para vencer: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menosprecian sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11).
 
La sangre preciosa de Cristo tiene poder para limpiar: “La sangre de Cristo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1: 7).
 
La sangre preciosa de Cristo nos reconcilia y nos trae paz: “y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”  (Colosenses 1: 20).
 
¡Alabados sean el nombre precioso y la sangre preciosa de CRISTO!

ESPÍRITU DE PROFECÍA

Tan grande es el poder engañoso de Satanás que muchos han sido inducidos a considerar que el sacrificio de Cristo no tiene real valor. Cristo murió porque no había ninguna otra esperanza para el transgresor. Este puede tratar de guardar la ley de Dios en el futuro; pero la deuda en la que ha incurrido en el pasado permanece, y la ley debe condenarlo a muerte. Cristo vino a pagar esa deuda por el pecador, la cual era imposible que éste pagara por sí mismo…

Jesús, nuestro Sustituto, aceptó cargar por el hombre con la penalidad de la ley transgredida. Cubrió su divinidad con humanidad y de ese modo llegó a ser el Hijo del Hombre, un Salvador y Redentor (Fe y obras, p. 29).

Cuando nos acerquemos al Señor Jesús y nos regocijemos en la plenitud de su amor, nuestras dudas y tinieblas desaparecerán ante la luz de su presencia.

El apóstol Pablo dice que Dios “nos ha libertado de la potestad de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor” (Colosenses 1:13). Y todo aquel que ha pasado de muerte a vida “ha puesto su sello a esto, que Dios es veraz” (Juan 3:33). Puede testificar: “Necesitaba auxilio y lo he encontrado en el Señor Jesús. Fueron suplidas todas mis necesidades; fue satisfecha el hambre de mi alma; y ahora la Escritura es para mí la revelación de Jesucristo. ¿Me preguntáis por qué creo en El? Porque es para mí un Salvador divino. ¿Por qué creo en la Biblia? Porque he comprobado que es la voz de Dios para mi alma”. Podemos tener en nosotros mismos el testimonio de que la Escritura es verdadera y de que Cristo es el Hijo de Dios. Sabemos que no estamos “siguiendo fábulas por arte compuestas” (2 Pedro 1:16) (El camino a Cristo, p. 112).

Cuando Job oyó la voz del Señor de entre el torbellino, exclamó: “Me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42:6). Cuando Isaías contempló la gloria del Señor, y oyó a los querubines que clamaban: “¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos!” dijo abrumado: “¡Ay de mí, que soy muerto!” (Isaías 6:3, 5 (RV95)). Después de haber sido arrebatado hasta el tercer cielo y haber oído cosas que no le es dado al hombre expresar, San Pablo habló de sí mismo como del “más pequeño de todos los santos” (2 Corintios 12:2-4; Efesios 3:8). Y el amado Juan, el que había descansado en el pecho de Jesús y contemplado su gloria, fue el que cayó como muerto a los pies del ángel. Apocalipsis 1:17.

No puede haber glorificación de sí mismo, ni arrogantes pretensiones de estar libre de pecado, por parte de aquellos que andan a la sombra de la cruz del Calvario. Harta cuenta se dan de que fueron sus pecados los que causaron la agonía del Hijo de Dios y destrozaron su corazón; y este pensamiento les inspira profunda humildad. Los que viven más cerca de Jesús son también los que mejor ven la fragilidad y culpabilidad de la humanidad, y su sola esperanza se cifra en los méritos de un Salvador crucificado y resucitado (El conflicto de los siglos, p. 464).

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Miércoles 17 de enero | Lección 03_________________________________________________

UN DIOS CELOSO

En su confrontación con el Faraón, Dios declaró: “Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra” (Éxo. 9:14).

¿Qué quiso decir el Señor cuando dijo que “no hay otro como yo en toda la tierra”?

“Es imposible para las mentes finitas de los hombres comprender plenamente el carácter o las obras del Infinito. Aun para el intelecto más aguzado, para la mente más poderosa y altamente educada, este Ser santo debe permanecer siempre vestido de misterio” (TI 5:654).

Dios es sin igual (1 Rey. 8:60). Él piensa, recuerda y actúa de modos que no comprendemos. No importa cuánto intentemos hacerlo a él a nuestra propia imagen, Dios sigue siendo Dios. Él es el que hizo cada copo de nieve, cada cerebro, cada rostro y cada característica individual única, y “no hay otro” (1 Rey. 8:60). A fin de cuentas, él es el Creador y, como Creador, sin duda es distinto de su creación.

¿Qué nos dicen estos versículos sobre cuánto difiere Dios de su creación? 1 Sam. 2:2; Sal. 86:8; Isa. 55:8, 9; Jer. 10:10; Tito 1:2.

1 Samuel 2:2

No hay santo como Jehová; Porque no hay ninguno fuera de ti, Y no hay refugio como el Dios nuestro.

Salmos 86:8

Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses, Ni obras que igualen tus obras.

Isaías 55:8-9

Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová.  Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

Jeremías 10:10

10 Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación.

Tito 1:2

en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos,

Cuando contemplamos todo lo que Dios es, todo lo que posee y todo lo que hace, es llamativo que pudiera tener competidores. Sin embargo, es así en el sentido de que tiene que “competir” por el amor y el afecto de los seres humanos. Tal vez por eso dice que es un Dios “celoso” (Éxo. 34:14). Dios creó a los seres humanos para que fuesen libres, lo que significa que tenemos la opción de servirle a él o a cualquier otro. Ese ha sido, en muchos sentidos, el principal problema humano: decidir servir a otros dioses, independientemente de su forma, en lugar de servir al único Dios digno de servir, a quien creó todo el universo y es el dueño. Por eso, indudablemente, es un Dios celoso.

¿Qué hay en tu vida (en caso de que haya algo) que compita con Dios por tus afectos?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra” (Éxodo 9:14).
 
Estas palabras de Dios, fueron pronunciadas cuando la tierra de Egipto ya había sacudida por las primeras seis plagas. La plaga de sangre, las ranas, los piojos, las moscas, la muerte del ganado, y las plagas de las úlceras ya habían sucedido. Moisés se preparaba para presentarse ante el faraón y pronunciar el acontecimiento de la séptima plaga, que era la plaga del granizo.  En ese preciso momento Dios pronuncia las palabras de Éxodo 9:14.
 
 
A Moisés se ordena de nuevo llevar otro temible mensaje al hombre más poderoso de la tierra para esos días. La providencia ordenó que así fuera: la providencia ordenó que Moisés tuviera una cerena fiereza y un espíritu infatigable para negociar con el obstinado faraón.
 
Una de las cosas maravillosas de la justicia divina, es que cuando Dios amenaza con la ruina, en su misericordia, Dios también provee un escape para evitar la ruina. En este caso Dios no sólo hizo distinción entre los egipcios y los israelitas, sino que también hizo distinción entre un egipcio y otro egipcio. Había muchas personas de los egipcios, aun entre los sirvientes de faraón, que temían y respetaban a Dios; éstos, a través de la obediencia a las órdenes de Dios, al igual que los israelitas, lograron escapar de la calamidad.
 
 “Oh Señor, ninguno hay como tú entre los dioses, Ni obras que igualen tus obras.”  Salmos 86: 8
 
Entre todos los falsos dioses que los paganos han adorado, jamás el hombre ha podido inventar con toda la fantasía de su imaginación a un Dios que fuera tan poderoso, como el verdadero Dios de los cielos.
 
Ninguno de esos dioses paganos tenía la habilidad de escuchar y de contestar las oraciones de sus adoradores; esos dioses carecían de sabiduría, de poder, y de bondad.  26 Y ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: ¡Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho.  (1Reyes 18)
 
 
Si hay un capítulo de la Biblia en el cual podemos aprender acerca de la idolatría, es en el capítulo 10 del libro de Jeremías. En este capítulo  encontramos lo que Dios piensa de los falsos dioses paganos:
 
Oíd la palabra que Jehová ha hablado sobre vosotros, oh casa de Israel. Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. 4 Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder. No hay semejante a ti, oh Jehová; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío. ¿Quién no te temerá, oh Rey de las naciones? Porque a ti es debido el temor; porque entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay semejante a ti. Todos se infatuarán y entontecerán. Enseñanza de vanidades es el leño. Traerán plata batida de Tarsis y oro de Ufaz, obra del artífice, y de manos del fundidor; los vestirán de azul y de púrpura, obra de peritos es todo. 10 Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación. 11 Les diréis así: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos. 12 El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría; 13 a su voz se produce muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos. 14 Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia; se avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición, y no hay espíritu en ella. 15 Vanidad son, obra vana; al tiempo de su castigo perecerán. Jeremías 10
Oíd la palabra que Jehová ha hablado sobre vosotros, oh casa de Israel.
Tenemos que escuchar sus ordenanzas
Tenemos que guardar lo que escuchamos
Tenemos que comprender lo que guardamos
Tenemos que creer lo que comprendemos
Tenemos que recordar lo que creemos
Tenemos que practicar lo que recordamos
Tenemos que continuar lo que practicamos
 
Los que serán condenados son:
Aquellos que no vienen para escuchar
Aquellos que cuando vienen no escuchan
Aquellos que no les importa lo que escuchan, si es que vienen
Aquellos que no comprenden a qué cosas en verdad le tienen que poner atención
Aquellos que no creen lo que pueden comprender
Aquellos que no practican lo que creen
Escuchemos a Dios con reverencia, con mucho cuidado, con atención, y con la mejor intención.
Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. 4 Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder. No hay semejante a ti, oh Jehová; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío.
Por encima de todo, la Biblia usa un lenguaje divertido cuando describe a los dioses y a sus adoradores paganos: «es leño del bosque,» dice con tono humorístico y despectivo. Isaías 46: 7 dice: «Lo levantan en hombros y lo llevan; lo colocan en su lugar y allí se está. No se mueve de su lugar. Aunque alguno clame a él, no responde, de su angustia no lo libra.» (Biblia de las Américas)
Elías se burlaba de los 800 profetas cuando clamaban a Baal  y éste no les contestaba: 27 Al mediodía, Elías se burlaba de ellos, y les decía: «¡Griten más fuerte! ¿No ven que él es dios? A lo mejor está pensando, o salió de viaje; quizás fue al baño. ¡Tal vez está dormido y tienen que despertarlo!» 1 Reyes 18
 
Es remarcable como la Biblia, nos hace tantas advertencias en contra de los dioses, o ídolos o imágenes que el hombre fabrica y construye y que si se pueden ver. Aún mas de eso, por el mismo acto de que son dioses hechos por el hombre  y que los podemos ver y conocer, Dios a través de su Palabra nos ordena a que evitemos a estos dioses o ídolos, que son el resultado de la creacion y de la artesanía del hombre.
Nosotros sabemos todo lo que concierne a un falso dios: Podemos caminar alrededor de ellos, podemos verlos con toda libertad, podemos calcular la fecha en que fueron «fabricados» por el hombre, podemos saber cuánto pesan, podemos conocer su altura en centímetros o en pulgadas, podemos saber de qué material fueron hechos, con una brocha podemos cambiarles el color y además podemos desnudarlos para cambiarlos de ropas.
En contra de estos dioses, encontramos a nuestro Dios verdadero, su naturaleza y su personalidad no es conocida por el humano, pero su poder se hace sentir sobre toda la tierra, su amor se siente y también su ira hace golpear una rodilla contra la otra  de la humanidad entera.
Se ha dicho muchas veces que el Dios verdadero de los cielos en realidad no lo conocemos: nadie ha podido ver su gloria en su esencia.
Interesantemente, cuando los judíos volvieron del cautiverio de Babilonia, nunca jamás en la Biblia se escucha un reproche en contra de ellos por el pecado de idolatría: parece que ellos fueron sanados de este pecado. Lo que llama la atención es que unos siglos más tarde,  parte del cristianismo renueva este pecado de idolatría, no habiendo aprendido del gran fracaso del mundo judío.
Hemos escuchado hablar de tantos dioses del mundo pagano: sabemos de Apolo, de Júpiter, de Marte, de Vesta, de Minerva, de Diana, de Baal, de Astarot, de Rimón, de Dagón, de Quemos, y de Tamuz; ¿Dónde están todos esos dioses que en un determinado momento de la historia, fueron venerados por muchedumbres, naciones e imperios? 
«11… Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos.» Todos ellos están muertos, han desaparecido, no existen más;  10 Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación.»
Nuestro Dios, que tiene su trono en el cielo, él está vivo y escuchas las oraciones de los santos, de personas como usted y yo; lo hace porque nos ama, y quiere tenernos consigo en la patria celestial por la eternidad.
 
¡Yo quiero estar allí! ¿Y usted?

ESPÍRITU DE PROFECÍA

La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá de ella no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el silencio es elocuencia…

Los hombres de más alta inteligencia no pueden entender los misterios de Jehová revelados en la naturaleza. La inspiración divina hace muchas preguntas a las cuales los sabios más profundos no pueden responder. Estas preguntas no fueron hechas para que las contestáramos, sino para que llamaran nuestra atención a los profundos misterios de Dios y nos enseñaran que nuestra sabiduría es limitada; que en la esfera en que nos movemos en la vida cotidiana hay muchas cosas que superan a la inteligencia de los seres finitos.

Los escépticos se niegan a creer en Dios porque no pueden abarcar el infinito poder por medio del cual se revela. Pero hay que reconocer a Dios tanto por lo que él no nos revela acerca de sí mismo como por lo que está al alcance de nuestra limitada comprensión. En la revelación divina y en la naturaleza, Dios ha escondido misterios que nos imponen la fe. Y así debe ser. Bien podemos estar siempre escudriñando, investigando y aprendiendo, y seguir encontrándonos, sin embargo, frente a lo infinito (El ministerio de curación, pp. 336-338).

La forma en que Dios trata a su pueblo a menudo parece misteriosa. Sus caminos no son nuestros caminos ni sus pensamientos nuestros pensamientos. Muchas veces su forma de obrar es tan contraria a nuestros planes y expectativas que nos asombra y confunde. No entendemos nuestra naturaleza perversa; y a menudo, cuando estamos complaciendo el yo, siguiendo nuestras propias inclinaciones, nos congratulamos con la idea de que estamos llevando a cabo el pensamiento de Dios. Por eso necesitamos escudriñar las Escrituras y orar mucho para que, de acuerdo con su promesa, el Señor nos dé sabiduría (Testimonios para los ministros, p. 503).

La obra de la mano de Dios en la naturaleza no es Dios mismo en la naturaleza. Las cosas de la naturaleza son expresión del carácter y poder de Dios; pero no debemos considerar que la naturaleza sea Dios. La destreza artística de los seres humanos produce obras muy hermosas por cierto, que deleitan nuestros ojos y nos revelan algo del pensamiento de su autor; pero las cosas hechas no son el que las hizo. No es la obra, sino el artífice, el que es considerado digno de honor. Así también, aunque la naturaleza es expresión del pensamiento de Dios, no debemos ensalzar a la naturaleza, sino al Dios de la naturaleza (El ministerio de curación, p. 321).

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Lección 03 | Jueves 18 de enero____________________________________________________

EL VERDADERO SENTIDO DE PROPIEDAD

Pertenecemos a Dios tanto por creación como por redención. Y no solo nosotros pertenecemos a Dios, sino que todas nuestras posesiones también le pertenecen. Nosotros, por nosotros mismos, no poseemos nada más que nuestras propias decisiones.

Un elemento central de la mundanalidad, en contraste, es la idea de que somos dueños de nuestras posesiones. Sin embargo, esto es un engaño. Cuando los cristianos pensamos que somos los dueños absolutos de nuestras posesiones, creemos algo contrario a lo que enseña la Palabra de Dios.

Dios, no nosotros, es el dueño de todo (Job 38:4-11). Nosotros somos meramente forasteros y arrendatarios (Lev. 25:23), así como los israelitas vivían en la Tierra Prometida. Incluso dependemos de Dios para nuestra próxima respiración (Hech. 17:25). Él es el dueño de lo que creemos que es nuestro. No somos más que sus mayordomos y, como tales, debemos administrar las posesiones tangibles e incluso las intangibles para la gloria de Dios.

Enumera, según los siguientes versículos, las cosas que Dios posee. Deut. 10:14; Sal. 50:10; 104:16; Eze. 18:4; Hag. 2:8; 1 Cor. 6:19, 20.

Deuteronomio 10:14

14 He aquí, de Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella.

Salmos 50:10

10 Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados.

Salmos 104:16

16 Se llenan de savia los árboles de Jehová, Los cedros del Líbano que él plantó.

Ezequiel 18:4

He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá.

Hageo 2:8

Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.

1 Corintios 6:19-20

19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?  20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

¿Qué nos dicen estos textos sobre cómo deberíamos considerar las cosas materiales que tenemos en nuestro poder?

“Todas las cosas pertenecen a Dios. Los hombres pueden ignorar sus derechos. Mientras él derrama abundantemente sus bendiciones sobre ellos, pueden utilizar sus dones para su propia gratificación egoísta; pero serán llamados a rendir cuentas de su mayordomía” (TI 9:198).

El hecho de que Dios sea el dueño y nosotros seamos los mayordomos exige una relación en la que él pueda usarnos en la preparación para el cielo, y para beneficio y bendición de los demás. Pero los mayordomos infieles pueden restringir el acceso del Propietario a sus posesiones. Como vimos ayer, Dios no fuerza su voluntad sobre nosotros. Él nos creó y nos dio posesiones en este mundo para que las administremos para él hasta que regrese. Lo que hacemos con ellas refleja el tipo de relación que tenemos con él.

Piensa detenidamente en lo que significa el hecho de que, en realidad, no eres dueño de ninguna de las cosas que posees, sino que le pertenecen a Dios. ¿Qué debería decirte esto acerca del modo en que tienes que relacionarte con tus posesiones?

COMENTARIO DE LA LECCIÓN

En realidad, pienso que pertenecemos a Dios por procreación  y no por creación; los únicos que pueden reclamar ese título son Adán y Eva, que salieron directamente de la mano del Creador. El resto de seres humanos provenimos de nuestras madres, y eso se llama procreación.
 
“Porque mía es toda bestia del bosque, y los millares de animales en los collados.”  Salmo 50: 10
 
Los judíos creían que los sacrificios que ellos ofrecían a Dios, era algo que dejaba a Dios completamente conforme y satisfecho por la entrega de esa ofrenda. Pero en el versículo del estudio de este día, Dios está tirando por el suelo ese pensamiento, Dios dice mío son todas la bestias del bosque y también el resto de los animales.  “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación.”  (1 Samuel 15: 23)
Es mejor obedecer a Dios que ofrendar sacrificios, es mejor amar a Dios y a nuestro prójimo que presentar ofrendas quemadas.
 
Todas las bestias que andan libres por los campos, y las que el hombre ha domado, no pertenecen a hombre alguno, aunque alguien las reclame; todas pertenecen a Dios. La idea principal es que si Dios quisiera más animales en sacrificio, no tendría necesidad de pedírselas al hombre, todas esas bestias que andan libres por el mundo, suplirían las demandas de Dios para los sacrificios que espera.
 
Pero la idea va más allá, porque al final, toda bestia, ya sea del campo o ya sea que el hombre la haya domesticado o la reclame como suya, al final cada una de ellas pertenece a Dios. El mundo entero pertenece a Dios, junto con todo lo que hay en él.
Dios tiene el mundo entero a su disposición y puede tomarlo a la hora que a él le plazca. El Dueño absoluto de cuanto existe no requiere nuestro permiso, ni nuestra autorización para hacer uso de su propiedad.
 
Cualquier cosa que el hombre logre reclamar como suya, la ha conseguido por la voluntad de Dios. El hombre no tiene ningún derecho a quejarse ni a reclamar cuando Dios toma para sí las cosas de este mundo.
 
No hay en ningún lugar algo que diga que Dios ha dado al hombre el derecho supremo sobre la tierra; tampoco le ha dado derecho supremo sobre las cosas que hay en la tierra.
Dios no invade nuestros derechos cuando él toma algo para sí, de las cosas de esta tierra que le pertenecen y que para nosotros son las cosas de más apreciable valor.
 
 
 He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá. (Ezequiel 18)
Así como el mundo animal pertenece a Dios completamente, también el mundo humano pertenece a Dios completamente.
 
Los humanos, al igual que los animales, somos criaturas en las manos de Dios y dependemos de su poder para nuestro nacimiento, para nuestro crecimiento, para nuestro mantenimiento y dependemos de él aun en nuestro fallecimiento. 
 
“El hombre nacido de mujer, corto de días, y hastiado de sinsabores, sale como una flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece” (Job 14:1, 2).
Por consecuencia del pecado a todos se nos ha acortado la vida; todo el esplendor de la juventud, el vigor de la salud y de la felicidad, cae estrepitosamente ante el golpe certero de la enfermedad y de la muerte.
Job se da cuenta de que por el acto de haber nacido de la mujer, ha heredado una peculiar debilidad; Job se da cuenta de que ha nacido de la mujer –el vaso más frágil de la humanidad, según 1 Pedro 3: 7 “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil”. 
Job también se da cuenta de que ha sido concebido en pecado, según Salmo 51: 5 “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.” 
Y además se dio cuenta de que fue concebido con dolores, de acuerdo con Génesis 3 16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos…” Fue amamantado por los pechos de su madre y fue puesto bajo su guía por varios años, llegando a la conclusión de que comparte con su madre la misma debilidad de tener una vida muy corta.
A pesar de sus posiblemente 200 y más años de vida, Job llega a la conclusión de que la vida es muy corta; posiblemente eso también pensó Matusalén con sus 969 años de vida, cuando él se acercaba a la muerte.
Adán fue creado del polvo de la tierra y no nació de mujer alguna; a pesar de su creación, a la hora de su muerte Adán volvió al polvo de la tierra. Nosotros nacimos de mujer, pero también a la hora de nuestra muerte volvemos también al polvo de la tierra.
Aquí el problema no es que fuimos creados directamente del polvo de la tierra o que descendemos de una mujer. Aquí el problema es que cuando el pecado entró al mundo, fuimos condenados a volver a ser lo que éramos antes, simplemente polvo de la tierra: polvo inerte y sin vida.
Job compara la vida del hombre con una flor, tierna, delicada, real y bella, que lentamente va desarrollando, va abriendo paulatinamente sus bellos pétalos y repentinamente es cortada. Es típico que en el Medio Oriente las flores no duran mucho tiempo, la mayoría de las flores en el Medio Oriente solamente logran vivir un día.
También Job compara la vida con una sombra; las sombras siempre están cambiando, y posiblemente Job tiene en mente las sombras que hacen las nubes sobre la tierra. Esas sombras se esfuman como por arte de magia.
Si extraemos las dos infancias de los humanos, entonces nos damos cuenta de que nuestra vida es realmente corta.
La primera infancia la pasamos aprendiendo a vivir y la segunda infancia -que es la vejez- la pasamos aprendiendo a morir.
En medio de esas dos épocas, en realidad son cortos los años de la existencia productiva del hombre. Si a esto restamos el tiempo que pasamos durmiendo en nuestras vidas, le estamos quitando un 30% al total de nuestra existencia.
También tenemos que restarle el tiempo de indolencia, y tiempos que hemos desperdiciado por nuestras malas decisiones o por falta de voluntad para tomar decisiones o para hacer las cosas que son prioridades en nuestras vidas; en verdad la vida productiva del hombre es realmente corta.
La impotencia y la imperfección de nuestra infancia, la vanidad de nuestra juventud, la ansiedad de la edad adulta y la incertidumbre de la vejez, están estrechamente unidas por una continua cadena de sufrimientos, preocupaciones y enfermedades, que no permiten al humano tener una felicidad y un gozo pleno, sólido y duradero.
Nunca podemos disfrutar de una vida plena, porque nunca se puede tener todo en la vida al mismo tiempo:
-En la juventud tenemos energías y tiempo, pero no tenemos dinero.
-En la edad madura tenemos dinero y energías, pero no tenemos tiempo.
-En la vejez tenemos tiempo y posiblemente dinero, pero no tenemos energías; la vida se nos esfumó como una flor; como una sombra que pasa velozmente, se nos escapó.
Aparte de tener una vida corta, las miserias, los problemas, las calamidades y las enfermedades, están constantemente visitando nuestras vidas. En cada estado de nuestras vidas, están presentes. En verdad disfrutamos de espacios muy cortos de felicidad y de paz mental; pasamos la mayor del tiempo llenos de preocupaciones. Nunca podemos disfrutar plenamente de una etapa de la vida, porque en esa etapa nuestra preocupación es prepararnos para la siguiente etapa que se nos viene encima.
Hay un problema muy peculiar que agregamos para seguir destruyendo nuestro gozo y aumentar nuestra calamidad en esta tierra: ese problema se llama el descontento. Muchas veces adoptamos el descontento por nuestra situación y encima de eso le agregamos la envidia por la prosperidad de otras personas. No nos damos cuenta de que aquellos que son exitosos en la obtención de ganancias terrenales, también son bombardeados por las miserias, problemas, enfermedades e inconveniencias. Muchas veces por estar pendientes de los demás, pasamos por alto las reales bendiciones de Dios, como lo son la paz, la tranquilidad, la familia, nuestra religión, el trabajo, una conciencia limpia, un buen dormir, la salud, la vida y el pan de cada día.
Nuestra responsabilidad en esta tierra es evitar el pecado, ser humildes, prepararnos para la muerte y ser agradecidos con Dios.
Nuestros días son muy cortos si los comparamos con los días que vivieron los humanos antes del diluvio; también nuestros días son cortos cuando los comparamos con los años de vida que tienen algunos animales como los son las águilas, los cuervos y los elefantes; también nuestros días con cortos cuando los comparamos con todos los años que el humano pasa en la tumba; al final, nuestros días son muy cortos porque así lo dispuso Dios, por consecuencia del pecado de nuestros primeros padres.
Hay muchas cosas que duran por mucho tiempo en la vida, duran siglos y hasta milenios, pero no nuestras vidas. Nuestras vidas son demasiadas frágiles. Justiniano, el emperador romano, murió cuando entró a un dormitorio recién pintado; el papa Adrián murió asfixiado por una mosca; el general Paton, de los Estados Unidos, sobrevivió toda la segunda guerra mundial mientras se mantenía de pie dirigiendo a sus ejércitos en medio de los más feroces ataques de la guerra, pero murió en la tranquilidad de su casa de un ataque al corazón inmediatamente después de la guerra. Hay personas que han muerto asfixiadas por una uva, otros por una teja que se cayó de la casa, otros murieron por una pequeña gota de veneno y así podríamos mencionar otras innumerables muertes sin sentido que han ocurrido en la historia.
Quizá inspirado en las reflexiones salomónicas que plasma el libro Eclesiastés (especialmente los capítulos 9 y 12), bien sentenció Jorge Manrique, el poeta español del siglo XV:
 
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir.
Allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos:
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
(Tomado de Odas a la muerte de mi padre…)
 
 
Hay miles de puertas que nos conducen a la muerte y constantemente se abren invitándonos a entrar. Desde que nacemos venimos a este mundo llorando y llorando nos despedimos. Desde que nacemos la muerte nos rodea constantemente. Si logramos burlar la muerte en nuestra infancia, en unos días estamos enfrentando la muerte en nuestra juventud, y después de allí no se nos promete un mundo mejor, sino una carrera desenfrenada en contra de la muerte. Esta es la triste historia que nos toca vivir en este mundo, por culpa del pecado; por eso, esperamos expectantes el día glorioso en que seamos llevados al cielo, para disfrutar de la vida eterna que perdimos, una vida llena de salud y felicidad, en los brazos seguros de la santidad de nuestro Dios.
 
Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.  (Hageo 2)
Ahora Dios confirma una absoluta propiedad sobre el mundo. Los animales son de él, los humanos son de él y ahora él declara en el libro de Hageo, que todas las riquezas de este mundo son de él.
 
Cualquier cosa que entreguemos a Dios, en realidad no es una dádiva nuestra, es solamente una devolución que hacemos a Dios, de las tantas cosas que Él nos ha prestado.
 
Las palabras del estudio de este día, fueron pronunciadas por Dios cuando se estaba construyendo el segundo templo de Jerusalén.
El hermoso templo donde Dios fue el arquitecto y diseñador, y donde uno de los hombres más sabios de la tierra fue el ingeniero de obras, fue destruido por la invasión caldea a cargo de Nabucodonosor a las tierras judías. 
Ya habían pasado setenta años de cautiverio; ahora Israel está comenzando a regresar a su tierra natal, y lo primero que desean construir es el templo para Dios.
Cuando el segundo templo fue terminado, los pocos que habían sobrevivido y que pudieron observar la gloria del templo de Salomón, lloraron de tristeza cuando vieron la inferioridad del segundo templo.
 
El segundo templo no se comparaba con la gloria del primero.
Aquí mismo aparecen las palabras de Dios diciendo dos cosas muy interesantes:
La primera cosa que dice es que la gloria del segundo templo será superior a la del primer templo.
La segunda cosa que dice es que de él es todo el oro y la plata que hay sobre la tierra.
 
La superior gloria del segundo templo no sería por los materiales preciosos que se usarían para construir éste. La excelsa gloria del segundo templo estribaría en que lo visitaría el Mesías.
 
En ese templo se presentaría al recién nacido Rey del cielo
En ese templo posarían los pies del Dios encarnado
En ese templo predicaría palabras de vida quien es el Dador de la vida
En ese templo predicaría palabras de paz y esperanza el Príncipe de Paz.
 
Dios está diciendo: La gloria de los templos no consiste en los materiales, ni en su lujo, en su belleza o en su grandeza… La verdadera gloria de un templo es la presencia de Cristo a través de su Santo Espíritu.
 
 
“8 Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.” No hay alguna duda, los diamantes, las perlas, los rubíes y los zafiros, todos son de Dios, y si Él así lo quisiera, se construiría un templo solamente con esos finos materiales, así como el templo que tiene preparado para los 144,000 escogidos.
 
“En el trayecto encontramos a un grupo que también contemplaba la hermosura del paraje. Advertí que el borde de sus vestiduras era rojo; llevaban mantos de un blanco purísimo y muy brillantes coronas. Cuando los saludamos pregunté a Jesús quiénes eran, y me respondió que eran mártires que habían sido muertos por su nombre.
Los acompañaba una innúmera hueste de pequeñuelos que también tenían un ribete rojo en sus vestiduras.
 
El monte de Sion estaba delante de nosotros, y sobre el monte había un hermoso templo. Lo rodeaban otros siete montes donde crecían rosas y lirios.
Los pequeñuelos trepaban por los montes o, si lo preferían, usaban sus alitas para volar hasta la cumbre de ellos y recoger inmarcesibles flores. Toda clase de árboles hermoseaban los alrededores del templo: el boj, el pino, el abeto, el olivo, el mirto, el granado y la higuera doblegada bajo el peso de sus maduros higos, todos embellecían aquel paraje.
 
Cuando íbamos a entrar en el santo templo, Jesús alzó su melodiosa voz y dijo: “Únicamente los 144,000 entran en este lugar.” Y exclamamos: “¡Aleluya!” Este templo estaba sostenido por siete columnas de oro transparente, con engastes de hermosísimas perlas.
 
No me es posible describir las maravillas que vi. ¡Oh, si yo supiera el idioma de Canaán! ¡Entonces podría contar algo de la gloria del mundo mejor!
 
Vi tablas de piedra en que estaban esculpidos en letras de oro los nombres de los 144
mil. Después de admirar la gloria del templo, salimos y Jesús nos dejó para ir a la ciudad.
 
Pronto oímos su amable voz que decía: “Venid, pueblo mío; habéis salido de una gran tribulación y hecho mi voluntad. Sufristeis por mí. Venid a la cena, que yo me ceñiré para serviros.” Nosotros exclamamos: “¡Aleluya! ¡Gloria!” y entramos en la ciudad.
 
Vi una mesa de plata pura, de muchos kilómetros de longitud, y sin embargo nuestra vista la abarcaba toda. Vi el fruto del árbol de la vida, el maná, almendras, higos, granadas, uvas y muchas otras especies de frutas. Le rogué a Jesús que me permitiese comer del fruto y respondió: “Todavía no. Quienes comen del fruto de este lugar ya no vuelven a la tierra. Pero si eres fiel, no tardarás en comer del fruto del árbol de la vida y beber del agua del manantial.” Y añadió: “Debes volver de nuevo a la tierra y referir a otros lo que se te ha revelado.”
 
Entonces un ángel me transportó suavemente a este oscuro mundo. A veces me parece que no puedo ya permanecer aquí; tan lóbregas me resultan todas las cosas de la tierra. Me siento muy solitaria aquí, pues he visto una tierra mejor. ¡Ojalá tuviese alas de paloma! Echaría a volar para obtener descanso. (Primeros Escritos 18.2 – 19.1)
 
Podemos dar a Dios nuestro sueldo entero, y no estamos dándole nada, eso ya pertenece a él.
Podemos dar a Dios todas nuestras propiedades, y no estamos dándole nada, esas ya pertenecen a él.
 
Podemos dar a Dios nuestra vida en sacrificio, y no estamos dándole nada, esa ya pertenece a él.

ESPÍRITU DE PROFECÍA

El Espíritu Santo declara por medio del profeta Isaías: “¿A qué pues haréis semejante a Dios, o a qué imagen le compondréis?… ¿No sabéis? ¿No habéis oído? ¿Nunca os lo han dicho desde el principio? ¿No habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó? El está asentado sobre el globo de la tierra, cuyos moradores son como langostas, él extiende los cielos como una cortina, tiéndelos como una tienda para morar… ¿A qué pues me haréis semejante, o seré asimilado? dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién crió estas cosas; él saca por cuenta su ejército: a todas llama por sus nombres; ninguna faltará: tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud. ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: mi camino es escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios del siglo es Jehová, el cual crió los términos de la tierra? No se trabaja, ni se fatiga con cansancio… El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”… “Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra: porque yo soy Dios, y no hay más” (Isaías 40:18- 29; 45:22) (El Deseado de todas las gentes, p. 249).

Para los ángeles, el camino que siguen los seres humanos parece extrañamente inconsecuente. Ven claramente cómo la degradación se revela por la incredulidad y la indulgencia en el apetito. Ven cuán incansablemente trabaja Satanás para destruir la imagen de Dios en el hombre. Se preguntan por qué seres que dependen de su Creador para cada inspiración, actúan en forma tan irrazonable e inconsistente; por qué eligen el bando de aquel que crucificó a Cristo y llenó el mundo de luchas, envidias y celos…

Cristo es el Señor, Justicia nuestra. Pongámonos del lado de Cristo ahora, en este momento. Nadie se avergüence de reconocer a Cristo como su Salvador, su consejero, su guía y su extraordinario galardón (Alza tus ojos, p. 319).

Los ricos a menudo miran sus riquezas y dicen: “Por mi sabiduría he obtenido esta riqueza”. Pero, ¿quién les dio a ellos poder para obtener riquezas? Dios les ha concedido la habilidad que poseen, pero en lugar de darle a él la gloria, se glorifican a sí mismos. El los probará y pondrá por el suelo la vanagloria. El mudará su fortaleza y esparcirá sus posesiones. En lugar de bendición obtendrán maldición. Un acto de maldad u opresión, una desviación del camino correcto, no debería tolerarse más en un hombre que posee propiedades, que en un hombre que no las posee. Todas las riquezas que el más acaudalado jamás haya poseído, no son suficientes para pagar el más mínimo pecado ante Dios; no serán aceptadas como rescate por la transgresión. Solamente el arrepentimiento, la verdadera humildad, un corazón quebrantado y un espíritu contrito será aceptado por Dios. Y ningún hombre tendrá verdadera humildad delante de Dios, a menos que ésta sea ejemplificada delante de otros. Nada menos que el arrepentimiento, la confesión y el perdón de los pecados es aceptable a Dios (Testimonios para la iglesia, tomo 1, p . 468).

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Viernes 19 de enero | Lección 03___________________________________________________

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:

La mayordomía, tal como la entendemos, comenzó cuando Dios puso a Adán y a Eva en un jardín hermoso que debían cuidar y gobernar (Gén. 2:15). En este ambiente perfecto, debían hacer que el jardín fuese habitable, una tarea que no debió de haber sido tan difícil. Dios aprobó la nueva función de ellos y los puso al tanto de su responsabilidad. Cuidar del Edén le daría sentido y traería felicidad a la nueva familia.

El verbo hebreo para “dominio” (Gén. 1:26, 28) significa “poner bajo control y gobernar”. Dado el contexto, este no era un dominio severo, sino un gobierno benevolente al cuidado de la creación de Dios. Esta responsabilidad no ha cesado. En ese lugar, Adán y Eva debían aprender que Dios era el Dueño, y ellos eran sus administradores, o mayordomos. Desde el principio, Dios quiso que Adán y Eva ocuparan puestos de responsabilidad y confianza, pero no como dueños. Debían demostrarle a Dios que eran fieles a su cometido.

“A Adán y a Eva se les dio el jardín del Edén para que lo cuidaran. Debían ‘labrar[lo] y guardar[lo]’. Eran felices en su trabajo. Su mente, corazón y voluntad actuaban en perfecta armonía. En su trabajo no se cansaban ni se fatigaban. Sus horas estaban llenas de trabajo útil y de comunión entre sí. Su ocupación era agradable. Dios y Cristo los visitaban y hablaban con ellos. Se les dio libertad total […]. Dios era el dueño de su hogar en el Edén. Ellos lo mantenían para él” (MR 10:327).

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. ¿Qué nos enseña el hecho de que Dios es el dueño del mundo acerca de nuestra responsabilidad básica hacia el medioambiente? Si bien debemos evitar el fanatismo político de algunos ecologistas que adoran la creación misma, ¿cuál debe ser nuestra actitud, como cristianos, hacia el cuidado del ambiente?
  2. Reflexiona en la idea de Dios como un Dios “celoso”. No siempre es un concepto fácil de entender, especialmente porque, en términos humanos, consideramos que los celos son algo malo, algo que hay que evitar. No obstante, ¿cómo podemos entender esta idea cuando se aplica a Dios en la forma negativa en que suele transmitirla el mundo?
  3. ¿De qué modo podemos aprender a distinguir entre el uso adecuado de las cosas físicas que Dios ha creado y su goce, y el abuso de esas cosas? ¿Por qué es tan importante esta distinción?

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Escrito por: Tony García.

Gramática revisada por:
Pastor Noel Ruiloba y Nory Ester Garcia-Marenko

Este documento es una cortesía de 7day Media Group.
“One World – One Dream”
http://www.sevendayradio.com
http://www.escuelasabaticamaestros.com
Madrid, España 2018

3 pensamientos en “LECCIÓN 3 – ¿DIOS O MAMÓN? – PARA EL 20 DE ENERO DE 2018

  1. Dios los bendiga siempre mis hermanos gracias por este bello material que nos nutre espiritualmente y nos ayuda a enseñar y más ahora que en mi país venezuela está pasando por una crisis fuerte! pido oracion por mi país

  2. A todas éstas que son las riquezas sino otra más de las bendiciones de Dios? Así que podemos inferir que pretender hacerlas nuestras no es más que robarle a Dios el derecho que tiene sobre ellas. Ahora, creer en ellas y tornarlas nuestro Dios, es torcer el propósito con que nos fueron dadas. Ratifiquemos a Dios como el rey de nuestro corazón y las riquezas ocuparán el lugar que les corresponden! Dios les bendiga!

  3. Dios le dio a satanás seis mil años de plazo en esta tierra?

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